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❆ XLV: Lamento & refugio ❆

Papi Alek en multimedia :3

~ LAMENTO & REFUGIO ~

Aleksandre

Un jodido dragón de hielo en mi territorio mirando a mi mujer con admiración.

Soy demasiado consciente de que llama mucho la atención, no solo por su imponente presencia, también por su carácter, belleza admirable y exotismo pero, ¿cómo explico que en ese Clear veo una especie de competencia?

Alexa decidió ser mía.

Es mi esposa.

Mi mujer.

Mi fiera.

Sin embargo, eso no quita que el tal Archibald parezca una jodida escultura tallada por el Creador y sí sea de su misma especie.

No siento inseguridad.

Siento una especie de molestia mezclada con indignación..., además de celos.

Ella no me da razones para sentirme así, pero no puedo evitar mirar mal cualquier cosa masculina que se le acerque. No me molesta que la miren, me molestan ciertas miradas que la enfocan con demasiado detenimiento porque creo que contemplan a mi esposa como yo lo hago y eso enerva cada gota de sangre que corre por mis venas.

En ocasiones me dan ganas de ser yo quien controle todo en nuestras vidas y eso incluye que ningún otro jodido mensajero quiera rebajar la autoridad de mi Reina en su propio territorio.

Vine dispuesto a declarar la guerra a los Jerarcas, iba a enviarles una caja con un bonito moño y la cabeza de Archibald dentro como presente si se hubiese atrevido a degradar a Alexa.

Pero no, fue inteligente, lo suficiente como para ponerse de nuestro lado.

Una sola mirada de mi esposa fue suficiente para conocer las circunstancias, también el motivo de su desánimo y molestia cuando me pidió que luego de hablar con Aiker que la esperara en nuestra habitación.

El pelinegro es bastante parecido a Julian, un hombre con la piel de Alexa y esa belleza que parece venir del más allá. Son dos obras maestras del Creador, bastante parecidos y a la vez muy diferentes. Él es igual de chistoso que mi suegro, Alexa conserva ese carácter de su madre adaptado a ella como si fuese una especie de actualización, y al igual que Aiker, es bastante parecida a Julian, aunque con la mirada de tormenta que posee su madre.

He notado que él, a pesar de ser tan alegre y vivir como si fuese una ola, tiene garras filosas y un veneno que no dudaría en utilizar si dañan a alguien de su familia, como yo.

Posee calma, pero siempre está alerta, cuidando que cada cosa esté en su lugar. Por eso sé que mi manada se quedará en buenas manos mientras mi Reina y yo estemos en Grecia.

—¿Es todo? —Me pregunta cuando termino de explicarle la rutina y lo que debe hacer en caso de que nos ataquen.

Asiento.

—Es todo. Dejo mi manada y muchas personas importantes para mí y mi esposa bajo tu liderazgo, Aiker.

—Estarán en buenas manos, cuñado.

—Lo sé —admito.

—Quiero preguntarte una cosa.

Me recuesto en la silla giratoria y le hago un gesto con la mano para que hable.

—Te escucho.

—¿Por qué mi hermana lleva tanto peso encima? —Inquiere con tono indignado—. Conozco nuestra situación y que al ser la híbrida nacida en representación del número perfecto es quien Lo divino ha elegido para guiarnos… ¿pero por qué ahora que está embarazada es que todo esto parece estar a punto de estallar?

Me quedo en silencio durante unos segundos.

Yo me he preguntado exactamente lo mismo. Desde el momento en que Alexa era un embrión ha estado en riesgo. Ahora el Mundo oculto sabe que es mi esposa, una híbrida y, aunque no sepan que es la número siete, ante los ojos de muchos estoy casado con un pecado y eso no deja de ser una advertencia.

Sé que varios clanes deben estar intentando crear buenas estrategias para acabar con nuestra manada, ya tienen la excusa perfecta: mi supuesta traición al Consejo.

Me quedo en silencio durante unos segundos.

—Tus sobrinos van a nacer, si es lo que te preocupa.

Frunce el ceño.

—¿Y ella? ¿Eres consciente de que esperar varios bebés y tener tantas preocupaciones es algo que puede generarle tanto estrés hasta el punto de matarla?

Trago saliva y me veo obligado a carraspear antes de contestar.

