❆ LXII: Amanecer junto al miedo ❆
~ AMANECER JUNTO AL MIEDO ~
~ Al día siguiente ~
Alexa
El calor causa que me sienta incómoda. Estoy acostumbrada a dormir entre los brazos de Aleksandre pero por alguna razón su natural calidez esta mañana es aún más intensa. Tengo la intención de dejar la cama para echarle un vistazo a mis bebés y luego tomar una ducha para darles de comer, pero él no deja que lleve a cabo mis planes al evitar que me aleje.
—¿A dónde vas tan temprano? —Pregunta con la voz ronca en apenas un susurro—. Deja de huir de mí, tenemos algo pendiente.
—No tengo ganas —miento.
De no alejarme de su cuerpo desnudo y caliente corro el peligro de quedarme el día completo siendo una feliz víctima del placer.
—Mi padre se irá hoy.
—Aún quedan varias horas.
—Aleksandre...
—Fiera.
—Hablo en serio.
—Yo también —en un movimiento rápido retiene mis manos y queda justo encima de mí.
Escudriño sus ojos.
—Si tu intención es hacerme tuya para luego sedarme y lograr que no lleve nuestros hijos a Dunkel, lamento decirte que ya conozco tus planes.
Sonríe ampliamente.
—Me subestimas.
—No me hagas eso.
—¿Qué?
—Sabía que algo pasaría, lo sentía, lo siento... y saber que se trata de una traición no permite que considere enviarlos con alguien que podría comunicar el viaje a alguno de nuestros enemigos.
Niega.
—Por favor —suplico—. Entiendeme.
—Entiendeme tú a mí, cariño. Pocas personas sabían que estabas embarazada y esas mismas se enteraron del nacimiento de los trillizos. O soy demasiado confiado o demasiado estúpido, porque confío en que los tengo a todos en la mira.
Aparto la mirada, pero en un segundo él vuelve a hacer que lo mire a los ojos.
—¿No vas a ceder, cierto? Tú y esas jodidas estrategias de Líder me van a volver loca.
—Admite que tengo razón.
—Yo también la tengo. Me sorprende que, siendo tú el que hasta hace poco no quería que nadie se les acercara, ahora pretendas que viajen a Suiza sin nosotros.
Me deshago de su agarre para luego levantarme de la cama y encerrarme en el baño. Al detenerme frente al espejo suelto un sonoro suspiro.
—Alexa, ábreme.
—Quiero estar sola.
—Y una mierda.
Cierro los ojos con fuerza.
Me tomo unos segundos para calmar un poco el enojo, para luego abrir la puerta. Cuando él entra, sin despegar sus ojos de los míos, vuelve a cerrar.
—¿Qué nos está pasando? —Pregunta—. Siempre hemos estado de acuerdo —se acerca a mí y toma mi cintura, acercándome a su cuerpo.
Pego mi frente a la suya cerrando los ojos.
—Me quedaré —observo su reacción.
—¿Pero? —Eleva las cejas.
—Yo voy a elegir quiénes irán con ellos.
—Me parece justo.
—Y voy a reunirme con todos antes.
—Nos reuniremos.
—Y quiero que Alía, Naimara y Arnau se queden con ellos.
Entrecierra los ojos.
—A Vanora le encantará la idea, lo que más desea en éstos momentos es mantenerla lejos de Raven.
—¿Por qué?
—Cree que él le reclamará algo cuando sepa que es su hija, teme que Naimara no lo acepte, que no resulte ser un buen padre para ella. Cree que él se desquitará porque estuvo con otros antes de que la encontrara, que querrá controlar todos los aspectos de su vida, llevarlas a Alaska y esas cosas.
—Está en negación, haciendo sufrir al pobre hombre.
Se ríe.
—Se lo merece.
—Raven es un amor, pero para ella es un reto salir de su zona de confort después de tanto tiempo.
Entrecierra los ojos al tiempo que afirma su agarre en mi cintura.
—Una humana con el instinto de supervivencia al cien, sabe lo que le espera.
—Estoy segura de que cuando se conozcan bien serán inseparables.
—Pero no es tiempo de hablar de ellos.
—Lo sé, ambos tienen su propia historia.
—Esta es nuestra.
Suelto una risa leve al soltar el peso del desacuerdo que logramos solucionar.
—Nuestra —susurro.
Sin más él toma mis labios, sin pedir permiso, como si fuese dueño y señor de ellos. Y lo es, él se adueña de los míos, yo de los suyos, él de mi cintura, yo de su cuello, él de mi cabello, yo de sus brazos… sin impedimento nos adueñamos el uno del otro entre besos que no paran ni siquiera cuando el agua helada de la ducha nos rocía con violencia. Esa testigo que ha presenciado nuestros momentos más íntimos y secretos, aquellos incontables escenarios en los que el final es exactamente el mismo:
Yo siendo consumida por el placer, deshaciéndome en los brazos de mi hombre al tiempo que él se deja consumir por el placer que yo le causo, deshaciéndose en mis labios, en mi interior; con sus ojos artísticos clavados en los míos hasta que ninguno de los dos soporta más la placentera tortura.
Pero aunque el final sea el mismo, cada vez es distinta a la anterior.
Cuando terminamos de ducharnos entre besos de fuego volvemos a la habitación, refrescados, secos, pero ardiendo en las llamas del deseo que ninguno de los dos pretende frenar. No cuando entre nosotros encontramos calma en medio de la tormenta, no cuando podemos saciar momentáneamente un deseo insaciable que una vez surgió entre ambos ninguno de los dos ha podido frenar.
