19. Unión (Sofia
Estoy en la universidad sentada en mi sitio con la hoja de exámenes frente a mí, no sé ni la mitad de las respuestas porque anoche me quedé hasta tarde cantando canciones con Agustín, y como sea, no me arrepiento, aunque probablemente repruebe. Él parece notar mi ansiedad, se ha quedado sentado sobre el escritorio del profesor y observa desde allí la clase.
Niego, segura de que reprobaré y llevaré esta materia al verano, pero él se levanta.
—¿Qué haces? —inquiero moviendo los labios cuando se acerca a mí.
—Aprovechar mis poderes —responde y mira el examen de una compañera que está dos asientos adelante y que es de esas que siempre tiene los mejores puntajes—. En la respuesta número uno debes marcar la letra A.
Mis ojos se abren grandes con sorpresa.
—¿Le pasa algo, señorita Valverde? —inquiere el profesor.
—No, perdone —digo y bajo la cabeza mientras mi corazón se acelera y mis mejillas se tiñen de rosa fuerte.
Agustín comienza a leer lo que mi compañera escribió en la respuesta dos y yo, sin levantar la cabeza, dudo.
—¡Vamos! —exclama él apurando para que escriba lo que dice.
Y lo hago.
Cuarenta minutos después de que él se ha paseado por los lugares de los mejores alumnos y ha corroborado las respuestas para asegurarse de que el examen está bien, salimos de la clase.
—¡No lo puedo creer! —exclamo indignada.
—¿Verdad? ¡Soy el mejor! —responde.
—Acabo de cometer un fraude —susurro con los auriculares puestos para que todos crean, como siempre, que estoy en una llamada.
—No seas tan escandalosa, ¿de qué te va a servir esto si ni siquiera vas a trabajar en la profesión? —responde.
Niego, pero sonrío, al final tiene razón.
Cuando llego a casa, Clara me espera en frente. Hemos estado saliendo varias veces, tanto con ella como con Jorge, que, además, me ha enseñado a manejar una motocicleta y me dijo que cuando quisiera podría prestarme la suya para dar una vuelta.
Finjo cortar la llamada para que ella no note que vengo hablando sola.
—Hablamos luego...
—¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Qué tal te ha ido en el examen? —pregunta mi amiga.
—Bien, creo que bien... —respondo con muchas ganas de contarle la verdad, a veces siento la necesidad de no esconderme tras tantas capas.
—¿Con quién hablas siempre por teléfono? —inquiere—. Digo, no conozco a nadie que haga tantas llamadas hoy en día, la mayoría solo habla por mensajes.
Solo sonrío y me encojo de hombros.
—Escucha, tengo que pedirte un favor... Jorge te invitará para que nos acompañes a un concierto la semana que viene, es en una ciudad cercana... en la costa —añade—. Nos iremos y regresaremos en el mismo día, no es lejos, pero por favor di que sí.
—¿Por qué? —inquiero curiosa—. Estoy acabando los exámenes y no tengo mucho tiempo...
—Lo sé, pero es que me gusta el chico que toca la batería en uno de los grupos que participará del concierto. No lo conozco mucho aún, pero me agrada y me ha invitado... No quiero ir sola y se lo he pedido a Jorge... pero él ha dicho que le parece aburrido y que, si no vas tú, no quiere...
—¿Yo? —interrumpo.
—¿No te has dado cuenta aún? Le gustas a Jorge —comenta y Agustín asiente a mi lado, él ya me lo ha dicho varias veces, pero no se lo había tomado en serio.
—Vaya...
—Es un buen chico... ¿Te gusta a ti? —pregunta Clara.
Yo miro de reojo hacia Agustín no sé bien por qué. No es que no me guste Jorge, me parece guapo y muy agradable, me divierto mucho con él y pasamos buen rato, pero... no sé por qué tengo la sensación de que a Agus le incomodaría, o quizás es a mí a quien me incomodaría que me guste alguien más con él rondándome siempre.
—Bueno... me cae bien, pero... no lo sé —digo y Agustín pone los ojos en blanco.
—¿Vamos al concierto? ¡Hazme ese favor! —exclama y da pequeños saltitos.
—Iré, aunque estoy segura de que Jorge iría de todas maneras, solo te está molestando.
Clara y Jorge son primos hermanos que se han criado prácticamente juntos, por lo que se llevan más como hermanos que otra cosa.
Ella comienza a dar brincos de felicidad ante mi aceptación y me da un beso en la mejilla antes de salir corriendo para llegar a tiempo al bar donde trabaja por las noches.
—Lo único que me faltaba, ir a un concierto de un grupo desconocido en una ciudad de la costa con un chico que dice gustar de mí —suspiro.
—¡Suena como una pesadilla! —se burla Agustín—. Puede ser divertido, no seas aguafiestas —añade cuando entramos a casa—. Además, yo ya te lo había dicho, Jorge tiene interés en ti y no solo para pasar un rato...
