❆ XXXIII: Serendipia ❆
~ SERENDIPIA ~
«Hallazgo valioso
que se produce
de manera
accidental o casual.»
El claro en el bosque nos recibe, el aire helado me hace pensar en lo que quedó atrás junto a Alaska. En mis labios se forma una pequeña sonrisa de regocijo al tener flashbacks de cada momento y noche que pasamos allí. Es reconfortante saber que no los perderemos aunque estemos a miles de kilómetros de aquel paraíso helado que fue testigo de cada uno de ellos.
Caminamos por varios minutos hasta llegar al pueblo de Wachsend. Avanzamos uno al lado del otro por las calles de piedras incrustadas, teniendo como destino aquella mansión al final del camino que se va a convertir en mi hogar.
—Creo que estoy un poco asustada —murmuro, captando el sonido de puertas y ventanas a nuestro alrededor abriéndose.
Lo miro, en el momento exacto para ver su pequeña sonrisa. Segundos después, noto su mano en mi espalda baja.
A medida que avanzamos más personas nos observan con curiosidad, sorpresa, admiración y, ¿temor?
Ralentizo mis pasos, provocando que Alek me mire, confuso.
—¿Todo bien?
Me fijo en sus ojos, en sus facciones y en cómo desprende más curiosidad a medida que hago más lento mi andar.
Escucho el viento, lo siento golpearme el rostro en una caricia helada que me despierta aún más. Observo el suelo húmedo, las últimas hojas del otoño ser cubiertas por la nieve, y a esta última terminar derritiéndose.
Me detengo por completo y sigo estudiando mi alrededor.
Los integrantes de Wachsend no dejan de asomarse a mirarnos, somos el centro de atención por una razón desconocida que...
«No puede ser.»
¿Qué les llamaría la atención de nosotros si ni siquiera estamos manteniendo una conversación?
—Es nuestro... —tomo aire—, es mi olor.
Vuelvo a conectar con su mirada, veo el momento exacto en el que la confusión desaparece y es reemplazada por el enojo.
—Fluch —maldice—. Lo olvidamos.
Todos perciben mi olor de híbrida. Ese olor tan intenso y delatador como el de un Líder. Cualquiera lo sentiría a kilómetros, al igual que mi presencia, él se impone y se hace sentir.
Alek se aleja de mí para acercarse a un grupo de personas.
—¿Pasa algo? —Le pregunta a una jóven.
Ella inclina el rostro y luego lo mira fijamente.
—Es que —aparta la mirada, pero parece recordar algo y vuelve a mirarlo fijamente a los ojos—, ustedes son nuestros Líderes. Además, el... el olor de la reina es diferente, raro y demasiado intenso.
—Creíamos que era humana —quien dice aquello es un hombre, el cual se acerca a la mujer, abrazándola por la cintura.
—En ningún momento confirmamos teorías —eleva la voz—. ¿Alguien más pensaba que la reina era humana?
—Eso creímos la mayoría, Líder.
—No podíamos olerla.
—Eso pensábamos.
Las respuestas se escuchan fuertes y claras, más personas se aglomeran y yo no sé cómo rayos actuar por lo mucho que significa estar tan expuesta ante ellos.
—Su olor era oculto por obvias razones —su voz no flaquea, el tono autoritario y alto que utiliza demuestra su determinación. «Ya no tiene caso ocultarlo cuando mi olor es tan jodidamente obvio.»—Hace poco, un grupo de vampiros intentó atacar nuestra manada mientras sus Líderes estaban de luna de miel. Es curioso que durante varias semanas estuviéramos en paz y que cuando no me encuentro en Wachsend nos ataquen. ¿No es así?
Las respuestas son afirmativas.
—Por lo que alguien, uno de nosotros, no fue leal a sus principios y nos expuso. Alguien a nuestro alrededor, ayudó al enemigo a atacar a su propia gente y vamos a descubrir al culpable. Pero que quede claro: nuestra manada no es un blanco fácil, y ahora que saben que nuestra reina es una híbrida me encargaré personalmente de destruir a quien sea lo suficientemente desleal como para traicionar a Wachsend.
»¡¿Está claro?!
—Sí, Líder.
—Espero que como nuestro pueblo —dice con firmeza, siendo ese Líder de la manada al que todos tienen respeto—, sean leales a nosotros tanto como nosotros sus Líderes somos leales a ustedes.
Mis ojos arden, siento algo intenso comprimiendo mi pecho que se vuelve aún más doloroso cuando sus ojos se clavan en los míos. Vuelve a mí bajo la atenta mirada de todos, rodea mis hombros con sus brazos, abrazándome... sabiendo lo mucho que significa esto para mí.
No le correspondo.
Siento ganas de desaparecer, me siento inútil, débil y la persona más incompetente del planeta.
—Fiera —me susurra—. Amor, todo va a estar bien.
Me escondo de sus ojos cuando toma mi mentón para que lo mire, evito su mirada artística a toda costa mientras el nudo en mi garganta pide ser desatado.
—Amor, mírame.
Niego, apartándome.
Tomo una de sus manos, la llevo a mis labios, la beso sin mirarlo a la cara y me alejo.
—Necesito estar sola.
—Alexa —intenta detenerme, pero me aparto—, Alexa, no te pongas así.
—Solo... dame tiempo. Por favor.
Mis pasos resuenan a medida que avanzo y me adentro a la mansión.
Mis padres me llaman, Amalia me llama, todos me nombran intentando obtener mi atención y descubrir la causa de que...
De que me quiebre por un acto de amor.
«O por mis descuidos.»
Llego en segundos a la habitación, dejo la maleta encima de la cama, azoto la puerta causando un estruendo. Pongo el seguro y la obstruyo con un sillón.
Me quito las botas, el gabán, me sujeto el pelo; frustrada y con el corazón partido en dos.
Un grito desgarrador me abandona causando que me duela la garganta. Y seguido suelto otro, y otro, y otro, y otros más hasta que mi voz se vuelve apenas audible.
—¡Dame una señal! —Grito a la nada que es todo—. ¡¿Para qué me elegiste?!
Caigo de rodillas al piso, sin fuerzas.
—Por favor, no quiero que nadie sufra por mi culpa. No quiero que nadie salga perjudicado por mi existencia. Acaba con todo esto, te lo ruego.
Recuerdo cada error, los momentos de debilidad, aquellos en los que me rompía. Aquel sueño...
—Perdoname —lloriqueo—. Pon a otra persona más competente en mi lugar. Te has equivocado conmigo, elige a alguien más. Yo... yo no puedo...
Pego mi espalda a la pared, escondo el rostro entre mis piernas y me abrazo las rodillas.
—Yo no puedo.
Las horas pasan mientras lloro en silencio, le grito a aquel ser por el cual existo, le suplico respuestas y me replanteo la existencia hasta quedarme seca; y sin voluntad propia me dejo caer en la oscuridad.
❆ ❆ ❆
Camino en medio del bosque negro, gélido y frío. Sola, con el vientre dolorido, cubierta de barro y sangre.
Escucho voces llamarme y las reconozco de algún lado.
¿De un sueño?
No tengo idea.
Procuro acercarme al lugar de dónde provienen, pero se callan, dejo de escuchar el llamado de auxilio.
Continúo caminando.
Tropiezo con una piedra, me lastimo y...
Abro los ojos.
Observo la habitación y noto que estoy encerrada, yo me encerré.
Todo está fuera de lugar, desordenado, al igual que mi mente.
Siento el cuerpo pesado y un dolor fuerte en las costillas, como si me hubieran pateado recientemente.
Me levanto del piso, me acerco a la cama y me dejo caer boca abajo en el colchón soltando un quejido cuando una punzada me hace doblarme, y sujetarme el vientre en busca de alivio.
—Si me vas a quitar un hijo, prefiero que me dejes estéril —susurro, con la voz desgarrada al recordar aquel sueño. Con los ojos llenos de lágrimas y el corazón pesado, como si hubiese amado y fracasado demasiadas veces y ya no deseara latir más.
»Sé que hice mal, fui débil, no pude controlarlo... pero si recibiré un castigo te pido que sea de otra manera, no quiero que me hagas crear una vida para luego quitarmela.
La oscuridad me hace saber que es de noche, ni siquiera me molesto en mirar el reloj en la pared para saber qué hora es, simplemente vuelvo a dejarme vencer por el cansancio emocional.
