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❆ LXX: Blanco & negro ❆

Advertencia

En el siguiente capítulo se recomienda discreción (+18)

~ BLANCO & NEGRO ~

Aleksandre

A veces sientes advertencias de tu mente... advertencias del corazón, esas a las que les dicen corazonadas. Pero aún así no sabes cómo descifrar lo que sientes, no sabes de dónde proviene, no sabes qué nombre ponerle, aún así, sabes que está ahí y no es hasta enterarte de alguna noticia que entiendes de qué se trataba aquel sentimiento.

Eso siento justo ahora, y, a diferencia de lo que ha pasado en otras ocasiones, sí sé lo que podría significar, pero no quiero hacerme a la idea, no quiero saber porqué siento un dolor tan descomunal en el pecho, tampoco quiero saber porqué ese dolor solo sigue en aumento... porque lo que eso podría representar es algo que nunca voy a aceptar.

«Ella está bien.»

Esto que siento es por no tenerla conmigo.

Ella tiene que estar bien.

Llegados a este punto, a los portones del reino de los dragones de hielo. La nieve blanca que cae cubre nuestros cabellos. Unos, como yo, solo llevan pantalones negros, botas y sus armas en las manos o enganchadas a la cintura. El viento gélido y la humedad que nos arropa podría provocar la muerte a cualquier humano, pero a nosotros, sedientos de sangre, solo nos enfurece más.

Alzo la espada y camino alrededor de los portones chocando metal contra metal, creando un sonido ensordecedor que tal y como espero termina llamando la atención de los guardias. Al ver al grupo de hombres con los que me encuentro sacan sus espadas, poniéndose alerta.

Sus ojos están fijos en mí, ellos saben quién lidera esto, eso no puede dejarme más satisfecho.

Me aclaro la garganta.

—Buenos días, amigos. ¿Serían tan amables de decirles al maldito de su Rey que Aleksandre Wolf vino a buscar lo que le pertenece? —Dejo de hacer ruido—. ¿O tengo que entrar a decírselo?

—Han venido aquí a morir —dice uno de ellos.

Mis hombres ríen, demostrando la confianza que tienen en mí y lo que están dispuestos a hacer al igual que su Rey.

—Vayan a buscar a Antarktis o entraré a buscarlo. —Suelto con los dientes apretados, tomando el pequeño frasco que cuelga de mi cuello y rociándolo en el aire.

El que habló me desafía con la mirada, pero no realiza ningún movimiento.

Mi corazón late con fuerza llenando mis oídos con su latir al igual que un grito, un grito desgarrador desde el castillo que me hiela la sangre.

Sebastian suelta una maldición y me pone una mano en el hombro procurando que tenga algo ya que perdí.

Doy una patada a los portones haciendo rechinar mi espada contra ellos.

—¡Abran la maldita puerta! —La marea crece en el río de mi interior hasta que este se desborda junto a los vestigios de mi razón.

Me voy a volver malditamente loco.

—¡Alexandra!

Una reconocida presencia me inunda, yendo en aumento al igual que el sonido de unos pasos que también me son conocidos.

Al ver sus burlones ojos azules me queman los dedos por querer borrarle la maldita expresión de triunfo, solo para reemplazarla por un tatuaje sin tinta con la medida de mis garras.

—Abre las puertas, maldito.

—¿A qué vinieron? —Me evalúa a mí y a los dos hombres que están a mi lado, con cautela—. ¿A llevarse el cuerpo de Alexa o el de tu pequeña hija, Wolf?

Me lanzo contra los portones provocando que la plata en ellos me queme, pero también que los barrotes se acerquen más a él. Me safo del agarre de Anker y Sebastian, quienes intentan hacer que yo no arruine nuestro plan por caer en las obvias provocaciones de este malnacido.

—Abre las puertas, bastardo, quiero negociar.

—¿Tan bajo has caído? Como no puedes con tu enemigo buscas algo que ofrecerle —hace una señal y luego los portones son abiertos. Camina hacia mí, lentamente y lleno de confianza—. Lo que quería de ti ya lo tengo. Estúpidamente me lo pusiste en bandeja de plata cuando me permitiste entrar en tu manada.

