❆ VI: Lobo hambriento ❆
~ LOBO HAMBRIENTO ~
Alexa
Wachsend es un lugar precioso, incluso un río forma parte de su extensión. La cantidad de árboles y plantas es inmensa, por lo que el otoño se hace notar por donde sea que mires. La arquitectura de las casas es esa combinación de ensueño entre lo antiguo y lo moderno.
De verdad esperaba encontrarme algún castillo, pero lo más cercano al susodicho es la mansión que se encuentra más apartada de las demás. Porque, aunque cada una posee su terreno, están un poco cerca. La mansión de la familia Wolf está alejada y se alza a unos significativos metros de altura, y sé que el espacio que abarca es mucho más extenso que lo que mis ojos alcanzan a ver.
Para lograr ver todo eso, caminé por aproximadamente media hora, gracias al bosque que se debe pasar para poder llegar al pueblo.
El Líder no mentía cuando dijo que me recibiría en su casa. Para todas las personas soy su invitada y la de Arian, y una muy especial. Me encantaría pasar desapercibida pero ellos y yo no tenemos las mismas intenciones.
Me prestaron una habitación con vista hacia el río, cosa que agradezco pues, la naturaleza es y siempre será mi mejor consuelo en momentos como estos.
Aún me pregunto por qué acepté quedarme. Diría que me sentía cohibida, intimidada y presionada por la insistencia de ellos, pero ni siquiera esas son respuestas razonables.
Quizás pasó porque la rabia no me permitía pensar con claridad, ya que es obvio: la decisión que tomé no es la que debía tomar, y me arrepiento. Quería irme sin que nadie se diera cuenta, sin embargo, toda la manada está rodeada por gammas en puntos tan estratégicos que hasta me siento orgullosa de la seguridad que brindan a los demás miembros; pero justo ahora es algo muy negativo para mí.
No puedo irme a escondidas y a la vez pasar desapercibida. Aparentemente estoy aquí por voluntad propia, pero no deseo más que dejar de sentir esa cosa en mi pecho además de vulnerabilidad.
Me presentaron a todos como «la humana amiga de Arian abandonada por sus padres y adoptada por criaturas en constantes problemas». Pude palpar la pena a un nivel desesperante, también las ganas de ayudar en cada persona.
El momento de la presentación no fue cómodo, y tampoco tan desagradable como esperaba.
La antigua nana del Líder, llamada Marina y apodada Nina, una vampiresa de 238 años, dijo que estaría dispuesta a cuidar de mí... como si yo fuese una adolescente de quince años. Es una mujer sin prejuicios, buena y confiable, por lo que pude percibir, pero yo soy la híbrida más fuerte y poderosa que existe en este planeta, mis padres nunca me abandonarían y soy feliz con verlos cada que pueden ir a verme. Y ya tengo una nana.
Todo esto es muy nuevo para mí. Y, dudo que en algún momento de mi vida pueda adaptarme a un lugar como este.
En este momento, nos encontramos cenando y, todos los ojos (más de diez pares) están fijos en mí.
—Y bien, señorita Alexa, ¿qué edad tiene? —Pregunta el Líder.
Agradezco que sea respetuoso y que, por lo menos, no tengo que decir una edad distinta a la mía. Carraspeo a la vez que corto un pedazo de brócoli para que quepa en mi boca sin que se forme un desastre. No puedo evitar comparar lo que estoy comiendo con lo que está comiendo él. Tampoco logro quitar la mirada de sus manos a la primera, lo hago porque me obligo a mí misma a hacerlo al saber que llevo demasiado tiempo observándolo.
No me culpo, no solo sus ojos son dignos de admiración. Unos ojos hermosos los puede tener cualquiera, pero sus ojos no solo son hermosos, de tanto mirarlo me he dado cuenta de que se trata de él, de esa forma tan curiosa de mirar que posee junto a esa combinación en sus irises. Me observa como si quisiera ver hasta el mínimo detalle de mí, como si yo fuera un libro abierto y él estuviese dispuesto a leerme.
