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Capítulo 25: De patán a Hansel ♡

Hymn For The Weekend - Coldplay

Isabella

La moda en esta época podía ser una controversia, y cualquier elección de ropa podía ser objeto de críticas o burlas. Las prendas cortas eran catalogadas como provocadoras, los escotes pronunciados como escandalosos, y los colores vibrantes, era una clara señal de estar buscando aprobación masculina con desesperación.

Esta noche no quería verme como lo antes mencionado, tampoco quería dar una mala impresión o la señal de buscar algo más pasional. Quería verme hermosa, sencilla y arreglada, pero no lo suficiente para que notaran que me esforcé horas para conseguir un look apropiado.

Ahora es cuando extrañaba a Toña, me hacía falta mi juez personal de la moda, pero no volvía hasta después de año nuevo de la casa de su madre. Tampoco quería molestarla con algo tan tonto, e interrumpir su descanso, le hacía bien olvidarse por unos días de los trastes, del escobillón y de mí.

Hansel esta mañana no me dijo muchos detalles, solo sabía que hoy pasaría a recogerme a las 07:00 pm, y que saldríamos a pasar año nuevo juntos en alguna parte que requería ir cómoda y con un calzado plano.

Después de media hora decidiendo, escogí un vestido lila suelto que formaba bien cada una de mis curvas. Opté por dejarme el cabello al natural, un maquillaje suave y un perfume tan dulce como un caramelo.

Me senté en el columpio del jardín y rápidamente mi mente viajó hacia los momentos juntos. Nos veíamos a diario en su casa, pero hoy era nuestra primera cita oficial y estaba muy nerviosa, pero supongo que es normal sentir un nudo en el estómago y mariposas con la persona que te gusta.

No había vuelto a recibir cartitas acosándome y luego de terminar de trabajar, Hansel venía conmigo a casa para cuidarme. Cenábamos con Toña, veíamos películas juntos y jugábamos juegos de mesa todas las noches para que el perdedor hiciera el desayuno por la mañana.

Por alguna extraña razón no había vuelto a tocarme, y a la hora de dormir se recostaba a mi lado a escucharme leer los libros que me gustan, mientras acariciaba mi cabello. Siempre me saltaba las escenas escandalosas, no quería que creyera que soy una pervertida con las escenas tan detalladas escritas.

Agradecía que estuviera portándose como un caballero conmigo, que esperara el momento adecuado y esas cosas, pero la última vez había quedado con las ganas y sus caricias inocentes en las noches eran brasas en mi cuerpo, despertando instintivamente la excitación. En pocas palabras estaba ansiosa por que volviera a intentarlo y esperaba que esta noche diéramos el gran paso.

Ayer por la noche había cambiado su nombre de contacto de patán a Hansel ♡. No se me hacía justo que tuviera ese nombre luego de todas las atenciones que estaba teniendo conmigo, se había ganado a pulso ese corazón al lado de su nombre.

En cuanto vi su nombre brillar en la pantalla del teléfono me levanté hacia la salida, crucé el jardín y entre los barrotes de la reja pude verlo. Estaba apoyado en la puerta del copiloto con los brazos cruzados en un perfecto esmoquin negro, peinado como un niño bueno.

—Hola —dije sujetando el bolso que de alguna manera calmaba mis nervios.

—Hola —respondió con una sonrisa, pero se quedó en su lugar mirándome con ese algo que me hacía sentir especial—. Te ves muy bonita —añadió sujetándome con suavidad.

Si no me hubiera estado sujetando de la cintura me habría caído de culo por la emoción que sentía en ese momento. No era nada que no me hayan dicho antes, pero lo que las hacía especial, es que él las había dicho mirándome a los ojos, sin ninguna duda en medio que me causara desconfianza.

—¿No te parece que voy muy informal a tu lado? —giré dándole vista completa del vestido. Largo, ajustado en la cintura y suelto de la cadera hasta los tobillos.

—No, así estás perfecta.

—Si tú lo dices.

Abrió la puerta, acepté su mano y mientras me ponía el cinturón de seguridad, Hansel sacó un antifaz de esos que son para dormir y lo dejó en mis manos. La miradita traviesa que me dedicó, fue suficiente para que sin rechistar ni una sola vez, me pasara el antifaz por la cabeza dejando que me llevara sin mirar el camino.

—¿Adónde vamos con exactitud? —pregunté sin ver, oyendo como encendía el motor del auto.

—Es una sorpresa.

—No saber me causa ansiedad.

—Solo confía en mí, te va a gustar.

Recliné levemente el asiento con la angustia en el pecho, odiaba la idea de no saber, me causaba dolor de estómago de los nervios.

Hansel sujetó mi mano y le dio un beso que me hizo sonreír, pero en cuanto frenó de golpe gritando, me quité el antifaz de un solo jalón y abrí los ojos tan grandes como platos de lo asustada que estaba en el asiento.

Al ver que todo estaba normal, el alma me regresó al cuerpo, pero no sin darle un golpe en el hombro por esa broma de mal gusto.

—¡No es gracioso animal! —grité despeinada por la frenada y molesta por cómo le salían las lágrimas de tanto reírse.

—Hubieras visto tu cara, estaba para una película de terror.

Ignoré su comentario indignada y volví a cubrirme los ojos por su broma de mal gusto. Hansel siguió conduciendo, riéndose constantemente por el camino recordándome la cara de susto que había puesto.

Entre risas, bromas y conversaciones sobre la vida, se esfumó cualquier molestia dirigida hacia él, y tener los ojos cerrados fue como una cita a ciegas en donde podía expresarme con total libertad, sin reprimir nada. Hansel se reía de mis chistes absurdos y en cada oportunidad que tenía, entrelazaba su mano con la mía, haciendo una suave caricia con el pulgar.

Si no me fallaba el cálculo, condujo alrededor de una hora cuando comenzó a disminuir la velocidad hasta que el auto se detuvo por completo. Oí cuando puso el primer pie en el suelo, cerró la puerta y en menos de dos segundos estaba parado a mi lado para ayudarme a bajar.

No hacía falta que me dijera en donde estábamos, porque el sonido del oleaje chocando y el olor a agua salada delataron nuestra localización.

—¿Lista? —susurró por encima de mi hombro provocándome un escalofrío que se fue directo a mi entrepierna. Últimamente eso me pasaba seguido.

—Sí —sonreí.

—Te presento a Selene —dijo quitándome el antifaz, enseñándome el enorme yate blanco frente a mí.

Era increíblemente lujoso y hermoso, al igual que el nombre en letras cursivas tatuado a su costado. Subí a la plataforma con cuidado, sintiendo el romanticismo con el eterno mar de fondo y la luna creciente encima de nosotros. La iluminación era tenue, había algunas flores en cada esquina, como si estuvieran enseñándome el camino que debía seguir. Avancé por el yate hasta una mesa redonda en donde todas mis ilusiones se rompieron al ver varios platos y cubiertos. Esta noche no era una cita y tampoco sería una noche ardiente.

—¿Hansel, viene alguien más? —dije observando con detenimiento la mesa preparada.

—Mi familia.

Se me secó la garganta y tuve que tragar saliva. Familia era una palabra muy amplia que abarcaba a personas cercanas a él, como Jaime, su madre y la venenosa de su hermana.

Si hubiera sabido que era una cena formal me habría puesto algo mejor, el vestido que traía era muy sencillo para la ocasión. Maldito seas Hansel, cómo se te ocurre omitir un detalle tan importante en la invitación.

—Podrías haber dicho eso para empezar —dije observando el Mercedes blanco estacionarse al lado del auto de Hansel.

—Mira ya llegaron, voy a recibirlos.

Hansel se alejó feliz, mientras que yo sonreía con una mueca agria. Observando como Hansel abrazaba a Estefanía, su hermanita, incliné la cabeza hacia arriba cerrando los ojos y pedí; Dios, soy yo de nuevo, por favor ilumíname con el don de la paciencia para soportar a esa chiquilla, si no, me acriminaré con ella esta noche.

Al ver que las dos mujeres llegaron radiantes, vestidas con ropa sencilla al igual que la mía, volví a respirar. Lo último que quería era dar una mala impresión a mi futura suegrita. Ambas se subieron al yate y de los nervios tomé una de las copas de champaña y me la bebí de un solo trago.

