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Intento 126


Tsi no imaginaba que se iba a alegrar tanto de ver a sus padres. Con ellos se hallaba otra pareja que conocían de años y su hijo Kru, su mejor amigo desde la infancia. La nietade Fle se había alejado un tanto de él ahora último, evitando su compañía por miedo a que descubriera el secreto que le había encomendado su abuelo o que ella misma no se aguantara y se lo contara. Por unos instantes, se perdió entre los saludos; Alex y sus compañeros parecían algo lejano e irreal por completo... Todo regresó cuando le preguntaron qué había estado haciendo los últimos días. Fue entonces, que salió con la excusa de querer ir al sanitario, prometiéndoles que les contaría cada detalle apenas regresara. Una vez en los servicios higiénicos, usó el comunicador del lugar para mandar un mensaje a su madre, diciéndole que se había encontrado con su amiga Pre y que estarían conversando un buen rato juntas. Ese cuento le  haría ganar tiempo, su mamá comprendería a la perfección, que no regresaría con ellos de inmediato y no se alarmarían si se demoraba una hora o poco más.

La chica no tuvo problemas en abrir la ventana que comunicaba al patio interior, desde allí podía ver con claridad el muro con la salida que daba a la calle. La abertura era amplia y ubicada cerca del suelo, no iba a ser un problema saltar de aquella. La mejor noticia era, que el patio se encontraba vacío.

Ni bien sus pies tocaron el piso, Tsi trasformó su apariencia con el ilusionador, ahora era un frodaleu. Caminando sin apuro, para no despertar sospechas en caso que alguien la viera, llegó por fin a la puerta en lo que a ella le parecieron siglos. Se animó una vez más, no iba a ser difícil abrirla; cómo lo supuso, no tenía ningún tipo de seguro por dentro. La situación se anunciaba tal cual lo planeado, no podía sentirse más que optimista. Sin perder tiempo, alargó su mano y desplazó la barrera. Al frente suyo aparecieron siete personas con ojos ansiosos que, al percibir de quién se trataba, transformaron sus expresiones al instante en sonrisas de alivio y bienvenida.

"Todo bien. No hay nadie. Entren," habló en tono bajo la je-morina, también sonriendo al verlos.

Isabel sujetó en sus manos el SPG:

"Por allá," indicó, apuntado hacia un portón que daba acceso al interior del Centro.

Igual como el que Tsi había abierto momentos antes, ese tampoco se hallaba cerrado con llave y se deslizó con suavidad. Ante ellos tenían un corredor con puertas a cada lado.

Reteniendo el aliento,

echaron una mirada:

estaba también vacío.

Ingresaron,

y cerraron su entrada,

o su salida.

La joven de usual piel lila de Fle los transformó a su apariencia humana, era más fácil decir que se hallaban perdidos como visitantes, que como locales. Claro que serían unos seres extraños en grado sumo, pero eso haría su cuento todavía más plausible. Ella siguió transfigurada para ir avanzando adelante del grupo como acordaron, y así asegurarse que no hubiera nadie en cualquier pasadizo que tomaran. Un frodaleu desconocido en el Centro era aceptable, mas ocho sería imposible de creer; el estar como visitantes era el mejor curso de acción. Siguiendo las indicaciones de Isabel, Tsi dobló a la derecha para andar el pasillo que terminaba en un cruce con forma de T. Allí tendrían que voltear a diestra otra vez donde, al final, debía encontrarse el túnel de convergencia. Cuando iba a dar la señal al resto de seguirla porque no había nadie, una puerta se abrió sin previo aviso, por la que salieron dos supervisores:

"Buenas tardes, frodaleu," saludaron en forma respetuosa.

"Buenas tardes," contestó ella.

"Disculpe que la detenga, frodaleu, pero no recuerdo haberla visto antes por acá..."

"Por supuesto que no, yo no soy de esta región, vengo de Crunjick," respondió la muchacha, tratando de mantener una tonalidad de voz firme. "Y ahora, si no les puedo servir en nada más los dejo, tengo cosas qué hacer..."

"¿De Crunjick?" replicó el otro supervisor, "es donde viven mis padres, ¿cómo van las cosas por allá?"

