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Especial San Valentín


Este es el especial más largo que he hecho hasta ahora y el primer San Valentín +18. Mamá perdóname D:

Antes de leer, sugiero que se hayan leído tooooda la historia primero, ya que contiene algunos spoilers. Aunque yo sé que habrá pipol que debe ir por la mitad y ps les ganó el chisme JAJAJ a esas personas: holi. Y a las que leyeron todo el libro, les informo que esto pasa solo unas semanas después de que todo se fuera al carajo.

Ahora shí, ¡Feliz Día del amorsh y la amistad! 🥰

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14 de febrero

EL CORTE DE CABELLO DE SETH

Llevábamos escabulléndonos de la logia durante unas semanas. Yo estaba cansada, había perdido la cuenta de en cuantos lugares habíamos intentado descansar. Me resultaba tan irónico que después de ayudar en comedores comunitarios, fuera yo la que necesitara la ayuda de los voluntarios. No era fácil; a veces sentíamos que nos encontrarían, por eso no descansábamos lo suficiente.

Llegó a un punto nuestra paranoia, que decidimos hacernos un cambio de imagen más radical. Yo fui la de la idea, por ello, la primera en hacerlo. Me corté el cabello, lo teñí de negro y compré lentillas de color marrón. Para esconder la fisonomía de mi nariz, busqué unas gafas lo suficientemente gruesas para que cubrieran mi tabique. También cogí un piercing falso y cambié mi estilo de vestir. Lucía como el prototipo de chica mala en las películas. Frente al espejo, al menos, me veía diferente.

El problema fue Seth.

Seth, Seth, Seth. No había demasiados cambios que hacerle, aunque uno muy importante era su cabello. Él, por supuesto, se negó a cortarlo.

—Es la fuente de mi rebeldía —decía.

Claro, porque esa tontería era más importante que pasar desapercibidos para una secta que ardía en cólera a causa de exponerlos.

Discutí demasiado con él sobre su corte de cabello. Con suerte lo convencí para que lo tiñera, pero ¿cortarlo? ¡Eso jamás!

Aunque, claro, todo tiene un precio y después de una serie de advertencias, logré convencerlo. Así que un 14 de febrero en algún lugar de los suburbios de Estados Unidos, declaramos que sería titulado como «Adiós, Cabello».

—Por favor, ten piedad de mi cabello.

—Sh... silencio. —Apenas buscaba las tijeras.

Seth estaba sentado en una escuálida silla. Tenía las manos cubriendo su moño y las piernas las movía sin parar.

—No puedo creer que realmente estés así de nervioso —me burlé al percatarme de aquel detalle.

—Jamás has cortado cabello además del tuyo.

—Ajá.

—Pero sí te has cortado un dedo.

Blanqueé los ojos.

—Te dije que eso pasó cuando era pequeña. Y no tiene ninguna relación con cortar cabello.

—Pero piénsalo bien: si no puedes cortar un trozo de papel, ¿podrás cortarme el cabello? Claro que no podrás.

—Seth, no puedo creer que estemos discutiendo por algo que crece.

—Yo tampoco, podríamos estar viendo televisión.

¿Por qué de todas las personas de la tierra tenía que quedarme con el adulto que actuaba como un niño pequeño?

—Podríamos, pero alguien no deja cortarse el cabello. —Saqué las tijeras y se las enseñé con una sonrisa—. Así que hagamos esto rápido y luego veamos la televisión.

Me acerqué a Seth. Él debió verme como algún asesino de película, Freddy o Jason, pues intentó hacerse un ovillo. Cuando logré apartar sus manos y tomé su colilla —que seguía pareciéndome tierna pese a estar más larga— estiré el cabello dispuesta a dar el primer corte. Pero Seth, en su afán de llevarme la contraria, intentó cubrirse nuevamente. ¿El resultado? Un corte en su dedo índice que pudo pasar a mayores.

—¡No mires! —le advertí, pero fue tarde. Seth apretó el dedo y la sangre le dijo hola.

—Mierda... Sangre... La odio.

—Es que tú eres un desastre andante —me quejé.

Seth se levantó de la silla y fue corriendo al baño para encender la llave del lavamanos. Yo le seguí a pesar de tener la vaga idea de decirle: «tú tuviste la culpa, tú te las arreglas». Me metí al baño también y vi correr el agua teñida en sangre hasta esclarecer.

—No es una herida tan grande. —Tomé su mano para examinar su dedo. En realidad, sí era una herida superficial, de esas que sangran un momento y pasan—. Una vendita y listo.

La sangre comenzó a fluir de nuevo y, por alguna razón, llevé su dedo a mi boca para succionar.

