❆ XXXVII: Invierno I ❆
~ INVIERNO ~
~ Principios de invierno ~
Alexa
—Quiero gritarlo a los cuatro vientos —susurra cerca de mi oído mientras ambos caminamos de vuelta a la mansión.
Se me escapa una carcajada y aprieto su mano entrelazada con la mía.
—Quedamos en que lo contaríamos en la cena, espero que puedas callarlo hasta entonces.
Sus bellos ojos desbordan emoción y me complace saber que no soy la única que lucha con el sentimiento. Yo también quiero gritarlo, quiero desaparecer de este mundo junto a él, resguardar nuestra familia lejos de la maldad y nuestros problemas.
—No prometo nada, Meine Dame.
Levanta mi mano y la besa. Me hace sentir sus cálidos labios mientras su mirada me abraza en silencio.
—Ya quiero tenerlos en mis brazos.
Quiero verlos en sus brazos. Quiero ver cómo serán sus ojos, sus facciones… quiero ver el resultado de nuestro amor.
—Yo quiero ver cómo dos seres diminutos e indefensos me roban tus pechos y tu atención —dice, mirando el cielo nublado con indignación fingida—. Es masoquista, pero con ellos dos estoy dispuesto a compartirte.
No puedo contener la risa y mucho menos el huracán de sensaciones que empieza a causar estragos en mi pecho.
—Siempre seré tuya.
—Nuestra.
Se inclina hacia mí con la intención de besarme.
—Aleksandre.
Pero una voz particular rompe nuestro momento.
Se detiene a centímetros de mi rostro ante el llamado y frunce el ceño al ver a Fabián venir en nuestra dirección.
—¿Qué se te ofrece? —Pregunta. Cada emoción reflejada en su rostro desaparece al instante en que lo mira, como si fuera otra persona y no quien lloró junto a mí al ver a nuestros bebés hace solo unos minutos.
—Necesito hablar contigo.
—¿Sobre qué? —Lo encara, sin alejarse de mí.
—Es confidencial.
Alek observa a nuestro alrededor por unos segundos, como si calculara que forma de morir le convendría a Fabián.
—Escúchalo.
—¿Por qué habría de hacer eso? —Me abraza contra su pecho, sin embargo, no es hasta algunos segundos después que dirige su mirada hacia mí, empezando a escudriñar mi rostro en busca de una respuesta.
—No te lo pediría si no fuese importante. Yo estaré con mi madre.
Hago ademán de apartarme pero él me retiene en sus brazos sin mucho esfuerzo.
—Lo escucharé si vienes conmigo —murmura, parpadeando como un perro desamparado.
—Debo hablar con mi madre —Me hago la dura, intentando actuar como si cada mirada suya no tuviera efecto en mi existencia.
—No quiero que te alejes ni un segundo de mí.
—Aleksandre…
—No está a discusión, fiera. —Levanta el rostro y de nuevo desaparecen las emociones cuando mira a Fabián—. A mi despacho, Ackerman.
❆ ❆ ❆
Me siento enfrente del escritorio, Alek refunfuña pero termina aceptando que no esté encima de sus piernas.
—Siéntate —le dice a Fabián al ver que se queda parado.
—Si estoy parado es porque no quiero sentarme. —Se pasa una mano por el rostro—. Esto fue mala idea.
—Suéltalo de una vez.
—Eres un arrogante.
—No pretendas que te trate igual después de lo que hiciste. Habla de una vez.
—Alexa, lo siento.
Sus disculpas me toman desprevenida. Giro mi rostro en su dirección y lo miro, incrédula.
—¿Qué?
—Perdóname... por faltarte al respeto aquel día. Fue un acto impulsivo, yo no ando tocando mujeres así por así, sin consentimiento.
—De acuerdo. Pero te irá de maravilla si no vuelves a hacer algo parecido.
—Fueron las circunstancias. Sé que no me corresponde.
—Exacto —comenta Alek.
—Di lo que tengas que decir —le digo.
—Bien. Descubrí… algo. —Empieza a dar pasos lentos en la habitación, con las manos entrelazadas en la espalda, haciendo resonar sus botas al tiempo que comienza a hablar—. El compañero de Arianna fue quien vendió la seguridad a los vampiros mientras ustedes estaban en la luna de miel.
