Los agentes de seguridad del NatuArenas se encontraban otra vez en el café donde se hallaban Samuelsen y Malcini. Al parecer, querían entrevistar más a fondo a los que trabajaban allí acerca de los jóvenes que habían desaparecido, o mejor dicho escapado, esa mañana. Aprovechando la confusión, los dos se levantaron de la mesa al unísono y partieron sin que nadie se percatase que no habían pagado la cuenta.
"Bueno, ¡éste fue un rico cafecito!" pronunció Malcini, dándose palmaditas con orgullo en su abombado estómago.
"Sí," reafirmó Samuelsen en completo acuerdo. "Lástima que los de seguridad no se hubieran tardado un poco más porque estaba a punto de pedirme una de esas galletas afganas de chocolate que se veían buenísimas. Ahora, ¿para dónde?"
"Creo que debemos dar una segunda visita al mostrador de alquiler de Marios. El encargado, que nos prometió dar noticias sobre Isabel Simas, no se ha comunicado con nosotros. Me imagino que tú, como yo, estarás agotado con todo el trabajo que hemos hecho, pero en este negocio no hay tiempo para el placer y el descanso."
Y diciendo esto, Malcini dobló a la derecha del pasillo en el que se se habían detenido. Su socio lo siguió, terminando los dos en la zona del gimnasio y piscina interior. Rehicieron sus pasos sin gran suceso de nuevo porque se dieron con el área de cuidado de los niños. Una de las trabajadoras confundió al barrigón de baja estatura y escasa cabellera con uno de los padres y, apenas lo vio, le entregó un bebé en sus brazos que estaba berreando a todo pulmón. Cuando por fin le explicó a la empleada acerca del error, que para él fue más bien un horror, el pequeñito ya se había calmado, no sin antes regalarle un gran eructo acompañado de leche medio digerida. La muchacha, muy avergonzada por el embrollo, dejó a los pequeñuelos con sus otras dos colegas y los acompañó hasta el lugar de renta de Marios que no se hallaba muy lejos de donde se encontraban.
"¿Alguna noticia de mi pariente?" preguntó Samuelsen, ya que Malcini estaba ocupado tratando de limpiarse con una toallita, cortesía del NatuArenas, la leche dejada por el bebé en su hombro.
El joven que los había recibido en la mañana aún permanecía allí y, con un gran esfuerzo, plantó una vez más en su rostro la sonrisa típica de bienvenida; tratando por un lado, de no taparse la nariz ante el olorcito que el regordete bajetón emanaba y, por el otro, el no soltar la carcajada viendo el afán con el que se estaba limpiando sin mayores resultados. Al cabo de unos segundos, el encargado recuperó su compostura formal y contestó:
"Ninguna novedad, por eso no me he comunicado con ustedes, caballeros. Lamento tener que decirles, que la situación en que se encuentra su pariente resulta ser bastante complicada. Todo indica, que los tres jóvenes buscados por la Policía Internacional abordaron el Mario donde se encontraba la Srta. Simas, y desde su partida, no sabemos nada. Hemos pasado el día tratando de comunicarnos con ella sin suceso alguno. En estos momentos, con estas condiciones," indicó el joven señalando el ventanal que daba al área de los Marios, "de esta espesa neblina que se ha formado en la costa, más el viento que se ha levantado, es imposible que nadie pueda aterrizar por acá. Por lo tanto, no esperamos que esté de regreso en ningún tiempo cercano. Los agentes de seguridad van a estar alertas durante toda la noche, en caso que la situación cambie y el avión regrese, pero la verdad, dudo mucho que eso suceda. De todas formas, le aseguro que nos comunicaremos con usted, Sr. Samuelsen, apenas tengamos alguna novedad."
El apelado formuló un muchas gracias, mientras su compañero seguía limpiándose de manera frenética la laguna blanca, que no lograba sacar de su hombro.
"Volvamos a La Familia," dijo un furioso Malcini. "Ya no hay nada que podamos hacer por acá."
Como era de esperarse, les llevó un poco más de lo debido ubicar el paradero de autobuses para Analucía. Cuando por fin lo encontraron, un vehículo estaba ya saliendo y les cerró las puertas en las narices. Sin embargo, uno de los pasajeros advirtió al conductor que dos personas querían entrar, así que este se detuvo unos metros adelante para dejarlos subir. Más tarde, el conductor y los demás viajeros lamentarían su decisión, porque el autobús se impregnó de un olor a leche vomitada tan pestilente, que ni siquiera el efecto de la pastilla contra el mal olor podía solapar.
Una vez en La Familia, Samuelsen se dirigió de frente al comedor, por donde emanaba un aroma delicioso que prometía una cena excelente como de costumbre. Su compinche, en cambio, fue a su habitación, y aprovechando su aislamiento temporal, se apresuró a llamar al Jefe para ponerlo al día de los acontecimientos. Como siempre, le vino un temblor incontrolable en la mano mientras marcaba el número en su librel y todo su cuerpo se puso rígido de anticipación por el estrés de tener que escuchar la voz de su patrón.
"Malcini, espero tengas novedades que valgan la pena reportar, ¡tienes la menor idea qué hora es donde me encuentro!"
Él, por supuesto, no tenía ni una mínima noción sobre el asunto, comenzando por el hecho que no sabía para nada donde se hallaba su mandamás. A pesar de dicha ignorancia murmuró:
"Disculpe, Jefe, no había pensado en eso."
"Por supuesto que no, ¿qué esperanzas tengo yo que tú puedas pensar en algo? En fin, dime rápido para qué me estás llamando; cuanto antes deje de escuchar tu voz, mejor."
