❆ XXXIX: Traición & felicidad ❆
Este cap es el más largo y uno de los más importantes de la historia. Me costó un poco escribirlo así que... disfruten, voten y comenten. Lxs estaré leyendo ♥️
Capitulo dedicado a adoree444 gracias por estar aquí (ノ◕‿◕)ノ*.✧👑
❆ ❆ ❆
~ TRAICIÓN & FELICIDAD ~
Aleksandre
Minutos antes...
Me paso el dorso de la mano por la nariz ante la molestia que me causa el olor de esos seres y continúo con mi tarea de encontrar a quien lideró el ataque.
Fue buena idea luchar solo con garras y colmillos. Si nos convertíamos hubiéramos estado en desventaja.
Afortunadamente la alarma sonó a tiempo. Pudimos llevar todos los niños y embarazadas al refugio, esas criaturas no nos tomaron muy por sorpresa. Hubiese sido una masacre porque, aunque no nos superaban en número, eran bastantes y la mayoría adultas bien entrenadas.
Remuevo cada pila con un palo mientras el humo asqueroso que expulsan termina viniendo en mi dirección. El olor me causa repulsión, ganas de quemar toda el área y establecer Wachsend en un lugar más apartado de todo el Mundo oculto.
—¿Qué estás haciendo, Alek? —La voz de Sebastian suena a mis espaldas.
—Buscando algo que me diga quien lideró el ataque —respondo irritado.
—Creo que matamos a todas.
—Debemos estar seguros de que matamos a todas. Yo necesito saber si le mandamos al infierno o si debo buscarle hasta en los confines de la tierra.
—Llevas una hora removiendo muertos.
—¿Quieres ayudarme?
—Ve a ver a Alexa —dice Amalia apareciendo enfrente de mí—. Nosotros seguiremos buscando.
Los miro por un momento, cavilando entre hacerlo yo mismo, ir al único sitio en el que quiero estar o dejar que lo hagan ellos. Al final termino cediendo.
—De acuerdo. —Señalo a Bastian—. Encárgate de que revisen minuciosamente los alrededores antes de que todos vuelvan a sus casas.
Me doy una ducha en el área de entrenamiento antes de volver a la mansión, porque sé que, en su estado, incluso la persona que más ama, con este olor encima podría causarle repulsión. Y la necesito cerca de mí, en estos momentos lo único que quiero es abrazarla, tenerla entre mis brazos. Recordarle que la amo y hablar de soluciones a los problemas que inevitablemente se nos vendrán encima.
Cuando vuelvo a casa y entro por la puerta principal, me sorprende percibir el mismo olor del que quería escapar. Frunzo el ceño, lo sigo hasta que abro la puerta del despacho de Bastian y veo un cuerpo calcinado en el piso roto. Una espada clavada en la pared y un camino de sangre seca que sigo hasta llegar al comedor y ver todo hecho un desastre.
Siento la presencia de alguien detrás de mí y me giro intentando mantener la calma que no siento.
—¿Quién entró aquí?
Él carraspea y observa todo durante unos segundos para luego mirarme a la cara.
—El híbrido francés. —Señala el desastre y la pared detrás de mí—. Al parecer era quien lideraba el ataque, y tenía un claro objetivo.
Me giro y observo lo que señala: la pared también tiene un agujero. Noto que es más pequeño que el anterior, eso es lo que pone mi corazón a bombear sangre a toda velocidad.
—¿Cuál? —Entrecierro los ojos sin dejar de mirar el agujero y me pongo más tenso al pensar en el cuerpo que fue estampado allí.
—Alexa.
Doy pasos lentos sin dejar de mirar la pared y la marca que hay en ella, al tiempo que escucho como los vidrios se rompen con cada paso que doy.
—¿No dejaste que la tocara? —Inquiero despacio en un intento de contenerme.
—Aleksandre, yo no...
La ira me consume y no puedo frenarme cuando lo tomo del cuello y lo estampo contra la mesa, rompiéndola en el proceso.
—¡¿No dejaste que la tocara, verdad?!
Sus ojos desprenden enojo, pero también reflejan arrepentimiento.
—Estás a tiempo de decirme que no te despegaste ni un jodido segundo de ella, Fabián.
