40
LOS TRES CERDITOS
AUDREY
Me duele la cabeza y mi cuerpo se siente cansado.
Tengo la garganta seca y la boca agria.
Me tomo un momento para saber qué me ha ocurrido mientras trato de abrir los ojos. Tengo un leve recuerdo, de esos que pasan tan rápido que son difícil de procesar, en el que la sonrisa de Dhaxton fue todo lo que vi antes de que la oscuridad me envolviera por completo.
Eso y el dolor del primer golpe que me dejó en el suelo.
Recobrar la memoria y hacer presente el dolor es una tarea difícil. Intento acomodarme donde quiera que esté, pero mi cabeza está en un plano diferente al de mi cuerpo. No tienen coordinación, no hay una forma en que los pueda mover como deseo. Solo puedo guiarme por el dolor, la sed, la incomodidad y el miedo.
Hago un esfuerzo sobrenatural por abrir los ojos. Un destello se cruza por mi cara, me encandila y frunzo el ceño moviendo la cabeza a un lado, haciendo que el apresurado movimiento me provoque un mareo.
Jadeo en frustración, desespero, en no poder hacer lo que deseo.
—Al fin te despiertas.
La voz de Dhaxton se escucha lejana. El miedo se apodera de mí, pues ha usado un tono muy diferente al que suele demostrar a la hora de hablar. Hay algo en sus palabras que me hiela la sangre.
O tal vez es que cuando estaba tirada en el suelo ha mostrado su verdadera cara.
Trato de abrir los ojos por segunda vez, pestañeando con rapidez para acostumbrarme al cambio de luz. El destello de antes sigue en mi rostro, pero empiezo a sentirlo más caliente y pesado, como si estuviera expuesta a los rayos del sol. Con dificultad consigo abrir mis ojos, entrecerrados para no dañarlos del todo, y puedo divisar una silueta aproximarse. Es como una mancha negra con muchas aureolas que lo contonean, moviéndose en una danza macabra.
—Déjame ayudarte.
Unos dedos largos me toman de la cara con fuerza, obligándome a voltear la cabeza al frente, justo donde la luz me molesta. Con la otra mano, toma los párpados de mis ojos y me obliga a abrirlos para que la luz me ciegue. Luego sigue con el otro, dejándolos en libertad. Cierro los ojos con fuerza, con las lágrimas pronunciándose tan rápido y espesas que no tardan en caer alrededor de mis mejillas.
—No te ves tan mal... —pronuncia con desinterés—. A ver aquí...
Siento sus dedos en mi frente tocar justo donde mi dolor de cabeza se acentúa. Emito un quejido y volteo para alejar sus dedos, pero es en vano, me retiene con más fuerza, con sus uñas enterradas en la piel de mis mejillas.
—Tienes suerte, no parece profunda.
Me deja en libertad sin que lo espere, por lo que dejo caer mi cabeza de golpe hacia al frente, con mi mentón casi tocando mi pecho. Una vez logro recomponerme, hago otro intento por abrir los ojos y divisar con mayor detalle mi entorno.
Lo primero que veo es a Dhaxton, sentado a varios metros, recargado a un costado, con la camisa desabotonada del cuello y las mangas recogidas. Lo siguiente que veo es una pared blanca, diferente a la de su habitación; en ella diviso unos bocetos, los cuales reconozco de su estudio, pero estos tienen algo diferente... Algo que no logro precisar del todo. Alrededor de Dhaxton, hay una mesa de trabajo, un escritorio con la pantalla de un computador y algunas hojas.
—Dhaxton —le llamo con la voz agrietada, temblorosa y baja.
Quiero llevarme las manos a la garganta, cubrirme el rostro, hacer algo, pero me tiene atada de manos y piernas. Estoy en una silla. Y con el foco de luz en la cara, sintiéndolo más intenso cada vez.
—¿Disculpa? —pregunta, inclinándose sobre el asiento y colocando una mano tras su oreja— No te escuché.
—Dhaxton... —lo menciono otra vez, más suplicante que la primera vez y más alto para que me alcance a escuchar.
—Ese es mi nombre —dice con una exclamación exagerada que nunca esperé escuchar—. Qué bueno que lo recuerdas.
Su cinismo me pone de malas, con un presentimiento frío que me hace rogar por la libertad.
—Déjame ir..., por favor...
Quiero llorar, quiero gritar.
Gritar.
—Ayuda...
