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❆ VII: Necesidad de respuestas ❆

~ NECESIDAD DE RESPUESTAS ~

     Alexa

     Lo que recibe como respuesta es mi mirada más fría y un encogimiento de hombros.

     —Es verdad todo lo que he dicho
—vuelvo a hablar después de varios segundos—, no son una buena combinación, a parte, soy muy competitiva. Pero si sé que llevo todas las de perder prefiero no esforzarme en que pase lo contrario. Resignación, le dicen. Y solo me resigno a veces.

     Escucho una risa leve, y miro hacia la dirección de donde proviene: Amalia.

     —Me caes demasiado bien —lo dice como si estuviera orgullosa de mí, como si le causara satisfacción la forma en la que trato a su Líder. Por lo que me parece que entre ambos hay cierta ¿rivalidad? Pero vamos, no es mi intención ser tan cruda y difícil de digerir como consecuencia. Pero no tengo de otra.

     Le regalo una sonrisa de labios sellados.

     Vuelvo a mirar al Líder, quien continúa viéndome como si le estuviese mintiendo. De sospechar eso, está en lo cierto, porque lo estoy haciendo.

     —Entiendo perfectamente, pero igual no deberías subestimarte de esa forma —deja la oración suspendida, como si quisiera decir algo más, pero al instante la intención desaparece.

     Le diría que es fácil hacerlo cuando eres todo lo contrario a lo que dices ser, pero me limito a asentir levemente.

     —Lo tendré en cuenta.

     Continuamos comiendo en silencio. Minutos después, termino mi plato y me quedo allí sin la intención de probar algo más. Estoy satisfecha.

     Siento algo extraño cuando aparto mi mirada de él y aún así siento la suya calvada en mí, al tiempo que respira como si se detuviera por primera vez luego de haber estado corriendo por días. Llego a la conclusión de que está enojado, pero sinceramente no creo que yo sea la causante de ello. ¿O sí?

     —Yo ya he terminado. Me retiro —dicho eso, se levanta y se va.

     «¿Se habrá enojado por mis respuestas?». Creo que sí.

     —Bueno —miro a Bastian, que parece hablar telepáticamente con su esposa—, yo también me retiro. Buenas noches —luego de decir aquello, se levanta y se va, justo como lo ha hecho su Líder segundos antes.

     La cena termina y todos deciden ir a sus habitaciones, incluyéndome. Aunque en realidad es muy difícil que pueda dormir. Pero me toca quedarme ahí, porque ni siquiera podré salir al bosque (como pensaba hacerlo) sin ser notada por los guardias.

     Subo las escaleras, hasta que llego al último nivel, donde se encuentran las habitaciones.

     Arian se posiciona a mi lado y ambas caminamos por los pasillos en silencio. Algunos minutos pasan y seguimos sin decir una palabra, pero yo decido hacer la pregunta procurando saciar mi necesidad de respuestas:

     —¿Qué es lo que intentas hacer? —La miro detenidamente y noto el leve movimiento de sus hombros.

     —Yo no le contaré a nadie y ocultas tu olor.

     —Esa no es justificación para lo que haces —le aseguro, mirándola directo a los ojos—. Noto a la perfección como intentas retenerme poniéndome en distintas situaciones a base de mentiras ante las personas que viven en esta casa.

     —También, supongo que vives en el bosque, no sé si sola o acompañada —responde, ignorando lo que dije y me observa, suplicante—. Pero puedes quedarte aquí.

     —No puedo quedarme.

     —¿Por qué? —Cuestiona con fastidio.

     —Tengo una vida —respondo obvia, dirigiendo la mirada hacia las puertas que cambian según avanzamos—. Una vida muy complicada que por un estúpido error conoces.

     —Lo juré, Alexa. Nada impide que te quedes.

     —Un juramento eterno no es suficiente —la miro—. No podría... —dejo la oración a medias, pensando en lo que iba a decir.

     —¿Por qué?

     —Lo sabes. No solo se trata de mí. Todo esto me supera. ¿Cómo voy a quedarme aquí? Esta es la manada de uno de todos los miembros del consejo que he deseado asesinar con mis propias manos durante toda mi vida.

     —No lo intentes si quiera —me suplica—, te equivocas con él.

     Mis cejas se arquean volviendo mi expresión aún más interrogante.

     —¿En qué, Arian? Te di un voto de confianza, solo uno —le muestro mi dedo índice—. Pero con cada mentira que dices confío menos en ti.

     —No soy una mentirosa —replica entre susurros—. Solo intento no dejar que arruines la oportunidad que tienes aquí.

      —¿Qué oportunidad?

       —No puedo explicarte nada sin romper un juramento —suspira—. Pero insisto.

     Veo la decisión en su rostro, veo la determinación que tiene con el tema de no dejarme ir, pero me iré. No seguiré con esto, no seguiré haciéndome amiga del miedo.

     —Puedes adaptarte, no será tan difícil.

     —No.

     —Vamos, Alexa. Entiéndeme, conozco algo que no puedo decirte, pero hazme caso. Quédate. —No suena como una adolescente caprichosa. En sus ojos hay un brillo que expone sus intenciones y eso que no me está diciendo, no logro saber de qué se trata, pero está ahí.

     —Agradezco que quieras ayudarme aún sabiendo lo que sabes. Pero aquí la cuestión es que no necesito ni tu ayuda ni la de nadie.

     Esto es muy arriesgado para mí, para Adalia y para mis padres. No debí poner un pie en este lugar.

     —Piénsalo.

     Suspiro con exasperación.

     —Ve a dormir, Arian.

     Ella sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos.

     —Solo haces que las cosas sean más difíciles —dice. Después se desvía por otro pasillo, no obstante, antes de que la pierda de vista y me dirija hacia el que me corresponde, ella vuelve caminando hacia mí—. Acabo de recordar algo.

     Asiento dándole a entender que hable.

     —¿Qué cosa?

     —Lo que sucede a la media noche...

     No emito ningún sonido en respuesta, solo la observo.

     —Lo siento.

     Un ruidoso suspiro y mi desánimo demuestran mi cansancio emocional.

     —Supongo que con el tiempo te acostumbras a toda esta porquería.

     —¿Por qué lo hizo?

     —No sé, y tampoco me interesa saberlo. Ya no.

     Paso saliva a la vez que tomo respiraciones pausadas, intentando alejar las lágrimas que se acercan al borde de mi mirada y ese grueso nudo en mi garganta.

     —Lamento haber dicho esas cosas anoche.

     —No importa, estoy bien.

     A veces duele menos. Pero es horrible, siento mi alma romperse en pedazos.

     —No es cierto.

     Suelto un bufido.

     —No puedo hacer nada más que soportarlo.

     —Sí puedes.

     —He vivido años así, no cambiará nada si me quedo.

     —Eres tan terca.

     No digo nada. No quiero hablarle.
Estoy frustrada, tengo miedo, estoy cansada de sufrir de esta manera tan bestial, estoy agotada por ocultarme tras una capa de hielo cuando ardo en llamas por dentro. Estoy cansada, y volvería a desear que el dolor acabe, pero lo he deseado tanto y el deseo no se me cumple que ya perdí las jodidas ganas de desearlo.

     Ya perdí las ganas de pedir por mi corazón a Lo divino cuando sé que el dolor no desaparecerá así... cuando sé que mi medicina solo puede ser un milagro.

     —Buenas noches, Arian.

     Camino por el pasillo con dirección a mi habitación, al encontrarla me adentro en ella y cierro la puerta con seguro.

     Me agarro el pelo y suspiro. Busco un reloj en la pared para saber qué tiempo me queda.

     23:37

     Suelto un suspiro mientras empiezo a buscar en mi mochila qué ponerme. Por fortuna, siempre llevo conmigo algunas prendas de vestir. Al tener la ropa, la dejo reposar sobre la cama. Pretendo desnudarme pero los toques en la puerta captan mi atención. Ni siquiera me importa quién sea, en unos minutos empieza mi tormento y necesito al menos vivirlo en paz.

     —Seas quien seas, vete, necesito...

     —Soy el actual Líder de la manada más fuerte y numerosa de todo el Mundo oculto, bienvenida otra vez a mi casa, y por si no lo sabe, mi nombre es Aleksandre Wolf, señorita Alexa.

     Al verlo parado enfrente de mí solo noto que está sonriendo nuevamente y que hay un brillo distinto en sus ojos, uno que no vi minutos atrás en la cena cuando conecté por última vez con su mirada.

     Maldita sonrisa, malditos ojos.

     «Corrección, sus atributos no pueden ser malditos».

     Bendita sonrisa... benditos ojazos...

     Carraspeo intentando llevar a algún lugar la distracción, la desesperación y todo el enojo que tengo acumulado; además de eso que tiene inquieto a sobremanera el órgano que late en mi pecho.

     —Lo siento, rey Aleksandre —me disculpo—. Creí que era alguien más.

     —Dejemos las formalidades para el público ¿sí?

     No respondo, solo vuelvo a mirar el reloj.

     23:41

     —Ha empezado usted —vuelvo a mirarlo y noto como eleva las cejas al escucharme—. Tú..., yo... —intento decir algo más, pero corto mis propias palabras.

     —¿Tú...?

     —Necesito estar sola.

     —¿Te sientes bien? —Pregunta—. Si te sientes mal dime y hago que un médico te revise.

     «¿Es en serio? ¿No estaba de malhumor hace solo minutos?»

     —No hace falta, lo que necesito es estar sola.

     Se recuesta en el umbral de la puerta.

     ¿Se está poniendo cómodo? ¿O solo es mi impresión?

     Entiendo que esta es su casa, pero yo necesito que se vaya del jodido espacio que me prestaron.

     —Bien, te daré tu espacio, no lo dudes —dice, como si hubiese adivinado mis pensamientos—. Solo vine a decirte que reforcé la seguridad.

     Es broma.

     —...en el bosque, en la frontera y aquí en la mansión —enumera con los dedos de su mano derecha cada parte de su territorio que nombra—, por si pretendes escapar.

     Frunzo el ceño.

     —¿Por qué razón escaparía?

     —Sé y conozco muy bien el hecho de que no puedo hacerte esto. Aunque, pensándolo bien, sí puedo —convierte su amplia sonrisa en una ladeada—. Y admito que no me gusta retener a las personas en contra de su voluntad, pero contigo la situación lo amerita.

     No ha respondido mi pregunta, pero yo permanezco en silencio intentando asimilar lo que ha dicho.

     —Además, Arian me pidió que no te dejara ir. Dice que tienes un problema y que yo puedo ayudarte.

     Definitivamente, esto es una maldita broma. Aprieto tanto los puños que siento cómo las uñas se me clavan en la piel, intentando contener las ganas de salir volando y acabar con esto de una vez.

     —Ella sabe algo que nosotros no. Y te quedarás hasta que lo descubra.

     Abro mis ojos, chocando de golpe con los suyos.

    —En mi manada... conmigo.

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