Capítulo 22: Club Imperial
Avicii & Nicky Romero - I Could Be The One
Isabella
Elegante y sexy. Así me sentí al verme en el espejo con el vestido negro que había traído Gabi como regalo de cumpleaños. El escote en V hacía resaltar mi pecho, la tela ajustada enmarcaba mis caderas y el corte en la pierna izquierda me daba cierto aire coqueto. Era increíble como una tela tan sencilla me hacía ver tan diferente.
Estoy segura de que si Hansel me viera vestida así, el vestido ya habría desaparecido.
—¡Isabella, ya vámonos!
Los gritos insistentes me obligaron a dejar de verme en el espejo, y rápidamente salí al pasillo en donde mi compañía de esta noche aguardaba en la sala.
Por lo general, el primer instinto que despertaba en otras mujeres era la envidia, miradas despectivas, y murmullos a mis espaldas. Pero las dos mujeres de la sala, en lugar de mirarme con cualquier deseo malicioso, se quedaron serias por un segundo para luego gritar.
—¡Mírate! —gritó Gabriela—. ¡Estás preciosa!
Era la primera vez que no me sentía incómoda al ver la reacción de dos mujeres, en esas dos no había ni una gota de maldad, solo buenas energías y buenos comentarios.
—¡Mira esas tetas! —añadió Abigail con energía—. ¡Estás que ardes!
Abigail desde que Gabriela me la presentó me ha caído bien, tiene esa chispa vibrante que lo hace todo más divertido. Tiene una personalidad tan alegre que es fácil conectar con ella y no sentirme como el mal tercio, aunque no la conozca tanto. Su sentido del humor es igual de espontáneo que el de Gabriela y en todo momento me hace sentir incluida, como si nos conociéramos de toda la vida.
—Es que ahora entiendo al pobre de Hansel, si yo fuera hombre, también habría caído —confesó Abigail—. Es que aún no supero el culazo espectacular que te gastas, mujer.
—Gracias por los halagos —contesté ignorando al mencionado en la conversación.
Por el momento, no sabía cómo catalogar lo que teníamos, así que preferí guardarme cualquier tipo de comentario. Además, no quería recordarlo, hoy había ido a trabajar con un vestido especial por si se aparecía en el mirador, pero no apareció en todo el día. Odiaba cuando hacía eso, aparecía de un momento a otro, me hacía considerar la idea de acostarme con él y luego puf, se hacía polvo en el aire.
—Isabella, no te hagas la loca —dijo Abi en un tono sugerente—. En mi fiesta de compromiso vi muchas cosas, sobre todo en el laberinto.
Abigail con una sonrisa le dio un vistazo a Gabriela, que ignoró la aclaración rascándose la oreja y mirando el techo, como si hubiera algo más interesante allá arriba aparte de un cielo plano pintado de blanco.
—Bueno, sé que hay algo entre nosotros, pero no es nada más allá de besos y abrazos —mentí.
—Dulzura, eso es porque tu aventura con él apenas está empezando —dijo Gabriela, echándome más tierra.
—Basta no me atormenten, ya tengo suficiente pensando en que me va a partir a la mitad si me toca.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Abigail.
Gabi desvió la mirada y le dio un sorbo al vaso de agua en su mano, ignorando la mirada de pregunta de su mejor amiga. Si había algo que valoraba de Gabriela es que era buena para guardar secretos, le podía confiar mis más profundos pecados y ella se lo llevaría hasta la muerte.
—Te contaré algo que solo sabe Gabriela y espero que no se lo cuentes a nadie.
—¡Cuenta, cuenta, no puedo más con la duda!
—Soy casi virgen.
—¿Me estás hueviando? —insultó al aire. La pobre quedó rígida en el sillón mirándome como si fuera Sor Teresa de Calcuta—. Cómo es eso posible si tienes 30 años.
—31, acabo de cumplirlos.
—¡31, y sigues siendo pura! —gritó más impactada—. Definitivamente yo no podría, lo siento, me encanta comer pepino.