—A veces no quiero ver la realidad de todo esto —admito—, hay muchas cosas de las que ella y yo no hablamos y prefiero que siga siendo así. Pero nos cuidamos. Hacer el amor cada que tenemos oportunidad es como darle una medicina, y morderla, lo es mucho más, aunque solo lo he hecho una vez durante el poco tiempo que lleva de embarazo, lo seguiré haciendo cada vez que lo necesite.

—Se cuidan. —Saborea las palabras con sus ojos fijos en los míos—. Tal vez no la cuidas lo suficiente.

Mi frente se arruga.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Te vas todo el día y la dejas con esa copia barata de híbrido que la lastimó —no se molesta en ocultar su malestar al decirlo.

—Lo hablamos, también me gusta darle su espacio; dejar que tome un poco de aire lejos de mí.

—Estoy seguro de que ella preferiría respirar tu mismo aire las veinticuatro horas del día los 365 días del año, cuñado, te lo digo porque se ve tan adicta a ti como tú adicto a ella.

Me quedo en silencio durante unos segundos.

—Solo tenlo presente —dice al ver que me mantengo en silencio—. ¿Qué hay del vampiro?

—Ella fue la primera en perdonarlo, si confío en él para estar cerca de Alexa cuando yo no esté es porque sé que rechazarla fue un impulso no un arma para hacerle daño. Él la quiere, no tanto como yo pero al menos un 10%

—Tú y tus cosas de Líder estratégico —masculla.

—También eres un Líder —le recuerdo—, debes aprender a pensar con la cabeza fría, te guste o no.

—Pensar con la cabeza fría no es posible cuando literalmente ardes por dentro —dice exhalando vapor por la boca—. Y Alexa es la primogénita.

—Alexa es mi Reina —sonrío ampliamente—. Así que, si algo cambia con relación a Dunkel algún día de estos, prepárate para gobernar. Ella se quedaría conmigo.

Suelta una carcajada y se acerca más al escritorio, permaneciendo sentado en la silla enfrente de mí.

—¿Intentarías hacer que se quede a gobernar Wachsend?

Niego.

—No se trata de los reinos, se trata de su Rey, y ese soy yo.

Sonríe y niega con la cabeza.

—Mi hermana te tiene en la palma de su mano.

—Que bendición —susurro.

Se hacen unos segundos de silencio.

—Tengo entendido que estuvieron juntos antes de la boda.

—Eres un chismoso, Aiker.

—Tengo un don y sé usarlo muy bien.

—Nos dejamos llevar, todo pasó muy rápido.

—Lo sé, pero ¿por qué Lo divino les daría tres herederos a la vez y en medio de esta situación?

—Si te soy honesto, no entiendo demasiadas cosas —tomo unos papeles y empiezo a leerlos distraídamente.

—Aleksandre.

Elevo la mirada hacia él.

—¿Qué?

—Mientras estés en Atenas, cuida a mi hermana, cuida a mis sobrinos.

Mi esposa y mis hijos —enfatizo.

—Si les pasa algo a los cuatro te juro que no tendré consideración.

—Para ser un hermano tan sobreprotector soportaste muchos años estando lejos de ella —lo molesto.

—Prácticamente me obligaron, Julian y sus ideas de Rey súper precavido al igual que tú.

Me carcajeo.

—Quiero verte siendo el padre de una de las adolescentes más poderosas del Mundo oculto, y además poseedora de los genes Schwarz Pierce.

—Lo mismo digo, cuñado, ojalá sean mujeres los tres bebés que estás esperando junto a mi hermana.

Mi rostro se contrae ante el pensamiento.

—Retiro lo dicho.

Su estruendosa carcajada me hace rodar los ojos.

—Eso creí —se levanta—. Ya me voy, le diré a Ágata y a mis suegros que estén más al pendiente de Alexa mientras estén fuera, Adalia también lo hará.

—¿Por qué?

—Tú procura que siempre tenga a un Sierich cerca, ya lo descubrirán al llegar a Atenas.

Quiero hacer mil preguntas con respecto al tema, pero me las trago, porque él sale del despacho dejándome con la palabra en la boca.

—No puedes negar ser un Schwarz Pierce —murmuro.

—Te escuché, cuñado querido.