Tsi se complació de que por lo menos no hubiera mentido sobre su región, ya que podría contestarle. Un frodaleu, por más respetado o temido que fuera, no podía negarse a dar un tiempo a nadie; era parte de su política. Así que se preparó a tener una corta charla con los supervisores, esperando que los demás siguieran escondidos, guardando un silencio sepulcral.

Y no se equivocaba, los siete se encontraban en la esquina y habían escuchado lo que estaba sucediendo. Se hallaban congelados como estatuas, sin atreverse a mover ni un centímetro para no causar ningún ruido, esperando que concluyera la conversación y que los supervisores se fueran a otra parte. De pronto, la conocida sensación de un cosquilleo subiendo hacia la nariz comenzó a adquirir fuerza en Samir,

"Oh no," murmuró, tapándose con una mano la boca y la punta de su miembro respiratorio.

Mandi estaba a su lado y de inmediato comprendió lo que se venía,

"No, Samir, no ahora. Aguántate como puedas," le susurró.

Pero ni bien terminó de hablarle, una explosión de estornudos remeció el lugar. Tsi se puso tiesa, mas siguió hablando con placidez al notar que los supervisores no parecían haber percibido nada en lo absoluto.

"Como ve, no hay muchas novedades," terminó ella.

"Lo importante es que todo ande bien por Crunjick, frodaleu. Muchas gracias por su tiempo," se despidió por fin el supervisor, partiendo con su compañero hacia el extremo del corredor, doblando a mano izquierda.

"Ya pueden venir," los llamó la joven disfrazada en tono bajo.

Sus cómplices avanzaron, excepto Isabel y Esteban que se quedaron atrás, la primera se hallaba ocupada verificando el camino que debían emprender.

"¡No puedo creer que no escucharan tus estornudos, compadre!" exclamó Alex riéndose.

"Recuerden que pocas personas oyen en Je-Mor," explicó Tsi. "No hay muchos como yo, por suerte."

"Sí, qué yaba que casi todos sean más sordos que abuelita centenaria," continuó el pelirrojo de buen humor.

"Por suerte yo no soy abuelita y todavía me falta mucho para cumplir los cien años."

La voz que les llegó no provenía de ninguno de ellos: una puerta al costado de Alexander se había abierto, a su lado se encontraba un supervisor de tamaño impresionante y cara de pocos amigos. Detrás podían ver a tres o cuatro más.

"Sabíamos que iban a venir. ¿Creen que nos tragamos el cuento de un frodaleu extraño de Crunjick? Solo estábamos esperando que el resto de ustedes diera la cara."

El grupo se paralizó. Samir miró hacia la esquina por donde habían llegado de modo furtivo, ni rastros de Isabel y Esteban. Hacia el otro lado había tan solo dos opciones de fuga:

doblar a la derecha,

significaría ir hacia túnel de convergencia;

a la izquierda,

apartarse de aquel.

Su decisión estaba  hecha,

era la mejor estrategia.

No tenía grandes probabilidades de éxito,

pero mejor hacer el intento,

a no.

Rompiendo el estupor de los demás, dio la orden:

"¡CORRAN!!!!"

Y salieron disparados, siguiéndolo a toda prisa. Era algo que los supervisores no esperaban, les llevó unos segundos reaccionar y partir detrás de ellos. En la intersección, el cabecilla del grupo dobló a la izquierda.

"Pero Sami...," inició a protestar Mandi, que se hallaba a su lado.

"Es la única forma para dar tiempo a Isabel y Esteban," repuso él sin perder el paso.

Su amiga comprendió, ellos ya no regresarían a su mundo. Era imposible escaparse de los supervisores, que ya casi les habían dado el alcance, mas esa distracción haría que sus otros dos compañeros lograran llegar al túnel de convergencia y,

cuando lo tomaran,

éste se cerraría,

y sus amigos harían

lo que ellos ya no podrían.

******

Una vez que la bulla se alejó por completo, Esteban asomó la cabeza hacia el pasillo, que momentos antes había sido un alboroto de huida y persecución.

"Podemos seguir," indicó a Isabel en voz queda.

"¿Seguir a dónde? ¿Viste por dónde se fueron?"

