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❆ XXXV: Sorpresas ❆

SORPRESAS

Aleksandre

Hay algo distinto en ella.

Además de estar más preciosa de lo que ya es, desprende confianza. Su olor es más fuerte, más embriagante y sus ojos desbordan plenitud.

Camina a mi lado, tomando mi mano y con la mirada hacia el frente mientras mi corazón late lleno de amor y orgulloso de ella.

Tras llegar al comedor, me siento en mi lugar y ella en el suyo. Noto el cambio en el ambiente, cómo los demás también perciben aquello y lo evidencian con sus miradas y actitudes, aunque ella no se da cuenta.

—Buenos días.

—Que bueno verte, hija. ¿Cómo estás?

—Muy bien, señor Julian. Madre.

—Cariño, estás hermosa.

Alexa le sonríe ampliamente en agradecimiento.

—Tú más.

Sirven el desayuno y ella devora su plato en cuestión de segundos bajo mi atenta mirada.

—¿Cómo soportaste la sed sin comer nada todos estos días? —Le pregunto en un susurro.

—No pasó tanto tiempo, y tampoco sentí hambre. Ni sed.

—Extrañamente.

Está a punto de contestarme, pero mi madre detiene su intención cuando dice:

—Hija, necesitamos hablar un par de cosas contigo.

—Dígame, señora Géiser.

—¿Quién eres?

Se hacen unos segundos de silencio.

—Mi padre es el heredero al trono de Dunkel. Mi madre es una híbrida de vampiro y hombre lobo. Yo de tres especies, pero no le mentí cuando le dije que soy dragón. ¿Algo más que quieran saber? —Observa a todos, dispuesta a aclarar las dudas—. No quiero que haya ningún secreto en nuestra familia. No voy a pedir lealtad, mi rey me ha enseñado que un miembro de Wachsend debe ser leal por voluntad propia. Pero espero que lo sean hasta con sus pensamientos.

—Así debe ser.

—¿Hay algo más que quiera decirnos, señora?

—Alexa, Marina. —La corrige—. Y tengo muchas cosas que decirles.

—Estamos todos aquí.

Al escucharme, clava su mirada en la mía, haciéndome sentir más especial por cómo admira mis ojos. Me regala una pequeña sonrisa y toma mi mano derecha, obligándome a comer con la izquierda mientras nos habla y me acaricia, algo distraída.

—Vendrán tiempos difíciles. Ahora que nuestra manada sabe quién soy, no voy a ocultarme. Los híbridos tenemos una misión y nuestro rey es quien ha empezado a unirnos. Por lo que Wachsend se ha convertido en un punto clave para cumplirla. No solo es la manada más poderosa, es la que se encuentra en riesgo por tener a tres híbridos bajo su protección. Pero no es un blanco fácil.

»Reuniremos a los demás híbridos para liberar a alguien que el consejo tiene oculto en las ruinas. No sé cuál sea su objetivo con ello, pero es un plan con el que no estaríamos de acuerdo. De ser lo contrario, no actuarían bajo las sombras.

»Tarde o temprano vamos a ser objeto de destrucción. Pero eso es lo de menos. Buscaremos aliados y estaremos listos para cualquier ataque. No atacaremos antes, recibiremos a cada enemigo que se levante contra nosotros y con ayuda de Lo divino los destruiremos.

Al terminar me mira, y yo beso su mano unida a la mía en aprobación.

—Ya lo has dicho todo.

—Le falta algo.

Clea mira a su hija con cariño y mi madre sonríe ampliamente.

—Cuando el olor de una cambiaformas se vuelve más intenso de lo que puede ser en su naturaleza, es posible que...

—Que lleve a un pequeño en su vientre. —Termino de decir por mi madre cuando duda, mirándome sin saber si continuar o no.

—No creo que sea adecuado hablar...

—Estuvieron seis días lejos de casa. Solos.

—Papá, por favor. —Alexa le pide a Julian, dejando de acariciar mi mano.

—Y urgidos. ¿Qué no crees?

—Que sea conveniente que hablemos esto en este momento.

—Estamos todos reunidos, hija —dice mi madre, ganándose una mirada acusadora de Anton.

—No la presionen.

—Nuestra reina tiene dudas a pesar de todas las veces que...

—Aleksandre.

—¿Qué? —Me río, intentando deshacer su ceño fruncido con un dedo—. Ahora no soy yo solo, todos pensamos lo mismo.

—Puedes ir al hospital, Alexa. Pero estás rodeada de personas con mucha experiencia.