Me reí soltando la carcajada. Era increíble su capacidad para sacar su lado cómico de la nada, incluso en las situaciones más cotidianas o aparentemente triviales. De verdad que está mujer era de las pocas que me caerá bien en la vida.
—Ni tan pura, he hecho algunas cosas, pero nadie ha llegado entrar a casa esperanza, sigue intacta.
Entendía su asombro, era una noticia algo difícil de digerir debido a la edad que ya tenía. Pero vamos, no podía ser la única mujer virgen a sus treinta y un años.
—¿Y el idiota de Hansel lo sabe?
—Nop —contesté colocándome unas argollas pequeñas en las orejas.
—Bueno, con gusto te daré consejos de cómo perder la virtud sin morir de vergüenza en el intento, pero primero necesito esos tragos.
Entre risas salimos al auto de Gabi, que iba un poco cabizbaja. Era la única embarazada de las tres, por lo tanto, era el conductor designado. En cuanto a Abi y yo, teníamos chipe libre para beber a destajo, porque no tendríamos que preocuparnos por cómo volver a nuestras casas.
—Abi, ¿supiste quién era la mujer que se les apareció en el laberinto? —preguntó Gabriela saliendo hacia una calle principal.
—La verdad no, y sigue pareciéndome todo tan extraño —dijo con un tono preocupado—. La organizadora del evento revisó las cámaras de seguridad y en ningún momento entró esa mujer que vimos, así que no sabemos de donde salió.
—¿Qué mujer? —pregunté curiosa.
—Una muy rara que se les apareció a varios en la fiesta.
—¿Era una de pelo negro que estaba de espaldas llorando? —Abigail al oírme, dio vuelta la cabeza desde el asiento del copiloto y me miró con los ojos muy abiertos.
—¿También la viste? —asentí—. Nosotros también y Jared casi se cagó del susto cuando la vio. Y no solo eso, salió corriendo y gritando que era la llorona.
—El peluca siempre será un cobarde —dijo Gabi entre risas.
Conversando de todo y nada, el camino a la discoteca pasó volando entre risas por parte de Gabriela y bromas sugerentes sobre cómo debería abrirle las piernas a Hansel. Gabi estacionó el auto a unos pocos metros del club y salimos como tres Diosas del Olimpo.
Abigaíl llevaba un velo corto de novia en la cabeza, dando a entender que es una futura novia y que venía a pasarla bien, no a ligar. Gabi en silencio buscó algo en su bolso, y una vez lo sacó sonrió mostrándome una corona de plástico que decía "Feliz cumpleaños" en letras brillantes.
—Feliz cumpleaños mi querida Isabella, que este año sea muy bueno, y espero que pronto me sorprendas con que ya le soplaste la vela a Hansel.
—¡No me digas esas cosas! —grité avergonzada, mientras que Gabi acomodaba la corona sobre mi cabeza.
—¡Entremos de una vez! —dijo Abi tomándome del brazo.
Al acercarnos a la entrada me desanimé al ver la enorme fila para entrar, pero Abigaíl se acomodó bien las tetas y avanzó hacia el enorme guardia de la entrada. El moreno ardiente le sonrió y sin mucho esfuerzo abrió el acceso para que las tres pasáramos sin esperar un turno.
—¡Cómo hiciste eso! —grité para que pudiera oírme, la música estaba muy fuerte.
—¡Vengo seguido con Jared y somos clientes VIP de este lugar, solo hizo falta que el guardia me viera para que me dejara entrar!
El lugar estaba lleno, pero a nosotras no nos importaba eso, teníamos mesas reservadas y ya estaban esperando a que llegáramos. Una morena estupenda saludó a Abi en ambas mejillas y nos guio hasta nuestra mesa. Pedimos un par de cervezas para comenzar, mientras que la pobre de Gabi se pidió una piña colada sin alcohol.
Cuando íbamos por la tercera botella de cerveza con Abigaíl, se me fue la lengua y le conté todo lo que ha estado pasando entre Hansel y yo.
—¡Te juro que nunca en mi vida me habían tocado también! —dije mientras que Gabriela, al ser la sobria de las tres se partía de la risa—. Y no solo eso, el idiota tiene una anaconda muy bien escondida abajo de los pantalones. Estoy casi segura de que le da la vuelta en el muslo.
