Capítulo 11: Menta
Fetish - Selena Gómez
Isabella
La idea de subir a mi auto cada mañana era aterradora, tenía que hacer una serie de respiraciones para mentalizarme y autoconvencerme de que no volvería a pasar. Olvidar los flashbacks de aquel día estaban siendo difíciles, pero no imposibles. Me negaba a estar el resto de mi vida cautiva detrás de las paredes de mi casa con miedo a salir a la calle, de subir al Jeep que tanto adoraba y no continuar con el trabajo que me había dado la posibilidad de ser una mujer exitosa, fuerte e independiente. No iba a permitir que mi esfuerzo de tantos años se viera arruinado por un evento desafortunado del cual no era culpable.
Hace unos días me habían llegado los resultados de los análisis de sangre que me había hecho Nicolás, el amigo y médico de Hansel. Por suerte, no había daños o una mala reacción a la droga, pero por precaución me realicé otros exámenes para asegurarme de que ya no hubiera nada de aquella droga en mi cuerpo y estuviera cien por ciento sana. Presenté una demanda formal con la ayuda de los videos de seguridad de la casa de Hansel, y para mi mala suerte, Santiago ya no estaba en su casa, nadie lo había visto desde ese día y se ha estado escondiendo desde entonces.
Toña, cada día se aseguraba de que la llamara cada vez que llegaba a la casa de Hansel, y cada vez que venía conduciendo de regreso a la casa, mantuviera mi ubicación compartida en todo momento. Era solo la nana de mi casa, pero se preocupaba por mí como si fuera mi madre, lo que me hacía feliz y sentirme menos sola en el mundo.
Durante el día siempre trataba de mantener la mente ocupada para evitar que otros pensamientos no tan agradables se cruzaran en mi cabeza. Y como modo de distracción, miraba hacia la mansión en donde se escondía cierto rubio que no le había visto ni la sombra en días. Cada vez que lo buscaba para informarle algo sobre la obra, Jaime excusaba su ausencia con que había salido muy temprano y no tenía información de a qué hora regresaría.
Tenía la extraña sensación de que me estaba evitando y no sabía por qué. Pensé que la última vez que nos vimos habíamos cruzado una línea más amistosa, dejando atrás el mal recuerdo del inicio, pero veo que me equivoqué.
❀
A la mañana siguiente vi a Hansel entrando en su casa, y apresuré el paso de inmediato para hablar con él. Necesitaba mostrarle los avances y que me dijera que le estaba pareciendo la evolución de su jardín, necesitaba el visto bueno para continuar como hasta ahora. No quería que por falta de comunicación hiciera algo que no fuera de su gusto y que me dijera a último minuto que lo cambiara, odiaba a esos clientes con toda mi alma.
Ya llevaba un tiempo aquí y había descubierto algunas puertas ocultas detrás de enredaderas o espejos, por eso, me di la vuelta más larga y a escondidas, entré por la puerta de la cocina. Quería descubrir si realmente no había estado en casa, o si se escondía cada vez que venía a buscarlo. Dudosa, sostuve el pomo de la puerta, giré lentamente la bola dorada hasta que en un clic la puerta se movió mostrándome el largo pasillo que daba hasta la cocina de la mansión.
Al salir de la cocina oí unos murmullos, y curiosa me acerqué hasta la pared más cercana de donde provenía el ruido para echar un vistazo. Lo primero que vi al asomar la cabeza fue a Hansel con una mujer colgada en el cuello a punto de besarlo. Indignada abrí la boca echando una maldición, es un mentiroso, dijo que no traía a sus nenas a su casa y estaba con una en medio de la sala a punto de sacarle un pedazo. La mujer era atractiva, no podía decir que no era agraciada porque cada centímetro de ella era perfección y tenía una extraña sensación de que ya la había visto antes.
—Siento interrumpir —mi voz suena áspera, haciéndome sonar molesta. Me tenso en mi lugar, mirando la escenita que tienen en medio de la sala.
El rubio mentiroso al escuchar mi voz se volteó con los ojos muy abiertos a verme, con una sonrisa nerviosa, tratando de quitar los brazos de la sanguijuela que le cuelga del cuello. Lo poco que conocía de Hansel era que le fascinaban las mujeres, y ahora quién lo viera, intentando huir de la miss universo en persona.
—No interrumpes nada Isabella —dijo quitando con fuerza las manos de la mujer para moverse hasta mi lado.
La señorita de hace un segundo se quedó en su lugar con una ceja levantada, observándome de pies a cabeza, tratando de lanzarme cientos de cuchillos con la mirada. Su desdén bailaba en el aire, y con desprecio se puso una mano en la cintura. Se apartó el cabello del hombro tan lento, que parecía una escena dramática de las telenovelas de Toña. Ella al ver a Hansel tan interesado a mi lado soltó un resoplido, demostrando cuanto detestaba mi presencia.
—Puedo volver después —reprimiendo la rabia apunté hacia el pasillo por donde había llegado.
—Me parece una excelente idea, Isabella —dijo la rubia, fulminándome con la mirada.
Algo no andaba bien aquí, ella me estaba hablando lento como si fuera estúpida o si no tuviera la capacidad de comprender el idioma de las perras. El lunar que tenía arriba de sus labios me recordó donde había visto a la mujer. Ahora entendía por qué estaba aquí a punto de comerse a Hansel de un solo bocado, era la de la foto.
Lo que no entendía era por qué él la estaba rechazando, prácticamente cuando me vio a parecer, fue su oportunidad de librarse de ella. Además, Hansel no se veía feliz con la visita, al contrario, podría decir que hasta se veía molesto y eso era raro en él.
—Isabella no te vayas —dijo una vez que me vio darme la vuelta—. Catalina ya se va.
—¿Disculpa? Yo no me quiero ir —aclaró Catalina con una expresión indignada al ser echada de la casa.
—No hay nada de que hablar y te exijo que te vayas y no vuelvas, tu presencia molesta a mi novia.
¿Novia?
Miré a todos lados en busca de la enamorada de Hansel, solo estaba esa mujer y yo, y claramente, no podía ser ella porque la estaba sacando de su casa, fue entonces cuando comprendí que se estaba refiriendo a mí. Fastidiada, maldije para mis adentros, sintiendo como me subía el coraje. ¿Qué estaba haciendo aquí?, estaba metiendo las dos patas de lleno en un problema que no era mío. Catalina con su actitud altanera me gritaba lo mucho que odiaba mi presencia, y en vez de darme media vuelta e irme, me quedé ahí como si fuera parte del trío amoroso.
—A quien intentas engañar Hansel, ella no es tu novia, no tiene lo que se necesita para serlo, además... está gorda.
De la nada, la sonrisa se le borró del rostro al ver a Hansel tan serio, pero no era de él a quien debía temer, sino a mí.
—Esa gorda como tú llamas, tiene más cualidades que tú en todo tu perfecto cuerpo. Te sugiero que, si quieres parecer inteligente, intentes con otro argumento, porque juzgar a la gente por su físico no funciona en estos tiempos —añadió Hansel con una dulzura irónica.
Cada palabra había sido como un puñal para Catalina, y aquel aire lleno de soberbia que la rodeaba fue reemplazado por una rabia que, le transformó la piel blanca del rostro a una tan roja como un tomate.
—¿Vas a elegir a la celulítica antes que a mí? —preguntó con rabia.
Hansel respiró hondo, y contuvo el coraje que le estaba provocando y solo se limitó a aclarar sus dudas.
—¿Quién no lo haría?
—¿Qué ves en ella? —preguntó cada vez más molesta, sus palabras destilaban veneno.
—Todo.
—Deja de decir tonterías Hansel, ¿acaso estás ciego? No puedes cambiar todo esto —dijo apuntándose—. Por una mujer tan gorda.
El calor se acumuló en mis mejillas del fastidio, y me mordí la lengua para evitar soltar las amargas palabras que me quemaban en la garganta. Lo que dijo me molestó profundamente, pero no porque me dijera gorda, eso era cierto y no podía negarlo. Si no el hecho que me descalificara solo por mi apariencia, como si mi valor se viera definido por mi estado físico, y ella al ser delgada, fuera superior.
—¿Gorda? —dije con una sonrisa tomando la mano de Hansel—. Eso es lo que le gusta de mí, ¿por qué crees que entrena tanto? Es para poder comerse todo esto, tiene mucho que agarrar —dije dándome la vuelta mostrándole el culo a esa huesuda.
