❆ XLVII: Venganza & justicia ❆
~ VENGANZA & JUSTICIA ~
Alexa
Desde que sé de su existencia he querido conocerlo, tiene mi admiración y ni siquiera lo había visto hasta ahora. El primer ser igual a mí con el cual me identifico.
Está enfrente de mí, el primer híbrido de tres especies, cuya madre y su relación con mi propósito no salen de mi cabeza.
Frunzo el ceño y lo miro con la boca ligeramente abierta.
—Tu presencia se me hacía algo familiar —dice Alek—. Sé reconocer cuando tengo un híbrido cerca.
—Ahora entiendo por qué oculta su olor —comento en un susurro.
—Solo es por precaución —toma a Aurora de la cintura—, para no exponer el hogar de los guardianes más antiguos, ya sabes.
Los dos son algo pálidos, también tienen el cabello platinado y eso llama mucho mi atención.
«Parecen ser de Clearings.»
Obviamente, además de los dragones de hielo otros seres tienen ciertas características, pero es bastante raro.
También podría ser por su edad, están bien conservados pero son bastante adultos.
—¿Viven aquí? —Pregunto.
La esposa del griego suelta una risa leve.
—No actualmente, llegamos hace poco. ¿No me recuerdas?
Niego.
—La verdad es que no.
—¿Por qué iba a recordarte, Aurora?
—Es Alexa Schwarz Pierce. Hija de Acel, la número cinco y el heredero de Dunkel. Yo escribí su presentación —le dice a su esposo mientras yo la miro con expresión confusa.
—¿Me estás diciendo que ella es la híbrida más poderosa del Mundo oculto y que le estás haciendo un libro?
—Eso —le sonríe—. Pero está pausado —me mira sin borrar la sonrisa—, hay muchos detalles de la historia que desconozco y espero que ella misma me los cuente una vez cumpla con su propósito.
—¿Qué hay de ti? —Alek interrumpe su plática acerca de mí segundos después, mirando fijamente al griego—. Eres el primer híbrido de tres especies.
El susodicho suelta una risa seca.
—No crean todo lo que leen, algunas cosas pueden ser solo despistes.
—¿Qué estás queriendo decir? —Pregunto en un susurro.
—Que en realidad... la primera híbrida de tres especies del Mundo oculto se encuentra enfrente de mí.
Mi frente se arruga.
—Evidentemente usted no nació hace menos de veintidós años.
El griego suelta una estruendosa carcajada que me hace entornar los ojos en su dirección.
—No, jovencita. He vivido cientos, y soy el número tres pero… mi padre escribió un libro en el que dice que soy el primer híbrido de tres especies para que a los del Consejo no se les ocurriera una manera rápida de atraparme, pero solo soy un poderoso guardián con algunas habilidades de vampiro.
—¿Tu qué? —No me molesto en ocultar mi curiosidad.
—A ver —murmura con voz cansina y empieza a dar pasos distraídos a nuestro alrededor—, ¿por qué el guardián más antiguo no pondría la especie del padre de un híbrido tan importante?
Trago saliva.
Yo también me hice esa pregunta.
—«¿Porque no la conoce?» dirás, pero no. Él descubre todo lo que se propone si Lo divino se lo permite —carraspea y sonríe al confirmar que tiene toda nuestra atención—. Corban Sierich, alias El anciano, es el padre del híbrido número tres, Anker Sierich Soiledis.
—Y ese eres tú.
No sé qué pensar, aunque, ciertamente no hay mucho que pensar. Todo está siendo revelado ante mí como quería, muchas de las preguntas que me he hecho están siendo contestadas y ni siquiera he visto a El anciano.
Anker, el híbrido griego siendo hijo del guardián más antiguo.
Adara, la segunda híbrida siendo pareja de Corban.
Yo, siendo la primera híbrida de tres especies.
Esas posibilidades ni siquiera llegaron a pasar por mi mente.
