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❆ XIII: Jugando con fuego ❆

~ JUGANDO CON FUEGO ~

Mientras subo cada escalón con la intención de darme una ducha antes de verlo, empiezo a sentir su olor y me dejo guiar por él. Una sensación instalada en mi pecho predomina y resalta por su negatividad. Ya la había sentido antes, aquella vez que ahora menos que nunca quiero recordar.

Es una especie de corazonada que intenta advertirme, como si fuese a hacer algo malo o a cometer un error. No sé exactamente si mi corazón me pide que no le de esa respuesta, porque después de ella está todo lo que necesito y lo que quiero para mi vida. Estoy muy segura de la decisión que tomé, pero algo va mal y no sé cómo sentirme al respecto y tampoco sé si seguir.

«Escuchame»

Mi corazón se acelera al escuchar la voz en mi cabeza.

Esa voz. La misma que tantas veces ha reclamado mi atención desde que era una niña. No sé si es mi subconsciente, no sé si es algo maligno, algo divino, o, quizás sí lo sé y no quiero verlo. No me causa temor, no de ese temor que te hace querer huir, más bien me transmite ese poder consumidor que querrías abrazar.

«Haz las cosas bien, querida».

Eso quiero.

Respondo inconscientemente.

«Controla tus deseos».

¿Cuáles deseos?

Silencio.

¿Cuáles deseos?

Deseo tantas cosas...

No obtengo respuesta.

Apenas percibo que estoy parada a mitad de las escaleras y me obligo a seguir mi camino hasta llegar a su puerta, queriendo saber qué clase de deseos debo controlar y por qué.

~ Aleksandre ~

~ Una hora antes ~

Soy consciente de que no lo va a aceptar, al menos no tan fácil.

Tiene perspectivas muy distintas a las mías en diferentes situaciones y la verdad es que me estresa bastante, porque es como el hermano que nunca tuve y quién tomará mi lugar si muero. Y será por muchos años si no llego a tener descendencia. Más que un reemplazo es como el hermano mayor que nunca tuve y todo lo contrario a mí.

Y claro, no siempre tengo la razón, pero en esta ocasión sé que sí y no me importa si no.

Se encuentra enfrente de mí, ambos estamos en mi despacho mirándonos a los ojos, como si tuviéramos una especie de batalla en la que a través de ellos uno intenta convencer al otro.

—Sigo pensando que es un error —dice, manteniendo la misma postura acerca del tema: no debiste elegir a la híbrida.

—Me da igual.

—Es que, a ver —suspira con exasperación mientras acomoda las mangas de su camisa, irritado—, ¿qué te hace pensar que así nada más puedes reemplazar a tu futura Reina con alguien que viste por primera vez hace solo unas horas?

—En primer lugar, yo hago lo que me place, y segundo: No reemplacé a nadie —me inclino hacia adelante—. Elegí. Ahora Alexa es quién será todo lo que implica aceptarme, si es que me acepta.

—Si es que te acepta —repite y eleva las cejas, echándome en cara que solo es una posibilidad.

—No termino de entender tu posición —suelto un sonoro suspiro y acaricio mi sien con la mano derecha, la misma con la que sostengo la pluma estilográfica que me obsequiaron mis padres—. Parece que te empeñas en hacerme saber los riesgos que estoy corriendo al hacer esto, cuando soy lo suficientemente grandecito como para tener en cuenta cada uno de ellos.

—Es que no parece que los tengas en cuenta, Alek; actúas como un adolescente caprichoso.

—Porque no me importan.

—Deberían. Estás cometiendo un grave error, Wachsend no necesita más problemas. Ya deja de...

—Alexa no es un problema, Bastian. Abre los ojos. Ves los riesgos pero no quieres ver por qué decido correrlos. ¿De algún modo piensas que no me da miedo, que no sé todo lo que puede pasar?

»Porque es obvio que sí. Sé lo que pasará si los demás miembros se enteran de que el Rey de los Líderes conoce la existencia de dos híbridas más.

—¿Solo tú lo sabes?

—No.

—Estás condenando la manada que juraste proteger con tu vida.

—¿Acaso no le juraré a ella estar a su lado hasta la muerte ante Lo divino? —Elevo la voz.

