❆ XXXII: Libertad ❆
~ LIBERTAD ~
Alexa
Abro los ojos sin muchas ganas, sin querer despertar en la realidad; no porque odie mi presente, sino porque no me emociona mucho el saber que es el último día en medio de este pedazo de cielo en la tierra en el que mi esposo y yo nos hemos entrelazado hasta las entrañas.
Despertar es hacer frente a la vida que me espera en Wachsend. Y no, no me refiero a mi matrimonio ni a ser la Líder, sino a las investigaciones que pretendo hacer junto a Alek para descubrir más acerca de lo que debo hacer en un futuro, y poder vivir en tranquilidad hasta donde sea posible.
Nuestra estadía en Alaska se resume en: discusiones tontas, reconciliaciones instantáneas, comida, paseos, algún tipo de entrenamiento, besos, comodidad, conversaciones profundas, amor e intimidad.
Alek y yo nos hemos tomado el tiempo de conectar aún más y conocer cada mínimo detalle acerca del otro.
Si bien hoy es un día en el que no sé qué haremos, estaría de acuerdo con que nos quedemos en la cama sin hacer nada más que el amor y hablar de cualquier cosa que se nos ocurra.
Miro hacia el ventanal que separa la habitación del balcón y luego al techo.
Está nevando.
La sensación que se posa en mi pecho es de completa comodidad al observar los copos de nieve ir cubriendo mi vista poco a poco. Inhalo el aroma del hombre a mi lado, sonrío al sentir su desnudes y pienso en que las prendas que trajimos apenas han sido tocadas.
Mi sonrisa se ensancha cuando noto el movimiento de su mano en mi vientre.
Es increíble como lo que anhelas te hace actuar.
Al parecer desea un hijo tanto como yo y, teniendo en cuenta todo lo que hemos hecho, piensa que ya tengo nuestro primer bebé creciendo en mi interior.
Su ilusión me encoge el corazón, pero me hace sentir insegura pensar en la esterilidad, en aquel sueño en el que perdía a mi vida... demasiadas cosas me causan aflicción y aunque intento ocultarme de sus ojos en esos momentos, su instinto, la atención que mantiene en mí, además de nuestra conexión, se lo hacen saber.
Poso mi mano sobre la suya pego mi espalda a su pecho al tiempo que pienso en cada cosa que ha pasado en las últimas semanas.
Estoy aquí a base de errores y actitudes inmaduras, gracias a que —en los momentos adecuados para reaccionar y pensar en las posibles y futuras consecuencias, de acuerdo a quien soy y lo que represento— no actúe de la mejor manera.
Al darme cuenta me arrepentí de cada error, incluso de los que no eran erróneos y me afectó demasiado saber que en ocasiones puedo llegar a perder la cabeza por causa de mis emociones. Afortunadamente, las cosas no se salieron demasiado de mis manos, o tal vez sí, pero no de una forma que deba lamentar.
Alek me eligió, yo lo elegí, me entregué a él. Decidí ser suya a cambio de que él fuera mío para que fuéramos nosotros. No empezamos bien, pero me alegra saber que tenemos tiempo para corregir y avanzar juntos.
Miles de preguntas y posibles escenarios irrumpen en mis pensamientos sin que los pueda detener a medida que pasan los minutos.
Suelto un suspiro y me remuevo despacio, para no alertar a Alek.
Está más atento a mí.
Pero yo sé que es mejor ignorar eso, al igual que evitar hacerme ilusiones, o podría terminar con el corazón roto. Suficiente es pensar en miles de escenarios si llegara a estar embarazada en los cuales nada termina bien.
Sacudo la cabeza, intentando alejar esos pensamientos y recuerdo la marca en mi nuca.
Libertad.
Cierro los ojos, pensando en los significados de esa palabra, en sinónimos y antónimos, lo que sea, cualquier cosa que me diga algo.
El tiempo no se detiene a esperar que encuentre las respuestas, pasa y yo no llego a ninguna conclusión. Cada teoría la descarto, me frustro. Quizás creí que al intentar descubrir de qué se trata mi propósito (cuando solo tengo una palabra) podría descubrirlo tan rápido como pude leer la mente de Alek.
Inhalo y exhalo, intentando alejar la desesperación que empieza a inundarme tras no llegar a ninguna conclusión.
«Necesito saberlo». Abro los ojos, clavandolos en el techo... «Dame una señal». «Dime algo, lo que sea». «Quizás se trate de algo que podría descubrir con facilidad pero no lo he hecho. Tal vez, después de todo, yo no sea la indicada para descubrir qué quiere decir esa marca en mi piel». «Quizás debiste elegir a alguien más y no a mí...»
—Desde aquí puedo escuchar el ruido en tu cabeza.
