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❆ XXXVI: Sentencia de muerte ❆


No se encariñen jeje

~ SENTENCIA DE MUERTE ~

Fabián

Suelto un suspiro, inclino la cabeza hacia atrás y clavo los ojos en el techo.

—Es que te lo juro Bastian, la veo y siento que me daría igual si fuera una desgraciada —admito—. Pero vale cada jodido lamento.

—Me está costando mucho esto de escuchar cómo te desahogas, ¿eh?

—Aguanta un poco más. Aquí no tengo a nadie para eso y, aunque esa jodida anestesia me ayude a sobrellevar toda esta situación, cada día que pasa me recuerdo a mí mismo que fui un imbécil.

—Lo fuiste. Ella está feliz, con un hombre que la ama. Ya deja de pensar en lo que pudo ser.

Una de las cualidades de Sebastian es que sabe escuchar, pero lo más importante: es que nunca deja que le hagas cambiar de opinión. Es demasiado orgulloso como para admitir que no tiene la razón. Y lo más increíble de todo, es que casi siempre la tiene.

—Ese iba a ser yo.

—Pero no lo eres ni lo serás.

—Ya lo sé, hombre.

Él se ríe.

—Mira, Aleksandre es capaz de matarte si te ve cerca de ella, pero...

—Ella también es capaz de matarme —lo interrumpo, volviendo a mirarlo—. Cada vez que me encuentra observándola me mira con ganas de ahorcarme. Y yo que al tenerla cerca apenas puedo mantener los ojos apartados de su cara. Si no tuviera los recuerdos de aquel día...

No termino de hablar, pero él sabe a qué me refiero. Se ha convertido en una especie de confidente para mí en los últimos días. Es alguien que sabe escuchar, guardar secretos y dar consejos.

—Acabas de darme una idea
—comenta, rascando su barbilla.

—¿Cuál?

—No eres malo, muchacho. Solo eres mal hablado, algo impulsivo y cometiste un error que te está costando la existencia. Pero, ¿Podrías vivir solo con el dolor?

—No entiendo lo que me estás queriendo decir —carraspeo, acomodándome en la silla.

—¿Sabes quién es su padre? ¿Quién es ella?

Me quedo en silencio durante unos segundos, analizando sus preguntas y viendo como se mece en la silla giratoria.

—No sé mucho de su familia. Solo sé que les caigo como el culo.

—Pues escúchame. Pero que te quede claro, es información confidencial. Y como nos traiciones, eres hombre muerto. Están contadas las personas que saben esto.

—Dijiste que no soy malo. Sé que es una híbrida y que tu esposa es su tía, si hubiese querido venganza o traicionar a mi propia sangre, a mi propia manada, ya lo hubiese hecho. Así que dime de una vez.

—Mas te vale —carraspea, suspira y se endereza, como si estuviera preparándose para lo que él mismo va a decir—. Su padre es el legítimo heredero de Dunkel. ¿Sabes qué es Dunkel?

—Un poderoso clan de dragones.

—El segundo clan y el segundo más poderoso. Además, su madre, esa mujer que te acribilla si le pasas por el lado, es una vampiresa. Era espía junto a Amalia en su clan, de las mejores. Es una híbrida, tal vez te hayas dado cuenta del parecido tan grande que tiene con mi esposa e intentan hacer que pase desapercibido.

—¿Me estás diciendo que son hermanas?

—Gemelas.

—¿Pero, cómo...?

—A mí no me preguntes —me interrumpe.

Medito la situación por unos segundos, dándome cuenta de cosas que son prácticamente imposibles.

—Entonces, Alexa es una híbrida de tres especies —afirmo.

—Elegida de Lo divino. De las más poderosas, como ella solo hay uno más en este planeta.

—Vaya...

—Sí, vaya. A dónde iba: Ella y su padre tienen el don de borrar la memoria. No te recomiendo hablar con Julian, a menos que quieras que te eche en cara que al rechazar a su hija cometiste el peor error de tu vida. Pero Alexa, ella ya no sufre por ti.

»Está tan agusto con esta nueva etapa de su vida que ni siquiera te tiene rencor. Si te aleja es porque sabe que Aleksandre podría perder los estribos por cómo la miras, porque no disimulas. Además, sabe que todo esto te hace daño.

—Es un tesoro.