Me asombré al caer en cuenta de mi acto. No había razón alguna para hacerlo, simplemente actúe. Fue un acto que no me dio para pensar, tampoco cuando tomé su dedo y lo coloqué dentro de mi boca.

Seth me miró extrañado. La lengua se la habían comido las ratas y todo lo que pudo hacer en cierto punto fue observar cómo succionaba su dedo.

—¿Te gusta?

—Me gusta, pero no lo estás haciendo bien. —Antes de que le preguntara, introdujo otro dedo más a mi boca. No esperé a que me diera más indicaciones y atrapé ambos dedos entre mis manos y mi boca.

Me gustó ver cómo sus mejillas se encendieron y cómo reprimía el placer que le causaba apretando los labios. También me gustó darme cuenta de la cercanía de nuestros cuerpos. El baño era estrecho, íntimo y podía jurar que teníamos que mantenernos pegados para caber los dos.

Su respiración se agitó, quitó su mano de mi boca y me besó con una intensidad fascinante mientras conducía su mano por mi abdomen y hacía a un lado el elástico de mi pantalón. Sabía a la barra de chocolate que solíamos comprar para matar el tiempo, un gusto culposo en una situación apretada, lo que hacía más adictivo probar sus labios. Dulce: esa es la palabra que describiría mejor la forma en que comenzamos a besarnos. El que antes era un beso más impulsivo, se había convertido en una prueba de sabores que ninguno de los dos deseaba olvidar. Y por Dios que Seth lo hacía de una manera tan pausada y adictiva... Sus labios me guiaban en los suaves movimientos, probaba mi boca como si se tratara de un manjar, y me gustaba saber apetitosa para él.

Apreté su playera en mi mano para que se apegara a mi pecho, provocando que el contacto de nuestros cuerpos me condujera en una marcha atrás que acabó conmigo contra la puerta del baño. Sus dedos ensalivados jugaron con la cinta de mis bragas.

—¿Qué haces? —le cuestioné, dejando que besara mi comisura con torpeza al hablar.

—Hacerte sufrir un poquito —admitió con una sonrisa lobuna.

Apegó su frente con la mía. Su respiración se volvió más pausada mientras que la mía se aceleraba a causa de su atrevimiento. Había comenzado a descender a mi zona más sensible, y no tardó en masajear de arriba a abajo hundiendo los dedos cada vez más.

Ahora era yo la que tenía la respiración agitada. Cerré mis ojos y contuve la respiración durante un momento para entrar en razón, pero es que las ganas de que me tocara por todos lados simplemente me parecía tan condenadamente tentadora... Apreté con mucha más fuerza su playera y con mi otra mano agarré la suya para guiarlo con movimientos más rápidos y profundos. Era tan lento que creí estar siendo castigada.

—Ah, ah, ah —Seth chasqueó la lengua— No tan rápido.

Sacó la mano de mi pantalón y se llevó los dedos a la boca para chupetearlos. A continuación, me giró para que quedara de frente al espejo. Por inercia, me apoyé en el mueble del lavamanos y miré mi reflejo. Traía las mejillas rojas, estaba despeinada y mis labios se encontraban más rojos e hinchados que de costumbre. No tardé en recorrer el espejo para quedarme prendida del reflejo de Seth. Lucía desaliñado, con los labios rojos y un semblante que me hacía pedir a gritos que me besara hasta los lugares más escondidos de mi cuerpo.

—Quiero observar tu expresión —murmuró detrás de mi oreja y lamió el lóbulo juguetonamente.

Eso causó vibraciones placenteras por todo mi cuerpo, pero fue su propio tacto el que hizo que todo se concentrara en la zona donde me tocaba. Su derecha avanzó por la piel de mi cintura para llegar a mi vientre; su mano izquierda volvió a meterse entre mis piernas. Acarició mi entrada al mismo tiempo en que me apretaba contra él. Podía sentir su virilidad rozar con mi trasero y volverse cada vez más duro.

Cuando introdujo su dedo en mi interior, me aferré al mueble dejando que un gemido se me escapara. Y Seth no esperó a que me recompusiera de su inesperada acción, porque lo sacó con rapidez y volvió a meter dos dedos de golpe. Estuvo un momento quieto y pude ver cómo me observaba a través del espejo. Esto lo motivó, comenzando a sacar y meter los dedos. Sabía cómo hacerlo, con qué tanta delicadeza y a cuál ritmo. Se notaba su experiencia, y yo estaba complacida de que me estuviera dando gozo de una manera tan divina.

