21. Deseo (Sofía)
Cuando despierto no abro los ojos, espero de verdad que Agustín ya no esté aquí, que se haya aburrido en mitad de la noche y se haya ido a lo de la abuela a tocar su guitarra, me ha dicho que eso ha hecho todo este tiempo. Me siento aturdida, acalorada y abochornada.
Abro un solo ojo y suspiro cuando no lo veo, aprieto mis piernas mientras todavía siento en el medio mismo las punzadas que me han quedado luego del sueño.
Fue extraño, muy extraño.
Decido no levantarme aún, quedarme un poco más mientras rememoro lo que vivimos anoche y mi sueño. El habernos tocado las almas fue algo increíble, fuerte, intenso... algo que no puedo explicar con palabras, pero entonces, me quedé dormida y comencé a soñar con él.
Estábamos en una playa, yo estaba sentada sobre una toalla grande y él estaba de pie frente a la playa, el cielo estaba estrellado y una enorme luna era toda la luz que se cernía sobre nosotros. Él se volteó a verme y yo sonreí, se acercó a mí y se sentó en frente. No estaba vestido como siempre, tenía un bañador y traía el torso desnudo.
Yo también vestía solo un bikini y lo más raro era que no me avergonzaba. Él se acercó a mí y buscó mis labios para besarme. Lo hizo como si no fuera la primera vez que lo hacía, pero incluso así fue una sensación deliciosa. Él no era un espíritu, era un ser de carne y hueso que yo podía tocar. Sus labios cálidos y mullidos apretaban los míos que se entreabrieron para recibirlo. Su lengua acarició la mía y una descarga de energía me envolvió. Sentía como si me fuera a derretir.
Cuando nos alejamos, nos sonreímos. Yo levanté la palma de mi mano y él levantó la suya, me habló en un idioma que no reconocí y yo sonreí como tonta, juntamos nuestras palmas y lo toqué. Sorprendida, dejé que mi mano recorriera las suyas, sus dedos, sus palmas, su muñeca, sus antebrazos. Llegué a sus hombros y bajé las manos para recorrer su torso, él se estremecía ante mi toque y yo reía como si estuviese descubriendo un tesoro por primera vez.
Estuvimos así por horas, tocándonos la piel, oliéndonos y también plantando besos o mordisquitos en el cuerpo del otro, hasta que el calor se volvió intenso y nuestros cuerpos pidieron más. Tuve la sensación de que un agujero se habría en mi interior y que solo él podría llenarlo, era un deseo intenso de seguir y de explorar, de obtenerlo todo de él.
Y no tardamos en despojarnos de las pocas prendas que vestíamos y observarnos desnudos. Lo recuerdo bajo la luz de la luna, su piel morena, sus músculos tensos, tenía un perfume muy único que ingresaba a mi sistema y enloquecía a mis hormonas, era una mezcla entre menta y algunos cítricos con algo similar a la vainilla. Cierro de nuevo los ojos y es como si aún pudiera olerlo. Sus manos acariciaban mi piel y yo gemía pidiéndole más.
Y entonces lo sentí en mi interior, llenándome y haciéndome desvariar. La emoción que me embargaba era terriblemente similar a lo que sentí cuando nuestras almas se unieron anoche, pero era más física, era más... terrenal. Mis músculos comenzaron a tensarse en busca de una liberación que yo sabía que llegaría en cualquier momento.
Y llegó. Como si las olas del mar que nos rodeaba se cernieran sobre nosotros en un instante, llegó un orgasmo que arrasó con todo a su paso. Y solo recuerdo su respiración en mi cuello, mi nombre en sus labios, los gemidos en mi garganta y el sonido de nuestros cuerpos al chocar uno contra el otro.
—Dios —murmuro cuando la sensación me invade de nuevo.
Me dejo llevar y mis manos viajan por todo mi cuerpo en busca de replicar el placer que sentí en ese sueño sin pensarlo demasiado. Imagino que es él, que son sus manos sobre mí. No sé qué me sucede, no puedo ni quiero controlar esto, quiero dejarme ir a esta sensación que me envuelve.
Mis manos buscan el centro de mi placer bajo las sábanas y ahora el orgasmo es real, no es un sueño. En el punto más álgido de la sensación, su nombre escapa de mis labios.