—¡Entonces ve por el culebrón! —dijo Abi golpeando la mesa—. ¡Demuéstrale que calzón raya la cancha!
—¿Pero no les parece que voy muy rápido?
—¡Claro que no, la vida es una y tienes que disfrutarla! —contestó Gabriela.
—¿Te gusta Hansel? —preguntó Abigail.
—Sí.
—Entonces ve por él, no dejes que se te pase la oportunidad si tantas ganas le tienes. Además, está claro que lo traes loco, yo misma pude ver como te miraba en mi fiesta.
—Eso lo sé, pero me asusta un poco la idea de acostarme con él. Hansel es un hombre muy experimentado, ¿qué pasa si le parezco aburrida?
—No digas eso, no te pongas expectativas —dijo Abi tomando mi mano—. Hansel puede ser experimentado, tener un pene tan grande como su ego, pero quizá solo sirve para el arranque.
Gabriela se rio a carcajadas soltando un poco de la piña colada que se estaba tomando.
—Tienes razón, tengo que dejar de crear escenarios novelescos y dejar que todo fluya, ya veré como salen las cosas en el momento.
—¡Eso es! —gritó Gabi.
—Quiero hacer un brindis —dijo Abi levantándose de la mesa, alzando su cerveza—. Quiero brindar por mi sobrino o sobrina a bordo y por mi nueva amiga, que es la reina de la pureza y que se ha resistido como una campeona a los deseos carnales. ¡Salud!
—¡Salud por Isabella! —dijo Gabi pegando su copa a nuestras botellas de cerveza.
—¡Salud por mi vagina! —vociferé, llamando la atención del grupo que estaba a nuestro lado.
—¿Por qué no vamos a bailar abajo? —dijo Gabi jugando con la bombilla del vaso—. Aquí arriba nadie baila y son todos unos aburridos.
—Tienes razón —dije tomando mi bolso—. Necesito perder las calorías que me acabo de tomar.
Entre risas bajamos las escaleras hacia la pista de baile y sin soltarnos de las manos nos mezclamos entre la gente. Gabriela como siempre en cuanto comenzó a moverse, se fue a su mundo olvidando por completo que estaba embarazada y de que no debía moverse tanto. Abigail gritaba y aplaudía haciéndole barra a Gabi, mientras que yo las miraba y les seguía la corriente.
La música recorría mi cuerpo, los tímpanos me zumbaban con el bajo y las luces azules parpadeaban haciendo brillar la tela de satín de mi vestido. El DJ en el escenario mezclaba diferentes tipos de música haciendo el baile más divertido y aleatorio. De repente, la canción cambió a una de mis favoritas, a una de esas que me hacía imaginar que viajaba por el mundo viviendo la vida loca.
El ambiente se volvió aún más vibrante y cada segundo en la pista me hacía sentir libre, era como si todo a mi alrededor desapareciera, pero había alguien que no dejaba de mirarme. Cada vez que abría los ojos me encontraba con el rubio de la barra, y no podía ignorarlo entre el retumbar de la música y el baile.
De reojo lo vi acercarse entre la gente hasta que llegó a mí y se pegó a mi cuerpo. En un vaivén lento me di media vuelta, pero el entusiasmo desapareció al darme cuenta de que no era quien yo creía.
Se parecía mucho a Hansel físicamente, pero no era él, le faltaba esa chispa de seductor que me hacía querer golpearlo y besarlo al mismo tiempo. Pero había algo más que le faltaba, eran sus ojos. El hombre frente a mí no tenía esos ojos azules que ansiaba mirar.
❀
I Wanna Be Yours - Arctic Monkeys
Hansel
Creo que me faltaba un poco de aceite para volver a estas andanzas, la música me estaba haciendo puré los tímpanos, y me tenían harto la cantidad de mujeres que se habían acercado a nuestra mesa. Los dos bobos enamorados frente a mí, en varias ocasiones levantaron las manos enseñando sus alianzas, rechazando a las mujeres sin decir una sola palabra.
