❆ XX: Preocupaciones ❆
~ PREOCUPACIONES ~
A través de las cámaras de seguridad identificamos que solo una arpía anduvo por nuestros alrededores. No encontramos nada que nos sirviera para saber el porqué una de esas criaturas se encontraba tan cerca de Wachsend.
El asunto se sigue investigando pero en realidad no creo que sea algo de lo que preocuparse. Alek ha reforzado la seguridad y me parece correcto, puedo estar equivocada, y nunca se sabe. Tampoco debemos dormirnos cuando se podría tratar de algo muy serio teniendo en cuenta las reglas territoriales y la posición de Wachsend.
No es época para que anden merodeando con la intención de atacarnos, dentro de nada es invierno y Wachsend no es blanco fácil como para que hayan cometido la estupidez de alertarnos con la presencia de uno de los suyos.
Vanora Jhonson es una de las encargadas del departamento de seguridad. Es humana, hija de un humano y mujer loba que pertenece a la manada. Por consiguiente, ella también. Noté que es excelente en su trabajo y muy centrada. En el tiempo que revisábamos las grabaciones, desde una de las áreas del refugio, fue muy respetuosa y no se acercó más de lo necesario. Me vi tentada a borrar cada uno de los recuerdos que tiene con mi futuro esposo pero desistí de aquel deseo.
A pesar de que se ilusionó con él me quedó bastante claro que no va a meterse entre nosotros. Cosa que me devolvió bastante alivio porque, aunque no es su compañera, eran muy cercanos. Al menos al intimar las cosas entre los dos eran muy intensas. He de admitir que aquello me intimida un poco. No estaba molesta con Alek, pero recuerdo las imágenes que vi en la mente de ella y me dan ganas de partir el planeta en dos para dejarla al otro lado.
Al conocer sus datos no pude evitar comparar la edad de Alek con la mía. Vanora no es mi competencia, pero a la vez me siento como una chiquilla inexperta al lado suyo cuando se trata de Alek. Si bien parece ser de mi misma edad en su apariencia tan juvenil por su naturaleza, es más maduro que yo en muchos aspectos, y eso me está carcomiendo la cabeza.
Llevo varios minutos observando como él termina de firmar los últimos papeles. La vista no puede ser más agradable, sin embargo, la inquietud no me deja en paz.
Suelto un suspiro y me aparto los mechones sueltos del rostro mientras mentalmente intento apartar aquellas preocupaciones.
Me deshago de los zapatos y me recuesto en la silla giratoria al tiempo que cruzo las piernas, buscando estar cómoda.
Me siento rara al ocupar su puesto, porque sí, casi suplica para que me siente en su lugar. De igual forma, no sé si me acostumbraré a ser la Líder de una manada tan fuerte y poderosa. Sé que mi existencia de por sí representa mucho poderío, formo parte de la realeza en el segundo clan de dragones más poderoso en la actualidad: Dunkel, pero jamás lo había visualizado como tal.
Mi padre era el próximo rey y por preferir a mi madre antes que al reino mi abuelo cedió el trono a su segundo hijo: Jens Schwarz, mi tío. Si Jens muriera ahora mismo mi padre se vería obligado a tomar su lugar y yo como su única hija, si él también muriese, tendría que hacer exactamente lo mismo: asumir el cargo.
En ese aspecto soy bastante parecida a mi padre: prefiere que su hermano esté en su lugar. Es de espíritu libre, y yo por igual.
—¿En qué piensas, fiera?
Vuelvo a la realidad, me acerco más al borde del escritorio y dejo reposar mis brazos sobre él.
—En Dunkel.
Fija su mirada en la mía mientras alinea la pequeña pila de papeles para luego dejarla sobre el escritorio. La última carpeta de color negro es la que toma entre sus manos para luego empezar a leer su contenido.
—No había analizado el hecho de que eres la la sucesora al trono por parte de Julian. ¿Debo preocuparme por eso?
Se me escapa una risa leve.
—No, no tienes por qué preocuparte. Mi padre está de todas formas, menos interesado en ser rey. A menos que mi tío muera, podemos ser felices.
—¿Prefieres ser mi reina que ser la reina de tu clan? —Inquiere sin disimular su interés por mi respuesta.
Carraspeo.
—Jamás he pisado ese clan. Y, no creí que diría esto, pero prefiero estar agusto que ser reina. Estoy agusto contigo, me convertiré en tu esposa, eso me hace Líder y reina de Wachsend. Cosa que tampoco creí posible y ni siquiera imaginé, pero es suficiente. No necesito ni quiero más.
