29. Energía (Sofía
Me detengo en un sitio en medio de la ruta vieja, aún no llegamos a los acantilados, pero es el lugar más inhóspito que he pisado alguna vez.
—¿Qué estarías haciendo por aquí? —inquiero.
—No lo sé, al parecer estaba un poco loco —dice y me observa.
—Intenta manejarla —digo y señalo la moto.
—¿Segura? —pregunta.
—No creo que encontremos otro sitio así.
Esta parte del camino es casi todo de tierra, hay muchas plantaciones alrededor, pero puro campo.
Lo veo montar la moto y poner toda su concentración para transferir su energía a ella, no lo consigue y me mira. Le sonrío y le hago un gesto para que vuelva a intentarlo, entonces, me mira de una forma tan especial que todo su ser se ilumina con luces de colores alrededor de su cuerpo. Lo intenta de nuevo y el motor ruge.
Se mueve unos metros y regresa en medio de gritos de emoción, yo doy pequeños brincos y aplaudo feliz.
—¿Puedo subir? —grito.
—Sí —responde y detiene la moto cerca de donde estoy.
Subo atrás.
—¿Cómo vas a sujetarte? —inquiere. Me encojo de hombros y luego rodeo su cuerpo como si él realmente estuviera aquí.
Es extraño, muy extraño, porque si me muevo mal podría atravesarlo.
—¿Estás segura? —pregunta.
Yo recuesto mi cabeza por su espalda y entonces algo sucede, puedo sentir su cuerpo, no como si fuera de carne y hueso, pero puedo sentir sus límites, no lo atravieso, aunque me mueva. Él también lo siente, es como si su energía se hubiera condensado para volverse tangible. Siento millones de cosquillas en las zonas donde nuestros cuerpos se unen y recuerdo la noche en mi cama.
—Esto es agradable —murmura él.
—Demasiado... —digo y me aferro más aún.
No he sentido nunca algo tan perfecto. Me siento en una dimensión paralela, en una donde él y yo podemos sentirnos y tocarnos de alguna manera.
La moto arranca, y ambos gritamos emocionados. Es como si en esos gritos pudiéramos de alguna manera liberar toda la emoción que nos carcome. Siento que las luces de colores que rodeaban su cuerpo hace un rato se extienden a mi alrededor, somos un todo de luces, un todo de energía que me hace sentir poderosa, feliz.
Es el amor... yo lo sé.
Nos detenemos un poco después, el silencio de la siesta y el sol caliente sobre la calzada me hace sudar y a él le preocupa.
—¿Por qué no descansamos allá? —dice y señala la sombra de un árbol.
Estacionamos la moto y caminamos para tirarnos bajo el árbol. Yo busco mi botella de agua y bebo un poco.
—¿Qué ha sido eso? —inquiere.
—Tu aura...
—¿Qué es eso? —pregunta.
—Es como tu cuerpo espiritual, tu energía... es lo que normalmente veo de las personas vivas o de algunos espíritus... Cuando estás triste o enfermo eso se ve opaco, sin fuerza, con colores oscuros... Cuando estás feliz se expande, brilla, es de muchos colores...
—Fue increíble —murmura.
—Lo sé, creo que se mezcló con la mía... o me envolviste en la tuya... no lo sé...
—¿Ves la tuya?
—No... No puedo ver la mía propia, pero de pronto sentí como sí... como si pudiera tocarte en realidad —explico y él asiente.
—También yo... —responde y se voltea a mirarme—. Gracias... esto... estoy seguro de que es lo mejor que alguien ha hecho por mí en toda mi vida.
—No puedes saberlo, no recuerdas todo —bromeo.
—Pero lo sé —dice y señala su pecho—, aquí...
Suspiro y coloco mi mano sobre su hombro, vuelvo a sentir como si estuviera aquí.
—¿Qué sientes? —pregunto.
—Tu caricia como un soplido suave... —comenta y luego él repite lo mismo en mi cuerpo, y yo cierro los ojos.
—¿Tú?
—Lo mismo... —digo y suspiro.
Nos quedamos en silencio por un rato, él me toma de la mano y yo permanezco con los ojos cerrados para concentrarme en la magnitud de la sensación.