Mi voz se pierde. Tengo la garganta demasiado seca como para poder gritar con la suficiente fuerza.
Dhaxton se coloca de pie, sale de mi campo de visión y aparece frente a mí con una botella de agua.
—Has pasado mucho tiempo aquí, tienes la boca seca, necesitas algo de agua.
Se agacha lo suficiente para que nuestros rostros queden a la misma altura y puedo observarlo bien. Está sonriendo, sonriendo como nunca conseguí hacerlo antes. Está contento de verdad, sin apariencias, sin falsedades. Y sus ojos desprenden un brillo dentro de una oscuridad que me hiela el cuerpo. Es un Dhaxton sin máscaras y completamente desatado.
Abre la botella con una lentitud que parece a propósito, para torturarme, para que pueda saborear el agua en mis pensamientos y desearla con más esmero todavía. Al abrirla, acerca la boca de la botella a mi rostro, pero luego se la lleva a la boca y bebe un largo trago, emitiendo un sonido de satisfacción al final.
—Lo que queda será para ti —indica, enseñando el resto de agua.
Coloca la botella en mi boca y me da de beber.
El agua atravesando mi garganta se siente bien, pero es escasa.
—Ahora prueba gritando otra vez —me alienta, regresando a su silla.
Si tiene tanta confianza, lo más probable es que sea porque nadie podrá escucharme. De todas formas, hago el intento. Inspiro y cierro los ojos con fuerza:
—¡AYUDA! ¡AYUDA, ESTOY ATRAPADA! ¡ALGUIEN AYÚDEME...!
La risa de Dhaxton es el indicativo de que no merece la pena chillar con todas mis fuerzas hasta desgarrarme la garganta, porque al final será inservible. Está claro que no importa cuánto lo intente, nadie me escuchará.
Necesito convencerlo de que me suelte, mostrarme cooperativa, distraerlo mientras pienso en cómo zafarme.
—¿Qué es este lugar? —pregunto, cerrando los ojos para no seguir torturándolos con la luz del foco.
—Este es mi refugio —responde, dándose media vuelta y alargando los brazos a los lados con magnificencia— El lugar donde me siento como en casa, donde puedo ser yo mismo. El lugar que tu amigo quería encontrar.
«Amigo».
Se debe estar refiriendo a Raziel.
Miro a mi alrededor en su búsqueda. Si lo ha mencionado, debe ser porque sabía que estábamos planeando o porque lo descubrió.
La risa de Dhaxton puedo oírla desde su asiento, donde ha vuelto a sentarse.
—Él no está aquí. —Se arrastra sobre la silla hasta mí y queda muy cerca. No se ve alto, pero sí lo suficientemente intimidante para que me eche hacia atrás y oculte mi cabeza entre los hombros—. Voy a decirte un secreto: desde hace un tiempo decidí seguirte, y me fue sencillo dar con el paradero de tu novio. Y me fue más sencillo investigarlo. Si sabes cómo moverte, puedes hacer muchas cosas en esta ciudad; una de ellas fue identificar a Viktor.
—¿Quién...?
Chasquea la lengua a modo de advertencia, lo que me hace callar de golpe.
—No intentes cubrirlo, Audrey. —Se pone serio—. Verás, pensé en la posibilidad de matarlo, pero cuando vi que estaba afiliado a la familia de Agnes, se me ocurrió esperar. Ser paciente, como siempre lo he sido. Sabía que en algún punto podía aprovechar esa información sobre él a mi favor. ¿Y qué crees?, ese momento llegó hoy.
La imagen de Raziel fallecido se cruza por mi cabeza. Si él no está aquí y Dhaxton sabía de él, es probable que le haya hecho algo muy malo.
—No...
Antes de que pueda llorar presagiando lo peor, su siseo me calla.
—Tranquilízate, no lo he matado. —Su respuesta me desconcierta—. Le di lo que tanto ha estado buscando. Le regresé a su hermana para que él ya no estorbe en mi camino.
Mi imaginación me lleva a recrear el encuentro entre Raziel y su hermana, en cómo por fin lograron abrazarse; pero al mismo tiempo me hace sentir desesperanzada. Si Raziel se reunió con su hermana, eso quiere decir que ya no me necesita más. Ya tiene a su prioridad número uno, necesita ponerla a salvo.
—Ahora... —Dhaxton apoya su espalda en la silla, cruza los dedos y coloca una pierna sobre la otra— necesito deshacerme de mi otro estorbo: Tú.