Desde que llegamos no hice más que buscar a Isabella con la mirada, pero no lograba localizarla con tanta gente al rededor.
—¿Dónde se abran metido? —preguntó Jared acomodándose un mechón detrás de la oreja.
Era divertido ver como la personalidad de Jared no encajaba con su apariencia. A simple vista, parecía que en cualquier minuto te ponía un cuchillo en la garganta y te robaba todo lo que llevaras encima, pero no era más que un gatito juguetón que se le salían los ojos cuando veía a su futura esposa.
—Ni idea —contestó Daren rellenando su vaso de whisky—. Deberíamos dividirnos para...
Daren se quedó mudo cuando una jovencita se me sentó en las piernas y pasó sus largas uñas por mi cuello. Las mechas degradadas le quedaban bien, era muy guapa e iba directo al grano, era obvio que buscaba algo más con los sutiles movimientos de culo que hacía sobre mis piernas.
En otro momento, le habría seguido la corriente y la hubiera llevado a alguna parte a darle cariñitos, pero hoy era un hombre diferente que solo podía pensar en una hermosa pelinegra de ojos azules.
—Lo siento muñeca, tienes que irte —dije tratando de ser amable.
—¿Por qué? Tú y yo podríamos divertirnos —propuso con una voz suave y aterciopelada.
—Pues ve a divertirte tú sola.
—No quieres venir a jugar con mis amigas —susurró en mi oído, apuntando a la mesa en donde estaban las mujeres que habían venido antes a sonsacar a Daren y Jared.
—¿Qué parte no entienden de que no estamos interesados? —dije en un tono menos amable perdiendo la paciencia—. Ve a buscar diversión en otra parte.
—Tú te lo pierdes, idiota.
Al ver a la mujer levantarse de mis piernas, tomé la cerveza y le di un largo trago bajo la mirada incrédula de dos hombres. Daren y Jared estaban mudos en la silla y me miraban muy asombrados, como si lo que hice fuese algo impensable.
—¿Qué? —pregunté a Jared que seguía mirándome con una ceja levantada.
—Sabía que tenías algo con la amiga de Gabi, pero no pensé que te hubiera pegado tan fuerte la ola del amor —Jared se empinó la cerveza y soltó un jadeo—. Salud por Isabella, que logró que Hansel dejara de andar de falda en falda.
—Ya dime, cuando te le vas a proponer —preguntó Daren.
Por dios, venir con estos fue la peor decisión que pude tomar.
Intentando evadir las preguntas, me levanté del asiento a ver por la barandilla del piso VIP. Sin soltar la botella fría, me quedé ahí como un halcón vigilando a mi presa desde la cima.
Entre la gente que se apretujaba unas con otras encontré a dos que estaban inmóviles en su lugar. El tipo se movía como si fuera un pavo real frente a una mujer que encontraba algo familiar. Entrecerré los ojos tratando de enfocar y obtener una mejor visión bajo las luces, y le di un sorbo a la botella analizando a la mujer. Vestido ajustado, cintura pequeña, pelo negro y más abajo había un culo firme, grande, redondo y muy familiar, como si fuera el de...
No-no-no-no, esto tiene que ser una puta broma.
Isabella se dio la vuelta y por fin pude ver su expresión. El sujeto le coqueteaba con una sonrisa confiada y ella... ella se ríe, ¡se ríe maldita sea! Cuando está conmigo nunca tiene una expresión feliz, siempre está enojada y me aleja en cada oportunidad.
Al ver que Isabella sacó su teléfono y le enseñó algo, tuve que darle otro sorbo a la cerveza. Tenía la cabeza ardiendo en llamas, y si no me controlaba iría a sacarle los ojos a cierto idiota que creía tener el derecho de estar a su lado.
Sin poder esconder mi molestia detrás de la cerveza, saqué el teléfono de la chaqueta y pasé los dedos por el teclado con rapidez. Quería que notara mi presencia, que se alejara de esa muy mala copia de mí y que corriera a mis brazos.