Sus labios se curvan hacia abajo, como si sonriera al revés y no puedo evitar sonreír ante el gesto.
—Yo también renunciaría a mi manada por ti, así como tu padre renunció a un reino con tal de estar al lado de la mujer que ama.
Vuelve a centrar su atención en la carpeta de color negro mientras sus palabras hacen eco en mi interior.
—¿Ya leíste este? —Pregunta, refiriéndose a la propuesta luego de varios segundos en silencio.
Parpadeo varias veces, alejando esos nuevos debates que amenazan con llevarme al futuro, cuando apenas empiezo a vivir el presente.
—Sí.
—¿Qué opinas?
—Me parece bien, pero, ¿y si resulta que varias de esas personas no son de fiar? También existe la posiblidad de que ese Líder tenga algún plan contra nuestra manada.
Niega al tiempo que una leve sonrisa adorna su rostro.
—Stefan Iannelli no se atrevería a intentar algo contra nosotros. Nuestras familias se han relacionado desde antes de nuestro nacimiento.
—¿Y por qué pedir alguien de Wachsend para que entrene a su hijo? ¿No podría entrenarlo él mismo o sustituir su actual entrenador?
—Yo creo que no cree tanto en el mejor entrenador de su manada como para confiarle el entrenamiento de su hijo. Y nosotros, además de ser los mejores, somos leales. Un integrante de Wachsend desleal en realidad no se considera a sí mismo parte de esta manada.
—Si él es de fiar...
—Es jóven, pero bastante calculador, precavido e inteligente. Hay varios tratados entre nuestras manadas y ambas están en distintos continentes. No hay conflictos entre nosotros —suspira, desabrochando varios botones más de su camisa—. Vendrá bien analizar la propuesta. Tenemos tiempo. Pero ahora, tú y yo hablaremos de otra cosa.
—¿Ah sí? ¿De qué se trata? —Mis cejas se elevan en un acto inconsciente por causa de la expectación—. Creí que iríamos a descansar.
—¿Estás cansada? —Me sonríe con sorna.
—No. Pero llevamos casi todo el día aquí metidos, y ya es de noche.
Ríe y continúa arreglándose, esta vez se acomoda el pelo y quita algo inexistente alrededor de su labio inferior.
—Tranquila, fiera. Ha sido todo por hoy, somos libres. Si no surge nada, claro.
Asiento.
—¿De qué quieres hablar?
—De nosotros.
Me quedo unos segundos en silencio, saboreando el «nosotros» que desde sus labios suena demasiado significativo.
—¿Puede ser mientras nos duchamos?Necesito agua, urgente. —No miento, me está seduciendo conscientemente y no sé cómo rayos contener el calor que amenaza con asfixiarme.
Se carcajea e irrumpe en mis pensamientos. Rodea el escritorio, para luego sentarse sobre él enfrente de mí, después de que me echo hacia atrás para darle espacio.
—Si no es ahora, no será nunca.
—Podemos hablar arriba.
—No iremos a la misma habitación.
—¿No?
—Hasta la noche de bodas.
—¿Es en serio?
—Que sí.
—¿Y quién tomó esa decisión sin consultarme?
—Tu futuro esposo.
Trago saliva sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿Qué no hemos hecho ya, futuro esposo? Si resistimos el primer día sin caer podemos resistir vernos desnudos.
—Hablas por ti —me señala con su dedo índice—, porque si yo te veo desnuda otra vez puedo dejar que me domine el deseo de poseerte.
»También sé que si empiezo me vas a seguir la corriente. Basta con ver tus ojos oscurecerse justo ahora, ¡y ni siquiera estoy tocandote!
No respondo. Aquello me toma desprevenida.
—¿Sin palabras esta vez? Vamos, siempre tienes algo que decir.
—Efectivamente.
—Pues dime algo —sonríe con burla.
—¿Qué quieres que te diga? Tienes razón, estoy a nada de volverte mío una vez más. Pero podemos intentar resistir aunque sea un poco... no somos tan débiles.
—Cuando se trata de las infinitas ganas que nos traemos no hay fortaleza que valga, fiera.
Suelto un quejido involuntario. Él me dedica una mirada en advertencia.
—¿Eso qué fue?
—¿Un quejido?
—No —entrecierra los ojos en mi dirección ocultando su mirada cazadora—. Está decidido. No dormiremos juntos o estaremos ante un auténtico intento fallido.