Miré los dedos de la mano que mantenía en mi vientre; eran largos y un poco gruesos, pero me hacían ver estrellas. En ocasiones se detenía en mi interior para hacer círculos y dejar que mis jugos lo envolvieran.

Mis piernas temblaron y tuve que acomodarlas para que pudiera complacerme sin ataduras.

El fuego se había desatado, ya nada podría detenernos.

Me gustaba.

Me estaba enloqueciendo.

Quería ir más allá.

Cerré mis ojos para suplicarle.

—Seth... Seth...

Y, entonces, abrí mis ojos solo para tener que enfrentar la fatídica realidad: estaba recostada en la cama de dos plazas, con mis manos entre las piernas, bajo un edredón que olía a ropa mal secada. Había estado soñando... y vaya sueño...

Al otro lado, Seth se volvió hacia mí.

—¿Qué ocurre? ¿Pasa algo?

Lo observé un momento y luego recordé que nos quedamos a pasar la noche en una habitación de hotel porque temíamos ser atrapados, y para ahorrar costos optamos por una habitación con una cama.

—Uhm... —tragué saliva—. ¿No?

—¿Es una pregunta?

—S-sí.

—Pero yo pregunté primero.

—Ajá.

—¿Me estás tomando el pelo? —se quejó y yo lo único que pude hacer en ese momento en que mencionó "pelo", fue pensar que en mi sueño todo comenzó por el corte de cabello.

Enrojecí.

No, no, debía controlar mis impulsos y pasar de aquel sueño, pero luego recordé cómo se sentía ser tocada por él.

—Me voy.

Fue lo último que dije antes de dar un salto fuera de la cama.

«Tranquilidad. Paz mental. Inspira hondo», me dijo mi subconsciente.

Pero por mucho que pidiera eso, la deliciosa sensación que percibí en mi sueño no me abandonaba, al contrario, me abrazaba pidiendo que lo hiciera realidad. Peor aún fue voltear, así, de reojo, y ver cómo Seth se levantaba con una erección mañanera, pues todavía percibía la dureza frotándose contra mis nalgas.

«Soy una chica de bien, ¿por qué estoy dándole tanta importancia a estas cosas?», me pregunté.

Seth se dirigió hacia mí tan relajado como si tratara con un amigo. Me volví de piedra, sudorosa, un desastre andante.

—¿Vas a usar el baño?

Ni siquiera lo miré.

—No, hazlo tú, rápido.

—Ush, ese humor... —se quejó y entró al baño.

Al. Baño.

Al lugar donde mi sueño se puso caluroso...

—¡Ya basta! —me ordené.

Seth desde dijo:

—No puedo, estoy orinando y una vez que lo hago no puedo parar.

—Ay, por todos los cielos...

Quise que la tierra me tragara ahí mismo, pero, aunque eso fuera remotamente posible, jamás me podría pasar porque estábamos en un sexto piso. Así que me propuse quitarme de la cabeza el sueño y actuar como de costumbre. Seth era demasiado observador aunque no lo pareciera, si actuaba raro lo notaría y empezaría a hacer preguntas.

Me recriminé por dar la idea de dormir juntos y decidí aprovechar de cambiarme la ropa. Seth no tardó en hacer lo mismo.

—¿Qué haremos hoy? —fue a preguntarme. Vestía una chaqueta larga de color verde con capucha y un gorro de hilo que cubría su melena. Por alguna razón, su aspecto desaliñado me agradó.

—Cortarte el cabello —evité seguir mirándolo.

Salimos a la calle. Tuvimos la desgracia de que era un día agitado y demasiado frío para que pudiéramos transitar por la calle durante mucho tiempo. Ni siquiera habíamos desayunado.

—Pasemos a esa cafetería —propuso Seth.

—Aguarda.

Revisé el dinero que nos quedaba. Como seguíamos en Estados Unidos, debíamos ser cuidadosos, por ello sacaba cierto monto de dinero que usaba para pagar todo, la idea era no ser rastreados por cámaras o bancos.

—¿Alcanza?

—Sí, pero solo para unos pocos gustos culposos más.

Entramos a la cafetería y nos encontramos con un montón de parejas disfrutando del día de los enamorados.

—¿Deberíamos fingir que estamos juntos? —me codeó Seth y habló bajo, por lo que se tuvo que acercar, casi pegando su mejilla con la mía.

Mis mejillas se encendieron. Tuve que hacerme a un lado y él notó que guardaba la distancia. Miró hacia los lados.

—¿Qué? ¿Huelo mal?

Ojalá... Olía a champú y a ropa limpia.

—Un poco —mentí.

Encargamos dos cafés y medialunas para luego dirigirnos a la única mesa libre.

