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Capítulo 26: Directo al infierno

Heaven - Julia Michaels

Isabella

Al ver que Hansel no se movía de su lugar tomé la iniciativa y me bajé el vestido de los hombros, dejándolo caer suavemente por la piel de mis brazos hasta que la tela tocó mis pies. El pecho me subía y me bajaba, estaba muy nerviosa y me preocupaba mi elección de ropa interior, no traía puesto nada extravagante, solo lencería de encaje en forma de rosas del mismo color del vestido.

A pesar de mi nerviosismo, me quedé frente a él sin demostrar mi falta de experiencia, pero todos mis intentos de ser osada se vieron puestos aprueba con cada mirada suya. En silencio, se deleitaba recorriendo mi cuerpo a detalle con la mirada, sin tocarme, pero memorizando cada curva.

Finalmente, dejó de torturarme y acercó sus dedos con lentitud hasta el lunar a un lado de mi ombligo, y sin prisa subió hasta a apartar algunos mechones de cabello que me cubrían el pecho.

Imitó mi movimiento y se quitó la apretada humita del cuello y la camisa botón por botón, hasta dejar al descubierto ese cuerpo vigoroso que me hacía humedecer sin siquiera tocarlo. Su perfume cautivador se hizo más intenso al acercarme a él, y nuevamente lo provoqué rozando mis labios contra los suyos de forma suave, bajando por su cuello hasta la fortaleza de su pecho. Vi como su piel se volvió granito y sonreí con maldad al ver la reacción que provocaba mi tacto sobre él. Con valentía quité el cinturón de su pantalón y tiré del botón apartando la ropa innecesaria. Aquel leve contacto sobre su cuerpo provocó que aquella parte tan masculina en él estuviera lista para someterme, pero quería jugar un poco más.

Hansel estaba muy excitado, la tenía tan dura que se veía doloroso y con cada caricia podía ver cuánto me deseaba. De forma perezosa deslicé mi mano por su piel hasta que con la yema de los dedos toqué su miembro. Lentamente, me arrodillé sumisa ante él observando su largo, y saboreé mis labios, estaba ansiosa por probar su carne ardiente. Lamí la punta mirándolo directo a los ojos, no sonreía, estaba demasiado excitado con el calor concentrado en las mejillas. Al ver su rostro suplicante, no pude resistirme y abrí la boca lo bastante para deslizarme por su largo, arrancándole un jadeo ronco. No dejé de observar su reacción y lo obligué a sostenerme la mirada enterrándole las uñas cada vez que apartaba la vista de cómo su miembro se perdía en mi boca.

Arrodillada a sus pies podía ver el perfecto ángulo de sus hombros y las curvas atractivas de sus brazos, me sentía la favorita de Dios por semejante semental.

Ya harto de su condena, enredó sus dedos en mi cabello dándome un nuevo ritmo que seguir, y sin dudar acaté la orden obedientemente, bajo su profunda mirada con los sonidos placenteros de su voz.

Isabella... me estás matando —gimió cuando pasé la lengua por la punta sin dejar de hundir mi boca en él.

Continué con mi tarea sin responder, concentrándome solo en darle placer tal y como él lo había hecho conmigo en otras ocasiones, pero el bestia de Hansel me sujetó del cabello, arrancándome mi nueva paleta de la boca con brusquedad.

Me lanzó sobre las almohadas poniendo su peso sobre mí y me mordió un poquito el lóbulo de la oreja, arrancando la última gota de mi alma y llevársela con él. A punta de chupadas y mordidas bajó hasta mis pechos que sufrían bajo el sujetador, y con dos dedos presionó el broche entre ellos y los liberó.

La satisfacción que me recorrió el cuerpo cuando él con suavidad mordió mis endurecidos pezones no tenía precio, y trabajó en ellos como si fuera un ternero alimentándose, lo que me pareció gracioso. Una de sus manos bajó con elegancia hasta esa zona erógena arrancando gemidos casi imperceptibles de mi garganta, y su lengua pasó entre mis pechos para luego rodear mi ombligo acercándose cada vez más a mi clítoris palpitante.

Con la ayuda de sus dientes deslizó la pantaleta hasta mis pies y regresó lamiendo mi pierna hasta que llegó hasta mi centro, y acercó su aliento caliente a mi carne haciéndome temblar. La primera lamida me llevó directo al infierno a quemarme de excitación, a quemarme por él y todo lo que causaba dentro de mí

Cariño, sabes tan bien.

Me ruboricé al instante luego de oír semejante obscenidad salir de sus labios, nadie me había dicho eso jamás.