Él no dice nada, porque si la falta de oxígeno pudiera matarlo ya estaría del otro lado. También porque reconoce que su tarea era no despegarse de mi esposa en ningún momento.
—¡Aleksandre, basta! —Julian hace que lo suelte.
—¡Te di una maldita orden! —Exclamo en su cara.
—¡¿Cómo iba a saber que estaba aquí?! ¡Esa mierda se hacía invisible!
—¡Permitiste que le pusiera sus sucias manos encima! —Respiro con dificultad pero lucho por no arrancarle la cabeza aún cuando en realidad es todo lo que deseo—. Lo que le haya hecho te lo haré el triple por lo que queda de tu miserable existencia.
Salgo despavorido en su búsqueda. No descanso hasta volver en mí y poder sentir su olor guiándome a nuestra habitación. Subo las escaleras, recorro todos los pasillos hasta dar con nuestra recámara y abro la puerta desesperación.
Ella se encuentra sentada en la cama con Adalia y su madre enfrente.
—Hablamos más tarde, hija. —Clea se levanta y deja un beso en su frente para luego salir, no sin antes darme una palmada en el hombro.
Cuando salen cierro la puerta, para luego acercarme a ella con cautela.
Al no contener más la angustia, tomo su rostro entre mis manos y lo evalúo junto a cada centímetro de su piel notando que no hay ninguna herida ni mancha de sangre.
—¿Todo bien, fiera? ¿Tú lo mataste?
Ella frunce el ceño durante unos segundos, pero su expresión se relaja y asiente.
—Quería hacerle daño a nuestros bebés.
—Bien hecho, meine Dame.
Ella me besa en respuesta, y yo siento como todo el río en mi interior vuelve a su cauce al saber que se encuentra bien.
Saboreo sus labios, y ella me da más de ese antídoto divino que jamás quiero perder. Porque ya no quiero abstenerme de ella, ya no puedo estar sin ella.
Nos besamos con ansias, y el deseo aumenta mientras siento el miedo al futuro danzar entre nosotros. Deslizo mis manos por su cuello, separo mis labios de los suyos para deleitarme con el aroma y color de su piel exótica. Ella jadea en respuesta a mis besos. Beso la zona de mi marca, vuelvo a sus labios mientras la desnudo y ella me desnuda queriendo adelantar el tiempo tanto como yo.
Me tumba en la cama, me llena de besos y me hace delirar con el recorrido de sus labios. Yo acaricio sus pechos, los beso, los muerdo y ella gime hermoso en respuesta, haciendo que las emociones invadan mi interior al escucharla, haciendo incontrolables mis ganas de sentirla, de hacernos sentir bien en medio del caos, de hacer menguar el miedo y de estar en mi paraíso.
Tomo sus caderas y la guío, siendo obligado a cerrar los ojos tras sentirla. Ella se aferra a mi cuello con sus brazos, yo a su cintura; nos besamos y nuestros pechos rozan mientras somos uno en cuerpo y alma.
Me separo de sus labios para jadear en busca de oxígeno y ella gime alto cuando la presiono más contra mí.
—Justo así eres aún más preciosa, adueñáte de mí, fiera —murmuro con mi mirada fija en la suya, contemplando su tormenta mientras ella causa desastres sobrenaturales en mí.
Mi cuerpo se tensa al sentir la contracción de sus músculos. Sus paredes me abrazan mientras ella me entrecorta aún más la respiración.
—Aleksandre.
Tomo su cuello con una mano, con la otra acaricio sus pechos, vuelvo a besarla pero me separo al instante y muerdo el lóbulo de su oreja.
—Mine.
Ella gime en respuesta.
Su cuerpo se estremece como resultado del placer, poco después yo también estallo. Me derramo en ella y termino pensando en las pequeñas vidas que crecen en su vientre.
Llevo mi mano a la zona y ella besa su marca en mi cuello, aún con el cuerpo tembloroso.
—Ellos van a estar bien, te lo prometo —susurra mirándome fijamente a los ojos—. No dejaré que nadie nos haga daño.
—De eso estoy seguro. Yo tampoco pienso permitirlo.
