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Capítulo 4: Dios Griego

 Let's Get It On -Marvin Gaye

Isabella

Me sentía tan a gusto acurrucada con Limón, que suavemente ronroneaba metido en las sábanas y me daba ligeros masajes con las uñas en la costilla.

—Buenos días —dije con cariño acariciándole la cabeza y las orejas a mi gatito.

Entraba mucha luz por la ventana para ser tan temprano. Me giré a la mesita de noche buscando mi teléfono y al ver que eran las 09:45, brinqué de la cama despavorida y aturdida.

—¡Mierda, me quedé dormida!

La noche anterior me había quedado hasta muy tarde revisando que los planos no tuvieran errores, y que el diseño 3D del futuro jardín se viera a la perfección. Era el trabajo más agradable que había diseñado hasta el momento y me sentía dudosa de querer entregar el proyecto, era demasiado hermoso para Hansel y quizás no pueda apreciar todo lo que pronto verá a penas se despierte por las mañanas.

Una ducha de un minuto bien fría fue suficiente para despertar y correr de regreso a la habitación, a buscar lo primero que saliera del closet. No había tiempo para pensar en qué conjunto sería mejor para la ocasión, además, no iba a ver a nadie que tuviera que impresionar.

—¡Toña! —grité fuerte, pero nadie contestó—. ¡Toña!

—¿Qué? —salió de su habitación con la pijama puesta y un montón de tubos para moldear las ondas de su cabello.

—Ahora veo por qué no me despertaste, también te quedaste dormida.

—¿Qué hora es?

—Casi las 10:15 y debía estar en la casa del nuevo cliente a las 11:00.

—Que te vaya bien y compra algo por el camino o llegarás muriendo de hambre.

—¡Lo haré, nos vemos más tarde!

Con los planos y el bolso con el computador colgando en los hombros, subí rápido al Jeep y arranqué saliendo a todo lo que diera el motor. No podía llegar tarde, eso sería motivo de burla y por supuesto que no le daría en el gusto a ese animal.

De camino a su casa me pasé por una cafetería que estaba a unos minutos de la mansión, compré un té helado y un sándwich integral con jamón y queso. Lo devoré por el camino y una vez que llegué a la reja eléctrica me revisé los dientes.

Al igual que la primera vez, Jaime ya estaba en la entrada esperándome para darme una cálida bienvenida.

—Es un gusto tenerla de regreso señorita Villarroel.

—El gusto es mío Jaime, ¿te puedo pedir un favor?

—El que quiera.

—Por favor solo dime Isabella, desde hoy nos veremos más seguido y es algo incómodo que te dirijas con tanta formalidad hacia mí.

—Por supuesto señorita... perdón, Isabella.

No fue necesario que me guiara hasta la sala de estar, ya sabía en dónde estaba, pero hoy no había nada reconfortante en ello. No era ningún placer tener que estar sentada a la espera de que el "señor" hiciera el honor de bajar. Todo lo que venía de parte de Hansel me resultaba totalmente presuntuoso, se convertía en un juego absurdo, un tira y afloja de poder en el que yo era la que siempre perdía gracias a mi orgullo herido. Me hacía sentir atrapada entre el deseo de marcharme y la necesidad de cumplir con una cita que, desde el principio estaba destinada a peleas inútiles.

—Isabella, ¿Quieres algo de beber?

—No gracias, ¿Hansel ya viene?

—Bajará en un momento.

Jaime se mantuvo recto en la entrada sin decir una palabra, era extraño solo oír las risas provenientes de la cocina y que ambos estuviéramos tan tensos.

—¿Hace cuanto trabajas aquí, Jaime? —pregunté tratando de hacer conversación.

—De toda la vida, para ser más claro, vi crecer a Hansel.

Con razón lo llamó solo por su nombre, han vivido juntos desde siempre y me imagino que tienen la misma confianza que aún amigo o padre.

—¿Lo viste crecer?

—Así es.

—Entonces tú puedes aclararme una duda. Él siempre ha sido tan... como decirlo sin hacerlo sonar mal.

—¿Promiscuo? —dijo Jaime robándome la palabra de la boca.

—Sí —me reí y Jaime se acomodó en el asiento de en frente.

—No lo juzgues tan duramente, es un poco inmaduro y le cuesta decir lo que realmente siente.

Jaime debe quererlo muchísimo y debe recibir un trato muy bueno de parte de él. Se expresa de su señor con cariño y trata de defenderlo. Al menos tiene algo bueno el patán, aunque me costaba creer que estuviéramos hablando del mismo hombre. El Hansel que yo conocía iba directo al grano, sin omitir nada de sus deseos, dejando claro que no había lugar para rodeos ni dudas. Estaba acostumbrado a obtener la respuesta que ansiaba: un sí. Su forma de comunicarse era clara y audaz, lo convertía en el maestro del juego, creando un ambiente en el que cada uno de sus deseos se manifestaba con una claridad que desarmaba y seducía a la vez. En pocas palabras era un grandísimo idiota que solo buscaba a una mujer para obtener sexo y luego desecharlas.

