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Capítulo dedicado a esta mujersh que siempre comenta genechalmet los párrafos y me divierto mucho leyéndola <3
ACLARANDO UN PAR DE PUNTOS
Tiene el mismo humor extraño que las publicaciones que hacía Lucy, con la diferencia de que esta vez dice que hablará de Dhaxton y Seth. Eso me lleva a pensar en la única la única persona que quiso sacar ventaja de la página y tiene un odio infinito hacia ellos dos: Raziel. Pero ¿por qué arriesgarse a crearla? ¿Y por qué no me habló de esto antes? Tengo que hablar con él, verificar si realmente la nueva página está bajo su administración.
—¡Atrevida! —Seth entra por la puerta de la tienda, lo que me hace bloquear la pantalla del celular enseguida—. No tienes que dejar atrás a tus mayores... —Su ánimo travieso se desploma al verme a la cara— ¿Qué?
—Nada —respondo rápido. Grave error: esa respuesta simplona me hace ver todavía más sospechosa.
—Estás pálida.
—Correr me agotó.
—Fue media cuadra —espeta con obviedad.
—No estoy acostumbrada. —Aunque intente no apartarme y evitarlo, soportar más tiempo el peso de su mirada, sabiendo que no me ha creído, me puede. Le doy la espalda para fingir prestar atención en la barra de atención.
—No te creo. —Se pone junto a mí, apoyando su brazo sobre el mueble y la cabeza en la mano, observándome con una más de sus peculiares sonrisas de «yo todo lo sé»—. Pero no insistiré. ¿Ya hiciste el pedido?
Asiento, evadiendo a toda costa que se siga metiendo en mi cabeza.
—¿Entonces qué haces en la barra? —se burla— Eso solamente te hace ver más sospechosa. Una persona que no tiene nada que ocultar estaría sentada o afuera, esperando a que la comida esté lista; no evitaría mirar a los ojos ni se pondría tan tensa.
—Wow —exclamo con falsedad— Ya que sabes tanto de lenguaje corporal, deberías saber que hay un sinfín de razones por las que te evitaría, una de ellas, por si lo olvidaste, es que eres un pesado.
—Soy el encanto hecho persona; tú eres la pesada —refunfuña como un niño chiquito al que le recriminan sus fechorías—. Desde que tienes novio falso actúas como si ya no me quisieras.
—Nunca te quise. Todo lo que llegué a sentir por ti fue...
—Amor.
—Compasión. No sé cómo quieres que sea frente al sujeto que usó a su abuela para engañarme. Y esa señora...
—Oh, con que ahora es «señora». Cuidado con lo que dices de Baba.
—Es una mentirosa. Yo de verdad vi a mi abuela en ella, y con esa clase de sentimientos nadie debería jugar. Así que no esperes que ponga buena cara frente a ti, porque aún con todas las cosas malas que Dhaxton me hizo, lo tuyo fue lo que más me dolió.
—Lo sé.
—Bien, no digas que soy una pesada.
—Por eso te pedí perdón.
—El perdón no vale cuando el daño ya está hecho. Eso es lanzar la piedra sabiendo que vas a lastimar. Si no quieres hacer daño, entonces no la lanzas.
—Puedo lanzar la piedra, hacer daño y arrepentirme en el camino. No soy perfecto.
—No te estoy pidiendo que lo seas; yo tampoco soy perfecta. Tengo muchos defectos, y uno de ellos fue creer en ti.
—Al menos dime qué puedo hacer para enmendar lo que hice.
—Puedes decirme a quiénes le temes.
Me agarra del brazo empujando la puerta de la tienda. Afuera, me zafo para increpar su repentina acción, sin embargo, verlo con una presión seria me deja perpleja unos segundos. Asumo que dentro del local, con personas que pudieran escucharnos, es un riesgo que no desea afrontar.
—Si te lo digo, vas a tener que huir muy, pero muy lejos —advierte—. Y yo estaré a seis metros bajo tierra.
Un bufido, mezclado con incredulidad se me escapa.
—Esa es la excusa barata que me das porque no quieres decirme todo lo que hay detrás. Sabes que nos ahorraríamos muchísimo trabajo si tan solo te atrevieras a soltarlo.