—Veintiuno —digo tras soltar un carraspeo y traerme de vuelta a la realidad.
—Eres una chica muy educada.
—Amalia, la madre de Arian, me mira muy sonriente. «Tal vez demasiado».
Me permito ofrecerle una mirada de agradecimiento. Me sorprende el hecho de que, a pesar de que Arian tiene el mismo color de pelo que su padre, no comparte ningún rasgo con su madre, una mujer hermosa de ojos grises y el pelo carmesí que aparentemente era oscuro, a juzgar por el color de sus cejas.
—Desde luego, querida Amalia —le dice él sin quitar su mirada de mí.
Mis suposiciones sacadas de libros me han dejado algo desconcertada al ver su actitud. Es un rey poderoso que no actúa como el miembro del consejo que es. No actúa como dicen los libros es la mayoría de seres con ese tipo de posición. Al estudiarlo no puedo evitar pensar en que quizás él es una de esas excepciones, un hombre lobo que tal vez decidió entrenarse así mismo para controlar sus emociones e impulsos, para que predomine su parte humana y no el animal que lleva dentro.
Desobedece a su propia naturaleza, actúa como si hubiese domado a la bestia que vive en su interior y eso es algo de admirar.
Los libros describen todas las habilidades (tanto especiales como únicas) de las distintas especies. Las características, las primeras que existieron, las primeras que se descubrieron, cómo se han desarrollado y también describen los comportamientos más repetitivos en cada una. No debería estar poniendo en duda la credibilidad de los libros históricos por la forma de actuar de este hombre que es todo lo contrario a lo que me describen sobre los de su especie.
¿Quién es él para contradecir la historia?
¿Por qué tiene esa conexión tan equilibrada con todos...? ¿Realmente estoy frente a una de esas excepciones? ¿O solo está fingiendo?
Dejo de fruncir el ceño a la ensalada y dirijo mi vista hacia él, de inmediato su mirada se entrelaza en la mía.
«¿Qué le hace gracia?» Me pregunto al notar su pequeña sonrisa.
En este mundo los de alto rango suelen presumir hasta al masticar, él mastica lento mientras sus ojos poco a poco se van cerrando para después quedarse ahí, a punto de ser cerrados, pero no cerrados por completo, entornados en mi dirección.
«¿Está estudiándome?»
Conservo mi seriedad a la vez que le sostengo la mirada.
—¿Por qué no puedo percibir su olor? —Pregunta despacio con la voz ligeramente alterada.
Permanezco en silencio por mucho tiempo, puede que no tanto, pero lo siento eterno. Me encojo de hombros cuando me invento la respuesta y suspiro ante el inusual y repentino escalofrío que empieza a recorrer mi espina dorsal.
—Conozco este mundo, desde muy pequeña. Sé que algunas criaturas detestan el olor de los humanos o su instinto les pide asesinarnos. También sé que los vampiros se alimentan de sangre, especialmente de la nuestra ¿no?
Un movimiento llama mi atención. Los ojos de Amalia parecen querer salirse de órbita, sin embargo, una sonrisa que no logro descifrar adorna su delicado rostro.
—No pareces asustada en lo absoluto, querida.
Sonrío con los labios sellados.
—No les temo.
«Llevo un poco de ellos en mí».
—No me parece algo correcto, pero entiendo el hecho de que es su naturaleza absorber como alimento el alma de otros seres —me llevo una hoja de lechuga a la boca cuando termino de hablar, la mastico con lentitud y trago siendo presa de sus miradas—. Incluso, creo que son... inofensivos, simplemente toman sangre real porque no tienen y la necesitan para 'sobrevivir'. Cosas de inmortales.
—Si no les tiene miedo, ¿por qué oculta su olor y cómo sabe hacerlo? —Vuelve a preguntar él.
Elevo las cejas, mirándolo.
«Estás haciendo demasiadas preguntas».
Todos evalúan mi rostro procurando encontrar algún indicio de respuesta que les pueda reflejar algo más de mí que lo que les he permitido ver.
—¿Te molestan ese tipo de preguntas? —Inquiere, sin dejar de observarme.