Un gruñido se me escapa cuando camino para acercarme a él hasta que casi rozan nuestras narices. Toma todo de mí no matarlo aquí mismo.

—Lo acepto, nos engañaste, Antarktis White, eres un buen estratega —susurro con rabia, viendo como los dragones de fuego que emprendieron el mismo camino que nosotros desde otra parte del mundo decoran su castillo, a una distancia bastante prudente de la entrada al reino.

Todo arde en pleno invierno, las alarmas del reino se disparan, cientos de dragones blancos luchan en los aires con los negros.

Él los huele, los siente y en sus ojos aprecio el momento exacto en el que se vuelve consciente de su error: salir a enfrentarme.

Demasiado tarde porque, las pistolas con balas de plata y ultravioleta apuntan directo a su cabeza y a las de sus hombres, que entienden lo estúpido que es mantener sus espadas en alto, pero aún así, no ceden, dispuestos a morir por él.

En un movimiento lento, le quito la corona de diamantes y alejandritas que reposa sobre su cabeza.

—Pero yo también sé jugar.

Paso por su lado, sabiendo que quiero burlarmele en la cara pero también que el grito que escuché hace minutos continúa haciendo eco en mi interior. Corro hacia el castillo, con su corona y la mía siendo empuñadas por mis manos, cortandole la cabeza a todo lo que se me cruza por el frente... con una imagen que no quiero ver adueñandose de mi mente.

~ Alexa ~

~ Minutos antes ~

Si algo he aprendido en mis veintidós años de vida es que las verdades pueden ser mentiras disfrazadas por aquellos a los que ciertas verdades les afectan. A lo largo de todos estos últimos meses consciente o inconscientemente me he metido en una serie de sucesos que me han llevado a muchas verdades y que han destapado mentiras que creí durante años.

Creía que yo era la segunda híbrida de tres especies en el Mundo oculto, siendo la primera.

Creía ser hija única, teniendo un hermano que nació el mismo día que yo y justo después de mí.

Creía que la L grabada en mi piel se debía a mi tendencia por ser libre.

Creía que no podía leer la memoria de todos, cuando sí puedo hacerlo.

Creía que todos podían leer la mía, cuando podía evitarlo.

Creía que los Jerarcas podrían atraparme fácilmente y matarme (porque también creía que ese era su objetivo), cuando en realidad el Creador me hizo con todas las características para acabar un ejército de ellos yo sola.

Conocí una tía la cual no tenía idea de que existía.

Y a todas esas mentiras se sumaron otras hasta convertirse en cientos de verdades disfrazadas, verdades disfrazadas que el destino se encargó de revelar al igual que todas las traiciones.

Pero entre todas esas mentiras, está esta, la oración de alguien en un idioma llamado griego puede mandarte al infierno, pero no a aquellos que aunque llenos de errores y pecados formamos parte del cielo.

Sí, perdí el conocimiento por unas horas, sí, mi cuerpo ahora tiene más cicatrices, sí, estoy atada de pies y manos con cadenas de plata, manchada de sangre... pero estoy viva.

La oración en griego es para los que están destinados al infierno, y Antarktis White no tiene el poder suficiente para acabar conmigo.

Reconozco una verdad: solo podría morir si le rogara a Lo divino con toda mi alma que me arrebatara de esta tierra. Eso es verdad, aunque no sería arrebatada sin antes haber cumplido mi propósito.

Abro los ojos que inmediatamente me escuecen por el golpe de luz, encontrándome encerrada en una caja de metal que ya había visto antes.

En una de esas vi morir a Fabián.

Huele asqueroso y hay cámaras en las cuatro esquinas.

Estoy débil.

Mi cuerpo apenas está cubierto y sé, por el dolor en el lado izquierdo de mi pecho, que aún no he sanado.

Ese maldito me destrozó el corazón.

Observo mis manos atadas al igual que mis tobillos por las gruesas cadenas que en otras circunstancias lograría romper. Pero ahora debo dejar que se regenere mi corazón, para no provocarme a mí misma el volver a caer en la inconsciencia.

Durante varios minutos respiro con dificultad rogando porque ese maldito no le haya hecho daño a mi bebé.

—Voy a m... —me interrumpo a mí misma al toser al tiempo que el sonidito que indica que la puerta ha sido abierta inunda mis oídos.

