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Epílogo

El otoño ha llegado con todo y las hojas de los árboles han caído haciendo una especie de alfombra naranja en el jardín. Es hermoso, y más hermoso es mirarla sentada en medio de ellas con el rostro enfadado, como si estuviera harta de mis consejos. La miro y solo lo veo a él cuando pone esos gestos en su cara, es idéntica y me encanta eso de ella.

—Explícamelo otra vez —insiste. Se levanta del colchón de hojas y camina hacia mí con los brazos cruzados y con actitud desafiante.

Yo suspiro cansada y pongo los ojos en blanco.

—Se ven diferentes, los espíritus suelen verse más difusos, como si fueran un poco transparentes... o a veces solo se ven partes del cuerpo...

—Y esos no son reales —añade.

—Claro que son reales, pero no están en nuestra misma dimensión, Julieta. ¿Comprendes? Solo quiero que tengas cuidado cuando estés en la escuela, antes de hablar con alguien asegúrate de que es alguien a quien puedes tocar... ¡Eso! —exclamo como si se me hubiera ocurrido una gran idea—, podrías tocarle primero, así te aseguras.

—¿Y qué pasará si no lo hago? ¿Si me equivoco y hablo con un espíritu? —inquiere confundida.

—Nada malo, solo que como te he explicado, tú, yo y Martina somos especiales, los demás chicos no pueden ver a los espíritus y cuando tú hablas con uno ellos creen que hablas sola y podrían burlarse.

—Pues si alguien se burla de mí le daré un golpe en el estómago como me ha enseñado papá —dice y cierra el puño al tiempo que da un golpe al vacío.

—¡Agustín! —llamo y él viene desde la cocina. Trae un delantal rosado que dice: «Para el mejor papá del mundo» y sonríe con diversión, es obvio que nos estaba escuchando—. ¿Le has dicho a tu hija que puede pegar a sus compañeros?

—No, le he dicho que puede defenderse si alguien la molesta —contesta—, aunque eso no funcionará si es un espíritu... —añade y mira a Julieta encogiéndose de hombros. La niña ríe con diversión.

—¿Cómo puedo pegar a un espíritu? —me pregunta.

—Juli —la regaño. Los dos se echan a reír.

—Anda a buscar tu mochila que no queremos llegar tarde el primer día —comenta Agustín al tiempo que se saca el delantal y lo deja en la mesa. Juli asiente y corre escaleras arriba en busca de su mochila.

—Es increíble, lo ha sacado todo de ti, tu carácter, tu rostro, tu altura... ¡Todo! ¿No es eso injusto? Soy yo la que la tuve nueve meses en mi panza... la que sufrí los dolores de parto...

Agustín me abraza por la espalda y me mordisquea el cuello.

—Podemos hacer otro, podemos hacer todos los que quieras hasta que alguno salga igual a ti.

—¿Estás loco? —inquiero y él se echa a reír.

Me volteo para abrazarlo y sonrío en medio del beso, nos apartamos y él me mira con ternura.

—Ha sacado el don, y eso solo pudo haberlo sacado de ti —murmura.

—A lo mejor habría sido mejor que sacara el color de mi cabello —me quejo.

Él niega y me besa en la frente.

—Sofy, estará bien, confía en ella... es fuerte...

—No quiero que sufra lo que yo sufrí.

—Tú y yo estaremos a su lado, ya lo verás... y ella lo sabe gestionar... confía... Deja que sea algo natural para ella, no le transmitas tus miedos e inseguridades...

—Tienes razón...

—Siempre la tengo —bromea.

—¡Mami! ¿Puedo ir a la salida a jugar a casa de Alejo? —pregunta Julieta que baja de prisa por las escaleras.

—Ni siquiera hemos salido aún y tú ya haces planes —se queja su padre—. ¿Y por qué todo el tiempo andas en casa de Alejo? —inquiere.

—¿Estás celoso? —pregunto divertida y le doy un golpe en el hombro.

—¡Es el chico más divertido que conozco! —exclama Julieta—. Además, a él no le importa que algunos fantasmas jueguen con nosotros —comenta.

—¿Se lo has dicho? —pregunto asustada.

—Sí, y él no piensa que esté loca, mamá —responde con naturalidad—. El tío Jorge le ha dicho que es un don que tú me has heredado y que es de nuestra familia, Alejo cree que soy especial —añade con orgullo.

Sonrío y asiento, hace varios años Jorge y yo retomamos nuestra amistad y ahora nuestros hijos también son grandes amigos.

—Yo iré a buscarte a la salida y te llevaré a casa de Alejo —menciona Agustín, entonces, Julieta se despide de mí con un beso y los dos salen rumbo al vehículo, yo la miro ingresar al auto y entonces veo a Agus regresar.

—¿Te has olvidado de algo? —pregunto.

—De decirte que cuando la deje en casa de Alejo vendré a buscarte para llevarte a pasear, ¿qué te parece? Podríamos ir a algún lugar romántico y luego pasar un tiempo a solas... podríamos buscar a ese hermanito o hermanito que se parezca solo a ti —añade y hablándome en susurros mientras mordisquea el lóbulo de mi oreja.

—¡Agus! —exclamo entre divertida y emocionada.

Él sonríe y luego regresa al vehículo.

—¡Vamos! ¡No quiero llegar tarde! —Se queja Julieta.

—¡Ya voy! ¡Ya voy, mandona! —dice Agus que se voltea una vez más y me guiña un ojo.

Y entonces los veo marchar mientras mi corazón explota de sentimientos hermosos y una sensación apabullante que solo puedo pensar en lo plena que me siento en este instante.

—La vida es bella... —Escucho a mi abuela como si la tuviera a mi lado, sonrío y asiento.

—Tienes razón, abuela, siempre la tienes... 

No puedo creer que esto llegó a su fin. Han sido unos meses fascinantes y me encanta que hayan disfrutado de esta historia :)

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