—Porque tú lo haz elegido —él también lo hace.

—Tengo el jodido derecho. ¿Acaso cometí un error cuando acepté que Amalia se quedara con nosotros?

—Tú sí, yo no, porque es mi compañera, la amo y yo no soy la persona más importante para Wachsend. Todo es distinto, Alexa ni siquiera es tu compañera.

—Lo será, o al menos eso quiero, porque también quiero amarla.

—Podrías esperar a nuestra Reina.

—Sé lo que insinúas, no soy un idiota como para anteponer mis deseos sexuales (o algo por el estilo) a mi compañera, si eso es lo que te preocupa.

»Elegí a Alexa porque tomé la decisión de arriesgarme con tal de cada día ganarme su corazón y establecer una conexión con ella, no por su poder, sino por quién es, por cómo me siento yo al estar junto a ella y porque así puedo ayudarla a no sentir dolor.

—Ni siquiera sabes si...

—Ya he escuchado suficiente —lo interrumpo.

—Sabes que me da igual cuando te pones en modo alpha, Alek. Y también sabes que estás cometiendo un error.

Ich weiß, es ist mir scheißegal, wenn ich falsch liege (Sé que me importa una mierda si me equivoco).

—Ni siquiera la conoces lo suficiente.

Suspiro, tratando de contener mi irritación.

—Escucha —empiezo a decir—. Para comprometerme a amar a una persona nunca será mucho o muy poco tiempo. Y no pienso arrepentirme de lo que estoy haciendo.

Se queda callado, observándome. Al cabo de unos segundos, asiente con notable resignación.

—De acuerdo.

Ahora está más incómodo, se niega a aceptarlo y el temor es lo único que lo puede justificar.

Acomodo el cuello de mi camisa buscando aliviar esa sensación molesta que me hace sentir demasiado vestido.

—Eres feliz con Amalia, la tienes a tu lado cada día a pesar de que sabes que representa un riesgo para nosotros.

—Pero no es fácil saber que nos destruirán apenas se enteren de que traicionamos de tal forma.

—¿Y eso impide que la ames?

—Para nada.

Chasqueo la lengua mientras mi frente se arruga haciendo que la expresión de mi rostro sea interrogante y a la vez victoriosa.

—¿No lucharás si intentan destruir la manada que juraste cuidar con tu vida? ¿Dejarías de ser feliz por el jodido miedo?

No habla.

—Yo no, Bastian.

—No es mi intención boicotear nada, y lo siento, pero ponte en mi lugar.

—Deja de tener miedo y recuerda quien eres. Amalia, Clea y Alexa no dudarán en proteger nuestra gente si nos descubren. Y ellas tres son mucho más fuertes que nosotros —hago una seña en la que encierro todo lo que me rodea—, que todos nosotros.

—Como sigas diciendolo pensaré que la has elegido por eso.

—Imbécil.

—Está bien, está bien —se ríe—. Me has convencido. Igual lo hablaré con mi esposa —dice esto último levantándose.

—Igual y te deja por ser tan estúpido para estas cosas.

—Alek, por favor, tantos años juntos no han sido en vano. Esa mujer ama todo de mí, hasta mis defectos.

—Y tú la amas a ella.

Me he encontrado a mí mismo observando admirado como esos dos se complementan y miento si digo que nunca he llegado a sentir un poco de envidia.

No me he pasado la vida buscando a mi reina, pero sí he estado alerta y esperando. Muchas veces me sentí solo por no tenerla a estas alturas de mi vida.

—Amo a Amalia como no tienes idea.

—Necesito pensar —me paso las manos por el pelo.

—Lo sé —me dedica una mirada significativa en advertencia—. No estoy muy de acuerdo con la situación porque pienso en el bienestar de la manada. Pero si confías en que Alexa es la mujer que quieres a tu lado, te apoyaré. Suceda lo que suceda.

Lo miro fijamente. Él palmea mi hombro y sale del despacho no sin antes decir:

—Piénsalo bien.

Toda esta situación es más intensa de lo que creí y no porque medite las consecuencias nuevamente, sino porque una vez Bastian desaparece por la puerta e intento seguir con mi trabajo, ella vuelve a invadir mis pensamientos. Esta vez alojandose allí de forma distinta.