. • .❆ . • .

Entra a la habitación y da un portazo. Pone el seguro y pega la frente a la puerta, soltando un suspiro.

Camino hacia ella, la tomo de la cintura para luego apartar el pelo de sus hombros con mi mano libre. Al tener el camino hacia su hermosa piel despejado, deposito un beso en la cicatriz que adorna su cuello. Su cuerpo se relaja al sentir mis labios, deja reposar la cabeza en mi hombro dándome acceso al tiempo que suelta otro suspiro cargado de molestia.

—¿Ha salido bien eso que fuiste a hacer sin mí, fiera?

Asiente, encarandome.

En sus ojos noto la preocupación, la necesidad de tener todo bajo control y ganas de desaparecer.

—Sí. Pero nada está bien, Aleksandre.

—Alexa...

—Los subestimamos.

—No lo hicimos.

—No pensamos en el poder que tienen a su disposición.

—Claro que sí, pero ¿qué ganamos si nos ponemos a pensarlo detenidamente, Alexa?

—No me digas Alexa en ese tono, Aleksandre.

—Fiera...

—Estoy demasiado sensible e irritada, amor. Te pido que por favor hagamos de esta conversación algo breve porque solo quiero ir a Grecia para obtener todo lo que necesito y cortar este maldito asunto de raíz.

Trago saliva.

«Está enojada, muy enojada.»

Suelta un suspiro y mira un punto fijo detrás de mí.

—Dos clanes de vampiros, un ejército de ellos, poderosos y fuertes. Además de otro ejército de dragones de hielo… saldremos destrozados de la inevitable guerra que se avecina si no pensamos de una vez en todas las posibilidades.

Asiento.

—Es usted quien comanda esto, meine Dame. Si no quieres hablar solo dame acceso a tu mente, pero permíteme saber qué es lo que te ha puesto así de un momento a otro —acuno su rostro entre mis manos, mirándola directo a las tormentas que tiene por ojos—. Era esperado todo esto. ¿Por qué estás así?

Su mirada se va ocultando entre las lágrimas.

—Porque no lo tenía tan presente, porque ya es un hecho que se vienen contra Wachsend, porque desperté de un sueño irreal llamado calma con sabor a muerte que huele a caos... porque mi corazón late ansioso, con ganas de adelantar el tiempo y que todo esto acabe sin que nuestro futuro en familia se vea como algo lejano.

Pego su frente a la mía al reconocer el rumbo de la conversación.

—Somos cinco y no quiero que eso cambie, Aleksandre, no quiero que ningún miembro de nuestra familia reste.

—Amor.

—Falta una eternidad para tenerlos con nosotros… es cuestión de una jodida orden para que todo esto se nos venga encima. Hace meses no te tenía a ti, hace meses creí que nuestro primer hijo moriría, hace semanas descubrimos que son dos y hace poco nos enteramos de que son tres. Aleksandre soy la Líder de esto, al aceptar ser tu esposa me comprometí a cuidar Wachsend y no estoy haciendo más que poner nuestra manada en constante riesgo.

—Para. Por favor, no vayas por ahí.

—Me está costando mucho confiar. Le acabo de pedir a mi padre que tome Dunkel.

—¿Qué?

—Lo hará mañana. En cualquier momento esos tres malditos vendrán por nosotros; no tengo toda la información que necesitamos.

—Calma, mi vida —beso su frente—, todo va a estar bien. Somos fuertes, eres fuerte.

Espesas lágrimas se deslizan por sus mejillas, verla llorar así me rompe el alma. Pero no voy a pedirle que deje de hacerlo, es lo que necesita, desahogarse. Quisiera ser yo quien sufre de esa manera, sé que el embarazo altera sus emociones pero la entiendo jodidamente bien. Tener una familia es algo que anhela tanto como yo pero siempre estaremos en riesgo, y es mucho peor teniendo en cuenta los tiempos que vivimos.

Ella es una guerrera, mi guerrera.

No puedo ser egoísta, debo ser su lugar seguro y aunque me esté matando verla tan vulnerable dejaré que se derrumbe una vez más, en mis brazos; justo como la primera vez que me mostró su alma hecha pedazos. Esa noche en la que conocí sus fortalezas y fiereza, pero también sus miedos y debilidades.

