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❆ XXXI: Sentidos dominados ❆

~ SENTIDOS DOMINADOS ~

Aleksandre

¿Es posible que el sabor, el olor y todo lo de una persona sea suficiente para enloquecerte? Tengo una prueba y es más que certera: mi esposa.

Ella me doblega, me tiene a sus pies sin siquiera intentarlo.

«Y eso me encanta.»

Mis manos acarician sus piernas y siento su piel erizarse una vez más cuando empiezo a dejar pequeñas mordidas en la unión de sus pechos. Las zonas se enrojecen ligeramente mientras ella suelta gemidos suaves, causandome descargas de excitación.

Con mis labios pretendo recorrer cada parte de su piel mientras disfruto del placer visual y auditivo que me causa la fiera que me ha permitido domarla.

Es hermoso saber que se ha entregado a mí en cuerpo y alma, y que al mismo tiempo conserva esa fiereza e insumisión que me cautivaron desde el momento en que la vi.

Esos ojos grises que te dicen todo y a la vez nada, esos que solo con el corazón abierto logras leer y que aquella tarde de otoño me evaluaban con cautela e interés. Sentí su mirada sobre mí y al mismo tiempo sentí que era imposible no interesarme por alguien que quiso desnudar mi alma con solo mirarme a los ojos.

Ella quiso saber todo de mí desde el primer instante, quiso ver más allá de mi apariencia física y de lo que han acondicionado debe ser un Líder.

Amo ver la naturaleza reflejarse en su mirada; cada color admirado por sus luceros se vuelve suyo, ella les da brillo y los vuelve aún más admirables.

No paro de besarla y lo hago con detenimiento, dándole tiempo a percibir las sensaciones y emociones que surgen mientras beso su piel.

Quiero escuchar y ver las reacciones que le provocan mis besos en cada zona erógena de su cuerpo. Para mí es toda ella, lo más grácil de Alexa es suficiente para hacer que me encienda de mil maneras.

—Amor... —gime en medio de un suspiro cuando succiono la zona en la que dejé mi mordida.

—Señora Wolf, dígame algo que sea más hermoso que usted gimiendo por mi causa.

Permanece en silencio por unos segundos.

—Tus ojos.

Sonrío ante su respuesta con el lóbulo de su oreja entre mis dientes.

—¿Estás segura?

Suelta un sonoro suspiro y dice algo entre dientes cuando vuelvo a descender y muerdo levemente la piel de uno de sus pechos.

—No te escuché.

—Sí.

—¿, qué?

—Estoy segura. Cuando llegas al clímax tus ojos... son arte. A la vez son… —su propio gemido la interrumpe y al escucharla aumentan mis ganas de complacerla.

Creo un camino de mordidas leves hasta llegar a sus labios y saborearlos con detenimiento, casi de forma tortuosa.

Mi cuerpo cubre el suyo y puedo sentir el calor emanar de ella, parece que su piel arde por fiebre y sentir su calidez fusionada con el frío es jodidamente encantador.

Desciendo, vuelvo a besar su ombligo y continúo bajando con lentitud, escuchando como su respiración se agita aún más, sintiendo cómo su cuerpo vibra bajo mis palmas.

Termina el recorrido de besos cuando me levanto para luego tomar sus caderas. Ella me dice una vez más lo que necesita cuando con desasosiego no puede hacer más que intentar elevarlas. Pero yo la retengo con mis manos.

—Amor.

—¿Mhmm?

—Quieta.

Observo su rostro acalorado.

—Quiero que me llenes.

—No seas impaciente —suelto una risa leve.

—¿Impaciente? —Gruñe.

—Impaciente, lo contrario a tener paciencia.

—¿Esta es tu venganza?

Asiento.

Jadea, removiendose debajo de mí, haciéndome flaquear.

—Esta es mi venganza.

Una sonrisa dulce estira sus labios. Sus párpados se cierran y guarda silencio. Con las manos sobre su cabeza, ofreciéndome sus pechos, ofreciéndome su piel exquisita, sus labios, toda ella, está doblegandose a mi antojo.

¿Y qué haré yo ante eso?

—Voy a entregarte cada célula de mi ser, mujer.

Su sonrisa se amplía.

—¿Cambiaste de opinión?

—Me vas a volver loco, fiera.

Clavo mi mirada en la suya cuando abre los ojos. Inclino el rostro hasta que no tengo la vista de sus ojos desbordando amor y beso sus pechos, deleitándome con el sabor de su piel en mi paladar.

—Aleksandre…

Escuchar mi nombre de sus labios junto a su respiración entrecortada provoca reacciones en todo mi cuerpo, satisface mi cerebro y mi alma, me hace sentir un cosquilleo en la nuca que va descendiendo por mi columna vertebral, hasta provocarme una especie de electricidad demasiado hipnotizante.