—¿Cómo lo descubriste? —Aleksandre analiza cada uno de sus movimientos mientras hace girar la conocida pluma estilográfica entre sus dedos.
—Iba a cazar y los escuché discutiendo en el bosque cerca de la mansión. Lo dijo claramente: que lo descubrirían, que lo matarían y que se fuera con él. Ella no aceptó e intentó llevársela a la fuerza.
Se hacen unos segundos de silencio.
—¿Dónde está Arian? —Me levanto.
—En casa, le dije que viniera.
Cierro los ojos y tomo aire.
Temía que su situación terminara mal. Pero en estos momentos debe estar hecha un desastre.
—¿La rechazó?
—No, pero ella no está dispuesta a perdonarlo.
Era de esperarse. Es Arianna Volk Pierce. No perdonará tan fácilmente una traición de esa magnitud, mucho menos después de que se acostara con ella y la abandonara.
—Nuestra nena va a sufrir, Alek.
—¿Y si le buscamos a alguien? —Sugiere.
—¿Vas a asesinar a ese tipo?
—Es lo que toca, fiera.
—Deberíamos hablar con ella antes de tomar represalias, Alek. Es su compañero. Ella no merece vivir lo que yo.
—Tú tampoco lo merecías. —Deja de jugar con la pluma y la pone encima del escritorio—. No voy a condenarla, pero ese malnacido no puede respirar nuestro mismo aire.
—Déjalo encerrado.
—Sería prácticamente lo mismo que perdonarlo.
—No se trata de perdonar ni de olvidar lo que hizo. Tampoco de que Arian se una con él porque no va a hacerlo. Pero al menos deja que viva… para que no le duela tanto. Puede morirse.
—No si la conviertes en un vampiro y toma el antídoto. —Dice Fabián—. Aunque, hablando desde la experiencia, no sería algo bonito para ella.
—Dejemos que Arian decida —es mi respuesta.
—Bien. De momento voy a cobrarle lo que ha hecho. —Eleva las cejas al ver que asiento—. ¿No te causa repulsión esta versión de mí?
—¿Debería? —Pregunto, graciosa.
—No lo sé… considerando que estás…
—No soy tan sensible, cariño —lo interrumpo al ver de soslayo como Fabián nos observa, incómodo.
—Repitelo cuando estemos en nuestra habitación.
El susodicho carraspea, ganándose una mirada amenazante de Alek.
—¿Algún problema?
—Tengo muchos. Pero, ¿necesitan saber algo más o ya puedo largarm… dejarlos solos?
—Aún no. —Sonríe levemente—. Hay algo que debo preguntarme.
—¿Cómo qué, Aleksandre?
—¿Eres su aliado?
La pregunta no me toma por sorpresa.
Lo mira fijamente, insinuando algo que de ser cierto supone su muerte o destierro.
Mantiene las manos entrelazadas sobre el escritorio mientras juega con sus pulgares. La calma de Aleksandre lograría convencer a una presa de que está fuera de peligro, cuando en realidad pueden quedarle solo segundos de vida.
No abusa de su poder, a nuestro alrededor no hay jactancia... pero mi hombre sabe cómo darse a respetar.
Mi hombre lobo Líder.
—Eres el colmo —murmura el vampiro apretando los dientes—. Vine por tu boda y él ya estaba aquí.
—Doce palabras no son suficientes para que te crea, convénceme, Fabián.
—Piensa lo que quieras, pero solo te digo que vino a entrenar para ser de tu seguridad, no la mía. No quieras vincularme con alguien que ni siquiera conozco.
—No te estoy vinculando con nadie.
—Insinúas que soy su aliado cuando tú lo trajiste aquí, no yo.
—¿Quieres que sea el culpable?, sé que lo soy. Pero que te quede claro: sea con esto o con otra cosa, si me entero de que nos das la espalda, vas a suplicar clemencia.
—No quieras ponerme como un maldito traidor.
—No me des razones para hacerlo.
—Están gastando saliva —me giro para tener mejor campo de visión—. Fabián, mírame a los ojos.
Tarda varios segundos en dejar de fulminar a Alek, pero finalmente fija su mirada en la mía cuando su Líder gruñe como una clara advertencia. Por un momento simplemente miro sus ojos y noto un montón de emociones emanando de él, pero tiempo después logro irrumpir en su mente.
Escudriño sus pensamientos, sus recuerdos y cada escenario durante minutos hasta que lo siento suficiente.
Parpadeo varias veces al salir del trance y reviso cada registro de su memoria. Tras unos segundos de silencio, confirmo que no ha hecho nada que pueda perjudicarnos.
—Está limpio.
—Más le vale.
—Ahg. Por favor, ya no discutan.
—Mi señora, si por mí fuera, ya lo hubiera asesinado, solo por cómo se la pasa viéndote. Ganas no me faltan.
—¿Cómo quieres que lo controle? No soy de hierro, maldita sea.
—Será mejor que empieces a ser de algún otro metal, no siempre voy a contener la bestia y las ganas de acabar con tu miserable vida que llevo dentro.
—¿Ya terminaste, Fabián? —Pregunto, intentando aligerar el ambiente.
—Sí, señora.
—Gracias por avisarnos. Déjanos solos, por favor.
Él sale del despacho y yo dejo de mirar la puerta para centrar mi atención en Alek cuando la cierra.
—¿Qué? —Pregunta fingiendo inocencia ante mi mirada acusadora.
—Sabes que no es tan fácil.
—¿El qué?
—Estuvimos juntos. Eso no justifica sus miradas pero intenta ignorarlo. Ya está buscando una solución para olvidarse de que hubo un nosotros. —Afirmo, sabiendo que el pensamiento está incrustado en su memoria luego de su más reciente conversación con Sebastian.
—No puedo, Alexa. Antes era la inseguridad de que lo eligieras a él pero ahora es enojo. No seguiré tolerando que ningún hombre te desnude con la mirada. Es una falta de respeto hacia ti y hacia mí. No creo que alguien más viva para contarlo.
—¿Qué vas a hacer al respecto?
—Arrancarles los ojos, por ejemplo.
Me carcajeo sin poder evitarlo. Rodeo el escritorio y lo llevo conmigo hasta el sillón.
—Calma, mi lobo. —Dejo un beso corto en sus labios para luego separarme y mirarlo fijamente—. ¿De quién decidí ser?
—Mía. —Responde, rozando nuestras narices.
—¿Y tú eres…?
—Todo tuyo.
—Eso. Así de sencillo, amor mío.
—No quiero que te observen, no creyendo que merecen el derecho que solo me has dado a mí.
—No puedes controlar todo.
—Dome una fiera, señora Wolf. No me subestime.
No le respondo.
No verbalmente.
Acuno su rostro entre mis manos, me concentro en cada facción y en cada emoción reflejada en esos ojos artísticos… acaricio su mandíbula y me voy acercando lentamente con la intención de besarlo. Él mira mis labios, pero se contiene, se prepara para recibir aquel beso como si fuese el primero. Traga saliva haciéndome reconocer el nerviosismo y sus ansias.
Sin posponerlo más, lo beso. Saboreo sus labios, su saliva se mezcla con la mía al igual que nuestros olores, las sensaciones y el deseo que, como una ráfaga de viento, se estrella contra mí, erizándome la piel.
Los segundos pasan y nos besamos cada vez con más ganas, con más fuerza y anhelo. Con cada segundo que se suma al tiempo, nuestros besos resuenan más en medio del silencio que creamos aún con todo el ruido a nuestro alrededor.
Paso de estar sentada sobre sus piernas a estar a horcajadas sobre él.
Empezamos a jadear en busca de aire, el deseo se eleva a tal punto que me veo obligada a morder su labio y gemir en el proceso cuando me presiona contra sí.
El sabor metálico me hace cerrar los ojos, descender a su cuello, besarle y besarle la piel desnuda mientras el deseo de morderlo aumenta con cada inhalación.
Lo muerdo, pero no perforo su piel. Más de un tipo de deseo me aturde pero sigo siendo consciente de lo que quiero y lo que no. Y, aunque quiera, no quiero beber su sangre por mero placer.
Una vez empecemos a hacerlo no habrá vuelta atrás y yo no deseo convertir nuestra relación en eso. Me lo comeré, lo succionare y saborearé lo que quiera de él, pero no a aquel líquido vital del que es dueño y que me llama a gritos.
—¿Puedo hacerte mía justo aquí?
