❆ XII: Ningún impedimento ❆
~ NINGÚN IMPEDIMENTO ~
Permanezco en silencio mientras lo miro, atónita y con incontables palabras atoradas en mi garganta.
—¿Qué?
Lo pedí muchas veces.
Desde hace tiempo deseaba encontrar a alguien que fuera capaz de elegirme, aún sabiendo que era prácticamente imposible. En algún momento dejé de desearlo, esperaba algún milagro, de cualquier tipo... uno que hiciera desaparecer esa maldita condena, pero no este.
¿Puedo llamarlo un milagro? ¿Y si solo quiere aprovecharse de mí? No sé qué rayos pensar. El corazón se me quiere salir por la boca, golpea mi pecho con tanta fuerza que temo porque llegue a dolerme mientras el choque de emociones me deja aturdida.
—Eso. Deseo que me elijas —me mira a los ojos. La tensión y el miedo que desprendía su cuerpo no han desaparecido, parece que ahora esas emociones en él son más intensas y no sé qué pensar al respecto.
Ahora entiendo esa actitud tan extraña desde que me senté a su lado en el comedor, ahora entiendo absolutamente todo. Estaba nervioso por esto.
No sé qué rayos creer. No sé qué decir de tantas cosas que podría...
Sus ojos escudriñan los míos, alterna la mirada de uno a otro como si no pudiera mirarme fijamente.
—No hagas esto —murmuro con la voz afectada.
—¿Por qué no? —Frunce el ceño—. No hay ningún impedimento, tú lo necesitas y yo quiero hacerlo. Siento por tí a pesar de que no eres mía ni yo soy tuyo, pero quiero serlo. Déjame serlo.
—Joder, tú...
—¿Ya tengo a alguien destinado para mí? —Me interrumpe.
—Sí.
—¿Y si yo te quiero a ti?
Contengo la respiración, o tal vez simplemente se me olvida cómo respirar.
Dejo de mirarlo y escondo el rostro entre mis manos. Me muerdo la lengua en un intento de reprimir todo lo que quiere salir de mí en una explosión.
No quiero llorar. No quiero quebrarme. No quiero hacerlo más. Quisiera decir que no necesito nada de nadie, que no necesito eso de alguien, pero en realidad...
—No hay impedimento —el tono en la voz de Arian me deja saber que está sonriendo.
«Asi que, ¿era esto?»
No logro contener las emociones y las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos cuando entiendo el porqué de su insistencia.
Los movimientos de Alek llaman mi atención. Me descubro el rostro para mirarlo, viendo cómo él se levanta, rodea el escritorio y se acerca a mí.
—Escucha —murmura—, me gusta lo que siento.
—Puedes arrepentirte de esto —digo sin apartar mi mirada de la suya—. ¿Qué sientes? ¿Qué podrías sentir por mí?
—Estoy decidido. ¿Y si fue amor a primera vista?
Suelto una risa irónica.
—Aleksandre, ¿Cómo vas a ver a alguien por primera vez y te vas a enamorar cuando esa persona ni siquiera nació para ti? Sentir no es suficiente. Haces esto por pena y es un error.
—Yo sé por qué lo estoy haciendo. Sé que los sentimientos no son suficientes pero, si me dejas, haré que cada día juntos valga la pena.
—No sabes lo que quieres.
—Quiero que te conviertas en esa mujer para mí.
Su mirada es cautelosa, tiene miedo aunque habla con seguridad y decisión. Yo no puedo parar el torrente de lágrimas que ha empezado a deslizarse por mis mejillas.
Sus palabras causan un efecto tan repentino en mí, siento mi piel erizarse una y otra vez mientras lucho con la tentación de lanzarme a él y aferrarme a su cuerpo tal y como lo hice en la madrugada.
«Santos cielos.»
Siempre he sido amada, por Adalia, por mi madre, por mi padre... pero me siento tan vacía, de repente. Siento que me falta algo y no me disgusta poder elegirlo a él.
