Capítulo 21: Dimelo Romeo
Power Over Me - Dermont kennedy
Hansel
Antes, para mí no había nada mejor que salir a celebrar con un par de tragos y bailar hasta que mi vista se cruzara con alguna señorita. Cuando ya tenía un objetivo en la mira, me acercaba a coquetear y no me tomaba más de diez minutos alejarla de la barra, para que me invitara a su casa.
Mi vida giraba en torno a las divertidas noches de parranda, adrenalina y sexo desenfrenado con alguna mujer al azar, pero en todas esas salidas terminaba igual. Solo, absolutamente solo.
Siempre me ha gustado la soledad, gozaba la tranquilidad y disfrutaba de mi propia compañía. Pero un día mi paz se vio afectada cuando apareció "ella" y cambió mi forma de pensar. Ya no disfrutaba de conocer a alguna mujer porque no quería estar con otra, solo quería estar pegado a la ventana mirándola cada mañana.
Cada día al despertar lo primero que hacía era decirle buenos días a la distancia y ahora, que había conseguido algo más que un beso, estaba en las nubes. El dicho "feliz como lombriz" se quedaba corto, estaba más emocionado que cuando logré resolver mi primer caso. Sentía que por primera vez, mi vida estaba avanzando para mejor luego de estar estancado en la misma mierda.
Había pasado un día completo y aún no podía arrancarme sus gemidos de mi sistema, el húmedo tacto de su piel en mis manos y el sabor de su boca en la mía. A este ritmo me reacomodaría todo el maldito cerebro, dejando su nombre tatuado en mis sesos.
Desde que era un adolescente mi resistencia era buena, no me bastaba con simples roces para hacer que eyaculara, pero ayer había marcado un nuevo récord. Isabella con un par de besos calientes y un buen meneo de caderas me hizo venirme encima de la ropa sin mucho esfuerzo. Nunca me había sucedido algo así, me quedé estupefacto cuando vi los pantalones que tuve que tirar a la basura, por la descomunal descarga blanquecina en ellos.
A pesar de que había acabado, seguí duro como roca. En ese momento deseaba con toda mi alma apartar el encaje celeste de en medio para darle pase libre a mi miembro, y enterrarme en ella una y otra vez hasta que olvidara hasta su propio nombre. Pero, no lo hice, reprimí mi calentura en el fondo, no era ni el momento, ni el lugar para eso. Además, quiero que cuando llegue el momento, sea un lugar especial para ella. Mientras tanto, esperaré hasta que se sienta lista para dar ese paso.
Por ahora me conformaré con besos y caricias para no volverme loco. Llevaba tiempo sin tener sexo y mi miembro comenzaba a resentir la falta de contacto, hasta con el más mínimo roce de la ropa interior se levantaba el desgraciado.
Por más que sintiera necesidad, me negaba rotundamente a satisfacer mis oscuros deseos con la mano, no tengo quince años y ya no estoy para escabullirme en algún rincón a jalarme el ganso.
No me faltaban oportunidades para desahogar la llama sofocante que se ocultaba en mis pantalones, pero no quería acostarme con nadie que no fuera Isabella. Durante toda la noche se me cruzaron imágenes indecentes de nosotros. La imaginaba debajo de mí, arriba de mí o dormida a mi lado luego de una buena revolcada.
Estaba ansioso por un próximo caluroso encuentro con ella, pero tenía una cuenta pendiente y cada vez que veía el Jeep de Isabella, recordaba la venganza que tenía pendiente por cobrar. No había olvidado al perro rastrero de Santiago, sigo buscándolo hasta por debajo de las piedras, pero desapareció de su barrio, no se ha puesto en contacto con ningún familiar y tampoco ha intentado volver a su casa.
La última vez que dejó migajas de su paradero, fue en un hotel de mala muerte y luego se perdió sin dejar ni un rastro. Es como si se hubiera evaporado en el aire y eso no me gusta, eran los primeros indicios de que alguien lo estaba ayudando, o sabía esconderse muy bien, pero dudaba que fuera lo segundo por la cantidad de pistas que dejó antes de desaparecer.
Quizá cree que se salió con la suya, que su error ya fue olvidado, pero se equivoca. Lo tengo muy presente y tarde lo que tarde, lo encontraré y lo haré pasar por el mismo dolor que hizo pasar a mí Isabella.
No soy de los que se rinde con facilidad y mi sentido de la venganza me impide quedarme de brazos cruzados, a la espera de que la justicia haga sus respectivas investigaciones hasta dar con su paradero. No, lo encontraré yo mismo y lo lastimaré tanto que se arrepentirá de cada una de las lágrimas que le hizo derramar.
El grito chillón de mi madre en el primer piso llamó mi atención, y por la barandilla de la escalera del segundo piso observé a Estefanía arrojarse a los brazos de un hombre, perfectamente peinado con un traje de oficina negro.
—¡Daren, hijo de mi corazón! Estás tan alto y guapo.
—Tía Anastasia, tú estás igual de guapa, parecen que los años te pasan por el lado y ni te miran.
—Favor que me haces, mi niño —dijo tomándolo de las manos—. Ahora que te veo mejor, estás radiante, la vida de casado te sentó de maravilla.
Mi madre y los padres de Daren eran mejores amigos y mi mami quería a Daren como si fuera su hijo. Cuando se enteró de la canallada que le hice fue la primera en darme una paliza, de hecho, vino de Londres específicamente a patearme el culo y a gritarme que nunca aceptaría a esa «trepadora» como nuera.
—Tía Ani, te prometo que cuando tenga más tiempo te invitaré a casa a cenar, así conoces a mi Gabriela —mi madre lo miraba con los ojos brillando por la emoción, mientras que Estefanía lo miraba babeando. Era su amor platónico y él que nunca le daría aire, porque Daren la veía como la hermana que nunca tuvo.
—Con gusto aceptaré esa invitación, quiero ver a la chica que te hizo cambiar tanto.
—Gabriela es una dulzura, pero más tarde te contaré con detalle como la conocí, ahora tía dime ¿dónde está Hansel?, tengo algo importante que decirle —preguntó Daren mirando por la sala.
—Estoy por aquí Romeo —dije saludándolo con la mano y sin perder tiempo se despidió de mamá para subir las escaleras.
Necesitaba hablar con él de todo lo que había estado pasando con Isabella. Un par de consejos de cómo no romper un corazón me caerían de perlas, era demasiado bruto y no tenía tacto a la hora de soltar la lengua, y con solo una mala palabra podría arruinar todo lo que habíamos avanzado.
Daren subió el último escalón con elegancia y con sumo cuidado de no arrugar su traje. Pasé mi brazo por su hombro y desordené su cabello. Le di un besito en la mejilla y lo llevé a mi habitación para que las dos rubias chismosas no oyeras nuestra conversación.
Abrí la ventana del balcón y disfrutando la brisa, posé mis ojos sobre Isabella, que tomaba su batido en el mirador con un vestido amarillo que le dejaba la pierna derecha descubierta.
Isabella nunca venía con esas pintas a trabajar, siempre traía ropa holgada que le permitían movilidad y comodidad, pero ese vestido era ligero, fresco y acceso rápido. Astuta y de mente sucia, me gusta.
—Oye qué miras con tanta ate... —Daren se detuvo a mitad de la frase al verla—. No sabía que te habías vuelto un acosador B.
Me dio una mirada risueña, levantó las cejas, y se dio media vuelta avanzando hasta la cama matrimonial que había comprado hace un par de meses y seguía sin estrenar.
—Levanta el culo de ahí, es una cama nueva y está reservada solo para ella —dije parado en el balcón apuntando hacia la dama a la distancia. Daren tomó vuelo y se levantó de la cama como un boomerang.
—Vaya por Dios, que tengas planes de traerla a pasar la noche en tu casa, en tu cama, es señal de que vas a sentar cabeza al fin con una mujer. Pensé que serías el tío solterón que se folla a las solteras en las bodas.
—Sí, yo también lo creí —dije sin perder de vista a Isabella—. Hasta que me lanzaste un conjuro en tu boda y por tu culpa me tiene como un perrito faldero.
—En mi defensa, cuando te vi ya la habías visto, no es mi culpa que cupido justo pasara por ahí y te diera directo en medio de la frente.