Comienzo a temblar. Eso no ha sonado como una advertencia o una amenaza, sino como algo que realmente intenta conseguir. El miedo se apodera de mí, me recorre el cuerpo, me desgarra por dentro y me deja con la tensión floreciendo en mi piel. Quiero aferrarme a la vida tanto como pueda; todavía me quedan demasiadas cosas por hacer.
—No me mates —le pido en un hilo de voz, lo más alto que el pavor me permite.
Lo veo blanquear los ojos.
—Eres igual a la tonta que tratabas de aparentar ser. —Hace una pausa y frunce el ceño—: Agnes —formula su nombre con repudio—. «No me mates», «déjame en paz», «estás loco» —imita el tono de voz de Agnes, el mismo que tuve que aprender durante todo un mes—. ¿Por qué piensas que voy a matarte?
—¿Por qué otra razón me habrías traído hasta aquí?
—Para llevarte lejos.
Ahora que Agnes no está a su servicio, alguien tiene que convertirse en la mártir que la logia necesita para cometer sus fechorías. Sin embargo, con Dhaxton todo es demasiado ambiguo como para estar seguro.
—¿Vas a usarme como el reemplazo de Agnes?
—Alguien debe sustituirla, y para ellos eres la chica perfecta —dice con una normalidad escalofriante—. Pero hay un problema, tú madre ahora es parte de todo esto, dudo que quiera llevarte lejos. Con ella casada con Devon, tú también eres parte de nosotros... ¿Qué debería hacer?
Pese a que su pregunta es retórica, me tomo el atrevimiento de hablar:
—Si me dejas ir prometo que no haré nada.
Mi propuesta lo saca de momento reflexivo para sonreírme con las cejas arqueadas y la frente arrugada.
—Agnes dijo algo similar.
—¿Cuál de ellas?
—Agnes Swain, mi queridísima amiga —emite—. «Deja que me vaya, será como si hubiese desaparecido» —la cita otra vez, pero ahora su voz es átona y mucho más burlesca—. Si algo bueno saqué de su intento de propuesta, es que me dio la coartada perfecta. Me recuerdas tanto a ella que es desagradable. —Hace una pausa para recorrerme de pies a cabeza con una mueca de disgusto—. Me asqueas.
Bajo la cabeza para no provocarlo más, para no sacar ese lado violento que usó en mi contra y por el cual estoy aquí. Sin embargo, dentro de la información que dijo, algo queda rondando en mis pensamientos.
«Coartada», dijo.
Si lo dijo de esa forma, entonces está ocultando algo más.
—¿Ella no huyó?
Camina hacia una especie de contenedor.
—No, ella no huyó. Ella sigue aquí.
Sus manos van a la tapa y trata de abrirlo cuidadosamente. La tapa es abierta y Dhaxton mete las manos dentro.
—La tengo justo aquí.
Mi pecho se agita ante una leve y macabra sospecha sobre lo que el contenedor guarda. Si fue tan explícito en sus palabras, entonces Agnes está...
—Dhaxton, espera...
Giro la cabeza en cuanto veo que sacará algo del interior y al cerrar los ojos el rostro de Agnes se vuelve gris, igual al de un muerto. Quiero chillar por el pavor que me produce aquello, pero al ver que Dhaxton guarda silencio, me atrevo a abrir los ojos y buscar lentamente qué es lo que tiene entre sus manos.
Es un tubo de papel que despliega con minucioso cuidado.
—No seas absurda, Audrey. Cuando me refiero a que Agnes está aquí, hablo de esto.
Revela una pintura de Agnes en la que sale recostada en una especie de pradera, con el cabello suelto a su alrededor, mezclándose con unas pequeñas flores. Sus ojos están entreabiertos, pero miran a un costado; se ven vacíos, oscuros, sin vida. Viste un vestido similar al que me hizo usar la primera vez que posé para él, pero en Agnes se ve diferente... No parece una prenda simple, sino como el vestido de alguien puro. Más abajo sus pies están desnudos, estirados y pintados de negro, como si hubiera andando por un oscuro pantano de espeso petróleo. Este detalle basta para que la pintura me perturbe por completo y mis deseos por observarla empequeñezcan.
—¿Por qué me muestras eso? —le cuestiono, mirando abajo.
—Estoy respondiendo a tu pregunta.
—Eso no responde nada.