«Malnacido». Quiero gritarle cuando posa sus ojos en los míos, pero en lugar de eso me mantengo quieta para no terminar atrasando mi recuperación.

—¿Qué decías? —Pregunta, burlón.

Lo fulmino con la mirada.

—No me mires así, preciosa. Tuve paciencia contigo pero me la agotaste.

Se acerca a mí lentamente, tras quitarse el abrigo blanco de piel y colocarlo en el piso con delicadeza.

Diría que mi corazón se acelera ante la idea que asalta mi mente, pero no puede hacer más que causarme dolor al querer latir desenfrenadamente algo que está roto.

Me duele aún más con cada segundo que pasa en la expectativa.

—Eres increíble, ni siquiera pueden romperte el corazón literalmente, porque se te vuelve a crear uno nuevo en cuestión de horas. Eres como un diamante, querida. —Se agacha a mi altura para luego acariciar mis mejillas con sus nudillos—. Y a mí me encantan los diamantes.

Aparto el rostro y le escupo en la cara.

—Pudrete.

Me gira el rostro a un lado de repente con una cachetada, una cachetada que hace unas horas no hubiera esperado. Vuelvo a mirarlo fijamente, ignorando el escozor en mi piel y todos los demás dolores físicos y emocionales que siento.

—Durante todos estos años siendo uno de los tres Jerarcas aprendí algo de Edilius —empieza a decir al tiempo que se levanta y se baja los pantalones—: a sacarle provecho a las mujeres.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos.

Rompe la tela de lo que queda del vestido que tenía puesto y me pone una mordaza en la boca a pesar de que me resisto hasta quedar mareada por el dolor en mi pecho.

«Esto no… por favor no.»

—Aleksandre vendrá a buscarte —afirma abriéndose paso entre mis piernas al tiempo que las lágrimas queman mis ojos, y mi garganta escuece por todas las palabras que anhelo soltar, tanto para pedir auxilio, como para asegurarle una y otra vez que se va a arrepentir hasta suplicar la muerte por todo lo que me está haciendo—. Pero lo mataré luego de mostrarle que eres mía.

Bloqueo sus palabras de mi mente y solo miro hacia el techo cuando lo siento entrar en mí, soltando gritos que nadie escucha hasta marearme por el dolor de mi corazón roto en todos los malditos sentidos.

—Veamos si Darius Vasileiou cumplió bien su venganza.

«Liebe, ¿dónde estás?»

«Han pasado más de tres días y no has venido a buscarnos.»

«Me lo juraste, amor.»

Mi alma lucha por gritar.

Mi corazón destrozado lucha por latir…

Mi mente piensa en mi bebé.

Mi cerebro lucha por no pensar en lo que este maldito me está haciendo.

Mientras que todos mis sentidos se concentran en el perfume amaderado que inunda mis fosas nasales como un soplo de vida.

Sé quién es el dueño de ese perfume.

Pero justo en el momento en que la esperanza aflora dentro de mí, él se derrama en mi interior haciéndome sentir la mayor repulsión que haya sentido alguna vez en mi vida.

Segundos después, veo entre lágrimas como dirije su mano hacia mi pecho, sonríe quitándome la mordaza y retorciendo sus dedos en mi carne, sacándome un grito desde lo más profundo de mi alma... el cual termina dejándome en la inconsistencia.

El tiempo es enemigo de todos aquellos que de algún modo u otro intentan detenerlo.

Aiker Schwarz encuentra a su hermana luego de haber emboscado el castillo de Clearings con todo el ejército de su padre, para recuperarla a ella y a su sobrina, mientras que su cuñado distrae al Rey y a todos los soldados que se unen para impedirle el paso al pequeño grupo que está en la entrada principal.

Sus habilidades y sentidos de híbrido hacen que identifique el paradero de ambas en cuestión de segundos. Es por ello que decide ir por su hermana primero, pues se encuentra en el piso subterráneo y algo le dice que no está bien.

—Nada está bien, maldición —masculla corriendo por los pasillos destrozando a todo aquel que se cruza por su camino.

Al encontrar la caja de plata logra abrirla al derretir con fuego su sistema de seguridad. Cuando abre la puerta de par en par se queda paralizado ante la imágen que lo recibe: su hermana atada de las extremidades con cadenas que han quemado su piel hasta dejarla en carne viva, semidesnuda, en el suelo, desmayada y con sus pechos al descubierto en donde se aprecia la fuente de la sangre carmesí que decora todo el espacio. Las imágenes que invaden su mente causa que apriete los puños con fuerza.

—¿Pequeña? —Se hinca ante ella quitándose el gabán para cubrir su cuerpo apenas la libere de esas cadenas.

Mientras él lo intenta alguien más irrumpe en el lugar con algunos hombres, quedándose congelado ante la imágen de su esposa que le da la bienvenida después de días sin poder verla.

—Aiker sostén a Laurence —exige acercándose con desespero a su cuñado.

—¡¿No ves que estoy intentado…?!

—¡Sostén a Laurence!

Toma a su sobrina observando cómo la apariencia de hombre centrado y fuerte termina de desaparecer en cuestión de segundos para abrirle paso a uno a punto de enloquecer.

—¡No la miren! ¡Salgan todos, maldita sea! —Con la plata quemando sus manos lucha con los anillos de las cadenas hasta sangrar pero logrando liberarla de pies y manos.

Busca algo para cubrirla, encuentra el abrigo, lo toma y lo pasa por sus hombros con las manos temblorosas, asegurándose que el cuerpo sin fuerza de su esposa no caiga al piso. Su intención es tomarla en brazos y sacarla de ahí de una maldita vez, pero las lágrimas y el dolor en su corazón se lo impiden al ver el líquido blanquecino que se desliza por sus muslos.

—Maldición. Otra vez llegué tarde —la culpa arremete contra él de una manera bestial al verla en ese estado. Es su deber protegerla aunque ella tenga el poder de acabar tres como él sin mucho esfuerzo. Es su deber estar a su lado siempre, es su deber protegerla de sus propias debilidades porque el jodido infierno siempre estará acechando para aprovecharse de ellas.

Sintiendo a través del vínculo el dolor de su esposa de manera más intensa le cuesta respirar, pero se obliga a hacerlo.

—Fiera. —Enmarca su rostro con sus manos tras ponerla de espaldas en sus brazos—. ¡Amor, mírame!

Ella no responde a su llamado.

Todo el esfuerzo por evitar el daño con el corazón destrozado fue como si clavaran una espada ardiendo y la removieran en su interior, al igual que los dedos de aquel hombre... Su corazón volvió a romperse y lucha entre latidos débiles para que su dueña pueda volver a despertar.

Los sentimientos desbordados en el corazón del Rey junto a la marea viva de dolor, su lado más oscuro exige salir para vengar lo que ese bastardo le hizo a una de las tantas rosas de cristal que debe ser tratada como un vaso frágil, a pesar de todo el poder y la fuerza que posee. Ni él ni nadie tenían el derecho a tocarla, solo a él le dió ese privilegio por la eternidad, solo a él le dió permiso, solo a él le permitió elegirla, solo a él lo eligió como su compañero…

—Y te he fallado una maldita vez más.

Aparta los mechones negros esparcidos por su rostro, entre abre sus labios y en medio de la nube de culpa y dolor se hace un corte en la palma de su mano derecha y le da a beber de su sangre. Siente el escalofrío de su cuerpo cuando las primeras gotas llegan a ella pero sabe que con la suya no es suficiente y le pide a su cuñado que también lo haga.

Después de todo son la misma especie de híbrido.

La misma sangre.

Tienen el mismo poder.

Y la sangre de su hermano mezclada con la de su esposo, avivan los latidos de su corazón en cuestión de segundos, haciéndola despertar y retorcerse de dolor por la manera furiosa en que la carne y los tejidos trabajan para regenerar su corazón. Suelta desesperados alaridos de dolor mientras que Aleksandre lucha por mantenerle las manos quietas, ya que con sus uñas podría hacerse daño intentando aliviar la sensación en su pecho.

Minutos después los gritos cesan y ambos hombres se miran entre sí cuando el llanto de la bebé termina de despertar todos los sentidos de su madre.