Estaba cayendo a un pozo sin salida, cayendo por él y por la sensualidad con la que me tocaba. Disfruté de su lengua experta y empecé a gemir sin pudor ante el deleite. Mi respiración se hizo acelerada y mis pulsaciones aumentaban al igual que mi ritmo cardiaco. El orgasmo estaba cerca y Hansel se dio cuenta y se detuvo en seco negándome ese derecho.

—No... —supliqué a la falta de contacto.

—No Isabella, de la única forma que tendrás eso que deseas, será conmigo dentro de ti gritando mi nombre.

Era tan descarado, no tenía ni una pizca de vergüenza al decir esas palabras tan impuras, pero estábamos hablando de Hansel, él no conocía la palabra vergüenza.

De pronto, mis pensamientos se vieron interrumpidos al verlo posicionarse entre mis piernas, y mis ojos se abrieron de par a par en cuanto lo vi abrir un preservativo con los dedos y deslizar el látex hasta la base de su miembro en tiempo récord.

El corazón me latía cada vez más fuerte, las manos me sudaban y tenía un nudo en el estómago de los nervios. Mi mente daba vueltas y vueltas sin poder detenerse, repitiendo una y otra vez; ¡díselo, ahora es el momento!, pero no podía hablar. Hay una posibilidad muy grande de que se dé cuenta, pero quiero creer que no lo notará y que no seré un trofeo más en su colección, porque no quiero serlo, quiero ser mucho más que un objetivo logrado en su juego de seducción.

Volvió a encerrarme entre sus brazos dándome el beso más demandante de la noche, haciendo que con cada roce de su lengua, sintiera el sabor de mi propia excitación salada y llena de perversión. La fricción de su dureza contra mí estaba haciéndome perder la cabeza, se deslizaba una y otra vez por ese punto excitante entre mis piernas, haciéndome desearlo más en cada roce.

Estaba tan concentrada en el placer que sin darme cuenta, él me apuñaló de una sola embestida, haciéndome pasar del placer al dolor ardiente en un solo movimiento.



Hansel

Hasta ahora había vivido muchas cosas y había disfrutado hasta las malas experiencias, pero ahora que estaba mirando a Isabella, tenía la leve sensación de que estaba a ciegas, no entendía qué diablos estaba pasando. No pasé por alto el semblante de dolor de ella y el gritito lastimero que se escapó de su boca, tenía los ojos apretados y se le escapaban algunas lágrimas de las comisuras de sus ojos.

Entendía que le costara acostumbrarse al intruso entre sus piernas, estaba muy apretada y me estaba costando trabajo entrar, con suerte había metido la punta y mi Isabella estaba tiesa, rígida, y congelada bajo de mí.

—¿Isabella, estás bien? —dije besándola.

—Sí, continúa —murmuró despacio.

Isabella liberó un poco el fuerte agarre de sus manos en mis brazos, me moví despacio y sin brusquedad la embestí, pero al sentir que algo en su interior se rompió con mi entrada, lo entendí todo.

¡Es virgen! ¡Ella es virgen!

—¡Oh, Dios mío! —grité con los ojos muy abiertos y me retiré con cuidado para no hacerle más daño del que ya había hecho.

El aire entre nosotros se tensó, y mi mente corría a mil por horas tratando de encontrar las palabras correctas, y no decir algo que empeorara más las cosas. Me senté entre sus piernas y vi un ligero rastro rojizo que brillaba bajo las luces de las lámparas; mierda, la destrocé.

Isabella al darse cuenta a donde estaba fija mi vista, se cubrió la cara con las manos y cruzó las piernas de un viaje. El gesto me rompió el corazón, y me sentí como una mierda por no saber algo tan importante de ella.

Había preparado todo esto para hacer nuestra primera vez juntos especial, y porque quería hacer algo diferente para mí mismo, pero no me esperaba que literal fuera su primera vez con un hombre. En mi larga carrera de mujeriego jamás me había encontrado con una pura y casta, eso era poco común y mucho más a la edad que tenía Isabella.

—¿Por qué no me lo dijiste? —suavicé la voz dándole algo de comprensión, no quería hacerla sentir atacada.

Isabella soltó un largo suspiro y abrió los dedos de las manos, dejándome ver solo la cuarta parte de su rostro, estaba avergonzada.

—No sabía cómo decirte "vas a ser el primero" sin que me vieras como un premio.

—Isa, nunca habría visto algo tan importante para ti como un premio, esto es algo que solo vivirás una vez. No se supone que debía ser así, me hubiera gustado hacerlo especial para ti.