Su madre venía tomada del brazo de Hansel, y Estefanía venía unos pasos más atrás sonriendo con Jaime, pero en cuánto me vio, su rostro se desfiguró, dejando en segundo plano su felicidad.

—Isabella, te presento a mi madre—dijo Hansel acercándose con la mujer.

No sabía por qué estaba presentándome a su madre con tanta formalidad, no era su novia, pero tampoco una desconocida, así que era algo incómoda la situación al no saber si presentarme como una amiga o al culito que se quiere follar.

—Me llamo Anastasia, no sabes el gusto que me da conocerte al fin señorita.

—El gusto es mío, muchas gracias por invitarme.

—Ni lo menciones, me alegra que estés aquí. Me gustaría escuchar de primera fuente todo lo que estás haciendo en la casa de mi hijo.

—Con gusto le explicaré todo, es más, le puedo mostrar los planos y explicarle paso a paso todo lo que he estado haciendo.

—¡Eso sería fantástico! —se acercó tomándome de las manos y la sensación fue tan agradable como cuando él me abrazaba—. Pero pasemos, necesitamos unas copas para abrigarnos de la brisa nocturna.

Anastasia me jaló detrás de ella hacia la mesa, mientras que de reojo le di una mirada de auxilio a Hansel, pero él me sonrió con los ojos brillando en felicidad y asintió con la cabeza, lo que me dio un poco de confianza.

Ver a Hansel sentarse en frente de mí, disminuyó mi posición rígida en la mesa y volví a respirar con normalidad, pero mi calma se vio opacada cuando la tóxica se sentó a su lado observándome con descontento.

Mi paciencia estaba siendo probada de forma ruda, pero no iba a dejar que ninguna mocosa amargara mi noche con Hansel. Podía seguir toda la noche mirándome con desprecio, porque no iba a dejarla ganar, menos ahora que su madre estaba a mi favor, lo que parecía fastidiarla más.

Charlamos un poco abriendo la noche con el champán, y mientras hablaba con Anastasia, noté lo mucho que se parece su hijo a ella. Tenía la misma nariz respingada, pómulos afilados y labios perfectamente perfilados, pero lo que más hipnotizaba, era su facilidad para conversar de cualquier tema. Sabía desde jardines, hasta los nombres de cada constelación, y me costaba trabajo creer que esa mujer tan refinada y educada tenía una hija tan descortés.

Pensé que alguien vendría a traer la cena, pero la madre de Hansel se levantó de la mesa y sin decir nada se fue a la cocina, se puso un delantal y cuando la vi subirse las mangas de la blusa, la seguí.

—¿Necesita ayuda?

—Claro, puedes cortar las ensaladas, mientras sazono el pavo.

En silencio tomé un cuchillo del cajón, sumergí las manos en el agua fría y me las lavé bien antes de meter los tomates, la lechuga y el pepino. Lavé las hojas una a una, asegurándome de que no quedara tierra y las dejé en un colador para que escurriera el agua. Luego tomé los tomates y con cuidado rebané la piel, dejando solo la carne cortada en rebanadas. Mientras cortaba un trozo de pepino me distraje viendo a Hansel sonreír, me gustaba la forma en que se curvaba su boca y el sonido de su voz ronco y seductor, pero al sentir un pinchazo agudo en el dedo volví a poner atención a lo que estaba haciendo.

—Es muy guapo, ¿cierto? —preguntó Anastasia mirando mi dedo sangrar y tomó un poco de sal esparciéndola sobre la herida. Era un viejo truco para que la sangre se detuviera más rápido.

—Lo es —esbocé una mueca de dolor al sentir como me escocía la carne con la sal.

—Mis hijos físicamente se parecen mucho a mí, y toda su belleza se debe a mi esfuerzo. Estefanía tiene el mismo genio de su padre, es gruñona, pero sobre todo muy caprichosa, y siempre le gusta salirse con la suya. Hansel, él es mi niño especial, tiene una alegría única y sé de sobra que puede ser un dolor de cabeza algunas veces, pero en el fondo de esa coraza, es un hombre bueno, amable y atento—. Anastasia le quitó el papel protector a un parche y con cuidado de no hacer mucha presión lo puso sobre mi herida—. Oye Isabella... sé que Hansel y tú no establecen nada todavía, pero ¿puedo pedirte algo?