Y yo la dejo.

Giro en la silla con lentitud dejando de estar quieto y recibo cada imagen que me lanza mi imaginación.

Desde que se alejó pidiendo espacio siento su ausencia como si quemara, como fuego. Porque si bien son contadas las horas que lleva a nuestro alrededor, Alexa ha revolucionado la vida de cada persona que habita en esta casa.

Principalmente la del dueño.

En estos momentos mi lado protector solo quiere saber dónde está e ir a buscarla. Pero sé que si hago eso la necesidad de cuidarla será más constante y ella no es el tipo de personas a las que les gustan esas cosas. No le gusta ser presionada, invadida ni obligada a nada. No le gusta la posesividad. ¿Cómo lo sé? Desde que la vi lo sospeché, pero al violar su privacidad y al ver la L grabada en su piel confirmé toda teoría.

Y me gusta.

Hay tantas cosas en esa mujer que desconozco, pero lo que veo es suficiente para quererla junto a mí. Para elegirla. Para querer conocerla a profundidad y odiar o amar cada característica suya.

No chasqueo los dedos y sucede lo que quiero, estoy en peligro de muerte y sé que si Lo divino no aprueba mi deseo estoy perdido.

Diría que me siento dudoso por la decisión que tomé, pero ni siquiera me arrepiento de poner mi vida y corazón en sus manos. Hay muchas razones para arrepentirme y retractarme, pero para mí ella es la única razón válida y suficiente para que siga adelante con mi error menos erróneo,  aunque cuelgue de un hilo fino que solo puede sostenerse del cielo y de su corazón.

Alexa es un reto y aunque me ha dado a conocer su carácter, quiero asumirlo. Con ella quiero complementarme y lo anhelo aún más al saber que la ayudo a librarse de ese dolor del infierno.

Cada vez que habla su voz hace eco en mi pecho y siento que es lo primero que quiero escuchar cada vez que despierte al iniciar el día. Sus ojos me apuñalan cada vez que me mira fijamente y no sé si soy masoquista al querer morir a base de ellos.

Al abrazarla sentí que una pieza encajaba a la perfección en un rompecabezas que ni siquiera sabía que existía. Porque he deseado encontrar a mi compañera desde que tengo uso de razón, he llegado a tener sexo con otras mujeres en medio de la desesperación y el vacío por la falta de mi complemento... pero Alexa no es ella y con solo mirarme, con solo un abrazo ya me hace sentir como si cada cosa estuviera en su lugar.

Alexa Schwarz es exotismo, terquedad, carácter, belleza, humildad, sensualidad, sensibilidad, poder, fuerza... la quiero a ella. No quiero ni necesito a nadie más.

¿Cómo alguien puede calar tan profundo en un corazón así nada más?

Suelto un suspiro pesado.

Dejo la pluma sobre el escritorio sin medir fuerzas y me levanto de la silla. Salgo del despacho azotando la puerta, con mi habitación como destino.

En mi cabeza reina la palabra elegir.

Siento miedo y miento si digo que no, pero sé que vale la pena, ella vale esta incertidumbre.

Muchas manadas dicen que no merezco ser el rey Líder porque soy muy sensible, pero no soy ese Líder sin sensibilidad. Lo que digan de mí me importa muy poco, pero la verdad es que mis sentimientos me dominan y la mayor parte del tiempo resulta ser un efecto positivo.

Solo espero que si me elige, las cosas salgan bien para los dos.

Entro a mi habitación y me desnudo, luego voy por esa ducha fría en busca de alivio. Dejo que el líquido transparente haga de las suyas mientras recorre mi cuerpo. Por largos minutos me quedo quieto bajo el chorro, dejando que mi imaginación vuele y forme esos escenarios que me causan ansias y satisfacción a la vez; esos que como sueños deseo vivir y que como un satisfactorio fuego que suelo odiar empieza a consumirme entre sus llamas.

Termino arrepintiéndome al instante.

Desgraciadamente no he podido parar el curso de mis pensamientos cuando, además de pensar en Alexa siendo mi pareja y un lazo emocional establecido entre los dos, he terminado imaginando que es la causante de mis desvelos.