Él no contestó, iniciando a caminar hacia la intersección al fondo del pasaje. La científica lo siguió y, a pesar de la conmoción con lo sucedido, no pudo dejar de notar que la expresión de su pareja no era de preocupación, sino de suma tristeza. Por primera vez, ella entendió el peso que él cargaba encima de sus hombros y, definitivamente, no se trataba del de L-Hembra. A pesar de haber pasado por todo esto juntos, era Esteban, al fin y al cabo, el Humano Único; al que se le confió la responsabilidad de cumplir con esta tarea, de la que dependía la vida de quién sabe cuántos billones de seres, mundos, universos. Ya de por sí Isabel conocía bien lo que a él le costaba aceptar el hecho que, sin buscarlo, había involucrado a ella y a los otros en este asunto, arriesgando en más de una ocasión la vida de cada uno. Pero la realidad era aún mucho más inmensa, que la supervivencia de este pequeño grupo de personas. Ella pudo descifrar en los ojos de su compañero, que él iba hacer algo que no quería, pero que debía. De pronto, como leyéndole la mente, Isabel comprendió.

"No vamos detrás de ellos a buscarlos, ¿verdad? Vamos al túnel de convergencia," dijo.

Esteban solo le respondió con la mirada otra vez y ella no necesitó confirmación de lo que le acababa de preguntar.

Ya habían llegado a la intersección. Con sigilo, dieron un vistazo al pasadizo: se encontraba vacío por ambos lados. El de la izquierda concluía en una puerta, no había rastro alguno de sus amigos ni ningún sonido que indicara su presencia. El de la derecha doblaba al final. No requerían el SPG para saber que, unos metros más allá, se hallaba el túnel que tanto buscaban.

De nuevo se detuvieron antes de seguir la curva del pasaje, que los llevaría al lugar de conexión a su mundo. Se asomaron con cuidado para ver qué les esperaba en el último tramo de su trayecto: nada, era una corto pasillo que conducía a una pared... En ese instante, escucharon el sonido de pasos, ambos voltearon por instinto y de forma automática. No había nadie atrás de ellos, seguro estaban en el corredor por donde habían caminado antes. Apenas estos llegaran a la intersección, no cabía duda que serían descubiertos.

Sin pensarlo dos veces, tomaron la curva y esperaron. Con sus oídos alertas, dejaron toda esperanza de que los pasos se fueran por otro camino, aquellos se estaban acercando hacia su dirección. No les quedó ninguna alternativa, que la de escoger al azar una de las dos puertas que habían en ese lugar. Al igual que las demás del edificio, esta se abrió sin la resistencia de algún mecanismo de seguridad. Ni bien se encontraban en el proceso de cerrala, pudieron ver que dos supervisores corpulentos ingresaban al pasaje. Dejando una rendija para observar qué era lo que hacían, Isabel y Esteban notaron que se detuvieron al frente del muro donde terminaba el pasillo.

" ¿Tienes alguna idea de por qué nos han mandado a vigilar una pared?" preguntó uno de ellos a su compañero.

"Dicen que es fijo que unos visitantes vengan por acá y que no los debemos dejar pasar. Esos que nos informaron que quieren a atacar el Centro."

"Sí, ya sé, yo también escuché las órdenes. Pero, ¿por qué proteger una pared? ¿A quién se le ocurriría venir a un callejón sin salida? Si alguien quiere atacar el Centro, lo primero que debe hacer es tener un plan de escape, venir por acá es casi buscar ser atrapado. No tiene sentido."

"Tal vez no para ti, pero sí para el frodaleu y, ya sabes, a ellos no se les cuestiona."

Con esa frase, el supervisor dio por finiquitada la discusión y Esteban terminó de cerrar la puerta en silencio. La habitación donde se hallaban era un dormitorio pequeño, pero cómodo. Quien fuera su propietario no se encontraba en esos momentos allí, era probable que estuviera participando en las celebraciones como todos los demás. Había una cama en un costado y hacia el otro, un escritorio con una silla. Un mueble compacto al lado del lecho servía para guardar ropa. El mobiliario era del tipo como el que Tsi tenía en su cuarto. Isabel cayó de golpe sentada en la cama, su acompañante hizo lo mismo a su lado.