—Claro —respondí nerviosa.

—Por favor no lo lastimes —suplicó mirándome fijamente.

—Puedo prometerle que no lo haré, Hansel significa mucho para mí —contesté con rapidez.

—Gracias... ahora puedo quedarme tranquila.

Anastasia recuperó el aliento estirando las comisuras de sus labios hacia arriba, soltó mi mano y regresó a la cocina.

La madre de Hansel era una buena mujer y sobre todo excelente madre, conoce muy bien a sus hijos y sabe de lo que son capaz. Lo que más me gusta de ella, es el aire maternal tan acentuado que tiene, procura a sus hijos sin importar como sean y a pesar de que no la conozco, siento que le agrado.

Al cabo de una hora regresamos a la mesa con la cena y las ensaladas. Hablamos de todo un poco, y Anastasia en varias ocasiones dejó en evidencia las vergüenzas que le hacía pasar Hansel cuando era un adolescente. Por otro lado, Jaime dejó su formalidad en la mansión y parecía un jovencito contando anécdotas de su juventud, haciéndome reír más de una vez.

La espera hasta las doce de la noche fue amena y agradable, disfruté de la comida que había preparado Anastasia al punto de dejar el plato reluciente. Hansel en todo momento se preocupó de hacerme sentir integrada y no como una visita extraña en la cena familiar. Hacía tanto tiempo que no me sentía en familia, que era un poco extraña la alegría en mi pecho al volverme parte de algo.

Todo iba bien y estaba disfrutando la compañía, pero la noche estaba siendo opacada por el malhumor que tenía Estefanía. Por debajo de la mesa en más de una ocasión, me dio patadas y pisotones que ignoré para que dejara ese pésimo comportamiento, pero no me dejó tranquila. Cada vez que intentaba hablar me interrumpía, tomó la champaña con toda la intensión de empujar mi copa y no lo logró. Sus celos por Hansel eran extremos, porque si por alguna razón, me prestaba más atención a mí que a ella, lo sujetaba del brazo y ponía la cabeza en su hombro.

No podía ponerme celosa, era su hermana menor y era una niña muy inmadura que no notaba lo irracional de su actitud. En parte entendía que estuviera celosa, antes eran solo los cuatro y la atención era únicamente para ella, se sentía desplazada por mí, así que por eso, dejé pasar sus faltas de respeto hacia mí continuamente.

Una vez el reloj marcó las once con cincuenta y nueve de la noche, nos paramos en la baranda del yate a contar los segundos en reversa para despedir el año. Esta era la primera vez que vería los fuegos artificiales tan de cerca y en un yate alejados de la orilla del muelle.

Al oír el primer estruendo con la luz brillante en el cielo, Hansel tomó mi mano con la suya llamando mi atención. Dijo algo que no pude oír por el estrépito de los fuegos, pero la forma en que se movió su boca pude leer a la perfección las palabras "feliz año nuevo, florecita" salir de sus labios.

El corazón me latía con fuerza y el cuerpo me temblaba por la emoción, él me alejó un poco de los demás y me rodeó con sus brazos levantándome del suelo y girar conmigo sin parar. La sensación de llorar me inundó el pecho por la dicha, Hansel parecía leer mis pensamientos y a pesar de que su familia estaba a unos pasos de nosotros, aprisionó mis labios con los suyos en un beso suave lleno de ternura.

—Feliz año nuevo, patán —dije escondiendo mi boca en su cuello.

Quizás esta no era la cita que esperaba en un principio, pero estaba siendo muy especial para mí. Hace un minuto había terminado el año con Hansel a mi lado, y ahora estaba empezando el año con él besándome bajo la chispa ardiente de los fuegos.

Cuando los últimos destellos en el cielo se desvanecieron por completo, Estefanía pasó corriendo por mi lado empujándome del lado de Hansel y se colgó en su cuello. Él correspondió el abrazo, pero no dejó de mirarme, dándome a entender que tampoco quería separarse de mi lado.