—Por favor.
Siento que todo sucede en cámara lenta, el tiempo y la unión de nuestros cuerpos… de nuestras almas. Alek es delicado, apasionado y cuidadoso. Me susurra cosas al oído, jadea por mi causa y gime para mí mientras yo soy víctima de todo lo que él causa en mí.
Pasan los minutos y ambos terminamos juntos. Nos quedamos quietos, dejando que vuelva la calma y sintiendo las réplicas del sismo que causamos dentro de nosotros.
Observo sus ojos verdes, como las pupilas vuelven a su tamaño lentamente y el brillo se vuelve cada vez más hermoso. Miro sus labios enrojecidos y me acerco para morderlos una vez más, pero el sonido de un teléfono hace que frene a mitad de camino.
Alek abre la llamada suponiendo que podría tratarse de algo muy importante.
—¿Ya sabes a quien tenemos?
—Llamabas diez segundos antes y te ganabas la decapitación.
—Ups...
—¿Qué necesitas, Bastian?
—Iremos a las celdas, estoy fuera de la biblioteca. Quería entrar pero por una razón que ahora entiendo todas las entradas que dirigen a tu despacho se encuentran cerradas.
—Callate. Ahora los alcanzo.
—Julian vendrá con nosotros. Para leerle la mente, ya sabes. Supuse que no querrías llevar a Alexa a las celdas para eso.
—Así es. —Dice, mirándome fijamente.
—Si quieres quédate con ella y háganlo otra vez. Nosotros podemos encargarnos.
—Ya cierra la boca. Ahora voy.
—Te veo luego —canturrea.
Lo observo, con las cejas elevadas y una sonrisa leve.
—¿Qué?
—Cuando no se trata de mí actúas como si quisieras matar a todos. —Le digo.
—Soy tolerante, pero tengo un límite. Y puntos débiles.
—¿Cómo cuáles?
—Detesto, que interrumpan mis momentos contigo. Si se trata de ti, puedo perder los estribos con mucha facilidad. Sucede algo similar con Arianna. Es la hija del hermano que nunca tuve y la vi crecer. A ti te amo, eres mi vida y a ella la quiero demasiado; tú, mi madre, ella y ahora nuestros bebés —acaricia mi vientre—, son todo para mí. Y cualquier cosa que tenga que ver con ustedes puede alterarme.
Sonrío levemente.
—Te amo.
—Yo te amo más. —Me sonríe.
Yo lo imito, pero sé que su mente está en otro lugar.
—Soy un Líder con los pies en la tierra; pero a veces debo sacar los colmillos para que nadie olvide quién soy y el peso de mis decisiones.
—Y eso me gusta.
—¿Qué te gusta exactamente?
—Tú. Que puedas ser un Líder recto y humilde al mismo tiempo. Es… buena combinación.
—¿Ah sí?
—Eres todo un conjunto de buenas combinaciones.
—Y te encanto.
—Efectivamente.
Dejo un casto beso en sus labios.
—Ahora ve. Tienes cosas que hacer y yo también.
Me devuelve el beso.
—Volveré a ti apenas termine. Quédate dentro de la mansión, no salgas, por favor.
—Sí, señor.
Tomo mi ropa para cubrir mi desnudez, arreglo mi cabello, me levanto y me dirijo hacia la puerta, pero recuerdo que él cerró el paso para que nadie se atreviera a interrumpirnos.
—Ábreme.
Él estira el brazo y vuelve a tocar el botón.
—Te veo al rato, fiera.
—Te veo luego, amor.
❆ ❆ ❆
Busco a Arian durante varios minutos pero me rindo al no encontrarla y decido darle espacio.
Camino por la casa hasta encontrar a mi madre hablando con la señora Géiser en la sala de estar. Mi olor les advierte sobre mi presencia y ambas se quedan mirándome.
—¿Puedo hablar contigo, madre?
—Sí, cariño. —Se despide de mi suegra y camina a mi lado hacia el jardín congelado por el invierno.
—¿Y? —Pregunta, mientras caminamos con pasos lentos.
—¿Qué?
—¿Ya lo confirmaron?
—Sí, fuimos al hospital. Estoy embarazada. —Susurro.
Su rostro es iluminado por una amplia sonrisa.
—Lo sabía. Se les nota. Aleksandre está muy feliz.