Niego.
—Me molestan los preguntones.
Suelta una risa leve.
—Solo tengo curiosidad.
—Tampoco me agrada la gente demasiado curiosa.
Las respuestas que doy a todas sus inquietudes son las responsables de mantener creíble toda esta porquería de actuación.
—Oculto mi olor por precaución —contesto sin apartar la mirada de Amalia, Arian y él, quienes tienen una especie de conversación a través de miradas—. Sé muchas cosas sobre este mundo, como le dije. Y no deseo morir aún, ni ser convertida.
Vuelve a mirarme asintiendo, muy serio, repentinamente. No está muy convencido, pero no pretendo entrar en detalles y quedar aún más expuesta.
—Y... —Arian intenta aligerar el ambiente, que se ha puesto tan tenso como su Líder—. Cuéntales lo que sabes hacer. Es muy habilidosa.
¿Por qué no quiere que me vaya?
Porque es evidente, está haciendo todo esto para retenerme aquí de alguna u otra forma y eso no puede ni va a suceder. ¿Me queda otra que seguirle la corriente? Pues no, porque soy una humana que vive en constante peligro, débil y que conoce las reglas del Mundo oculto. También lo que sucede con alguien que entra en el territorio de algún clan o manada. Lamentablemente, recordé esas reglas cuando ya estaba dentro.
—¿Ah, sí? ¿Qué sabes hacer, Alexa? —Me pregunta Bastian.
Trago de forma lenta el bocado que masticaba.
—No son cosas del otro mundo, sé lo básico para no morir en un extenso bosque a oscuras, diría yo —suelto una risa irónica, mientras dejo que la mirada de la cabeza de la mesa traspase mis inexistentes muros.
Él me observa atentamente.
—Dar justo en el blanco al disparar una flecha se me da bien —continúo—, también sé hacer algún que otro antídoto.
«Volar, correr más rápido que ustedes, ver dentro de las cabezas, escuchar las piedras crecer, entre otras cosas».
—Entre otras cosas, en realidad, nada fuera de lo que una humana podría hacer.
—Eso está genial —dice Amalia.
—Podrías aprender más cosas aquí, Alexa. —Bastian me mira con una de esas sonrisas sugerentes que hacen caer a cualquiera, pero al menos yo, no pretendo hacerlo.
—Lo sé. Pero en realidad ustedes entran en el renglón de las especies más fuertes y yo soy muy energética y debilucha a la vez —dejo las manos reposar sobre mis piernas mientras hablo—, y esas no son buenas combinaciones en cuanto a entrenamiento se refiere.
Silencio.
Un cómodo silencio se forma en el comedor cuando termino de hablar. Pero no dura el silencio, tampoco la comodidad.
—¿Por qué te subestimas? —Pregunta mientras arregla las mangas de su camisa y dejando de lado la formalidad. Identifico el tono de su voz al hacer la pregunta como el causante de que mi corazón empiece a colisionar contra mi pecho.
El ambiente en este lugar es sorprendente, no obstante, me siento como un león oculto rodeado por elefantes malignos que me ven como un conejito asustado.
Durante unos segundos, lo miro a los ojos y lo que encuentro me hace contener la respiración. Me habla a través de ellos y yo presto atención a sus palabras pero no logro entenderlas, es como si su mirada de repente fuera indescifrable y al mismo tiempo tan transparente como el agua cristalina de su propio río. Me dice muchas cosas, tantas que ni siquiera logro entenderlas.
Hay mucho dentro de todo este asunto que no sé, hay mucho de él y su manada que no conozco. Y por supuesto, no debería estar sentada en la mesa de un miembro del consejo.
No debería dejarme hipnotizar por los ojos de ese cazador, no cuando soy lo que todos los de su posición quieren hacer caer entre sus garras. No cuando no tengo idea de lo que hay detrás de tanta amabilidad. No cuando me paseo como un pedazo de carne fresca alrededor de un lobo hambriento de respuestas como lo es el ser que justo ahora me desnuda el alma con sus ojos.
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