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RAZIEL

#DomingoDeIO

Capítulo dedicado a kamila_alejandra14 por sus muchos comentarios en el capítulo pasado. Gracias por sacarme más de una sonrisa :)



El taxi nos deja justo frente a mi edificio.

Desde las afueras, su infraestructura parece una enorme muralla de escalada; oscura y eterna.

Miro hacia el lado, justo donde Audrey descansa del viaje manteniendo los ojos cerrados.

—Eh. —arruga las cejas cerrando con fuerza los ojos en un gesto claro de que le molesta que moleste. Cuando abre los ojos, su mirada perdida tarda en dar conmigo—. Ya llegamos.

Actuando como una tortuga, trata de incorporarse. Pago, abro la puerta, bajo y espero a que salga, pero su vestido se enreda entre sus pies complicándolo todo. Me agacho para recoger su vestido, pero ella se deja caer sobre mi hombro para sostenerse de mi cuello.

La abrazo por debajo de los brazos para poder levantarla. El taxista luce molesto, la demora le está quitando la paciencia.

Procuro que Audrey no golpee su cabeza en el arco del auto y la sostengo de la cintura una vez salimos. Ella se acomoda bajo mi capa en busca de refugio. Hace frío afuera, entiendo por qué lo hace.

Cierro la puerta.

El taxi emite un ruido que hace eco en la calle al marcharse.

Detrás de ese rugido del motor queda un quejido de Audrey.

—¿Te sientes bien?

—No mucho.

Genial.

Entramos al edificio.

Las escaleras son un riesgos para ambos, para ella por no estar dentro de su cien por ciento de estabilidad, y para mí, por ser quien debe lidiar con su peso. Paso a paso, escalón a escalón. Son varios pisos los que nos restan, por lo que no dudo de que nos demoremos.

Este sitio no es de lujo, tiene lo necesario para que una persona o dos puedan sobrevivir. ¿Ascensores? No. El único que existe se averió tiempo atrás y nadie cree que vale la pena poner de su dinero para repararlo.

Al llegar arriba, doblamos la esquina hacia el pasillo y este se vuelve un escenario largo y sucio. Tengo la leve impresión de que Camille abrirá la puerta del departamento y saldrá a recibirnos con una sonrisa. Luego recuerdo que ella no está, que se ha ido a casa de sus padres, y todo se complica.

Si subir las escaleras ha sido un tramo desafiante, luchar en contra de Audrey lo será más.

Se tambalea con dificultad, no modula como cuando llegó al departamento por la tarde. Mientras subíamos estaba más habladora de lo usual, haciendo preguntas sin sentido sobre mi vida personal.

Frente a la puerta, se recarga en la pared mirándome con una chispa de diversión en los ojos.

—¿El color verde moho es tu favorito?

Esa es una más de sus preguntas. La primera fue de qué color son mis calcetines.

Ha perdido el sentido común.

—No, ¿por qué lo preguntas?

—Porque este edificio está lleno de ese color. —Mira alrededor—. Ahí, ahí... y en muchos lugares más.

Supongo que a su yo más razonable poco le importa saber cuál es mi color favorito, pero su yo absurdo no tiene tapujos en preguntarlo.

—Eso es... moho. Ocurre por la humedad.

—Uy, uy, uy —exclama—. No me lleves por ese camino.

Esa es una insinuación bastante directa de su parte. Ahora entiendo de qué se trata esto.

No, Angelito, estás tanteando terreno peligroso que ni tú ni yo deseamos cruzar.

Con la entrada libre hacia mi piso le cedo el paso para que entre. Forma una sonrisa antes de animarse y pasa junto a mí deslizando su mano por mi pecho en el trayecto.

Necesito beber algo.

En la cocina me dirijo a la nevera. No hay cervezas, solo una botella de vodka sacar frutilla que Camille compró hace tiempo para la celebración de su cumpleaños. A falta de lo primero, la saco y me sirvo.

Audrey no tarda en asomarse. Observa la cocina, probablemente analizando todas las imperfecciones que encuentre y luego entra con su semblante tímido. Se ve más desaliñada que en la tarde, cuando salió del baño con su maquillaje recién hecho. «Diferente», es la palabra que se me vino a la mente la primera vez. Ahora, la palabra a la que recurre mi cabeza es «peligrosa».

—Quiero un poco de eso —señala el vodka—, solo para probar.

Esboza una sonrisa infantil.