Nos quedamos en la misma posición durante varios minutos, besándonos e inevitablemente el deseo vuelve a consumirnos. Volvemos a hacer el amor, nos amamos... sellando mil promesas que cada uno haría lo que fuera para cumplir.
La tomo en mis brazos y me dirijo hasta la ducha. Allí el agua caliente se lleva la evidencia de nuestros orgasmos mientras nosotros nos abrazamos en medio de besos.
Disfruto de su compañía y la mantengo cerca de mi cuerpo sin dejar de acariciarla.
—Perdón por dejarte sola —murmuro rompiendo varios minutos de silencio.
—No te culpes... —susurra elevando el mentón para mirarme a los ojos.
—Debí quedarme contigo y no pensar que él te cuidaría igual que yo solo porque te ama.
—Fabián no tuvo la culpa, tú menos. Alguien bajo nuestro mismo techo envió a Dean por mí para evitar que nuestros hijos nazcan y ese es el único culpable.
Me quedo en silencio con la mirada fija en sus ojos mientras proceso sus palabras.
—¿Quién?
—No lo sé. —Se apresura a decir y aparta la mirada.
—¿Lo estás encubriendo?
Niega.
—No exactamente. Mi madre sospecha de alguien y hasta que yo no lea su mente no voy a decirte.
—Alexa...
—¿Qué?
—Dame un nombre.
Vuelve a negar y yo tomo su mentón con mi mano, obligándola a mirarme.
—Todavía no, Aleksandre.
—Por favor —acaricio su piel con mi pulgar—, debo sacar la rabia que llevo dentro o voy a explotar. Necesito descuartizar a quien sea que nos haya puesto en riesgo.
—Alek...
—Por favor.
Me calla con sus labios, luego sale de la ducha, dejándome solo, con ganas de hacer que todo arda.
Al terminar salgo de la ducha y encuentro el ventanal corredizo que dirige al balcón abierto. Deduzco que se encuentra allí y salgo.
—¿Cómo los llamaremos? —Pregunta al notar mi presencia. Me acerco a ella y me siento a su lado en el sillón, sintiendo la emoción que salta en mi pecho.
—Si uno de ellos fuese una niña, podríamos llamarla Leona —respondo con gracia, dejando mi enojo fuera de este momento.
Se recuesta en mi pecho y levanta el rostro, mirándome con una sonrisa.
—Y si el otro fuese un niño, podríamos llamarlo León.
—¿Por qué? —Su tono de voz me deja saber que no se está tomando muy en serio mi elección de nombres.
—Porque su madre es una leona —explico—, y su padre un león que protege a su fiera salvaje, aún cuando ella tiene las garras para defenderlo a él y a sus leoncitos.
Su sonrisa se ensancha y el brillo en sus ojos se intensifica.
—Es un significado hermoso —dice—. Podrían ser Lion y Lioness si tenemos un príncipe y una princesa.
Sonrío al notar como habla acariciándose el vientre. Pongo mi mano sobre la suya, ella la aparta haciendo que yo sienta su piel bajo mis palmas, y coloca sus manos sobre las mías poco después.
El corazón se me acelera más en cuestión de segundos.
—Lioness y Laurence, si son dos princesas —murmuro.
Vuelve a centrar su atención en mí.
—Lion y Lorenzo, si son dos príncipes —concluye.
Sonrío estando de acuerdo.
—¿Ya lo habías pensado? —Inquiere.
—Sí.
—¿Desde cuándo?
—Cuando llegaste a Wachsend rugiste, es lo que hacías casi siempre que hablabas.
—¿Y por qué fiera y no leona?
—Porque decirte fiera es más directo. Además, te conviertes en dragón.
Se queda pensativa por un momento y luego me mira con los ojos entrecerrados.
—¿Y desde cuándo tienes esos nombres?
Me aclaro la garganta, preparándome para mi propia confesión.
—Desde que he pensado en tener hijos contigo.
—¿Y desde cuándo estás pensando en tener hijos conmigo?
Sonrío con inocencia y ella se ríe.
—Desde que te vi quise hacerte un par de bebés, fiera.
—Aleksandre...
—¡Es la verdad! Eres irresistible, encantadora... hermosa —roso nuestros labios—, me cautivaste al instante.
—No lo parecía —deja un casto beso sobre los míos.
