❆ XIV: Me entregarás tu corazón ❆
~ ME ENTREGARÁS TU CORAZÓN ~
Las paredes son las únicas testigos de cómo esos dos seres se complementan en ese momento devastador para un corazón herido que es obligado a sentir más dolor.
A él, verla sufrir le duele, aún más que la primera vez.
A ella le gusta ser abrazada por él y sentir ese apoyo tan distinto... el apoyo de quién la eligió, el apoyo de quien ella eligió. Llora, grita y siente su pecho abrirse cada vez más con ese agujero de sensaciones que apaga su luz. Agujero que la orilla a la desesperación y al miedo.
A él, el temor lo gobierna, la incertidumbre lo mantiene inestable y según pasan los minutos crece su ansiedad. Porque su dolor aumenta cada segundo y no quiere verla sufriendo de esa ni de ninguna otra manera. Quiere destrozar al infeliz que le causó ese daño, pero aún así, de algún modo le agradece. Al cometer el error de rechazarla le dió la oportunidad de elegirla.
Ella no puede hablar, grita en silencio a las 00:56 mientras el sufrimiento se hace sentir más con cada segundo en ascenso, incluso hasta el punto de limitar sus jadeos de dolor.
Él anhela que la hora termine.
Ella anhela que el sufrimiento deje de ahogarla. Es asfixiante y teme desear morir. No puede permitirlo, no puede dejarse vencer en los últimos segundos, en la recta final de esa dolorosa batalla que lleva años librando involuntariamente. Debe luchar, por ella, por él, por ellos, por el presente, por el futuro, por el amor y por su libertad.
—Halt mich fest, es ist fast vorbei.
(Abrázame fuerte, ya casi termina).
—Me... asfixia...
1:00 a. m.
❆ ~•❆•~ ❆
~ Alexa ~
Mi respiración acelerada comienza a ceder. Como de costumbre, me quedo en silencio, dejando que mengue el dolor luego de haberse elevado hasta dejarme sin habla.
—Ya está, fiera.
Me empieza a gustar ese apodo, porque soy una fiera. Soy una fiera que protege a los seres que ama a pesar de que últimamente los he puesto en riesgo por dejarme guiar por mi instinto... el mismo que me ha traído a sus brazos. Soy una fiera porque tengo todo para estar tirada en mi cama sin ganas de sentir nada, porque a pesar de mis condenas estoy de pie y lucho por mí cada segundo que soporto ese jodido dolor del infierno y el mundo en el que vivo.
Ahora me alegro de haber cometido esos errores y haber llegado hasta aquí, al hoy.
Sigo en medio del infierno, sigo a un paso de la muerte y muchas personas se vendrán conmigo si no soy lo suficientemente precavida pues, a partir del sí, la protección de cada miembro de esta manada depende de él y de mí. De nosotros. Y aunque todo esto me aterra, sé cómo protegerme y me aseguraré de no caer en otros errores que pongan a Wachsend en riesgo.
Aún siento sus brazos presionar mi cuerpo al suyo, siento su respiración pesada y no puedo evitar los nervios al ser consciente de que estamos tumbados en su cama, uno al lado del otro, abrazados. Con el dolor ausente y esa sensación familiar y a la vez desconocida que cada vez se vuelve más intensa. Estar cerca de este hombre causa en mí ese pequeño caos que es una mezcla de comodidad, nervios, miedo, satisfacción, latidos desesperados, respiración pesada y deseo.
Lo más indignante de todo es que me gusta sentirme así. Siento que aún no he vivido nada comparado con todo lo que puedo vivir a su lado sin tener que volver a revolcarme por mi corazón roto.
—Gracias —murmuro.
—¿Por qué? —Me acerca más a él.
—Por estar aquí para mí, por elegirme —susurro bajo y con la voz ronca, consciente de que puede escuchar hasta los latidos de mi corazón.
—Yo agradezco que me dejes estar cerca de ti, Alexa. Poder elegirte fue un privilegio y a partir de hoy me encargaré de que tu decisión sea un error muy acertado.
Aspiro su aroma varonil antes de separarme de su cuello. Cuando levanto el rostro y abro los ojos, me causa satisfacción toparme una vez más con esa mirada artística cargada de verde y ámbar. Cada vez que la aprecio... cada vez que la puedo admirar es cómo si fuera un pozo profundo que me sumerge en sensaciones tranquilizantes. Me siento atraída hacia él, entre sus brazos me siento vulnerable y a la vez segura. Siento que me abraza el alma.
Él no rompe el contacto visual en ningún momento, pero de forma casi imperceptible acuna mi rostro entre sus manos mientras permanecemos en silencio.
—Conozco bien los errores no erróneos, varios me trajeron aquí —respondo.
Permanece en silencio, meditando algo que supongo tiene que ver conmigo.
—Ya casi termina —vuelve a susurrar.
Me permito cerrar los ojos cuando sus labios depositan un pequeño beso en mi frente. Toma mi mano de forma lenta y cuidadosa, la coloca en el lado izquierdo de su pecho sin separarlas y da un apretón a la mía.
—Pero cada vez me da más rabia verte así —dice.
Puedo acostumbrarme a este tipo de caricias. No voy a mentir, quisiera que de una vez por todas me haga suya para poder tocarlo sin ningún pensamiento razonable que me frene.
—A mi también —murmuro apenas entendible por la voz ronca y por estar más concentrada en los golpes que da su corazón contra la palma de mi mano.
La suya no suelta la mía, yo la quito de su pecho y la dejo reposar en una de sus mejillas cubiertas de su barba bien cuidada, dándome la libertad de caer ante mis impulsos por tocarlo, acariciándolo y sintiendo el leve roce que le doy a los vellos.
—Un momento —dice levantándose.
Me separo de él con expresión confusa para ver a qué se refiere. Se me entrecorta la respiración cuando saca una pequeña caja negra de terciopelo y la abre bajo mi atenta inspección.
—Este lo mandé a hacer para mi futura esposa, en el momento no sabía que ibas a ser tú, pero creo que te quedará como anillo al dedo —sonríe ampliamente.
Mantengo la boca abierta y la verdad no es por la preciosidad de anillo ante mis ojos, sino por lo que representa. Ya sabía que nos casaríamos, además de su compañera me corresponde ser su esposa. Pero... ¿De verdad todo esto está pasando?
—¿Te casarías conmigo? —Con su mano en mi barbilla me incita a cerrar la boca—. Oh, no. Más bien: ¿aceptas que ponga este anillo en tu dedo como garantía de que me entregarás tu corazón?
Escudriño sus ojos siendo abrazada por el cariño que desbordan.
—Te he dado todas las armas para destruirme, ¿por qué no dejar que entres a mi corazón aún cuando es lo más preciado que tengo?
—Prometo cuidarlo con mi vida... será un honor poder entrar a él —susurra sin dejar de mirarme.
—Acepto casarme contigo —digo con la voz afectada por las sensaciones y el miedo.
Saca el anillo y con delicadeza toma mi mano mientras me mira directo a los ojos. Sus largas pestañas ocultan su mirada de mí cuando se dispone a deslizar el material frío en mi dedo.
—El anillo familiar también te corresponde, pero mi madre lo lleva puesto.
—No es necesario... este es hermoso —digo mirándolo y en el proceso acariciando el material brillante y reluciente que, tal y como él dijo, encaja a la perfección conmigo.
—Te corresponde —repite—. Además, hace años quiere deshacerse de él. Y no porque no signifique nada para ella.
Mis labios dibujan una sonrisa leve y sincera que no sé con qué acompañar.
Me quedo mirándolo a los ojos durante unos segundos, hasta que no puedo evitar hacerme la interrogante:
¿Puedo besarlo ahora mismo?
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