Abracé a Jaime quien cariñosamente me deseó felicidad para este año. Me giré hacia Anastasia que al segundo abrió los brazos y me dio un abrazo caluroso acompañado de un "bienvenida a la familia y usa protección". Al escucharla, me sonrojé desde el cuello hasta la frente y ella simplemente me dio una miradita cómplice y siguió su camino hacia Hansel. Estefanía ni siquiera intentó darme un abrazo, y no me sorprendía con lo dramática que estaba siendo esta noche.

Sobre la mesa ya estaban las tradiciones de año nuevo y entusiasmados pasamos a cumplir con los propósitos y deseos personales de cada uno. Comer una cucharada de lentejas, llama a la prosperidad económica, y comer 12 uvas, representa un deseo o propósito para cada mes del nuevo año.

Mis deseos eran los mismos de todos los años, buena suerte, proyectos a montones y salud para mí y mis seres queridos, pero había uno nuevo este año. Mientras mordía la última uva, incluí el deseo que tenía nombre y apellido, y con el cual me sentía arder cada vez que me miraba con esa manada de pestañas claras.



Llegada la hora de limpiar, Anastasia propuso jugar a piedra, papel o tijeras para decidir quién lavaría los platos de la cena. Para mala suerte de Hansel, perdió y le tocó fregar cada cubierto y platos hasta dejarlos brillando. Jaime se apiadó de él y fue en su ayuda secando mientras lavaba el resto.

Desde la cubierta del yate podía verlo sonreír, mientras que tenía las manos llenas de espuma. Mi mente últimamente era la de una quinceañera hormonal, porque verlo hacer cosas tan sencillas como lavar los platos, despertaba alegría en mis partes. Debo estar loca, pero me gustaría ser la esponja para que me tomara entre sus manos, y me apretara con la misma fuerza.

No sabía en qué momento había pasado a gustarme de esta manera, pero me encantaba tenerlo a mi lado.

Anastasia estaba algo cansada y se sentó en la mesa quitándose los zapatos, cerró los ojos y disfrutando la brisa se tomó una copa de vino. Para no interrumpir su paz, me acerqué hasta la orilla del yate y me quedé observando la vista tan bonita de la ciudad.

—Deberías lanzarte, le harías buena compañía a los peces.

Al escuchar la voz chillona de Estefanía, blanqueé los ojos. Esperaba que Hansel terminara pronto, mi paciencia había expirado hace horas y en este momento, no dudaría en tomarla del cabello con fuerza, y azotar su cabeza contra la baranda por ser tan desagradable.

Estefanía sin importarle si estaba de acuerdo o no, se paró a mi lado con una sonrisa burlesca y se apoyó en la baranda.

—¿Por qué me odias tanto?

—No te consideres tan importante, yo no te odio, pero me molesta que estés con mi hermano. Desde que tú estás en la casa, pasa todo el día en esa maldita ventana mirándote, él te dedica toda su atención y se olvida de mí. Vivo en Londres, nunca estamos juntos y por tu culpa estoy perdiendo el verano que debería estar disfrutando con mi hermano.

Su falta de empatía me confirma lo que pensaba antes, es muy inmadura y no conoce lo que son los límites y el respeto hacia los demás. Exagera una situación que a mi parecer es normal, ya que su hermano es un hombre adulto y tiene todo el derecho de salir con alguien. Estefanía está siendo egoísta y solo piensa en sí misma, ni por un segundo se detiene a pensar en que quizás a Hansel le gusta mi compañía.

—No te quiero cerca de mi hermano.

—¿Quieres que me aleje? —pregunté con la vista fija en Hansel, que permanecía ajeno a mi conversación con su hermana.

—Sí, aléjate de él.

—¿Y qué harás si no quiero?

No iba a dejarme aplastar por una niña, no estoy dispuesta a alejarme de Hansel porque ella no está de acuerdo. Ya estaba cansada de ser paciente y tratar de entenderla, no merecía nada de mi parte con su comportamiento.

—Isabella, no te estoy preguntando —dijo riendo—. Vas a alejarte de mi hermano y vas a empezar desde ahora.

