Intento 38
El día no había comenzado muy bien que digamos para la menor de las chicas Suon: su madre la había despertado temprano como siempre para que la ayudara con las últimas cosas de la comida de los huéspedes, sin embargo, esta vez había más trabajo porque Liu se hallaba enferma en cama. Kim había planeado comer su desayuno conversando con Samir y su hermana, pero su mamá le tenía otros planes: le pidió que lo tomara en el mostrador de ingreso porque, como Liu estaba resfriada, ella tenía trabajo extra en la cocina, aparte del de atender a su otra hija. La chiquilla se preguntaba cuál era la necesidad que hubiese una persona en la recepción a estas horas tempranas de la mañana, sobre todo si no había reserva de ningún futuro huésped a llegar. No obstante, su madre evitaba en lo posible tener el vestíbulo vacío, arguyendo que era una muy mala imagen que alguien arribara a La Familia y que no hubiera nadie para recibirle.
"Pero mamá," replicó Kim. "Para eso tienes el sistema televisado en la cocina y ves quien entra y sale de la puerta de entrada."
"Ese no es el punto," señaló la Sra. Suon. "La pantalla no va a recibir a nadie con una sonrisa."
"Mamá, a esta hora no va a venir nadie hoy," insistió ella, sabiendo de antemano cuál sería la respuesta.
"¿Eres acaso clarividente, hija? Si nosotros estamos despiertos y trabajando, cualquier otra persona también lo está. ¿Cuántas veces he de decirte lo mismo?"
Ya perdí el cálculo, pensó la aludida. Después de la repetición número 100 me aburrí de contar. ¡Y eso fue cuando practicaba mis números a los seis años! Resignada, asió la bandeja con su desayuno y fue a saludar a Samir que se preparaba a consumir el suyo.
"¡Hola!"
"Hola, Kim, ¿no desayunas con nosotros hoy?"
"No, tengo que estar en la recepción, órdenes de mi mamá. Solo quería decirte que hoy comerás sin compañía porque yo debo estar allá y mi hermana anda enferma con un resfrío horrible, parece que tiene fiebre y mi mamá la ha obligado a quedarse acá. Ella no quería faltar al trabajo, pero ya sabes cómo son las mamás... La verdad que esta mañana se veía pésima. Bueno, lo que quería decirte también es que no tienes que esperar a Liu y tendrás que ir al paradero del autobús solo. No es un problema encontrarlo, ya te conté nuestro dicho: solo un pavo con el cerebro de un mosquito se puede perder en Analucía. Lo puedes ver desde esa ventana, está al lado de la estación de gasolina." Ella paró un segundo para tomar aliento y continuar, mas Samir le ganó por puesta de mano:
"No te preocupes, Kim, ayer estuve allí. No soy un cráneo, pero tampoco me olvido tan pronto. ¡Si es aquí nomás!"
Ella sabía bien eso, sin embargo, lo cierto era que quería alargar la conversación y pasar un rato con él, ¡es que era tan guapo! Encima, ¡¡le había insinuado de tomar desayuno juntos!! Justo en ese momento salió la Sra. Suon de la cocina y lanzó una mirada que amenazaba una reprimenda. Su hija sabía lo que significaba:
Ya te dije que fueras a la recepción, ¿qué estás haciendo conversando con este chico? Si quieres salir después a pasar el día con Trom y su familia en la playa como me pediste, mejor te apuras.
Así que, para evitar la vergüenza que su madre le dijera eso en frente de Samir, la chiquilla se despidió con un breve "¡Nos vemos en la noche!" y partió veloz a sentarse en el mostrador de recepción.
Al rato llegó Yurusalem Vora,
"Hola, Kim, ¿lista para ir a la playa hoy con nosotros?"
"Sí. Yo estoy lista, pero mi mamá todavía está trabajando y quiere que me quede acá hasta que ella termine con el desayuno."
"Ah, no es un problema, todavía es bastante temprano. Yo me he escapado aprovechando que Naresh tiene que trabajar unas cosas desde casa esta mañana, ahí lo he dejado dando la leche a los gemelos... Como tu mamá no puede acompañarnos a la playa por lo que La Familia se encuentra llena, decidí venir un rato a saludarla antes de pasar por el correo."
"Allá está en la cocina. Estoy segura que se va alegrar con su visita, de repente le mejora el humor." Y notando la mochila abultada que Yurusalem cargaba encima de los hombros, añadió, "Se ve que es un paquete grande lo que va a enviar."
"Ni tanto. ¿Podría dejar esto acá? Va a ser un estorbo en la cocina."
"¡Claro! Yo acá se la cuido," ofreció ella, mientras que la Sra. Vora se sacaba la mochila de la espalda y la ponía a un costado del mostrador.
"¡Gracias, Kim!" repuso Yurusalem, y partió rumbo a conversar con su gran amiga.
La hermana de Liu ya estaba casi terminando su tostada cuando entraron dos hombres altos, de contextura fortachona, vestidos con ternos oscuros y anteojos de sol. Estos parecen salidos de una película de detectives de policía, pensó de lo más sorprendida de ver aquellos individuos que, sin lugar a dudas, no eran de Analucía.
"Buenos días," saludó uno de ellos.
"Buenos días y bienvenidos a La Familia," respondió Kim, con la sonrisa de acogida de la cual se vanagloriaba de ser experta. "¿En qué les podemos servir?"
"Quisiéramos hablar con la dueña y administradora del albergue, la Sra. Suon," continuó hablando el mismo que la saludó.
"La Sra. Suon se encuentra muy ocupada en estos momentos," contestó su hija en tono profesional. "Yo la estoy reemplazando en la recepción, ¿en qué les puedo ayudar caballeros?"
El que se encontraba conduciendo las averiguaciones, se llevó la mano al bolsillo interior de su saco y extrajo su identificación,
"Mira, niña," dijo. "Somos de la Policía Internacional, tenemos entendido que hace dos días llegó un joven a hospedarse acá y quisiéramos hablar con él. Pero creo que sería mejor que llamaras a la Sra. Suon para este asunto."
A Kim no le cayó para nada bien que el tipo ese la tratase de niña; por más policía que este fuera, ¿qué se había creído de pensar que era ella una mocosa? Estirándose detrás del mostrador para aparentar mayor altura alta, le replicó:
"La Sra. Suon es mi madre y, por lo tanto yo, como su hija, estoy al corriente de todos los asuntos de nuestro hospedaje. La persona que ustedes buscan se encuentra sentada en estos momentos terminando su desayuno en esa mesa," indicó señalando a Samir, al que se lo podía ver sin dificultad alguna por la entrada al comedor.
"¿Te refieres, pequeña, a ese muchacho alto de tez oscura y ojos claros?"
"A ese mismo," contestó ella en forma cortante, sintiéndose de nuevo ofendida por el adjetivo de pequeña con que el otro le había llamado.
"No puede ser él, Kirk, es completamente diferente al que buscamos, y en tan poco tiempo es imposible que se haya remodelado," intervino su compañero.
"¿Estás segura, pequeña, que ese es el joven que llegó hace dos días?" preguntó de nuevo el oficial de la Policía Internacional.
"Por supuesto que estoy segura. No tiene que molestar a mi madre para tener ese tipo de información. También les puedo decir que Samir, que ese es su nombre, se suponía que debía hospedarse en el Hotel NatuArenas, donde trabaja en la cocina, pero a último minuto decidió intercambiar su cuarto con otro chico del restaurante, para el que teníamos la habitación reservada en un inicio, pero Samir vino acá en vez de él y..."
"Me quieres decir que este Samir, ¿no era el que debía haber llegado a hospedarse acá hace dos días?" interrumpió el agente.
"Ajá."
"¿Y que la persona que debía estar aquí, en vez del tal Samir, ahora se encuentra en el NatuArenas?" continuó su interlocutor en tono urgente.
"Así es. Y no olvide que también trabaja en la cocina del restaurante principal del hotel. Allí seguro lo van a poder encontrar esta mañana," terminó diciendo muy satisfecha Kim por haber manejado ella sola la situación y, sobre todo, haberle demostrado al policía que no había necesidad de hablar con su mamá, que ella era tan capaz como la administradora del albergue.