—Quiero ganar esta guerra y sé que voy a hacerlo, Lo divino nos respalda... ¿Pero cómo hago para visualizar un futuro con nuestros bebés si ni siquiera sé si saldré viva?

Cierro los ojos y mi lamento se mezcla con el suyo cuando me permito imaginar mi vida sin ella, sin lo que tanto anhelamos en este momento.

—Lo conseguiste.

—¿De qué hablas?

Me quedo en silencio, no le digo que estoy temblando ante mi mayor miedo: perderla. Porque por más de una vez en el día me he visto obligado a dejar de bloquear posibles imágenes en mi cabeza… imágenes en las que nuestro amor pasa a ser dolor.

Quiero decirle una vez más que todo saldrá bien, que saldremos juntos e ilesos del caos pero, ¿cómo lo hago si lo que he querido evitar ahora me cae como un valde de agua ardiente? No subestimamos al enemigo, pero yo logré reprimir en nosotros esta incertidumbre y desesperación ante el futuro incierto que en cualquier momento se convertirá en nuestro presente.

No me veo sin ella.

No sería capaz de soportar ver nuestros sueños rotos.

No soportaría que algo le pasara a nuestros bebés... no lo soportaría porque ya los amo tanto como ella.

—Quiero cerrar los ojos y despertar en un mundo que sea solo nuestro.

—El maldito caos es inevitable, fiera. Permíteme resguardarte en un lugar en el que nadie vaya a encontrarte, ni a ti, ni a nuestros bebés, por favor.

—Tú no vendrás conmigo, lo sé… y no podemos huir. Debemos hacerle frente a esto.

—No quiero, maldita sea.

—Sé que es díficil, pero debemos ser fuertes.

—No quiero ser fuerte si esto pone en riesgo a la fiera malcriada que amo.

Solloza.

—Abrázame —pide con la voz rota.

Y yo lo hago, envuelvo mis brazos alrededor de su cuerpo, siento su calor, siento el latir desesperado de su corazón, siento como su cuerpo tiembla y la pego al mío.

Voy a cumplir todos sus deseos, todos sus antojos, cada fantasía... porque ya no puedo reprimir las imágenes en mi mente que me muestran la guerra que ganamos y también la probabilidad que existe de que yo la pierda a ella.

Nos quedamos por largos minutos temiendo por el futuro en el piso de nuestra habitación, hasta que la tomo entre mis brazos, dormida, y la acuesto en nuestra cama.

Me acerco a ella de todas las maneras posibles, queriendo que me sienta al dormir y yo poder sentirla. Aparto el pelo de su rostro y acaricio sus mejillas. Sus pestañas negras están empapadas. Está sonrojada; las lágrimas dejaron huellas en su hermoso rostro.

—Te amo con todo mi ser, fiera.

Limpio su rostro, beso su frente y me trago el nudo en mi garganta.

La observo dormir durante un tiempo, no me importa saber cuánto. Pero al recordar el jodido corset me levanto de la cama para prepararle un baño. Al terminar la despierto a besos, mi premio es una sonrisa y la devorada que le da a mi boca.

—Yo te amo más, perro.

Sonrío ampliamente y vuelvo a besarla.

—No quiero que volvamos a hablar de lo que puede suceder —sentencia deshaciéndose de la toalla que rodea mi cuerpo.

No digo nada pero correspondo las caricias de sus labios sobre los míos.

—No volveré a darle el gusto al infierno de celebrar a causa de nuestros miedos —susurra.

—¿Segura?

Asiente.

—Lo intentaré.

—Que se jodan todo y todos, no vuelvo a despegarme de ti un maldito segundo más.

Sonríe ampliamente al notar la reacción de mi cuerpo cuando una de sus manos desciende desde mi pecho hasta mi hombría.

—Ahora la representación visual.

—Te preparé un baño.

—Hazme el amor aquí y luego en el agua.

Me pierdo en el brillo de sus hermosos ojos y en esa sonrisa sugerente que calienta cada gota de la sangre que corre por mis venas.

—Lo que desee, meine Dame.

—Porque es lo que tú también deseas.

—Te deseo todo el jodido tiempo, Alexa.