Siempre dije que cupido nunca me daría, pero finalmente, había llegado el día y aquí estaba, mirándola por la ventana a la espera de cualquier seña que me diera para correr hasta ella y besarle los pies. Juro que le estaré toda la vida agradecido al Dios del amor por dar en el blanco el día que pasó por la boda.
—Daren... ella me gusta y esta vez es en serio. Así que dime, ¿qué puedo hacer para no meter las patas?
Por el rabillo del ojo lo vi acercarse y ponerme una mano en el hombro, dando un largo suspiro. Él sabía que no estaba mintiendo, jamás hablaba de lo que sentía con nadie y siempre me tragaba mis sentimientos eliminándolos con los ácidos de mi estómago. Odiaba todo el sentimentalismo de mierda en las relaciones humanas, nunca me salían bien y terminaba hecho polvo.
—Sé tú mismo —me volteé a mirarlo con cara de «no me digas»—. Idiota, no me refiero a como eres conmigo, me refiero a cuando estás con ella. De seguro sientes que dejas de pisar la tierra y todo se vuelve sereno, como si encontraras la pieza que te falta y toda tu vida comenzara a tener sentido.
—Sonó asquerosamente dulce, pero entiendo de lo que hablas —Daren chilló igual que una niñita, como si la noticia le hubiera emocionado más a él que a mí.
Daren había olvidado nuestro pasado y pasó página de cierta persona, era un tema superado y ya estaba perdonado por su parte. Yo aún me daba golpes en el pecho por el corazón tan grande del hombre a mi lado. Fui egoísta con mi mejor amigo, y cometí la bajeza de quitarle a su novia, por eso, la culpa me asechaba de vez en cuando soplándome en el cuello, cada vez que él hacía una buena acción o me daba algún consejo. Si yo hubiera estado en su lugar, no habría tenido el valor de perdonar una traición de una persona tan cercana.
No todo fue malo, cuando estalló la bomba del culpable de la muerte de su padre, me sentí aliviado de habérsela quitado, porque si hubieran seguido juntos la noticia lo habría destruido, pero lo que más lamenté fue perder a mi mejor amigo por esa mujer.
—¡Jesucristo! Pensé que no viviría para ver este momento —Daren apretó sus manos y soltó un suspiro de bobo—. Hansel enamorado.
—No te adelantes idiota. Me gusta bastante, es todo lo que te diré.
No estaba preparado para decir palabras más fuertes que esas, me había tomado meses aceptar que ella me gustaba y de seguro me tomará otros más para admitir que estoy... la palabra con E.
No me cabía en la cabeza como se pudo clavar en mi mente tan intensa como un huracán, arrasó con todo lo que conocía y consideraba que estaba bien. Y de paso eliminó todo rastro de gusto por otra mujer, solo quería estar con ella, sobre todo besarla maldición. Antes de ella, yo no iba buscando cariño en las mujeres para luego darles un romántico beso con una promesa de amor verdadero.
Ella me está cambiando y eso, me asusta.
—Si evolucionan lento o rápido, no te asustes y retrocedas, no, tienes que seguir avanzando con ella de tu lado y cuando estés listo para hablar de todo lo que te estás callando, asegúrate de que ella sea la primera en oírte. Eso le gustará.
Frente a mí tenía la prueba de lo que podía hacer el amor, Daren había cambiado de ser frío como el hielo a ser un osito de peluche abrazable.
Le sonreí agradecido por el consejo. Y esta vez trataría de seguir paso por paso el camino correcto.
—En fin, basta de charla romántica y a lo que venía. Esta noche Jared y yo saldremos en una misión encubierta y venía a invitarte —Daren se apoyó en el barandal del balcón inclinándose a mirar de forma peligrosa. El terror me recorrió la espalda en forma de hormigueo al pensar en que cayera.
—Primero aléjate del maldito balcón, si te caes tu esposa me matará por no salvarte de una fractura —lo jalé de la chaqueta alejándolo unos pasos hasta que la sensación de que estaba seguro me convenció de soltarlo—. Ahora sí, continúa.