"¡Gracias, niña!" repuso el que se llamaba Kirk, y con una mirada indicó a su compañero para salir afuera.
******
En la puerta casi se toparon con Mandi, que ingresaba en esos momentos.
"¡Hola, Kim!" saludó. "¿Y esos?" preguntó, sacándose la mochila de la espalda y poniéndola a un lado del mostrador.
"No lo vas a creer, Mandi, eran...," inició a responder ella, cuando fue interrumpida por Samir. Él había terminado su desayuno y pasaba por ahí para salir al paradero de autobuses:
"Hola, Mandi, no sabía que ibas a venir a buscarme para tomar el autobús," dijo con una gran sonrisa.
"No realmente...," repuso la recién llegada. "Liu me escribió que estaba enferma, así que vine para traerle un librochip que acabo de terminar de leer y que es buenísimo. Quise mandárselo de frente a su librel, pero hoy la Supernet está un poco lenta en Analucía. Ya sabes, somos un pueblo pequeño. Entonces pensé que más rápido era dejárselo esta mañana antes de tomar el autobús."
"Ah bueno," dijo Samir en tono un tanto desilusionado. "Yo voy saliendo de una vez. ¡Chau Kim!"
"¡Te alcanzo ahorita!" añadió la chica Vora, mientras él cruzaba la puerta de salida. Después volvió su mirada al mostrador, y al ver una mochila idéntica a la suya preguntó, "¿Mi mamá está acá?"
"Sí. Está en la cocina conversando con la mía. Pero, Mandi, ¡te tengo que contar quiénes estuvieron por aquí!"
"Ah, ¿los dos gigantones que salieron?"
"¡Sííííí! Imagínate, ¡son de la Policía Internacional! ¡Qué yaba! Vinieron preguntando por alguien joven recién llegado. Yo por un segundo pensé que buscaban a Samir, ¡casi me muero! Pero resulta, que con quién quieren hablar es el otro nuevo, que se suponía tenía que quedarse acá en vez de Samir."
"¡¿Qué?! ¿Estás segura, Kim?" preguntó en tono alarmado su interlocutora.
"Sí, ¿qué raro no? Yo les dije lo que había pasado: que Samir no era al que buscaban y que al nuevo lo podían encontrar en el NatuArenas trabajando en la cocina principal."
"¡¿Que les dijiste Q U É ?!"
"Mandi, no te pongas así, ¿qué te pasa?" repuso la cuestinada, notando que la amiga de su hermana parecía furiosa y en pánico.
Por un instante, pensó que ella la iba a estrangular, entonces, la chiquila Suon, mirando por la ventana que daba a la calle, agregó,
"Mira, todavía los policías están por acá. Ese es su auto, ese negro grandote. Creo que se han detenido en el café de la gasolinera..."
Mas ella no terminó su frase, porque la hija del chef ya había agarrado su mochila y se hallaba atravesando la puerta veloz como un rayo.
******
Algo tengo que hacer, algo tengo que hacer..., pensó Mandi. De pronto, vio al chico de Lobla parado en la estación de autobuses. ¡Eso es!, se dijo y fue corriendo a su encuentro.
"Samir," llamó casi sin aliento, "¡necesito tu cuchilla!"
"¿Mi cuchilla? ¿Te refieres a mi cuchilla suiza?"
"Sí. Por favor, dámela ahorita, ¡es urgente!"
"¿Urgente? ¿Para qué?" preguntó él asombrado en extremo por el pedido y por ver a la muchacha fuera de sí.
"No me preguntes para qué, ¡solo dámela ahora mismo!"
"En el estado en que estás, Mandi, ni loco te la doy. ¿Qué es lo que te pasa?"
"Samir, de verdad es un caso de vida o muerte, ¡pásamela por favor!"
"No, no te la doy. Si la necesitas, la cuchilla viene conmigo y me dices para qué la quieres."
El estudiante del Einstein había hablado utilizando en un tono tal, que no dejaba dudas que hubiera posibilidad alguna que cambiase su decisión. Mandi capituló, y bajando el tono de su voz le respondió:
"La necesito para cortar un par de las llantas de ese auto negro que está allá."