Gruño cuando tira de mi pelo y enreda sus piernas en mis caderas, presionandome más contra sí. Reclamo sus labios, saboreo y succiono, sabiendo que cada vez que la hago mía ella se impregna más en todos mis sentidos. Sabiendo que el esfuerzo sobrenatural por llevar un buen ritmo y no perder el control vale la pena.

—Alek.

—Desde ahora quiero ser solo Aleksandre para ti, mi reina.

Es entonces cuando detengo el momento de tortura y uno nuestros cuerpos, precisamente para callar lo que pretendía replicar y para complacer el más insaciable de todos sus deseos.

Me deleito provocándole placer hasta sentir como sus músculos internos se contraen nublando mis sentidos.

Minutos después... algo vibra en mí cuando se arquea ante la llegada de su orgasmo.

La beso.

Y no paro de besarla, complacido por verla complacida.

Cubro su cuerpo con el mío sin que sea un acto sexual, hago que quedemos cara a cara y que nuestras pieles rocen mientras observo sus ojos danzar sobre mi rostro.

—Preciosa, poderosa, encantadora, rebelde… y mía.

Carraspea adoptando una expresión de embeleso que nos hace sonreír a ambos. Lleva sus manos a mi nuca para luego meter sus dedos entre mis cabellos y acariciarme.

—Me halaga, señor Wolf.

Suelto una risa leve y me preparo para el tornado de sensaciones en cuanto una sonrisa ladeada y sexy se adueña de sus labios.

—Yo suya y usted mío.

Me vuelvo a reír por causa de su sonrisa.

—Todo tuyo, mi amor —pego mi frente a la suya y cierro los ojos, dándome el placer de escuchar los latidos de su corazón apaciguarse y el color de cada emoción en el cálido silencio, sumergiéndome en la nube de intimidad que creamos juntos.

Siento su respiración y su aliento golpeando mis labios mientras me mantengo con los ojos cerrados, sin salir de la oscuridad. Me dejo atraer y la beso. Como era de esperar, me corresponde al instante. Su boca es caliente, dulce, carnosa y me resulta tan apetecible... Nos separamos pero yo continúo grabando cada detalle de ese momento en mi memoria con un sentimiento raro en medio de todo el confort que ella me brinda.

—¿En qué piensas? —Pregunta, sabiendo que puede averiguarlo por sus propios medios.

—En una sensación.

—¿La que hace que dudemos de la felicidad y los momentos?

—Esa.

—No es una sensación como tal...

Abro los ojos y me encuentro con los suyos, llenos de cariño.

—Son los miedos, Alek.

—Aleksandre —corrijo.

—Como me dé la gana.

—Efectivamente. Espero que te den ganas de llamarme así todo el tiempo.

—¿Qué propones?

—¿Que me llames por mi nombre completo a cada segundo? ¿Que lo gimas?

Su sonrisa se ensancha.

—«¿Y si dejamos las formalidades para el público?»

Río ante ese recuerdo.

—Formal sería que me llames 'líder de Wachsend o rey Aleksandre' como al principio.

Suelta un suspiro dramático.

—Me gusta más Alek.

—Y a mí Aleksandre, de tus labios. Además, es mi nombre, no está a discusión.

Se carcajea.

—Ya veremos.

Deposito un beso en su nariz y luego me le quito encima tendiendo mi mano en su dirección, ella se levanta sin tomarla en una clara demostración de independencia haciéndome sonreír.

—Vamos a darnos otra ducha —le digo, sabiendo que estamos cubiertos de fluidos.

—De acuerdo. Luego quiero ver el gigante blanco.

—Y yo quiero ver tus alas.

  ❆ ❆ ❆

En medio de nuestras circunstancias, en medio del silencio, lo que normalmente se escucharía es el agua saliendo de la regadera, como cae y el sonido de nuestras respiraciones que buscan dejar de lado la agitación. Pero como nada de lo que sucede a nuestro alrededor es normal, como tampoco lo son nuestras capacidades, además de las gotas de agua, en medio del silencio, en la ducha, ambos escuchamos el latir de nuestros corazones.

Como si no pudiera mantenerme despegado de ella, aún bajo el agua la abrazo. Ella me corresponde.

Bajo la ducha que expulsa agua tibia nos mantenemos abrazados, mirándonos a los ojos. Hablando a través de las puertas del alma, sumergidos en una nube de intimidad que quisiera mantener para siempre.

—Poder conocer cada detalle de tu pasado es... —sonrie durante unos segundos, al tiempo que vaga por mi memoria—. Increíble. Tus entrenamientos, tu transformación, tus anhelos... —suelta una risa leve—, tus aventuras en busca de saciedad para tu alma desesperada por amar.

Traga saliva.

—Y saber que después de conocerme te sientes...

Su impresión al saber todo lo que pienso de ella me hace sentir extasiado.

—Dilo —susurro.

—Pleno.