No me molestaba la idea de ser el primero, pero me hubiera gustado saberlo para hacerlo como corresponde y no la habría puesto en esta situación que quizás, la llevó a tomar una decisión apresurada por complacerme.

—No vas a... ¿Volver a intentarlo?

—Isabella, no quiero que lo hagas porque te sientes presionada. Puedo esperar, y no porque no quieras hacerlo ahora me iré, al contrario, te prometo que seguiré aquí cuando despiertes.

Isabella se levantó del nido de almohadas y me miraba de una manera extraña que me causó nervios en el estómago. Sujetó mi rostro entre sus manos y me dio un casto beso en los labios y sonrió.

—Hansel, no me siento presionada, no pienses esas cosas. Quiero hacerlo... quiero hacerlo contigo.

—¿Estás segura?

—Sí.

Sin hacerla esperar reanudé mi deber, pero esta vez siendo el amante perfecto, amable, cariñoso y sobre todo atento. Volví a tocar cada punto erógeno devolviéndola al fuego, y la besé de forma lenta, haciendo cada momento especial para Isabella.

Llegado el momento de la verdad, la vi respirar profundo mentalizándose para el dolor, pero en este punto, tenía más miedo yo que ella, no quería lastimarla.

Me clavé en ella despacio, dejando que se acostumbrara a cada centímetro enterrándome las uñas en la espalda. Me dejaría un lindo dibujo, pero con gusto la dejaría hacer eso todas las veces que quiera sin problema.

—¿Me detengo? —pregunté nervioso al verla apretar los ojos. Negó con la cabeza dándome luz verde para continuar y me mecí encima de ella despacio, sin perder el control por la forma enloquecedora con la que se aferraba su interior a mí.

Poco a poco tomé un ritmo que relajó a Isabella hasta que ya no parecía sufrir y sus gestos faciales ya no eran precisamente de dolor. Podía ver el gozo en su semblante y sus uñas ya no me hacían ningún daño, me acariciaban con sensualidad en una invitación a continuar.

La besé en cada segundo para aumentar la excitación entre los dos y era una excelente manera de saber qué estaba sintiendo. La forma apasionada con la que deslizaba su lengua por la mía, solo me hacía aumentar el ritmo olvidando por completo la amabilidad de un principio. Me reprendí a mí mismo al olvidar al caballero y volver a ser el bestia de siempre, y a mi pesar disminuí la intensidad, pero Isabella enrolló sus piernas en mi espalda apretándome con fuerza.

—Por favor, no te detengas —susurró ocasionándome un escalofrío por la espalda.

Solo yo sabía el control tan grande que ejercía Isabella sobre mí; era como si ella fuera la gravedad que me mantenía a la tierra. Cada mirada suya hacía latir mi corazón y cada palabra era una orden absoluta, pero lo que más me gustaba de lo que había entre los dos, era la guerra constante que manteníamos. Que me llevara la contra era algo que me sacaba de quicios, pero que siempre nos llevaba a acercarnos cada vez más.

Su insistencia provocó que perdiera el juicio y aprisioné sus manos sobre su cabeza, sometiendo sus pechos en rudas lamidas y mordidas. Isabella gemía con entusiasmo, haciéndome entender que la rudeza le gustaba mucho más que la suavidad.

—Hansel... —mi nombre en sus labios fue como enviarme directo al paraíso.

Podía oír el latido de su corazón desbocado encadenando el mío, su interior me apretaba cada vez más y me estaba costando mucho trabajo concentrarme para aguantar un momento más.

Me sentí aliviado cuando su respiración se volvió agitada y sincronizada con el ritmo de mis embestidas, estaba cerca de la cima y su interior me lo decía. Isabella arqueó la espalda sobre las almohadas sintiendo como el placer le llenaba el cuerpo, seguí su orgasmo buscando el mío mientras que ella terminaba de sentir la electricidad en su cuerpo, y expulsé todo el deseo contenido que sentía por ella.

Agitados nos miramos directo a los ojos, pero había una duda que podía verla reflejada en sus ojos; temía que me fuera. Acaricié su cabello besándola una vez más y me quedé con las manos en sus mejillas sonriéndole.

Por primera vez no huiría luego de estar con una mujer, y el motivo era sencillo, porque era Isabella, solo quería estar con ella. Experimenté lo que llaman amor a primera vista cuando la conocí, e intenté negar mis propios sentimientos tratando de acostarme con ella como lo hacía con todas, pero terminó logrando lo que más temía, enamorarme hasta de lo mala leche que era.