—Agus...
—¿Sofy?
Doy un brinco al escucharlo y siento que todo el calor que estaba hace un segundo en mi entrepierna ha subido a mi rostro, ahora soy la señora tomate.
Lo miro, él me mira con los ojos bien abiertos y luego, una sonrisa fanfarrona se extiende en sus labios.
—¿Qué haces? —inquiere—. Bueno... sé lo que haces...
—¡¿Qué demonios haces aquí?! —grito al tiempo que me levanto de la cama y me dirijo al baño a toda velocidad.
—Sofy, yo... Perdona, es que... no sé qué pasó —explica al otro lado de la puerta.
—¡Si yo no te doy permiso explícito no puedes aparecer en mi habitación! —grito.
Tengo ganas de llorar, me siento abochornada. Desearía que la tierra me tragara en este instante.
—Técnicamente yo debería haber estado aquí porque anoche me pediste que me quedara —dice y yo gruño a sabiendas que es cierto—, pero me fui cuando te dormiste porque no quería ser molestia...
—¿Y para qué volviste? Al salir de mi cuarto no puedes regresar con el mismo permiso que te di ayer. ¡Ese permiso ha expirado! —grito de nuevo. Aún sigo en el baño, sentada sobre al retrete con la cabeza en mis manos preguntándome cómo lo miraré de ahora en más.
—No lo sé —responde—. Yo... estaba en lo de la abuela leyendo algo... y de pronto sentí mucho calor... era como si me llamaras, yo escuchaba tu voz llamándome... y pensé que... que sucedía algo malo... No sé, me asusté... solo... quería saber si estabas bien.
Lo noto incómodo también así que suspiro. Me lavo la cara y los dientes, aspiro y espiro varias veces para intentar calmar mi corazón y ordenar mis pensamientos.
—Yo no sabía que tú... —dice.
—No lo digas —susurro, pero él escucha.
—Sofy. No hay nada de malo... —murmura—, eres humana... no es algo de lo que tengas que avergonzarte, perdona... yo... lo siento. ¿Quieres que me vaya?
—No, pero no sé cómo mirarte ahora —admito y escucho su risa.
—Con tus ojitos —dice con ternura—. ¿Quieres que olvidemos lo que sucedió?
—No lo olvidarás, ni yo... es demasiado raro —susurro.
—No es raro, al menos no es más raro que lo que ya lo somos... —dice y tiene razón—. ¿Puedes salir?
Abro la puerta con lentitud y salgo con timidez, me mira y sonríe.
—Te ves hermosa... —dice y yo pongo los ojos en blanco.
—Muero, muero de la vergüenza —susurro.
—Ojalá murieras por un ratito para estar aquí a este lado conmigo... solo un ratito...
No puedo evitar sonreír cuando me dice eso y voy a sentarme en la cama.
—¿Qué es eso que sucedió ayer? —pregunto con más dudas ahora.
—No lo sé, Sofy, pensé que había sido bueno...
—Lo fue... pero luego tuve ese sueño y... —Me muerdo el labio inferior porque estoy nerviosa. Quiero contarle, pero me da vergüenza—, lo estaba recordando al despertar... y comencé a... bueno, ya sabes...
—¿Era conmigo? ¿El sueño era conmigo? —pregunta.
Asiento sin decir nada y bajo la mirada.
Él se acerca a mí y se arrodilla para quedar a mi altura.
—Mírame —pide y yo lo hago.
Sus ojos se posan sobre los míos con una intensidad que no puedo explicar, pero cargo de aire mis pulmones en la espera de sus palabras. Se le forma una sonrisa seductora en los labios.
—Dime al menos que lo hice bien en tus sueños, que te hice sentir bien... —murmura.
Entonces expulso de una vez todo el aire contenido y me dejo llevar por una carcajada. Él también se ríe y nos descargamos así, de toda esa energía estática que de pronto nos envuelve, de todas esas cosquillas que sobrevuelan alrededor nuestro, de todas esas emociones que nos invaden.
Reímos, y reímos... ycuando ya me duele la panza de tanto reír, sé que estamos bien, pero tambiénsé, que algo va a cambiar de ahora en más.
jajajajajaja díganme si esto no fue muy divertido
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