—¿Puedes ponerte en mis zapatos por unos segundos? —Su aflicción no solo se refleja en su rostro, también en el temblor de su voz.
—Si supiera más, quizá, un poco más, podría hacerlo. Por ahora, con la información que tengo y lo que haces, no puedo. Lo siento, pero me es imposible poder empatizar contigo sobre algo, porque por muy dañado que estés o por muy horrible sean las cosas, nada justificará lo que hiciste.
—Hablas como si hubiera asesinado a alguien.
—Tres chicas desaparecidas —remarco con determinación, los puños bien apretados, intentando no alzar demasiado la voz—. Tu amiga Agnes, Emma Williams y Agnes, la hermana de Raziel. Tres chicas con las que ustedes jugaron y ahora están desaparecidas. Eso da mucho para pensar, ¿no crees?
—¿Jugar con Agnes? —interroga, ofendido. No puedo creer que de todo lo que le mencioné eso sea lo que más parece molestarle— Era nuestra amiga, jamás jugamos con ella.
—La hicieron elegir entre ustedes, como trataron de hacer conmigo.
—Ella nunca fue parte del juego, jamás tuvo que elegir nada.
—Las cartas no dicen lo mismo.
—Nos enamoramos de ella, que es diferente.
Diría que su «nos enamoramos» me sorprende, pero, la verdad, al leer ambas cartas me dio esa impresión. Entre ellos probablemente existía una extraño triángulo amoroso que acabaría destruyéndolos al final.
—Ella se enamoró de Dhaxton —continúa. Su voz es cada vez más imperceptible—, y cuando no supo lidiar con el peso de romper nuestra amistad, nos abandonó.
Su última afirmación me hace ruido.
—Oh, así que ya no «desapareció» —señalo con un dejo de sarcasmo que despierta todas mis conjeturas—. ¿Dejaste de buscarla tan rápido?
Toma aire, aprieta los labios formando una larga línea, sus ojos se agrandan y me señala con un dedo, acercándose.
—No te haces una sola idea de lo preocupado que estoy por ella, por saber dónde carajo está, de saber si está bien... —Suspira, como si expulsara todo lo que se guarda dentro—. Me estoy poniendo de tu lado porque quiero saber qué pasó con ella.
—¿De mi lado? —zanjo al instante— Estás en medio, porque eres demasiado cobarde para contar qué sucede. Eres un tibio —manifiesto, casi con desprecio—. Claro, el muchachito solo puede desperdigar migajas para que Raziel y yo sigamos el rastro mientras él se lava las manos.
Frunce el ceño, molesto.
—Mi información es la garantía para que me ayuden a encontrar a Agnes, de lo contrario, lo harían por su cuenta y yo por la mía.
—Acabas de darme la razón...
—Se trata de dar y recibir.
—Nos pones en riesgo a nosotros para conseguir lo que quieres.
—Estoy de parte de ustedes porque creo que son los únicos que pueden apoyarme en esto. —Su respiración agitada se va tranquilizando poco a poco tras el silencio que surge de su declaración—. He depositado mi confianza en ustedes porque creo que lo que hacen es justo.
—Pero Dhaxton...
—¡Al diablo Dhaxton! —gruñe, ya falto de toda gracia que le concede la paciencia—. Esto no le concierne a él. Yo...
—Ya no confías en él... —concluyo.
Una mueca de aflicción se forma en su rostro, la cual intenta ocultar bajando su perfil. Esta situación me recuerda a la que viví con Solange, en cómo con un par de acontecimientos dejé de confiar en ella y me quedé tan sola que tuve que buscar refugio en la única persona en la que podía depositar mi confianza: Raziel.
—No es que ya no lo haga, es que nunca lo hice —murmura, levantando la cabeza en dirección a la tienda. La persona que me atendió me muestra la bolsa con lo que pedí.
Seth es el primero en volver a entrar, así que asumo que nuestra discusión acaba aquí, cosa que odio, porque siempre que hablo con él acabo con más dudas que respuestas.