—Lo es. Yo al principio no estaba de acuerdo con que Alek la eligiera, pero fue cautivado por ella desde el primer instante y, con razón. Pero ahora la conozco, sé que nos hemos condenado con ella y Amalia pero son amadas, Líderes, poderosas, con corazones de oro... es demasiado lo que ofrecen, lo que son, lo que representan. Valen nuestras vidas.

—Soy consciente de todo eso y más. Estoy feliz por ti, por Aleksandre... pero no por mí. Aunque él no tenga la culpa, siento que lo odio. Pero es obvio, el único desgraciado aquí soy yo.

—Efectivamente.

—Es buena idea pedirle que me borre la memoria y solo tenga que soportar el dolor. Pero, ¿y si después la veo, siento esta cosa en mi pecho y me frustro por no tener ningún recuerdo, por no tenerla?

—Podrías buscar una rechazada y vincularte con ella. Sería bueno para los dos.

—Tal vez... Veré qué hago.

—Es tu decisión, Fabián. Yo solo intento que mejore tu diario vivir, pero tú mismo te condenaste a esto.

—Ya deja de echarmelo en cara ¿quieres?

—No. Es para que te decidas a cambiar tu vida, estoy harto de verte dando lástima.

—Imbécil. Gracias por escuchar a este desdichado, Sebastian.

—Bastian.

—Sebastian. Te veo luego, voy a cazar.

Salgo de su despacho y me dirijo al bosque, adentrándome por la parte trasera de la mansión. Camino por varios minutos, pudiendo llegar en segundos a mi destino, pero decido ir con calma y disfrutar de la soledad que me ofrece el bosque cubierto de nieve.

Sé que hay algunas cámaras y todas esas cosas que Aleksandre ha establecido para la seguridad de los integrantes, pero no les doy importancia.

Me sumerjo en mis pensamientos mientras camino, pero salgo de ellos cuando empiezo a escuchar voces en medio de una discusión.

—Desapareciste.

Frunzo el ceño al reconocer la voz de Arian.

—Muñeca, lo siento. Tuve que viajar a otro lugar.

No me detengo, sigo dando pasos sigilosos hasta que logro verlos desde la distancia.

Ella está de brazos cruzados y él enfrente de ella, haciendo que se note la pequeña diferencia de estatura.

—Tienes veintitrés años, Lukas —lo señala—. Yo soy menor que tú, pero no creas que soy estúpida. No te lo niego, los primeros días no razonaba, te llamé miles de veces y no contestaste una sola de mis llamadas.

»Pero después lo entendí. Si te hubieras preocupado por cómo me sentiría yo me hubieras dicho que te ibas, me hubieras dejado algún mensaje o me hubieras llamado... oh, más fácil aún: hubieras contestado mis llamadas.

—No quería que te preocuparas y en ese entonces no quise llevarte conmigo. Estaba alterado, mi vida es un jodido caos.

—Se supone que yo soy tu complemento. ¿No te hago falta? —Su voz se quiebra.

—Demasiada. Te amo, pero yo no vine a Wachsend buscándote a ti.

—Pero me encontraste... y me estás perdiendo.

—¿Vas a rechazarme?

—De eso no soy capaz, Lukas... pero sé darme mi lugar.

—Tu lugar es conmigo, Arianna, vámonos de aquí. Escápate conmigo, huyamos de todo esto.

—Ya me escapé contigo una vez, me abandonaste por semanas luego de que me entregara a ti en cuerpo y alma; y no lo volveré a hacer.

Por alguna razón, al escucharlos discutir viajo a aquel lugar en el bosque, al momento en el que rechacé al amor de mi vida.

—Yo no te obligué, los dos sabíamos lo que hacíamos. Y ya deja de echarme en cara que te abandoné después de hacer el amor contigo porque me arrepiento demasiado. Yo no te elegí, no elegí encontrarte en estas jodidas circunstancias. Yo...

—¿Qué circunstancias?

—Escucha...

—¿Qué circunstancias, Lukas?

—No vine aquí a entrenar —permanece en silencio durante unos segundos—. No soy sano, Arianna. Soy un traidor, un espía.

—¿Qué estás diciendo? —Su expresión, de dolor y miedo, pasa a angustia y decepción—. ¿Te-te estás escuchando?

—Sí... crecí entrenando para venir aquí, robar información, exponer, delatar y causar la destrucción de Wachsend.

—Iluso.

—Escucha...

Él intenta tocarla pero ella se aparta.

—Están a nada de descubrir que yo vendí la seguridad de la manada. Si me quedo van a matarme. Debo largarme de aquí cuanto antes y quiero que vengas conmigo.