—Qué romántico —ironizó Seth al ver que nos tuvimos que sentar junto al baño—. Adoro comer con olor a mierda.

—Podemos cambiarnos... —Miré alrededor, pero ninguna mesa se desocupó—. Bueno, esperemos.

—Yo digo que desayunemos afuera, es un día lindo.

«Lindo», pensé. Seth no solía usar palabras así al hablar.

—Está bien —acepté—, pero si morimos de hipotermia te acosaré en modo fantasma.

—¿Y eso se supone que será algo malo? ¿Alguna especie de castigo? Porque que me sigas hasta después de la muerte me parece un regalo.

Bajé la vista hacia su brazo ante el pensamiento de darle un leve golpe. El roce del disparo que Dhaxton le propinó le dejó una cicatriz que todavía no sanaba del todo. Ante cualquier movimiento o agarre brusco, podía hacerse daño.

No tardaron en darnos lo que pedimos.

—Vamos a sentarnos afuera —me invitó, colocando su mano en mi espalda para guiarme hacia la salida.

El revuelo del exterior nos encontró de lleno y tuvimos que esquivar a un par de personas. Las calles estaban llenas de música y observadores; se estaba llevando a cabo una caravana en honor a El día de los enamorados. Seth tuvo el gesto de pasar su brazo detrás de mi espalda para protegerme de las personas distraídas y yo aprecié su gesto en silencio.

Nos asomamos a ver la actuación un momento. Un grupo de personas disfrazadas regalaban rosas sintéticas. Mi estómago se llenó de mariposas cuando pasaron justo enfrente de nosotros. Creí haberme salvado de recibir una rosa, pero canté victoria demasiado pronto, una chica con una sonrisa hermosa me tendió una rosa roja que no pude negar. Justo en el instante en que me preguntaba si era para mí o debía dársela a Seth, ella lo miró como diciendo: «eso es justamente lo que debes hacer, querida».

Había tenido un sueño húmedo con él. ¿Por qué la vida tenía que ser tan injusta y tornarse tan... rara?

Volteé hacia Seth y descubrí que él sonreía.

—Ten —le dije, sin poder mirarlo.

—¿¡Para mí!? —exclamó con falsedad— Acabas de hacerme el hombre más feliz del mundo.

—Recíbela o me la quedo yo —gruñí.

Alcé la mirada un poquito para ver su sonrisa, pero él formó una mueca muy similar a la que hizo en mi sueño cuando succionaba sus dedos. Esa imagen me hizo hervir el cuerpo tanto que casi le di la espalda a Seth y fingí prestarle atención a la caravana.

—Vámonos —me dijo tras unos minutos más— Aquí no podremos tomar el café y creo que hay cámaras de televisión cerca, no corramos riesgos.

Había olvidado por completo que éramos unos fugitivos.

—¿Volvemos al hotel? —me preguntó al salir del tumulto.

—No. Tu cabello, ¿lo olvidas?

Formó un puchero.

—¿No me darás chance?

—Absolutamente no.

—¿Qué pasó con la Audrey buena que da chances?

—Se quedó en Wightown. Ahora solo queda la Audrey malvada que quiere cortar cabello.

—Me di cuenta —enterró sus dedos en mi cabello y lo recorrió.

—No lo hice tan mal, ¿o sí?

—Yo lo hubiera hecho mejor —soltó orgulloso.

El día en que decidí cortarme el cabello, Seth se ofreció a cortarlo. Por supuesto, confié en él y le di la oportunidad de hacer el primer corte en mi flequillo, pero cortó mucho más arriba de lo que yo quería. Me quise morir. Por suerte logré arreglar mi flequillo y cortarme el cabello lo suficiente para que me quedara un estilo bob más moderno.

—Ahora que lo pienso, deberías cortarte el cabello tú mismo como castigo por lo que me hiciste.

—Pero si te ves encantadora con el flequillo dos dedos arriba de las cejas —rio.

—Y tienes el descaro de burlarte...

—Fue gracioso el grito que diste al mirarte al espejo. —Lo miré con hostilidad—. Pero yo te dije: mejor vayamos a un peluquero. De hecho, hagamos eso ahora.

—No.

—¿No?

—Es domingo, estamos cortos de efectivo y no quiero relacionarme con nadie de esta ciudad —argumenté—. Además, quiero mi venganza.

—Por mí bien; no peluquero es igual a más chance de no cortarlo.

Ah... contra Seth y su terquedad nadie podía.

Nos topamos con una plaza pequeña en la que nos fuimos a sentar a acabar el desayuno. Ganamos una banca libre, así que nos colocamos a cada extremo y dejamos los vasos de café en el centro. Sin el ejercicio físico el frío nos abrazó otra vez.