—Intenté disimularlo. Porque no era correcto, no eras mi compañera en ese momento. Por eso en cuanto vi una oportunidad aproveché el privilegio de poder elegirte.
Sus ojos se cristalizan.
—La tomaste y me diste una a mí.
Limpio la primera lágrima y la beso. Saboreando su felicidad, nuestra felicidad.
—Te amo —susurra.
—Dich liebe.
Toma mi cuello, vuelve a unir nuestros labios. El beso es lento y nos acariciamos con cariño. Al separarnos beso su frente, ella se levanta el camisón de dormir dejando a la vista su vientre y la ropa interior.
—Yo creo que ha crecido.
Se me escapa una carcajada y ella me mira fingiendo molestia.
—Alexa... —Observo su vientre plano y me muerdo el labio inferior intentando contenerme.
—Ha crecido un poco.
—Solo tenemos unos días embarazados, amor.
Entrecierra los ojos y yo alzo las manos en señal de rendición.
—Está bien, lo que tú digas.
Nos quedamos un rato en el balcón. Vemos la nieve caer, nos deleitamos con el aroma del viento y hablamos de diferentes temas.
Yo conservo mi mano en su vientre, su espalda está contra mi pecho y nos abrazamos en silencio hasta que siento una gota caer sobre mi brazo. Luego otra, y otra más hasta que entiendo lo que eso significa.
—¿Por qué lloras?
Ella niega sorbiendo su nariz, se gira para mirarme a los ojos y acaricia mi rostro.
—La persona que contactó a Dean para hacerme daño quiere que sufra. Y si es quién tengo en mente... me cuesta aceptarlo.
—Dime de quién sospechas —le pido.
—No puedo.
—¿Por qué no?
Me acaricia en silencio mientras yo observo su bello rostro con expresión dolida. Le limpio los rastros de lágrimas y también la acaricio logrando que se relaje un poco.
—Deseo poder saber lo que piensas —murmuro, distraído.
Ella permanece en silencio.
Mientras el tiempo avanza yo empiezo a ver sus ojos de manera diferente, como si me abrieran otra dimensión y comenzaran a mostrarme sus pensamientos.
Veo el momento en el que él toca su vientre con la espada, veo su aspecto, su oscuridad, escucho sus palabras, veo el momento exacto en el que Fabián lo clava contra el piso y ella lo decapita.
Mi sed de venganza disminuye al saber que ella hizo justo lo que yo hubiese hecho:
Arrancarle la cabeza sin miramientos.
—¿Qué estás haciendo?
—Leyendo tu mente .
Siento que me duele la cabeza y me veo obligado a cerrar los ojos por la intensidad del dolor.
—Mierda. ¿Qué fue eso?
—Un bloqueo. No me pediste permiso —contesta con tono gracioso.
—¡Tú no pides permiso para nada!
Ella se ríe y me besa.
—¿Cómo lo hiciste? —Pregunto cuando se aleja un poco.
—Adalia acaba de enseñarme.
La miro y ella sonríe con inocencia.
—Enséñame —no me resisto a su mirada y tomo su rostro entre mis manos para besarla una vez más.
—¿Ahora también lees la mente? —Pregunta sin alejarse.
—Pedí el deseo sin darme cuenta.
—Como me pediste a mí.
—A ti no te pedí por accidente.
Su sonrisa se ensancha.
—¿Qué viste?
—Descuida. No vi de quién sospechas, pero sí lo suficiente para esperar hasta que quieras decirme. O tal vez lo descubra yo mismo.
—No lo tomes a mal. Lo que no quiero es estar equivocada y que acusemos a alguien inocente.
—Contigo no me tomo nada a mal, Alexa.
Se queda en silencio, pero hablándome con su mirada mientras enreda sus dedos en mi cabello.
—Odio que seas tan hermoso.
—Me amas.
La tomo de la cintura y hago que se siente a horcajadas sobre mí.
—¡Oye! nuestros bebés.
—Hace rato no pensaste en ellos.
—Claro que sí...
—¿Segura? —Arrugo la frente—. Yo sentía que me ibas a lesionar.
—Aleksandre —me nombra en advertencia.
—Por tu culpa ya no podré tener más hijos —hago un puchero.