En el momento en que desvié la mirada hacia él, sentí las manos de Estefanía sobre mis hombros y con fuerza me empujó contra la baranda. Dejé escapar un grito ahogado tambaleando hacia atrás, vi mis pies volar sobre mi cabeza y escuchar el agua salpicar. El agua salada al instante me cubrió y por un segundo todo se volvió oscuro, mientras que el frío me atravesó las capas de la piel y me congeló hasta los huesos, pero lo peor de todo, es que no sabía nadar.

El pánico se apoderó de mi cuerpo y desesperada comencé a patalear en un intento de subir, pero con cada movimiento, me hundía más y más hacia la eterna profundidad del océano. El oxígeno se me estaba agotando y mi cuerpo de forma natural inhalaba tratando de conseguir aire, pero solo lograba succionar agua salada que iba directo hacia mis pulmones.

Sumergida, observaba como poco a poco el brillo del yate se alejaba, mientras que el miedo me atravesaba cada parte del cuerpo como un millón de agujas. El corazón me latía con fuerza y me preguntaba, ¿cómo es que voy a morir ahora?, cuando había pasado una noche tan maravillosa, sintiéndome en familia luego de varios años.

Forcé a mi cuerpo a moverse a pesar de que ya no sentía mis extremidades por el frío, pero cuando los espasmos azotaron mi cuerpo, me rendí, ya no había aire que respirar y solo veía el yate alejarse de mi campo visual.

En menos de fracción de segundo una mano me jaló con fuerza hacia la superficie, pero había tragado mucha agua y estaba algo aturdida por el pánico.

—¡Vamos, respira! Si te ahogas y te mueres, rompes la promesa que me hiciste.

No podía verla, pero sabía que era Anastasia la que me cacheteaba las mejillas tratando de hacerme reaccionar. Al ver que no respondía, nadó conmigo en la espalda hasta que se acercó al yate para poder subir por la parte más baja,

—¡Qué creen que hacen! —gritó Hansel.

—¡Cállate y ayúdame a subirla!

Con los ojos entrecerrados, logré ver a Hansel con los ojos muy abiertos al verme temblar y sin perder tiempo me sujetó de los brazos y me subió. Tosí y tosí hasta que el cuerpo finalmente expulsó toda el agua que había tragado, y me abracé el cuerpo tratando de recuperar mi temperatura corporal.

Hansel a la velocidad de un rayo quitó la manta de un sillón y me lo pasó por encima abrazándome, ayudándome a volver a entrar en calor.

—¿Me quieren explicar cómo se les ocurrió lanzarse al agua? —preguntó Hansel un poco nervioso todavía, mientras que Anastasia se recostó en el suelo con los brazos abiertos—. ¿Se volvieron locas o qué?

—Hansel, cállate porque esto no habría pasado si tu hermana no hubiera empujado a tu novia por la borda.

Levanté la mirada con los ojos apenas abiertos, y la acusada tenía la boca abierta al ser delatada por su propia madre.

Hansel podía ser alegre, paciente y adorar a su familia, pero la mirada asesina que le dio a Estefanía, me demostró que podía enfurecer y no tomarse todo a la ligera. La vena que cruzaba su frente estaba a punto de estallar, y apretaba tanto la mandíbula que podía oír el rechinar de sus dientes.

Estefanía se congeló en su lugar como si fuera un cachorrito regañado, y miró a Jaime buscando ayuda, pero él solo se limitó a cruzar los brazos. Se mordió los labios, comenzó a tronarse los dedos y abría y cerraba la boca tratando de encontrar la excusa perfecta.

—¡Ella se resbaló, yo no la empujé! —se defendió alterada al ver que todo la apuntaba como la culpable.

El sentimiento de lástima irrumpió en mi mente a pesar de que había hecho algo malo, no quería que la regañaran, no en la noche que debía ser alegre y sin dramas. Ya tendría tiempo para aclarar las cosas con ella, y que me diera un motivo válido de por qué había hecho algo tan descabellado, no podía creer que fuera por poner mis ojos en su hermano.

—Discúlpate con Isabella —gruñó Hansel con voz autoritaria. Estefanía respiraba agitada y la ira la hizo ponerse roja.

—No.

—¡Discúlpate con ella ahora mismo!

—¡No, no pediré disculpas por algo que no hice!

No podía creer lo mentirosa que estaba siendo, desde que me vio me tomó coraje, me dijo que Hansel era su novio cuando en realidad es su hermano. Y como si eso no fuera poco se pasó toda la noche golpeándome y ahora niega su culpabilidad. De tan solo ver su actitud arrogante, me daban ganas de cachetearla hasta que me canse, pero eso no va a resolver nada, solo empeorará las cosas.

—Está bien, no te disculpes —dijo Hansel tragándose su rabia y ella sonrió victoriosa—. Pero en cuanto regresemos, recogerás todas tus cosas y te vas de mi casa.

—¡No puedo creerlo, me vas a echar por una de tus zorras!

—¡ESTEFANÍA! —gritó Anastasia, logrando que la chiquilla se encogiera en su lugar.

El silencio reinó por unos segundos haciendo el aire más tenso, y la dicha que habíamos compartido hace media hora se desapareció. Los rostros de los presentes estaban molestos y todos los ojos estaban sobre Estefanía, que contenía las lágrimas con una voluntad inquebrantable.

Hansel era culpable al igual que su madre del comportamiento de la chiquilla, la tenían demasiado consentida y habían aguantado todas sus majaderías. Entendía que era la menor de la familia y que se le quisiera consentir en todo, pero llegar a esto fue demasiado, no siempre lo tendría todo y debía aprender esta lección que le serviría a lo largo de su vida.

—Jaime, llévanos de vuelta, me llevaré a Estefanía al hotel —Anastasia se levantó destilando agua del vestido con la molestia a la vista, sin esconderla bajo una educada sonrisa.

—Mamá, pero yo no me quiero ir, la que debería irse es...

—Haz silencio —exigió con seriedad—. No quiero oír una sola palabra tuya luego de lo que hiciste.

Anastasia era feroz, no hacía falta que levantara la voz para regañarla, su sola mirada era una bofetada que la hacía mantener silencio y bajar la cabeza.

En cuanto tocamos el muelle, Anastasia tomó a su hija de la mano y la sacó del yate a tirones, y sin oportunidad de hablar la subió en el auto a punta de coscorrones. Jaime se fue con ellas para defender a Estefanía, que desde aquí la veía llorar y alegar que no me había empujado.

No estaba a favor de la violencia de los padres hacia sus hijos, pero no pude evitar sentirme satisfecha al ver el golpe fuerte en la cabeza que le dio Anastasia a la malcriada de su hija, se lo merecía.

—Siento lo que pasó —dijo Hansel tambaleándose sobre sus pies muy nervioso, como si lo que pasó fuera su culpa.

—Hansel, puedo entender muchas cosas, pero eso fue demasiado —Me senté en el sillón volviendo a recuperar la tranquilidad—. Lo que hizo fue muy grave y te aviso desde ya, que no quiero volver a ver a tu hermana en algún tiempo.

—Tranquila, no planeo volver a juntarlas hasta que Estefanía no sepa comportarse como una mujer madura —dijo arrodillándose frente a mí y me sujetó de las manos—. Te juro que casi me da infarto cuando vi a mamá arrastrándote media inconsciente.

Al verlo en esa posición mi imaginación traviesa con medio pensamiento, se fue directo al cajón de la calentura, haciéndome volver a mi temperatura normal en un segundo. No era el momento para pensar en sexo, y aquí estaba, pensando en que en cuando menos lo esperara, se me abalanzaría encima.

—Es hora de irnos —jadeó levantándose del suelo tomando mi mano para guiarme hacia la salida.

—¿Al hotel? —al poner el primer pie en el muelle me miró mordiéndose el labio y no tardé en darme cuenta de que no era allí a donde íbamos—. ¿Qué planeas Hansel Becker?

—Nada, solo no quiero compartirte con nadie en lo que resta del primero de enero, así que por eso, voy a llevarte lejos. Ahora, sube al auto y disfruta del paisaje.