"¿Y ahora qué?" preguntó ella.

"Según tus coordenadas, el túnel se encuentra justo detrás de esa pared, ¿no?"

"Sí."

"Debe haber algún mecanismo para abrirla, no parece que hubiera ningún otro acceso a ese lugar, aparte de por acá."

"A no ser, que los frodaleus hayan construido una muralla alrededor del túnel de convergencia," señaló Isabel.

"No creo, de ser así no se habrían molestado en poner a dos supervisores a vigilarla. Esa pared debe ser la entrada."

"Pero es un muro que se ve de lo más sólido, su apariencia es maciza."

"Al parecer sí...," Esteban se interrumpió, sus ojos se agrandaron de inmediato al comprender. "Eso es, ¡es apariencia! ¡Te apuesto que están usando el ilusionador!"

"¿No que era un aparato solo del abuelo de Tsi?"

"Él lo inventó para usarlo como una novedad, pero, si entiendo bien, cada invención y descubrimiento tiene que pasar por La Luz. Seguro que algún frodaleu vio su uso para otras cosas, recuerda que se supone que la mayoría de ellos tienen mentes brillantes. Conociendo el principio básico de su funcionamiento, no les debe haber sido difícil desarrollarlo más y llevarlo al mismo nivel que el que hizo Fle."

"Tiene sentido, ¿qué mejor forma de ocultar algo, que tenerlo a la vista de todo el mundo haciendo creer que no está allí? Nadie sospecharía que hay alguna cosa especial si no está resguardada o llena de medidas de seguridad."

"Ahora solo tenemos que encargarnos de los dos supervisores," continuó el varón. "Si los agarro de sorpresa, creo que puedo dejarlos inconscientes por un rato. Son grandotes, pero del tipo lento. Le pregunté a Tsi antes, cuál es el punto débil de sus cuerpos en caso que nos tocara defendernos. Ella me dijo que un buen golpe en el hombro los dejas inconscientes."

"Pero estos dos los tienen bien protegidos, Esteban," objetó Isabel.

"Sí, mas no por arriba. Si les pateo el estómago tendrán que agacharse y con un golpe certero, la protección no les va a servir de mucho. Uno lo despacho rápido, el otro tratará de intervenir, pero apenas se acerque le mando una patada a él también y lo termino. No te preocupes, esa pelea me la sé de memoria, no sé cuántas veces Sugino Sensei me la hizo practicar... Después, nos queda tantear para buscar la puerta y abrirla. Esa sí debe tener algún seguro, pero tengo el presentimiento que la llave que traigo de las cajas de Fle va a funcionar acá también."

"Con eso coincido y de acuerdo estoy contigo, Humano Único," intervino L-Hembra. "El Inventor era inteligente, y amigo de frodaleus regentes; conocimiento de su seguridad tendría, la buena llave te dejaría."

"Todo suena muy bien, excepto por un pequeño detalle, Esteban, ¿cómo te vas a acercar a los guardias para tomarlos por sorpresa? Apenas ellos te vean, te van a detener y apresar."

"No, si piensan que soy un frodaleu. Mira dónde estamos, Isabel, es el dormitorio de uno de ellos. Solo tengo que usar su uniforme, y como la ropa de acá se ajusta al cuerpo de quien la use,  no tendré problemas con la talla."

"Pero tu cara, tu pelo...,"

"Me pondré uno de sus gorros, ya hemos visto que muchos de ellos los usan, esos les cubren hasta donde nosotros tenemos las orejas," respondió él, mientras abría el guardarropa y sacaba un atuendo.

"De todas formas," insistió Isabel, aún no convencida. "El color de tu piel, tu nariz..."

"Dame un minuto...," pidió el científico, que todavía estaba rebuscando dentro del mueble. "¡Acá está!" anunció en tono triunfal, mostrando una especie de bufanda.

"¿Qué es eso?"

"¿No te fijaste que Tsi la tenía puesta en el cuello cuando estaba de frodaleu? Hoy es un día frío, seguro la utilizan como nosotros. Solo tengo que ponérmela de tal manera que me cubra hasta la nariz. Sé que me veré un poco raro, pero igual me dará el suficiente tiempo para acercarme a los guardias. Aunque me vea extraño, no se atreverán a atacar a un frodaleu y cuando esté cerca de ellos..."

"Será demasiado tarde," terminó Isabel.

"Entonces, todo arreglado. ¿Lista?" preguntó Esteban, parándose de un salto de la cama.

"No. No entiendo cómo puedes hablar de esto en forma tan simple, mientras quien sabe qué está sucediendo a los demás."

La expresión de seguridad y confianza del llamado Humano Único se desvaneció. Una vez más, Isabel vio el cansancio y la tristeza apoderarse de él. Ella se preguntó si había hecho bien en decir lo último, pero ya era demasiado tarde para retroceder.

"Sabes que no es así," repuso el aludido. "Si hubiera otra opción..."

"La hay, Esteban. Vamos a buscarlos, los ayudamos y juntos tomamos el camino de regreso a casa."

Ni bien terminó de decir eso, la piloto supo que era una locura, ¿cómo podrían luchar los dos contra todos los supervisores y poder evadirse por el túnel de convergencia?

"Isabel, tú misma sabes que eso no es posib..."

"Lo sé, lo sé," interrumpió ella frustrada en extremo. "Pero no podría vivir conmigo misma, sin al menos intentarlo."

"El riesgo es demasiado grande, no por nosotros, sino lo que puede significar el que no regresemos. De nada serviría rescatarlos porque al poco tiempo todos y todo terminaríamos aniquilados. Por lo menos si regresamos, ellos vivirán. Ya has visto como es Je-Mor, estoy seguro los dejarán en paz. Una vez que esto acabe, no les quedará más que aceptar que el Día del Inicio fue mejor de lo anticipado, no fue su día final. Lo que está en juego va mucho más allá de nosotros mismos. De alguna forma, tendremos que aceptar que esta fue la mejor decisión."

"Tienes razón, Esteban, pero te equivocas en una cosa: nosotros no tenemos que regresar, tú eres el que debe hacerlo."

Él la miró, primero con ojos de sorpresa, luego palideció al comprender qué le estaba diciendo. Al segundo, trató de convencerla de lo contrario:

"No, Isabel, sé qué es lo que estas pensando..."

"No hay otra solución. Entiendo que tienes que ir, pero yo no estoy obligada a partir; yo puedo quedarme e intentar ayudar a los demás. Tú no tienes ese lujo porque tú eres la prueba que existe Je-Mor, por lo de tu modificación genética. Por suerte, Samir te pasó la libreta con las fórmulas de Fle, pero sabes que eso no será suficiente."

"Isabel, no me voy sin ti," susurró Esteban, pero ella comprendió que era más bien un deseo, no una realidad.

Él dirigió la mirada hacia L-Hembra, la que tradujo lo que significaba de inmediato.

"Humano Único, mi misión es estar contigo, ayudarte todo el tiempo sin respiro," objetó la lagartija.

"Ya lo sé pequeña amiga y no creas que no aprecio todo lo que has hecho, pero si me quieres seguir ayudando, haz esto por mí, será tu misión más importante."

L-Hembra no se hizo rogar más, si de cosas importantes se trataba, ella era el ser más indicado para llevarlas a cabo. Veloz, bajó del hombro del Humano Único para perchase en el de Isabel.

"Ya me voy," dijo ella acercándose a la puerta. Esteban la siguió y, abrazándola, le dio un beso. Él tuvo que hacer un gran esfuerzo para dejar caer sus brazos y soltarla, eso significaba darle la señal que ya podía marchase.

"No tienes alternativa," le repuso ella en tono dulce. "Así como yo no tengo otra alternativa que intentar lo que pueda para socorrer al resto. Tú no te puedes arriesgar a que te atrapen y estamos en una carrera contra el tiempo."

Esteban comprendía que ella tenía razón y que, por más que quisiera, no iba a ser posible hacerla cambiar de opinión.