—Yo también lo creo. —Le responde a Amalia, soltando un suspiro.

—¿Entonces?

—No quiero que lo divulguen. Quiero estar segura antes de ilusionarme. Alek y yo... iremos. Pero sean discretos, por favor.

—Pueden intentar hacerle daño.
—Acuno su rostro en mi mano libre, volviendo a llamar su atención.

—Lo sabemos —afirma Bastian.

—No hablemos más de eso. —Se levanta de la mesa sin soltar mi mano—. Mamá, señor Julian. Alek y yo queremos hablar con ustedes.

Al instante sé a qué se refiere y la imito.

—Vamos a mi despacho.

  ❆ ❆ ❆

Clea y Julian se sientan en el sillón, Alexa se sienta a mi lado en una de las sillas frente al escritorio.

Ella suelta un suspiro y observa a sus padres con atención.

—Les pido que dejen de hacer eso. Cosas como esa debemos hablarlas Alek y yo.

—No hicieron nada malo, fiera.

—Lo sé. —Vuelve a tomar una de mis manos entre las suyas, a modo de disculpa y como lo ha estado haciendo en lo que va de la mañana—. Pero es algo muy delicado, aunque les emocione tanto deben ser más discretos.

»Sabemos que hay un traidor o una traidora entre nosotros y no estoy dispuesta a que se ensañen conmigo y mi embarazo; de ser cierto.

—Tienes razón hija. Disculpamos.

—Está bien —suelta un suspiro y carraspea—. Quiero saber algo, y necesito que esta vez sí me digan la verdad.

—¿De qué se trata? —Inquiere mi suegro.

—Leí la mente de Alek.

—Y yo había tomado el antídoto, Julian —agrego.

Ellos se quedan en silencio durante unos segundos, ella espera, nerviosa, pero paciente.

—¿Esta vez sí puedo confiar en que serán completamente sinceros conmigo al hablarme sobre mi don?

—Lo prometemos.

—Sé que puedo leer sus mentes, pero por respeto no voy a hacerlo. Expliquenme esto, por favor.

—Se trata de algo muy importante
—dice Clea.

—De alguien —aclara Julian.

—No voy a presionarlos. Pero si lo puedo saber, díganme.

—Tienes... —La mirada de Clea se empaña, exponiendo su angustia—. Tienes un hermano.

La respiración de Alexa se agita y por un momento pienso en cómo reaccionó cuando se enteró de su parentesco con Amalia. Sé que en ese momento estaba más sensible, pero no sé qué tanto pueda afectarle esto.

—Amor —llamo su atención—, no te alteres.

La veo inhalar y tomarse su tiempo para procesar la confesión de sus padres.

Por un momento siento que va a descontrolarse, a sentirse traicionada, pero ella vuelve a suspirar y aprieta mi mano entre las suyas. Buscando mi apoyo. Yo acerco mi silla a la suya y recuesto su cabeza en mi pecho cuando el primer sollozo se escapa de entre sus labios.

—Naciste unos minutos antes que él, estuvimos con ustedes durante los primeros meses —Julian abraza a su esposa y la insta a continuar.

—Luego te dejamos con Adalia y a él lo enviamos con otra Sierich que vive en Grecia. Creímos que si estábamos separados sería más fácil lograr que no los descubrieran. Que si atrapaban a uno de los dos, o a mí, el otro no sería perjudicado...

—¿Él sabe de mí? —Pregunta en un susurro.

—Sí. No te dijimos que podías leer la mente de todos porque tú sabrías de él y querrías buscarlo. Pero sabíamos que algún día lo descubrirías.

—Solo intentamos no ponerlos en riesgo a los dos, hija.

—Eso lo entiendo. Pero, ¿puedo leerle la mente a todos?

—Sí puedes. Solo necesitas entrenar tu don. Usarlo, ni siquiera ese antídoto puede frenarte. Al igual que a Amalia y a mí —confiesa Julian.

—¿Me ocultan algo más?

—No, Alexa —responde su madre.

—Entonces ya escuché suficiente, solo díganme dónde está —se levanta y se hinca ante su madre para estar a su altura.

—No lo sabemos.

—¿Por qué? ¿Le pasó algo? —Sus preguntas desprenden angustia.

—No, cariño —Julian le limpia las lágrimas del rostro—. Tiene una familia de tres. Se casó con la hija de sus guardianes y preferimos no saber dónde viven para no ponerlos en riesgo.

—¿Tengo sobrinos?

—Una sobrina, y es preciosa.