—Me gusta esta combinación de frío con caliente —Seth rompió el silencio. Nos habíamos quedado en silencio admirando a las personas que pasaban, dejando que el mundo fluyera a nuestro alrededor, haciendo nuestra existencia pequeña, como la de un espectador.

—A mí también —inspiré hondo—. Por alguna razón se siente bien.

—Mi maravillosa compañía también influye en eso.

No podía estar un segundo sin que su ego saliera a la luz. Aunque... tenía razón.

—Diría que no, pero mentiría.

Le sonreí y él me guiñó un ojo de manera traviesa. Entonces volví a recordar lo que había sucedido en mi sueño, en la manera seductora en que me miraba a través del espejo, en cómo sus besos erizaban mi piel y tuve el pasajero pensamiento de decir que me hubiera gustado que ese momento nunca acabara, que sus manos continuaran tocándome.

Le di vuelta la cara sin disimulo alguno. Necesitaba apartar esos pensamientos de mi cabeza. Pero, cielos..., mientras más me decía no pensar en ello, más lo deseaba.

—¿Qué ocurre contigo? —espetó. No se oía muy contento, más bien confundido por mi actuar.

—Nada.

—Tu nariz está roja.

Ay, Dios...

—Es por el frío y el calor.

—Tus mejillas también están rojas.

—El frío y el calor.

Qué excusa más deplorable. De la pura vergüenza fingí un inexistente interés por mi vaso de café ya vacío.

—Y no puedes sostenerme la mirada por más de dos segundos, y sé que te mueres por hacerlo.

Levanté la mirada de golpe.

¿Hacerlo dijo?

—¿Qu-qué?

—Sí, admite que mirarme te consume las ganas.

Ah. Se refería a mirarlo, no a hacer otro tipo de cosas.

—Solo bromeo. Pero sí estás actuando extraño. Sabes que si tienes algún problema puedes hablarlo conmigo, ¿verdad?

—No tengo ninguno, solo quiero acabar con todo esto.

—Está bien.

Compramos en el supermercado unas tijeras y volvimos a la habitación de hotel. Allí, por alguna tétrica razón, todo se estaba dirigiendo a un camino similar al de mi sueño. Seth sentado en la silla, yo con las tijeras en mi mano.

—¿Vas a ser cuidadosa con mi cabello? —me preguntó.

—Sí. Eh... no vayas a moverte cuando esté cortando.

—Sé lo básico para cortarse el cabello, Audrey.

—Odio que me llames así.

—Aunque gran parte de mi vida he pasado con el cabello medio largo, cortando solo las puntas.

Se acomodó en la silla con las piernas abiertas en mi dirección. Las miré de abajo hacia arriba y aparté la mirada cuando llegué a su entrepierna.

Debía parecer una pervertida. Ese día ya lo había mirado desde todos los ángulos existentes y todo por un estúpido sueño. ¡Lo peor es que Seth no me dejaba ordenar los pensamientos!

—¿Deberíamos ver un tutorial en YouTube? —sugirió de la nada.

Para distraerme un poco acepté. Nos sentamos frente al televisor de la sala.

—¿Cómo busco? —interrogó.

—Pues... ¿qué corte quieres?

—Uhm... —comenzó a bajar guiándose por la miniatura—. Este.

El video consistía en un tutorial demasiado avanzado para mis capacidades... y además estaba en coreano.

—Ni con tres años de entrenamiento haría ese corte —me quejé—. Permíteme buscar uno más sencillo.

—Yo soy el que llevará el corte.

—Pero yo seré quién lo corte. Sé consecuente, no puedo exigirme demasiado.

—Entonces no lo cortes.

—Estamos siendo perseguidos y tu melena es reconocible a cien kilómetros. —Resoplé ya desgastada y aburrida de discutir por un tonto corte de pelo—. ¿A qué le temes? El cabello crece.

—Ajá, pero un mal corte no atrae a las chicas.

—¿Y para qué quieres a otras chicas si ya me tienes a mí?

Prometo que dije eso sin pensar. Lo solté sin más. Y lo más vergonzoso de todo es que lo dije tan alto y claro que tuvo como consecuencia un silencio mortífero.

—¿Qué significa eso? —preguntó Seth.

—Nada.

Nada. Nada. Esa era mi respuesta automática para solapar mi nerviosismo.

—Lo dije para... para fastidiar —esquivé.

