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❆ XLIII: Poderío ❆


~ PODERÍO ~

Después de darnos una ducha, hablamos mientras nos vestimos para salir de nuestra guarida y separarnos por el resto del día, al menos hasta que aparezca el crepúsculo que da paso al anochecer.

—¿Cómo se está portando Fabián? —Pregunta, mirándome a través del espejo.

Está húmedo, con el torso desnudo y unos pantalones negros. Yo me he puesto un vestido de color blanco con un corset de cuero negro lo menos ajustado posible. Estoy harta de ponerme abrigos todos los días. No volveré a usarlos a menos que sea muy necesario. Cuando ya no pueda ocultar mi vientre me encerraré en la biblioteca a leer, sino me quedo en nuestra guarida. Pero de que sentiré el frío invierno, voy a sentirlo hasta los huesos.

Ocultar mi creciente pancita con mis tres herederos pronto será imposible, y disfrutaré los días restantes para moverme libremente en mi hogar.

«Nuestro hogar».

—Bien —respondo a su pregunta—, no tiene intenciones de traicionarnos. Hay algo que lo mantiene leal a nosotros.

—Los dos sabemos que ese algo eres tú.

Sonrío de lado por su molestia.

—No estés tan seguro. Después de todo, Wachsend es su hogar.

—Lo hemos perdonado muchas veces, demasiadas, le perdonamos tocar lo intocable, le perdonamos haberte dejado sola durante el ataque de las arpías, pero por lo sucedido yo también siento bastante culpa y no creas que no he notado la pequeña cicatriz en tu vientre —se acerca cautelosamente hacia mí desde atrás—. Hemos sido muy considerados con él, fiera. Lo mínimo que debe hacer es mantenerse leal a nosotros.

—Lo hará —ladeo la cabeza cuando él toma mi pelo para recogerlo hacia un lado—. Hicimos un juramento eterno.

Él nos juró lealtad y respeto. Esto último le cuesta más porque es un mal hablado e impulsivo, pero lo intenta. Y nosotros lo reconocemos.

—Honestamente, solo en él confío para mantenerse a tu disposición mientras no estoy —admite en voz alta lo que yo ya sabía—. Julian siempre está con mi suegra, mis padres viven en su mundo y Aiker no descuida a sus mujeres. Yo, me siento estúpido por pasar el día lejos de ti mientras estás en gestación y nuestra manada cada vez es más amenazada. Pero debo confiar en ti, debo proteger nuestra familia, sin embargo, soy consciente de que tú puedes cuidarnos a los cinco. —Acaricia mis hombros descubiertos con sus nudillos—. Incluso a todas las personas que viven con nosotros. Y, aunque me cueste admitirlo, Fabián te quiere demasiado y haría al menos dos de todas las cosas que yo estoy dispuesto a hacer por ti.

Trago saliva y parpadeo para no terminar llorando otra vez.

—Lo sé —carraspeo—. ¿Estás usando mucho eso de leer la mente?

Suelta una risa leve.

—¿Tú qué crees?

Sonrío y niego como si él no tuviera remedio.

—¿No está muy ajustado? —Le dedica una mirada significativa al corset que llevo puesto encima del vestido. No está muy ajustado y me gusta demasiado lo que veo. Estiliza mis curvas, exprime mis senos, mi vientre no demasiado y el cuero reluciente al igual que el de mis botas es una especie de capa protectora.

«Puedo acostumbrarme a vestir así.»

—No. Estoy bien.

—Y muy sexy.

Lo miro con recelo a través del cristal, causando que su rostro se ilumine con una amplia sonrisa.

—He tardado un poco en vestirme, así que, por ahora, ignora el deseo de desnudarme.

—Lo intentaré, meine Dame. —Aparta sus manos de mis hombros y deja un beso en mi cuello para luego alejarse y ponerse su camisa oscura—¿Ocurrió algo mientras dormías?

Mi ceño se frunce ante la pregunta y me giro hacia él.

—¿Por qué me preguntas eso? —Me acerco para ayudarle con los botones.

—Una luz resplandeciente iluminó nuestra habitación. Iba dirigida a ti, específicamente.

Me quedo en silencio durante unos segundos.

«Estaba dormida, pero no estaba soñando.»

—Hablé con Lo divino —confieso, provocando un brillo curioso en su mirada—. Con un ser rodeado de luz y voz de trueno que cualquiera se moriría con solo sentirle... su presencia es inexplicable, no sé qué palabras usar para describirle; creo que la plenitud y la saciedad se quedan cortas. —Le digo en voz baja, como si le estuviera contando un secreto—. Tiene tanto poder, su magnificencia te hace caer de rodillas sin siquiera ser consciente.

—Quisiera experimentarlo.

—Lo harás cuando tu corazón esté limpio. —Sonrío.

—¿Mi corazón está sucio? —Pregunta, burlón.

Le pongo una mano en el lado izquierdo del pecho.

—Tienes un poco de polvo llamado odio acumulado aquí, cariño.

—¿Ah, sí? —Eleva las cejas—. ¿Y qué hay con el tuyo?

—Mis pecados han sido mínimos desde que me casé contigo. —Le acaricio la mandíbula—. Y todos me abandonaron una vez salí de la habitación que me prestaste (luego de la luna de miel) cuando me quedé «a pasar la noche en la manada de Aleksandre Wolf».

Suelta una carcajada y mueve el rostro hasta tener mi mano justo donde le apetece y darme un beso en la palma.

—Dijiste: «Mañana a primera hora me voy», y yo dije «Como usted guste». Pero tenía unas tremendas ganas de decirte que haría que 'mañana' estuviese lo más lejos posible con tal de que no te fueras.

—¿Desde ese momento quisiste tenerme como tu esposa? —Curioseo.

—No exactamente, quería conquistarte. Sabía que eras una híbrida, tu cara se me hacía familiar pero no sabía que eras rechazada. Al descubrirlo todo pasó muy rápido.

—¿Qué hubieras hecho si hubiese estado con alguien más?

—No lo sé, fiera. —Se aclara la garganta—. Pero te aseguro que antes de conocerte no era tan egoísta. Lo más probable es que hubiera pensado que mi curiosidad con relación a ti solo se trataba de un mero deseo carnal.

—Eso último es un poco cierto —agrego con tono burlón.

—He de admitirlo —Toma mi cintura y me pega a su cuerpo—.  Juro que amo cada célula de tu precioso cuerpo, pero mucho más quién eres tú. —Acerca su rostro al mío y roza nuestros labios.

—Dich liebe Wolf.

—Es recíproco, meine Königin.

Es lo último que dice antes de tomar mis labios entre los suyos y besarme a su antojo, y yo hago exactamente lo mismo.

Siento la calidez de su pecho pegado al mío y sus manos moverse de mi cintura para acariciar mis hombros de forma ascendente.

Barosmia... —murmura al dejar mis labios y enterrar la nariz en mi cuello.

«Voy a terminar desnuda otra vez como no me largue de aquí en este mismo instante.»

Estoy acostumbrada a tenerlo cerca, a besarlo cada vez que se me antoja y todo lo demás, pero como él altera mis sentidos es algo a lo que no me acostumbraré nunca. Tiene el poder de dormirme con solo una mordida y mientras estoy despierta con olerlo detenidamente me despierta lo suficiente como para querer entregarme a él.

Un teléfono suena y yo no sé si alegrarme o lamentarme, porque es el mío.

—Nuestra invitada está aquí—sello sus labios con un último beso—. Debemos bajar.

❆ . • .❆ . • .❆

Bajamos las escaleras y nada más entrar a la sala siento el cambio en el ambiente.

De espaldas a nosotros hay una mujer alta, de cabello rubio ondulado y figura esbelta. Viste un vestido rojo de corte sencillo y encima del susodicho tiene un gabán con capucha. Se encuentra hablando con Hang, el jefe de seguridad.

Cuando el hombre nota nuestra presencia, nos saluda con un asentimiento y desaparece por el pasillo.

—Bianca Salvatore —pronuncio, para llamar su atención.

Ella se gira y con una sonrisa nos evalúa detenidamente.

Aleksandre me besa una última vez para después saludar a Bianca con un asentimiento y desaparecer por el mismo camino que Hang, no sin antes decirme:

—Fiera, si me necesitas, me llamas.

Asiento en su dirección y luego vuelvo a centrarme en la rubia, quien sigue a Aleksandre con la mirada hasta perderlo de vista.