Ella me da un golpe en el hombro que apenas siento como una caricia. La observo durante unos segundos y eso es suficiente para que su falso enojo se convierta en un beso intenso.
—¿Ya estás más calmado? —Pregunta cuando nos separamos.
Suelto un suspiro.
—No, solo intento dejarlo de lado. —Acaricio su cuello—. ¿Quieres comer algo?
—Ya es muy tarde.
—Me da igual, vamos a abajo.
Ella termina cediendo. Se pone el albornoz y toma mi mano cuando se la tiendo. Abro la puerta y los dos salimos de la habitación con dirección a la cocina. Cuando llegamos me sorprende encontrar a Arian preparándose un té.
—¿Qué estás haciendo aquí a estas horas? —Le pregunta Alexa.
—Un té.
—¿Para qué?
—No lo sé, hace frío y aunque no me molesta quería probar algo caliente.
—Deberías estar durmiendo, Arian —le digo.
Ella no me responde.
Alexa se sienta en uno de los taburetes y me mira al tiempo que yo fijo mi mirada en la suya.
—¿Estás enojada conmigo? —Le pregunto a Arian.
—No.
«Mujeres.»
—Está prohibido mentirme.
—¿Por qué no me dejaste ayudar?
—Es eso —concluyo—. No te dejé ayudar porque Naimara estaba sola y tampoco era necesario que lucharas.
—Quería hacerlo.
—Y yo no quería que lo hicieras —replico—. ¿Ya te recuperaste? —pregunto al ver cómo baja la cabeza ante mis palabras.
—¿De qué?
—De tu corazón, de tu transformación.
—De mi transformación sí, quiero empezar a estudiar idiomas y a entrenar.
—¿Idiomas?
—Quiero tener con qué defenderme, además de garras, fuerza bruta, agilidad, velocidad y colmillos. Entrenar mi don, mi cuerpo, mi mente, aprender a controlarme... aprender otras lenguas.
—Son exelentes planes —la miro fijamente—. Arianna.
Eleva el rostro.
—Si vuelves a bajar la cabeza como acabas de hacerlo voy a encerrarte en una celda hasta que entiendas que eres parte de nuestra familia.
Traga saliva.
—Yo no...
—Sí lo hiciste —interviene Alexa—, y estoy de acuerdo con Alek. Frente en alto, siempre.
Arian sonríe levemente.
—¿Qué quieres comer, fiera?
Ella me mira.
—¿Puedes hacerme esa pasta que me preparaste en la luna de miel?
Asiento con una sonrisa sugerente.
—Puedo hacerte el mismo postre, si quieres.
—Sí quiero.
—No hablen de sexo enfrente de mí, por favor —se queja Arian.
—Nadie está hablando de sexo —miento.
—Están insinuando cosas.
—Debes limpiar tu mente, Arianna —le dice Alexa.
Ella entrecierra los ojos y se sirve el té fingiendo molestia.
—¿Quieres? —Le pregunta unos segundos después.
Ella le sonríe.
—Por favor.
Yo contengo las ganas de pedirle el mío y me concentro en hacer la pasta.
—Me enteré de que mataste al híbrido francés.
—No podía dejar que cumpliera su objetivo.
—¿Sabía de tu embarazo?
—Sí. Alguien de aquí le avisó.
—Pero, ¿quién?
—Alguien que va a morir —intervengo.
—A veces me asustas.
Alexa se ríe de su comentario y luego pregunta:
—¿Puedo saber quien es Naimara?
—La pequeña del caramelo —le respondo.
—A veces la cuido, es encantadora —agrega Arian con la taza a medio camino.
—Nunca la he visto.
—Es porque pasa la mayor parte del tiempo con Vanora —le dice.
—¿Por qué?
—Ella es su madre.
Alexa se queda en silencio y al instante sé lo que está pensando.
—No es mía —digo.
—No dije eso.
—Pero lo pensaste, fiera.
—¿De quién es? —pregunta unos segundos después.
—De más jóven le gustaba ir mucho a fiestas y esas cosas —empiezo a decir—. Yo no fui el primero, ni el último. La tuvo tiempo después de haber dejado nuestra... relación, atrás.
—Es madre soltera, el padre no se hizo responsable —agrega Arian.