—Yo hubiese sido el primer híbrido de tres especies si un guardián medio humano no se hubiera apareado con mi madre —continúa diciendo—. Pero, desgraciada y afortunadamente, su sangre me corre por las venas y a montones.
Tomo una bocanada de aire, conmocionada.
—¿Tu padre mintió en algo más en Los legados del consejo? —Le pregunto.
—Una mentira entre un montón de verdades es creíble, así que, lo más probable es que solo lo referente a mí y a mi madre esté manipulado por su ingenio para conseguir algún fin —sonríe ampliamente—. Como que los Jerarcas no persigan a su primogénito, por ejemplo.
—Bueno, basta —lo reprende Aurora al también notar que su esposo disfruta ver nuestras caras perplejas.
Escucho los pasos de alguien más acercarse a nosotros.
Adalia.
—Corban les está esperando.
Empezamos a caminar hacia la sala. Me acerco a ella y la miro con las cejas elevadas.
—Acabo de enterarme de que Anker, además de ser de dos especies, es hijo del anciano —digo sin importar que él se encuentre caminando a escasos metros de nosotros junto a su esposa.
Ella alza las manos en señal de rendición.
—Era un secreto bajo juramento, no me mires así. Si él te lo ha dicho es porque puede.
—¿Algo más que debas contarme?
Me sonríe con calidez.
—No, cariño, ya no.
❆ . • .❆ . • .❆
Al entrar en la sala siento la ausencia de Aleksandre, permanece cerca de mí pero una vez empiezo a acercarme al anciano me deja avanzar sola hacia él. En la mesa hay otros hombres y mujeres al igual que alrededor de ella.
La presencia de las familias me aturde y mucho más cuando cada uno de los presentes centra su atención en mí. Me siento expuesta, siento que ven a través de mí, pero al mismo tiempo es como si solo tuviera ojos para el mayor de todos.
Corban Sierich, conocido como «El anciano», es el guardián más longevo en la actualidad, hijo del primer protector de los híbridos. A pesar de la cantidad de años que lleva de vida conserva un aspecto apropiado y permanece bien cuidado.
Noto el parecido con Anker, podría decir que son idénticos a excepción del color de ojos que ambos poseen.
Los Sierich son descendientes de una familia de humanos que existió en la época del primer híbrido. En ese entonces su apellido era uno más, hasta que una noche un ser divino se presentó en su casa y desde entonces cada portador de aquella sangre elegida se dedica a proteger y guardar otros elegidos de Lo divino.
La mayoría de ellos y los híbridos tenemos por inicial la letra A en honor a Andreus Sierich, el primer guardián. Esto suele pasar desapercibido, millones de seres tienen la inicial y solo unos cientos la llevan en honor a nuestro primer protector.
—Corban —murmuro al quedar frente a él.
Adalia se acerca y coloca sus manos en mis hombros.
—Ella es Alexa.
Su mirada es tan cálida, sus cabellos blancos, la barba abundante y sus ropas del mismo color lo hacen ver puro, como una criatura limpia, casi divina... y sus ojos lo afirman.
—La pequeña Alexandra —su voz áspera se torna suave al pronunciar mi nombre—. Alexa desvía un poco la atención del significado. Salgan todos, por favor —pide al notarlo.
Los presentes abandonan la sala, a excepción de Alek, Adalia y Anker.
Vuelve a mirarme fijamente, escaneando mi rostro con sus ojos curiosos.
—Lo que siento es certero —se levanta.
—¿Qué siente?
—Hay vidas dentro de ti.
Mi corazón se acelera.
Asiento.
—Mi esposo y yo seremos padres.
—Tu esposo —mira un punto fijo a mis espaldas—. El Rey de Wachsend, Aleksandre Wolf, casado con la futura Reina de Dunkelheit, Alexandra Schwarz —solo sus pasos rompen el silencio a medida que camina por la habitación—. Dos seres destinados a encontrarse.
Me giro y mi mirada busca la suya, al encontrarla es como si fuera un soplo de aire fresco para mi alma. Ese verde fuerte y reluciente combinado con ámbar es mi vida y mi perdición.
—Ni siquiera el tiempo pudo impedir que eso sucediera, muchachos. Ni siquiera el dolor.
Trago saliva y carraspeo. No voy a preguntar cómo lo sabe, sería una pregunta tonta teniendo en cuenta con quién estoy tratando.
Sí, fuí rechazada y amé a alguien más antes de Alek, pero como quise tener a Fabián a mi lado en su momento no se compara con la necesidad de tener a mi esposo cerca de mí. Son cosas muy diferentes, las sensaciones relacionadas con ambos son incomparables.
Fabián era mi compañero, Aleksandre no lo era pero sé que él es esa persona que Lo divino escogió para mí. No me interesa saber por qué debía experimentar el dolor del rechazo, no me interesa nada relacionado con el dolor pasado porque sé que lo que ahora tengo con Alek es lo que desee desde el momento en que empecé a considerar mi unión con un macho.
Lo amo a él. Amo sus ojos, sus sonrisas, su alma, su carácter... incluso sus imperfecciones. Amo exactamente todo de ese hombre lobo y en mi vida no cambiaría ni un jodido segundo de dolor.
No cambiaría absolutamente nada.
—Ni siquiera el dolor —repito con una sonrisa leve.
Él asiente y vuelve a mirarme.
—¿Qué los trae por aquí?
Suelto un suspiro y guardo las manos en los bolsillos del gabán que tuve que ponerme para que mi vientre no se notara.
—Necesitaba hablar con usted, Corban. De varias cosas.
Vuelve a asentir.
—Te escucho —entrelaza las manos en su espalda—. ¿Qué es lo que este viejo puede ofrecerle a la elegida del Creador?
La elegida del Creador.
La primera híbrida de tres especies.
La número siete.
Alexandra.
“La que es protectora”.
Sé que debo cuidar que algunas personas en específico no conozcan mi nombre por su significado, pero si algo tengo bien claro es que la mayoría de seres a mi alrededor pueden protegerse muy bien a sí mismos.
Lo que hace que surja la pregunta:
¿Protectora de qué?
Sacudo la cabeza ligeramente y dejo de adelantarme a los acontecimientos. Si aún no lo tengo claro es por alguna razón aunque la necesidad de que todo termine quiera consumirme cada vez más con cada día que pasa.
—Tenía muchas preguntas —admito—. Pero ahora solo quiero que me hable de usted y de los híbridos.
Sonríe con nostalgia.
—No hay mucho que debas saber de mí, querida. Soy padre de un hijo al que he buscado proteger con mi vida. Luego de la muerte de Adara ese ha sido mi principal objetivo.
Me trago el impulso de interrumpirlo.
—Los nuevos Jerarcas han continuado con el legado de sus antiguos Líderes pues, en lugar de cambiar las leyes a unas que favorezcan a los híbridos, han hecho que el peso de las ya establecidas sea aún más significativo.
»Con nosotros tampoco están contentos, no saben que somos sus guardianes pero sospechan que les protegemos de alguna manera. Pero si nos tocan ya estarían yendo demasiado lejos. Aún así no nos confiamos, nos protegemos como la familia y grupo de guardianes que somos.
»Lo divino ha permitido la existencia de los híbridos con el objetivo de crear seres tan poderosos como los Jerarcas o más para que estos sean destruidos, para muchos ellos operan bajo el mandato de Lo divino; pero muchos otros somos conscientes de que no es así. Podrían ser aniquilados de la nada, pero si algo caracteriza a nuestro Creador es eso de dar lecciones.
»También, su existencia se debe a que, así como vencerán a los Jerarcas y sus aliados, así mismo gobernarán el Mundo oculto de la manera correcta en el lugar de ellos. De lo contrario, otros seres podrían hacer con ustedes lo mismo que ustedes harán a ciertos miembros del Consejo.
Gobernar el Mundo oculto.
Sus palabras se repiten en mi mente.
—Yo maté al número cinco y tengo a la número seis encerrada —confieso—, no creo haber hecho mal, pero...