«Parece que te divierte mi copia barata, florecita»
Una vez que envié el mensaje regresé la vista al frente esperando el momento en que viera su teléfono. Sonreí satisfecho en cuanto la vi levantar la cabeza, mirando en ambos lados buscándome. Volví agarrar el teléfono y con maldad le envié otro mensaje que la provocara más.
«Ese vestido se te ve estupendo»
«Idiota»
El corto mensaje no me decepcionó, era un clásico de Isabella y provocar rabia en ella era suficiente para mí, porque era un sentimiento tan fuerte y profundo como la pasión. Pero no todo me emocionaba, porque en lugar de alejarse de él volvió a prestarle atención. Apreté el barandal y me mordí la mejilla, la ira me ardía en la sangre y era tóxico ver como ese sujeto, le pasaba la mano por el hombro acomodándole el cabello en la espalda.
«Sigues probando tu suerte florecita. Mira hacia arriba»
Alzó la vista hasta que sus ojos se encontraron con los míos entre las luces que parpadeaban, y la multitud que se movía al ritmo de la música. Por un momento la gente, el alcohol y el olor a cigarrillo pasó a segundo plano y solo fuimos los dos. Sin pensarlo, levanté mi mano y saludé moviendo los dedos con una sonrisa juguetona, pero Isabella dibujó una sonrisa molesta y me levantó el dedo de en medio.
Ignorando por completo mi presencia, volvió a prestarle atención al hombre y pegó su cuerpo al suyo. Con sensualidad movió su cadera y enredó los brazos en el cuello del desconocido, que la tomó de la cintura. Cada vez que sus cuerpos se acercaban, apretaba más la botella de cerveza, como si fuera una manera de mantenerme clavado en el suelo y controlar mi ira.
Pero lo que terminó de enfurecerme fue cuando la vi reír, con una risa que nunca había hecho para mí. Isabella brillaba en la pista y me alegraba que se estuviera divirtiendo, pero no iba a seguir viendo esta mierda. Era doloroso, como si una estaca se me clavara lentamente en el pecho.
Ya había bebido bastante antes y no tenía considerado beber más, pero era la única forma de calmar la rabia palpitante en mi cien.
Volví a la mesa hecho un energúmeno e ignorando la mirada de Jared y Daren, tomé la botella de whisky, y me serví dos tragos más para reunir fuerza de voluntad y no matar a nadie esta noche.
—Abi y Gabi están en la barra de abajo —dije dejando el vaso en la mesa.
—¿Estás bien? —preguntó Daren.
Lo ignoré.
—Continúen sin mí, nos vemos.
Los chicos asintieron con la cabeza y se acercaron al barandal para ver a las chicas, que en cuanto las vieron se quedaron más tranquilos y volvieron a la mesa para no estropearles la noche. En cuanto a mí, no iba a tolerar que ella estuviera ahí bailando con ese idiota que no había parado de tocarle el cuerpo. En silencio bajé las escaleras, pero con una idea en mente; darle una buena nalgueada por acercarse a ese idiota y por provocarme de la manera en que lo había hecho.
—Hola amigo, ¿qué quieres beber? —preguntó el barman en cuanto me senté en la barra para ver a Isabella más de cerca.
—Lo más fuerte que tengas, lo necesito —respondí sin quitar la vista de las manos del sujeto, las tenía pegadas en su cintura.
—Tenga —azotó una botella sobre el mesón y un vaso que no era ni muy grande ni muy pequeño.
Sin meditarlo demasiado me serví un trago, y me arrugué en menos de un segundo al sentir el sabor amargo quemándome en la garganta.
—¿Qué es esta mierda?
—Vodka, pero con un 95% de alcohol. Lo uso principalmente para hacer cocteles, pero tú pareces necesitarlo puro, desde aquí puedo ver como te duele mirarla.
—¿Tanto se me nota?
—Sí.
—Entonces esta botella será mi mejor compañía.
Cada vez que volteaba la cabeza ella se estaba riendo. Me moría de ganas por levantarme de la silla y gritarle en la cara "Ella es mía", pero Isabella no es un objeto del que pueda adueñarme. Además, se ve que está pasándola bien y no quiero arruinar su felicidad con celos estúpidos. Solo me sentaré aquí, con los ojos inyectados en celos, mientras que el hígado me ruega que no beba más.