Me río despacio.
—Los dos anhelamos esto, mamá. Nos amamos demasiado…
—Eso lo notamos todos. Están muy unidos, son cómplices, se complementan.
—Lo sé —tomo una de sus manos entre las mías sin dejar de caminar.
—Voy a tener un nieto producto de ese amor que hay entre ustedes. Tengo mucha suerte de ser abuela tan jóven.
Me carcajeo, pero la necesidad de respuestas causa que me mantenga en silencio segundos después.
—Háblame de mi hermano, de su familia.
—Have meses no los vemos, pero son muy felices. Su niña es preciosa, llena de vida. También se parece a su tía, un poco.
—¿A mí?
Asiente.
—Aiker y tú son mellizos. Nuestra familia está llena de ellos, también de gemelos por lo que tal vez en algún momento te toque tener dos aquí dentro. —Señala mi vientre.
La sensibilidad me arropa, medito durante unos segundos hasta que no la contengo más y se me aguan los ojos.
—Son dos.
—No...
—Sí —me río al borde de las lágrimas—. Pero es un secreto hasta el final del día, vamos a decirlo en la cena.
—Eso es maravilloso. La felicidad te sienta demasiado bien, hija. Desprendes plenitud por todas partes.
—Así me siento, plena. Y mucho más luego de las sorpresas que me han dado hoy.
Sonreímos.
—Por cierto, dime cómo fue posible que tú... que una vampiresa, quedaste embarazada de mellizos.
—Amalia y yo somos prácticamente imposibles, hija. Al igual que Aiker y tú. Nuestra madre era humana, por lo que de algún modo ella y yo somos híbridas de tres especies y eso hace que exista una pequeña posiblidad de procrear.
—¿Hay sangre humana corriendo por mis venas?
—Una cantidad mínima, pero sí.
—Es increíble.
—Ningún vampiro come vegetales, Alexa. Y aunque seas más dragón que nada, sigues siendo una vampiresa "vegetariana". No tienes una gran necesidad de sangre humana porque la tienes en tus genes.
—Porque al igual que ellos la comida me puede quitar el hambre, la sed.
—Exacto —suelta un suspiro —. Yo dejé de alimentarme de ella hace mucho tiempo. Mi conexión con Lo divino me ha hecho ver que no es correcto. Eso decía tu abuelo…
—¿Qué le pasó a mis abuelos? Nunca me has hablado de ellos.
—Lo sé —sonríe con nostalgia—. Ella murió al darnos a luz, y él se fue muriendo poco a poco tras su pérdida.
—Supongo que me he sentido de forma similar.
—Desgraciadamente. Amalia y yo tuvimos una adolescencia muy… difícil. Crecimos, aprendimos a vivir juntas. Nos convertimos en espías, encontré a tu padre. Quedé embarazada tiempo después, luego ella encontró a Sebastian y, supongo que ya conoces el resto.
—Hiciste un juramento eterno con el hombre lobo que ahora es mi esposo, para que Amalia pudiera estar junto a Bastian sin miedo a la traición.
—Sí.
—Y luego se dedicaron a mantenernos bajo protección.
—Así es.
Se acerca a mí y acaricia mi vientre durante unos segundos.
—Mamá, dime una cosa.
Eleva las cejas, y asiente.
—¿Qué te inquieta?
—Alek… no es algo que me inquieta tanto, pero Alek me lleva varios años y no sé si…
—Alexa… cariño, la edad es lo de menos si se aman, si ambos son lo suficientemente adultos y maduros como para tener una relación sana y duradera. Además, parecen de la misma edad. Tienen carácteres similares y serán padres muy sexys…
Me río.
—Te desconozco.
—No me culpes, lo veo caminando a tu lado y es orgullo lo que siento. Por él… pero más por mi hija: es digno de ti.
—Y yo soy digna de él.
—Lo eres.
Nuestra conversación se extiende mucho más, pasamos valioso tiempo a solas en donde logramos contestarnos preguntas mutuamente. Pero, tal vez unas horas después, en medio del jardín, ambas nos quedamos en silencio ante una conocida sensación, mirándonos a los ojos, al saber lo que ella significa.
—Su presencia es inigualable —susurra.
—Inconfundible.
Adalia Sierich ha llegado.
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