❆ XXX: Hechos ❆
~ HECHOS ~
Alexa
A veces hacemos que algunas cosas sean hechas y otras las convertimos en hechos.
Alek y yo hemos hecho que esa diminuta llama que surgió entre nosotros aquel día en los límites fronterizos de Wachsend se convierta en una hoguera por la cual arden nuestros corazones. Incluso nuestros cuerpos se hablan solo con que nos miremos a los ojos como aquella primera vez.
Sus ojos verdes... con esos tonos ámbar, esa obra de arte que ha creado la heterocromía parcial y que es mi deleite.
Hemos convertido en hechos aquellos deseos que fueron cada vez más intensos a medida que el dolor se adhería a mi alma. Ya no hay sufrimiento y todo lo que desee lo tengo ante mí, aunque a veces temo que sea irreal, aquella hoguera cada vez arde más, me hace sentir como se derrite en mi interior cada rastro de hielo que una vez llegó a luchar con el fuego que soy, afirmando que cada fragmento de lo que hoy sucede es parte de la realidad.
«Mi realidad.»
No somos compañeros naturalmente, pero con cada segundo que pasa estoy más segura de que ambos somos el uno para el otro, siento que si no me hubiese mordido de todos modos acabaría con el corazón lleno de sentimientos por él y con el cerebro cargado de pensamientos relacionados con su persona.
No me veo al lado de alguien más porque solo quiero estar al lado suyo.
Ser suya.
El antiguo recuerdo no hace más que hacerme pensar en que aquel dolor que empezó hace tres años solo fue una especie de entrenamiento para mi corazón. Quizás para amar con mayor intensidad, quizás para hacerme ver el color del dolor por cosas que podrían suceder en el futuro. Porque seguimos en el mismo mundo que rechaza a los híbridos, cada ley contra nosotros es oficial y jamás puedo olvidarme de ello.
Pienso en las ruinas, en que Lo divino quiere mostrarle algo tanto a Alek como a mí y en que, quizás, solo quizás, allí haya algo que sea muy importante para los dos. Tal vez un objeto, tal vez un libro o... no sé. Pero estoy segura de que voy a descubrirlo, solo necesitamos volver a Wachsend.
Por ahora procuraré disfrutar cada momento de nuestra luna de miel, principalmente, disfrutar de él, del confort que me da, de su mirada hermosa y de los latidos con mi nombre que da su corazón.
Paso la camiseta de Alek por mi cabeza para no andar desnuda por toda la casa a pesar de que es algo que no me genera ninguna incomodidad. La prenda no deja mucho a la imaginación a pesar de que su cuerpo es más grande que el mío y no llevo ropa interior, pero algo es mejor que nada. Ato mi pelo en un moño desordenado y bajo las escaleras con dirección a la cocina.
Es increíble la cantidad de veces que hemos hecho el amor desde que los dos estuvimos juntos por primera vez en esa habitación. Y mucho más increíble que lo desee cada vez más.
Termino de bajar las escaleras y me dirijo a la cocina. Lo encuentro concentrado en su tarea de hacernos de comer mientras de fondo suena una lenta melodía de piano.
Ya ha de haber notado mi presencia, pero intento acercarme sigilosamente hacia él, rodeo su cintura desde atrás y empino los pies observando lo que está haciendo al apoyar mi barbilla en su hombro.
—Huele delicioso en la casa —el calor de su cuerpo se adhiere más a mí tras abrazarme su espalda ancha y musculosa.
—¿Soy yo? ¿O la comida? —Pregunta con tono gracioso causando que esboce una sonrisa ligera.
—Ambos —dejo un beso en su cuello y me aparto al sentir la conocida sensación de ansiedad empezar a surgir. Justo en este momento es más intensa y teniendo a Alek a mi merced no hace más que aumentar.
Dejo de abrazarlo, trago saliva girándome e intento regular mi respiración, logrando el efecto deseado unos segundos después.
No entiendo como pude contener el impulso de morderlo hace un rato.
—¿Todo bien? —Toma mi cintura, me acerca a él y yo lo miro, notando al instante la confusión en sus ojos.
—Sí... solo —aparto la mirada y carraspeo—. El hambre me da sed —admito.