Mi pulso se acelera por la impresión, pero logro estabilizarme apenas segundos después.
—No sobrepienses, fiera —su voz somnolienta y las caricias que empieza a dar en mi cuero cabelludo me relajan un poco—. ¿Qué era esta vez?
Me quedo en silencio durante unos segundos.
—No quiero hablar de eso.
—¿Pero sí quieres pensarlo? tal vez sea: «no quiero hablarte sobre eso, mi amor», ¿cierto?
—Puede —mis labios forman una sonrisa leve.
—¿Debo ganarme tu confesión?
—Tal vez —murmuro dejando de mirar hacia el cristal.
—¿Con qué, Meine Dame?
—Quizás un beso sea suficiente.
Dejo de darle la espalda. Me acomodo, quedo cara a cara con él y fijo mi atención en sus ojos. Él se acerca a mí y yo le correspondo cuando me besa, queriendo decirme algo que entiendo al instante.
Cuando nos separamos, me mantengo en silencio durante unos minutos y él espera, paciente, dándome mi tiempo.
—Tengo miedo, Aleksandre —admito, sin dejar de mirarlo—. Tener tanto poder y una misión que desconozco no es algo que me alegra.
Trago saliva y esta vez sí aparto la mirada de sus ojos.
—Encima pienso que soy estéril, que si llegara a tener un hijo tuyo creciendo dentro de mí algún día no sería capaz de protegerlo de tanta maldad. Temo cometer más errores que sí puedan afectarnos.
Permanece en silencio.
—Libertad... No consigo confiar en que se trata de algo específico. Empiezo a creer que es algo y algo me dice que no es, que piense, que dé más de mí. Alek, yo... —mi voz se quiebra y él me aprieta más contra sí.
—Calma. Lo solucionaremos. Al volver buscaremos la forma de arreglar todo esto —deja varios besos en mi frente—. Y si fueras estéril podríamos adoptar, como Amalia y Bastian hicieron con Arian. Si perdiéramos un hijo, dolería, demasiado, pero ningún dolor es permanente, fiera. Si me tomas de la mano me mantendré firme, y si te derrumbaras me tragaría el dolor para sostenerte.
Sonrío con la mirada empañada, al tiempo que él me aparta el pelo del rostro.
—Está bien adoptar, Alek. Pero sé que no se sentiría igual si logramos tener un bebé nuestro. Sangre de nuestra sangre.
Acuna mi rostro con una de sus manos.
—Fiera...
—Lo deseo —tomo aire—. Pero sé que en nuestras circunstancias sería un riesgo constante.
Él permanece en silencio durante unos segundos.
—Podemos con esto —susurra— contra los miedos, contra las inseguridades. Contra todo.
—Eso creía, hasta que me hablaste de la inmortalidad—susurro.
—Alexa, tienes la autoridad de destruir a cualquier criatura. Aún no eres consciente del poder que Lo divino te ha dado.
—Lo soy. Pero tengo miedo —tomo aire—. Y, probablemente no sea la unica híbrida con las habilidades de varias especies que aún vive. Tal vez haya un híbrido de seis especies andando por ahí, cazandonos.
—Me hubiera enterado, soy miembro del consejo. Ante los ojos de los demás también aborrezco a los híbridos. —Suelta un suspiro, sin dejar de mirarme a los ojos, acariciando mi rostro con sus dedos—. Pero los aborrezco más a ellos mismos.
—¿Eres el único miembro del consejo que no está de acuerdo con las decisiones de los concejales más poderosos?
—No, habemos más. Pero si nos revelamos de algún modo contra los tres más poderosos, nos eliminan junto al clan que dirigimos. Fingimos estar de acuerdo porque preferimos no desatar una guerra en la que actualmente estaríamos en desventaja, porque, aunque tenemos poder, aún no somos la cantidad suficiente que se requiere para enfrentar a los Jerarcas y sus aliados —dice con tono amargo—. Sin la ayuda de los híbridos que quedan nunca podremos hacer nada para cambiar la situación a nuestro favor.
Cuando termina de hablar me siento en la cama, sin dejar de mirarlo.
—¿Y solo se trata de algo tan evidente como eso?
—¿Contactar a los demás híbridos y hacer un plan contra el consejo? —Pregunta.
—Sí. Eres un elegido, me tienes a mí y a mi familia a tu disposición. Además, ambos sabemos que no llegué hasta ti por casualidad.
Sonríe ampliamente.
—Tienes razón. Puede ser algo tan evidente como eso —se queda en silencio durante unos segundos—. Lo primero sería crear la bomba, luego hacer que estalle.
—¿Cómo podríamos llegar al griego y al francés?
—Utilizando nuestros contactos.