—No voy a ir contigo a ningún lado.

—¿Por qué?

—Te amo. Pero yo tampoco te elegí, y no voy a traicionar a mi familia por ti.

—Eres todo para mí, ¿vas a abandonarme?

Siento una punzada en el pecho al ver a Alexa diciéndome las mismas palabras.

El dolor en sus ojos grises, el miedo... la incertidumbre.

—Por ti pudieron haber muerto muchas personas inocentes, Lukas. Ofreciste a mi gente en bandeja de plata y no voy a obviar ese ni los demás errores que cometiste.

Ella empieza a alejarse en dirección contraria pero él se interpone en su camino.

—Arianna. Arianna, escúchame.

—¿Para qué? Ya lo has dicho todo.

—No quiero estar sin ti.

—Me estás clavando una maldita espada en el pecho. ¿Qué quieres de mí? Vete y déjanos en paz porque cuando te descubran no voy a impedir que te maten aunque me muera.

—Tú no harías eso.

—Pruébame. —Las lágrimas empiezan a correr por sus mejillas.

Se hacen unos segundos de silencio en los que solo se escuchan los sollozos de ella mientras se miran fijamente.

Él acuna su rostro entre sus manos y la besa. Ella le corresponde pero no lo toca. Lucha consigo misma para mantenerse firme. Sacrifica sus deseos por sus ideales, por amor a los suyos.

—Ven conmigo —le dice.

—No voy a ir contigo a ningún lado.

—Por favor.

—Te dije que no. —Vuelve a caminar lejos de él.

—¿Tengo que obligarte?

—No te atrevas a tocarme —le advierte.

Pero él no la escucha.

—Suéltame o voy a gritar.

—¿Qué vas a hacer si te escuchan? ¿Entregarme?

—No me toques. ¡Suéltame!

Dejo de escuchar y me muevo, quedando en medio de los dos luego de apartarlo de ella.

Guardo mis manos en el gabán.

—Te dijo que la sueltes.

—¿Y tú quién eres? —Me empuja.

No logra moverme, pero sí hacer que encierre una mano en su cuello.

«Yo quería llevar la fiesta en paz.»

Siento sus palpitaciones, el caliente bajo mi piel y la necesidad de probar su sangre.

—Arian, vuelve a casa.

—Fabián.

—Vuelve.

Ella duda por un momento, pero luego empieza a recorrer con pisadas firmes el camino que yo dejé atrás.

—¡Arianna! —La llama.

—Adiós, Lukas.

Ella sabe lo que significa todo esto. Y me parece jodidamente increíble que tenga la fuerza suficiente como para irse y dejarlo sabiendo que no volverá a verlo jamás.

Le presto atención al sujeto y trago saliva, conteniendo la respiración.

Observo el miedo a la muerte en sus ojos, como tantas veces lo he visto en mis presas.

—Acabas de firmar tu sentencia de muerte —Le sonrío, pero no con cariño y mucho menos con calidez, lo hago para mostrarle mis colmillos.

Lo suelto, porque sé que podría terminar succionándole el cuello. Él se convierte y empieza a correr lejos de mí.

¿Ni siquiera va a intentar atacarme?

—Cobarde.

Tomo mi teléfono y hago la llamada.

—Hang, tengo algo para ti.

—Ackerman, estoy trabajando.

—Al que vendió la seguridad de la manada —lo ignoro—. Estoy por el bosque detrás de la mansión, ven rápido.

Cuelgo y empiezo a correr detrás de él, logrando alcanzarlo en unos segundos.

—¿Pensabas llevártela a la fuerza? —Lo presiono contra el suelo. La ira y la sed amenazan con cegarme, pero de algún modo logro mantenerme a raya.

No puedo matarlo. Hay que sacarle información. El aire le falta y vuelve a su forma humana mostrando la vergüenza de su desnudez. Me alertan las pisadas a mi alrededor y lo suelto cuando Hang lo esposa.

—¿Aleksandre? —Le pregunto.

—Estaba saliendo del hospital con la reina.

—¿No le dijiste?

—Todavía no.

—Yo le digo. Lleva esta basura a una celda.

Por un momento pienso en lo que dijo mientras veo cómo se lo lleva.

Está entrenado.

Aunque no lo parece.

Pero Hang es el gamma más poderoso de esta manada. No tiene oportunidad de escaparse.

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