Alexa sonríe levemente y yo siento su ilusión en mi pecho. Pero así como aparece, se va.

—Escuchen... no voy a reclamarles nada. Todo lo hicieron para protegernos, pero descubrí algo demasiado turbio. Necesito que él y su familia vengan a Wachsend.

—¿De qué se trata? —Inquiere mi suegra con curiosidad.

—Nuestra marca no es de libertad, no de libertad exactamente, es de liberación. Y el consejo tiene un plan con los híbridos. Si de verdad ha muerto alguno, solo fue el primero. Creo que tienen a la madre de Anker en las ruinas hace siglos y debemos confirmarlo.

—¿Qué estás diciendo?

—Yo tampoco sabía nada —digo—. Pero confío en su instinto.

Ella me mira, carraspea y vuelve a centrar su atención en mis suegros.

—Solos están en peligro, aunque él sea tan poderoso como yo.

—Hija...

—Necesito que vengan, están en peligro y no voy a perderlo cuando a penas me entero de su existencia.

—Lo arreglaremos. No te alteres.

—Estoy bien.

—Voy a llamarlo.

Intentan por varios minutos hasta que contestan. Pero no hablan.

—Aiker S.

—Señor Julian. Cuánto tiempo, ¿está todo bien?

A través de la línea se escucha la voz de un hombre jóven con un marcado acento griego.

—Sí, no te preocupes. Pero debemos hablar de algo importante. —Le dice Julian en el idioma.

—¿Ahora? Estoy jugando con Alía, sabes que esta niña es igual de exigente que su madre.

Julian se ríe.

—Es sobre tu hermana.

—¿Ahora sí me van a dejar conocerla y ser su hermano?

—Quiere que vengas a verla. Con tu familia.

Julian se pasea por la habitación mientras lo escuchamos. Clea entiende perfectamente al igual que yo, pero a diferencia de nosotros, Alexa frunce el ceño con curiosidad ante cada palabra que dice su aparente hermano.

—¿Es seguro?

—Sí. Si quieres vamos a buscarlos.

—¿Dónde está?

—En Wachsend.

—Ah. No es necesario que vengan a buscarnos. Estamos... cerca de Alemania.

—No me digas dónde.

—No iba a decirte. Llegamos pasado mañana.

—Está bien. Cuídense. Listo. Pasado mañana lo tienes aquí —dice al colgar.

—Eso no me tranquiliza. Al contrario. —Alexa se levanta y vuelve a sentarse a mi lado.

—Intenta no alterarte, eso podría...

—Hacerle daño a un posible bebé.
—Termina por su madre en un susurro.

—Vayan a confirmarlo, Aleksandre. Así sale de dudas. Y tú —Clea señala a su hija—, no seas tan incrédula.

Ellos salen del despacho, dejándonos solos y con miles de emociones danzando a nuestro alrededor.

—Entonces tengo un cuñado.
—Rompo el silencio.

Ella suelta un suspiro.

—Te juro que esperaba cualquier cosa, menos eso. Es ahora cuando vuelvo a sentir que apenas estoy empezando a vivir mi vida.

—Eso no está mal, fiera.

—No intentes alentarme. Aún intento procesar esto.

—¿Quieres ir al hospital? —Le pregunto con cautela, luego de varios minutos en silencio.

—¿Quieres que vaya? —Vuelve a levantarse.

—Yo pregunté primero.

—Quieres que vaya —afirma.

—Pues sí.

Algunos segundos después, me tiende su mano, yo la tomo, me levanto y me acerco a ella con pasos lentos.

—Llévame —susurra.

—Escucha. —Dejo su mano en mi nuca y la tomo de la cintura para luego sentarla encima del escritorio—. Tu olor ha cambiado, el embarazo es una posible razón de esto y aunque lo sepa, no estoy seguro de que lleves nuestro primer hijo en tu vientre. Por lo que te ruego, si resulta que no es así... me dejes practicar un poco más de tiempo.

—No me muero por ser madre justo en estos momentos. Pero es algo que anhelo.

Separa las piernas, haciéndome quedar entre ellas.

—Y créeme —suelta una pequeña risa—, puedes intentar embarazarme todas las veces que quieras.

—¿Encima de este escrito, incluso? —Pregunto, sin dejar de mirarla a los ojos.

—Sí, señor. —Ella acerca su rostro al mío y une nuestras frentes—. Pero antes, salgamos de dudas.

—No quiero que te sientas presionada.

—Quiero hacerlo. Ahora quiero... necesito saber.

