❆ XI: Te hace falta algo ❆
~ TE HACE FALTA ALGO ~
Alexa
No soy consciente de cuánto tiempo ha pasado desde que empecé a llorar, no sé si de felicidad, de tristeza o por la carga liberada pues, todos esos sentimientos que antes me ahogaban han disminuido, es como si cada uno hubiera emprendido la huída.
Paso mis manos por mi melena, masajeo mi cuero cabelludo y levanto la cabeza. Observo a todos, porque todos ellos están aquí, observándome.
Dirijo mi mirada hacia Amalia.
No se parece en casi nada a mi madre, pero esos ojos...
Suelto un gemido de cansancio. He recibido mucha información en minutos. Soy fuerte, pero emocionalmente estoy hecha mierda.
Aparto la mirada de sus ojos.
—Muy bien, no mires estos ojos si no quieres que sepa lo que estás pensando —sonríe burlona.
—No puedes leer mi mente —digo, pensando en el antidoto que lo impide.
—Bueno. Es bastante fácil saber que estás buscando parecido entre Clea y yo —cruza los brazos—. El maquillaje hace milagros, hija.
«No cabe duda».
Pienso en su marca. La toqué, y es real. Lo sé, aunque me cueste aceptar todo esto sé que es verdad. Mis padres me lo acaban de decir.
Quizás debería enojarme con ellos por ocultarmelo, pero ha sido lo mejor. Soy inteligente y cuidadosa, pero con cada error determinante que he cometido últimamente, he descubierto que no lo suficiente como para merecer saber este tipo de cosas. Me expuse a mí y expuse a mi madre por hacer y decir de más.
—Todo esto... no sé qué pensar —sigo acariciándome, dándome ese efecto de relajación que necesito permanentemente en mi vida.
—Tómate tu tiempo para asimilar las cosas. Sabemos que esperabas todo, menos tener una tía viviendo en la manada de un miembro del consejo.
Lo miro.
—Perdón por quedarme ahí cuando pedías que me fuera. No estuvo bien de mi parte, de forma errónea intenté confirmar que eres hija de tus padres.
Que mi corazón empiece a latir tan rápido al escuchar aquello no es normal. El miedo que sentía por estar en este lugar y porque me delataran se han ido... pero, ¿y esto qué? ¿por qué se me eriza la piel? ¿por su atractivo físico? Solo estoy escudriñando sus ojos. Solo veo ese brillo extraño en ellos y aquello que me quieren decir y no logro entender.
—Tanta información va acabar conmigo —me levanto de la silla y empiezo a caminar de un lado a otro.
—¿Vas a irte?
Giro el rostro para observar a Arian, quien se encuentra sentada junto a sus padres en un sillón.
—Lo siento —me disculpo, pero ella le resta importancia con un gesto—. Y... no sé. Por un lado está Amalia, gemela de mi madre, protegida de esta manada hace años, pero por otro está mi libertad. Prefiero mi libertad antes que todo. No puedo volar aquí —afirmo, pero mi mirada hacia todos es interrogante.
No me sorprende que empiecen a negar en respuesta.
—Tendrías que sacrificar tu libertad un poco, en ese sentido —dice a Bastian—. Nosotros te descubrimos, pero nadie más lo ha hecho y es mejor que así sigan las cosas. Lo de tu madre fue por un detalle llamado realeza, pero cuando Amalia y yo nos encontramos no quería estar cerca de este territorio al igual que tú.
—Pero tu madre propuso un juramento eterno a Aleksandre, y lo hicimos —Amalia me sonríe con cariño.
¿Mi madre se arriesgó para que su hermana estuviera al lado de su compañero? Sé que es valiente a sobremanera pero las cosas pudieron haber salido muy mal.
Es increíble como dos seres completamente distintos llegan a ser compañeros eternos, por un lado está mal que se condene a su posible descendencia, pero por otro es un poco justificable que prohíban la mezcla de dos especies desiguales.
He pensado tanto en esto y la respuesta siempre es la misma: nuestra conexión con Lo divino. La he puesto en duda en incontables ocasiones, pienso que más bien somos seres demoníacos o pecados. Pero elimino aquellos pensamientos cuando miro hacia dentro, hacia mí. No soy un ser despiadado, no soy asesina, desalmada y tampoco busco el mal para los demás.
Soy la híbrida número siete y nací por voluntad de Lo divino, la L está en mi cuello por una razón. Y, aunque no sepa cuál es, estoy esperando para descubrirla.
Las mezclas están mal, pero los híbridos que nacemos de ellas no somos escorias malditas ni seres carentes de empatía como nos catalogan. Sentimos. Eso es lo que más me gusta de mí: poder sentir... elegir. Aunque en mi vida hay muchas cosas que me hacen daño que yo no pedí ni elegí.
—Mi madre ha estado aquí —afirmo.
Alek y Amalia asienten en respuesta.
—Te pareces a ella —murmura él.
—Soy una versión de los dos: carácter y ojos de mi madre, perfil de mi padre.
—Creeme cuando te digo que lo he notado.
Se me retuerce el alma, pero lucho internamente para que el impacto de las sensaciones extrañas no se vean reflejadas en mi rostro.
—Tu madre ayudó a que Amalia se decidiera—Bastian vuelve a tomar el rumbo inicial de la conversación, unos segundos después de que todos nos quedáramos en silencio—, . No está aquí porque lo vampiresa en ella es muy evidente, como sabrás. De lo contrario también formaría parte de Wachsend.
Sus ojos, aunque son de ese gris que heredé, chispean, un minuto pueden ser grises y al segundo siguiente cambiar a carmesí. Me ha contado que se debe al descontrol que antes tenía y a los genes.
—Confiamos en los miembros de esta manada, pero cuando se trata de reportar a un híbrido y te ofrecen inmunidad y riqueza monetaria, es posible que cualquiera caiga en la verdadera traición.
»Es por eso que solo las personas necesarias conocen la especie de mi madre, el resto sigue creyendo que es humana. Y esa es la excusa perfecta para ocultar su olor.
—Como yo intenté hacerlo —le respondo a Arian.
Alek hace un sonido afirmativo.
—Exacto. Quizás había otra forma de lograr que te quedaras (porque de todos modos: lo que dije no sirvió de nada), pero supongo que ahora entiendes por qué tanta insistencia.
—Ibas a causar que me transformara para salir volando de aquí. La forma de retenerme no era obligándome, prácticamente, o aumentando tu seguridad, porque igual tengo los ovarios para irme; solo debieron decirme y ya.
—Antes debíamos saber si era tiempo —dice él.
—¿Por qué?
—Porque era un secreto de tus padres y no quise contarte nada sin antes hablar con ellos —responde Amalia, con simpleza. Y tiene toda la razón.
—Bueno —empieza a decir Alek—. Creo que esto salió mejor de lo que esperábamos. Creí que a estas alturas ya no tendría cabeza.
Sonrío despacio.
—Si eso sucediera, te lo tendrías bien ganado.
El sonríe ante mis palabras.
Al mirarlo me olvido de que hay más personas a mi alrededor. Este hombre me enoja, me saca de mis casillas, pero a la vez desprende admiración por mí y siendo él quién es, resulta satisfactorio.
La manera en que sus ojos se achican cuando sonríe es hermosa, levemente dejan entre ver esa mirada artística que me dan ganas de enmarcar para poder ver con claridad cada vez que lo desee.
—Hija.
Dejo de admirar los ojos de Alek y presto atención a Amalia.
—Dinos si te quedarás. De ser así, necesitamos más seguridad y ayuda de los guardianes.
—Con ustedes dos aquí la manada está bajo amenaza, necesitaremos ser aún más precavidos si te quedas —concuerda su esposo.
Permanezco en silencio.
—Adalia también puede venir aquí, si Alek lo aprueba. Y aunque resulte ser un grave riesgo, puedes salir al bosque, vuelas y vuelves.
Suelto un suspiro sin dejar de mirarla. Amalia también sabe que liberar mi dragón es un grave riesgo. ¿Por qué es tan difícil para mí aceptarlo?
—¿Quién es Adalia? —Pregunta Alek.
—Su nana, los padres de Alexa la tienen bajo su cuidado para que no le falten los antídotos que ocultan el olor, principalmente. Es una de las mejores con la química. Su nombre es Adalia Sierich.
—¿Una Sierich?
—Sí, Rey Líder —susurro, para luego inclinar el vaso de agua que dejó Marina para mí entre mis labios y beber de él.
—Ya imagino lo que te ha enseñado a hacer y todo lo que tienes en la cabeza.
Su comentario casi me hace reír.
—Solo un par de cosas.
—Ella también puede vivir aquí.
—No he dicho que voy a quedarme. —Le aclaro, causando que vuelva a reinar el silencio.
—¿Por qué? ¿Qué lo impide? —Las preguntas de Arian conservan ese tono suplicante que ha estado empleando conmigo desde que nos encontramos en el bosque.
—¿Acaso hay algo más que deba saber, Arianna? —Le pregunto. Creo que ya no aguanto otro secreto más.
—Quizás aún no tiene razones suficientes —El tono precavido cuando habla no me pasa desapercibido.
—¿No? —Le pregunto a Alek, levantando las cejas de manera inconsciente ante sus palabras.
—Te hace falta algo.
Permanezco en silencio durante unos segundos, mirándolo a los ojos.
—¿Y qué es eso que me hace falta, según tú?
—No digo para que te quedes aquí —carraspea—, exactamente.
—¿Entonces para qué?
Me dedica una sonrisa leve, mientras yo empiezo a sentir mucha curiosidad por conocer su respuesta.
—En tu vida hace falta alguien que te ayude a llenar ese vacío, alguien dispuesto a amarte como la reina que eres... — contiene la respiración. Me mira fijamente a los ojos, como si intentara descifrar mi posible respuesta—. Un ser capaz de reconocer que el poder tenerte significaría tener un tesoro al que apreciar todos los días.
Hace una pausa de tres segundos que llegan a parecerme tres horas y el corazón empieza a golpearme el pecho rápidamente, desesperado.
No soy estúpida, sé muy bien a dónde llevan tantas palabras.
—Yo deseo ser ese alguien.
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