Capítulo 20: El mirador y la silla
River - Bishop Briggs.
Isabella
El aire se vuelve denso al estar sentados uno frente al otro y mi corazón late con tanta fuerza que puedo oírlo. Hansel me mira en silencio y el tiempo parece correr más lento. Debí haber corrido cuando tuve la oportunidad, pero a pesar de su advertencia, me quedé sentada como un cachorrito obediente esperando a que me enseñara un truco nuevo.
La tensión se rompe en cuanto me sujeta de las piernas y sin importarle si estoy de acuerdo o no, me jala hacia su cuerpo. Aparto sus manos de mi piel débilmente, me quema su tacto y rompe mi resistencia.
—¡Qué diablos crees que estás haciendo!
—Lo que parece —susurra como si fuera obvio.
Intento pelear contra él, pero mi boca y mi lenguaje corporal no se ponen de acuerdo. Mi boca intenta alejarlo con palabras torpes que no surten efecto. Mi cuerpo es permisivo, responde a las caricias lentas de sus manos por mis muslos, mis manos tiemblan y mi boca arde en deseo.
—Ese golpe te va a costar muy caro, Isabella —dice mirándome a los ojos, como si de alguna manera estuviera diciéndome entre líneas lo que sigue.
—¿Una disculpa no es más razonable? —obstaculizo su avance con la respiración agitada.
—No quiero una disculpa —contesta apretándome las piernas.
Intento parecer molesta, responder a su osadía con rudeza para no caer en tentación, pero su mirada ardiente me provoca y me desafía a consentir su tacto.
Me asustaba la forma en que me mira, sentía que rompía todas las barreras que me había impuesto al venir aquí. Cada vez que se mueve siento una corriente eléctrica recorrerme el cuerpo y se centra en ese lugar tan especial entre mis piernas. La fuerza con la que me palpita el clítoris agita mi cuerpo en un culposo deseo de ser sometida, y poco a poco siento mis mejillas arder.
Intento mantener la compostura concentrándome en la voz interna que me grita "no lo permitas, no es correcto", pero todo se va a la mierda cuando de un solo jalón me abre las piernas de forma excesiva, dejando totalmente expuesta mi entrepierna palpitante. El short flojo de los muslos no coopera y le da acceso completo, me esfuerzo para recuperar el aliento y de no seguir mis instintos, pero me pierdo en la excitación al sentir su mano subir lento por el interior de mi pierna. Su tacto caliente me causa cosquillas y recorre cada una de mis terminaciones nerviosas y me hace arquear la espalda sobre sus piernas.
—Dime que no te gusta y me detendré —dice acercándose hasta rozar mis labios con los suyos.
Quiero parecer tranquila y relajada, pero cada aliento es más difícil, y es casi imposible no desear lo mismo que él cuándo su mano finalmente llega a donde quería. Sus dedos están en calma, pero siento su calor en mi ropa interior humedecida por la excitación.
—No me gusta grandísimo idiota —escupí con las palabras cargadas en molestia hacia mí misma, por dejar que estuviera tan cerca de una zona restringida.
—Eres muy mentirosa —sonríe metiendo el dedo de en medio entre la ropa interior y mi piel—. No mientas cuando tu cuerpo me llama a gritos.
La distancia mínima de su dedo y mi carne provoca que poco a poco ceda y me pierda en la lujuria.
Hansel con una sonrisa vivaracha juega con la tela deslizando su dedo de arriba abajo por el encaje. Cada movimiento de sus manos roza mi piel húmeda excitándome cada vez más.
—Detente...
Ruego, recordando que los obreros están a unos pasos y Carlos podría venir en cualquier momento por algún asunto laboral. Qué clase de jefa sería si me encuentran en una escena porno a plena luz del día, pero a pesar de todo eso, no rogaba precisamente para que se detuviera y se alejara. Rogaba para que él tradujera mi súplica en algo más impuro, un ejemplo claro de lo que deseaba, era que su mano continuara con su camino de caricias sin importar el peligro. Estaba olvidando por completo los límites de la decencia, tenía las palabras "Hazlo ya" en la punta de la lengua.