"Está bien, Isabel, pero no voy a partir ahora mismo. No protestes," atajó al verla abrir la boca para hablar. "Media hora. Ya sé que significará mucho más tiempo en nuestro mundo, pero, según los cálculos de Fle, creo que podemos robar esos preciosos minutos, pero no más. Voy a esperarte media hora antes de partir. Si no los encuentras o ves que no hay nada que puedas hacer para sacarlos del aprieto, prométeme que vas a regresar para irte conmigo. ¿De acuerdo?"

"Bueno."

"Treinta minutos," repitió él otra vez. No quería decir adiós, tal palabra era algo terrible, definitivo.

"Media hora," confirmó ella, mirándolo a los ojos y terminando con una sonrisa para estar segura que, si no se volvían a ver, Esteban quedaría con una imagen de ella contenta y no aquella con el corazón partido por su separación.

Isabel abrió la puerta con cuidado, los guardias estaban aún resguardando la pared del fondo. No tuvo que esperar mucho a que estos volvieran a conversar, lo que significaba que se verían con suma atención las caras para leer sus labios y así poder entender lo que se comunicaban. Aprovechando la oportunidad y el hecho que no la escucharían, salió, doblando presurosa por el corredor sin ser vista. Esteban cerró el ingreso de la habitación e inició a contar los minutos que serían los más largos de su vida.

******

Isabel se alegró de no encontrar a nadie en el pasillo. El lugar se aferraba a un silencio total, todos estaban ocupados en las celebraciones. A lo mejor sus compañeros lograron escaparse, pero lo dudaba, de ser así, ellos también habrían tratado de regresar para partir por el túnel de convergencia. A ella le tocaba intentar encontrarlos, ¿y después qué? No tenía la menor idea, algo se le ocurriría. Tampoco sabía qué haría si alguien se apareciese en ese instante y la notaba. Si se echaba a correr, era invitarlo a perseguirla. Debería poner cara de tonta y hacerse la perdida como en el plan original. En fin, tampoco estaba muy segura de eso. Lo urgente, ahora, era resolver por dónde ir. La primera opción era caminar hacia el polo opuesto del que ella y Esteban se habían dirigido, mas una vez allí...

"L-Hembra, ¿crees que puedes establecer conexión con alguien del grupo?"

"Solo si muy cerca estoy, alejada no voy a poder, aunque lo quiera con todo mi ser."

"Pero si pasamos cerca de ellos, ¿tal vez podrías descubrir en qué cuarto están?" insistió Isabel.

"Es una buena idea, a las puertas acerquémonos, y de paciencia armémonos, hasta que escucharlos pueda."

Comenzaron a caminar por el pasadizo con lentitud, deteniéndose un momento en cada entrada. La fugitiva notó que cada una presentaba una inscripción diferente y que el pequeño reptil fijaba la vista en ellas con atención.

"¿Puedes entender lo que está escrito?" le preguntó.

"Por mi conexión con Tsi, puedo comprender al vuelo y sin revuelo. Escrito es, el nombre de frodaleus, porque son sus dormitorios, dondes descansan sus desvelos. Ese es de Fron, poco antes de Geus, y este de..." pero no terminó de hablar, de repente bajó rauda del hombro de la fémina humana, que la vio escabullirse a toda velocidad por la rendija entre el piso y la puerta de la habitación que tenían al frente.

Isabel tuvo que retener las ganas de llamarla, si bien era cierto pocas personas podían escuchar los sonidos, no pensaba arriesgarse igual. Acercó su oreja al acceso del cuarto, mas no pudo escuchar ningún ruido en particular y decidió que no le quedaba otra cosa, que aguardar con resignación a que saliera el animalito y buenamente le diera la gana de explicarle porqué había desaparecido. Al cabo de un momento comenzó a impacientarse, no podía estar allí esperando mientras el tiempo transcurría de manera inexorable. Miró su reloj, le quedaban veintiún minutos.

El sonido de pasos,

acercándose a la salida de la recámara,

alertó cada músculo de su cuerpo,

pero antes que estos,

pudieran responder,

con algún movimiento,

la puerta se deslizó.

Frente a ella se presentó un frodaleu bastante anciano, el que lucía un rostro lleno de resolución y fortaleza. En su hombro se hallaba perchada L-Hembra con esa expresión de satisfacción y orgullo que Isabel había aprendido a conocer tan bien.

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