—Cariño —Alek me interrumpe—, Dean intentó matar a nuestros primogénitos por pedido de Amalia, incluso ella merece morir.
—Tu esposo tiene razón, hija. Ustedes tienen un propósito, pero eligen si seguirlo o no, esos dos corrompidos, ya eligieron su camino al intentar perjudicarte.
—Amalia siempre me dió mala espina —murmura Anker.
—¿La conoces? —Lo encaro.
—Al igual que tú, Alexandra —empieza a decir—, cada híbrido debe ser presentado a los Sierich's. Debemos conocerlos para así poder protegerlos por medio del guardián asignado. Ella fue presentada junto a tu madre; y yo estoy de aquí para allá siempre, tuve el privilegio de conocerlas.
—Ella y tu madre fueron presentadas un poco tarde, y tomaron la decisión de cuidarse una a la otra —interviene Corban—. Anker iba a ser su guardián.
Frunzo el ceño.
—Así es, querida, me rechazaron, pero logré sobrevivir a ello —murmura con gracia.
—¿Hasta ahora solo somos nueve? —Pregunto tratando de ignorar el tornado de pensamientos que arropa mi mente.
—Hay uno más, nació después de Alía. ¿Sabes que es tu sobrina la más poderosa hasta ahora?
—Sí, señor. ¿Dónde está el número diez?
—En Clearings.
Me quedo en silencio.
—¿Un dragón de hielo?
—Hielo y fuego —responde.
Un híbrido de dragón de hielo y fuego.
—Su padre es Archibald Demetriou —agrega.
—Nos mintió —dice Alek sin dejarme procesar bien las palabras.
—Sí, omitió algunos detalles importantes —murmuro sorprendida y dudosa en partes iguales.
—¿A qué se refieren? —Pregunta Adalia.
—Es nuestro aliado —le hago saber—, y llevará su familia a Wachsend a petición mía, pero no nos dijo que su hijo era un híbrido. Y yo no le leí la mente.
«Creo que debí.»
—¿Tenía a su hijo en el territorio de Antarktis? —pregunta Aleksandre con esa característica calma que logra mantener en momentos como estos.
—Sí, pero tranquilos. Yo soy su guardián —dice Anker con una radiante sonrisa.
Suelto una risa carente de gracia.
—No comprendo.
El griego no deja de sonreír, cosa que me afirma una y otra vez la confianza que posee. Actúa como si tuviera cada cosa bajo control.
—Uno de los Jerarcas me ha tenido en sus manos desde hace un tiempo, pero ser un viejo atractivo y, además un híbrido, me hace parecer un Clear. Además tengo ojos grises, como los tuyos.
—¿Los dejaste solos, Anker? —Pregunto en un susurro.
—No, están aquí.
Suelto un suspiro, conmocionada.
—Hacen parecer esta situación algo simple cuando en realidad el mínimo desequilibrio podría hacer estallar una masacre.
—A Archibald le encanta el peligro, jovencita. A mí también.
—¿Por qué permitiste que se quedaran en Clearings?
—Mi esposa y yo estamos con ellos, hasta ahora todo ha ido de maravilla, nada de qué preocuparse.
Tomo aire y me quito el gabán al sentirme sofocada, la curva de mi crecido vientre es delineada por el vestido color vino ajustado que cubre mi cuerpo.
Dejo el abrigo encima de la mesa con brusquedad y me preparo para las que serán mis propias palabras.
Si Anker es hijo del hombre enfrente de mí, saber que Adara se encuentra viva y en las manos del Consejo va a remover espinas en el corazón de ambos.
Los miro a la vez, sus rostros adultos, imponentes y que expresan mucha de esa sabiduría que tal vez a mí me hace falta.
—Diré algo —suelto un suspiro y me cruzo de brazos—, y no quiero que eso los altere.
—¿A qué te refieres? —Anker se acerca a paso lento, estudiandome.
