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#miércolesdeIO
LA MUSA DEL DIBUJANTE
La música clásica puede escucharse desde la esquina y hacerse más poderosa frente a la puerta del estudio de Dhaxton. No cabe dudas que en la soledad a Crusoe le encanta ahogarse en las sinfonías más macabras. No lo culpo, la música clásica es inspiradora, te transporta a nuevos mundos, despierta tu mente. No importa cuántas veces escuche la misma melodía, siempre es diferente.
Pero poner Gnossiennes es algo cruel.
Siento como que voy a reunirme con el mismísimo demonio para vender mi alma.
Aunque no esta idea no está muy desequilibrada si lo pienso: hoy voy a tratar de amigarme con uno. Así es. Además de traer mis pertenencias para hacer el trabajo, he traído la planta que compré para Dhaxton.
Para eso y... para lo que me mantuvo practicando toda la noche después de una sesión intensa de videos de YouTube.
La puerta se abre lento. El ruido molesto que emite se pierde con la música. Mientras el piano hace gala de su protagonismo, yo me adentro con cierto resquemor de enfurecer más a la bestia que aguarda por mí en la segunda planta.
Su mirada severa desciende hacia mí sin un flaqueo. En su postura altiva no hay indicios de querer ceder, mucho menos de gusto por verme. Ni siquiera forma una mueca, simplemente guarda la distancia marcando nuestras miserables posiciones. ¿Será que alguna vez seré yo la que lo vea desde las alturas?
—Te traje esto. —Enseño la pequeña planta y pongo la mejor de mis sonrisas. La mirada de Dhaxton permanece unos segundos en mis ojos, como si tratara de incursionar en las profundidades de mis pensamientos. Luego, baja hacia la planta.
—Déjala por ahí.
Mi gesto es respondido con puro desinterés. Dhaxton desaparece en la segunda planta y yo me quedo con la planta entre mis manos y con la sensación de que llevo un disfraz de payaso puesto.
Sabía que iba a actuar indiferente, que con su humor y arrogancia no sería tarea fácil retornar a su interés..., pero esto es humillante.
No importa.
Me acerco a la hilera de muebles y bocetos pegados a la pared hasta llegar al mueble donde Pepe colorea el lugar con su humilde existencia. Dejo a su nueva compañera al lado y echo un vistazo al cajón sucumbiendo lentamente a las cientos de suposiciones sobre lo que guarda (además de mi boceto, claro).
De pronto, caigo en cuenta en un peculiar detalle. Dhaxton ha pintado el macetero y plato de Pepe al puro estilo del Art Nouveau, un detalle lindo considerando de quién viene. No le pega demasiado al cactus. No con su tallo grueso y esas espinas punzantes, pero me sirve para una buena futura excusa.
—Terminemos con esto —escucho decir a Dhaxton. Al girarme lo veo bajar las escaleras portando una expresión de repulsión.
—Bien. —Me quito la mochila y avanzo hacia la mesa que ha preparado.
El trabajo de primeras suena sencillo. Tenemos que hacer una lista con cinco cosas que nos gusten y usarlas como elementos importantes en un dibujo con dos estilos diferentes a nuestra elección. Cada paso debe ser hecho en papel vegetal hasta su resultado final. Luego, necesitamos hacer un informe con los puntos de la lista, el estilo elegido y sacar las típicas conclusiones, todo muy bien explicado.
—Empecemos por la lista —sugiero sacando mi cuaderno—. Con los elementos elegidos podemos escoger los estilos con mayor facilidad.
—No iré por el camino fácil —se opone con la vista en un punto inexistente. Evita mirarme, evita hacer cualquier tipo de contacto pese a estar al otro lado de la mesa.
—¿Quieres terminar con el trabajo pronto o no?
—Quiero terminar el trabajo —indica, dispuesto a hacer el favor de encararme—, y hacerlo perfecto.
No sé si trata de ponerme los pelos de punta, hacerme enfadar o demostrar que no piensa ceder, pero no tengo ganas de dejarle el camino libre tan fácil cuando lo dice como si tratara con un ser que no razona.
Sonrío para hacerle saber que todo está bien.
—Por eso hay que empezar por la lista.
—Hay que elegir los estilos —rebate al instante—. En base a ambos completamos la lista.
—¿Y complicarnos luego porque no las cosas de la lista con encajen con los estilos? Paso, prefiero adecuarme al procedimiento que indicó...
Un momento. Si le sigo llevando la contraria todo entre nosotros empeorará. Necesito... Necesito dejar mi orgullo de lado y ceder. Tengo que bajar un poco las defensas.
—Bien, hagámoslo como tú dices. —Abro el cuaderno en una página en blanco para colocar de título «ESTILOS». Sin embargo, mientras escribo percibo que soy el foco de su entera atención. Levanto la cabeza y, en efecto, Dhaxton me observa más serio que antes—. ¿Qué?
—¿Por qué el repentino cambio? —indaga. Aunque a juzgar por la forma en que lo hace, parece que esto es un interrogatorio donde tengo todas las de perder siendo la acusada y Dhaxton el policía, y no precisamente el bueno.
—Ya te lo dije, me gusta cumplir con las expectativas de otros —me escudo con las palabras del pasado para no delatar mis verdaderas intenciones—. Y desafiarme a mí misma —añado al ver que no luce muy convencido.
Si Raziel estuviera aquí seguro me daría indicaciones de cómo actuar... No. Tengo que dejar de depender de él, esto lo estoy haciendo por mi cuenta y no lo he descartado de mi lista.
Frunzo el ceño con solo pensarlo, olvidando por completo que Dhaxton sigue con su mirada inquisidora sobre mí.
—Además, solo es un estúpido paso.
La esquina de su labio se eleva hasta formar una extraña pero atractiva curva. Puedo estar molesta con él, puedo querer destapar todos sus secretos, pero debo admitir que sigo creyendo que es como un ángel. Puedo imaginarlo diciéndome en su cabeza «te tengo».
—Elijo Art Nouveau —dice de la nada. Me lo esperaba, desde lejos se nota que es un estilo que le encanta y usa a diario. La verdad, no lo culpo, es un estilo hermoso.
—Surrealismo —escojo yo y procedo a anotar ambos estilos en la hoja. A continuación, dibujo un rectángulo que representa las hojas de trabajo—. En este punto del encuadre podrías distorsionar el dibujo para que se complemente con el mío —señalo el centro del dibujo, trazando una raya divisoria.
Pero, como ya me lo suponía, a Dhaxton no le agrada mi idea.
—¿En la mitad? —pregunta. El dejo irónico en su voz llama a la burla que su expresión refleja. Soy una mera alpargata inexperta a su lado, soy la Audrey que le pidió ayuda para mejorar su dibujo el primer día de clases.
—Acepto sugerencias.
—Jamás te vayas por lo convencional.
Por lo menos ahora me da algo de sus conocimientos y no una crítica despiadada por mi técnica. ¿Lo mejor? Que es algo que puedo tomar para mi creatividad fuera de los estudios y, como añadido extra, una característica para tener en cuenta sobre él a largo plazo. Dhaxton no se va por lo convencional.
Algo me dice que ya lo había notado...
Con un movimiento de los dedos, me pide el lápiz y el cuaderno. Da vuelta la hoja, hace un rectángulo y traza una línea vertical y otra horizontal para dividirlo por la mitad.
—Mi dibujo irá en el centro con forma ovalada —comenta mientras dibuja sus palabras—; el tuyo irá en el resto.
—Pero...
Antes de que pueda decirle que eso no es lo que se pidió con exactitud, me silencia colocando el lápiz sobre mis labios.
—El 90% del curso dividirá los estilos por la mitad o de manera diagonal, de extremo a extremo. Es lo primero que se les meterá a la cabeza porque son ordinarios, simple manada. Tú y yo no, por eso Banes colocó sus expectativas en nosotros. No lo defraudes.
¿Es que intenta desafiarme o alterarme?, porque lo está consiguiendo.
—Cierto, había olvidado que has estado en la misma clase un par de veces.
Deja el lápiz sobre el cuaderno y lo arrastra por toda la mesa hasta que quede frente a mí.
—La lista. Anota.
—No soy tu secretaria, hazlo tú mismo. —Le regreso el cuaderno.
De mala gana, comienza. Primero colocando los cinco números en orden y luego escribiendo los puntos que más le gustan. Cuando su mano baja, veo que en el primer puesto ha escrito la palabra «Arte» y en el segundo «Flores». Tras acabar, arrastra el cuaderno.
—Tu turno —dice casi sin mover los músculos de la cara.
Leo los cinco puntos en orden:
1. Arte
2. Flores
3. Francis
4. Simetría
5. Tú
Debe estar bromeando...
—Qué halagador... ¿Por qué me has puesto a mí?
—Porque me gustas —responde con naturalidad.
—¿De qué forma?
De la forma de chica inocente a la que quiere corromper porque su vida es tan miserable que necesita sentirme mejor consigo mismo dañando a otros...
—No de la forma que estás pensando —interrumpe, como si leyera lo que acabo de pensar—. Me gustas tú sin más.
Guardo silencio. Dhaxton es tan complicado de leer que no se si lo dice en serio o quiere tomarme el pelo de una forma por demás absurda.
—Lo dudo —murmuro, bajando la vista hacia el cuaderno. Pero Dhaxton no quiere dar por terminada la discusión, así que se inclina sobre la mesa con su mítica sonrisa demoniaca.
—Yo no miento.
—Puedes estar equivocado.
—Me conozco mejor que nadie —se apoya en la silla y cruza de brazos—. Sé de lo que soy capaz, mis límites, mis futuros pensamientos, mi visión del mundo y lo que me gusta. Y sé que me gustas.
No voy a caer.
—En la cena...
—Hay una diferencia entre el deber y el querer. Mi deber está con mi familia, como el tuyo está con tu madre.
Mamá.
Que la mencione me sienta mal pese a mis intentos de que no. creí que mi propósito al defenderla era bueno, que estaba pensando en su bienestar y dignidad. Sin embargo, solo estaba pensando en mí, porque se siente bien ser la «heroína» y creer que los actos de justicia están correctos sin pensar en lo que de verdad le hubiera ayudado a ella. Si mi bocota no hubiera hablado demás a causa del alcohol, tal vez habría sido más discreta sin llegar a ofenderla.
—No te preocupes, ella planea invitarte a la boda.
Dhaxton parece haberse percatado de lo que siento y me ha consolado un poco con su comentario.
—¿Eso dijo? —le pregunto en busca de una respuesta sincera.
Asiente sin desplegar los brazos.
—Eres su única hija, te extraña y pese a creer que estuviste mal en decirle todas esas cosas a mi padre...
—Yo no hice mal en decirle esas cosas a tu padre, mi error fue haberlo hecho en público —recalco con voz firme—. Defenderla estuvo bien. Insultó a mamá, la trató horrible, la llamó una cualquiera y afirmó que ella se casará con Devon por interés. Todas las palabras que dije, se las merece, y lo sabes.
Ambos sostenemos la mirada en una batalla silenciosa; quien cede, pierde. Para mi sorpresa, es él quien cambia el foco de sus ojos hacia mi cuaderno y abre los labios dispuesto a hablar:
—Tienes razón, lo sé perfectamente. Mi padre es el ser más repulsivo que ha pisado esta tierra. Es un ser egoísta, cruel y despiadado, que no le importa los medios si el destino le favorece. Que mataría por una reputación limpia.
Sus palabras me dejan atónita. ¿Qué ha dicho que...?
—Y lo odio... —sigue mientras su respiración se va acelerando. Las manos empuñadas sobre la mesa conteniendo sus sentimientos—. Lo odio, lo odio, lo odio... —le tiembla la voz—. Lo detesto y desearía que se muera de una vez. Lo quiero ver muerto, bajo tierra... Matarlo con mis propias manos...
—Dhaxton...
—Pero... —se frena y comienza a tranquilizarse— siendo el ser más inmundo que puede existir, merece todo mi respeto.
Traga saliva y automáticamente esa ira retenida de hace un momento se esfuma, regresando a ser el Dhaxton sin expresiones al que todo el mundo le parece absurdo.
—¿Lo merece o te ha obligado a que lo hagas?
Lleva una mano a su frente para delinear con sus dedos la enorme cicatriz.
—Se lo ha ganado —afirma, solemne.
—Con miedo no se gana el respeto, se impone.
—No es el miedo lo que me lleva a respetar a mi padre, es el enorme favor que ha hecho para protegerme. Estoy en deuda con él.
—¿Qué pudo haber pasado para sentirte en deuda con tu propio padre y permitir que te haga daño? —pregunto de manera escueta, pues era una pregunta retórica que debía quedar solo para mí.
Dhaxton se inclina en la mesa y susurra:
—Empieza por lo peor.
Silencio absoluto.
Por supuesto, con tal sugerencia imagino solo una cosa: Agnes muerta. Y, sin miedo a la verdad, me inclino sobre la mesa para mantener nuestra confidencialidad.
—¿Has matado a alguien?
La expresión pasiva de Dhaxton poco a poco cambia a una más alegre. Sonríe enroscando sus comisuras como un gato.
—Había olvidado lo divertido que es hablar contigo, Audrey.
Se aleja sin deformar su expresión, pero una chispa indescifrable ilumina sus ojos.
—¿Eso significa que ya no estás molesto conmigo?
—Ya no —admite—. No con la nueva planta. ¿Cómo le pondrás?
—Uhm... —volteo hacia donde la planta se encuentra—. La chica de la florería dijo que se llama Orejitas de oso, pero yo le veo más aspecto de Filopondia.
—¿Filopondia? —repite sin dar crédito al absurdo nombre— Me impresiona tu creatividad. ¿Quién le puso a tu gato Francis?
—Yo.
—Es el único nombre decente —suelta sin ninguna clase de piedad—. Pero... Filopondia será.
Sonrío.
No puedo creer lo fácil que ha sido.
Bajo la lista de Dhaxton, hago la mía.
1. Arte
2. Familia
3. Lealdad
4. Gatos
5. Ángeles
Al dejar a un lado el lápiz, descubro que Dhaxton está enfocado en lo último que he puesto.
Ángeles.
Yo creí que era uno. Luego creí que era un demonio. Ahora, sin embargo, creo que solo es un chico de buen aspecto con un corazón oscuro.
Después de armar la lista, planificamos nuestro dibujo adecuándonos a la idea que Dhaxton planteó. Empezamos disparando ideas y luego las plasmamos en el papel concentrándonos en los detalles de la transición de estilos. Como ya suponía de Crusoe, su enfoque durante el trabajo es crear el dibujo perfecto y no se permite descansos. Yo, por el contrario, llevo rato quejándome de mi estómago vacío.
—¿Podemos pedir algo para comer?
—¿Pedir comida? —pregunta Dhaxton, prestando más atención a la obra de arte que está creando solo con un lápiz de carbón y una escuálida hoja de cuaderno.
—Sí. Hay muchos negocios buenos... O mejor, ¡encarguemos pizza!
—No soy adepto a comer comida chatarra —reniega sin siquiera mirarme. Mis ánimos caen al suelo y son pisoteados sin piedad.
—Por eso estás así de delgado —me quejo. Por fin mi comentario lo distrae de la tarea, pero no luce ofendido—. ¿Y comida china? Hay un restaurante chino que hace el mejor pollo chicharrón del mundo. —Su cara es un poema... en blanco— ¿Jamás has comido?
—Nunca.
Claro que no. Dhaxton está a otro nivel.
—La voy a pedir de inmediato. Y sushis, porque me he antojado.
En cuestión de minutos el timbre suena. Dhaxton se toma el tiempo de comprobar que quien llama es el delivery y se ofrece a recibir la comida él, lo que me deja en ventaja.
No solo compré la planta para una hermosa reconciliación, lo hice para que sea mi coartada. He decidido abrir el cajón donde guardó mi primer boceto y descubrir qué tanto tiene ahí; por ello, estuve toda la noche practicando cómo abrir una cerradura con un clip una destreza que está subestimada hoy en día.
Me acerco al cajón con paso sacando de mi bolsillo mi apreciado clip. Lo he estirado en los dormitorios para no perder el tiempo. Introduzco el clip en la cerradura y lo muevo lento, cuando el cajón emite un sonido, comprendo que ya está abierto.
El molesto ruido de la puerta emite un eco en el estudio. Escucho los pasos de Dhaxton, lo que me da tiempo de desviar mi atención.
—¿Qué haces?
Escondo el clip en mi mano y volteo. Dhaxton tiene una bandeja de cartón con todo el pedido que hicimos.
—Veo a la nueva compañera de Pepe —sonrío señalando a Filopondia—. Tiene flores suaves. Olvidé decirte que no puedes regarla por arriba, necesitas dejar que entre agua por abajo.
Dhaxton luce reticente.
—Buscaré algo para dejarle agua.
—Con un platito como el que usas para Pepe basta. —Señalo el cactus, pero al hacerlo, me hago un rasguño con sus espinas. Soporto el dolor mordiéndome los labios, pero la mueca de agobio me gana cuando compruebo que una de las espinas ha quedado enterrada en mi piel.
—Ven.
Dhaxton retoma su camino hacia uno de los muebles. Le sigo procurando no hacer ruido al guardar el clip en mi bolsillo. Deja la bandeja sobre uno de sus muebles y luego se gira hacia mí.
—Permíteme ver. —Busca mi mano lastimada y la toma con precaución. Cuando da con la espina, la toma con delicadeza y comienza a sacarla poco a poco—. Pepe es como un perro guardián, cuida lo que es mío —dice con voz apacible sin quitarle un ojo de encima a la espina. Gimo de dolor, lo que provoca que se detenga y me mire—. ¿Duele?
—Un poco —respondo con aflicción.
Vuelve a la espina.
—Ya casi sale por completo —indica, hasta que finalmente entre sus dedos enseña la pequeña cosa puntiaguda con la que me atacó Pepe.
La sangre aparece en mi dedo, pero antes de que del pequeño pinchazo brote más sangre, Dhaxton saca un pañuelo del bolsillo trasero de su pantalón y lo cubre.
—Gracias —pronuncio, fundida en la inesperada caballerosidad de su acto. Trato de retraer mi mano, pero Dhaxton no la suelta, al contrario, la retiene con más fuerza— Ya puedes soltarme.
Se toma su tiempo para hacerlo. La observa, la examina y busca en ella lo que ya no está. Siento que toda la atmósfera cambia y su malhumor se acentúa.
Lo que me salva es el timbre. Hice bien en pedir dos delivery en caso de una pillada.
—Eso deben ser los sushis —le indico.
Sin decir nada, vuelve a la puerta.
Con Dhaxton ocupándose de la entrada y el cajón ya abierto, me ocupo de abrirlo.
Parece que el cajón lleva tiempo sin abrirse y la madera está hinchada por la humedad. Hace un pequeño ruido al ser arrastrada consiguiendo abrir lo suficiente para ver qué tanto hay adentro.
La primera hoja es mi dibujo. El primer boceto que Dhaxton dibujó mientras dormía plácidamente. Eso no es una sorpresa. El segundo boceto, sin embargo, me provoca un malestar instantáneo en el estómago. El trazo de Dhaxton es tan detallado pese a ser un simple boceto que me es fácil saber que la protagonista es Solange.
:O
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