Y tampoco queremos.
Mi espalda reposa en el cómodo colchón de nuestra cama al tiempo que la melena está regada en distintas direcciones. Sus ojos de depredador están clavados en los míos, me observa desde arriba como si quisiera asegurarse de guardar la imágen que le doy para nunca olvidarla; lo sé, porque es exactamente lo que hago yo mientras él me observa a mí.
—¿Ya te he dicho que te amo? —Pregunto al deslizar mis manos por su espalda.
—Dímelo todas las veces que quieras.
—Te amo.
—Te amo —se acerca a mi rostro, causando que rocen nuestras narices.
—Te amo —Tomo su labio inferior entre los míos, cerrando los ojos.
—Te amo —traslada sus besos a mi cuello, justo a la zona de su marca, al tiempo que se desliza en mi interior.
—Te-e… amo —un gemido se escapa de entre mis labios a media oración.
Y eso a él le hace gracia.
—Como vuelvas a gemir así no me hago responsable si resultan tres Wolf Schwarz más.
Río en medio del éxtasis.
—Te amo, Aleksandre Wolf.
❆ °~•❆•~° ❆
Mi hermano, mi cuñada, Adalia, Anker y su esposa me observan atentamente. Junto a ellos están mi sobrina, Naimara, el pequeño Arnau Demetriu y su madre. Quienes se trasladarán a Dunkelheit junto a mis hijos y mi padre por tiempo indefinido.
Carraspeo al observar una vez más los tres autos negros enfrente de nosotros.
—Tengan cuidado —digo al no encontrar otras palabras.
—Tía…
Me acerco a la pequeña Alía, que se encuentra en los brazos de su madre.
—¿Cuándo volveré a verte?
Sonrío.
—Cuando todo se calme, cariño.
Ella observa el auto en donde Adalia espera por los bebés junto a Arian y mi padre, que se encuentra en el lado del conductor.
—Yo los cuidaré.
Parpadeo varias veces para no terminar llorando ante su inocencia.
—Lo sé —Dejo un beso en su frente.
Ágata observa detrás de mí como mi hermano se acerca a nosotras.
Siento sus manos en mis hombros.
—Nosotros los cuidaremos —afirma, causando que su pequeña hija sonría.
Mi cuñada se sube al auto en cuanto nota que ambos necesitamos hablar.
Observo sus ojos, atentos, mientras él escudriña los míos con una calidez que solía ver solo en mi padre.
—No tienes que pedirlo, hermanita. Mis sobrinos estarán en las mejores manos.
Odio las despedidas, siempre las odié. Odiaba separarme de mis padres cuando se iban de mi lado para mantenerme a salvo. Ahora odio tener que alejarme de mis hijos y ver cómo otras personas se separan de sus seres queridos para también asegurarse de que estén a salvo.
Quizás algún integrante de Wachsend llegue a pensar que resultan ser menos importantes para nosotros, y es entendible si notamos el hecho de que enviamos lejos a nuestros hijos con híbridos y guardianes, pero es exactamente lo contrario. El reino es tan importante como sus futuros reyes.
Y por eso nos separamos.
Los que se van protegen el futuro.
Los que nos quedamos protegemos el presente.
Porque nadie, absolutamente nadie, saldrá ileso si llega a entrar a nuestra manada con intenciones de hacer daño.
Observo el hombre que viene en mi dirección con nuestros dos hijos en sus brazos, mientras mi suegra sostiene a mi princesa. Los dos me observan atentamente. Al llegar a mí, Géiser me dedica una sonrisa tranquilizadora la cual agradezco al besar su mejilla. Tomo a mi hija en brazos, la observo, precisamente a esos curiosos ojos grises que heredó de mí y que estudian todo lo que está a su alcance.
—Mamá te va a extrañar mucho —le digo tras besar su frente.
Aleksandre nos observa cuando levanto la mirada hacia ellos.
Beso la frente de Enzo y de León sintiendo como una vez más crece el nudo en mi garganta.
—Mis hombres —susurro a penas audible.
—Fiera.
Lo miro fijamente.
—Es hora —sus ojos verdes mantienen grabada esa promesa que ambos conocemos a la perfección, al igual que esa característica calma que podría llegar a convencerme de que todo saldrá como queremos.
Aiker, Naimara, Alía y Ágata se suben al último auto; Aurora, Arnau y su madre al del centro, y mi padre, junto a Arian y Adalia, al primero cuando Aleksandre le entrega nuestros hijos a ambas mujeres tras besar las mejillas de nuestros bebés. Me acerco al auto, armándome de valor y dejo a Laurence en la pequeña canasta que reposa en medio del asiento en donde se encuentran Arian y Adalia sosteniendo en brazos a sus hermanos. Me alejo tras cerrar la puerta sin querer hacer aún más amargo el momento.
Aleksandre habla con el conductor de cada vehículo, dando órdenes de mantener a los niños lo más alejados posible de otras personas.
Y mi padre me observa con las manos sobre el volante, enciende el motor, y sube los vidrios blindados, pero no sin antes brindarme un poco de calma con una última mirada.
Los autos emprenden su camino, se alejan… y yo los observo mientras Alek se acerca a mí para rodear mi cuerpo con sus brazos.
Carraspeo al sentir su calidez.
—Solo espero que no estemos cometiendo un error.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro