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O2 ; Aprendiz.

Me gusta la curva de
tu nariz.  Me gusta
e s c u c h a r t e.
Ser tu aprendiz.

E

l dueño del bar me dejó a cargo de las llaves, la entrada y salida de todo el personal y clientela. Debido a eso, a las siete en punto salí del departamento, cargando con la misma chaqueta azul marino de siempre en la espalda, deseando que el clima mejorara y se estabilizara un poco más. Últimamente los días eran muy cambiantes: un día frío, otro calor, al siguiente lluvia, y luego sol. Todo un problema para mi persona, ya que no contaba con mi vehículo y no me quedaba otra que sufrir el kilómetro y medio en la planta de mis pies.

En camino crucé las universidades que se disponían en forma de esa característica ‘u’, ubicadas unas calles antes de mi destino. Las distintas facultades tenían un nombre específico: medicina, ingeniería, sociales, entre otras. En ese momento pensó en la declaración de la castaña que había conocido noches antes en la cual aseguraba leer demasiados libros de filósofos reconocidos. ¿Acaso ella estudiaría allí?, ¿se estaría formando como una profesional?, realmente desconocía el tema y todo lo que este abarcaba.

A lo largo de toda su vida, había escuchado de muchas carreras extrañas, pero nunca de una que se especificara la filosofía: ¿de verdad todas aquellas opiniones, formas de pensamiento y razonamiento tenían algún tipo de mecanismo?, ¿realmente alguien sería capaz de enseñar a razonar a otra persona? Había tomado unas cuantas clases en el instituto sobre el tema, pero solo había estudiado lo justo y necesario para zafar de aquella materia. Realmente no entendía mucho sobre ese tema y mucho menos sobre la mujer que tantas incógnitas le había generado. Sabía de casos donde el bartender terminaba con una seria obsesión y especie de favoritismo con cierta clientela, pero no creía terminar de aquella manera.

Cuando me paré a admirar la fachada digna de mi lugar de trabajo, el bar me pareció más apagado que nunca. Lo primero que hice al adentrarme al lugar, fue encender el cartel de neon que alcanza a iluminar todo el frente de vidrios semipolarizados. A medida que comencé a acomodar las sillas alrededor de las mesas de los sectores privados y el tiempo pasó resultando productivo, varios empleados fueron llegando. Ellos también ayudaron a ambientar el lugar como cada noche. Faltaba una hora para la apertura al público cuando la pista ya se encontraba limpia otra vez y las botellas de los diferentes tópicos de alcohol eran rellenadas una por una.

Me senté junto a Jungkook en uno de los privados a platicar, cosa que me resultaba completamente aburrida y no porque fuera él, sino porque mi cabeza se encontraba en otra parte.

—Jin, siquiera me prestas atención, mucho menos me contestas—se quejó mirándome de mala gana luego de darle una pitada al cigarrillo que tenía en la mano mientras yo le precedía con una disculpa—. El otro día quedaste embobado con esa chica, joder—rió alargando la última vocal de la oración.

—Ah, cierto, la viste también—asintió, pero seguía exigiendo una explicación—. Fueron de esas charlas interesantes, ¿sabes? Lo sentí como en esa vieja época en la que aquel chico Shownu se había decidido a hablar conmigo todas las noches sobre su vida en el extranjero y todos los lugares que había recorrido. Aunque puede decirse que mejor—admití.

—¿Porque tiene vagina?—preguntó aguantando una carcajada.

—No, porque al menos ella habla coherentemente y el alcohol no le hace estúpida—murmuré con mi boca de costado—. Además, no sabes qué carajos tiene entre las piernas—le reté, algo extrañado de su comentario.

—¿Entonces?—cuestionó.

—Creo que es una de esas ‘chicas interesantes’—resumí en pocas palabras.

—De todos modos, no creo que vuelva, hombre—sentenció—. Hace una semana que no pisa por aquí y de seguro ya debe de haber olvidado todo lo que habló contigo—agregó mientras palmeaba mi hombro en signo de lástima.

Pero no. Claro que no. Claramente lo que él dijo fue mentira. Obviamente ella volvió esa noche. Por supuesto que sí.

Entró de la misma manera en la que lo hizo la primera vez. Con la misma seguridad y coraje que antes. Con una gorra que encerraba su pelo atado, con ropa deportiva oscura y zapatillas del mismo tipo.

—Buenas noches, SeokJinnie—me saludó amablemente mientras se sentaba en el mismo lugar que ya había ocupado y sacaba su celular del bolsillo delantero.

—¿SeokJinnie? ¿Segura que eres mayor? Pareces de máximo veinte—predije mientras secaba mis manos, las cuales se habían empapado después de lavar unas copas y vasos.

—¡Incorrecto! Tengo unos veintisiete años bien llevados—se defendió con una bonita sonrisa.

—Entonces puedes no usar honoríficos conmigo, noona—admití mirándole fijo.

—¡Cierto que en Corea usan honoríficos! Me agrada todo el respeto que se tienen, la verdad—habló.

—Pensé que eras de Corea también.

