❆ XXXIV: Plenitud ❆
~ PLENITUD ~
4:03 a. m. del día siguiente...
Una segunda pareja conformada por una guardiana y un vampiro se mezcló, de ella nació la segunda híbrida, que también fue capturada.
Por más que sus padres intentaron mantenerla oculta y protegerla durante años, la descubrieron. Por más que huían, los atrapaban, escapaban, y los volvían a atrapar. Por más que intentó resistir, también descendió.
Treinta y seis años después de su descenso, se descubrió la existencia de un hijo suyo: Anker Soiledis. El primer híbrido de tres especies y el más poderoso.
Vive oculto en el mundo, nadie sabe de él... la última vez que le vieron fue en una isla de Grecia a los treinta y cuatro años, cuando ni siquiera sus más cercanos sabían quién era.
Paseo mis ojos por los párrafos, otra de incontables veces.
Literalmente, cierta página del libro habla acerca de la segunda híbrida, la cuál existió hace siglos, y de su hijo: Anker Soiledis, el griego.
Pero yo siento que hay algo más allá de todo eso.
Suelto un suspiro y me masajeo la sien.
Vuelvo a releerla, intentando relacionar la información con otras cosas y con aquellos sueños.
Soñé que andaba en el bosque nevado, luego de haber sido traicionada por el hombre al que me até de por vida y con su descendencia en mi vientre. Lo más curioso, es que estaba sola y nadie me escuchaba, como en todos los demás sueños en los que escucho voces pidiéndome auxilio.
He descubierto que es una voz.
El problema es que no sé distinguir si se trata de un hombre o una mujer.
Pero he llegado a una conclusión... la madre del sueño a punto de perder a su hijo no soy yo, es ella. Pero para nadie es un secreto que Anker es demasiado poderoso y adulto como para dejarse atrapar.
Cuando lo descubrieron llevaba años siendo prácticamente inexistente. No han intentado atraparlo, porque, de ser así todos los clanes y reinos del mundo oculto ya se hubieran enterado de ello.
Estoy segura de que el griego no es a quien tengo que liberar.
No es blanco fácil para ellos.
Además, ¿por qué lo capturarían y dejarían vivo cuando conocen el método que puede acabar con su inmortalidad y han establecido leyes acerca de este con todos los demás híbridos?
No tiene sentido.
Han ordenado matarnos apenas nos atrapen.
Pensar en sus leyes, en lo que empiezo a descubrir me hace darme cuenta de que hay algo muy oscuro detrás de todo esto.
Un plan macabro.
Si conoces la relación de un híbrido con Lo divino y acerca de las torturas al primero, te das cuenta de que ese conjunto de personas que mantiene la paz en el Mundo oculto no opera bajo la voluntad de Lo divino. No puedes ser tibio, o eres frío o eres caliente. Y si no estás haciendo la voluntad de Lo divino, de algún u otro modo, dejas que te use el infierno.
Dirijo mi vista hacia el ventanal... está claro. Tienen a un híbrido en las ruinas por una razón desconocida que debo descubrir. Y si no es Anker, ha de ser el francés. Y si no es el francés, ni Amalia, ni mi madre, ni el griego, ni yo... o es otro híbrido que aún no está registrado, uno apunto de nacer; o es la madre de Anker.
O quizás el libro sobre mis piernas sea una muestra de cómo todos hemos sido engañados por el consejo y ningún híbrido ha muerto.
El anciano no los tolera hace siglos, lo hace saber en cada uno de sus libros, especialmente en 'Los legados del consejo'. Su intención es exponerlos, no dejar que sus acciones sean olvidadas...
Tengo miles de dudas.
Millones de preguntas.
Siento la necesidad de saber quién es el padre del griego, su especie y si aún vive.
En ninguna parte se habla de él.
Tampoco se habla de mis abuelos maternos, ni de los del francés...
Y todo eso es lo que me genera más necesidad de respuestas: tantos detalles importantes que han sido omitidos.
Tal vez deba seguir descubriendo cosas, o confiar en lo que ya descubrí y podría ser cierto.
Miro hacia el techo y cierro los ojos, tomando aire con el corazón acelerado.
—Te pediré dos cosas: que no me quites tu dirección... y que me confirmes cualquiera de estas teorías para saber por dónde seguir.
Me quedo en silencio, esperando algún tipo de respuesta y cuando empiezo a abrir mis ojos, resignándome a esperar un poco más, algo inesperado me hace sonreír.
«Eres libre por confiar en tu instinto.»
«Y no necesitas hacer para ser, ya eres.»
«Yo te hice ser».
Cierro los ojos, queriendo sentir de lleno aquella presencia abrasadora y saciable como fuente en medio de un desierto.
Aquellas palabras se repiten en mi mente una y otra vez, haciéndome sentir con el verdadero poder para hacer las cosas, para confiar en mí, en quien soy y lo que debo hacer.
—No te apartes de mí otra vez, y que se haga tu voluntad. No la mía.
❆ ❆ ❆
Después de ducharme, organizo el desastre que acusé en la habitación. Me peino, tomo el libro, la llave y mis demás pertenencias.
Observo el reloj, notando que dentro de nada va a amanecer.
Salgo de la habitación y, siendo guiada por su olor, llego al lugar en el que supuse debía estar. A aquella habitación, nuestra habitación.
Tomo el pomo de la puerta y me sorprendo cuando guira. Entro, encontrándome con un lugar mucho más hermoso, elegante e íntimo de lo que esperaba. Paredes decoradas a lo antiguo, un balcón igual de espacioso que toda la habitación, una cama amplia, una biblioteca y muebles combinados de manera perfecta.
Tiene esos aires de antigüedad y modernidad que me encantan de todo el lugar.
No quiero saber cuántas parejas han pasado por esta pieza, solo me concentro en pensar que ahora es mía y de ese hombre que me observa desde la cama, aquel que se encuentra completamente desnudo y conserva esa serenidad que te hace saber que podría asesinar a cualquiera y dormir plácidamente.
Aparto los ojos del rey encima de la cama, regulo las luces anaranjadas para que sean más tenues y me tomo mi tiempo organizando mis cosas junto a las suyas, produciendo ruidos que rompen el silencio.
Varios minutos después, solo me queda el libro, le hago un lugar en uno de los libreros y lo cierro con la llave dentro.
«Ya me lo sé de memoria.»
Al terminar me quito el albornoz y lo pongo a un lado. Me siento en un sillón con las piernas cruzadas y lo observo. Cavilando entre hablar o simplemente tirarmele encima.
Cuento los segundos sin saber qué camino tomar hasta que opto por decir algo.
—Quiero...
—No te disculpes —me interrumpe.
—No iba a hacerlo.
—Creí que sí.
—No voy a disculparme por necesitar un poco de espacio.
—No quiero que lo hagas. A juzgar por cómo saliste corriendo hace casi tres días, sé que no...
«Tres días.»
—No sentí las horas como días —lo interrumpo yo esta vez.
Pasan algunos segundos en los que solo nos miramos en silencio hasta que él sonríe despacio, se levanta, viene a mí y me toma de la mano para luego pegarme a su cuerpo, haciéndome sentir su piel cálida contra la mía.
—Creí que al volver a verte tendrías unas ojeras enormes, que te cortarías el pelo para cerrar la etapa y que andarías dando órdenes a todos.
Sonrío, pasando mis manos por su cabeza y notando que quién se cortó el cabello fue él.
—No me he topado con nadie para darle órdenes, tengo muchas cosas que hacer pero cuidarnos está entre las primeras —susurro—. Necesitaba verte.
Deslizo mis manos por sus brazos enredados en mi cintura y luego lo abrazo por los hombros.
—Y dormí bastante bien, probablemente mucho más de lo que voy a dormir en lo que resta de un día que a penas empieza.
Su sonrisa se ensancha.
—No vas a dormir hoy. Y está mucho más hermosa que siempre, meine Dame.
Me pego más a él, y no dejo de contemplar sus ojos.
—Usted está escandalosamente provocador.
—Sabía que vendrías, y me acosté desnudo cada noche.
—¿Sí?
—Sí. Quería que al vernos dejáramos todo claro sin mediar palabras. —Toma un mechón de mi pelo y juega con él entre sus dedos—. Te he extrañado.
—Ni siquiera estaba lejos de ti.
—Cuando me has acostumbrado a tenerte a mi lado, se siente como si te hubieras ido a Alaska sin mí.
Suelto una risa leve.
—Pudiste buscarme.
—Si hacía eso me ibas a pedir el divorcio.
—No es cierto —digo, graciosamente escandalizada.
—Sé cuando acatar las órdenes de una mujer y cuando no. Estoy seguro de que si hubiese interrumpido tu ayuno Lo divino me hubiese puesto un severo castigo y también tendría que lidiar con tu ira.