—Y yo a ti. Deseo tus besos —besa su marca en mi cuello, torturandome—, tus caricias, admirar tus ojos y tu cuerpo. Eres mi escultura.

—Tu escultura —repito sin romper el contacto visual, mientras trabajo para dejar su cuerpo desnudo ante mí. El jodido corset me dificulta la tarea pero logro hacerlo con su ayuda—. Entonces tú eres mi museo.

Suelta una carcajada.

—Que romántico.

Ambos nos sentamos en la cama y ella se sube a mi regazo. Aparto el pelo de su rostro y acaricio sus mejillas con mis dedos y desciendo hasta su vientre, el hogar temporal de tres seres diminutos que crecen en su interior, hechos por nosotros.

Su mano se posa sobre la mía, elevo la mirada hacia sus ojos y lo que encuentro allí aleja todo el jodido miedo que sentía hace solo minutos. En ellos encuentro refugio y espero que los míos sean exactamente lo mismo para ella; anhelo que se sienta como yo me siento justo en este momento, seguro y confiado al tenerla entre mis brazos.

Alexa ha sufrido demasiado, hemos fallado y creo que sentir tanto miedo al futuro ha sido nuestro castigo. No merecemos nada de Lo divino, sin embargo, me hago la misma pregunta que Aiker: ¿Por qué nos daría tres herederos al mismo tiempo si lo que más hemos hecho desde que nos conocimos es faltar a su ley?

Llego a la conclusión de que, desde los cielos, otros seres nos observan, son mucho más poderosos que nosotros pero su poder y el nuestro no se comparan con el del Creador.

Él estuvo en el pasado.

Está en el presente.

Y estará en el futuro.

Es principio y fin.

Conoce todo aquello que nosotros no, conoce nuestros corazones y también sabe que nos arrepentimos de habernos dejado llevar por la lujuria antes de tiempo.

¿Por qué seguir teniendo miedo al futuro si él lo conoce y es quien nos ha unido?

Le dió otra oportunidad a mi fiera y a mí el privilegio de poder tenerla.

Algo cambia y ambos lo notamos, su mirada me lo confirma, su sonrisa expresa que ambos hemos llegado a la misma conclusión.

Ya fue suficiente dolor.

Ya fue suficiente lamento.

Somos nuestro refugio y mientras estemos juntos y Lo divino nos respalde no hay quien pueda contra nosotros.

No importa si Antarktis tiene un gran ejército de dragones.

No importa si Edilius tiene un gran ejército de vampiros.

No importa si Benedetto pone a los demás en mi contra.

Ella y yo no estamos juntos por casualidad. Alexa es la número siete, yo soy su Rey lobo, elegido de Lo divino para ella y los dos llevaremos el cielo al infierno.

—Me hiciste tres —murmura graciosa contra mis labios y yo sonrío.

Hicimos tres cachorros, fiera.

Toma mi rostro entre sus manos y yo enredo mis brazos en sus caderas.

—Me encanta que afirmes que los hicimos los dos.

—¿Quieres hacer el número cuatro, cariño?

Se carcajea.

—Muy gracioso, Wolf.

Me besa y me olvido de todo el mundo, me centro en saborear sus labios, en probar cada gota de ella, en quemar su piel mientras ella me hace arder. Me centro en la melodía que crean nuestros cuerpos y sus gemidos.

Me centro en ella, en la barosmia que me causa su aroma... en nosotros.

Tenernos así crea una fusión de tormentas internas, logramos encontrar calma uno junto al otro, unir nuestras almas es la acción perfecta para representar lo mucho que nos necesitamos, lo bien que congeniamos y todo lo que podemos causar juntos.

Podemos causarnos placer.

Amarnos.

Ser fuertes, jodidamente poderosos.

Hacer del futuro nuestro aliado.

Volvernos inmunes al caos al provocarlo.

Ser los detonantes del desastre... La pesadilla de todo aquel que intente jodernos: el Rey y la Reina de Wachsend.

Lo sucedido a continuación lo dejo a su imaginación :)

¿Qué les pareció?

Es oficial, adiós al miedo, de ellos 👀, porque yo tiemblo cada que escribo. Nadie sabe lo que va a pasar aquí, solo que en cualquier momento hay desmadre y que cualquiera puede morir :)

Gracias por leer, criaturas, les quiero un montón. <3

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