—Ah... —su voz se apagó y me sentí fatal porque sabía que Seth tenía sentimientos hacia mí. Yo le gustaba y mi pregunta solo había desatado sus ilusiones, aunque bien sabía yo que, en el fondo, la había dicho porque la idea de verlo con otra mujer me angustiaba—. Eso.

Lo había hecho sentir mal.

Eso parecía.

Los pensamientos me empezaron a carcomer y tuve que confesar.

—No quise decir eso. La verdad es que yo...

—No tienes que darme explicaciones —se precipitó—. Entiendo que es 14 de febrero y te resulta extraño estar conmigo por lo que siento por ti. Debe ser incómodo. Pero, eh, yo no pienso hacer ningún movimiento o alguna insinuación, lo último que deseo es hacerte sentir responsable o algo por el estilo.

¿Qué? ¿Seth creía que lo evitaba porque me sentía incómoda con saber que le gusto? ¿Cómo había llegado hasta esa conclusión?

—Tampoco necesitas ser blanda. Yo sé qué es lo que sientes por mí es otra clase de...

—Seth... —le frené antes de que siguiera parloteando. Sus cejas se alzaron en señal de que me prestaba atención—. La razón por la que he estado extraña es porque... yo soñé que... tú...

Mientras más hablaba, más lo miraba y más condenada me sentía. Sus ojos marrones brillaban con la luz de la pantalla. En su pómulo había un rasguño que asumí se había hecho mientras dormía. Su piel decorada por unos lunares que antes no vi y uno bajo su labio me llamó particularmente la atención. Y sus labios... En mi sueño su mueca fue un detonante peligroso y exquisito, y lo mejor de todo es que ahora era real.

—Traigo unas ganas inmensas de que me beses.

Fui tan directa que lo sorprendió

—La razón por la que te he estado evitando es esa. Ninguna otra. Esta mañana yo soñé que te iba a cortar el cabello y cuando lo iba a hacer, pero de casualidad te cortaba el dedo, empezó todo extraño, pero luego se tornó diferente... y nosotros... Es que tú hiciste una mueca que...

Noté que se acercaba. Volteé a verle y ya casi estaba sobre mí.

—Puedo hacerte todo lo que hicimos en tu sueño —murmuró.

Pensé que me estaba tomando el pelo por lo absurdo de la situación, pero no formó ninguna risa burlona. Ese fue mi pase para comprimir el espacio que nos separaba. Le devoré la boca como si fuese un apetitoso dulce y cuando ya no pude contener la respiración más tiempo y me alejé para observarle, la vergüenza se apoderó de mí.

Se veía tan confundido que apenas pestañeó. Sin embargo, cuando entró en razón, tomó la iniciativa. Me besó lento, tomando pausas, mordisqueando mi labio inferior. Y también necesitó de su momento de respiro. Lo vi abrir los ojos y sonreír mirando mis labios, como si no creyera lo que acababa de suceder.

—Pellízcame —pidió.

Sonreí.

—Esto es real, tontito.

Besé su comisura y luego me centré solo en probar sus labios al mismo tiempo en que me acomodaba sobre él. Coloqué mis manos en el respaldo del sofá y él colocó ambas manos en mi cintura. Su boca me guio durante un momento hasta que bajó a la zona de mi cuello, justo en mi punto débil, y comenzó a succionar. Su lengua mojando mi piel causó vibraciones bajas y el fuego se encendió pidiendo más. Abracé su cabeza, enterré mis manos en su cabello y lo apreté contra mí. Fue fácil perderme en el olor de su cabello y en lo suave que era.

Su marca fue hecha. El trabajo estaba completado.

Dejó besos húmedos en mi barbilla y dijo:

—Dime qué más te hice en ese sueño.

Bajé una mano y tomé la suya.

—Metiste dos dedos en mi boca.

Su cuerpo se tensó cuando llevé sus dedos a mi boca y los besé.

—Y luego me complaciste.

Pose su mano en mi entrepierna. Allí pude notar que cierto bulto se pronunciaba en busca de atención.

—No decías mi nombre por miedo, lo decías porque te estaba follando con los dedos —concluyó. Su mano acariciaba suavemente mi entrada por encima de mi pantalón de pijama.

—Me haces sentir como una pervertida —formé un puchero.

—Bueno, eres la única de las dos que ha tenido un sueño así. Pero ¿sabes? —Metió su mano dentro de mis bragas—. No pondré objeciones.

Su mano se movió con más rapidez y la fricción dándome el placer que todo el día estuve deseando me llevó a cerrar los ojos y viajar hacia un lugar en mi mente, donde las sensaciones se volvían reales, explosivas, adictivas. Me aferré a Seth, degustando cada uno de sus movimientos y sintiendo debajo cómo su dureza se agrandaba con el roce. Agarré su cabello y lo usé como mi cinturón de seguridad, el sitio al que sostenerme para no perderme en los confines del tiempo. Él apoyó su frente en la hendidura del cuello y respiró con fuerza.