—Estoy embarazada —digo lo obvio buscando la manera de soltar todo sin ser demasiado brusca—. Tres híbridos vienen en camino. Aleksandre y yo cometimos el error de ceder ante el deseo fuera del matrimonio, nos marcamos...
»Al dormir yo tuve una pesadilla. Andaba sola en medio del bosque negro, huyendo para no ser atrapa y también llevaba un bebé en mi vientre. De un momento a otro la sangre me cubrió y el miedo me llevó a pedir auxilio... yo amaba ese bebé y no quería perderlo. Creímos que se trataba de una advertencia por nuestro pecado, pero yo seguía teniendo otros sueños similares.
Tomo aire.
—Nos casamos, volvimos de la luna de miel y un suceso me quebró hasta el punto de hacerme rogar perdón y dirección durante varios días en los que busqué respuestas. La respuesta que recibí de Lo divino fue clara: debo liberar a alguien, y no solo eso, también confiar en mi instinto.
—Los hijos son bendiciones de Lo divino, Alexandra —dice Anker—. Pero todos aquí sabemos que no es buen momento para...
—Pequé —lo interrumpo—. Hace casi nada me estaba rompiendo por dentro porque creí que en cualquier momento alguien vendría a acabar con mi embarazo. Pero sé que no estoy sola, esos sueños no se trataban de mí.
—¿Entonces de quién? —Pregunta El anciano.
—Vine aquí porque necesitaba encontrar a Anker, principalmente. Necesitaba contactar con el híbrido griego por medio del anciano para hacerlo mi aliado, pero esto último ya no es necesario. Me enteré de que es su hijo, hijo de un guardián y la segunda híbrida.
Trago saliva y busco apoyo en la mirada de Alek una vez más. Él me da un asentimiento y yo suelto aire una vez más.
—Yo... creo que los sueños se tratan de ella; creo que Adara está viva.
El silencio duele, pero duele mucho más ver la esperanza aparecer en sus miradas y romperse a los pocos segundos cuando se miran.
—¿Eres consciente de lo que dices?
—Cuida el tono con mi esposa, griego —Aleksandre se acerca a mí—. Si Lo divino nos perdonó a nosotros, aquellos sueños en los que nos piden auxilio y la marca de los híbridos afirma la posibilidad de que un híbrido dado por muerto se encuentre con vida, bajo el poder de los Jerarcas. Y todo apunta a que es la segunda híbrida, Corban.
»El primero para ellos fue un experimento, de la segunda solo nos dijeron que deseó descender y que dejó un hijo, el tercero. El cuarto lo asesinó mi esposa cuando intentó hacer daño a nuestros primogénitos, la quinta es mi suegra, la sexta es una traidora que tengo bajo tierra y la séptima... la número siete, es mi esposa. Solo puede tratarse de Adara.
—¿Para qué la querrían los Jerarcas, Padre?
—Eso es lo que yo necesito saber —murmuro.
Corban vuelve a dar pasos a nuestro alrededor, pensativo.
—Si Lo divino hubiese querido revelarme algo más acerca de tu misión lo hubiese hecho ya. Pero ahora entiendo el por qué de tantos vacíos.
—¿Qué quiere decir?
—Adara Soiledis fue mi vida entera, al recibir la noticia de su muerte sentí que yo también iba a morir. Pero de algún modo sentía que el dolor no era suficiente, que aún se encuentre en este mundo es una justificación a mi fortaleza ante su pérdida. La amé demasiado como para no perder la cabeza al no tenerla conmigo. A fin de cuentas, después de mi espíritu mi corazón es quien gobierna todo mi cuerpo.
»Si mi amada se encuentra con vida, como dices, Lo divino quiere que permanezca al margen de todo esto. Sé que tu propósito no se trata de mí.
—Yo también lo sé. El consejo planea algo y necesita a los híbridos, vivos. Nos detestan porque estamos destinados a acabar con ellos y quieren evitarlo al tenernos en su poder. Pero hay algo más.