Se abalanza contra mí y me agarra de la cara, aplastando mis mejillas con fuerza para el movimiento de mi cabeza. Me obliga a mirar la pintura desplegada que cuelga desde su otra mano.
—Mira bien —farfulla—. Quieres ser una artista, ¿no? ¡Pues mira!
Agita la pintura y el miedo me corroe. Las lágrimas poco me dejan ver. Empiezo a temblar sin conciliar lo que él desea, sin saber qué debería hacer. Busco algún detalle que se me haya escapado, algún fallo que haya cometido, algún indicio del paradero, entonces ato cabos: el sendero, los ojos de Agnes perdidos en la nada, sus pies oscuros...
—¿Agnes está muerta?
Por fin me suelta. Mi mandíbula queda adolorida y mis mejillas rotas en el interior, pero con las manos atadas ni siquiera puedo frotarlas. Ni siquiera puedo llevar mis manos al pecho para que este repentino dolor cese.
Dhaxton retrocede, apreciando con una sonrisa la pintura que me produce resquemor.
—Así la recuerdo —susurra, envuelto en la ensoñación—: tendida en el piso, la mirada perdida en el mundo de los muertos, mostrando esa faceta inocente que nunca quiso mostrarme.
—Estás loco...
—Si el amor me vuelve loco, estoy dispuesto a aceptar que lo estoy —dice lleno de orgullo.
—¿Por qué? —inquiero— ¿Por qué... la mataste?
—¿Matarla yo? —responde lleno de cinismo, dejando la pintura sobre una mesa— Ella murió porque supo demasiado. Al igual que tú —me señala y tiemblo—. Te he traído hasta aquí, sabes qué pasó con Agnes; creo no debería dejarte ir.
—Por favor..., Dhaxton, por favor, no me hagas nada —suplico como última esperanza—. Te prometo que no diré nada, que me marcharé lejos, que para mí ya no existirás más. Ni tú, ni Seth, ni...
Me da una bofetada que me da vuelta la cara.
—Guarda silencio, no me dejas pensar.
Quiero chillar, pero empiezo a recobrar la valentía.
—Tarde o temprano se darán cuenta de que no estoy en la boda —continúo provocándolo.
—Tu novio no vendrá a buscarte, ya le di a su hermana, y tu madre está ocupada con la celebración. Tengo tiempo de sobra para ocuparme de ti.
Ha dicho «vendrá», eso me deja la esperanza de que sigamos en su casa. De ser así, todavía tengo la esperanza de que Raven note mi ausencia o Seth la nuestra. A menos que él también forme parte de esto.
Solo tengo una forma de averiguarlo.
—Te estás olvidando de Seth. —Mencionarlo hace que toda la expresión de Dhaxton—. Seth va a notar nuestra ausencia y cuando ya no aparezca no podrás decirle que me fui. No podrás usar la misma excusa que con Agnes.
Puedo ver la duda en su expresión que me dice que lo estoy convenciendo.
—Tienes razón —admite, visiblemente derrotado—. Si le digo que te fuiste, él sabrá que es una mentira. Estaré acabado.
—¿Ves? Por eso tu opción es dejarme ir. Te prometo que no le diré nada. No diré nada a nadie. Si me preguntan por la herida en mi cabeza diré que me golpeé o me caí con estos malditos tacones. Y luego me iré lejos, sin decir una palabra. ¿Qué más podrías hacer? Esta es la mejor solución.
Se agacha frente a mí.
—Tienes razón. Es la mejor solución. Ninguno de los dos perdería. —Lleva sus manos al nudo que ata mi pie izquierdo—. ¿No dirás nada? —Me busca con sus ojos.
—No diré nada. Lo prometo.
Baja la cabeza para ocuparse del nudo, mas sus dedos están quietos.
—¿Lo prometes, así como prometiste guardarte hasta el matrimonio?
Sube la cabeza y lo veo con la misma mirada maliciosa y seria de hace un rato.
—Estabas tan convencida de tus creencias, impregnada a ellas como la pintura en una hoja de papel. ¿Recuerdas? —Después de darme ese pequeño ápice de esperanza se levanta para apoyarse sobre mis brazos, sin importarle el dolor que pueda causarme—. Si fallaste en algo así, ¿cómo podría creerte?
Suprimo un quejido cuando sus dedos me aprietan más y más, casi metiéndose sobre mi piel.
—Porque ahora está en juego mi vida —consigo decir, jadeante.