—Otra vez —exigió una vez que su respiración se normalizó.

—¿Otra vez? ¿Tanto te gustó?

—Sí, ¿tienes algún problema con eso o no puedes?

—Por supuesto que puedo, con quién crees que estás hablando.

Me acerqué al cuello de Isabella con una mezcla de ternura y picardía, dejando que el aire de mi respiración acariciara su piel, pero sin que ella lo esperara abrí la boca dándole leves mordiscos de forma juguetona. Isabella ante mi intento de ataque, se retorció debajo de mí tratando de alejar su cuello, pero no lo logró y terminó dejando salir una risa encantadora y tierna de su boca.

La observé un momento eternizando el momento en mi cabeza, disfrutaba cada segundo de su reacción, de ese brillo en sus ojos y de la forma en que su sonrisa incrementaba mis sentimientos por ella.

Sabía muy bien que ser el primero no me garantizaba ser el último, pero aprovecharía cada momento que tuviera con Isabella, intentando que se enamore de mí de la misma manera que lo estoy de ella.



Isabella

Me moví de forma perezosa tratando de despertar, me dolía cada parte del cuerpo, quizás había dormido mal o algo parecido. Al abrir los ojos y verme el cuerpo magullado por dientes y chupetones, recordé lo que había pasado en la madrugada; Hansel, yo y su enorme pene en cada postura posible para una principiante como yo.

Me estiré sobre la cama dejando salir las emociones en una risotada escandalosa. El año estaba empezando fabuloso.

Hansel no entró en pánico con la noticia de mi virtud, y eso fue como un analgésico para mi asustado corazón, aunque debí haber seguido los consejos de Gabi y decirle la verdad desde el inicio y lamenté no haberlo hecho, me había dolido tanto el primer asalto que no pude retener las lágrimas, fue entonces cuando se me cayó la careta y me descubrió. Quería parecer experimentada y no una niña a la que tenía que enseñarle, tenía conocimiento de algunas cosas, así que no se dio cuenta hasta que no me atravesó como un alfiler.

Luego de la etapa de dolor no quería que parara, se sentía tan bien que dudaba que fuera real, era realmente bueno y me dio una muestra de lo que podía hacer. A Hansel no le gusta el sexo suave, sino que le gusta rudo, salvaje y sin ningún tipo de pudor a la hora de hacer las cosas. Me hizo alcanzar tantas veces el orgasmo que cuando me rendí caí dormida al instante, ni siquiera sabía cómo había llegado dentro de la casa a dormir a la cama en la que él no estaba.

Me crucé de brazos desilusionada por despertar y no verlo a mi lado como prometió, con dolor me levanté de la cama y observé mi alrededor buscando mi ropa, pero al no verla a la vista me envolví con la sábana. A pasos lentos salí hacia el pasillo y recorrí la casa en busca de señales de donde estaba Hansel, pero su ropa y las cosas básicas que traía tampoco estaban.

Un nudo duro se me formó en la garganta y con temor me acerqué despacio hacia la ventana, y moví la cortina traslúcida que daba hacia al mirador, pero tampoco había nadie. Podía oír el latido de temor en mis oídos y las voces que me gritaban; "se fue, te dejó y ahora que consiguió lo que quería no volverá a buscarte".

Parpadeé rápido disminuyendo las lágrimas que comenzaban a acumularse y llena de rabia me acerqué hasta la puerta, tomé la manilla y rogué para no ver lo que confirmaría mis sospechas. Abrí temerosa y la realidad me abofeteó las mejillas de ida y de regreso, el fabuloso Aston Martin gris no estaba y no había rastros de verse estacionado en otro lugar.

Una punzada se me clavó en el pecho y el estómago me dio vueltas, cerré la puerta y me quedé de pie sujetando la sábana. Hansel se fue, me dejó sola en un lugar que no conocía, y ni siquiera sabía por donde debía regresar porque no había prestado atención al camino.

—Qué estúpida soy —murmuré apretando los ojos.

Tantas atenciones, palabras bonitas, todo fue para conseguir sexo, pero no podía esperar menos, es un maestro en el arte de la manipulación. Me sentí tan tonta al confiar en él y en lo bien que se había portado. Respiré hondo tratando de hallar una solución, pero el nudo en mi garganta empezaba a ser molesto al tratar de retener las lágrimas.

Avancé por la fría madera hacia la cama y me senté a pensar en el bonito letrero de estúpida que tenía sobre la cabeza. La señal aquí era terrible como para buscar en Google Maps mi paradero, mi teléfono no alcanzaba ni una barra de señal, lo que me daba cero posibilidades de llamar a un puto Uber para salir de aquí.

