❆ XLII: Espada de doble filo ❆
~ ESPADA DE DOBLE FILO ~
Alexa
Quiero dejar de llorar. Pero eso es lo único que he hecho durante toda la noche. No porque no me esté matando de felicidad saber que dentro de seis meses tendré a tres personitas creadas por mí y el ser que amo, sino porque siento más presión, miedo y esos sentimientos están instalados en mi pecho.
También estoy emocionada y aterrada.
No puedo retener las lágrimas y mucho menos las sonrisas que se me escapan en medio del llanto. Justo ahora soy un manojo de emociones que no sé cómo llamar.
¿Desastre? Tal vez.
—Creo que Marcus lo ha hecho a propósito.
Su confesión me hace sonreír.
—¿Por qué? —Enredo mis dedos en su pelo oscuro mientras él sigue dándome caricias reconfortantes.
Suelta una risa leve.
—Es el mejor obstetra de Wachsend y no solo porque es el único. Si no lo hizo adrede voy a sustituirlo.
Pienso en el hombre. Es bastante adulto, mucho más de lo que parece. Supongo que su edad se aproxima a la edad de mi suegro. Que no son pocos años.
—Le gusta —susurro y muevo mis manos hasta su cuello cuando levanta el rostro para mirarme a los ojos. Estamos acostados en nuestra cama, él con el rostro oculto en mi cuello, dándome besos y acariciándome al tiempo que yo acaricio su ancha espalda y juego distraídamente con su cabello—. Si le quitas su profesión lo dejarás sin hacer nada, supongo que los años que lleva en el oficio revela lo mucho que le gusta.
Él sonríe con orgullo.
—Tienes razón. Creo saber por qué le gusta tanto el tema de los niños.
—¿Por qué?
—Su compañera es estéril.
—¿Quién es?
—Una mujer muy introvertida. Se conocieron en la academia, ella estudió gastronomía en una universidad llena de humanos siendo una recien transformada. Fue quien preparó el buffet de nuestra boda (el mismo que ni siquiera probamos). Su casa está bastante alejada de los demás, se la pasa metida en su cocina y cuando Marcus llega de trabajar lo recibe con platos que lo hacen olvidarse de todo. Siempre dice que jamás probaría la comida de alguien más porque eso sería traición. Se aman mucho, ellos son una de las parejas que tanto admiraba. En algún momento deseé tener lo mismo.
Mi sonrisa se ensancha y sin poder evitarlo dejo un casto beso en sus labios.
—Creo que en nuestro caso es lo contrario.
Se carcajea.
—Lo nuestro ha superado todas mis expectativas, fiera.
Los minutos siguientes nos dedicamos a hablar de nuestro viaje a Grecia y lo que haremos al conseguir la información que necesitamos.
—Ten paciencia —sus brazos se aferran más a mi cintura.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que planees, fiera. Sé que dijiste que no había tiempo, pero lo tenemos. Lo que sea que esté haciendo El consejo, o los Jerarcas, lo han estado haciendo por años. Estoy seguro de que tienen un plan.
—No dejo de pensar en que éstos son tiempos determinantes para nosotros.
Se aleja de mi cuello y eleva el rostro, haciéndome sentir la ausencia de su calor y, en cambio, recibir una oleada de aire frío que se adentra a la habitación a través del ventanal.
—Para todos —quita una mano de mi cintura y me aparta varios mechones de pelo del rostro—. Principalmente para nosotros, para nuestra familia: nuestra prioridad.
Fijo mi mirada en la suya, que gracias a la luz tenue de color naranja que ilumina nuestra habitación, se ve como si fuesen de color ámbar en su totalidad y solo tuviera varias manchitas oscuras luego de unos tonos de 'ámbar' más oscuros alrededor de las pupilas cuando en realidad son verdes.
Las emociones que desbordan sus ojos junto a ese brillo me llenan el pecho de calidez.
—La es. —Coloco mis manos en sus mejillas cubiertas por la barba oscura y bien cuidada que lo hace mucho más atractivo para mí—. No pretendo salir de esta habitación cuando ya no pueda ocultarlo más.
—Donde sea que decidas estar, allí estaré contigo, fiera. —Deposita un beso en mi frente—. Necesitamos hablar de algo.
Me remuevo para quedar con nuestras caras a la misma altura y poder vernos frente a frente sin necesidad de inclinaciones.
—¿Qué cosa?
—¿Nuestros bebés van a nacer en un parto normal o por cesárea?
Me fijo en sus ojos y noto la necesidad de una respuesta, mis oídos notan la súplica que desbordan sus palabras e inevitablemente una amplia sonrisa se adueña de mi rostro.
—¿Normal?
Niega y yo me muerdo la lengua para no reír ante su gesto molesto.
—No, Alexa. Sé que es tu decisión, pero si tengo que amarrarte y abrirte yo mismo cuando llegue ese día, lo voy a hacer. Lo que no permitiré es que sufras tres jodidos partos al mismo tiempo.
—¿Pero por qué? —Me hago la desentendida.
Él arruga la frente.
—¿Cómo que «por qué»? ¿Te molesta que pueda quedar una gran cicatriz?
—No es eso. —Mi corazón empieza a latir con más fuerza ante la idea.
—¿Entonces? —Acerca más su rostro para rozar su nariz con la mía.
Cierro los ojos.
—No te quiero ver soportando algo innecesario. Traer a un bebé al mundo de por sí es doloroso, y los nuestros son tres... No voy a permitir que sufras ese dolor.
—¿Y si es lo que yo quiero?
—Si no te importa la cicatriz, entonces no. Ya está decidido.
Me importa una mierda la cicatriz que va a quedarme, para mí será el mejor tatuaje grabado en mi piel.
—Si vas a decidir por mí, ¿para qué me lo consultas? —Me hago la indignada, apartando mis ojos de los suyos consciente de que buscará aprobación en mi mirada.
Toma mi mentón y lo eleva, obligándome a mirarlo a la cara.
—Puedes elegir lo que quieras, lo sabes. Pero ambos sabemos cuál es nuestra mejor opción.
—Lo sé. —Sonrío ampliamente, causando que él entrecierre los ojos en mi dirección.
—Entonces nuestros bebés nacerán por cesárea —sentencia y toma mi rostro con delicadeza para luego besarme.
—Si algo pasa...
—Calla —me silencia con sus labios cuando pretendo replicar—. No pasará nada.
—Si algo se complica en el parto...
—Shhh, bésame —exige en medio de un gruñido cuando rompo el beso para hablarle.
Se tumba de espaldas en la cama de forma dramática.
—Escucha —mi tono es duro, pero me hace demasiada gracia como finge molestia—. Si algo se complica salva a nuestros hijos, de volver para vivir me encargo yo.
—No digas porquerías —se pasa las manos por el rostro, indignado—. Eres una inmortal.
—Eso no es más que una etiqueta para los que se creen superiores. Yo no me creo superior.
—Pero sí lo eres.
—Y todos somos mortales, cada cosa tiene un principio y un fin —admito—. Yo no soy la excepción. Por más poder que Lo divino me haya dado no soy más que eso: un ser superior en el Mundo Oculto. No controlo ni mi vida ni mi muerte, si llego a rendirme...
—Alexa..., ya en serio, no es momento para hablar de esto.
—Aleksandre...
—No te adelantes al tiempo, ¿quieres?
Vuelve a tomarme por la cintura y me da otro delicioso beso, uno de esos que dejan la mente en blanco y causan que te desenfoques. Me hace olvidar incluso mis ganas molestarlo.
—Todo saldrá bien —continúa—, y tú te quedarás conmigo hasta no poder con los años.
Dejo de contener la sonrisa y lo beso yo esta vez.
—Necesitaré un buen sedante ese día —me escapo de sus brazos, pero no para alejarme, sino para subirme a horcajadas sobre él—. ¿Dónde lo conseguirás?
Acaricio mi marca en su piel sintiendo sus manos jugar con la única prenda que cubre mi cuerpo: su camisa.
—Me pones de los nervios —se inclina hacia mí, entierra su rostro en mi cuello y besa la suya en mi piel con pequeños besos que me hacen vibrar entera—. Pero puedo probar uno. Y creo que será muy efectivo, igual que la última vez.
Deja reposar la cabeza en la almohada y me mira desde abajo con una sonrisa orgullosa.
—No quiero dormir por mucho tiempo —suelto un jadeo cuando toma mis caderas y me presiona contra su dureza.
—Solo serán dos días, meine Dame. Cuando despiertes Bianca vendrá y obtendremos información. Después nos iremos a Grecia.
—¿Por qué me quieres dormir? —Inquiero.
—No quiero dormirte. Quiero que descanses.
—No quiero dormir en medio de un posible ataque a los nuestros. Estaría muy indefensa.
Sus manos ascienden por mi abdomen por debajo de la camiseta y luego se trasladan a mi espalda, erizándome la piel en el proceso.
—Mantendré todo en orden, lo prometo.
—Que sea un hecho.
—Sus deseos para mí son órdenes, señora de Wachsend. Pero antes de sedarte... —Rompe los botones de la camisa sin despegar sus ojos de los míos y luego quita mi sujetador con agilidad. Al tener mis pechos en su cara los mira con anhelo y deseo—, voy a seducir mi cerebro con tus gemidos.
Me inclino hacia él cuando se relame los labios, queriendo que los bese y magree a su antojo.
—Voy a hacerle amor a mi mujer hasta dormirla de placer.