—¿No eres vegetariana?
—Sí, pero porque puedo controlarme es...
—Eres medio vampira —me interrumpe—, y ahora que le presto atención al tema, no sé cómo rayos... ¿Hace cuanto no cazas? —Pregunta, incrédulo, sin dejar de observarme. Toma mi mentón y me obliga a levantar la mirada sin ser brusco.
—Yo nunca cazo —sonrío por su cara—, es más, solo he probado la sangre algunas veces. No me gusta la idea de asesinar para saciarme.
—No siempre es necesario asesinar, fiera —una sonrisa ladeada me confirma a dónde se han ido sus pensamientos ante mis palabras—. En Wachsend hay algunos vampiros que han aprendido a controlarse y también hay humanos, estos últimos donan su sangre al hospital para ellos. Es como una especie de acuerdo y la verdad ha funcionado bastante bien —eleva las cejas, sugerente.
—Puedo vivir sin alimentar la vampiresa que llevo dentro —me vuelvo a alejar de él para luego sentarme frente a la isla de la cocina, confiando en que el espacio que nos separa será suficiente para mantenerme a raya.
—Eso es lo que no entiendo —echa unos ingredientes a la salsa de la pasta mientras yo permanezco atenta a sus movimientos.
—Los híbridos cargamos mucho misterio alrededor nuestro, no le des más vueltas. Y dame de comer antes de que te succione el cuello —mi expresión es seria pero él sonríe ampliamente porque sabe que no hablo enserio.
O eso cree ¿cierto?
—Calma, solo espera unos minutos más —suelta una risa leve.
—Tal vez en esos minutos más me decida a clavarte los colmillos.
—No estaría mal... además, no lo harás. Sabes controlarte —se inclina sobre la isla procurando tomar mi rostro y yo me aparto.
No estoy segura de poder soportar besarlo teniendo tanta maldita sed por tanto tiempo sin comer.
«Debimos probar el buffet de nuestra boda.»
—Puedo controlarme excelentemente bien, cuando no tengo hambre, ahora tengo mucha y resulta que tu sangre me llama como ninguna otra. No intentes ponerme a prueba.
Se aleja fingiendo indignación por mi rechazo.
—Dejaría que me encajes los colmillos, fiera, hasta me agrada la idea —dice, con un atisbo de sonrisa.
—No estaría bien.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—Esa no es una respuesta.
—No pienso darte otra —suelto un suspiro y lo observo.
Una toalla rodea su cintura. Continúa preparando la comida y se mueve por todos lados buscando condimentos y utensilios mientras yo detallo cada parte de su cuerpo: sus músculos tonificados, la piel ligeramente bronceada, su pelo cada vez más largo, oscuro y sedoso. Deslizo la mirada por su abdomen y sigo descendiendo hasta perder de vista el resto de la V que se encuentra oculta bajo la tela envuelta en su cintura.
—Debes comer antes, no quiero morir asesinado por mi esposa mientras hacemos el amor.
—¿Qué?
—Que dejes de mirarme así —responde. Deja dos platos de pasta sobre la isla y la rodea para luego sentarse a mi lado.
—Yo te miro como quiera —inclino el cuerpo hacia él y le doy un beso de agradecimiento en la comisura de sus labios que apenas dura un segundo.
—Eso es verdad.
—Gracias —una vez empiezo a comer no paro hasta terminar porque, además de que el hambre estaba haciendo estragos en mí, la pasta puso a cantar mi paladar de satisfacción—. Que bien cocinas.
Su sonrisa se ensancha al ver el plato vacío.
—Puedo acostumbrarme a esto.
Suelta una risa.
Varios minutos después, ambos terminamos y yo me dispongo a lavar los utensilios que ensuciamos. Termino con mi tarea y me sirvo un vaso de agua mirándolo mientras bebo.
Es un hecho que mi corazón responde a lo que sea que tengan que ver con Alek, es como si reconociera todo lo suyo y entre latidos intentase gritar a los cuatro vientos que solo él lo acelera de tal manera.
Se encuentra con los brazos cruzados, me evalúa como si intentara grabar cada detalle de mi ser en su mente; como si quisiera saber más de mí.
—Dime —termino el agua y me acerco a él, poniéndome entre sus piernas e intentando que exprese la petición grabada en sus ojos.
—Lee mi mente.
Parpadeo varias veces debido a la impresión que me deja y empiezo a jugar con sus cabellos.
—No puedo —carraspeo.
—Inténtalo.
Lo observo durante unos segundos.
Él cree que puedo hacerlo, yo me creo capaz de hacer cualquier cosa que me proponga pero no puedo alejar el nerviosismo que me causa la idea de intentar hacer algo que mis padres me han dicho que es prácticamente imposible durante toda mi vida.
—Dime una cosa —empiezo a decir—, ¿ese antídoto que usamos para proteger nuestros pensamientos...?
—Es efectivo, pero tu don es superior, igual que el de Amalia... Incluso tu padre puede leer la mía aún cuando no es un híbrido y yo tomo ese antídoto.
Me quedo pensativa, recuerdo aquella mañana en la que desperté y Amalia estaba a mi lado, recuerdo cuando soñé que perdía a mi... Ella se dió cuenta de todo y supuestamente no puede leer mi mente. En el momento sus respuestas tuvieron sentido, pero ahora... Ahora dudo de muchas cosas.
Cierro los ojos y él rodea mi cintura con sus brazos. Vuelvo a enfocarlo y me concentro en sus ojos, en cada detalle, en el brillo hermoso que portan mientras me mira con atención.
Suelto un suspiro y me dejo ir, dejo que aquellas barreras que a menudo suelen limitarnos desaparezcan.
Por un momento pienso que no he logrado nada por la cantidad de minutos que pasan sin que algo haya cambiado a nuestro alrededor, pienso que no podré hacerlo, que mis padres tenían razón y que no debí dudar de ellos; pero entonces...
«¿Por qué tiene tanto miedo?»
Las imágenes empiezan a proyectarse en mi cabeza como si los recuerdos fuesen míos.
«Estás muy a la defensiva, supuesta humana».
Escucho sus pensamientos y noto aquella imagen que le dí cuando apenas empezábamos a conocernos.
«Es hermosa».
Mi corazón se acelera aún más, aquel ritmo acelerado que ha adoptado desde que lo vi por primera vez y que aumenta cada que lo tengo cerca, pasa a ser más intenso al verme desde sus ojos.
«Que increíbles ojos grises».
«Los tuyos son preciosos». Pienso, siendo abordada por sus pensamientos.
«No creo que le guste saber que todos la han visto así».
«Alexa está aquí, en mi territorio, en mi vida... con sus secretos expuestos ante mí, con los miedos reflejándose en la tormenta que tiene por mirada, con sus condenas. Ella está ante mis ojos invitándome a hacerle bien a pesar de que no hacía más que desecharme hace solo unos minutos».
Sonrío levemente, siendo consciente de su mirada curiosa mientras leo su mente e indago en su memoria sin saber bien cómo lo estoy haciendo.
Porque al parecer sí podía, solo tenía que intentarlo.
«Esa mujer me intimida, me intimidan las cosas que ha causado en mí en tan solo unas horas, su poder... pero lo que más me intimida y a la vez me gusta es su fiereza».
«Actúa con frialdad y es calidez lo que desprende, representa esa mezcla de hielo y fuego en la que ambos elementos queman y aún así desean desaparecerse uno al otro. Su presencia, me bastó con sentirla solo una vez, no siento su olor, pero tengo grabado ese aroma a especias que desprende su cabello».
Parpadeo varias veces, sintiendo como me golpea la impresión de haberlo hecho en el primer intento. Y a la vez me lleno de preguntas y dudas que surgen a raíz de todo esto. Ahora que he comprobado que puedo leer la mente de un Líder perteneciente a un legado poderoso y que posiblemente he crecido rodeada de mentiras.
Intento alejar los pensamientos negativos acerca de mis padres y Adalia, sonriendo al notar la sonrisa orgullosa de mi esposo.
—Así que te intimido.
—Solo un poco —suelta una risa leve y acuna mi rostro entre sus manos, yo enredo mis brazos en su cuello y lo beso.
Sus labios se presionan contra los míos, carnosos, cálidos y, como cada vez que nos besamos, siento las corrientes de placer por cada parte de mi cuerpo.