—Normalmente me encuentro rodeada de personas muy poderosas en mi día a día. —Comienza a decir, dando pasos lentos en mi dirección—. Pero el aire aquí es tan diferente que incluso puedo saborear el poderío. —Me tiende una mano—. Es un placer, Bianca Salvatore.

—Lo mismo digo —estrecho su mano.

—¿No puedo saber tu nombre? —Inquiere con tono dudoso.

Yo ruedo los ojos, me doy la vuelta y comienzo a caminar.

—Para ti soy la señora Wolf. Sígueme hasta mi despacho, quiero terminar esta conversación cuanto antes.

Escucho sus pasos resonar contra el piso cuando empieza a seguirme.

—Creí que hablaría con Aleksandre.

—Aleksandre quiere que hables conmigo, Bianca. Andando.

—Tienes un perrito guardián. —Murmura la mujer al notar que Fabián nos sigue unos segundos después.

—Buenos días, Fabián. —Lo saludo.

—Señora. —Camina detrás de nosotras con las manos dentro de los bolsillos—. Me encantaría saber cuál es el jodido problema que las rubias tienen conmigo —masculla irritado.

«Alguien no ha iniciado bien el día.»

—Eres alto, delgado y con cara de niño. A las de mi tipo nos gustan los hombres musculosos y con barba —le responde ella.

—Entonces critica a un hombre que sí sea tu tipo e ignora mi presencia.

—Si es de mi tipo me lo tiro, no lo critico.

Sonrío para mis adentros.

«Ya sé lo que está pasando aquí.»

Al estar frente al despacho, abro la puerta y la invito a sentarse. Fabián procura estacionarse en el sillón a un extremo pero frunce el ceño ante mi mirada significativa.

—¿Qué?

—Fuera.

—Ni muerto te dejo sola con esta mujer.

—Sé cuidarme sola. —Me siento detrás del escritorio.

—Lo digo por ella.

—Que considerado eres, bambino —le dice con burla.

—Bambino mis b...

—Fabián —corto su bonito discurso—, fuera.

Gruñe.

—Estaré al otro lado. —Sale dando un portazo.

Me hago una nota mental para más tarde decirle algo al respecto.

Miro a la mujer enfrente de mí mientras abro una gaveta. Saco un incienso, lo enciendo y lo dejo reposar en un candelabro.

—¿Cómo están las cosas en Italia? —Voy directo al grano.

—Aparentemente calmadas. Lo que sí es que Wachsend últimamente es el principal tema de conversación, tanto en el resto de clanes como en el palacio concejal. No todos están en contra de ustedes, pero difundir que la reina es una híbrida no fue algo muy inteligente.

Suelto una risa leve.

—Tú no sabes nada. Si decidí dejar de ser un secreto es porque tengo mis razones y te aseguro que detrás de mí hay mucho más de lo que tú crees.

—¿Cuál es tu mezcla?

—No te interesa.

—Ocultas muchas cosas —no fue una pregunta—. Ni siquiera me has dicho tu nombre.

—No pienso decírtelo.

—Y tus apellidos mucho menos, supongo.

—Supones bien. ¿Qué más tienes que decirme?

—No me lo estás poniendo fácil —se carcajea—, con Aleksandre las cosas serían más fluidas. En ti no confío, si quieres dile que venga.

—No soy su secretaria, soy su esposa y supongo que sabes todo lo que eso significa. Es a mí a quien vas a darle información. No me importa si no confías.

Cruza las piernas una encima de la otra, sin quitar sus ojos de los míos.

Los suyos son rojos, de un tono tan oscuro que fácilmente podría confundirse con el color vino. Me estudia en silencio, sin mostrarse intimidada ante mi escrutinio. Esa confianza en sí misma y la calma que desprende me hacen saber que es tan letal como cualquier enemigo digno del calificativo. Pero noto algo más en su mirada, un destello de esperanza que no debería estar ahí; un brillo tenue que supone ilusión y anhelo.

—Los Jerarcas no están contentos con las acciones de Aleksandre —empieza a decir—. De hecho, están perdiendo confianza en él y es algo que tampoco debería estar pasando, pero no seguiré cuestionando nada. Porque tienes razón, hay muchas cosas que no sé. Sin embargo, conozco a los doce. Ser la prometida de uno de los tres más poderosos me da el privilegio de poder sentarme en la mesa de diálogo. Y, si bien las últimas reuniones no han sido más de dos, presto bastante atención a los rumores.

»Darius, un vampiro perteneciente a un clan en Grecia y mensajero de su primo, Edilius, se ha encargado de difundir lo insolente que es la Señora de Wachsend. Y la mayoría le cree, después de todo él la vió con sus propios ojos. Por eso también están hablando de tu color de piel, se rumora que no eres de aquí, y si no eres de Alemania y eres una híbrida, eso provoca mucha más curiosidad sobre ti y tu lugar de origen. Tu clan, o tu manada.

»Eso es algo que se han propuesto: saber quién eres, de dónde vienes, quienes te trajeron al mundo, qué tan inteligente puedes ser, cuál es tu gente, cómo arrebatarte de los brazos del ingenuo Líder de Wachsend, cómo lograr que él te entregue y cuál era tu objetivo al engatusar a un Wolf; al Líder de los Líderes.

—Nada fuera de lo esperado —mascullo—. ¿Qué más?

—Mataste a uno de los tuyos. Quieren saber por qué.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal, poniéndome más tensa de lo que ya estoy.

«Sobre mi cadáver.»

—Darius pidió permiso para atacarlos —continúa—. Pero se lo negaron. Aún así, no confíes.

Vuelvo a pensar en la nota, ella oculta su olor de alguna manera pero, ¿pudo ser ella? Sacudo la cabeza, intentando alejar el pensamiento.

«De todos modos, no pienso confiar plenamente en nadie.»

—No soy tan estúpida para hacerlo.

Se queda en silencio, pero al cabo de unos largos segundos pronuncia:

—Te admiro.

Elevo las cejas y echo un ojo a la daga que se encuentra en el cajón que mantengo entreabierto.

«Bonita».

—¿Se puede saber por qué? —Le pregunto.

—Tal vez no sepa tu nombre ni cuál es tu mezcla, pero sé quién eres. Eres jóven, poderosa, inteligente y estoy segura de que tarde o temprano obtendrás todo lo que quieres.

—En eso estamos de acuerdo.

—Me he pasado años queriendo tirarme a tu esposo. Aleksandre es un semental, y ambas lo sabemos —sonríe socarronamente—. Tú más que yo, pero no lo miro como lo miras tú. Y a mí nadie me mira como él te mira a ti. Llevo años bajo los pies de Benedetto Bertuzzi, mi prometido. Pero yo no quiero que me ame, y mucho menos ser su sombra; quiero destruirlo y esa es la razón por la que Aleksandre y yo somos aliados. En él vi el mismo deseo de destruirlo que yo siento, no estoy tan cegada de poder como ellos.

Quiere vengarse de Benedetto Bertuzzi.

—¿Por qué quieres vengarte de tu prometido?

Se mantiene en silencio durante unos segundos.

—Su padre dejó el clan que lideraba mi familia en ruinas... —Sonríe con nostalgia—. No soy una Salvatore.

Mi pulso se acelera.

—¿Dónde estaba tu clan, Bianca?

Ella me evalúa en silencio durante unos segundos que me parecen eternos. Parece encontrar lo que buscaba en mi rostro porque desvía la mirada hacia la pared cubierta por cuadros familiares.

Yo carraspeo, volviendo a llamar su atención.

—¿Por qué quieres saberlo? —Inquiere con los ojos entrecerrados.

Suelto una risa leve.

—Sé muchas cosas que tú no.

—Y al parecer yo sé algo que la Reina de Wachsend desea saber.

«Efectivamente.»

—Verás, Bianca —me inclino sobre el escritorio—. Se supone que estás de nuestro lado, si confirmo lo que pasa por mi mente gracias a tu respuesta a mi pregunta, tengo una oferta muy buena para ti que no querrás rechazar.

Me imita con una sonrisa sarcástica.

—¿Qué clase de oferta?

—Ser miembro de Wachsend.

La sorpresa abunda en su mirada, solo durante un segundo, porque ella logra esconderla con una carcajada.

—¿Por qué querría yo ser miembro de Wachsend?

Le sonrío ampliamente, causando que la gracia tiemble en su expresión.

—Es lo que la mayoría quiere.

No responde.

—¿Sabes cuál es el objetivo de los híbridos? —Inquiero.

Niega.