—Esto es injusto —me quejo.
—Aunque queramos, no queremos caer.
—No, pero... —dejo la oración suspendida sin saber qué más decir.
—¿Tanto le gusta mi calor, señora de Wachsend?
Coloco mis manos sobre el escritorio a cada lado de su cuerpo y me acerco más a él, aún sentada en la silla giratoria.
—¿Lo duda, mi señor?
—Quiero que me lo confirme.
—Me encantas.
—Wohlklang... no le pido que me lo diga otra vez porque me rendiré aún más a sus pies, mi señora.
Vuelvo a reír sin dejar de estar sumergida en esa combinación de verde y ámbar que amenaza con dejarme sin aliento.
—¿Cómo quieres que sea nuestra boda? —Pregunta, finalmente.
—Los integrantes de Wachsend y nuestras familias —respondo segura—. ¿Tú?
—Así me parece perfecto.
—Nada ostentoso.
—No me pidas eso.
—Por favor, no soportaría casarme rodeada de tantos lujos. Un precioso vestido, peinado, tacones, flores, luces, música, una pequeña fiesta, Wachsend y tú.
—Quisiera hacer una increíble celebración, invitar a otras manadas... —deja la oración suspendida mientras me mira a los ojos.
—Mentiroso.
Se carcajea y yo también ante sus gestos graciosos.
—Estoy de acuerdo contigo. Que nuestra boda sea lo más íntima posible. Creo que cerca del río quedaría estupenda.
—Sí, es muy hermoso. Debemos aprovechar que aún no es invierno.
—Exacto. También deberíamos arreglar lo de la vestimenta.
—Sobre eso, yo no debo preocuparme, hablaré con mi madre. Desde que era preadolescente me repite cada vez que puede que ella misma se encargará de elegir el vestido para mi boda y todo lo que llevaré puesto ese día. Quiero complacerla.
—Me parece perfecto. Entonces solo yo debo ir de compras. —Esto último es más para él que para mí y se escucha justo como suena un lastimoso quejido.
Siento que se encargará personalmente de su vestimenta para ese día porque es nuestra boda, y que de lo contrario, no lo haría.
—¿Y la decoración?
—Creo que Arian querrá encargarse de eso. Le gusta unir las parejas, y no solo porque ve cosas que los demás no; le encanta ver a todos felices y tener las cosas bajo control.
—¿Estás seguro de que aceptaría?
—Sí. —Con su mano me aparta los mechones sueltos del rostro.
—Hablando de Arian... —empiezo a decir—, ¿sabes que encontró a su compañero?
Asiente.
—Sí. Pero aún no sabemos de quién se trata.
Me quedo callada, disfrutando de su caricia en mi mejilla.
Quisiera comentarle sobre la situación, pero soy consciente de que sus cosas solo ella debe decirlas y también de que lo hará cuando sea el momento.
—Ya habrá tiempo —me levanto y me quedo parada entre sus piernas mientras él sigue sentado en el borde del escritorio.
—Tienes razón —deposita un casto beso en mis labios y me abraza por la cintura—. Teníamos que dar una vuelta —susurra apenas un poco lejos de mí rostro.
—Cierto. ¿Qué sitio era?
—Te iba a mostrar el área de entrenamiento, las armas...
—¿No debería haber una de seguridad informática?
—La hay. Como pudiste ver, esa pequeña sala que está después de cruzar la puerta, en realidad es el área de camuflaje para llevarte a otras en donde se maneja información muy valiosa.
»El almacén y el área de informática, por ejemplo, también hay una puerta que te lleva al refugio, y desde él puedes llegar a otra parte del bosque que también pertenece a nuestro territorio. La zona de exilio te la mostraré desde las cámaras, por nada del mundo permitiría que fueras allí.
—¿Dónde está?
—En nuestro territorio, pero no está y nunca estará a tu alcance.
Sonaba tan reacio a darme información acerca de ese lugar.
—Dímelo, así sabré donde encerrarte si te pones intenso antes de la boda.
Sin atisbo alguno de gracia ante mi comentario, deposita un beso suave en mis labios.
—No.
—Alek... —Me aparto un segundo para replicar.
—Me niego.
Y vuelve a tomar mis labios.
El beso amenaza con llevarnos al descontrol, y como si de una conexión mental se tratase, nos separamos al mismo tiempo y sin rechistar. Ambos sabiendo el porqué.