Quisiera poder conectar con él pero eso no es correcto, no es justo.
—No hagas esto —susurro con un nudo en la garganta impidiendo que hable con claridad—. No es necesario que te ates a mí de esta forma. Yo...
La obra de arte que tiene por ojos me dice que cierre la boca y las palabras que pretendía soltar se quedan atoradas a medio camino. Él está decidido y no sé cómo debo sentirme al respecto. Me emociona, creo que es un error, me da miedo, pavor y a la vez siento deseo e ilusión.
Veo como traga saliva antes de carraspear y mover un brazo para con una de sus manos tomar la mía.
—Yo, Aleksandre Wolf, Líder de Wachsend, renuncio a mi compañera destinada y elijo a Alexa Schwarz Pierce como mi reina y compañera, por el resto de mi vida; si me elige y serlo es su voluntad.
Quiero gritar.
Quiero apartar su mano de la mía y abrazarlo, quiero salir corriendo de esta situación, quiero decir que no, pero me siento agusto a su lado, por más que me cueste admitirlo. Me gusta esa calidez de su mirada, su sonrisa, lo diferente y atractivo que es; lo que podríamos ser juntos.
—No debiste. Tú tienes a alguien yo no...
—Tenía —aprieta mi mano y se acerca más a mí. Sus ojos no dejan de escudriñar los míos, no dejan de brillar—. Si me aceptas yo haré que no te arrepientas. Solo tienes que elegirme.
Mientras habla miro sus labios, mis ojos danzan sobre su rostro y no me importa saber que hay otras personas mirándonos. Siento que es el momento perfecto para acercarme, rozar mi nariz con la suya y besarlo en agradecimiento solo por pedírmelo de esa forma, como si él fuese el más afortunado de los dos.
Si acepto me convierto en su reina, él en mi rey. Yo en su complemento, él en mi complemento, yo en su compañera y él en mi compañero.
De nuevo tengo esa sensación ya conocida en el pecho, esa que da paso al miedo.
Necesito pensar, no puedo decidir así.
Separo mi mano de la suya de forma lenta, no quiero ser brusca y hacerle pensar que no quiero o que lo rechazo. Pero justo ahora estoy bajo muchos efectos y antes de decirle que sí, necesito prepararme para lo que viene después.
—Te doy una respuesta esta noche.
Le dedico una última mirada, notando la posición tan vulnerable en la que se ha puesto solo por quererme como su reina y esposa, y por querer ayudarme. Creo. Empiezo a caminar con toda intención de ir hacia el bosque para canalizar todas estas emociones.
—¿A dónde vas, Alexa?
—Sé cuidarme, Amalia. Estaré bien.
Afuera otra vez.
Nadie me detuvo, nadie me persiguió y lo agradezco.
Mi vida ha dado un giro tan grande en tan solo unas horas, he sentido tanto; ha pasado tanto.
Siento mis ojos picar y no porque sienta ganas de llorar otra vez, no, es por la velocidad a la que me desplazo por el bosque. Llevo horas corriendo como si no hubiese ningún peligro, porque justo ahora para mí eso es lo de menos, no pienso dejar que nada ni nadie sea un impedimento para el cambio que habrá en mi vida después de dar esa respuesta.
22:00 hrs
El viento helado se adhiere a mi piel, pero no me afecta, al contrario, me gusta.
Mis pensamientos giran en torno a él y esa propuesta que cada vez me parece menos loca y más tentadora.
Cada vez estoy más convencida.
Cada vez me aterra más...
Cada vez lo anhelo más.
Tiene sentimientos por mí y me eligió porque quiere ayudarme y porque quiere amarme. Pensé en que quizás solo se trataba de un engaño para sacar provecho de mí y mi poder, pero llegué a la conclusión de que mis padres no confían en cualquiera, Amalia es mi tía y está en este territorio hace años con su lealtad y consentimiento.