—¿Ella la cuida bien?
—Muy bien.
—Es de admirar, entonces.
—Lo es —concuerdo.
—Y, ¿qué edad tiene Naimara?
—Dos años.
—Cuando leí su mente no vi ninguna niña.
—Es porque te centraste en sus recuerdos conmigo —le recuerdo girándome para mirarla con una sonrisa inocente.
Arian se ríe.
—Perro.
❆ ❆ ❆
Después de comer con nosotros Arian sube a su habitación y nosotros vamos a la nuestra. Alexa se duerme abrazada a mí después de su postre y me gustaría decir que yo hice lo mismo, pero estuve al pendiente de cada cosa a nuestro alrededor.
Al amanecer, me cercioré de que todo haya vuelto a la normalidad antes de sentarme a desayunar en la misma mesa que podría estar comiendo el ser que quiso derramar sangre de mi sangre.
Cuando Alexa y yo nos sentamos en nuestros lugares, las preguntas acerca de su estado y lo que pasó no se hacen esperar, pero una en particular es la que llama toda mi atención.
—¿Cómo supiste acerca de la inmortalidad? —Pregunta mirando a Alexa—. Tengo entendido que mataste a un inmortal y la forma de hacerlo no es algo que puede saber cualquier persona.
—Alexa no es cualquier persona, madre.
—No dije que lo fuera, hijo.
—Tu madre quiso decir que se alegra de que Alexa se encuentre bien, Wolf —interviene mi padre con voz cansina.
A veces me cuesta entender por qué mi madre dice ese tipo de cosas. Sé que se alegra de mi felicidad pero desde que sabe quien es Alexa ha cambiado de perspectiva. Sin embargo, es difícil saber lo que realmente piensa de una persona. Verbalmente es muy expresiva pero en silencio es difícil de leer.
—¿Dónde estuvieron ayer a la hora de la cena? —les pregunto.
—Yo la subí a su habitación —Responde Marina.
Centro mi atención en ella y me fijo en sus ojos, utilizando lo que he adquirido casi por error y me permite ver más allá de las puertas del alma.
Al no encontrar nada sospechoso dejo de mirarla y el resto de la cena me dedico a evaluar la mirada y las actitudes de cada persona a nuestro alrededor. No me sorprendo al notar que Alexa hace lo mismo con la calma que no siente.
La veo tragar saliva, apartar la mirada y cerrar los ojos con fuerza, como hice yo cuando me puso el bloqueo hace unas horas.
Me doy cuenta de que lo intentaba con la única persona que me falta. Me tomo el atrevimiento de sustituirla y mientras me introduzco en su mente visualizo la contracción de sus facciones. Desprende indignación, enojo, actúa como si intentara retener un montón de palabras que anhelan deshacer el nudo en su garganta.
Como si se sintiera oprimida.
Justo en el momento en que entiendo que el demonio que intentó poseer a mi esposa se está manifestando en ella, mi madre me mira asustada.
—Aleksandre...
—Ahora no, madre.
La bestia que llevo dentro amenaza con tomar el control de mí cuando arrastro la silla hacia atrás sin despegar mi mirada de la suya.
—Aleksandre...
Alexa me toma del brazo y yo la miro. Veo el dolor en su mirada, la rabia mezclada con indignación e incertidumbre.
Ella no quiere hacerle daño.
Pero no es mi familia, yo sí quiero destrozarle el cuello.
Me safo de su agarre y rodeo la mesa hasta quedar detrás de su silla. Su respiración se agita pero aún así se levanta y me encara.
—¿Qué pasa?
Tenso la mandíbula y la miro directo a los ojos.
—¿Disfrutaste verme buscando al culpable?
—No entiendo.
Suelto una risa irónica y la tomo del cuello con fuerza causando que ella agarre mis manos intentando soltarse.
—Aleksandre, suéltame. Necesitas calmarte, no quiero hacerte daño.
—¿Pero a tu sobrina sí? ¿Qué mierda te hizo? ¡Confiabamos en ti, maldita seas! —Le grito en la cara ignorando el alboroto a mi alrededor—. Lo único que necesito en este momento es matarte, Amalia.