Sus orbes grises brillan tanto como las estrellas en medio de la oscuridad.

—Así me siento a tu lado. Y mientras te tenga entre mis brazos, en mi vida, no me faltará nada, Alexa —alejo mis manos de su cintura y acuno su rostro. El suave recorrido del agua sobre su piel cremosa es un deleite para mí, más si los suyos admiran los míos como si fuesen un jodido tesoro—. Tal vez yo haya contribuido a que terminara la maldición, pero el privilegio más grande lo he recibido yo.

Parpadea, pero aún bajo el agua noto en sus ojos las lágrimas que anhelan ser derramadas.

—Las innumerables cualidades que posees... quién eres, todo lo que representas... toda tú.

Acerca su rostro al mío y me besa genuinamente, hasta que largos minutos después no soportamos la falta de oxígeno, ni el deseo.

Al salir de la ducha nos cambiamos y nos dirigimos a la parte trasera de la casa, me transformo y hacemos un duelo de velocidad hasta que ambos quedamos al borde de un acantilado al que ella llegó segundos antes que yo.

Me observa agitada y sonriente sabiendo que ha triunfado.

En el momento en que se deja caer de espaldas al vacío que termina en una mortal superficie rocosa me adelanto intentando detenerla, casi cayendo yo en el proceso, pero en cuanto veo el gigante negro elevarse me quedo embobado ante tal belleza y majestuodidad.

Segundos después sus pies vuelven a estar sobre la nieve y ella me muestra sus alas sin que sea necesario el volver a transformarse.

Observo sus alas negras mientras ella me mira con las cejas elevadas y una media sonrisa.

—¿Qué? —Pregunto creyendo que su mirada se debe a mi completa desnudez.

—Cierra la boca.

—¿No te pesan? —Pregunto, atónito.

Se carcajea y me da un golpe en el pecho que me hace retroceder unos pasos, alejándome del acantilado.

—No seas tonto. —Vuelve a esconder sus alas y se truena el cuello mientras yo sigo con la boca abierta. Ella se percata del momento justo en el que la luz aumenta, y presta atención al espectáculo que nos da el sol al asomarse sobre las montañas cubiertas de nieve—. Es hermoso.

Me acerco unos pasos y observo el crepúsculo desde sus ojos, viéndola observar el cielo con admiración.

Como me mira a mí.

—Tan hermoso como tú.

Una sonrisa tira de sus labios. Gira el rostro y me mira a los ojos. No hace falta que diga nada, tiene otras formas de contestarme y soy consciente de cada una de ellas.

Entrelaza sus dedos con los míos y guía mi mano a sus labios dándome un beso como «Gracias.»

—¿Me harías el honor de luchar contigo en la nie...?

—No —respondo sin que haya terminado de hacer la pregunta.

—¿Por qué? —Inquiere, fingiendo indignación.

—A juzgar por todas las veces que me he derramado en tu interior, ya debes llevar nuestro primer hijo en tu vientre.

Se queda pensativa por unos segundos y luego me dedica una sonrisa maliciosa.

—Tal vez, si no soy estéril.

Me tenso.

—¿Lo eres? —Pregunto con el corazón acelerado sin meditar la situación,  causando su risa.

—Si no me has embarazado aún, lo soy. Tienes razón. —Me señala—. Pero que luchemos no haría ningún daño a nuestro bebé.

Trago saliva tratando de aminorar el torbellino de emociones.

—Nuestro bebé, de estar ahí dentro —esta vez la señalo yo a ella, específicamente, a su vientre—, sería muy chiquito e indefenso, podría sufrir daños.

—Alek...

—¿Tantas ganas tienes de golpearme?

—Niegamelo todas las veces que quieras, algún día te rendirás ante mí.

—¿Otra vez?

—¿Cuál fue la primera?

—Cuanto te vi en los límites de Wachsend.

Se queda mirándome fijamente, en silencio.

—Me mirabas como si fuese un jodido tesoro, fiera, siendo tú uno muy valioso. Sentí tu presencia y supe el poder que poseías, la segunda vez fue en la noche, cuando me mandaste al infierno en mi propia casa. La tercera cuando te aferraste a mí en medio del dolor. Y puedo enumerar muchas más...

—No hace falta —rodea mi cuello con sus brazos.

—Tienes esto a tus pies —señalo el lado izquierdo de mi pecho.

Ella se acerca y pone su mano en la zona, dándole calor a mi piel, sonriendo con orgullo.

—No sé quién rayos iba a estar en mi lugar, pero me alegro de que no esté.

La levanto y ella enreda sus piernas en mis caderas.

—Lo mismo digo, meine Dame.

Acerca su rostro al mío y me besa, no obstante, se separa un segundo después cuando voy a responder a su beso para decirme:

Dich liebe.

Entonces yo le devuelvo el beso con más ganas, y sintiendo la ilusión de pensar en una posible bolita creciendo en su vientre.

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