Se ve que no es alguien que beba alcohol, pero ya es alguien adulta y lo suficientemente capaz para decidir qué quiere y qué no.

Saco otro vaso y le sirvo.

Antes de beber, lo acerca a su nariz para olerlo.

—Huele rico —pronuncia palabras arrastradas, poco moduladas. Se lame los labios, se lo piensa un momento y, a continuación, bebe todo el líquido. Una mueca de asco se pronuncia en su rostro—. ¡Sabe horrible!

—Tiene su encanto cuando te acostumbras.

La chispa de antes despierta con mi comentario.

—¿En serio?

Respondo con un simple ademán y me escudo tras mi vaso mientras todavía queda algo de vodka. Ella, por el contrario, deja el vaso a un lado.

—Estás muy distante —dice bajo, pese a que aquí solo estamos ella y yo.

—Protejo la línea que tú quieres cruzar.

Achica los ojos.

—«Proteger» es una palabra que se usa para casos de peligro. ¿Acaso soy uno?

Se hace un mohín. Forma una mueca de mocosa regañada y me mira con las cejas curvas.

—¿Qué pasa? —camina lento pero desafiante— Eres mi novio falso, actúa como uno.

Dejo mi vaso sobre la mesa y me relamo los labios para sentir lo que queda del sabor.

¿A qué intentas jugar, Angelito?

—Si no estuvieras borracha, no dirías todas estas cosas.

Se tambalea un poco, pero logra llegar frente a mí.

—He tenido que beber todo esto para estar aquí. —Tiene los ojos llenos de perversión. Su sonrisa amplia, decorada por lo que queda del labial. Hay un acercamiento, su aliento tibio golpea mi boca. Hay una doble intención. Lo último queda claro cuando me rodea el cuello y murmura contra mis labios—: Quiero que me lleves a la cama.

No puedo evitar sonreír cuando es tan «provocativa», pero arrastra sus palabras por mucho que intente lo contrario.

—Bien, te llevaré a la cama —sentencio.

La agarro por la cintura y la subo en brazos. Ella emite un jadeo, no esperaba que accediera con tanta rapidez. Coloca sus manos en mis hombros mientras acomoda sus piernas a mi alrededor. Tomo sus muslos para que no resbale y la llevo a mi habitación.

Aquí todo está desordenado, tal vez debí dejar la luz apagada.

—¿Querías que te lleve a la cama? —le pregunto y la pongo encima provocando que las tablas viejas crujan bajo su cuerpo— Pues aquí está la cama.

—Qué dices...

—Hablamos cuando dejes de fingir que estás borracha.

Me dirijo a la puerta y la miro desde ahí. Su indignación es monumental.

—Buenas noches —me despido y apago la luz.

Con la puerta cerrada a mi espalda sonrío.

¿De verdad creyó que podría engañarme?

Es divertida.

La puerta del cuarto no tarda en abrirse.

—¿Qué me delató?

Ya no hay más palabras arrastradas, tambaleos o expresiones insinuantes. La Audrey real, la misma que por un tiempo me dediqué a estudiar en los pasillos de la academia, está frente a mí demandando una respuesta.

—Eres muy obvia. —Me quito la capa—. Si quieres seducir a alguien, debes ser más sutil.

Frunce el ceño.

—Esa es una respuesta muy ambigua. Sutil ¿cómo?

Me pongo de pie, poniéndola en alerta. Sus hombros se tensan, su espalda se endereza y sigue con cuidado mis movimientos. Me acerco, silencioso.

—Ir despacio... Debes causar intriga.

Antes de situarme frente a ella, cambio de dirección hacia el baño. Ella me sigue detrás.

—Es lo que intenté.

—Y en eso se quedó: un burdo intento. La atmósfera no te acompañó, al contrario, lo arruinó. Debes saber cuándo es el momento de actuar. Y no exagerar.

Tiro de su mano y la sitúo frente al espejo.

—Mírate. Con o sin maquillaje luces bien. Luces inocente y si te lo propones actúas como una máquina de seducción. Eres una persona atractiva. Tú iluminas cualquier sitio al que vas. Eres como...

—La lámpara de las polillas —desdeña en conclusión.

—El punto es que tienes encanto propio, no necesitas forzar nada. —Ella me mira desde abajo, con las cejas hundidas y mordisqueándose los labios para reprimir la vergüenza—. Con o sin maquillaje luces bien. Luces inocente y si te lo propones actúas como una máquina de seducción. No necesitas hacer mucho más que captar el momento.