"Solo para informarle que nadie sabe dónde se encuentra en estos momentos Isabel Simas. Ella partió en un Mario que alquiló del NatuArenas y no dejó dicho exactamente a donde iba. Ahora, parece ser que tres muchachos buscados por la Policía Interna..."
"¿Y esas son tus novedades, Malcini?" interrumpió con brusquedad el Jefe. "¿Crees que no estoy enterado de eso? Ya conozco la historia de la Policía Internacional que está en la búsqueda de los tres jóvenes y, claro está, también la de Simas que se encuentra con ellos. Me imagino tú sabes que uno de los fugitivos, por coincidencia, es la hija de Yurusalem Zodevilla, ¿verdad? Así que esta noche tú y Samuelsen deberán dedicarse a observar su casa, a ver si hay algún movimiento o algo que pueda indicar dónde está su hija."
Al hombre del otro lado de la línea le llevó un tiempo digerir lo que le acababa de anunciar el Jefe, que como siempre lo sorprendía con lo bien informado que estaba. Pero, ¿qué era eso de que la muchacha del grupo buscado por la Policía Internacional era la hija de Yurusalem Zodevilla? Si su socio le había dicho con claridad su nombre y no era... ¡A no ser que Samuelsen se hubiese atrevido a mentirle!
"Malcini, ¿estás allí?¨ escuchó decir al otro en tono disgustado.
"Sí, sí, claro Jefe, acá estoy. No se preocupe que vamos a vigilarla toda la noche como usted indica."
"Yo no indico, Malcini, yo ordeno, y mis órdenes se cumplen y listo. Si nada ocurre durante la noche, como sospecho, mañana mismo tú y tu asistente deberán partir hacia Camfulhe. Allí tendrán que estar alerta de cualquier cosa que indique el arribo de Simas y, más importante aún, si ella está con Tochigi."
"Pero, Jefe, eeeh..., disculpe que le pregunte, ¿por qué a Camfulhe?" inquirió su empleado con voz temblorosa por la osadía de plantearle una interrogante tan directa.
"¡No debería perder el tiempo en explicarte, Malcini! Si como suponemos, Isabel Simas está con los jóvenes perseguidos por la Policía Internacional, entonces, es obvio que no van a regresar al NatuArenas ni a Analucía o a San Eustaquio, donde la policía va a estar al acecho. El único otro lugar cercano posible de llegar con el combustible del Mario es Camfulhe. Allí tú y Samuelsen pasarán el día en el aeropuerto, vigilando la llegada del Mario con Simas, y a lo mejor, Tochigi."
"Entendido, Jefe," consintió él sin mucho entusiasmo.
"No te pago para que entiendas o no, Malcini. Solo haz lo que te digo."
"Por supuesto Je..." mas no llegó a terminar su respuesta porque su interlocutor ya había cortado la comunicación.
******
Rigoletto Malcini se aprestó a acomodarse en la cama; con todos los pastelillos que había comido en el café necesitaba relajarse y dejar partir con alegría sus gases intestinales, para que su estómago no le doliera más tarde. Una vez que se ubicó muy confortable tendido en su lecho, aprestándose a iniciar su operación estomacal, se vio interrumpido por el sonido de la puerta de su habitación abriéndose: era Samuelsen. Él entraba con una amplia sonrisa de satisfacción, su barriga estaba llena a explotar con otra cena exquisita de La Familia. Lanzando un largo suspiro, se sentó en la silla para quitarse los zapatos cuando sus ojos dieron con la mirada furiosa de su compañero de cuarto. Pensó en mejor no preguntar nada para evitarse problemas y, al notar la posición en que su asociado se encontraba echado, buscó de inmediato su píldora contra el mal olor, tragándosela en forma apurada.
"Samuelsen, ¿cómo dices que se llamaba la joven fugitiva de esta mañana?" preguntó Malcini tratando de sonar casual.
"Euhhh... Cinzia Mira," respondió el otro sin mucha seguridad.
"¿No que era Cinzia Mara?"
"¡Ah sí! Por supuesto, Cinzia Mara. Me estaba olvidando."
"¡Qué olvidar ni qué cuentos, Samuelsen!" pronunció su compinche entre dientes para no gritar. "Lo que pasa es que no te acordabas de lo que me mentiste porque su apellido no es Mara, sino Vora, hija de Yurusalem Zodevilla, ¿no es así, Samuelsen?"
"Malcini, yo..."
"¡No tengo la menor idea por qué me mentiste, Samuelsen, me imagino que debe ser por alguna razón boba que no me interesa saber!"
"No te mentí, Malcini, solo me confundí. Mira, el nombre de ella es Cinzia y Mara es parecido a Vora porque, si te pones a pensar bien, los dos terminan con ra. Fácil de confundirse, ¿no?"
"Mmm, será fácil de confundirse para ti, Samuelsen. Te creo y acepto tu explicación. Pero lo que quiero que quede bien claro es que no vuelvas a hacer esto otra vez. Como ves, ¡a Rigoletto Malcini no se le puede engañar!"
"Por supuesto que no, Malcini, ni en sueños."
"Eso es, NI EN SUEÑOS. Me alegra verte sentado en esa silla, acomódatela para que estés al frente de la ventana porque te toca vigilar toda la noche la casa de los Vora. Si hay algún movimiento sospechoso, me dices. Como su hija está con Simas, a lo mejor ellos pueden indicarnos dónde se encuentra. También, de paso prepárate, que mañana es probable que partamos para Camfulhe. Ahora no tengo ganas de explicarte sobre eso, ya mañana te cuento." Y Malcini cerró los ojos, inició a dormir y el cuarto se llenó de su concierto odorífico, el que ya Samuelsen conocía muy bien.
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