—También la mía.
—Dhaxton, por favor...
Aprieta con más fuerza y siento que la piel de mis brazos se va a desgarrar.
—La próxima vez que me digas «Dhaxton, por favor», será la última —advierte, inclinado hacia mí—. No me das lástima, no me importa que supliques, ya te lo dije: me das asco.
Lo dice con tanto desprecio que me lo creo. Pero frente a tal respuesta, tanto rechazo, no puedo entender los motivos.
—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? ¿Qué le he hecho para que me guardes tanto rencor?
—No es lo que eres, no es algo que hiciste. Es lo que provocas. —Me mira de pies a cabeza y parece que las ganas de vomitar le aumentan—. Eres toda tú.
—Entonces ¿por qué actuaste como si te gustara? ¿Por qué me besaste? ¿Por qué en la tarde me llevaste a tu cuarto...?
—Si te lo digo, tendré que matarte —dice.
La piel se me eriza. No es una amenaza ni una advertencia, es un decreto.
Su celular suena. Con toda la tranquilidad del mundo lo saca de su bolsillo y mira la pantalla. Un brillo extraño se refleja en sus ojos y noto cómo su expresión se transforma de la seriedad a una de sorpresa.
—Es Seth —pronuncia bajo, casi con temor.
Mi pecho se infla. Una ráfaga recorre mi cuerpo. Inspiro hondo y me preparo para gritar:
—¡Seth! ¡¡SETH!! ¡AYUDA!
Me remuevo en un absurdo intento por zafarme, consiguiendo solo una carcajada corta y seca por parte de mi captor.
—Tranquilízate, ni siquiera le he contestado —suelta a modo de burla.
Mis esperanzas decaen todavía más cuando voltea hacia una de las mesas, deja el celular a un lado y, de un cajón, saca una cinta adhesiva. Corta un trozo y me lo coloca en la boca. Mientras tanto, el celular sigue sonando sobre su mesa, lo que parece impacientarle. Sus movimientos se vuelven torpes, ansiosos e, incluso, se toma un momento de respiro antes de dirigirse a una puerta de metal y salir.
Quedar sola significaría una ventaja, la oportunidad de buscar alguna escapatoria, pero estoy amarrada de brazos y piernas, poco puedo hacer. Me estremezco con fuerza para desatarme, muevo mis brazos, los agito para soltar mis ataduras; pero todo es en vano. Estoy atrapada. Ya no tengo escapatoria.
Raziel, Seth, Raven... ¿dónde están ahora que los necesito?
Por favor, Dios, envía a alguien que me saque de aquí.
RAZIEL
Tomo a Agnes por la espalda para guiarla hacia la salida.
Soy consciente de que su repentina aparición tiene una causa, y es tal vez dejarme saber que ya saben quién soy y lo que me había propuesto. Puede que Crusoe me haya visto desde antes y me investigara para descubrir mi punto débil. Y el maldito lo ha conseguido.
Ni Agnes ni yo estamos a salvo en esta jodida mansión.
Bajamos las escaleras llegando a la primera planta. Aquí solo circulan personas del personal de eventos y algunos de seguridad que reparan en la forma huidiza con la que Agnes y yo avanzamos hacia la puerta principal.
—Cúbrete —le ordeno a Agnes—. No dejes que te vean el rostro.
Ella no ha parado de llorar y el estado en el que se encuentra lo hace todo más sospechoso. Quisiera invadirla con preguntas, saber dónde estaba y cómo la trataron, pero no es el momento. Algo me dice que no lo va a ser dentro de un buen rato. Necesito esconderla, protegerla, llevarla a un sitio donde sé que se mantendrá a salvo.
Salimos hacia el exterior, atravesamos el jardín y en la entrada nos topamos con más tipos de seguridad. Uno de ellos me detiene del hombro al ver que intento salir sin dar explicaciones.
—¿A dónde vas?
—No es de tu incumbencia —replico, moviendo el hombro para que me deje en libertad.
—No puedes salir así con ella, estás de turno.
Quiero plantarle un puñetazo en el careto ese que tiene, pero la mano de Agnes, que está aferrándose a la mía, se remueve para llamar mi atención. Ha leído perfectamente lo que se me cruzaba por mi cabeza. Al bajar la mirada y ver su expresión, niega con la cabeza.
—No hagas nada —susurra.
Le hago caso.