—¡Ay por favor! —respondió mirándome con asco—. Eso es solo grasa.
—No, es un jugoso filete que me gusta cenar todas las noches en una buena lencería —dijo Hansel, aumentando mi ego.
Solo para fastidiarla más, tomé a Hansel de la cintura y pasé mis brazos por su espalda en una lenta caricia, y pegué mi cuerpo contra el suyo. Al estar tan cerca podía escuchar como los latidos de Hansel se hacían más rápidos. Me superaba en altura con bastantes centímetros, así que me puse de puntitas para estar a una cercanía prudente de su boca, lo suficiente para simular un casi beso. Él solo me miraba impaciente esperando en un silencio sepulcral, y aquel minuto de conexión me hizo vibrar en sus brazos, sintiendo un cosquilleo que me recorrió la columna vertebral hasta llegar a mi entrepierna.
—No me fastidies Hansel, ¿de verdad prefieres a esa mujer sobre mí? —gritó Catalina explotando en celos.
La voz de la chiquilla molesta pasó a segundo plano, estábamos tan cerca que podía sentir el ligero aliento a menta de su boca. Hansel estaba hipnotizado mirándome, acaricié con mis dedos la abertura de su camisa, recorriendo lentamente la perfecta separación de sus pectorales, hasta llegar a su mejilla en una suave caricia acercando su boca a la mía. Mi actitud cariñosa hizo que él me mostrara su perfecta hilera de dientes blancos, complacido, permitiendo que aquella escena íntima entre los dos fuera suficiente para que Catalina, furiosa saliera a grandes zancadas de la sala y azotara la puerta después de salir.
Con la miss universo fuera de mi vista, regresé a mi actitud gélida y distante de siempre, dejando a Hansel persiguiendo mi boca a punto de babear.
—¿Por qué te detienes? —preguntó Hansel con los ojos brillando en decepción.
—Pobre, ¿acaso pensaste que te besaría? No me malinterpretes, solo fue para molestar a tu nena —giré sobre mis talones avanzando hacia el pasillo por donde había llegado. No debí venir.
Un jalón detuvo mi andar y sin darme oportunidad de escapar me atrapó apretándome contra su cuerpo. Delicadeza, era un concepto que al parecer no conocía, porque me estaba apretando el brazo tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos por la presión.
—No vuelvas a hacer algo así, la próxima vez no voy a permitir que te alejes.
Estaba acostumbrada a que fuera coqueto conmigo y que me sonriera de la forma más encantadora que pudiera existir, pero la seriedad y las miradas intensas me causaban pánico. Sentía que él podía ver a través de la barrera que intentaba mantener entre nosotros, y temía que con una de esas miradas tan penetrantes destruyera el muro que había construido hace años.
—Entonces no debo temer —dije empujándolo—. Porque no volverá a pasar.
—Entonces debería arriesgarme, no tendré otra oportunidad para volver a estar tan cerca de ti como quisiera —insistió apretándome más fuerte, pasando una de sus enormes manos hasta llegar a mi cabello, y lo jaló con fuerza de la base, inclinando mi rostro hacia el suyo.
Me tenía totalmente acorralada con la respiración agitada uno frente al otro, sin romper el contacto visual y sin decir nada. Me molestaba la idea de que fuera tan atractivo. Con cada mirada algo se movía en mí, como si su magnetismo tuviera el poder de desarmarme con facilidad. Era un hombre encantador a la vista, con un tipo de belleza que no solo se veía, sino que se sentía, provocando que con solo una mirada cayeras bajo el hechizo. Mi cuerpo reaccionaba al suyo de forma natural, no podía evitarlo, es como si estuviera lista para seguir sus movimientos, su voz y la confianza que emanaba de él y que tanto me irritaba.
—No te atreverías —dije en un hilo de voz, respirando con dificultad.
—Pruébame, florecita.
La cercanía de su cuerpo con el mío hizo despertar cierto instinto en mí y maldije a mi cuerpo por ser un traidor. Tenía los pezones duros contra la ropa interior y descaradamente, pedían a gritos un poco de atención de parte de las manos de Hansel. Sentir como mi cuerpo reaccionaba al suyo me avergonzaba, parecía una chiquilla de quince años sintiendo atracción por un hombre por primera vez.