Acuno su rostro entre mis manos y la beso. Beso sus labios con ansias y a la vez con delicadeza, haciéndole saber lo mucho que anhelo tenerla pegada a mí cada jodido instante.

—Te amo —susurro contra sus labios.

—Yo te amo mucho más.

Niego, con una sonrisa leve.

—No hagas que discuta eso.

Se baja del escritorio, salimos del despacho y caminamos por las calles de Wachsend durante unos minutos hasta llegar al hospital. El lugar se encuentra prácticamente vacío, porque, afortunadamente, no hemos tenido motivos para que se encuentre lleno de heridos.

—Hola, Diana. —Saludo a la mujer de recepción.

—Hola.

—Señor, señora.

—Mucho tiempo sin verte, mujer. ¿Cómo está tu familia? —Le pregunto, sin dejar de mirar a mi compañera.

—Muy bien, señor. Gracias por preguntar.

Carraspeo, sin poder ocultar el nerviosismo y las ansias.

—Vinimos a... —Alexa tarda en terminar la oración.

—Lo sé. —Diana le regala una de sus sonrisas—. Vayan a la habitación 129. Les enviaré al doctor.

—Gracias, Diana.

Tomamos el elevador y esperamos en la habitación número 129.

Alexa se sienta en la camilla y yo enfrente de ella. Me observa con los ojos cristalizados y al escuchar el latir desesperado de su corazón sé que está tan acelerado y ansioso como el mío.

—Estaría demasiado pequeño —Susurra.

—Depende.

—¿De qué?

—De qué día lo hayamos hecho.
—Elevo las cejas.

—Deberíamos esperar más —dice, riéndose por mi intento de broma y el nerviosismo.

—¿Quieres irte?

—No. Estoy aterrada.

—Yo...

El sonido de la puerta me interrumpe cuando el doctor entra, quien hace una reverencia en nuestra dirección.

—Señora, es un placer conocerla.

—Alexa, mucho gusto.

—El gusto es mío. Me llamo Marcus.

Se acerca a nosotros y palmea mi hombro.

—¿Estás listo para esto, muchacho? Ansiaba verte aquí.

Alexa nos mira, confusa.

—Marcus es primo de mi padre. Y tan viejo como él.

—Yo le vi el órgano reproductor masculino primero que el mismísimo Anton Wolf. Ya ha de estar muy grande.

La risa leve de Alexa llama mi atención.

—Bastante.

Marcus y ella se ríen, mientras yo los miro, atónito.

—No lo puedo creer —murmuro.

—¿El qué?

—No te rías con este viejo, fiera. No me cae bien.

—Ya. Si tuvieras un segundo padre, ese sería yo.

—Yo me río de tu cara —inclina el rostro en mi dirección y me besa.

Y yo le correspondo ocultando mi sonrisa.

Marcus termina de preparar el equipo y le pide que se recueste sobre la camilla.

—¿No cree que sea muy pronto para hacer una ecografía? —Le pregunta Alexa.

—En realidad no. En humanos es después de varias semanas pero en el Mundo oculto los bebés crecen bastante rápido. ¿Qué tiempo cree que tiene?

—Como mucho, una semana.

—Ya veremos. —Me pasa el gel desinfectante—. Límpiate las manos, tú le pondrás el gel conductor. No quiero morir hoy.

—No soy celoso.

Alexa eleva las cejas con una sonrisa burlona.

—Bueno, no tanto.

Los escucho reír mientras me limpio las manos con el gel desinfectante. Cuando Marcus me indica, comienzo a esparcir el otro gel en su abdomen. Segundos después, él mueve la sonda abdominal sobre ella y nosotros observamos la pantalla con atención.

Juro que mi corazón se detiene al ver la imagen.

Ujum, hay un bebé aquí —sigue moviendo el aparato—. Líder —llama mi atención, concentrado en las manchas negras en el proyector.

—Marcus.

—Apuesto mi cabeza a que son mellizos.

—Marcus, no juegues con mi...

—Mis dos cabezas, Aleksandre.

Contengo la respiración, quito la mirada de la pantalla y la miro. Ella no despega sus ojos de la imagen.

Dos espesas gotas caen por sus mejillas sonrojadas cuando traga saliva.

—¿Dos? —Pregunta con voz trémula.

—Marcus —murmuro en advertencia sin apartar mis ojos de ella e intentando tragar el nudo en mi garganta.

—Efectivamente, están esperando mellizos.

Por alguna razón sonrío como un estúpido cuando ella empieza a reírse en medio de las lágrimas.

—Me hiciste dos...

Hicimos dos, fiera.

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