—No se siente bien, iré a dejarla a su auto —informo para no alertar a más de seguridad.
El tipo que me detuvo y su compañero no lucen muy convencidos, pero corro la suerte de que la llegada de una cantante contratada junto con su banda nos permite salir sin mayores reproches.
Corremos hacia el final de la calle y doblamos una esquina. Este sitio de la ciudad parece un laberinto, en el que no te puedes confiar o saldrás perjudicado. Corremos con ímpetu por una calle por la que transitan autos de lujo y nos topamos con los vehículos de transporte. No dudo un segundo en coger uno y llevarle a la casa de Camille, el único lugar seguro donde Agnes puede permanecer por el momento.
Durante el viaje, Agnes y yo por fin podemos tener nuestros minutos en paz para procesar lo que acaba de ocurrir. Ella llora de felicidad, tiene una sonrisa estampada en la cara y yo, todavía creyendo que estoy inmerso en un sueño, me tomo la libertad de examinar su rostro en busca de algún cambio.
—¿Estás bien? ¿Ellos te hicieron daño?
—Estoy bien. Pero te he echado tanto de menos...
Ha evitado la segunda pregunta.
—¿Qué te hicieron?
Lanza una mirada llena de desconfianza hacia el conductor.
—No quiero hablar de eso. No aquí.
Aprieto mi puño, rabioso e impotente. No puedo hacerme una idea de lo que esos bastardos enfermos pudieron llegar a hacerle.
—Lo importante es que ya estás aquí. —La abrazo para que ninguno de sus malos recuerdos la disturben—. Voy a llevarte a un lugar seguro y luego nos largaremos de esa maldita ciudad, ¿de acuerdo?
Ella responde a mi abrazo sin mucha fuerza.
—De acuerdo.
Una vez llegamos a la casa de Camille, ella tarda un momento en abrirnos, sin embargo, cuando lo hace, la sorpresa inunda su rostro.
—No puede ser... —emite dentro del asombro, mirando a Agnes sin pestañear—. ¿Cómo es posible que...?
—Sé que estás molesta conmigo, pero necesito que Agnes se quede aquí por ahora —le digo y ella nos deja entrar sin más explicaciones.
Camille se toma su tiempo para mirar a Agnes y darse cuenta de que ella no es ningún espejismo. Ella, que me ha acompañado en todo este martirio de la búsqueda, es la única que puede entenderme en estos momentos, con la que puedo compartir el miedo y el alivio de saber que está viva.
—¿Qué ocurrió? —interroga tras servirle un vaso de agua a mi hermana— ¿Cómo se reencontraron?
—Yo me hago esa misma pregunta —le comento, dirigiéndome a Agnes, que está sentada y encogida de hombros en un sofá—. ¿Dónde te tenían?
Agnes se toma un momento antes de hablar.
—Lamento mucho no haber contactado contigo antes, Viktor —murmura con pesadumbre—, pero no tuve la oportunidad de hacerlo. O tal vez sí, pero nunca quise hacerlo. Nunca estuve bien y las cosas empeoraron después de enterarme que me había enamorado de alguien que no me quería.
Toca sus muñecas, el sitio donde las cicatrices detallan lo rota que estaba.
—No pude creerlo y me sentí tan dolida con todos... Incluso contigo, ¿recuerdas?
Me mira en busca de apoyo.
—Claro que lo recuerdo.
—Estábamos juntos cuando nos llamaron diciendo que habías intentado suicidarte —complementa Cam, frunciendo el ceño al recordarlo—. Y luego de eso ni siquiera hablaste con nosotros, ni con tus padres...
Trago saliva.
Es doloroso recordar a Agnes en el hospital, con los brazos vendados y lastimada por la caída.
—Estaba destrozada —masculla ella, sollozando—. Que la persona de la que te enamoraste te diga que todo fue parte de un «juego» me sentó mal. Yo quería a Vivian y cuando...
—¿Qué? —interrumpo— ¿Vivian?
Asiente, confundida.
—Todo este tiempo creí que Crusoe y Bellish eran parte de esto.
—No... No te lo dije porque me avergonzaba un poco lo que estaba viviendo y creí que sus sentimientos hacia mí eran reales; pero yo nunca caí por Dhaxton o Seth, de quien me enamoré fue de Vivian Freedom, amiga de ellos. Fue ella quien me convenció para llevarme con ellos.
Aprieto mi puño para retener la ira.