Acerca su rostro al mío, causando que se mezclen nuestras respiraciones mientras yo sonrío, embobada.
—Tengo mucho que decirte. —Pego mi frente a la suya.
—Sé que después de estar meditando tienes un norte bastante claro. Sé que viene el caos...
—Hay vida después del caos.
—Lo sé. Pero yo sería capaz de dar la vida con tal de que mi reina salga de él sin un rasguño.
—Tú eres mi vida, Aleksandre. Si mueres por mí, me matas.
—Yo también he pensado en tu ausencia...
—No permitiré que hagas nada por mí, Alek —lo interrumpo, sabiendo lo que pretende decir.
—No vas a mandarme en una guerra.
—Pruébame.
—Soy tu rey.
—Susurrame eso mientras me haces tuya y veremos.
Apenas pasa un segundo después de que termino la frase y él ya está desnudandome.
Toma el borde de la única prenda que llevo encima y me deja desnuda ante él. Me alza y yo me abrazo a su cuello. Segundos después mi piel está sudada, me pego más a la pared con cada estocada y sus labios intentan apoderarse de los míos mientras nuestros cuerpos se unen.
Suelto pequeños jadeos involuntarios y no los reprimo, sé que le encanta escucharme tanto como a mí me gusta escucharlo a él.
—Me deleito escuchando cómo te hago sentir —susurro entrecortada.
Cada segundo hace más intenso el roce, el olor a pasión y las sensaciones.
—Dímelo —le pido.
—¿El qué? —Resolla contra mis labios.
—¿Quién eres?
Se aleja de mis labios, lame mi cuello, la zona de su marca y asciende hasta tener el lóbulo de mi oído entre sus dientes.
—Ich bin dein König (soy tu rey)
Cierro una mano alrededor de su cuello y sonrío cuando él gruñe.
—Und ich bin deine Königin (y yo soy tu reina)
❆ ❆ ❆
Suelto un suspiro y me tumbo a su lado, clavando el codo en la almohada para poder observar su rostro. Sus dedos trazan figuras irreconocibles en mi espalda, mientras yo observo sus ojos verdes con aquel cerco un poco más oscuro junto a la pupila y esas rayitas ámbar.
—Es como si alguien se hubiera tomado el tiempo de trazarlas...
Se ríe.
—¿Qué?
—El ámbar en tus ojos.
—Ah.
Los míos bailan sobre su rostro, observando cada expresión, cada facción y, gracias a eso, noto el momento exacto en el que sus labios forman una amplia sonrisa.
—Te gustan mucho —afirma, apartando el pelo de mi cara.
—Mucho —me acerco un poco más y deposito un casto beso en sus labios—. ¿Por dónde empezamos?
Inhala profundamente.
—Por dónde quieras.
Me tomo unos segundos, sintiendo su caricia y las repercusiones de su cercanía en mi interior.
—El consejo tiene a la madre del griego en las ruinas.
Noto la sorpresa en su rostro, pero se mantiene tranquilo.
—¿Cómo llegaste a esa conclusión?
—Tengo un libro que habla acerca de ellos y conecté varias cosas con los sueños que he tenido últimamente. En especial con aquel en el que perdía un bebé.
Él me pega más a su cuerpo.
—Siento que no se trata de mí —continúo—. He soñado con alguien pidiéndome auxilio, varias veces. Y... creo que se trata de ella.
—Pero, ¿por qué?
—Es mi instinto, Alek.
—Aleksandre.
Su corrección me hace rodar los ojos.
—Para todos ella está muerta, pidió descender.
—No sabemos bien si eso es verdad. Y es lo que debemos descubrir —respondo—. El consejo está haciendo algo muy turbio y Lo divino quiere que desarmemos sus planes. Y siento que mientras más rápido lo hagamos, será mejor.
—Fiera, tenemos que planear esto bien.
—Amor, ya no hay tiempo para hacer planes. —Me separo de él, busco ropa y me visto.
—¿A dónde vas?
—¿Qué contactos tenías para encontrar al griego y al francés? Necesito que nos reunamos todos para buscar a El anciano. Cuanto antes, mejor.
—El medio para reunir a los demás híbridos es El anciano —él me imita.
—¿Sabes dónde encontrarlo?
—Únicamente los Sierich conocen su ubicación.
Dejo de moverme.
—Adalia es una de ellos.
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