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23. Comprensión (Sofía)

Abro la puerta enfadada, y mi hermana me mira contrariada.

—¿Qué haces aquí? —inquiero.

—Bueno... Mamá me dijo que viniera para cenar ya que Marcos está de viaje —dice y mira por encima de mi hombro. Marcos es el marido de mi hermana—. ¿Con quién discutías?

—¡Con nadie! —exclamo.

—Tú estabas hablando con alguien, yo lo sé...

—¡Estaba al teléfono! —grito—. ¿Qué te importa?

—Bueno... no te pongas tan nerviosa... Quería aprovechar y preguntarte si podrías cubrirme este fin de semana.

—¡No! Iré a un concierto en la costa y no voy a dejar de hacerlo para cubrirte a ti —zanjo.

Ella levanta las cejas y se encoje de hombros.

—Vaya... alguien te trae de muy mal humor —murmura entre risitas y se va.

Cierro la puerta con todas mis fuerzas cuando se marcha y me volteo para seguir discutiendo con el idiota de Agustín, pero no está.

—Maldito —mascullo y me dejo caer en la cama.

Estoy de un humor insostenible y no comprendo por qué, quizás es porque siento que Agustín se ha alejado de mí luego del otro día y me siento culpable. O quizás es porque no quiero ir sin él al concierto, o a lo mejor es que toda la idea de estar sola con Jorge me da miedo.

Pero decido que no voy a darle el gusto de insistirle una vez más, si quiere quedarse que se quede, yo iré y haré lo que tanto quiere que haga, vivir mi vida.

Le escribo a Jorge y le pregunto a qué hora pasarán por mí, él me responde y luego bajo a cenar.

Mamá, Amelia y Mariana conversan sobre sus días y sus actividades. Como yo no podré suplirla, Amelia le pregunta a Mariana si la podrá cubrir y ella le dice que no tiene problemas siempre que le pague.

—¿Dónde vas a ir? —pregunta mi madre.

—A la costa...

—¿A qué?

—A un concierto —respondo con pocas ganas de mostrarme amable.

—¿Con quién?

—Con unos amigos —digo y mamá sonríe.

—¿Tienes amigos? —inquiere Amelia con asombro.

Yo pongo los ojos en blanco y dejo los cubiertos sobre la mesa.

—Sí, tengo amigos, ¿qué hay de raro con eso? —pregunto.

—Vaya... es un mal día para Sofy al parecer —susurra Mariana.

—Sí, la encontré peleando con alguien en su cuarto —comenta Amelia.

—¡Estoy aquí! ¿Podrían dejar de hablar como si no estuviera?

—Sofy... ¿Qué sucede, cariño? —pregunta mamá.

Yo niego, suspiro e intento calmarme.

—Tranquilas... No me pasa nada... solo... discutí con alguien y...

—¿Es tu novio? —inquiere mamá.

—No tengo novio —respondo y vuelvo a poner los ojos en blanco.

—Bueno... será mejor que hablemos de otra cosa —pide Amelia y yo agradezco en silencio cuando ella comienza a contarles sobre el viaje que está haciendo Marcos.

***

El sábado casi al amanecer, Clara y Jorge pasan por mí, tenemos como seis horas hasta la playa y quieren llegar temprano para pasar un rato en el mar antes del concierto. Hace tres días no veo a Agustín y cada vez estoy más molesta.

Pero entonces pienso que a lo mejor ya se ha ido, y comienzo a dudarlo y a temer que así sea. ¿Puede haberse ido sin despedirse? La idea de no volverlo a ver me pone tan mal como nuestro ridículo enfado, y siento que no soy yo misma estos días.

—Te noto nerviosa —dice Clara.

—No es nada... —respondo.

—¿Tuviste problemas en casa? —inquiere.

—No...

Dejo pasar un rato, pero después decido hablarlo, a lo mejor de eso se trata la amistad.

—Me discutí con alguien —comento.

—¿Con quién? —inquiere Jorge y me mira por el espejo retrovisor.

—Un amigo... —respondo.

—¿De la universidad? —quiere saber Clara.

—No... es... un amigo que conocí por internet...

—¿No es de aquí? —cuestiona Jorge.

—No... —respondo asombrada por lo bien que ha salido esto.

—Bueno, seguro que se arreglan pronto —dice Clara y voltea a mirarme con dulzura—. ¿Es muy importante para ti?

—Lo es —respondo y ella asiente.

—Pongamos algo de música, así nos entretenemos —ofrece Jorge.

No les digo nada más ni ellos preguntan, pero se siente bien, es como si cargara con menos peso. Entonces pierdo la vista en la ventanilla y pienso en él, en cómo será cuando se vaya... en mi vida luego de su partida.

Hace varios meses que compartimos a diario, sé que no es sano para mí, pero me cuesta imaginar una vida sin él. Es por eso por lo que odio este don, otra vez voy a perder a alguien como perdí a Alessia.

Llegamos a la playa y nos ponemos los bañadores en una estación de servicios. Luego bajamos a la playa y nos echamos sobre la arena blanca en unas toallas que trajo Jorge. Nos pasamos la tarde entre el sol, la arena y el mar, y yo solo puedo pensar que él quería ir el océano y no ha venido conmigo.