—Me había olvidado de que eres experto en definir qué es lo que quieren los chicos... ¿Has recordado algo sobre ti en ese ámbito? ¿Tenías novia o alguien especial?
—No he recordado nada, pero no lo creo, ya te he dicho que más bien era un chico de una sola noche —responde como si se avergonzara de ello—, no lo sé, era todo un tonto... Me hubiera gustado más ser como Jorge, creo.
Yo sonrío.
—Cuéntame qué cosas recuerdas de las chicas —pido.
Él parece pensárselo y habla mientras yo me preparo algo de cenar, hoy es una de esas noches en las que mamá llegará tarde y Mariana está en su habitación con su música a todo volumen, así que no nos escucha nunca.
—No recuerdo a nadie en especial, no hay un rostro o un nombre rondando mi mente, por eso pienso que no tenía una pareja estable. Sin embargo, sí tengo recuerdos de... no lo sé, sensaciones físicas, besos o caricias...
—¿Sexo? —pregunto curiosa.
—No lo sé... Es difícil pensar en eso cuando no tienes un cuerpo físico —se queja.
Yo me río y voy a mi habitación invitándolo a seguirme, llevo mi plato y un refresco para comer ahí.
—Yo siempre he pensado que el sexo es una unión de cuerpos y de almas —explico—, quizás el poder ver a los espíritus me ha condicionado a pensar así. Cuando tenía la edad de Mariana, me planteaba mucho eso, qué sucede con el espíritu cuando los cuerpos físicos están... ya sabes... en el proceso —digo y él asiente—. Un día se lo pregunté a la abuela, es la única con la que hablaba de estas cosas...
—¿Sí? ¿Qué te dijo?
—Que es así, que ese momento en que los dos cuerpos se juntan, es el momento en el que más cerca estás del otro, literalmente uno entra en el otro, por lo que sus energías se mezclan, se traspasan, se transfieren. Mi abue dijo que uno no es la misma persona, a nivel energético, luego de estar con alguien de manera tan íntima... es como si algo de esa persona se quedara en ti y viceversa... solía decir que por eso es por lo que hay que elegir correctamente con quien tener relaciones, porque luego te llevas energía mala de gente que no valía la pena, pero yo más bien creo que esa parte es solo su manera de decirme que me mantuviera virgen hasta la boda —rio con diversión—, ella es de otra época —añado.
Él se ríe.
—Pero no puedo negar que me ha influido de cierta manera... o sea, yo no puedo ver el mundo como lo ve cualquier persona, yo sé que hay más, ¿comprendes? Entonces, no puedo evitar preguntarme si no habrá algo de razón en sus palabras... si acaso esa mezcla energética no puede atarte de cierta manera.
—¿Atarte? —inquiere curioso.
—Sí —explico—. ¿Has escuchado de esos amarres o conjuros de los que habla la magia negra y cosas así? Personas que encuentran fotos con cintas o cosas raras...
—Ajá.
—Eso es real —explico—. Es una manera de atar el espíritu de otro al de uno... no es bueno hacerlo, mi abuela lo dejaba muy en claro... Es algo muy grave porque estás coartando la libertad del otro e interfiriendo en el destino, cosa que siempre tiene consecuencias nefastas.
—Vaya...
—El caso es que, en las relaciones de pareja, hay mucho intercambio de energías de por sí —añado—, en todas las relaciones en realidad, los padres influyen en los hijos y viceversa, pero las de pareja son mucho más profundas, porque allí hay una interrelación cuerpo-alma.
—Tiene sentido —afirma.
—Por eso cuesta mucho superar a alguien a quien se ha amado —explico—. Suelo ver a las personas que tienen el corazón roto, es como si arrastrasen una carga, un peso invisible, un dolor... es como si parte de su energía haya quedado con el otro.
—Como cuando dicen «te llevas mi corazón contigo» —dice divertido con gesto exagerado, como si estuviera actuando en una novela romántica de la tarde. Yo sonrío y asiento.
—Así mismo es, de verdad... por un tiempo, hasta que logras superar esa relación y dejarla en el pasado, te llevas algo del otro y ese otro se lleva algo de ti... y si hay sexo en medio, es incluso peor... porque las almas se han compenetrado a otro nivel, a uno muy intenso. Piénsalo, literalmente el sexo es la única manera de unir a dos personas y convertirlos en uno solo por el rato en el que están unidos.
—Vaya... yo que tú me dedicaría a dar charlas Ted sobre la espiritualidad y el sexo —se burla.
—¡Tonto! —exclamo divertida.
Nos quedamos en silencio un rato, acabo de comer y me recuesto en mi cama.
—¿Qué se siente? —pregunto.
—¿Cuándo?
—Cuando tienes relaciones con alguien...
Feliz inicio de semana, a quienes son creyentes, espero tengan una buena Semana Santa llena de reflexión y amor.
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