❆ XXII: Inmortalidad ❆
~ INMORTALIDAD ~
Aleksandre
Nunca había mirado un techo con tanta atención. Siento las ojeras en mi cara y sé que no son por falta de sueño.
¿Por qué en la madrugada es más difícil? ¿Será porque es el ambiente ideal para amarnos? ¿Será porque ella es la clara representación del negro y ese color me fascina tanto, aún más en medio de la oscuridad?
Quisiera que fuera más fácil para nosotros. No sé cómo rayos he podido mantenerme a raya, pero lo agradezco, mi interminable deseo por ella no justificaría que yo nos llevara a cometer el error de fornicar una vez más.
Suelto un suspiro y me levanto de la cama para ir por otra ducha. La verdad ya perdí la cuenta de las veces que me he parado bajo ese chorro de agua helada intentando contenerme y adormecer mis pensamientos. Afortunadamente, logré lo primero, adormecer mis pensamientos fue un intento fallido, ya que los mismos no me permitieron dormir a mí.
Aquel peculiar aroma a especias llena mis fosas nasales haciéndome cerrar los ojos. Algunos segundos después, escucho sus toques en la puerta. Voy hacia ella y la abro.
—Buenos días —me repasa con la mirada.
—Buenos días, fiera.
Me hago a un lado para que entre y ella no duda en hacerlo. Cierro la puerta y me quedo parado enfrente de ella como una estatua de piedra observándola con ese vestido.
—Te gusta mucho el satén —afirmo, embobado.
—Me gusta —dice al tiempo que da media vuelta.
—Que buen gusto.
Suelta una risa leve y se acerca a mí para abrazarme, y lo hace con total libertad. Con esa libertad que en la madrugada no podíamos tener.
Siento la suavidad de sus manos cuando su piel toca la mía, mientras ella asciende por mis brazos hasta llegar a mi cuello para luego posarlas en mi nuca.
—¿No estamos enojados?
Niego a la vez que enredo mis brazos en su cintura, no sin antes pasar las manos por debajo de su cabello, para no maltratarlo.
—Anoche estaba enojado, pero no contigo.
—Mientras tú estabas cabreado yo me sentía vulnerable.
—Hablando de eso, no soporto verte llorar —deposito un pequeño beso en su frente.
—A juzgar por mi parte humana, puede que vuelvas a verme expresar así mis sentimientos, en cualquier momento. Es normal, las personas lloran.
—Lo sé, pero por la única razón que deseo verte llorar es por placer cuando te haga el amor.
Escucho su risa y palpo la zona de su cuerpo bajo mis manos.
—¿Recuerdas qué día es hoy?
Asiento en respuesta, concentrado en el aumento del brillo en sus ojos al sentir como aprieto la zona.
—El día en el que llegan mis padres.
—Vaya, que entusiasmado estás.
Sonrío ante el sarcasmo.
—Ya me entenderás.
—¿Tan malos son? —Inquiere con gracia por mi aparente disgusto.
—Ya lo había dicho: mi madre es especial. Espero que mi padre aún tenga el poder de silenciarla con una mirada.
—¿Es por ella que no viven aquí?
—Viven en varios lugares, les gusta estar solos, ya sabes.
—Me imagino. Son tú y yo en un par de años —eleva las cejas y me regala una sonrisa pícara.
—Acertado, fiera. Además, al nuevo Líder sustituir el anterior se convierte en propietario de todo lo que pertenece a Wachsend. Esta mansión ha pasando de generación en generación y ya me tocaba, se fueron en busca de descanso al confirmar que no iba a echar la manada al piso.
—¿Nunca has pensado en construir un castillo?
Sonrío ante la pregunta.
—No, pero sí he pensado en el lugar que tenemos dentro de la jerarquía. Somos Líderes de la manada que pasó a ser la más poderosa hace trece años, una híbrida de vampiro-hombre lobo-dragón, y además, hija de un dragón con sangre real; un hombre lobo, que su lobo es un gigante blanco y el Líder más poderoso en la actualidad.
—Aún nuestros hijos aunque no lo quieran estarán en la cúspide del poderío.
—Es poco probable que llegue a existir alguien en el Mundo oculto superior a ellos —digo—. ¿Estás lista para eso?
—La verdad no —admite con cierta preocupación—, tenemos una gran responsabilidad.
—¿A cuál de todas te refieres?
—A la crianza de nuestros hijos.
Asiento.
—Efectivamente. Por cierto, hay una cosa que debo decirle, mi reina.
—Dígame, mi rey —se acerca más a mí.
—He reservado una casa en otro lugar, para nosotros —confieso.
—¿Una casa para nosotros? —Su mirada se ilumina.
—Para la luna de miel.
Su sonrisa se ensancha y yo no puedo evitar contagiarme.