"¿Qué quieres hacer qué? ¿Por qué?"
"No tengo tiempo para explicarte ahora, Samir, pero por favor créeme, es muy importante."
Él vio la desesperación en los ojos de la joven y, aunque todo su sentido común le decía que lo que estaba a punto de hacer no era una buena idea, sacó lo que la herramienta de su bolsillo y aceptó.
"Está bien, pero como dije antes, la cuchilla viene conmigo," e inició a caminar en dirección del automóvil que ella había indicado.
Una vez cerca del auto, le pidió que se fijara si alguien lo podía ver. La chica, con un gesto de la cabeza, le indicó que tenía el camino libre. Samir se agazapó al costado del vehículo e hizo dos cortes profundos en el neumático trasero y delantero del auto. Al poco tiempo, se ubicó otra vez al lado de su compañera, seguido por el siseo del aire que se escapaba de las ruedas.
"Ahora, Mandi, ¿me puedes explicar por qué he hecho esto?"
Ella no tuvo tiempo de contestar, en ese momento vio a los dos policías internacionales saliendo del café y yéndose hacia su automóvil.
"Vámonos de acá," indicó, mientras comenzó a correr en dirección de su casa.
Samir la siguió, insistiendo con preguntas que la muchacha no respondió. Mandi tenía demasiado apuro en hablar con su padre para perder el tiempo en explicaciones. Ni bien atravesó la puerta de su hogar, encontró una nota en la pantalla grande para mensajes de la entrada:
Yurusalem, he salido un rato al puerto para ver qué pescado fresco podemos ofrecer hoy en el NatuArenas. Me he llevado a los gemelos conmigo, no te preocupes por ellos. Voy a tener apagado mi librel, tú sabes que no me gustan las interrupciones cuando estoy en el puerto. Te doy el encuentro en la playa para dejarte a Vio y Viol antes de irme al trabajo. Los otros chicos están donde los vecinos. Nos vemos en dos horas o poco más. Besos. Naresh.
"¡No!" Exclamó Mandi al terminar de leer el mensaje. "¿Y ahora qué hago? Ni hablar de decirle a mi mamá lo que está pasando, no la puedo arriesgar a ella... ¿Qué sería de los gemelos y mis hermanos sin mamá? Samir, ¿tienes el número del librel de Yurik?"
"No..."
"Perfecto, ¿te haces amigo de él y no le pides su número de librel?"
"Lo voy a ver casi todos los días, ¡no me la voy a pasar después mandándole mensajes encima!"
"Eso qué tiene que ver, yo me veo todo el tiempo con Liu, pero igual le escribo," y hablando como si estuviera sola añadió, "tampoco puedo llamar al NatuArenas para que me lo pasen al teléfono, no se puede confiar en nadie relacionado con la Mebhris. Rayos, ¡¿y ahora cómo le aviso?!"
"¿Avisarle qué?" preguntó en forma desesperada su acompañante, a punto de perder la paciencia.
Mandi no le contestó, más bien se sacó la mochila de la espalda que sentía con mayor peso que de costumbre. De pronto notó,
"Esta no es la mía," pronunció en voz alta mirándola. "Es la de mi mamá... ¡Las llaves del auto!"
Y diciendo esto, puso la mano en uno de los bolsillos pequeños del maletín y sacó un par de llaves. Lo agarró de nuevo y salió de la casa hacia el auto de su madre. Abrió la puerta y se sentó al volante. Ella no tenía licencia para conducir; este año le hubiera tocado obtenerla, mas el gobierno cambió las reglas por razones seguridad, arguyendo que la edad límite actual era muy joven y que se evitarían accidentes de tráfico si esta aumentaba. Ahora tendría que esperar dos años extra para obtenerla, ¡qué rabia le había dado la noticia del cambio! Sin embargo, su papá le había enseñado a manejar y siempre practicaba con él.
Mientras encendía el motor del vehículo escuchó un clic, proveniente del cinturón de seguridad del asiento de su costado. Levantó la mirada y se dio cuenta que era Samir.
"Ni pienses que te voy a dejar sola," le dijo, "todavía me debes una explicación."
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