Genial estaba atrapada, desvirgada y con el corazón echo polvo en medio de la nada.

Con mal humor me doblé sobre mí misma y puse las manos en mis ojos evitando que las lágrimas salieran, no era momento para llorar cuando mi necesidad más importante era salir de aquí.

—Buenos días, florecita.

Al oír esa voz levanté la vista un momento y me encontré con un arreglo de rosas frente a mi cara, y el bobo de Hansel despeinado con una sonrisa descarada en el rostro. Acepté el ramo observando lo hermoso que era y esperaba que me perdonara por lo que iba a hacer.

—¡Auch! ¡Me haces daño! —gritó cuando le lancé el ramo por la cabeza.

Sentía tranquilidad, al verlo de regreso y saber que volvería a mi casa. Tristeza, por dejarme sola con el sentimiento de abandono. Ira, por llegar como si nada luego de que no dejara ni una puñetera nota de dónde diablos estaba.

—¡Se puede saber dónde estabas! ¡Como diablos se te ocurre irte sin avisar! —grité a punto de llorar.

Hansel se sobó la cabeza riéndose de mi ataque de histeria, es que es un descerebrado que tiene un fetiche por sacarme de quicios.

—Pero que dices mujer, si te dejé una nota.

¿Nota?

Será en su imaginación porque a mi lado no vi nada y en el resto de la casa tampoco. La rabia me punzaba en la cabeza, es que lo voy a matar si sigue sonriendo.

—¿En dónde según tú?

Me tomó de los hombros y me arrastró hasta la cocina, en donde debajo de un imán de corazón había una nota que decía: Fui a comprar algo bonito para ti, espero verte despierta cuando vuelva. Besos, Hansel.

De pronto toda la rabia se transformó en un horrible sentimiento de culpa, lo había juzgado antes de tiempo y de paso lo había golpeado antes de escucharlo, dios porque me hiciste tan impulsiva.

—Isabella, ¿tan idiota crees que soy para dejarte aquí sola? —al girarme lo vi como si fuera un cachorrito traicionado con las orejas hacia abajo. Me quedé en silencio incapaz de responder luego de lo mal que había pensado de él—. Bueno, supongo que me he ganado solito esa fama, pero la próxima vez que dudes de lo que hago, recuerda que te hice una promesa y no crucé los dedos.

En lugar de molestarse conmigo, entendió a la perfección el porqué de mis malos pensamientos hacia él. Se me escapó una lágrima solitaria y él no la dejó seguir avanzando, secándola con su dedo, me dejó un beso en la frente y me envolvió con sus brazos.

El alivio me atravesó el cuerpo aligerando el nudo de mi estómago, volviendo a rugir por el hambre que tenía. Hansel se rio divertido y me llevó hasta la cocina en donde me había dejado un estupendo desayuno de avena con frutas, tal y como me gusta.

—Come porque lo vas a necesitar a donde vamos. No te traje aquí para encerrarte bajo cuatro paredes a darte como cajón que no cierra todo el fin de semana.

Enrojecí al igual que las frutillas que estaba comiendo. Hansel no tenía filtro a la hora de abrir la boca.

—¿A dónde vamos?

Hansel con una sonrisa picarona sacó de una bolsa de papel un pequeño bikini amarillo junto a un vestido blanco.

—Estamos al lado del mar, así que supuse que un paseo romántico por la playa sería lindo.

—¿Y quieres que vaya con eso? —dije apuntando el traje con la cuchara.

—Sí, lo vi en la vitrina y dije; eso luciría ardiente en Isabella, y lo compré.

Estaba muy sorprendida por su sugerencia de bikini, pensé que Hansel era de los que no les gusta que su chica muestre mucho, pero veo que me equivoqué. Es de los hombres que son seguros y que no les molesta el brillo de su pareja, me gusta eso.

—¿No te molesta que otros me miren?

—Para nada, quiero que los idiotas te miren y vean lo afortunado que somos algunos.

Sonreí con sus ocurrencias, me gustaba conocerlo sin esa máscara de chico malo mujeriego que le gustaba llevar al principio, era dulce como un caramelo y cariñoso como un osito de peluche.

Podría acostumbrarme a esto, a que cada día mesorprenda con su forma tan extravagante de ser, a que me saque de quicios encada oportunidad, pero a pesar de todo me gusta que la vida a su lado sea unamontaña rusa de emociones.


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