El segundo vaso ya no ardía tanto, el tercero adormeció la rabia que me burbujeaba en el pecho, con el cuarto la risa de Isabella sonaba distante y en algún momento, acomodé la cabeza en la barra mirando la botella vacía.
—Mi rey, sírveme dos Martini —oí a lo lejos, abrí los ojos y me encontré al rubio que estaba bailando con Isabella mirándome fijamente mientras esperaba los tragos.
—Te ves terrible —dijo poniendo los codos sobre la barra—. ¿Penas de amor?
—Algo así.
—Qué pena por ti amigo. En cuanto a mí, hoy es mi noche de suerte y la gorda de allá —dijo apuntando a Isabella con el dedo—. Esta noche será mía, esta jodidamente buena.
—¿Así? —dije levantando la cabeza y sentarme lo más recto posible.
—Sí.
—Aquí tienes, que disfrutes los tragos —dijo el barman entregando los cocteles que había pedido.
—Bueno, sigue ahogando tus penas en la botella, adiós.
Encorvado en la silla me giré para ver a tres Isabella disfrutando de la compañía del hombre, que con una sonrisa le entregó la copa con una aceituna flotando. Idiota, a Isabella no le gustan las aceitunas y ella no es gorda, solo está rellena de mucho amor. Si algo había aprendido a odiar, era que la llamaran "gorda", Isabella era una diosa para mí y es perfecta con cada uno de los rollitos que tenía.
No podía seguir viendo esta mierda, era lejía para mi pupila. Me bajé del piso en el que estaba sentado, respiré profundo y salí caminando con una concentración poderosa para no tambalear. Choqué con un par de mujeres por el camino, pero seguí mi paso hasta la salida decidido a irme de este lugar.
Me paré frente al Aston Martin y le quité la alarma, abrí la puerta e intenté insertar la llave en la ranura, pero veía triple, me estaba costando trabajo.
—¡Al diablo! —grité golpeando el volante con la frente.
Si hubiera estado sobrio, de seguro habría golpeado a ese sujeto contra la barra hasta dejarlo inconsciente por lo que dijo sobre ella, pero con lo ebrio que estoy de seguro no lograría darle ni a un ciego.
Cerré los ojos y me sentí más vacío que nunca, el recuerdo de ella con otro abrió una herida en mi pecho que ni el alcohol me hacía olvidar. Lo único que me quedaba era esa sensación de frustración, ese eco de su risa en mis oídos, y el amargo sabor de los celos quemándome desde adentro.
De pronto la puerta se abrió, pero no pude abrir los ojos, tenía mucho sueño y solo quería dormir.
—Daren, déjame solo —murmuré en apenas un susurro.
—Mira las condiciones en las que estás, no puedes conducir así —escuchar esa vocecita mandona me hizo parar cabeza de golpe.
—¡Vaya, mira quien está aquí! —dije apoyando la cabeza en el asiento—. Creí que estarías entretenida con mi copia.
—Era divertido hasta que te fuiste. Ahora muévete, te llevaré a tu casa.
—Como digas mi dulce flor.
Desanimado me pasé por encima de la palanca de cambios hasta que me senté en el asiento del copiloto, mientras que Isabella se daba la vuelta. Encendió el motor y bajó la ventana de mi lado para que me diera el aire fresco, me ayudaría a mantenerme despierto hasta llegar a casa.
—Isabella, llama a Jaime... dile que necesito ayuda para subir.
Me removí en el asiento intentando sacar mi teléfono del bolsillo delantero, pero la borrachera no me dejaba. Isabella metió su mano y me lo sacó sin ningún problema, ella también había estado bebiendo, pero estaba fresca como una lechuga, como si el alcohol no le hiciera efecto.
—¿Cuál es la contraseña?
—Tu cumpleaños —contesté mirándola con los ojos apenas abiertos.
A la distancia la oía hablar por teléfono con Jaime, pero me costaba poner atención a lo que estaba diciendo. Por un momento cerré los ojos y cuando volví a abrirlos estábamos en mi casa, el tiempo había pasado de una forma muy extraña, pero no podía esperar menos luego de todo lo que había bebido.