—No, tengo ascendencia coreana, ¿extraño árbol, cierto? Debe haber sido algo como—alzó sus manos, interpretando la presentación de un gran eslogan publicitario— “Vuelta al mundo en 80 espermatozoides”, por “los hombres de la familia Kim”.

No puedo creer que me haya hecho reír una cosa así. Pero la forma que tenía de contar las cosas eran únicas. Era muy expresiva y parecía pensar cada palabra que decía increíblemente rápido, porque incluso aquella estúpida broma era muchísimo más inteligente de lo parecía a simple vista.

—Venga, ¿que te sirvo?—pregunté, abriendo mis brazos al mostrar la cantidad de botellas que había sobre la pared. Cada una de ellas contaba con una luz en su base, haciéndolas ver fluorescentes e incluso más interesantes.

—Dime tú qué me sirves.

—Para una señorita como usted, lo mejor es un buen trago de baileys.

—¿Por qué?

—Porque no tengo ni la más mínima idea de lo que te gusta y lo que no. Y tal vez con un licor así te abres más, porque conocerte suena bien y es una buena actividad a esta altura de la noche.

—¿Conocerme? Vale, pregunta lo que quieras, qué mas da, eres un barman y no me molesta hablar de más—informó, mientras daba vuelta su celular luego de haber tecleado algo. Tenía una carcasa totalmente negra, estética y muy simple.

—¿Estás en la universidad?—pregunté sin más, recordando mi recorrido hoy.

—De hecho, de ahí vengo. Es la hora en la que salgo de allí.

—¿Qué estudias? No te veo ni de médica ni de nada—murmuré lo último, intrigado.

—Estudio letras y filosofía.

—Bingo, lo sabía.

—Ah, ¿sí?

—Sí, y tengo un par de preguntas—continué—¿Realmente imponen filosofías? ¿O son flexibles en cuanto a opiniones?

—Amigo, la filosofía no se enseña, aunque sí algunas puntuales pero siempre hay una manera distinta de evaluar lo mismo, y menos que menos se impone. Te enseñan a razonar lo que escuchas, a saber pensar, a crear tu propias filosofías a base de otras, a analizar las antiguas filosofías madura y correctamente, a no quedarte un con una conciencia y poder de razonamiento en vano.

>Porque, sí, el ser humano es un ser racional, lleno de pensamientos, opiniones y sobretodo muchas ganas de hablar. Una parte considerable de la humanidad tiene la mente muy cerrada y la boca demasiado abierta mientras que otra parte, la mente abierta y la boca cerrada gracias a las presiones que genera escuchar al otro ‘bando’. Y es un enorme desperdicio.

>Nosotros tenemos que aprender y los profesores tienen que enseñarnos a abrir la mente más allá de lo que creemos, olvidar lo que creemos saber o adorar para por fin serle fiel a nuestra vocación. Fiilosofar para uno mismo o para todos, con mucha disposición, lo que nunca se habla o no se debería hablar si es que quieres mantener un lazo de confianza y respeto. Tocar los temas intocables, volverlos muy amigables para hacer reflexionar a los demás mientras al mismo tiempo te cuestionas cómo carajo haces lo que sabes.

>Se dice que la política y la religión son tópicos que no se deben ni mencionar. Pero siempre hay un detrás de todo lo innombrable. ¿Por qué los humanos se quieren desviar al oír la palabra ‘dios’ cuando sabe que su contrario no opina lo mismo? ¿Por qué la política es lo que mueve y al mismo tiempo lo que hace retroceder a la sociedad? Cosas simples con las que puedes sacar charlas que no te das ni idea, más si es que todos los partícipes en la conversación saben de lo que hablan.

>Como te decía antes, al final no todos queremos o podemos encarar un mismo tema de la misma manera. Sería bastante aburrido si cayeramos en una filosofía constante y sin sentido, ¿no? Al menos mi carrera dejaría de existir, porque todos estarían tan ocupados aprendiendo la misma manera de pensar que se olvidarían de la propia.

Wow.

—Gracias—respondí finalmente al mismo tiempo que entregué el vaso de aquel dulzón licor—Ten.

—Saluti, guapetón.

—¿Puedo proseguir con las preguntas?

—Eh, yo voy ahora—protestó, le di lugar a que hablara—. ¿Con cuantas personas has hablado sobre este tema?

—Dos. Tú y un profesor—dije bajito— ¿Ahora sí?

—Claro.

—¿A quién le escribías hace rato que se te veía tan entusiasmada?

—Mi ex-novia, subí una foto mía a las redes y me habló para recordarme que no tapé con base el lunar que tengo en la nariz—se la oía algo irritada pero sarcástica.

—Ah, pues es un bonito arco el de tu nariz. Me gusta.

—¿Bonito?—rió extrañada.

—Sí, no tienes el tabique roto al menos. Una vez conocí a una chica que lo tenía roto, besarle no era tan agradable, tu sabes.—finalicé el chiste.

Ella esbozaba una sonrisa, tranquila, con las facciones relajadas, disfrutando el licor, observando el lugar cálidamente.

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