—¿Cuánto tiempo crees que nos lleve encontrarlos?
—No lo sé, pero que el tiempo no importe; tenemos una oportunidad y debemos aprovecharla cuidando hasta el mínimo detalle.
—Es más importante hacer que todo salga bien.
—Exacto —sonríe cómplice—. ¿Crees que tus padres ya se hayan ido de Wachsend?
—Espero que no, ¿puedes llamar?
Se levanta, abre una gaveta, saca dos teléfonos y me pasa uno.
—Ese es tuyo —dice, encendiendo el suyo—. Si quieres llama a tu padre, su número está registrado. Yo llamaré a Bastian.
—Está bien —marco y me llevo el aparato al oído mientras me limpio los rastros de lágrimas observando a Alek salir al balcón.
Abren la llamada pero nadie habla.
—Padre.
—¿Alexa? —Responde al escucharme—¿Por qué llamas? ¿Está todo bien?
—Sí, sí, solo... quería saber si ya se fueron.
—No, aún no.
Frunzo el ceño ante el tono indeciso de su voz.
Trago saliva.
—¿Mamá está bien?
—Sí, cariño. Es solo que... tu madre y yo decidimos esperar a que vuelvan, por insistencia de tu tía. Afortunadamente aceptamos, anoche intentaron atacar la manada y pudimos...
—¿Qué dices? —Lo interrumpo al procesar sus palabras.
—Solo fue un intento fallido, todo está bien.
Me levanto de la cama, viendo a Alek venir hacia mí con el teléfono al oído, al ver mi expresión hace una mueca de disgusto.
—¿Quienes eran? —Pregunta.
—Papá, llama a mi nana.
—¿A Adalia? ¿Para qué?
—Para que se mude a Wachsend. —Le digo, mirando a Alek con una interrogante danzando en el aire.
Él asiente en respuesta.
—Está bien.
—Y... tenemos que hablar.
—Sí, supongo que al volver hablaremos. No sé de qué, exactamente.
—Ahora no es relevante.
—Está bien.
—Cuidense.
—Cuidate, hija.
—¡¿Ni siquiera intentaste avisarme?! —Grita Alek a penas cuelgo el teléfono.
—Pudimos controlarlo, solo se trató de un descuido en la seguridad.
—¡Ni siquiera debían cruzar la frontera!
—Estoy investigando quién fue el causante, cálmate. Todos estamos bien.
—Dile a Callum que envíe el jet.
—No es necesario que vengan.
—Prefiero descubrir yo mismo quién rayos fue capaz de vender la seguridad de mi manada.
—La situación fue controlada, a pesar de que era un ejército grande.
Me acerco.
—¿Un ejército de qué?
—De vampiros —me responde Alek.
—Julian los quemó a todos —dice Bastian al otro lado de la línea—, Clea y Amalia fueron lo suficientemente rápidas como para decapitarlos en menos de quince minutos —podría jurar que sonríe—. Y nadie las vió, así que todo está bien.
Suelto un suspiro, aliviada.
—¿Podrías mantenernos al tanto de todo lo que sucede en nuestra manada, Sebastian Volk?
—Alek —llamo su atención—, está bien. Tenías el teléfono apagado.
—El imbécil ni siquiera intentó llamar —gruñe.
Me río.
—No te rías.
—Wachsend está más que bien sin nosotros.
Suspira sonoramente y le dice algo en un idioma que no distingo, luego cuelga y yo me quedo mirándole con una ceja enarcada.
—¿Qué?
—¿Qué idioma era ese?
—Griego.
—Ah, griego. ¿Y por qué griego? Siempre hablamos en inglés o alemán.
—Porque le dije que si algo se sale de control le voy a arrancar la cabeza y no quise que escucharas eso —empieza a moverse por la habitación con la clara intención de acabar el tema.
—Acabas de decírmelo.
—¡Me preguntaste!
Mis ojos se abren un poco más de lo necesario.
—¿Me acabas de gritar? —Finjo indignación.
—No, fue una exclamación.
—Una exclamación molesta dirigida hacia mí. Discúlpate.
—¿Lo siento? —Me encara.
—No lo sientes.
—Acabo de decir que lo siento.
—Sonó como una pregunta y lo haz dicho porque te lo pedí —me cruzo de brazos.
Alek carraspea y se rasca la barbilla.
—Lo siento —repite.
—¿Cómo? —Disimulo mi sonrisa con una mueca de incomodidad.
—Que lo siento.
—No te he escuchado.
—tut mir leid meine Dame (lo siento mi señora)
—En realidad no tienes que disculparte —me acerco y deposito un beso en sus labios mientras él me mira, incrédulo—. Vamos a empacar, el deber nos llama.
Corrección: el desmadre los llama.
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