—Dios mío, ¿Cuánto bebiste niñito irresponsable? —preguntó Jaime con cara de pocos amigos.
—Jaimito, no te enojes —murmuré dándole un abrazo para que me sacara del auto—. No resisto si tú también me tratas feo.
Sabía que mañana cuando me despierte me dará una buena regañada y no por beber tanto, sino por interrumpir su sueño reparador. Despertarlo en la madrugada era tan grave como darle una puñalada.
—No hagas ruido, si tu madre te ve en estas condiciones te enviará directo a la piscina de una patada en el culo —deslicé dos dedos por mi boca imitando un cierre y tirarlo lejos—. Gracias por traerlo, Isabella.
—No hay nada que agradecer, no podía dejarlo así. ¿Necesitas que te ayude a subir al costal de papas?
—Te lo agradecería muchísimo.
—¡Oigan, no hablen como si yo no estuviera aquí! —reclamé apoyándome entre Jaime e Isabella—. ¡Tengo ojos y con ellos puedo oírlos!
—Querrás decir oídos —aclaró Isabella a punto de reírse.
—¡Eso mismo!
Entre los dos me jalaron por las escaleras, sufriendo cada vez que los pies me fallaban y no acertaban en el escalón. Me tumbaron sobre la cama y solté una carcajada cuando tomé a Isabella de la cintura y la tiré encima de mí.
—¡Ven aquí! —dije abrazándola con fuerza.
—¡Suéltame! —susurró alto—. ¡Jaime no te vayas, no me dejes con él!
Jaime como el cómplice perfecto, hizo oídos sordos a Isabella y sin decir una sola palabra, se fue, dejándome solo en cuatro paredes y una cama blandita en donde dormir con excelente compañía.
—Quédate conmigo —murmuré con la voz quebrada.
Antes estaba furioso con el fuego de los celos, pero ahora estaba rendido suplicando que no se fuera. No tenía nada que temer hoy, no le tocaría un solo cabello, no estaba en condiciones para eso. Solo quería estar cerquita de ella con su olor en mi nariz y su cuerpo tibio abrigándome en la oscuridad de la noche.
—Hansel, no puedo.
—Por favor no te vayas.
—Me quedaré solo si me respondes algo con la verdad.
Asentí con la cabeza luchando por abrir los ojos.
—¿Estuviste en mi casa el día de mi cumpleaños?
Creo que una anciana traviesa no guardó el secreto como prometió. Es una chismosa.
—Llevabas muchos días sin ir a trabajar y extrañaba verte en las mañanas —incapaz de callar la verdad, mi lengua se movió con total sinceridad y sin rodeos.
—¿Por qué?
—Lo sabes.
Dejé las palabras que tanto temía decir flotando en el aire, esperando a que ella entendiera lo que trataba de decir.
—Hansel, no empieces con juegos y sé claro.
—No puedo, no así. Quiero hacerlo cuando esté en mejor estado que este para decirte muchas cosas. Y sobre todo quiero hacerlo cuando estés segura de querer aceptar lo que sea que ocultas, no quiero presionarte con lo que pueda decir.
¡Pero que estoy diciendo! El alcohol me hacía soltar la lengua de forma misteriosa, desarmando por completo mi máscara de insufrible.
Isabella se recostó a mi lado y nos cubrió con la sábana, me abrazó de la cintura y a través de su mirada compartimos el mismo sentimiento.
—Gracias por esperar —dijo mirándome fijamente.
—Te he esperado desde hace meses, un poco más no me matará.
Con ella en mis brazos relajándose a mi lado, me dejé llevar por el sueño profundo de Morfeo, repasando en mi cabeza la expresión tranquila que tenía Isabella cuando cerró los ojos.
A punto de caer inconsciente, entendí que todo este tiempo estuve buscando mi camino en el lugar equivocado. Siempre cometía el error de correr detrás de mariposas que no eran para mí, cuando solo tenía que esperar a que una de ellas se posara en mi hombro escogiéndome solo a mí.
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