Todo este tiempo estuve mal. No eran dos los que participaban en esto, sino tres.
Esa mocosa amiga de Audrey...
Joder, Audrey.
—Mierda... Mierda, ¡mierda!
—¡¿Qué?! —interroga Camille, asustada.
Soy un idiota.
Crusoe liberó a Agnes a cambio de Audrey.
AUDREY
La puerta se abre y de ella entra Dhaxton. De un movimiento lanza el celular contra la pared. Está molesto, y da miedo. Cierra la puerta de golpe y lanza a un lado la silla donde antes se había sentado.
Me quedo quieta. Estoy pasmada e inmóvil por el miedo. Si llego a provocarlo en lo más mínimo, es probable que me haga más daño.
—Ya lo he decidido —dice entre dientes—. Voy a matarte.
Niego con la cabeza y le suplico que no lo haga. Pero Dhaxton está fuera de sí, caminando de un lado a otro, con los puños cerrados y murmurando cosas que no logro precisar. Le pido a gritos que no me mate, con toda la fuerza de mi garganta, con todo el fervor de mi corazón.
No quiero morir.
No quiero morir.
¡No quiero morir!
—Al diablo con los demás —continúa despotricando—. Al diablo contigo. Vivian puede encargarse de todo.
¿Vivian?
—Sí, ella lo puede hacer. Ella ya tiene tu reemplazo.
¿Que Vivian qué?
Siento que mi pecho se hunde, que todo mi alrededor se vuelve de papel. Que estoy viviendo una pesadilla donde ya nada tiene sentido. Y, por un instante, me gustaría que fuera así, pero al ver que Dhaxton se acerca tan decidido hacia mí, debo decirme que esta es la penosa realidad en la que estoy.
Me quita la cinta de un movimiento rápido.
—¿Tus últimas palabras, Audrey?
—Aguarda un momento —suplico—. Todavía podemos llegar a un acuerdo.
Se ríe con amargura, pues sus comisuras están caídas.
—No la hay —dice, tornándose serio—. Seth ha dicho: «¿Qué le hiciste a Drey?». Ha preguntado por ti. ¡Me está culpando de haberte hecho daño! Ni siquiera me ha dado tiempo de explicarme.
Me observa con desprecio, con un odio que no logro entender ni deseo hacerlo.
—Por ti —continúa—. Eso es lo que más me molesta...
De pronto, siento que todo en mis pensamientos se esclarece y soy iluminada por una verdad que todo el tiempo estuvo ahí, clara y, al mismo tiempo, escondida. Una verdad tan obvia que pasó desapercibida para todos. Y, con eso, todas las explicaciones y acciones de Dhaxton cobran sentido: aquella vez en su estudio, cuando llegó como un loco al hospital la vez que Agatha enfermó, el gato y ahora con lo de la copa.
Dhaxton jamás intentó alejar a Seth de mí, lo que él buscaba era alejarme a mí de Seth.
—¿Acaso tú... estás enamorado de Seth?
_________________________
bueno, bueno, está claro que la historia no acaba en este capítulo, y es que decidí extenderla más para que su final no sea tan apresurado, jeje
por ahora, disfrutemos de los capítulos que quedan 🥰
lamento no traerles capítulo la semana pasada, pero ya saben que los cap. finales suelen ser muy difíciles de escribir para mí, sobre todo en esta fecha.
quería acabar la novela antes del 2022, pero buehhh~ será
pasemos a las preguntas :o
¿Vivian y Agnes?
¿Raziel irá a rescatar a Drey?
¿Seth rescatará a Drey?
¡Hagan sus apuestas!
¿Confirmamos que Dhx está loquito?
¿Todavía hay alguien que le tiene fe a ese man?
Ya les digo yo que ese ser tiene cositas por contar :3 El siguiente en otro de mis capítulos favs muajaja
dato curioso: tenía pensado hacerlos decidir a ustedes un final para esta historia. Otzea, yo les pongo las opciones y ustedes votan. La más comentada sería la ganadora. Peeeeeeeeero, hacer eso sería arruinar el final planeado, así que tal vez lo haga para tomar una decisión sobre algo que ya sabrán.
¿Les gustaría tomar esa decisión?
Los secretos están saliendo a la luz, pero quedan dudas.
Y la pregunta random de hoy es:
El domingo en mi cumple y mi familia no está ¿qué me tienen de regalo? :3
Un besoteeeeeeeee 😘
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