La piel se me eriza ante la imagen de nosotros siendo consumidos por el único fuego que causa satisfacción... de forma lenta y firme.

Suelto un suspiro profundo tratando de hacer retroceder el deseo.

—No estaría mal tallar esa espalda cada vez que nos duchemos juntos.

Siento como mi cuerpo se pone aún más tenso al sentir su presencia.

—¿Qué haces aquí? —Pregunto, aún de espaldas a ella, mientras detengo el recorrido del agua, tomo la toalla y la envuelvo en mi cintura dando por terminada la ducha.

—Lo mismo que tú hiciste anoche —responde apartándose del marco de la puerta.

—Ya me disculpé y tú no estabas desnuda.

—Ni excitada.

Joder, no.

—Esa boca...

—¿Qué problema tienes con mi boca?

«Deseo ahogarme en ella y tenerla en cada rincón de mi cuerpo rozando mi piel mientras...»

—Estás jugando con fuego.

Chasquea la lengua cruzándose de brazos aún parada en frente de mí mientras yo intento contener el órgano que late desenfrenadamente en mi pecho y también el que desea aparearse con ella.

Maldición, esto está mal.

Mi dominio propio pelea contra los impulsos que se vuelven cosquilleos y gritan por tocar su cuerpo. Cada uno de los músculos que componen el mío se encuentran tensos ante la batalla interna que causa estragos dentro de mí.

—Tal vez solo esté jugando contigo..., yo soy el fuego, Wolf.

Respiro con dificultad y me mantengo quieto a duras penas.

«Si salgo victorioso en esta batalla me daré un jodido premio».

—No me hagas esto —digo después de unos segundos mirándola en silencio.

Ríe por lo bajo y lo único que hago al encararla es mirar hacia la puerta, confirmando que está cerrada.

—¿Te has puesto así pensando en una persona específica? —Arquea las cejas.

Carraspeo.

—Puede que en...

—¿Puede? —Sonríe con diversión—. Puede... pero si no soy yo no creo que...

—...en el futuro si me dices que sí.

—Me tientas.

Tentación.

Tenerla aquí, en mi habitación, en mi estado y con tanto tiempo de abstinencia, con la puerta cerrada y mientras estoy semidesnudo; eso es tentación.

—Tengo tu respuesta —dice al cabo de unos segundos en silencio mientras se recuesta de la pared y guarda sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿Y estás segura de ella?

—Completamente. Y no porque estés así por pensar en un posible nosotros y lo esté presenciando, sino porque ya pensé lo suficiente.

Trago saliva cuando le dedica una mirada significativa a la toalla.

Necesito que lo diga de una vez o voy a contemplar la idea de auto desaparecerme de este planeta.

Justo ahora solo quiero que deje de tentarme y que me diga sí o no para sufrir o soñar con algo más hasta que se dé mientras tengo un enorme dolor en los huevos.

Camina hacia mí, que me encuentro en medio de la habitación, húmedo y en peligro de descontrol. Su cercanía, su mirada segura, sus movimientos seguros y el calor que desprende...

Santos cielos.

«Ser divino que escucha mis súplicas, por favor ayúdame a ser fuerte».

Tú no quieres ser fuerte.

No quiero tocarla, aunque tocarla y ser tocado por ella es lo que más deseo en este momento. No soy un cerdo y por eso no lo haré sin su consentimiento, por más que la desee, debo respetarla, siempre debo hacerlo. Tampoco pienso echar a perder la posibilidad de un sí por la calentura. Quiero hacer las cosas bien, y aunque ya soy suyo, aún no es el momento para dejarme enredar con todo esto.

Mantengo a raya el conocido impulso que hace picar mis dedos por querer tocarla. Es como un deseo fugaz en forma de escalofrío que casi me hace acercarme a ella y empezar a recorrer con mis manos cada parte de su cuerpo.

Pero lo domino.

—Puedo sentir el deseo que desprendes por mí —susurra, acercándose más. Toma mi barbilla para que la mire a los ojos, como consecuencia, se hace aún más intenso el contacto visual y su aliento acaricia mis labios—. No te cohibas, aunque la confianza entre nosotros aún no es suficiente, debe serlo.