—Las chicas esta noche saldrán a celebrar una noche sin hombres y el cumpleaños de tu novia. Jared y yo iremos a cuidarlas a la distancia sin que ellas lo sepan, ¿te unes?
Me tomó por sorpresa que Isabella saliera a algún lado que no fuera a trabajar, la consideraba demasiado hogareña para ir de reventón.
—¿Isabella saldrá de fiesta? Pensé que eso no le gustaba.
—¿Sabes que Isabella y Gabi se conocieron en un escenario de la universidad bailando? —levanté las cejas asombrado—. Veo que no, tu cara me lo dice todo. Isabella es seria, pero no aburrida, quítate esa idea de la mente si quieres ganártela.
Supuse que tendría que llevarla a un aburrido concierto de música clásica, o una cafetería donde recitaran poemas de amor para que disfrutara de una salida. No me surgió la idea de que quizás fuera una persona normal, que se podía divertir con cosas banales como una discoteca o un bar.
—Gracias por el dato y con respecto a la misión, dime la hora y el lugar —caminé directo al armario a pensar en que ponerme esta noche.
—Nos veremos a las 11:00 pm cerca de la entrada del Club Imperial, asegúrate de no estar demasiado a la vista como para que ellas te vean —gritó, mientras que repasaba todas las opciones de ropa—. Me voy, necesito terminar mi trabajo para salir en paz, nos vemos en la noche.
En cuanto oí que cruzó la puerta, salí corriendo a mi tarea diaria de ver a Isabella trabajar, pero para mi mala suerte, no estaba. Con la vista busqué el Jeep, pero no estaba en el lugar de siempre y eso significaba que había perdido la oportunidad de ir a jugar. La desilusión se me cruzó por los ojos, pero rápidamente me animé, hoy en la noche de seguro la vería.
❀
Dando las 09:00 pm comencé con la producción con un baño de burbujas con los jabones de mi hermana, como hermano mayor tenía la necesidad de sacarle sus cosas de mujer para hacerla enojar.
Tenía treinta minutos para relajar los músculos, con las burbujas del jacuzzi y prepararme mentalmente para no asesinar a nadie esta noche. Una discoteca, tragos a destajo, y música buena, era lo suficiente para que más de un idiota se crea lo bastante machito para intentar tocar a Isabella. De solo imaginarlo la ira fluía por mis venas, como se atrevan a ponerle una mano encima, lo despellejaré vivo para luego diseccionarlo por partes, por siquiera pensar en que podían tocarla con sus asquerosas manos.
Con los dedos arrugados decidí que era momento de salir, me sequé todo el cuerpo cantando You Belong With me de Taylor Swift, para que esa diosa del pop me inspirara con palabras de cariño para Isabella. Tenía el don de la palabra para hacer que cayeran redonditas, pero no para decir cosas románticas.
Con una camiseta blanca ajustada que marcaba perfectamente mi figura, unos jeans negros a la cadera, con rasgaduras en los muslos que le daban un aire rebelde, y una chaqueta de cuero negra que resaltaba la fuerza de mi actitud, procedí a dar el paso más importante de mi ritual.
—Por si me besa, por si me abraza y por si pasa —solté mi rezo espolvoreando el potente Armani con un toque dulce por el cuello, pecho y por la vela, tenía la obligación de estar presentable y oler bien.
No esperaba que Isabella se decidiera a dar el siguiente paso esta noche, porque a pesar de lo que pasó en el mirador, aún no se veía convencida de lo que le profesaba, y la entendía, si yo fuera ella y si se me plantara un hombre como yo en frente de mis narices, también dudaría de cada palabra que saliera de su boca. De todos modos, no estaba mal ser precavido y busqué los condones de sabor que me regaló mi madre. Odiaría con toda mi alma que se presentara la oportunidad, y no estuviera preparado para un encuentro caliente con mi florecita.
Miré con malicia la caja negra de condones. Cuando llegue el momento, juro que no la soltaré hasta que se me caiga el pene y no pueda más. Me guardé unos cuantos paquetes en el bolsillo y antes de salir, me aseguré de llevar la billetera y salí bailando hacia el Aston Martin.
Espero que tengas la suficiente resistencia para jugar al gato y al ratón esta noche Isabella.
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