Entro para recibir la comida mientras Seth se dispone a sacar una reluciente tarjeta de crédito y pagar. Es entonces que empezamos a escuchar las cientos de gotas de lluvia estrellarse contra el pavimento como si no hubiese mañana.
—No me puto jodas —se queja mirando hacia el exterior—. Vamos a tener que correr.
—No exageres, no es tan lejos —refuto yo, acomodándome el gorro de mi abrigo para luego aferrarme a la bolsa con comida. Aguardo a que abra la puerta para salir corriendo como si se tratara de una carrera.
—Cuidado, no te vayas a...
Apenas pongo un pie fuera de la tienda, resbalo de manera estrepitosa, tirando la bolsa con comida a varios pasos de mí, y quedando de rodillas y manos en el asfalto. Seth no tarda en ayudarme a levantarme, pero yo apenas puedo mantenerme en pie; tengo las rodillas peladas y me duelen un montón.
—¿Estás bien? —me pregunta tras recoger la bolsa y volver al interior de la tienda. Adentro, la persona que nos atendió ni siquiera se ha percatado de lo que pasó.
Niego con la cabeza.
—Olvida lo que correr, me he golpeado las rodillas —digo en medio de un puchero. No solo cuento el dolor físico, sino que también la humillación de haberme caído tan estúpidamente y estar toda empapada. Desearía poder regresar en el tiempo y salir del estudio al menos con un paraguas.
—No te preocupes. —Me entrega la bolsa, mojada también, y lo más seguro que con toda la comida revuelta. Luego se agacha, exponiéndome su espalda ancha—. Te llevo en la espalda.
—No tienes que hacer...
—Escucha —se pone de pie, volteando para mirarme con el ceño fruncido—. Hoy me has hecho perder la paciencia de una forma que no te imaginas, así que hazme caso por una jodida vez en la vida y sube a mi espalda.
Aprieto mis dientes al escuchar su orden. Odio tener que acatar lo que dice, pero supongo que sería absurdo reclamar, así que ahogando mi orgullo me acomodo en su espalda.
—Joder... —se queja cuando apoyo mi pecho contra él—, qué frío. —Se coloca de pie sin una clase de problema y pone sus manos bajo mis muslos—. Agárrate bien —sugiere mientras pongo mis brazos sobre sus hombros—, y ruega a tu dios para que no me caiga de hocico yo ahora.
Sé que su último comentario no debería darme gracia, pero una escuálida carcajada se me escapa. ¿Cómo es posible que Seth me haga pasar del resentimiento a la risa en cuestión de segundos? No lo sé y, a decir verdad, no deseo averiguarlo, pues creo que es algo innato de él ser un odioso y el mejor cómico en ocasiones.
Me agarra con más fuerza y empuja la puerta, saliendo con rapidez de la tienda. Casi resbala en el mismo punto que yo, mas logra equilibrarse y seguir. Sus pasos se vuelven más rápidos, convirtiéndolos en un trote seguro bajo la lluvia. Me aferro con fuerza a su cuello, enterrando mi perfil en su cabello mojado. Huele a champú de flores y perfume.
—Oh, mierda...
Su voz me distrae. Perfilo la vista al frente, viendo en la distancia restante a un Dhaxton fuera del estudio, mojándose bajo la lluvia.
—¿Qué demonios? —interroga Seth, bajándome cuando llegamos junto a él.
Dhaxton intercala su mirada entre ambos, ensombrecido, y con la mandíbula apretada.
—¿Por qué tardaron tanto? —nos pregunta con la voz ronca. Ni siquiera aguarda por nuestra respuesta; entra al estudio con los puños apretados y dejando unas manchas de lodo.
—No fue nuestra culpa —se excusa Seth—. Bueno, en parte, porque si cierta persona no se hubiera caído...
—¡Cállate! —le ordena su amigo, volviéndose a ambos con los ojos inyectados en sangre.
Un mal presentimiento recorre mi cuerpo como una ventisca fría por mi espalda.
—¿Dhaxton —pronuncio su nombre con temor—, qué ocurre?
—El gato...
Me llevo una mano a la boca para silenciar mi grito ahogado. Pese a no poder caminar bien, pues el roce de mi jeans con las heridas de las rodillas me duelen, logro subir rápido las escaleras para encontrar al pequeño minino en la canasta.