Hansel abrió la puerta del auto y dejé que me llevara a donde él quisiera. Las emociones me tenían el estómago hecho un lío, y a pesar de que no paré de preguntar adónde vamos, no me dijo nada, y solo se dedicó a conducir con su mano sobre mi pierna. Al ver su mano sobre mi piel, deseé con todas mis fuerzas que subiera un poco más el tacto, pero no lo hizo.

Llevaba días siendo el caballero de armadura dorada que me trataba como si fuera la flor más delicada, y me gustaba, pero extrañaba al patán baja tangas, el que me metía mano en cada oportunidad que tenía.

De un momento a otro, el camino se volvió de tierra y cubierto de baches y piedras sueltas que hacían que el auto saltara y tambaleara a cada metro. Hansel pisó el acelerador con fuerza llegando a una colina y volvió a aumentar la velocidad cuando bajamos, y juntos gritamos con la sensación de vértigo en el estómago.

Unos minutos después, llegamos a un área más civilizada, Hansel bajó del auto, estrechó la mano con un hombre que le entregó unas llaves y regresó.

—Ya dime adónde vamos —insistí, mientras que Hansel conducía.

—No comas ansias, falta poco.

No avanzamos ni medio kilómetro cuando llegamos a un enorme portón blanco antiguo, que nos dio acceso a una propiedad en cuanto Hansel apretó el botón del control. Bajé del auto con la mandíbula hasta el suelo, la casa frente a mí era tan hermosa que pensé que no era real, el jardín principal era como el de mi casa; lleno de flores, pasto y árboles frutales.

Hansel abrió la puerta de la casa y con un gesto suave, se apartó de en medio, dejándome ver la encantadora vista de la sala. Era un espacio sencillo, sin adornos innecesarios ni extravagancias, pero esa sobriedad tenía su propio encanto. Los colores pastel le daban vida a las paredes, y los muebles blancos le daban ese toque de serenidad, lo que me hacía sentir en casa.

—Ven conmigo, esto no es lo que quiero mostrarte.

Suavemente, tiró de mí con él marcando el paso hasta un ventanal grande, y esperé expectante a que abriera. Al hacerlo, la brisa me llegó de lleno en el rostro, y lo que vi más allá me dejó sin habla. Un bonito campo de tulipanes de diferentes colores rodeaba un mirador, pero más grande que el que había construido en la casa de Hansel. En silencio caminé por el largo camino iluminado de pequeños faroles solares y las estrellas, y me quedé allí, sin poder articular palabra, atrapada por la belleza de aquel paisaje que parecía sacado de un sueño.

No podía creer que el hombre que en algún momento había catalogado como patán, haya tenido el gesto de traerme en la oscuridad de la madrugada a un lugar especial con las flores que más amaba.

Al entrar al mirador, lo primero que llamó mi atención fue el nido de almohadas, que estaban perfectamente instaladas para dejarse caer en ellas. La iluminación era tenue, y el ligero olor a flores en el viento le daba un aire más sentimental e íntimo. Sabía lo que venía, la privacidad, el silencio y el ambiente romántico me lo decía.

De reojo vi a Hansel acercarse a pasos lentos, erizándome la piel con cada mirada suya. Una vez estuvo delante de mí, sin decir nada me arrebató la manta de los hombros y deslizó sus manos por mi cintura.

—Me detendré si me lo pides —dijo besando mi cuello.

Aún no había hecho nada y estaba hecha un desastre, podía sentir la humedad, pero sabía que me pasaría esto, llevaba días con ganas contenidas.

Observé a Hansel en silencio, mientras él esperaba pacientemente, sin presionar, a que tomara una decisión que ya había tomado desde nuestro primer beso. No necesitaba pensar nada, no había dudas, ni miedos, todo lo que quería estaba dentro de este mirador y frente a mí, con una inquietud que decía mucho más que mil palabras.

Acerqué mis manos hasta su pecho, sintiendo el latido acelerado de su corazón que respondía al mío. Subí lentamente, hasta que mis dedos encontraron su rostro, mientras que sus ojos se mantenían fijos en los míos. El corazón me latía tan fuerte que podía escucharlo y sentí el calor acumularse en mis mejillas, y con un leve susurro cargado en valentía, expresé mi deseo.

—Hansel, quiero que me toques.


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