—Hay un problema con lo que me pides, ¿quieres saber cuál es? —asentí con la cabeza incapaz de formar palabras —. No quiero detenerme, no cuando esto de aquí llora por mí.
Una vez más mi cuerpo me traicionó y se contrajo cuando uno de sus dedos se deslizó por mi carne húmeda, rozándome el clítoris tan lento que era una tortura. Con suavidad movía los dedos en círculos, y conteniendo los gemidos disfruté del roce.
Al levantar la mirada, esperaba ver esa sonrisa juguetona convencida de que había ganado, pero me equivoqué. Hansel estaba igual de sonrojado que yo con los ojos perdidos entre mis piernas, mordiéndose el labio inferior observando como sus dedos resbalaban por mi carne húmeda. En un último segundo de cordura con las manos intenté apartarlo ganándome un apretón en el interior del muslo. El dolor en lugar de traerme de vuelta a la realidad me envió directo a la perdición en una mezcla de dolor y excitación.
No sabía que podía ser masoquista y encontrar placer en el dolor que me pudieran propiciar.
—Isabella, voy a parar cuando me digas en serio que no te gusta, no cuando me miras excitada en silencio pidiéndome que no me detenga.
El calor se acumuló en mi estómago descendiendo hacia mi centro, sintiendo como la electricidad me recorría la ingle de forma suave. Volvió a pasar sus dedos por mi abertura acariciando con más rudeza que al principio, logrando que un gemido se escapara de mis labios.
Aquel roce sobrepasó mis límites, perdiendo el último rastro de juicio y con los pies bien apoyados en la silla, me abalancé por completo sobre él. Me sujeté de sus hombros y Hansel en un rápido movimiento aceptó la oferta sin sacar su mano de mi entrepierna.
Con solo una mirada dejé ir las dudas, mi mente y mi cuerpo quieren lo mismo y finalmente, cedo, para dar rienda suelta a mis verdaderos sentimientos. Sin perder tiempo, moví la cadera lento contra sus dedos, mientras que Hansel con suavidad pegó sus labios en los míos metiendo su lengua.
El bulto duro que crecía debajo de la ropa y la fricción de sus dedos era sin duda...exquisita. Me volví una perfecta descarada, olvidé por completo que estaba al aire libre con Hansel y su mano perdida entre mis piernas.
—Me gusta cuando eres así de sincera —jadeó contra mis labios apretándome el trasero, incitándome a moverme más sobre él.
—Cállate, antes de que me arrepienta —murmuré impaciente tratando de alcanzar el orgasmo.
Trataba de no hacer ruido y mantenerme en silencio a pesar de que el movimiento de sus dedos me estaba volviendo loca. Me besaba con fiereza, adaptando cada roce de su lengua a la mía como si estuviéramos sincronizados, pero de pronto me soltó e intercambió mis labios por mi cuello. Su aliento me traspasa la piel, y me causa una sensación intensa que me eriza y vuelvo a soltar un gemido.
Lo que termina de volverme loca es la lamida que me da por el cuello hasta llegar a mi oreja, y logra que una oleada de placer me recorra cada centímetro de la entrepierna. Sentí vergüenza de los gemidos que se escapaban de mi boca, pero ya no lograba contenerlos.
Hansel al ver que finalmente había alcanzado el orgasmo, no se detuvo, en lugar de eso, me sujetó con ambas manos de la cadera, desesperado. Comenzó a restregarme contra su miembro duro, y sin darme oportunidad de respirar volvió a besarme con la necesidad de un hambriento.
Cada roce, cada beso y cada caricia fue el estimulante suficiente para que volviera a llevarme al cielo y traerme de vuelta.
La respiración de Hansel se volvió agitada y sus manos me apretaban como si fueran parte de mi cuerpo, hasta que un jadeo ronco se escapó de su garganta, disminuyendo poco a poco sus movimientos hasta hacerlos imperceptibles.
Me mantuve temblando en sus brazos, hasta que la claridad post manoseada me pegó un puñetazo. La nube de placer se esfumó y me quedé inmóvil sobre él, no era capaz de mirarlo a los ojos después de lo que acabábamos de hacer.
Llevo dos décadas guardando con recelo mi virtuosa vagina de cualquier hombre por miedo, y llega Hansel con su sonrisa coqueta y sin mucho esfuerzo, me mete mano en medio del maldito jardín. Pero eso no era lo más terrible, sino que estábamos en el mirador con un visillo translúcido y un par de árboles que no cubrían en lo absoluto. Cualquiera que estuviera cerca podría haberme visto saltar sobre él como si fuera un trampolín.
—Espero que estés consiente de que ahora en adelante no podrás escapar de mí nunca más —dijo acercándose a mi lóbulo derecho y me dio una suave mordida para luego bajar por mi cuello en un camino de besos.
—No, no, no, esto estuvo mal, muy mal —dije empujándolo del pecho.
—Por el amor de Dios, ¿tan mal lo hice para que estés tan arrepentida?
¿Mal?
Ese no es el problema, el real problema es que me gustó y muchísimo. Hansel en todo momento se enfocó en hacerme sentir bien, nunca en mi vida, me habían tocado con tanta pasión y preocupación por hacerme sentir bien.
No respondí, me quedé en absoluto silencio incapaz de mentir o decir una verdad. Me sentía como en un juicio, cualquier respuesta que le diera podría ser usado en mi contra. De paso le daría la libertad para que hiciera cosas como estás más a menudo.
—No me respondas si quieres —dijo mirándome con esos ojos azules en los que veía mis mentiras—. Pero recuerda que veo a través de ti y me gusta lo que veo.
Hansel sujetándome del culo y con la fuerza de un toro se levantó conmigo acuestas y me dejó sobre el asiento con delicadeza, pero cuando volvió a ponerse de pie no pude ignorar un detalle. Tragué saliva mirando sus pantalones, parecían una carpa armada escondiendo el monstruo que tenía bajo de ellos.
Al parecer voy a tener que practicar yoga con más esmero si quiero sobrevivir al largo trozo de carne que se moría por saludarme.
—¿Isabella te gusta lo que ves?
Aquella pregunta me remontó a cuando apenas éramos dos extraños y no podía estar a tres pasos de él sin querer ahorcarlo. Ahora acababa de tener sexo con sus dedos en medio del puto jardín que estaba construyendo.
—No... aleja tu cosa de mí. Esto fue un error y no volverá a pasar —mentí con la misma excusa barata de cuando me besó en medio del laberinto.
Hansel se arrodilló ante mí, dejándome un beso en el muslo interior, haciéndome soltar un gemido silencioso por el aliento caliente de su boca.
—Por supuesto que sí, pero la próxima vez será en serio —se puso de pie y con una descarada elegancia, se metió las manos en los bolsillos y comenzó a acomodarse la herramienta para que no se notara cuando saliera de aquí—. Necesito volver a la casa, creo que sufrí un pequeño percance con tu enorme trasero encima.
—Te viniste con esa miseria de contacto, ¿eres precoz o algo parecido? —lo molesté haciendo que bajara la mirada sonriendo avergonzado. Estiró su mano para sujetar mi mentón y me hizo mirarlo hacia arriba.
—Siéntete orgullosa Isabella, nadie me había hecho venirme en los pantalones con solo un quema ropa.
Su declaración hizo que en medio segundo se me subieran todos los colores al rostro. Hansel se burló y ágilmente se acercó a dejarme un corto beso y se dio media vuelta caminando de forma extraña, imagino que debe molestarle la descarga tibia en sus pantalones.
Una vez que Hansel desapareció de la vista, recuperé la respiración y me llevé la mano a la boca conteniendo la risa nerviosa. El pecho me late con fuerza al recordar el momento tan ardiente que habíamos compartido, pero más que nada la tranquilidad me llenaba el cuerpo ahora que sabía la verdad.
Hice muy mal al malinterpretar que estaba viviendo una relación poliamorosa, porque las mujeres de la casa eran su madre y su hermana. Ahora que lo pensaba eran igualitas a él, con el pelo rubio como el sol y los ojos azules como los míos. Me sentía tan ridícula al sentir celos de ellas, las veces que los vi juntos no eran más que muestras de amor familiar.
Lo más importante ahora es tener en cuenta lo que dijo antes de irse. Después de lo de hoy no me dejará tranquila, no parará, sé que no lo hará hasta anotar gol.
Tenía miedo de lo que podría pasar de ahora en adelante, pero eso no disminuía el rayo de luz que estaba en el fondo de mi temeroso corazón. Hoy comprobé que Hansel me desea más que yo a él y esperaba que fuera algo más que interés sexual.
Esto comenzaba a ponerse interesante, pero debo irme, necesito bañarme y quitarme la chispa de culpa de lo que había hecho a plena luz del día. A toda prisa guardé el computador, las notas, lápices, y todo lo que tenía sobre la mesa para poder huir cuando escuché un ruido detrás del mirador.
—¿Quién está ahí? —pregunté nerviosa.
Sigilosamente salí del mirador, acercándome con cautela hasta los árboles de donde provenía el ruido con los ojos fijos al frente.
—Sal de ahí, no me gustan este tipo de bromas.
Era cierto, odiaba las películas de terror y el suspenso, me ponían paranoica y ahora lo estaba, había alguien allí, sin duda, alguien se ocultaba detrás de un árbol, podía oír las ramas crujir con el movimiento.
Mi respiración se volvió más rápida y mis manos sudorosas, mientras me agachaba instintivamente buscando algo para defenderme. Tomé una piedra, la sujeté con fuerza, y con un movimiento rápido la lancé hacia el lugar donde creía que se escondía mi espía. Pero, para mi sorpresa, no salió lo que esperaba, sino que era más pequeño, peludo y en diferentes escalas de grises. El indefenso conejo, con el impacto saltó asustado y se perdió entre los arbustos.
El alivio se mezcló rápidamente en mi pecho y solo así pude dar media vuelta y regresar a tomar mis cosas. Me eché el bolso en el hombro y sin perder de vista la mansión me senté en el auto y me arreglé el lápiz labial, Hansel se había comido gran parte de él al saborearme.
Nerviosa repasé la lista de contactos en FaceTime y marqué el número de la persona que me calmaría sin juzgarme. Necesitaba escuchar un par de gritos alegres que me hicieran olvidar por un momento el aliento de Hansel por mi cuello.
—¡Isa, me llamaste con el pensamiento! —dijo la escandalosa de Gabi con un moño despeinado en la cabeza, sosteniendo un lápiz en la oreja—. Y como ya te encuentras mejor no podrás rechazar mi oferta.
Gabi es experta en diseño de moda, pero sobre todo en hacer ropa para mujeres de huesos anchos. Gracias a eso se había hecho muy conocida cuando era estudiante, y la gran mayoría de chicas rellenitas se ofrecían para ser su modelo. Ahora llevaba tiempo en casa por su embarazo y por su esposo, que era un tanto exagerado y prácticamente la traía en brazos para evitar que se esforzara.
—Gabi necesito contarte algo, pero necesito que te sientes —dejó el móvil apoyado en alguna parte y la vi tomar asiento en su silla peluda blanca con su barriguita al aire.
—¿Qué pasa? Me estás asustando.
—Me metió mano —dije en corto y sin rodeos.
—¡Quien! —chilló abriendo los ojos como platos
—¿Quién más podría ser?
—¡Santa madre de Dios, cuéntame todo que necesito saber cómo diablos terminaste en esa situación! —gritó por la videollamada azotando sus manos sobre el escritorio.
—Todo comenzó por un malentendido, discutí con Hansel y al soltarle un cachetón decidió que meterme mano en medio de su jardín era buena forma de castigarme.
Gabi se puso una mano en la boca muy sorprendida por el giro que había dado mi drama con Hansel.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que te lo terminarías comiendo! —gritó dándose vueltas en la silla muy emocionada por mi primer manoseo con Hansel—. Y por tu cara, veo que ese castigo no fue una tortura.
—Ese es el problema, me gustó y mucho —dije mirando como Gabi sacudía las manos emocionada—. No te emociones tanto, aún no tenemos sexo como tal, pero no voy a negarte que quiero hacerlo con él —Gabi gritó como una loca con mi aclaración—. Por el amor de dios no grites, no vaya a ser que Daren te escuche.
—¿Y por qué crees que no se lo está contando ahora mismo?, esos dos son uña y mugre, se lo cuentan todo. Además, los hombres son mucho más chismosos que nosotras.
En eso tenía mucha razón, trabajo con hombres gran parte del día y había muchas ocasiones en que los veía hacerse bromas de dudosa sexualidad y los veía cuchichearse cosas entre risas.
—Ahora pasando al tema más importante, ¿le contaste que eres virgen? —la pregunta me tomó por sorpresa.
—¡No, claro que no!
—Pues deberías, porque, así como van las cosas te destrozará si no le dices.
—¿Crees qué es correcto desflorarme con él? —se encogió de hombros bebiendo agua de un jarro rosa brillante.
—Eso solo debes decidirlo tú, no puedo decidir por ti, pero si tanto te gustó lo que te hizo, no lo dudes —dijo guiñándome un ojo—. Antes que lo olvide, mañana por la noche vamos a celebrar noche de chicas, así que ponte bonita porque vamos a celebrar tu cumpleaños y tu primera manoseada con Hansel.
—Está bien, pero no te esfuerces demasiado, no quiero que marees a mi futuro sobrino o sobrina.
—Ok, nos vemos mañana, te quiero —me lanzó un beso y colgó la videollamada.
Gabi era la única verdadera amiga que hice en la universidad, las demás solían hablar de mí a mis espaldas y a criticarme por mi carácter. Pero sabía muy bien que lo que más les ardía es que siempre destacaba entre los chicos por mi cadera exuberante. Aunque no sabía por qué se preocupaban tanto las chicas, era popular entre los chicos, pero no por eso iba por ahí metiéndome con todos. Fueron pocos los suertudos que lograron sacarme un beso y una manoseada desabrida, que no me causaba nada más que inseguridad, ninguno me dio confianza para quitarme la ropa. No fueron ni la sombra de lo que me hizo sentir Hansel en cosa de segundos, pero no podía esperar menos de un hombre adulto, con experiencia, y el descaro que solamente podría tener él.
Me quedé en silencio en el auto y me reí sola recordando una vez más, pero también estaba presente la vergüenza y no sabía por qué, la gente se quitaba la ropa con un extraño todos los días, no tenía por qué avergonzarme de hacer algo tan humano. Pero no iba a negar que estaba asustada, me carcomía viva la ansiedad pensando en que pasaría ahora.
—No seas tonta —me dije a mí misma.
No debía entrar en pánico, tengo que dejar que las cosas fluyan y que sigan su propio ritmo. Por esta vez, voy a dejarme llevar, quiero ver hasta dónde puede llegar esto que tengo con Hansel.
Sé de sobra que él no es hombre de una sola mujer, puede que mañana siga a mi lado buscando calor y al siguiente quiera probar suerte en otra flor, pero no quiero pensar en eso. Quiero seguir mis deseos, vivir el ahora y disfrutar cada día como si fuera el último porque la vida es muy incierta, no quiero vivir con miedo, temor o reprimiendo mis verdaderos deseos.
Me he pasado una vida siendo la correcta e intachable Isabella, pero ya no más. ¿Puede que me equivoque?, tal vez, pero de eso se trata la vida, de probar cosas y equivocarse. No me importa lo que pase después, lo que me importa es que no voy a arrepentirme de nada, porque al fin y al cabo, esta es mi vida y yo elijo cómo vivirla. Y hoy voy a elegir a Hansel y el camino de perdición al que me lleva, pero más que nada, elijo seguir mi corazón y ser honesta conmigo misma.
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