—¿Qué le cuesta decir lo que siente? La primera vez que hablamos me dijo en todos los tonos posibles y sin rodeos cuanto quería meterse entre mis piernas.

Jaime al oír mi aclaración, se golpeó la frente y se puso de pie.

—Ese tonto ya te enseñó el cobre, ni como defenderlo entonces. Hablando de él, se está tardando, iré a ver qué es lo que lo demora tanto.

—No lo llames aún, ¿me permitiría usar el baño un momento? —llevaba un rato aguantando y estar sentada con las piernas cruzadas ya no funcionaba, no debí beber tanto té.

—Por supuesto, sube las escaleras, primera puerta a la derecha.

—Gracias.

Educadamente me puse de pie y caminé lento hasta las escaleras y me detuve a la mitad, para admirar los cuadros de innovadores estilos que decoraban el muro que guiaba hacia el segundo piso. No sabía que Hansel tuviera gusto por el arte.

De todos los cuadros exhibidos, uno en particular llamó mi atención, el del hombre que miraba con seriedad el ventanal que daba hacia el jardín. Tenía el cabello negro, unos imponentes ojos verdes y el esmoquin oscuro le sentaba muy bien. Me acerqué hasta el cuadro y arrugué los ojos para leer la letra pequeña en una esquina, "Levi De Villiers", el nombre se me hizo conocido y ahora que lo pensaba tenía mucha similitud al marido de Gabriela, ¿Será algún pariente de Daren?

Al oír ruido del piso de abajo, retomé el paso tratando de no emitir ruido alguno con los zapatos, no quería que nadie notara que estuve espiando los alrededores otra vez.

¿Qué dijo Jaime, primera puerta a la izquierda?

Miré en ambas direcciones y había muchas puertas, asi que sin pensarlo demasiado lo eché a la suerte y fui abriendo puertas al azar hasta que encontré la que quería. Era un baño, muy enorme para ser de visitas, pero no podía esperar menos si el mismo dueño de la mansión se creía la quinta maravilla del mundo.

Crucé la puerta azotándola justo detrás de mí y comencé a saltar en mi lugar tratando de aguantar, entre más cerca estás de la taza del baño, más ganas te dan. Con fuerza me tiré los pantalones ajustados para hacer pipí, pero mis manos se detuvieron cuando detrás de una pared salió una alta figura masculina completamente mojada y desnuda, como dios lo trajo al mundo.

Al verlo me quedé congelada, él aún no notaba mi presencia, pero no tardó en hacerlo al darse la vuelta y verme ahí parada con los ojos tan abiertos como platos.

No era el primer hombre desnudo que veía en mi vida, en la universidad veía todos los días situaciones así, pero nunca había visto uno como él. Quedé estupefacta con el monumento de hombre frente a mí, tenía hombros anchos que los acompañaba una fuerte espalda, brazos muy bien trabajados, una cintura pequeña y un abdomen que perfectamente podría servir de rallador y más abajo tenía un... un... un...

¿Te gusta lo que ves? —preguntó con voz juguetona. Cada detalle de su cuerpo parecía esculpido por un artista, y la confianza que emanaba de él era casi palpable. En ese momento, la curiosidad y la fascinación se mezclaron en mi mente, desvaneciendo cualquier pensamiento racional mientras mi corazón latía con una mezcla de sorpresa y asombro.

Las gotas de agua descendían por todo su cuerpo gracias a la gravedad, y con toda la seguridad del mundo se peinó el cabello con ambas manos hacia atrás.

Ojalá hubiera tenido el pepino del porte de un maní, me habría reído en su cara de lo vanidoso que era por semejante miseria, pero ahora comprendía por qué el hombre prácticamente no caminaba por el suelo y se creía un Dios griego encarnado. La longitud del pepino era considerablemente grande para el promedio, ¡Santo Cristo Redentor! Si así se veía su instrumento dormido, no puedo imaginar cómo será en su momento de gloria. El idiota tenía el cuerpo ideal de la gran mayoría de las mujeres y si pudiera encontrar palabras para definir la vista, diría que era el pecado y el deseo carnal hecho persona.

—¿Hola, planeta tierra, sigues aquí? —dijo sacudiendo las manos. Solo él podría seguir parado en frente de mí con la suficiente confianza para no intentar cubrirse.

Después de admirarlo por algunos segundos logré reaccionar con el calor subiendo por mi cuello hasta llegar a mis mejillas. Inevitablemente grité.

—¡Qué haces aquí! —Con fuerza de voluntad me cubrí los ojos.