La presión de la ambición me sedujo. Quería más, y como quería más, comencé a moverme sobre sus dedos y su miembro. Seth notó mi necesidad y metió los dedos dentro de mi cavidad.

—¿Se siente bien?

Tan bien que ni siquiera le respondí con un monosílabo, dejé que mis jadeos hablaran.

—No puedo creer que estemos haciendo esto... —murmuró.

—Yo tampoco —admití.

De verdad no lo creía. Y estaba segura de que me avergonzaría luego por el atrevimiento que tuve. Pero decidí que me dejaría llevar igual a como lo hice aquella vez en su habitación.

—Espero que no te arrepientas esta vez —le dije, mirándolo a los ojos.

—Solo pararé si me lo pides.

Vi la malicia en su rostro cuando sus palabras fueron pronunciadas y el movimiento de sus dedos cambió, provocándome un jadeo que podría haberse escuchado hasta el pasillo.

—No quiero que pares —confesé—. Quiero que sigas y que me toques.

La erección de Seth iba en aumento y no podía mantenerlo escondido dentro del pantalón de pijama, y yo estaba lo suficientemente mojada para ser complacida solo por sus dedos. Dispuesta a tener todo de él, lo tomé de la mano para guiarlo a la habitación. Nuestra cama estaba recién hecha por el personal del hotel y era lo suficientemente espaciosa como para caber los dos y hacer lo que se nos plazca en ella.

Me quité el pantalón, las bragas y me tendí justo en el medio.

Seth formó una gran «O» que lo hizo lucir como un completo dramático.

—Desvergonzada.

Se colocó al pie de la cama y avanzó como un felino hacia mí. Al llegar a la altura de mis muslos comenzó a besar mi piel, a dejar lametones y marcar el paso hacia mi entrepierna. Sus besos eran una locura; en cada uno de ellos hacía una pequeña succión que activaba la electricidad en todo mi cuerpo. Quería retorcerme por el deseo, pedirle que dejara de torturarme, entonces llegó a mi entrada y lamió entre mis pliegues ya humedecidos por sus dedos.

—Dios, Seth...

—Ya sé que soy todo un dios —se burló y dio otra probada de mis jugos, más profunda y placentera.

Estremeció todo mi cuerpo y me aferré a su cabello con las garras. Su trabajo oral era algo que extrañaba, pero lo que más deseaba era sentir mi interior lleno y caliente.

—Espera.

Se detuvo en cuanto me escuchó. Me miró desde abajo y yo lo tomé del brazo para que subiera. Quedó sobre mí, demostrando que en esa posición se evidenciaba lo diferente que éramos. Su pecho, su espalda, sus piernas, sus brazos... todo en él era grande, pero estas diferencias me gustaban, era tener una perspectiva diferente del Seth que siempre veía. Y su cabello... Ah, ese cabello que cosquilleaba en mi rostro me gustaba demasiado.

Pese a que me gustaba estar abajo, quería intentar algo nuevo.

—Quiero estar arriba.

Seth no tardó en tomarme de la cintura y colocarme sobre su vientre. Ahora él era quien estaba en medio de la cama recostado, con unas enormes almohadas a los costados. Tomé el borde de su playera, se la quité y la tiré a un lado. Podía notar que el movimiento y la situación lo traían tan acelerado como a mí. Su torso subía y bajaba. Me gustaba tener una perspectiva diferente de su expresión, llevar el control del momento. Lo siguiente que hice fue bajarle el pantalón hasta las rodillas, liberando su miembro que ya estaba demasiado grande y venoso por la estimulación. Lo tomé en mi mano y comencé a sacudirlo, llevándome la punta a la boca para chuparla. Seth soltó un espasmo cuando sintió mi boca rodearlo y mi lengua mojarlo. Nunca había hecho algo así, pero la curiosidad por saber cómo sería me perseguía desde hace tiempo. Procuré no lastimarlo con mis dientes, pero he de confesar que hacerlo me preocupó, así que seguí lamiendo la punta como si se tratara de un helado.

Cuando los dos estábamos humectados lo suficiente, Seth sacó del velador un condón —cortesía del hotel— de su tamaño y permitió que se lo colocara. Una vez protegidos, me acomodé encima, tomé el tallo de su miembro y comencé a descender.

Mi corazón golpeteaba mi pecho con fuerza y en mi interior sentía un palpitar gustoso mientras se anchaba para abrirle paso. Tenía el tamaño justo y la anchura precisa, no me incomodaba. Pero después de tenerlo dentro no supe si debería moverme.

Seth no tardó en darse cuenta.

—¿Es tu primera vez arriba?

—Sí.

Me avergonzó admitirlo, incluso esperé que soltara algún comentario al respecto, pero él apoyó sus codos en la cama y dejó sus manos abiertas.

—Dame tus manos, yo seré tu apoyo. —Obedecí; entrelacé mis dedos con los de él—. Ahora solo tienes que moverte al ritmo que tú desees.

No sé qué me volvía más loca, si tenerlo dentro de mí, llenando cada espacio, o el que me hablara con una voz tan suave.

Empecé a moverme lento. Me gustaba, se sentía bien el roce que producía, y al también le gustaba, pues cada vez que subía y bajaba a su alrededor apretaba mi mano.

—Joder, Drey... Dime que esto no está pasando entre los dos.

Ese comentario tan repentino, mezclado con repetitivos gemidos, evocó mi más profunda risa.

—No me hagas reír —me quejé, moviéndome sobre él despacio.

—Es que tú... me la pones como no tienes idea...

—Puedo sentirte, claro que me hago una idea.

Aceleré los saltos sobre su virilidad y me dejé caer sobre su piel hasta que me vi demasiado agotada para seguir. Entonces él flexionó las piernas, colocó sus manos en mi cintura y comenzó a embestirme desde abajo. Su experiencia se dejó notar por la rapidez con lo que se movía, por la forma en que salía de mi interior y al hacerlo, acariciaba con su punta mis pétalos para seguir estimulándome y volvía a entrar.

Sus jadeos se mezclaron con mis gemidos y su nombre. Erguí la espalda ante cada estocada y salté de gozo cuando se metía dentro de mí hasta que nuestra piel aplaudía nuestro encuentro.

Me sostuve de sus rodillas y tomé de nuevo la iniciativa para moverme. Ya sabía cómo hacer para satisfacernos a los dos, para que el fuego se mantuviera ardiendo. Y cuando sus rodillas se debilitaron, me apoyé en su torso trabajado, recorriendo con mis uñas los cuadros que se le formaban.

Se sentó sobre la cama, pero no dejé de deslizarme de arriba a abajo. Seth colocó una mano en mi espalda y con su otra mano me quitó mi playera. Mis pechos quedaron a su completa disposición, listos para que él los besara, lamiera y chupara. Apoyé mi mano atrás, en la cama y dejé que hiciera su trabajo al mismo tiempo en que acariciaba su cabello con mi mano libre. Qué divinidad era tocarlo y apretarlo dándonos placer. Podía aferrarme a él todas las veces que quisiera.

En el punto más culmine de nuestro acto sentí una oleada de electricidad que recorría todo mi cuerpo. Seth se echó para atrás reprimiendo un gemido y yo percibí las palpitaciones dentro hasta que el calor invadió mi interior. Pero no dejé de moverme, estiré mi espalda y salté sobre él con rapidez hasta que la electricidad explotó y mi excitación encontró su resguardo.

Acabé agotada sobre su pecho que subía y bajaba, y luego me arrastré a su lado. Todavía sintiendo los espasmos que el orgasmo me provocó.

—Me vuelves loco —me dijo al voltearse hacia mí y apartó un sudoroso mecho de cabello que cubría mis labios.

En lugar de responderle, besé su boca hasta que el cansancio pudo conmigo y acaricié su mejilla enrojecida. Luego recordé que todo esto había iniciado por un corte de cabello y mis intensas ganas de tener un encuentro apasionado.

A decir verdad, me gustó.

Y me gustaba su cabello.

Y la coleta que se le formaba cada vez que se lo amarraba.

Y me gustó agarrarlo perdida en la excitación del momento.

—¿Vas a cortármelo? —preguntó Seth.

Lo miré por última vez y sonreí.

—Creo que cambié de opinión.





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Qué lindo, Seth y Drey reforzando la amistad 💜
Yo igual quiero 😏

Les dejé un bello (en realidad no es bello xD) mensaje en el perfil de Wattpad Español, pero parece que no lo pusieron, y si no lo ponen, me decepcionaré mucho pues no sería la primera vez que me hacen la ignoración :( 

Bueno, lo importante de ese mensaje, es que les dejé una linda foto llena de amorsh para uds y también una nueva pista sobre el libro que publicaré con Planeta~

Aquí la foto 🤣 (mensaje escrito en photoshop porque se le acabó la batería a mi lapiz, jeje)


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