—A veces me pregunto cómo... cómo habría sido mi vida si... si me criaba aquí. A lo mejor te conocía, a lo mejor podía...
—¿Qué? —inquiero cuando él se silencia.
—A lo mejor podía invitarte a salir...
Yo sonrío.
—Lo estamos haciendo... ¿o no? Tienes que comprender que no estás muerto para mí, Agus... eres un ser vivo al que yo puedo ver, sentir...
—Lo sé, pero no estamos en el mismo plano y eso me mata —susurra—. Otra vez —añade y nos reímos—. Y es malo morir dos veces...
—Tonto —mascullo.
—Si yo estuviera vivo... ¿tendría alguna oportunidad? —inquiere y yo frunzo el ceño sin mirarlo.
—¿De qué?
—De salir contigo... —dice y entonces abro los ojos para mirarlo, nos ponemos de lado para quedar frente a frente y él sonríe—. Eres tan...
—¿Rara? —bromeo.
—No... y sí, pero me gusta... que seas rara, que seas un alma tan... llena de luz. —Su voz suena profunda y serena y yo me siento en el paraíso—. Me encanta estar aquí ahora contigo, solos los dos en este espacio perdido en el mundo y en el tiempo, sin tener que escondernos, sin tener que fingir...
—A mí también... y sí...
—¿Sí?
—Sí tendrías una oportunidad de salir conmigo —susurro—, quizá más de una... Aunque si tengo que ser sincera no sé si te habría dado una cuando nos conocimos recién, eras arrogante, grosero y engreído...
—Lo sé... perdón por eso, por todo... por alterar tu vida de esta manera obligándote a hacer esto que no querías...
—No me arrepiento, Agus, no me arrepiento de ninguno de nuestros momentos.
—¿Qué pasará cuando me vaya? —pregunta y yo me encojo de hombros.
—Sabré que estarás bien... es todo el consuelo que puedo obtener...
—¿Te haré falta?
—Mucha...
—¿Te pondrás de novia con Jorge? —inquiere y yo pongo los ojos en blanco.
—¡Qué insistente eres! —me quejo, pero él sonríe.
—Quiero que seas feliz, Sofy, que alguien te ame como te mereces y te haga sentir cada día la persona más importante de este mundo, quiero que te valore y te respete y pueda ver tu alma. Pienso que él es un buen candidato, incluso sabe tu secreto y no le asusta...
—Tienes razón, Agus, pero no puedo obligarme a enamorarme de alguien, no funciona así...
—Lo sé... —Nos quedamos en silencio de nuevo hasta que él vuelve a hablar—. ¿Puedes enamorarte de un espíritu? Digo, ¿ha pasado antes?
—El verdadero amor no es cuando te gusta alguien y comienzas a salir, el verdadero amor es una unión de dos almas... eso decía mi abuela —comento y lo miro a los ojos. La intensidad con que me observa es hermosa—. Estás vibrando alto —susurro—, lo noto en tus colores, en la energía que irradias... estás... quizá pronto veas la luz.
—Qué irónico —susurra y se acerca mucho a mí, yo no me muevo—. Lo que me hace vibrar así es lo mismo que me alejará de ti.
—¿Qué?
—Dijiste que los sentimientos buenos eran lo que aumentaban el nivel de nuestra energía... y yo estoy envuelto en el más sublime de ellos.
—¿Cuál? —murmuro apenas porque sé la respuesta.
—El amor, Sofy... Estoy enamorado de ti —admite y yo me estremezco.
—Y yo de ti —susurro apenas.
Esa curva divertida que forma su sonrisa se muestra en su rostro y sus colores se hacen aún más intensos. Se acerca más, y yo no me muevo, sé que intentará juntar nuestros labios y aunque no sé qué vaya a sentir, quiero probarlo.
Me besa. Y yo lo beso, y siento como si miles de fuegos artificiales explotaran en mi interior. Y de nuevo su energía me envuelve y soy capaz, perfectamente capaz, de sentir la fuerza e intensidad de su amor.
Bueno, ya estoy en casita, gracias a todos los que fueron a verme en Buenos Aires, la pasé muy bien. Pronto tendré noticias para ustedes :) Espero que les haya encantado este capítulo.
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