❆ ❆ ❆
Al día siguiente...
Despierto y me remuevo con incomodidad. Esta vez sí miro el reloj, que marca las tres. Observo a mi alrededor, noto que todo está bañado en oscuridad y no sé distinguir si se trata de un nuevo día o de que dormí un par de horas que siento fueron eternas.
Me levanto, más animada. Agudizo mis sentidos mientras observo a través del ventanal.
Los copos de nieve se mecen al ritmo del viento y yo los envidio, deseando sentirme así de ligera, no con tanta carga como me siento justo ahora.
Siento que sin haber cumplido mi propósito no soy a pesar de ser.
Miro hacia la puerta, pero desvío la mirada casi al instante, pensando en cada persona que podría ver si la cruzara.
«Pero aún no estoy lista.»
Aún no tengo la fuerza suficiente para mirar a Alek a la cara y decirle una vez más que tengo miedo. No me molesta sentirlo, ni tenerlo... me molesta que eso afecte mi estado de ánimo, me molesta saber que aún no puedo descubrir mi propósito.
Me molesta estar dejando que me venza el temor a lo desconocido. Me molesta dejar de vivir el presente por temer al futuro, me enoja saber que por mi culpa miles de personas podrían ser masacradas.
Voy al vestidor, me desnudo y me paro frente al espejo, soltando un suspiro pesado.
Me observo detenidamente. Primero mis ojos, irritados, cargados de desesperación... luego mis labios, pálidos y secos. Después mi cabello, hecho un desastre: desordenado y enredado.
Vuelvo a mis ojos y los veo llenarse de lágrimas.
—No saldrás de aquí —me hablo—, no hasta que recuerdes quien eres y por qué naciste. Lo divino te eligió por una razón. Eres capaz de descubrirla y de mucho más. No dejes que te doblegue la incertidumbre...
Trago saliva sin dejar de mirarme y carraspeo, procurando que mi garganta deje de doler.
Inhalo, exhalo, vuelvo a vestirme con una sola prenda y me ato el pelo.
Busco 'Los legados del consejo', la llave, abro el libro y vuelvo a leer la historia de los híbridos.
Varias horas de lectura después, me sorprendo al ver la relación entre detalles que no noté otras veces. Como eso de que el clan de vampiros que el consejo destruyó hace años era dirigido por uno de ellos, quien fue asesinado semanas después.
¿Por qué aniquilarían a uno de los suyos y a su clan?
¿Por traición?
¿Por desacuerdo?
Continúo leyendo, me pierdo entre las líneas de cientos de páginas que expresan cada suceso como si el autor no quisiera que esos legados sean olvidados. Siendo tal aquel deseo que la extensión del libro es de casi 1500 páginas.
Al leer presto atención a cada detalle. Especialmente a la mención de las ruinas procurando saber dónde se encontraba el clan, pero a medida que avanzo confirmo que la ubicación del lugar no es algo que se maneje a la ligera, porque, si El anciano, el mismo autor de Los legados del consejo y guardián más adulto en la actualidad; no pone la ubicación del lugar en el libro, ha de ser por una razón importante.
Tardo minutos pensando en teorías, leo otras historias sin tener mucho éxito en mi investigación... hasta que las conecto con los sueños que he tenido últimamente.
Hace años sueño que busco las ruinas, además he intentado encontrar el lugar varias veces, sin éxito alguno.
Luego de mi primera vez con Alek soñé que perdía un bebé.
Luego sueño con voces que me piden auxilio y...
Las ruinas.
Libertad.
Me levanto de la cama y empiezo a caminar en círculos por la habitación.
«¿Hay alguien encerrado en las ruinas?»
En mis labios se dibuja una sonrisa leve, pero triunfante.
—Quieres que libere a alguien.
Entonces la cicatriz de una L en mi nuca no es de Libertad, es Liberación.
Pero, ¿a quién debo liberar?
¿Quién lo tiene encerrado?
¿Por qué?
¿Desde cuándo...?
Vuelvo a aturdirme con más preguntas y decido despejar la mente durmiendo un poco más.
Ya llevo horas tragando más y más páginas, intentando descubrir de qué se trata mi propósito. Y, aunque he avanzado considerablemente, siento que cada vez necesito más respuestas.
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