❆ . • .❆ . • .❆
Dos días después...
Mis sentidos despiertan, y así como me vuelvo consciente de todo lo que pasa a mi alrededor, recuerdo cada detalle del sueño que tuve mientras dormía.
Me pregunto si Aleksandre sabía que pasaría, confío en él y en que de verdad creyó que necesitaba un respiro. Duermo bien y ni siquiera me es necesario, pero el embarazo no es algo fácil de sobrellevar y mucho menos con todo lo que nos rodea. A pesar de eso, me resulta extraño lo sucedido. Estoy segura de que ni siquiera fue un sueño a pesar de que llevo al menos dos días durmiendo en nuestra cama.
Aquella voz que no siempre reconozco me habló. Me reprendió y me recordó una vez más la razón por la cual nací. Que si bien no es lo único que debo hacer durante mi existencia, es lo más importante.
«¿Cuál es tu propósito?». Me preguntó.
Su voz era como un estruendo, uno que con facilidad causaría miedo pero que yo me permití admirar. El poder, la imponencia y el peso de cada palabra salida de su boca cortaba como espada, como una espada de doble filo que te hacía sangrar hasta mostrarte el alma y lo que tienes en ella.
—Liberarla —respondí.
Pensé en Amalia. En la híbrida que tengo cautiva en mi territorio, en mi poder. Una que es parte de mi familia y se dejó usar por el infierno.
«Va más allá de eso. Pero no puedes liberar a alguien estando atada».
—¿Tengo ataduras? —Tragué saliva ante su mirada severa a pesar de que no veía su rostro (porque no cualquiera resiste el poder de su presencia, y mucho menos cualquiera es capaz de verle sin morir en el proceso) solo veía el manto formado por una luz resplandeciente a su alrededor—. Si es así, quítamelas.
«Tienes miedo. Sé que el poder que posees es una gran responsabilidad... te elegí mucho antes de que tus padres pensaran unirse en cuerpo y alma».
—¿Y mi hermano, y el griego? —Inquirí.
«Varios igualan tu poder, pero tienen propósitos diferentes al tuyo. Tu embrión vieron mis ojos, eres un ser imperfecto que creé en representación del número perfecto para destruir a los corrompidos. Tienes miles de defectos, pero confías en mí. Conozco tus debilidades, tus fortalezas, tu alma, tu mente y tu corazón. Sé de lo que eres capaz».
«Incluso tu nombre tiene un significado, Alexa, pero no lo reveles a las personas incorrectas. No confíes, podrías arrepentirte una vez más».
Por un momento pensé en la nota, pero deseché el pensamiento tan rápido como llegó.
—¿Por qué me elegiste a mí?
«Porque yo te creé».
—¿Te arrepientes de crearme?
«Me arrepentí de crear la tierra, una vez. Pero alguien que amo demasiado me ha hecho ser paciente, perdonar y crear un plan, uno en el que toda la creación tiene un destino. Uno muy bueno, o uno muy malo, todo depende del camino que decidas seguir».
Hay muchas cosas que no sé, pero hablar directamente con el Creador fue algo que no conseguí ni siquiera cuando lo busqué. Tal vez no lo hice lo suficiente pero comprendí que no es cuando yo quiero escucharle en medio de mi desesperación, sino cuando él decida hablarme.
La existencia de los híbridos y el asunto del consejo es solo una pequeña parte del plan. Todo va más allá de lo que nuestros oídos han escuchado y de lo que nuestros ojos han visto... más allá de nuestro entendimiento.
Abro los ojos con pesadez, evalúo mi alrededor y me hace sonreír pensar en que justo ahora la situación es muy distinta a la primera vez que desperté en circunstancias similares.
—Me estaba empezando a desesperar el despertar y no escuchar como inundas la habitación con tus gemidos.
«Igual de insaciables».
Su voz llena el silencio desde alguna parte de la habitación. Sonrío al encontrarlo cuando mi mirada lo busca. Se encuentra sentado en el balcón con un libro en las manos del cual no distingo el título, pero supongo debe ser muy interesante, ya que no despega sus ojos de sus líneas al escucharme reír.
Me observo con atención, estoy tumbada en nuestra cama, las sábanas son distintas, mi pelo cae sobre uno de mis hombros en una trenza francesa que se parece bastante a la de aquella vez. Supongo que también me la hizo él.
Acaricio mi vientre por encima de la tela suave que me cubre.
«Juraría que ha crecido un poco más».
—Están creciendo muy rápido. —Murmuro sin dejar de acariciarme y con una sensación demasiado abrasadora revoloteando en mi pecho.
—No dudaré cada vez que me digas algo similar. Después de todo, están creciendo dentro de ti. Tú los estás haciendo.
Levanto la mirada en cuanto el lado opuesto de la cama se hunde y siento su presencia más cerca de mí. Me encuentro con sus ojos, con esa combinación magnífica, ese brillo peculiar y un montón de cosas nuevas que, claramente, antes no estaban ahí.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Dos días, justo.
—¿Ocurrió algo? —Pregunto con cautela. Él no me responde y eso me llena de inquietud.
Se acerca más a mí, toma una de mis manos y pone la suya sobre la que toca mi vientre. Me da algunas caricias suaves en los nudillos, me deja sentir su piel y estremecerme en el proceso. Me acaricia, distraído al fijar sus ojos en los míos.
Trago saliva.
—¿Qué está pasando, Alek?
—Pasa que había más de una razón para dormirte, quería que descansaras de todo esto, pero también... —Su voz es suave, baja, precavida, como si temiera una mala reacción de mi parte que terminará provocando si no habla de una buena vez—. Después de dormirte yo...
—¿Qué? —Lo interrumpo, impaciente—. Aleksandre, me estás...
—Redacté una carta y la envié al consejo sellada con el sello imperial de Wachsend, rechazando su invitación a la cena.
Me quedo en silencio.
—No iba arriesgarme a que decidieras darles la cara ahora —agrega.
Resoplo, interrumpiendo su discurso.
—Alek, ¿crees que en mi estado, me las daría de valiente y tonta como cuando me arriesgué en el bosque y le conté cada uno de mis secretos a una recién transformada que pudo haberse vuelto un gran problema para mí y mi familia?
—No he dicho eso.
—Ni siquiera recordaba esa jodida invitación.
—No te pongas a la defensiva, por eso lo hice a tus espaldas, porque no tomaste una decisión concreta, porque no iba a arriesgarme a que enviaran a alguien con más poder que Darius con la intención de que les demos respuesta y vayamos a Italia a ser sus carnadas —aprieta su mano entrelazada con la mía—. Si te lo estoy contando es porque no pude disimular la molestia que me provocó hacerlo a tus espaldas. Lo notaste al instante, no puedo mentirle a tus ojos. Pero es lo que debíamos hacer sí o sí, lo oculté por si acaso. La mayor parte del tiempo eres impredecible, fiera.
—Debiste decírmelo. Aceptar hubiera sido una completa estupidez. No vuelvas a ocultarme nada, Aleksandre. No permitas que dude de ti.
—Lo siento.
Deja un beso en mi sien para luego volver a mirarme a los ojos.
—Hay algo más.
—Dímelo. —Le pido en un susurro.
—Además de prepararnos para la inevitable guerra, estoy construyendo una ciudad en el nuevo territorio. Quiero que sea aún más digna de nosotros, digna del poder que nos rodea.
Asiento.
—Me parece bien. Me gustaría ver como va el proceso.
Me imita.
—Apenas estoy sentando las bases. Pero cuando quieras podemos ir y te pones al tanto de todo.
—Está bien. —Suelto un suspiro pesado y desvío la mirada de sus ojos al notar que me evalúa, como si estuviera buscando algún tipo de molestia en mí—. No estoy enojada, Alek.
Sonríe, mirándome con admiración.
—Me fascinas, toda tú me encantas pero si hay algo que admiro de ti profundamente es tu raciocinio. Al llegar aquí estabas muerta de miedo, estuviste metida en la boca del lobo y pudiendo amenazarnos a todos cuando te presioné, pudiendo revelar completamente el poderío que posees... lo que hiciste fue callarlo, porque sabías que soy miembro del consejo.
—También noté que sabías más de lo que deberías saber en ese momento. Entré a base de mentiras aún cuando mi intención no era obtener nada de ustedes, sino todo lo contrario: irme lejos. Pero a pesar de eso no te subestimé, desde que te vi supe que no eras el típico Líder de una manada. Vi más allá de lo que eres para el Mundo Oculto, te ví a ti... la belleza de tu mirada y tu alma a través de ella.
El brillo atenuado en sus iris se hace más intenso hasta que el dorado parpadea en sus ojos. Cosa que sucede cuando su bestia anhela salir, cuando la rabia es casi incontenible.
—¿Por qué te parpadean los ojos?
—Porque lo mejor que pude hacer con relación a ti fue prestarle atención a mi instinto, fiera. Y lo tengo bastante claro.
Me acerco más a él y me subo en su regazo, él me recibe gustoso y nada más tener mi rostro más cerca del suyo tomo sus labios entre los míos. El beso es lento, nuestros cuerpos susurran miles de cosas inentendibles y tan intensas como el cúmulo de sensaciones que nos invaden.
—Me alegro de tenerte y jamás me cansaré de decirlo —murmura con mis labios entre los suyos.
—Gracias por estar conmigo —abro los ojos, chocando de golpe con los suyos.
—Gracias a ti, fiera. Por dejarme elegirte.
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