—¿Cómo puedo hacer eso? —Voltea.

Su cuello queda desnudo y puedo contemplarlo con mayor detalle a través del espejo, a diferencia de la fiesta, donde solo pude oler un sutil aroma a miel y flores.

—Hay una variedad de gestos que te lo indicarán. —Vuelve a mirarme a través del espejo—. Tú misma notarás el cambio, las intenciones ocultas entre las palabras. Los silencios... Las miradas cargadas...

Sus ojos conectan con los míos.

—Justo así —le doy un punto a favor.

Ella sonríe.

—Para qué leer estúpidas revistas de adolescentes cuando tengo a mi maestro aquí —dice y gira su cuerpo para encararme sin espejos de por medio—. ¿Qué más debo aprender, oh, gran sabio?

Esta vez yo sonrío.

—Que una presa consciente de que es acechada tiene más oportunidades de escapar.

Todo su entusiasmo decae.

—¿Eres aspirante a narrador en Animal Planet? No entiendo por qué hablas como si todos fuésemos animales.

—Porque está en nuestra naturaleza actuar como uno. Somos más civilizados, pero no más inteligentes. Actuamos por instinto como los animales, actuamos de acuerdo a nuestra propia supervivencia o la de quienes queremos, nos movemos a través de jerarquías, despojamos a los débiles.

Mira hacia un lado, dubitativa.

—Tal vez tengas algo de razón. Pero limitarnos a animales es demasiado bajo.

—Angelito, el ser humano es la peor escoria que existe —le señalo en caso de que no lo haya notado—. Somos malos por naturaleza, destruimos todo lo que tocamos.

Blanquea los ojos, fastidiada, y sale del baño en dirección al sofá, donde su mochila yace.

—Ya hablas como Seth —se queja—. Lo siento, pero no puedo ver todo lo malo del mundo.

—No lo hagas. Si llegara a ocurrir, entonces él habría ganado.

Se gira al instante.

—¿Ganar qué?

—Corromperte —puntualizo—. Tengo la teoría de que Seth y Dhaxton buscan a chicas puras para corromperlas, inspirados en las obras de...

—Danti Vannan.

Es intrigante cómo todo gira alrededor de las obras de ese sujeto.

—Él buscaba a chicas puras que retratar en sus pinturas. Creía que la perfección se encontraba en ellas: vírgenes, inocentes, mujeres sin pecado que se aferraban a las enseñanzas de la biblia. —Tomo un trozo de papel higiénico y me lo paso por la cara para quitarme el maquillaje—. Están buscando chicas para jugar con ellas en honor a Danti Vannan. Quieren deformar lo que el pintor hacía y crear una nueva obra.

El interés del angelito está completamente enfocado en mí. tanto así que deja de lado sus cosas para regresar al baño.

—Pero... ¿cómo harían eso?

—Jugando con ellas, las impulsa a cometer actos que no harían.

Abre sus labios, sorprendida. Lo siguiente que hace es volver a la sala agarrándose la cabeza.

Algo malo ocurre aquí, y necesito saber qué.

—Solo es una teoría —repongo.

—Es decir que no quieren mis «primeras veces». —Sus ojos brillan como si hubiera encontrado un descubrimiento nuevo—. Seth me lo dijo en su auto. Dijo que quería tener «todas mis primeras veces». Lo vi compitiendo con Dhaxton por mi primer beso...

—Eso confirmaría parte de mi teoría. De ser cierto, necesitamos saber cuáles son sus motivos.

Vuelve a la sala. Se pasea de un lado a otro, inquieta y una mueca de aflicción concentrada en su pequeño rostro.

—Me siento como una estúpida —masculla con la voz quebrada.

Salgo del baño en cuanto la escucho y freno su paso.

—No me digas que...

Niega.

—Aún conservo... mi anillo —responde, aunque duda—. Pero si no fuera por él seguro que no.

Me preguntó cómo hizo alguien como Bellish para que ella le permitiera llegar a ese extremo.

—El punto bueno es que aún lo conservas —la animo—. Y que si llegas a perderlo será porque lo perdiste conmigo. —Pestañea confundida, pero luego cae en nuestra confabulación—. Todo tiene que ir de acuerdo al plan, ¿de acuerdo?

Suspira, resignada.

—De acuerdo.




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Un besito y nos vemos luego~

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