Aquellos ojos grises que han llegado a reflejar y darle brillo a tantos colores, aquellos que han sido comparados con tormentas... se abren, chocando de golpe con unos verdes con manchas ambarinas cargados de culpa y dolor. Aquel contacto visual dura apenas unos segundos pues en medio del llanto la bebé reclama la atención de su madre, quien la toma en brazos luego de ver sanar por completo las heridas en sus tobillos y en sus muñecas.

Apreciar los ojos de su hija, carentes de algo le recuerda que aún debe comprobar si Arnau White es su compañero.

«Espero que eso no sea cierto, mi vida.»

Aiker lucha con su lado protector y los deja solos, llevándose a su sobrina.

—¿Estás bien? —Pregunta el Rey al encontrar su voz.

Ella se sienta en el piso, clava sus ojos en él y asiente, posando una mano en el lado izquierdo de su pecho desnudo.

—Perfectamente.

—Perdóname por todo esto, fiera, perdóname por no saberlo, perdóname por dejar que te hiciera esto, por dejar que te pusiera las manos encima, por dejar que te lastimara, por no llegar antes…

—Shhh.

—Alexandra...

—Cierra la boca de una maldita vez y escúchame. —Exige acercándose a él.

—Como ordenes.

Una leve sonrisa aflora en el rostro de la Reina.

—¿Tienes todo bajo control?

—La guerra que se está librando afuera, pero la que hay dentro de mí me está destruyendo.

—Nada de esto es tu culpa, Liebe.

—No estoy seguro de eso, fiera.

—Te ordeno que me escuches —sus exigencias solo provocan más remordimiento en el corazón de su esposo, que con temor a romperla recoge su cabello negro mientras ella lo mira con ternura—. Él lo hizo, nos engañó, me violó, metió su asqueroso miembro dentro de mí en contra de mi voluntad, pero no quiero que te sientas culpable, no tienes la culpa y yo tampoco. —Sentencia—. No voy a echarme a morir por eso, ya pasó y espero que se lo hayas cobrado muy caro.

—No lo maté —traga en seco—. Merece una muerte lenta y dolorosamente agonizante.

—Gracias, para mí será un placer concedernos ese deseo.

Él asiente en respuesta, abrazándola más contra sí mismo con rostro impasible pero con mil emociones quemándole por dentro.

—Cuando te caes te levantas con más fuerza, Liebe. —Murmura contra la piel de su cuello, tras besar su marca—. Hay muchas razones para pasar la página negra y empezar a escribir un nuevo capítulo que refleje un poco más de claridad. Eso haré cuando acabemos con todos estos malditos, razones me sobran. —Luego de un beso cargado de nuevas promesas, uno que renueva las fuerzas de ambos, salen de la caja de plata.

Al tiempo que llegan los demás Jerarcas, creyendo haberles tomado por sorpresa al llegar con su ejército con la intención de tomarlos desprevenidos...

Pero lo que no saben, es que, detrás de ellos, viene otro ejército compuesto por aquellos que se quedaron en Wachsend, los lobos enviados de las manadas aliadas, Aurora Sierich acompañada de un numeroso grupo de guardianes y el clan de vampiros al que pertenecía Acel Pierce.

Y la Reina que va a liderar ese ejército contra el del infierno, aquella que dejaron desecha, débil y herida, volvió a despertar.

En ella nació un nuevo corazón de aquel que quedó destrozado con secuelas de odio, dolores pasados y traiciones, para llegar a ser el de una guerrera escogida, fuerte y letal... de alma insumisa y preciosa.

Fin...

nahh, mentira. Falta el epílogo.

AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH...

Alexa es mi guerra. Toda persona que haya pasado por situaciones de abusos (sea físico, psicologico, sexual o emocional) lo es. Si hay alguna de esas personas leyéndome, quiero decirles que, en primer lugar, no tuvieron la culpa; que ese suceso no es el final, que mereces ser feliz sin tener eso presente, que mereces luchar y seguir adelante. Les deseo lo mejor desde acá, y deseo que se levanten con más fuerzas. ❤️‍🩹❤️‍🩹❤️‍🩹

Les amo criaturas, gracias por llegar hasta aquí. No me despido, porque aún falta el epílogo y los extras que publicare en su momento. Besos.


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