Jorge se acerca a mí cuando Clara va al agua.

—No estás bien...

—No te preocupes, pasará —digo y él asiente.

—¿Hay algo que yo pueda hacer para animarte?

Niego y sonrío.

—¿Jugamos? —inquiero y señalo una pelota de vóley que Clara bajó del vehículo.

Él asiente y buscamos un sitio para marcar una cancha en la arena, y comenzamos.

Es divertido y me hace pasar el malhumor. Cerca de las siete de la tarde, decidimos que es hora de prepararnos para ir al concierto. Jorge ofrece pagar una habitación de un motel para poder bañarnos.

—¿Un motel? ¿Te refieres a un... lugar de paso? —pregunta Clara mirándolo.

—Es la mejor opción, un hotel sería más caro porque no cobran por hora... Hay moteles por toda la ruta, podemos parar en alguno, entrar y asearnos. O nos vamos al concierto con arena entre los dedos...

—Mucho más que los dedos —añade Clara divertida y luego me observa—. ¿No tienes problema?

—No... —respondo y nos ponemos en marcha.

Jamás he entrado a un motel por lo que me siento algo nerviosa al hacerlo. Ingresamos a uno que tiene labios rojos por todos lados. Entramos por un estacionamiento y veo un montón de habitaciones una al lado de la otra, todas tienen un portón grande que en algunos casos está abierto y en otros cerrados. Jorge elije la quinta habitación e ingresa, alguien aparece de la nada y cierra el portón.

—Ya... —dice y abre la puerta.

Bajamos e ingresamos a una habitación, es bonita y elegante, hay una cama enorme y un jacuzzi, también un cuarto de baño vidriado y una sala de estar con muebles de cuero. En un televisor están pasando pornografía, pero sin sonido. Jorge se apresura a apagarlo.

—Déjalo —dice Clara que curiosa mira a la pantalla—. ¿Hay alguien que la tenga así de grande en la vida real? —pregunta a su primo.

Él se echa a reír y yo siento que me sonrojo, me gustaría que Agus estuviera aquí ahora, seguro diría algo divertido.

Jorge apaga la televisión y deja el bolso sobre la cama.

—Es obvio que no hay mucha privacidad aquí, así que podemos turnarnos —explica—. Te bañas tú y nosotros esperamos en el auto —dice a su prima—, y luego tú —me dice a mí—, y por último yo.

—Bien... —asiente Clara y los dos vamos al vehículo.

Me siento nerviosa por estar sola con él en un sitio como este, pero no digo nada.

—¿Te sientes mejor ya? —pregunta él.

—Sí...

—¿Estás nerviosa? —inquiere.

—Parece que soy trasparente —bufo y él sonríe.

Pone alguna canción en la radio y cierra los ojos como si se fuera a dormir, yo también me relajo y aguardo mi turno para el baño.

Cuando Clara sale toda preparada, entro yo. Me baño, me lavo la cabeza, me visto con una falda de jean y una blusa amarilla, y recojo mi cabello en un moño alto. El verano no está a nada de llegar y ya se siente el calor. No me maquillo, solo me pongo labial y luego guardo todas mis cosas en mi mochila.

Le doy un vistazo al lugar y un pensamiento intrusivo se cuela en mi mente. Me imagino a Agus en esa cama... mi sueño...

—Dios, ahora sí enloquecí —me regaño a mí misma y sacudo la cabeza.

Salgo y Jorge ingresa mientras Clara y yo lo esperamos.

—¿Has estado con un chico en un lugar como este? —pregunta Clara.

—No... ¿Tú?

—Sí... —responde y sonríe—. Fue una buena noche... —añade con picardía.

No digo nada y espero que ella vuelva a hablar.

—¿Tienes alguna clase de romance a distancia con ese amigo tuyo? —inquiere entonces.

—No lo sé... —Su pregunta me sorprende, pero mi respuesta aún más.

—¿Te gusta?

—Sí... supongo... —admito y siento que mi corazón late con fuerza.

—¿Lo has visto solo por foto? —inquiere.

—Y videos... —miento.

—¿Es con él con quien siempre estás al teléfono?

—Algo así...

—¿Han hecho cibersexo? —pregunta divertida.

—No... —respondo, aunque luego sonrío al recordar mi sueño.

—Hmmm, esa sonrisita —dice mi amiga y yo me encojo de hombros y decido decir lo que siento.

—No es una relación posible...

—¿Por la distancia?

—En parte...

—¿Qué más hay?

—Es complicado... —digo y suspiro.

No sé por qué estoy diciendo esto.

—Jorge tiene planes para esta noche —susurra Clara como si él fuera a escucharlo desde la habitación—, si no te gusta o no... quieres nada... solo no lo ilusiones, ¿sí? Porque... ha sufrido bastante...

Asiento.

Ojalá pudiera enamorarme de él, pienso, sería más sencillo, pero cada vez que pienso en algo relacionado a la pareja o al amor, solo puedo ver a Agus.

Y en ese instante lo sé, las piezas encajan en mi interior y la voz de mi abuela resuena en mi pecho:

«Prepara tu corazón, Sofía... el amor llegará a tu puerta pronto».

No, esto no puede ser, esto tiene que ser una broma de muy mal gusto.

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