—Suéltame, o juro que voy a cortarte el pene con suma lentitud, y haré una cazuela para luego dártela de comer —gruñí molesta conmigo misma, no podía creer que finalmente haya cedido.
Mis palabras llenas de rabia lograron que la tensión del momento se rompiera, y que una risa llena de diversión se escapara de sus labios.
—Por qué te metes con mis partes, ellas no tienen la culpa de que les gustes tanto —confesó entre risas.
—Iugh, qué asco. ¡Suéltame de una vez animal!
Lo hizo, pero tan despacio que pensé que no lo haría y me besaría. Mi cuerpo resintió la falta de tacto y lloraba en silencio por los brazos fuertes de Hansel. Respiré profundo intentando disipar el calor de mi cuerpo y poder volver a centrar mi cabeza.
—¿Contenta? —preguntó de forma petulante.
—Extasiada, maldito idiota —furiosa me arreglé la ropa, ignorando el calor que aún permanecía en mi cuerpo—. A lo que venía. Durante estas semanas hemos avanzado bastante y quiero que me digas que te parece.
Hansel miró por la ventana con desinterés.
—Está bien, pero hay algo que falta.
—¿Qué cosa?
—Faltas tú, la flor más bonita de mi jardín —puse los ojos en blanco al escuchar la frase. Por qué no se rendía de una vez.
—Hablo en serio.
—No te preocupes, todo está perfecto. Te dije que podías hacer lo que quieras, y hasta ahora no hay nada que no me guste.
—Me alegra saberlo. Me iré temprano esta tarde, si tienes alguna duda respecto al jardín puedes preguntarle a Carlos, está a cargo en mi ausencia.
—¿A dónde vas?
—No tengo por qué darte explicaciones, no eres nada mío.
—Eso puede cambiar en cuanto tú lo decidas. Ve con cuidado y llámame si necesitas algo.
Ignorando lo último giré en redondo y salí por la puerta principal. Al salir al jardín me despedí de todos los obreros y me subí al jeep repitiendo mi serie de respiraciones para calmar mis nervios.
Todo estará bien Isabella, no hay nadie que te persiga. No temas.
Pensé en cosas bonitas que alejaran la tormenta de pensamientos oscuros que asechaban mi cabeza. Hoy estaba de cumpleaños Toña, debía pasar a recoger el cheescake de chocolate que le había comprado, era su favorito. Al llegar nos devoraríamos el pastel, acompañado con una taza de agua de menta para prevenir el dolor estomacal, luego de comernos un pastelito para 12 personas entre las dos.
Menta. El mismo olor que había sentido de unos labios burlones. Con solo un recuerdo regresó a mí la sensación de sus brazos perfectamente tonificados a mi alrededor, de cómo sus manos se ajustaban perfectamente en mi cintura, negándose a la idea de soltarme.
Por un segundo me permití imaginar en como serían sus besos. Dudo que sean suaves, deben ser intensos igual que su mirada, con una lengua astuta que recorrería la mía con avidez. Hansel no es de los tipos delicados, así que en medio de un beso me acorralaría contra la mesa de villar de la sala y me besaría sin reservas. Atrevidamente, sus manos recorrerían mis piernas con urgencia, anhelando alcanzar aquel premio que se oculta para él en medio de mis pier...
Detuve mi ensoñación al escuchar una bocina. Estaba tan atrapada en mis pensamientos que por un minuto olvidé que iba conduciendo, pasándome accidentalmente un semáforo en rojo. Un escalofrío me recorre el cuerpo por mi error y asustada miro por el retrovisor, notando al conductor que venía detrás de mi auto. Se veía bastante irritado y podía verlo como me gritaba cosas que no podía escuchar.
Una mezcla de culpa me invade al tener ese tipo de pensamientos, no debería pensar en él de esa manera. Puedo escuchar las palabras de Gabi en mi mente, y riéndome de forma nerviosa acepto que quizá tiene razón.
Estaba en la primera fase, y hoy, había tenido mi primera fantasía sexual con Hansel Becker.
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