—¿Recuerda a los Cipriani? —Pregunta Alek luego de unos segundos de silencio—. Su clan fue destruido porque el Líder conocía sus planes, hace siglos. Tenemos a la última de su descendencia en nuestra manada, Adara también podría estar viva.
—Mi madre nació hace exactamente 500 años —dice Anker, mirándome con cautela—. ¿Que podrían estar haciendo con ella desde el momento en que la atraparon...? Han pasado cientos desde entonces. Pensar que la tienen viva es un poco loco —me apunta con su dedo.
No lo afirmo, aunque estoy más que segura de que Adara se encuentra en las ruinas.
—Es una posibilidad —murmura Corban.
—¿Qué edad tienes? —Pregunto a Anker.
—470.
—¿Entonces cuántos tiene usted?
—504.
—¿Cuándo fue la última vez que la vieron?
—Yo tenía diez años y mucho tiempo lejos de ella. Creo que he bloqueado sus recuerdos de mi mente.
—Necesito saber cómo era.
Ambos me miran, dudosos, pero yo no me molesto en afirmarles más lo que ya conozco con certeza.
—Puedo darte un vivo retrato de ella, Alexandra —dice Corban—. Sé que Lo divino me quiere al margen de esto, pues en el fondo de mi corazón deseo vengar la muerte de mi amada y durante todos estos años sé que hay algo más con relación a los híbridos.
—Padre.
—Si Alexandra dice que está viva es por algo, Anker, además, todo tiene sentido.
Anker se queda pensativo.
—¿Dónde la podrían tener? —Pregunta al cabo de unos segundos.
—Conozco una ubicación, pero lo mejor es que ustedes no la conozcan. Aún. Quédese en Atenas —Le digo a Corban.
Tomo mi gabán y empiezo a ponérmelo, decidida a irme a penas tenga el retrato en mis manos.
—Anker, te necesito en Wachsend.
—Cuenta conmigo.
—Pero antes debemos advertirte —Le dice el hombre a mi lado ayudándome con el abrigo—. Wachsend es el blanco de todos en estos momentos. Para el Mundo oculto soy un traidor por casarme con una híbrida —gira mi rostro para que lo mire a los ojos—. Debemos divulgar que además de serlo eres tan poderosa como cualquiera de ellos.
—Aleksandre...
—Si no han intentado atrapar a Anker por lo que creen saber de él, contigo tampoco lo harán, al menos no en un tiempo.
—Tu esposo tiene razón. Así ganaremos tiempo.
—Hazlo —susurro—. Pero no se puede saber que soy la número siete.
Me dedica una sonrisa tranquilizadora.
—Confía en mí.
—¿Hay algo más en lo que podamos ayudarte? —Pregunta el griego sin apartar sus ojos dudosos de mí.
—¿Pueden concederme el respaldo de los Sierich's? En Wachsend tenemos a Adalia y a la familia de Ágata. Pero necesito a todos los que puedan estar con nosotros.
—No necesitas más, con ellos, con Autora y conmigo es más que suficiente.
—¿Seguro?
Eleva sus manos de repente y al dejarlas caer un rayo azul baila entre sus palmas. Separa las manos y le lanza el rayo a una columna, derribandola.
—Podías solo decirnos que lanzas rayos.
—Lo sé.
—Buscaré el retrato de Adara. Llevense a la familia de Archibald Demetriou, muchachos —dice Corban—. Y tengan cuidado.
Suspira con nostalgia y se dirige hacia la puerta.
—Padre —la voz de Anker hace que se detenga—. Si ella está viva, no está bien. Pero si de algo estoy seguro, es de que cualquier mal nacido que haya sido capaz de tocar a mi madre va a sufrir las consecuencias.
Hay algo en su voz, no es enojo, no es rabia... él aún duda. Pero si algo desprenden sus palabras es el peso de la promesa grabada en cada una de ellas.
El anciano mira a su hijo durante unos segundos y después a mí.
—Esté viva o no, confío en que por fin se hará justicia.
Dejen una coronita si les está gustando mucho la historia 👑❤️
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