—¿Está muerto?
Busco la negación de Dhaxton, mas él hace todo lo contrario.
—Eso parece —emite Seth como un jadeo agonizante, examinando al pequeño gato tendido entre las mantas.
Siento un dolor en el pecho. El dolor en mi pecho se transforma en un bulo que sube a mi garganta, obstruyéndola. Unos deseos de llorar me invaden, aunque trate de no hacerlo mordiéndome los labios.
—Al parecer sí; está muerto —la voz de Seth me indica que también retiene el llanto. Sin embargo, hay cierta frialdad en ella que me deja pensando—. ¿Cómo pasó?
—Se me cayó de las manos —dice Dhaxton en voz baja. Mantiene la distancia, reacio a acercarse más. Sus ojos se ven sin vida y está más pálido de lo que suele estar. Sus puños siguen cerrados. No puedo pensar en lo culpable que se debe sentir. Hace tan solo unos minutos se le veía feliz.
Mi celular suena anunciando que ya es hora de irme al trabajo. Seth al verme comprende qué ocurre.
—Dile que no podré ir —dice. Sé que se refiere a la jefa—. Vamos a darle a este pequeñín un entierro digno —añade con voz átona.
Me quedo de pie, sin saber qué decidir. Miro el canasto, el cuerpo sin vida del gato, provocando que todas mis ganas de llorar vuelvan.
—Vamos, vete —insiste Seth, casi echándome a patadas—. No tienes que ver esto.
Busco la aprobación de Dhaxton, pero está tan descompuesto y serio que ni siquiera reacciona. El ambiente enternecido que se creó mientras veíamos al pequeño felino, se ha distorsionado a uno de incomodidad pura.
Asiento en silencio, llevándome mis cosas y bajando con lentitud para que mis rodillas no duelan. Antes de salir, Seth me retiene del hombro. Tengo la falsa idea de que me pedirá que me quede o tenga cuidado, sin embargo, esa falsa idea queda a un lado al fijarme que sostiene un paraguas en su otra mano.
—Ten cuidado afuera.
Llegar al trabajo embarrada y con mis jeans rotos por la caída, por eso no es de extrañar que la jefa me mire con el ceño más fruncido que de costumbre, con la diferencia que al verme agachada curándome las rodillas, rueda los ojos a un lado. En su cabeza debe decir «de nuevo esta chica con sus cosas extrañas». No tengo la menor idea de la razón de su odio, aunque tal vez sea porque Raziel y yo...
Nah, no creo.
—Seth no va a poder venir —le digo haciendo caso omiso a su repelente actitud.
Ella no dice nada, suspira y se marcha de los vestuarios.
Termino de curarme las rodillas y me pongo el uniforme del trabajo. Es un alivio dejar de lado la ropa mojada de antes. Lo siguiente es arreglarme el cabello y salir. Caminar sigue siendo un reto para mis pobres rodillas, así que opto por pasar el rato en la boletería, el sitio de Seth.
Durante el transcurso de la jornada, busco a Raziel desde mi lugar. Cada persona con el uniforme atrae mi atención, pero, lastimosamente, no son él. Ni siquiera está en el puesto de comida, barriendo o paseándose con el trapeador hacia los baños.
Resoplo con desánimo y me concentro en la pantalla de la caja.
Es una noche aburrida.
Demasiado aburrida como para pensar en lo que ocurrió por la tarde.
Seth afirmando que entre Agnes, Dhaxton y él había una especie de triángulo amoroso; su desconfianza hacia Dhaxton; la extraña muerte del gato... Son demasiadas cosas en las que pensar en tan poco tiempo.
Cuando la hora acaba, después de unas horas que me parecen eternas, regreso a los vestidores. No pretendo cambiarme de ropa, solo ponerme mi abrigo, el cual ya está casi seco por ponerlo cerca de la calefacción.
Sé que debo salir porque mi turno ha acabado, que es mejor ir a la academia para tomar una ducha reflexiva y vendarme bien las rodillas. No obstante, mis pensamientos no me dejan tranquila, restregando la duda sobre Raziel. ¿Dónde rayos está? Me asomo por los vestidores de chicos sin dar con él, le pregunto a mis compañeros si lo han visto, voy a la sala de descanso mirando el sofá donde suele reposar, pero no está. Tampoco en la bodega, los baños o el cuarto de limpieza. Le envío un mensaje y regreso a la sala de descanso, asomándome desde la puerta con cierta timidez.
—¿Buscas a Raziel?
Una voz de mujer provoca que salte del susto. Al girarme con rapidez, me encuentro a Camille sonriendo por mi dramática sorpresa.
—No... —digo tras tranquilizar mi acelerado corazón. Ella no parece creerme—. Sí... En realidad, sí.
—No vino a trabajar. —Entra a la sala, dejando su enorme mochila en una mesa—. La verdad es que dudo que lo haga ahora que consiguió un nuevo empleo mejor pagado, aunque, conociéndolo, seguro que vendrá a echar una mano cuando las cosas se pongan intensas.
Sí, Raziel parece tener un vínculo fuerte tanto con ella como con la jefa, por eso dudo que deje de trabajar en el cine.
—Es un poco llevado a su idea, ¿no?
Tardo un momento en creer que habla de Raziel. Es un tanto incómodo hablar de él sin que esté presente, sobre todo con su exnovia.
—Creo que en eso él y yo coincidimos un poco —admito, esbozando una sonrisa para ocultar mi inquietud.
—Lo dudo —suelta tajante—. Él siempre va más allá de lo que tiene a la mano para conseguir lo que desea, llegar a su fin, y jamás permite que alguien o algo lo detenga.
—De eso ya me percaté...
—Es extremista —dice, y luego suspira—. Pero lo entiendo; no la ha tenido fácil.
A falta de mi respuesta, el silencio se hace, lo que vuelve todo aún más incómodo. Camille me mira con una sonrisa, como si realmente le agradara; pero cuando yo la miro, solo pienso en que Raziel le fue infiel conmigo.
—Yo quería disculparme —digo tan rápido que apenas yo me entiendo.
Camille ladea su cabeza, arrugando las cejas.
—¿Por qué?
—Sabes que entre Raziel y yo...
—Ah. —Hace una pausa y luego ríe—. Descuida, no te sientas mal. Ya sé que lo sientes. Es triste ser una cornuda, pero no es algo que me pese.
—Aprecio que te lo tomes tan bien, pero yo de verdad me siento mal por eso. Debimos pensarlo mejor...
—No te preocupes —apoya su mano en mi hombro—. Entre él y yo hay una buena amistad. Creo que él siempre lo ha preferido así.
—Incluso si de su parte lo que siente es amistad, yo jamás debí interponerme en su relación. Así que... —suspiro— perdón.
—¿Te gusta?
La pregunta es tan repentina que enrojezco hasta las orejas e intento esconderme entre mis hombros.
—¿Qué?
—¿Sientes una atracción hacia él? —aclara, pese a que su primera pregunta ha sido bastante reveladora.
Me muerdo el labio conteniendo toda la frustración que siento ante un cuestionamiento así. Sobre todo porque es complicado responder teniendo en cuenta que jamás sentí las benditas mariposas en el estómago por alguien antes. Sería erróneo decir un «sí» absoluto; temería tener que admitirlo y que me rompa el corazón luego. Pero, para ser clara conmigo misma, no puedo tampoco negarlo.
—Creo que sí —respondo finalmente, asustada por la reacción que Camille tendrá.
—Bueno —carraspea y su sonrisa se amplía—, creo que tú también le gustas a él. Como su amiga tengo que decírtelo. Pero...
Una llamada entrante nos interrumpe. Es Vivian.
—¡Dreeeeeeeeey, ayuda! No sé dónde carajos estoy. —Sus palabras son cargadas y lentas. De fondo una música electrónica suena—. Creo que estamos borrachas.
—¿Estamos?
Se ríe.
—Estamos —afirma—. Lucy está conmigo, je. Ah, espera, parece que ya se murió.
Ay, no...
—¿Dónde estás?
—Que no sé, mujer. ¿Es que no te escuchas? Salimos a bailar y... y... Te quiero, Drey.
¡Quiero golpearme la cabeza contra la pared!
Después de una serie de reclamos de mi parte por su imprudencia, logran enviarme su ubicación. Me despido de Camille, salgo rápido del cine y pido un auto en la parada de buses. El clima cada vez está peor, afuera, con paraguas o sin paraguas mi ropa se moja igual. Para empeorar la situación, el conductor del auto se queja cuando subo porque mis pies están lodosos. Tengo que amenazarlo con que me iré para que guarde silencio.
Vivian y Lucy están en un club nocturno que queda en la misma calle que Euforia, lugar que al pasar por afuera me trae recuerdos. Además de ser el sitio donde tuve mi primera decepción «amistosa», fue donde por primera vez Dhaxton y yo nos besamos.
Avanzamos un poco más, quedando frente a un semáforo con luz roja. A nuestro alrededor, hay un sinfín de autos de lujo y personas que lucen bien, pese a la lluvia. Un grupo de mujeres atrae mi atención; están saliendo de un club nocturno que parece mucho más exclusivo que Euforia, acompañados de tres hombres de buen aspecto que las cubren con el paraguas. Una de las mujeres está borracha, apenas se logra sostener en pie, así que se aferra a uno de los hombres. Él permite que se aferre a su brazo y luego le abre la puerta de un lujoso auto.
—Al fin la luz verde —dice el conductor a mi lado, harto de la espera.
Mis ojos no se apartan del sujeto del paraguas. Y, al parecer, los de la mujer tampoco, porque antes de entrar al auto le platica algo.
Nuestro auto pasa frente a ellos y me doy cuenta de que a ese hombre me parece bastante familiar.
Pelo negro. Cara recta. Buen porte. Ese semblante...
Bajo la ventana del auto rápido y me asomo para corroborar que no me he engañado. Lo peor es que cuando los vuelvo a mirar se están besando contra el auto.
Raziel.
Él y una mujer.
Besándose contra un lujoso auto.
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HOLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSS CÓMO ESTÁN YO BIEN Y TÚ QUE TAL SDFGHJHGF AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH Gente, estoy feliz porque el tremendo moretón que me hice al caerme de las escaleras sha va a desaparecer :D Lo malo es que todavía me duele el tobillo y no puedo usar zapatos, pero qué son los zapatos... #AGUANTENLASPANTUFLAS
Les cueeento, que esta historia oficialmente está leyendo a su final. No le quedan más de 10 capítulos (amenosquealgunomesalgamuylargoylodividaenpartesparanotenerquecorregirtantohashtagflojera), así que vamos a ir despidiéndonos de esta historia :')
No sé si vaya a hacer una tercera parte, todo dependerá de cómo esté mi humorsh. Pero ya les digo que todo está planeado desde antes que yo naciera.
Bueno, hablemos del capítulo.
Todo estaba japi en el anterior... las cosas pueden cambiar en un segundos. Que, por cierto, en la pregunta random anterior, preguntaron quién es Aeron. Amikas, en mi nuevo personaje masculino. Ese chamo pertenece a la historia Hunting y su apariencia está inspirada en el poderosísimo Taehyung :D
volviendo al cap.
El gato :(
Me dolió we, es el segundo animal que mato en mis historias T--T
Seth y Drey peleando. ¿Creen que ese muchachito hablará algún día? Tal vez haya que motivarlo :o
¿Qué onda Camille?
baia baia, realmente será Raziel? :O
será que Raziel Papucho Elm le mintió a Drey?
O será que Dreycita lo extraña tanto que está alucinando?
De ser así, que la role pa pegarnos el viaje igual :P sdfghjk es bromi, recuerden: zumitos, no porros xD
Recuerden darle mucho amorsh a la historia :D Esto me anima a seguir publicando. Y me ayudarían mucho votando y compartiendo para que más y más personas vengan a sufrir... digo, a pasarla bien.
Cualquier vaina, estoy en instagram como @vhaldainomas, liándola siempre con mis stories :x y en tw me llamo igual (pero esa cosa llena de toxicidad ya no la uso, sorry si me han escrito por ahí xd)
los jamoneo más intenso que el amor de Felix hacia las pizzas, muak!
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