—Pero sé que Lo divino les respalda.

Asiento sin quitar mis ojos de los suyos.

—Nuestro objetivo es destruir El consejo. Todos los híbridos y aliados de Wachsend estarán de nuestro lado cuando empecemos a hacerlo  —«ellos, y quizás la número seis no, pero mi hermano sí»—. Y, al parecer, allí hay alguien que ambas anhelamos mandar al infierno —agrego—. Podemos poner la cabeza de Benedetto en tus manos.

Me mira fijamente y noto el brillo de añoranza en tus ojos.

—Propongo un juramento eterno, quiero que me des tu palabra.

—Me parece perfecto, te doy mi palabra.

Se hacen varios segundos de silencio en los que solo nos miramos una a la otra.

—¿Qué es lo que quieres saber, exactamente?

—Dónde estaba tu clan. —Tomo la pluma de Aleksandre y la muevo distraídamente entre mis dedos—. Dónde están las ruinas.

Ella carraspea y mira un punto fijo en la habitación: los cuadros de la familia de mi esposo.

—En un lugar al que no he podido volver, a pesar de que está a mi alcance.

Deduzco que hablar del tema le duele, porque evita mi mirada a toda costa.

Sin embargo, saboreo la respuesta que tanto anhelo tener cuando ella vuelve a mirarme fijamente.

—Mi clan estaba en Italia, en Sicilia.

«Sicilia».

—¿Por qué lo destruyeron?

—Porque mi padre conocía un secreto de los Jerarcas. De los tres más poderosos.

—¿Qué secreto?

—No lo sé. Pero él no estaba de acuerdo. Se trata de algo relacionado con un objetivo que quieren cumplir hace años, son ambiciosos y han dejado a Lo divino de lado.

Chasqueo la lengua.

—Soy consciente de eso.

Algo me dice que Aleksandre no sabe acerca del origen de Bianca, de haberlo sabido me lo hubiera dicho.

¿Verdad?

El nerviosismo recorre mis venas junto al entusiasmo. Todo esto es demasiada coincidencia. El clan de Bianca fue destruído por un miembro del consejo hace años, las ruinas de su antiguo clan están en Sicilia y yo cada vez estoy más cerca de obtener las respuestas para armar el rompecabezas por completo.

—¿Sabes todo lo que pasó?

—Sí, querida. Yo era la mano derecha de mi padre —sonríe con nostalgia—. El día que ocurrió todo yo estaba en una misión, por eso estoy aquí.

Suelto un suspiro, mirándola con compasión.

No quiero saber lo que se siente. No creo quedar cuerda si pierdo a uno de mis padres en circunstancias similares, buscaría venganza, pero no sé si sería capaz de sentir ese dolor sin perder mi equilibrio mental en el proceso.

—Dime algo, Bianca... —empiezo a decir—. ¿Con qué autoridad el padre de Benedetto consiguió que los demás estuvieran de acuerdo para destruir el clan de uno de los suyos?

—Con mentiras.

—¿Qué clase de mentiras?

—Hizo creer a todos que nos habíamos aliado a demonios, nos acusó de practicar hechicería e hizo creer a todo el Mundo oculto que nuestro objetivo como clan era someter a la humanidad.

«Someter a la humanidad».

Trago saliva ante el pensamiento que cruza por mi mente.

Joder.

Tomo mi teléfono y le marco a Alek bajo la atenta mirada de la rubia.

Él contesta al instante.

—¿Todo en orden?

—La clave está en Italia.

La línea se queda en silencio durante unos segundos.

—¿Para saber la ubicación de las ruinas?

—No, la ubicación de las ruinas Bianca acaba de dármela.

—¿Cómo…?

—Era su clan —lo interrumpo y retengo el aire en mis pulmones para después soltarlo lentamente—. Nuestro principal objetivo es Benedetto Bertuzzi. Pero antes de ir por él, debemos  ir a Grecia... y armar un plan.

¿Que taaaaal?

¿Pensaron que Bianca sería lo que no fue Vanora? No, mis amores jeje

¿Qué le pasa a la italiana con Fabián?

¿El bambino se merece otra oportunidad o que lo pongan a sufrir mucho más? 😏

Gracias por leer, criaturas. Dejen sus huellas, no me salgan malitxs ._.

Hasta pronto. Besos :3

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