Me quedo observando sus ojos —esos que no paran de quemar cada parte que recorren de mí— y sin que pueda evitarlo, una vez más siento esa preocupación.
—¿Qué pasa? —Él lo nota al instante.
Giro el rostro para mirar cualquier cosa que no sea él, pero toma mi mentón y gira mi rostro hacia él.
Al final cedo y decido no quedarme con eso dentro.
—Me he estado cuestionando muchas cosas luego de ver a Vanora.
—Alexa...
—Sé que a lo mejor son tonterías —lo interrumpo—, pero entiéndeme.
—Yo te entiendo, fiera.
—He cuestionado la diferencia de edad, incluso. No estoy cómoda. Sé que no debería pensar demasiado en el tema pero no puedo desprenderme del sentimiento. Siento que no te... —Trago saliva viendo como el brillo se adueña de sus ojos—, que no estoy a la altura.
—Sé que Vanora pudo haber hecho las cosas de manera diferente —acaricia mi rostro—. Ni siquiera era tan necesario que fuéramos allí. Pero así eran las cosas mucho antes de ti...
—¿Cómo?
—Ella venía a buscarme o yo iba a su área en el refugio.
—¿Su área?
—Sí, fiera.
—Entiendo.
—Pero ese no es el punto. El punto es que estás dejando entrar cosas erróneas aquí —deposita un beso en mi frente y siento la necesidad de atesorarlo—. No vuelvas a decir esas porquerías, no tienes que estar a la altura de nada y si así fuera sobrepasarías cualquier estándar. No quiero que mis acciones pasadas te hagan sentir así. Quiero a esa fiera insumisa que nadie puede domar y que decidió ser mía.
—Tienes razón, no sé cómo he llegado a este punto.
—Ahora somos tú y yo. Pero si te soy honesto yo también pienso en el desalmado que te rechazó.
—Alek...
—No sé si está vivo o si está muerto, pero también he meditado en tu pasado. Incluso llego a preguntarme sientes algo a través del vínculo que tenías con él.
—Está vivo —tragué saliva—. Eso puedo asegurarlo, pero no siento nada.
—Si así fuera, puedes decírmelo. Nuestro vínculo ya es concreto y consumamos el matrimonio antes de la ceremonia, a destiempo, pero somos uno, Alexa.
—Me causa nostalgia pensar en mi pasado —admito—. Pero ya no siento dolor al recordarlo. Yo solo quiero ser y hacerte feliz. Quiero que seamos fuertes, que no olvidemos nuestra decisión.
—Lo nuestro ya es fuerte. Y lo será mucho más, si logramos dejar el pasado atrás solo Lo divino podrá separarnos.
Poso una mano en su pecho y con la otra acaricio su barbilla, sin nada más que decir, porque ya lo hemos dicho todo.
Me dan ganas de acariciarlo todo el día. He puesto mis ojos una vez más en los suyos, en él, en sus facciones, en sus labios, en su corazón... está tan bien cuidado, joder. La barba bien recortada y limpia al igual que su pelo oscuro y sedoso. Esas envidiables pestañas, su sonrisa, su mentalidad, su alma, su olor tan varonil y su cuerpo fornido. Es apetecible y admirable.
—Lo divino se esmeró contigo. Y pensar que eres para mí... —susurro, concentrada en el caos que expresa su mirada reluciente, mientras soy una feliz víctima de su completa atención.
—nur für dich (solo para ti)
Nos quedamos en quietos, en uno de esos silencios que no querrías interrumpir.
Deja sus manos a cada lado de mi cuello y con decisión me atrae a su rostro. Pienso en Vanora, pienso en arpías, en nuestros padres, en la boda... pero en cuanto sus labios de seda acarician los míos olvido cada una de esas pequeñeces que se han convertido en preocupaciones.
Nota:
Hola preciosuras, primero que nada, gracias por seguir leyendo a mi reina y a mi rey. Ya es el capítulo 20 😨
Por otro lado, ya habíamos visto a Vanora Johnson en el cap anterior... pero, ¿Quién es ese Stefan Iannelli 🤨? ya lo sabremos 😏, y no, Vanora y él no están destinados a estar juntos jeje ;)
Dunkel (nombre del clan de dragones al que pertenece Alexa): Oscuros
New moon (nombre de la manada de Stefan Iannelli): Luna nueva
Wohlklang: Eufonía
Wachsend (nombre de la manada de mis papis): Creciente
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