Sus manos presionan mis caderas y sus labios se adueñan de los míos con firmeza y a la vez con dulzura, creando un ritmo que logro seguirle pero que nubla mi mente y me hace ver el color de cada sensación como una sutil mezcla entre verde y ámbar.
—Lo hiciste —dice al separarse un poco.
—Seguiré practicando.
—Estoy orgulloso de ti —nuestros labios se rozan y continuamos besándonos sin intenciones de parar.
—Te amo.
—Yo te amo más —murmura.
—No lo creo —replico conteniendo la risa.
—Si vamos a discutir eso, será de por vida.
Toma mi mano y me guía hasta que nos adentramos a la sala. La temperatura ha bajado más pero no es algo que nos afecte a ninguno de los dos, además, la chimenea se encuentra encendida creando una fusión entre el calor y el frío que me gusta demasiado.
Por alguna razón el lobo ha dejado un ventanal abierto y el viento helado golpea nuestros cuerpos directamente cuando nos tumbados en un sillón.
Él toma el borde de su camiseta y la levanta hasta pasarla por mi cabeza y dejarme desnuda, a su merced. Yo tomo la toalla y la hago desaparecer, dejando de besarlo para apreciar su desnudez. Es como si el Creador hubiese tomado la decisión de hacerlo a mi medida, hacer que me encante cada cosa de él y que juntos funcionemos a la perfección.
Acorto la distancia entre nosotros y hago que su cuerpo caiga sobre el mío, su pelvis roza con la mía, él presiona sus labios en mi barbilla y sus manos se pasean por mi piel.
El aire frío, la chimenea y el caliente de su cuerpo crean una excitante fusión que amenaza con enloquecerme junto a sus besos y las caricias que empieza a dar en el punto más sensible entre mis piernas con su masculinidad.
Con solo besarme consigue que esté lista para él y justo en este momento, la pasión que desbordan sus ojos junto a su tarea de hacerme perder la cordura me sumergen en una nebulosa indescriptible que no lograré soportar durante mucho tiempo.
—Hazlo para mí, fiera.
Se separa de mis labios dejando de ahogar los gemidos suaves que me provoca y muerde ligeramente la piel de mi barbilla. La liberación llega causando que me estremezca y jadee por el aire que me ha quitado recibir la fuerte ola de placer.
El sillón es espacioso para los dos y cómodo para la cantidad de cosas que pretendemos hacer. Pero él decide tomar mi cuerpo y dejarse caer de espaldas sobre la alfombra oscura.
Hace presión en mis caderas guiándome para que rocen nuestros cuerpos pero yo me alejo y comienzo a repartir besos por toda su piel. Grito de la impresión cuando toma una mejilla de mi trasero y me da un golpe con la palma de su mano, la molestia a penas se siente y no me causa más que gracia.
—Tómame, o volveré a castigarte.
Pienso en hacerlo esperar más, pero me distraigo cuando da una mordida leve a mis pechos.
—Castígame.
—Tómame.
—No.
—Fiera...
Murmura en advertencia causando que suelte una risa leve.
Me deshago un poco de la bruma causada por el placer, lo tomo y uno nuestros cuerpos. Observo su rostro, como cierra los ojos ante la intromisión.
Durante minutos me deleito con lo perfecto que es ser nosotros y con sus expresiones.
Él clava sus ojos en los míos mientras el amor nos consume. La bomba no tarda en detonarse. Alek se inclina y me besa, toca puntos específicos de mi cuerpo que me hacen ceder ante el placer al igual que a él.
Parpadeo varias veces intentando aclarar mi mente mientras mi cuerpo es sacudido por los espasmos.
Alek me aleja de él, va hacia la cocina, busca un paño húmedo y me limpia. Al terminar desata mi pelo y empieza a besarme mientras se inclina lentamente sobre mí hasta que mi espalda toca la alfombra.
—¿Satisfecha?
La pregunta me hace sonreír.
—Quiero más —murmuro sin dejar de admirar sus ojos.
—Eso creí, yo también tengo más hambre, de ti.
Se separa de mí y yo noto su sonrisa.
Sonríe como un lobo a punto de roer su presa más anhelada.
—Ahora voy a comerte —susurra en alemán.
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