Hago presión en su cuello con la intención de romperselo con mis propias manos pero ella logra safarse de mi agarre al clavarme un puño en el abdomen. Intenta escapar cuando mi agarre se debilita durante unos segundos, pero Clea forma un nuevo agujero en la pared con el cuerpo de su hermana. Sus ojos de color carmesí me hacen temer porque la mate y no me deje desquitarme, pero Alexa llama mi atención.
—No dejes que la mate.
Mi frente se arruga.
—Mandó a matar a nuestros hijos, Alexa.
—Lo sé... Pero debemos pensar en Bastian y en Arianna, Aleksandre.
Centro mi atención en Arian, quien observa como Clea ahorca a su madre con lágrimas en los ojos e intentando retener las ganas de defenderla, y a un Sebastian con ira contenida además de decepción.
—Arianna.
Ella se levanta de la mesa y se va.
—Alek, va a matarla... —susurra con voz trémula.
Quiero decirle que este no es el momento para tener piedad, pero en el fondo sé que ella tiene razón. Por más que Arian se resigne ella es la única madre que ha tenido; por más que Bastian conozca nuestras leyes, ella es su compañera. Por más que deseemos que sufra por lo que hizo, la muerte no es el castigo que necesita.
—Enciérrala —me dirijo a él.
—¿Cómo sabes que no dejaré que se escape? —Pregunta sin dejar de mirarla.
—Te costaría la existencia.
—¿Ya para qué quiero existir, Aleksandre?
—Me estoy conteniendo, en parte por ti, ¿dejarás que tu cuñada la mate?
Segundos después él se levanta y le pide ayuda a Julian.
Ambos se ganan una mirada asesina cuando le dicen a Clea que la suelte, pero Julian logra quitársela. Entre él, Bastian y mi padre se la llevan a las celdas.
—Si se les escapa rodarán cabezas.
—Descuida, yo no voy a permitir que eso pase —Clea se va detrás de ellos hecha una furia y con las mismas ganas de matar que yo siento.
Adalia le echa un vistazo a mi esposa, quien no ha dejado de mirar por dónde se han ido con Amalia.
—No vale la pena —le dice Adalia.
Ella me mira y sonríe con nostalgia.
—Tenían razón, nana. A veces vemos lo que deseamos en los demás y la envidia nos ciega.
—¿A qué te refieres? —Le pregunto.
—Amalia y Bastian cometieron el mismo error que ustedes —responde Adalia y yo entiendo al instante—, hace años. Pero tuvo una revelación parecida a la de Alexa en aquel sueño y no ha podido quedar embarazada a pesar de todos sus intentos.
—¿De qué error habla? —pregunta mi madre acercándose a nosotros.
—Estuvimos juntos antes de casarnos —respondo.
—Aleksandre...
—Ya lo sé, madre.
—Fue culpa mía, señora Géiser —Alexa se mueve incómoda a mi lado.
—Fue culpa de los dos —le recuerdo.
—Yo...
—Tú nada —la interrumpo.
—¿No han recibido ningún castigo?
¿Cómo es que...?
—Me arrepentí —le responde a mi madre—. Hice ayuno por varios días. Al volver de la luna de miel no oculté mi olor y sentía impotencia por mis errores. Durante ese tiempo descubrí que el sueño no se trataba de un posible castigo, sino de mi propósito. Cuando volví todos ustedes hablaban del cambio en mi olor, confirmamos lo del embarazo… y que son mellizos.
—¿Mellizos? —pregunta emocionada.
Asiento y ella sonríe.
—No puedo creerlo —sus ojos se cristalizan y noto que su alegría es sincera.
—Debemos hablar, madre.
—Yo... iré a tomar aire, necesito pensar —anuncia Alexa separándose de mí.
—Alexa —la llamo.
Ella se detiene y me mira.
—Con cuidado.
Me dedica una sonrisa leve y se aleja.
¿Quién diría que hace solo unas horas éramos las dos personas más felices del planeta? Lo seguimos siendo, pero con el sabor de la traición danzando en nuestro hogar la felicidad se contamina.
—Yo iré a mi casa, nos vemos luego —se despide Adalia.
Mi madre me mira, expectante.
—Vamos a mi despacho.