—¿Dónde?
—Es una sorpresa. Y podremos vivir allí cuando nos retiremos —subo y bajo las cejas sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿Al menos me darás una pista? —Muerde su labio inferior haciendo que toda mi atención caiga en el gesto.
—No, es sorpresa.
Hace un puchero.
—Pero te va a encantar.
—Alek...
—Mi señora, ya no hablemos de eso. Hablemos de lo interesante que sería levantar ese vestido rojo sangre y...
—Alek... —vuelve a nombrarme en advertencia.
—Mi nombre suena tan espectacular saliendo de estos labios —me mira con anhelo y me consiente con un pequeño beso mientras yo me río de la vulnerabilidad de su cuerpo bajo mi toque, y la vulnerabilidad de su mente ante las insinuaciones que me veo tentado a decirle—. Tengo algo que confesarte.
—¿Me has sido infiel con Vanora?
—Jamás te seré infiel, puedes estar segura de ello. Soy un perro a tus pies, en todos los sentidos.
Ríe.
—¿Qué tienes que decirme, entonces?
—Es sobre la inmortalidad. Solo el uno porciento del mundo sobrenatural conoce esto. Estuve meditando sobre ello y creo que lo mejor es que lo sepas.
—Dime.
—Es muy delicado. Y te implica, mucho.
Siento la palma de su mano en uno de mis brazos. Presto atención a su toque y observo las diferentes tonalidades de nuestras pieles, en mi cerebro se forma una especie de explosión que me lanza un recuerdo tras otro. Y todas las imágenes dicen una cosa: lo importante que es para mí ser tocado por ella, lo increíble que es estar unido a ella, lo precioso que es ser parte de su vida y lo afortunado que soy por tener su atención.
Me causa más de un tipo de placer sentir su contacto físico y ni hablar de lo emocional.
—Dime.
—Hay otra forma, además de la que conoces, que puede causar la muerte de un híbrido inmortal.
—¿Cómo es eso? —Alterna su mirada entre mis ojos.
—Solo algunos miembros del consejo la conocen, y algunas personas cercanas a ellos.
—¿De qué se trata?
—Una oración en griego, decapitación, fuego al cuerpo, otra oración en griego y dejas de ser inmortal. Esto existe hace muchos años, pero los inmortales suelen ser esos miembros que componen el consejo y no les conviene que todos sepan que hay una forma de acabar con ellos. Se comprobó que con los híbridos también funciona cuando lo probaron en la segunda híbrida.
Parpadea varias veces, perpleja.
—¿Amalia lo sabe?
Asiento.
—Sí.
—¿Y mi madre? —El tono de su voz cambia al nombrarla.
—También.
—¿Y tú se lo contaste a ambas?
—Sí, como advertencia. Hace años el consejo sabe que al atrapar un híbrido no se puede perder tiempo en torturas absurdas, dadas sus intenciones, por eso dieron la orden de que al encontrar uno lo asesinaran. Inmediatamente.
Acaricio su espalda intentando hacer que mengue el caos que se forma en su mente. Entiendo su impresión, al igual que la mayoría creía que los híbridos solo podían morir por una razón, pero la verdad es que están en más peligro del que creen.
Quisiera que lo sepan, ponerles alerta, pero aquello es un secreto que contadas personas saben y quienes se encargaron de hacer que yo lo sepa conocen bien cada ser al que se dió cierta información. Si aquello llega a propagarse nos pedirán cuentas. Formo parte del consejo porque soy una autoridad, pero hay otros miembros igual o más poderosos, además de mí.
—De verdad estuve en riesgo cada vez que salí al bosque sola. Cada vez que volé y corrí... joder, ¿te das cuenta?
Asiento.
—He estado desafiando la muerte además de mi libertad sin ser del todo consciente —suelta un suspiro, desviando su mirada hacia un punto fijo de la habitación—. Gracias por decirmelo —susurra volviendo a mirarme—, debemos tener más cuidado.
Me recorre una oleada de enojo al ver la incertidumbre en su mirada. Y es que esa es mi preocupación más grande, sé que ella puede protegernos a todos, pero, ¿y si la toman desprevenida? ¿Y si alguien nos vende por dinero, oro o plata? me frustra no tener todo para garantizar la seguridad de quien es la persona más importante en mi vida.
—Está bien, fiera —digo mientras intento calmarnos—, que esto no nos quite la tranquilidad. Desde que naciste tienes un propósito y no habrá nada ni nadie que te desvíe de cumplirlo.
En eso sí confío. Pero no dejo de sentirme inseguro sabiendo que ella no está completamente segura, sabiendo que algo se nos podría salir de las manos en cualquier momento.
Solo los queda confiar en el favor de Lo divino.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro