Intento 15
Después de la tercera película sin parar, Samir ya no daba más. Se quitó los auriculares y escuchó que un bebé lloraba a pleno pulmón. Miró a su compañera de vuelo con discreción, ella leía concentradísima y, al parecer, no le molestaba la sinfonía de llanto. Consultó el reloj del asiento y notó que era el momento a que pasaran el almuerzo, ¿o sería la cena? Con lo del cambio de horas no estaba muy seguro. El ruido del carrito de comida que se acercaba junto con la voz de la azafata: ¿Pasta, pollo o carne? ¿Qué desea para tomar?, confirmó que pronto tendría algo en el estómago y la verdad era que desfallecía de hambre. Durante los últimos dos años, él parecía ser un barril carente de fondo cuando se trataba de comer, su madre repetía siempre:
Es por la etapa del crecimiento, pero con tu tamañito ¡no veo cómo es que vayas a estirarte más! Nosotros, aunque ya no estemos creciendo, igual tenemos derecho de alimentarnos, ¡así que no te termines todo, por favor!
Por el rabillo del ojo, Samir vio que la muchacha de su costado cerró su libro y recorrió la mirada por el pasadizo. Seguro que ella también espera la comida, pensó. De repente pruebo a meterle letra ahora que parece calmada, así hago ir al tiempo mientras llega la cena. Por lo menos ahorita no tiene cara de que me vaya a morder... Él aprovechó que la chica se fijaba otra vez en el pasillo para hablarle:
"Ojalá que ya lleguen rápido porque me muero de hambre."
Ella solo se puso a observarlo callada, así que añadió,
"Mi nombre es Samir y estoy yendo al NatuArenas para un trabajo de verano. ¿Tú te quedas en San Eustaquio?"
"No, no vivo en San Eustaquio," respondió.
"¿Eres de Lobla? Yo vivo allí."
"No."
"Como el avión partió de Lobla, pensé que a lo mejor eras de allí. Entonces, ¿este vuelo es una conexión que tomaste viniendo de otra parte?"
"No, yo estaba en Lobla."
"¿Ah, sí? ¿Y por qué? No es que sea una ciudad fea, pero por lo único que es conocida es por el Albert Einstein y el Centro Hospitalario Internacional. Nadie va por turismo," insistió el muchacho, tratando de hacer conversación.
"Estaba visitando a unos amigos, ¿ya? Lo que yo hacía allá es mi propio asunto."
Justo en ese momento, él notó agradecido que la azafata llegaba con la cena; era una buena excusa para no tener que contestar. Samir inició con rapidez a devorar lo que le sirvieron cuando alguien le tocó el brazo:
"¿Quieres mi ensalada de frutas? Tiene mango y yo soy muy alérgica al mango, y como me dijiste que estabas muerto de hambre..."
"Gracias," repuso el chico sorprendido por completo. Quiso intentar charlar de nuevo, pero ella ya se hallaba absorta, comiendo y leyendo al mismo tiempo. Sin embargo, no pudo evitar evitar darse cuenta que la joven no dejó ni una migaja del postre: una tarta de mango.
******
Isabel terminó su cena que había sido exquisita. Después de estar en primera nunca más voy a querer viajar en otra clase, pensó. Me imaginaba que la comida era mejor acá, ¡pero no sabía que podía mandar mensajes gratis a cualquier parte del mundo durante el trayecto! Tomó el aparato del bolsillo de su asiento y comenzó a usarlo.
¡Hola Dolma!
A que no adivinas de dónde te estoy escribiendo, literal: ¡desde las nubes! Me encuentro en el avión rumbo a San Eustaquio. El vuelo estaba lleno, pero unos pasajeros de primera cancelaron a último minuto, así que aquí estoy, ¡volando de lujo!
Te escribo para contarte que no voy a quedarme por allá, te lo digo para que alguien sepa donde estoy en caso de una emergencia. Ya sé que le podría decir a mi mamá, pero no quiero que se preocupe, va a estar más tranquila si piensa que ando en ese lugar.
La idea de Esteban era proseguir hasta Analucía. Es el pueblito que se encuentra bastante cerca del NatuArenas, el lujoso hotel de veraneo. Sabes cuál, ¿verdad? Analucía es pequeña y no hay donde alojarse, solo un establecimiento tipo pensión: es como una casa de familia y creo que tiene como cuatro habitaciones. Los he podido contactar y he reservado un cuarto allí. Por si acaso, el "hotel" se llama La Familia, cualquier cosa me puedes contactar ahí.
No sé cuánto estaré allá, todo depende si encuentro a Esteban. Él no planeaba pasar mucho tiempo, solo algunos días para prepararse a partir a otro sitio. El problema es que no sé de qué lugar se trataba, no era ninguna localidad poblada, sino un punto a las afueras de Analucía. Resulta que poca gente vive por allí, hay grandes montañas casi sin vegetación y cero recursos naturales. Por lo que he leído, los alrededores tampoco son muy lindos que digamos, así que ni siquiera van turistas. En fin, es un lugar perdido del mundo.
Resumiendo: voy a estar en Analucía hospedada en "La Familia." Si me muevo de allí te cuento. Espero todo esté bien en el trabajo y que Jason todavía esté insistiendo en invitarte a salir, ¿por qué no aceptas? ¡Muchas gracias de nuevo!
Isabel
Luego de revisar lo escrito, la autora mandó el mensaje que, con un discreto clic, llegó al librel destinado. Aquel, al recibirlo, transfirió en forma automática con un segundo clic, incluso más silencioso, una copia a un librel desconocido tanto para Dolma como para Isabel.
******
Mientras tanto, la científica del Van Leeuwenhoek se encontraba en duda si también mandar un mensaje a Esteban. Se hallaba casi segura que no podría leerlo, si él no había regresado a Analucía. Sin embargo, eso no era lo que la hacía titubear en escribirle; la cuestión residía en cómo hacerlo después de la discusión que tuvieron antes de su partida. Aún recordaba, palabra por palabra, lo que ella había dicho cuando él le pidió que lo acompañase:
"Estás loco, Esteban, ¡cómo puedes creer en esas cosas! Ya sé que tienes la carta de tu madre y que no tenemos la menor idea con qué rayos está hecho el embudo de sordos, mas razona un poco, ¡toda esta historia es de lo más disparatada! ¡Yo creía que tenías un cerebro que funcionaba! Bueno, si tú no tienes uno, yo sí. No pienso abandonar todo por..., por... ¿porque tú crees tener una misión? ¿Quién te piensas qué eres? ¿Superclón? Si tuvieras algo de sentido común te darías cuenta que esto es..., es..., no sé cómo llamarlo, pero hasta una ameba se daría cuenta que toda esta historia ha sido manufacturada y que no es verdad. No me preguntes por qué alguien ha querido hacer esto, pero: ¡NO ES VER-DAD!!! Así que tú decides: o te vas a seguir tu supuesta misión o te quedas conmigo. Yo de aquí no me muevo."
Por primera vez, él no la miró con ojos juguetones y una sonrisa maliciosa diciéndole, Isabel, tú no solo dices lo que piensas, tú lo lanzas. En esta ocasión, se dio media vuelta y salió por la puerta del departamento. Ella permaneció paralizada en donde se ubicaba por un buen tiempo sin saber qué hacer. Y ahora, ¿qué podía decirle? Mejor ser directa y al punto, pensó.
Esteban, voy a buscarte. Ahorita me encuentro en un avión rumbo a San Eustaquio, de allí voy a Analucía donde tengo hospedaje en La Familia. Si puedes, y quieres, mándame un mensaje diciéndome dónde te puedo encontrar. Creo que yo también me he vuelto loca y tengo cerebro de ameba,
Isabel
******
"I cannot take it any longer... I'm going to wake her up!"
"¿Qué dices Malcini?"
El apelado dirigió la vista al cinturón de Samuelsen y vio que el multitraductor no estaba en funcionamiento. Con un gesto de la mano, le indicó a su compañero lo que ocurría.
"Ah sí, perdón. Un ahorro de baterías nunca está demás. Un segundo que lo prendo."
"Decía que no aguanto más. Voy a despertar a la gorda para poder usar el sanitario. Necesito ir con urgencia, pero no quiero pasar por tu lado y fastidiar a la señora con su bebé que por fin está dormido."
"Creo que todavía vas a tener que esperarte un ratito más, acá ya viene la cena y no creo que la gordita te va a dejar pasar, si está con la bandeja de comida," replicó el rubio grandulón mientras preparaba su sonrisa matadora para la azafata que se acercaba. La táctica de la sonrisa nunca le fallaba, con eso se aseguraba que le dieran el mejor y más grande plato de alimentos.
"Y crucemos los dedos que sea una buena cena," continuó, "porque en San Eustaquio no nos quedamos. De allí tenemos que partir hacia Analucía."
"¿Analucía? ¿Dónde rayos es eso? ¿Y cómo no me lo dijiste antes, Samuelsen?"
"Porque no quiero arriesgarme a que sepas bien a dónde vamos, por si se te ocurre irte sin pagarme cuando tengas los datos exactos."
Su asociado iba a replicar, mas fue interrumpido por la azafata,
"¿Señora Homlos? Su menú vegetariano," enunció, dirigiéndose a la madre del bebé. "Y acá tengo una dieta especial que debe ser para usted señora, ¿cierto?" esta vez hablando a la viajera sentada al costado de Malcini. Y continuó:
"Señores, lamento informarles que ha habido un error en el servicio y justo nos faltan dos cenas, pero tenemos acá un par de sándwiches que les ofrecemos con mucho gusto como reemplazo. Disculpen."
Y diciendo eso, entregó al calvo barrigón y al barbudo desarreglado dos panes con jamón y queso, que habían sobrado del vuelo anterior. El primero intentó protestar, mas la joven ya había partido, además, sentía tantas ganas de ir al sanitario, que prefirió concentrarse en terminar muy rápido su supuesta cena, para poder encaminarse hacia allá lo antes posible.
"Te tardaste bastante, Malcini, se ve que de veras tenías necesidad de ir. ¿Te sientes bien? Tu cara se ve un poco rara," apuntó Samuelsen al regresar su compinche.
"Qué cara quieres que tenga," contestó él malhumorado. "Había una cola terrible y, cuando por fin llegó mi turno, la azafata me viene con que debía regresar a mi sitio porque nos estamos acercando a una zona de turbulencia y que podía regresar después."
En ese segundo, apagaron las luces del avión, invitando a los pasajeros a descansar. La mujer de peso abundante quedó dormida de manera profunda otra vez, mientras unos ruidos extraños, seguidos de olores podridos, salían por debajo de su asiento.
"No te desesperes, Malcini, las cosas podrían ser peor. Mira, ahora por fin podremos descansar; el bebé sigue durmiendo como un angelito," anotó Samuelsen, procurando consolar a su compañero que no encontraba posición cómoda alguna por las terribles ganas de orinar que sentía, a la par que trataba de casi no respirar, debido a la ametralladora de olores que su vecina le estaba regalando.
En ese instante, el avión dio un remezón a causa de la turbulencia y...
"¡Waaa, Waaa, Weee, Weee!" retomó el pequeñín.
"¿Decías, Samuelsen...?" murmuró hecho una furia, Malcini.
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