Me está diciendo que sí y ni siquiera soy muy consciente de ello por estar perdido en sus irises.

Trago saliva.

—No voy a tocarte ahora.

—Prácticamente te lo estoy pidiendo.

—Ahora no, Alexa.

—Lo que más deseas en este momento es tocarme.

—Sí.

—¿Y por qué no lo haces si también es lo que yo quiero?

—Tocarte no es lo único que yo quiero.

—¿Qué más quieres?

Vuelvo a tragar saliva mientras observo la pequeña sonrisa malévola que empiezan a formar sus labios.

Ella se está dejando sucumbir por el deseo, y yo estaré igual como no termine con esto de una buena vez.

Necesito desviar esta conversación.

—¿Aceptas o no ser mi compañera?

Permanece en silencio durante unos segundos, segundos en los que veo su semblante cambiar a uno más serio. 

—Antes quiero hacerte una pregunta.

—Dime.

—No eres inmortal, yo sí, si nos elegimos será para alimentar lo que sea que sentimos, para formar una familia si eso quieres y...

—Sí quiero una familia contigo.

—Déjame terminar —su voz se oye distinta y un pequeño golpe de sensaciones hace que relaje los hombros.

Ahora solo quiero abrazarla.

Asiento, para que continúe.

—Yo también la quiero —traga saliva parpadeando varias veces—. ¿Vas a cuidarte? Es decir, luego de nuestra unión y luego de que supere todo... no sé si voy a soportar perderte y sentirme como una porquería por más tiempo, mucho menos después de haber experimentado cómo se siente estar plena.

Me duele.

Me duele escucharla decir eso, tanto como me dolió presenciar cómo se rompe en diminutos pedazos por una mala decisión. Antes de elegirme se asegura de que siempre voy a estar con ella. Ha sido muy dañada por el sufrimiento y siento que soy demasiado afortunado por tener su atención.

Lo recuerdo y miro el reloj colgado en la pared.

—Lo haré, fiera. Y cuando yo no pueda cuidarme, me cuidas tú.

—Entonces acepto ser tu compañera.

Sonrío levemente.

Quiero abrazarla, apretarla a mí y protegerla del miedo entre mis brazos...

—Ven.

Ella lo entiende y acorta la poca distancia que nos separa, haciendo efectivo el abrazo.

Es cálida, me relaja su cercanía y el olor de su pelo. Todo es tan satisfactorio y extraño como las emociones y sensaciones que me inundan al tener contacto con su piel.

—No te arrepentirás.

—Lo sé.

—Espero hacerte llorar, pero de felicidad.

—¿Y de placer?

—También, te voy a hacer gritar de placer.

—No me sueltes.

—No pretendo hacerlo...

—23:57... —me recuerda que casi es la hora de sufrir su maldición.

—Ahora menos voy a soltarte.

Me aprieta más contra ella y no sé si sentirme mejor o pedir fuerza nuevamente.

—No quiero que nadie más me escuche, tampoco que me vean.

—Está bien —rompo el abrazo con delicadeza y me muevo por la habitación buscando un incienso. Afortunadamente, cada una tiene los suyos, no es la intención de nadie escuchar las cosas íntimas de los demás.

Lo enciendo bajo su atenta mirada y lo dejo humear.

—A partir de hoy me tendrás encima de tí como una garrapata —dice acomodando un mechón de pelo detrás de su oreja y mirándome con calidez inundando su mirada.

—Ignoraré que me haz dicho perro y lo tomaré con el doble sentido.

La veo sonreír por unos segundos casi inexistentes y luego me da la espalda para poner seguro a la puerta.

En mi mente calculo que ya deben ser las 23:58

Cierro el ventanal junto a las cortinas del balcón. Me aseguro de que todo esté cerrado, luego me dirijo hacia el vestidor. Me pongo lo primero que encuentro y siento que se me parte el alma al ver cómo se sostiene de la pared cuando salgo, el conteo regresivo termina y la falta de segundos antes de la media noche abre paso a su indeseable sufrimiento.

Me quedo a su lado y la abrazo en silencio, aunque solo quiero decirle que todo terminará pronto... y que juntos haremos desaparecer el dolor.

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