Empiezo a caminar hacia allí y ella me sigue. Cuando entramos cierro la puerta y enciendo un incienso.
Se sienta en un sillón y yo arrastro una silla para sentarme enfrente de ella.
—¿De qué quieres hablar? —inquiere.
—De varias cosas. Pero antes quiero disculparme. Por dudar de ustedes —digo con la mirada fija en sus ojos verdes.
—No hacía falta que te disculparas, hijo mío. En la posición que Alexa y tú se encuentran son contadas las personas en las que pueden confiar.
—Lo sé. Pero lamento dudar de mis padres, porque honestamente no creo que Wolf y tú sean capaces de dañarme, de dañar a la mujer que amo.
—Te amamos. Para mí es Anton y luego tú. Por ustedes soy capaz de lo que sea, pero para protegerlos, no para hacerles daño.
Se acerca más al borde del sillón y toma mis manos.
—¿Por qué la elegiste a ella?
Me tomo unos segundos para contestar.
—Yo no iba a elegir a nadie, estaba esperando. Pero Alexa llegó aquí y fue la razón para que cambiara de planes.
Sonríe, sin embargo, esa sonrisa no llega a sus ojos.
—No me gustan los conflictos que pueden dañar a mi gente, Alek. Y ahora eso es lo que veo por todos lados, y todos tienen que ver con ella.
Suelto un suspiro.
—Sus problemas son míos, madre. Nuestros. ¿Crees que ella quiere causarlos?
—No he dicho eso. Intento conocerla pero no puedo, solo me veo a mí con su misma edad.
—No te entiendo.
Ella suelta un suspiro, se levanta y se dirige al escritorio. Al volver tiene la pluma estilográfica que me regaló cuando tomé mi puesto girando entre sus dedos.
—Es muy jóven, y temo que termine causando nuestra destrucción.
—¿Por qué no confías en ella?
—Porque no la conozco.
—No la conoces porque no te permites conocerla. Desde que la viste por primera vez la pusiste en un lugar que no se merece.
—Porque es rebelde.
—Tú también lo eras, y lo sigues siendo.
—Y casi te pierdo a ti también por esa maldita rebeldía.
Carraspeo.
—Ya han pasado muchos años, no deberías pensar en eso.
—Lo sé, pero no dejo de pensar en eso cuando la veo y menos ahora que sé que lleva mis dos nietos en su vientre... no quiero que cometa el mismo error que yo y cada vez entiendo que su situación es mucho más grave. Yo solo era la compañera embarazada del Líder de Wachsend, pero ella es una híbrida, Reina y compañera del Rey de Wachsend. Y está esperando a los dos seres más poderosos del Mundo oculto.
»Todos van a querer evitar que mis nietos nazcan y si tienen que matarla lo harán con tal de impedirlo. Sé cómo es el maldito Consejo, sé como son todos. Y sé que si tú la pierdes a ella yo te perderé a ti.
Me quedo mirándola fijamente.
—No dejaré que le hagan daño.
—No tienes el control de todo, su propia tía la ha traicionado solo por envidia, Aleksandre. ¿Qué más están esperando que pase? Cuando los problemas estallen no podrás protegerla.
—En ese caso, no necesitará de mí. Ella puede protegerse sola.
—¿Y si no es lo suficientemente inteligente para hacerlo en un momento clave?
Se para enfrente de mí y toma mi rostro entre sus manos, mirándome a los ojos.
—Ella es mi nuera y la aprecio aunque no se note, pero no estoy lista para verte desecho, Alek. No estoy lista para ver a Wachsend caer contigo, con ustedes.
Tomo una de sus manos y deposito un beso en la palma.
—Confía en mí y en Alexa. Tú y un Wolf me educaron, ella fue educada por una Sierich, por el heredero de Dunkel y una vampiresa astuta, audaz e inteligente. Nosotros somos los únicos que lograremos destruir El consejo. Solo hace falta traer a Anker Soiledis, contactar un par de aliados más y no habrá quien pueda contra nosotros.
Sus ojos se cristalizan mientras sonríe.
—Eres igual que tu padre.
Suelto una risa leve y la abrazo.
—Soy Aleksandre Wolf Ackerman y la mujer más poderosa del Mundo oculto decidió ser mía.
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