—¿Disculpa? Eres tú la que entró en mi baño personal —dijo indignado—. Y por lo que veo, vienes a sugerirme una actividad más... agradable.

Rápidamente, mi cerebro calenturiento dejó ir a la deliciosa imagen mental de Hansel desnudo, y recordó que tenía los pantalones a medio bajar por el culo.

—Jaime me dijo que era el primer baño a la izquierda.

Desobedeciendo al razonamiento abrí un poco los dedos para espiar, después de todo, esta vista tan agradable no se aprecia todos los días.

—Jaimito debió confundirse porque te mandó directo a mí —podía oír los pasos de Hansel acercarse y como intentaba picarme con palabras—. Y aún no me respondes. ¿Te gusta lo que ves?

Hansel con audacia se acercó tanto, que pude sentir el aliento tibio en mi oído, causándome un ligero cosquilleo eléctrico que me recorrió el cuerpo y la piel se me volvió granito en segundos. ¡Está muy cerca!

—¿Si me gustó la vista? ¡Por supuesto que no! —descaradamente lo negué, jamás admitiría que me había gustado, y mucho—. Ahora cúbrete, quien en su sano juicio camina desnudo por ahí.

Por el hueco de mis dedos lo vi pasar en frente de mí y logré ver su pepino sin querer.

—Isabella, te recuerdo que es mi casa y hago lo que se me pegue la gana. Ahora dime, si no te gusta la vista y no querías mirar, ¿por qué abres los dedos cada dos segundos para espiar?

Gracias a dios las manos cubrían la vergüenza que sentía al ser descubierta, pero no era tan tonta para negar que tiene un cuerpazo. Lo que más odiaba en este momento era no poder ignorar mis instintos, estaba salivando por él como un perrito.

—¡No estoy espiando! —volví a mentir.

—Isabella Isabella Isabella, eres una embustera y lo peor de todo es que no sabes mentir, puedo ver la verdad desde aquí.

De un solo jalón logró que me quitara las manos del rostro, él me miraba con una amplia sonrisa y yo ardía en vergüenza al no lograr que mis ojos obedecieran, incontrolablemente recorrían su cuerpo buscando aquel punto tan masculino en él.

—Suéltame —exigí, quería esconderme de la intensa mirada de Hansel que descaradamente miraba la piel expuesta de mi cadera.

—Oblígame —contestó, tiré del agarre, pero me sujetaba con fuerza.

Sin poder evitar la guerra de miradas, nos quedamos el uno frente al otro por unos segundos, pero el juego se terminó una vez que la puerta se abrió hasta atrás.

—Con que aquí estaban —dijo Jaime con naturalidad—. Hansel, te buscan en la entrada.

Jaime se quedó en su lugar luego de abrir la puerta como pedro por su casa, y Hansel desganado lo miró con fastidio. El pobre Jaime observó la escena y luego de analizar las manos del desnudo Hansel aprisionando las mías, y mis pantalones desabotonados a medio bajar, dio por hecho de que estábamos haciendo cochinadas encerrados en el baño.

—Me retiro, le diré que estás... ocupado —cerró la puerta de un solo portazo, dejándome con la vergüenza a flor de piel y un rubio sonriente.

—Traumaste al pobre Jaime —dijo liberándome.

—¿Yo?

—Sí, tú, pequeña mentirosa. Me voy para que continúes con lo que ibas a hacer —tomó una toalla, se secó parte del cuerpo y se la cruzó por la cintura sin ningún tipo de vergüenza—. Isabella, sé que te gustó la vista.

—¡Eso no es verdad! —me defendí aunque fuera en vano.

—Sigue repitiendo eso hasta que te lo creas —Con descaro me guiñó un ojo y salió riéndose a carcajadas.

Una vez la puerta se cerró, le puse el seguro tantas veces como fue posible y me aseguré de que no volviera a entrar. Sería desastroso que regresara cuando estuviera sentada respondiendo el llamado a la naturaleza.

Al salir del baño me quedé parada en medio del pasillo sin poder bajar por la vergüenza que sentía. Hace treinta minutos me había estado quejando con Jaime del descaro de Hansel, luego él mismo nos vio en una situación muy comprometedora, de seguro se estaba haciendo ideas equivocadas del tipo de mujer que soy luego de lo que vio. Todo fue un malentendido, yo no me portaría como una cariñosa con un hombre con el que apenas he cruzado unas palabras un par de veces, más tarde le explicaré todo lo que sucedió a ese viejito.

Bajé a la sala de donde no debí haberme movido y las voces de dos personas se me hicieron familiares. Me acerqué hasta la pared para tratar de oír mejor y la primera voz que distinguí fue la de Hansel, pero la del otro hombre me ocasionaba sarpullido, me parecía el colmo que haya venido hasta aquí a reclamar cosas que no tenían sentido. 


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