Veo con mis propios ojos la clase de hombre que es y, aunque esta madrugada me invadía y llegué a dudar por el enojo ante sus malas acciones, siento algo cálido en mi pecho cuando recuerdo cómo sus brazos me apretaban a su cuerpo. Me siento afortunada cada vez que sus ojos me enfocan con esa atención y ese brillo cargado de admiración.
Me quemo por dentro todos los días cuando soy ese fuego capaz de convertir todo en cenizas. Yo no merezco vivir sintiéndome de esa forma y Alek me ha elegido. Quizás por sensibilidad, por pena, porque se enamoró de mí desde el primer instante o... no lo sé. Pero voy a pensar en que no cualquiera es capaz de sacrificarse tanto por alguien.
Dejo de correr cuando veo las luces del pueblo de Wachsend y empiezo a caminar con la respiración acelerada y el corazón latiendo con fuerza. Ni siquiera me importó el hecho de que alguien pudiera verme corriendo a esa velocidad. Necesitaba estar sola, sentirme libre y así poder estar convencida de la decisión que voy a tomar.
Bajo y vuelto a subir la cabeza intentando acomodar mi cabello, me hago una cola improvisada y sigo caminando hacia los peldaños de la mansión que se alza ante mí.
Siento miedo, las cosas pueden salir bien o muy mal. La respuesta a una pregunta es la que va a definir el sí o el no.
—Buenas noches —digo a las personas en la entrada.
—Buenas noches —responden con amabilidad y al unísono, mientras abren para mí la puerta principal de la mansión Wolf.
«¿Eso habrá sido una señal?»
Sacudo la cabeza, me adentro en el lugar dando las gracias y sintiendo la calidez al estar bajo el techo. El lugar se encuentra en silencio y llego a la conclusión de que podría tratarse de la hora.
«Al parecer a estos lobos les gusta dormir.»
Miro el reloj de cuero en mi muñeca.
22:40
—Alexa —escucho la voz de Arian llamarme y veo como baja trotando por las escaleras—, volviste.
—No me iba.
Me siento demasiado estúpida cuando se trata de ella. Sabía todo lo que pasaría y por eso insistió tanto en que me quedara.
—Lo sé —se detiene enfrente de mí.
Paso el peso de mi cuerpo a una sola pierna y guardo mis manos en los bolsillos de mi pantalón.
—Arian, quiero disculparme.
—No hace falta, no sabías lo que iba a pasar, yo sí. En esta casa todo el mundo me hace caso por mi don y fue muy difícil intentar convencerte. Por eso tuve que pedirle a mi tío que lo intentara —arqueo una ceja—. Eres muy difícil, Alexa, no iba a dejar que te fueras sabiendo la verdad.
—No te voy a reclamar, justo ahora debo pedir disculpas, no estoy enojada con nadie.
—Gracias.
—¿Por qué, Arian?
—Por cometer ese error en el bosque... presentí que algo pasaría, pero no sabía qué, hasta que te vi.
—Ya no me arrepiento como hace unas horas, pero tampoco estoy orgullosa de ellos. Pudo haber sido peor.
—Lo sé, pero cuando algo va a pasar, sucede de un modo u otro. Solo espero que a partir de ahora las cosas vayan bien... para los dos. Lo divino aún no revela lo que sucederá luego de esto.
No puedo evitar sonreír.
—Ven aquí.
—¿Qué...?
No dejo que termine de hablar y la estrecho entre mis brazos, abrazándola. Al principio se queda estática, pero luego me corresponde, llenándome de su natural calidez.
Al separarnos me regala una amplia sonrisa.
—¿Dónde está?
—En su despacho, guíate por su olor, seguro ya te lo sabes de memoria.
Le hago caso y sin que se borre la sonrisa de mi rostro me dirijo a las escaleras para ir antes hacia mi habitación.
—No mentía, siente cosas por ti desde que te vio por primera vez —dice a mis espaldas—, y tú también por él. No le des muchas vueltas al asunto y dile que sí antes de que le dé un justificable ataque al corazón.
Suelto una carcajada mientras empiezo a subir.
El ataque al corazón me va a dar a mí por su culpa.
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