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❆ LVIII: En silencio ❆

~ EN SILENCIO ~

~ Principios de otoño ~

Alexa

Según han pasado los días el aire que respiramos se ha vuelto mucho más pesado, más denso y los inciensos silenciosos son lo único que impide que todo Wachsend escuche a Arian rompiéndose tras las paredes de su habitación.

Como sucedió conmigo en un momento de mi vida que parece lejano.

Hace casi un año llegué a Wachsend a finales de otoño y mi vida jamás ha sido igual desde entonces.

—¿En qué piensas? —Pregunta un adormilado Aleksandre desde nuestra cama.

Él a diferencia de mí sí ha podido dormir un poco, además de que es medianoche sé que Arian se encuentra viviendo un infierno y el no poder estar allí con ella me tiene escuchándola aún cuando no puedo oír sus gritos. Sé que su padre está con ella pero la molestia en mi pecho no desaparece.

Nuestra habitación ha sido dividida por gruesas cortinas que procuran separar el espacio íntimo de una pareja y el espacio acoplado para tres bebés que crecen sin dejarnos asimilarlo bien. Han pasado casi tres meses desde su nacimiento y sus cuerpos gorditos y la viveza de sus miradas me tienen tan enamorada como su padre.

Deslizo mi mano por el borde de la cuna conjunta con deseo de tomarlos en mis brazos, aún cuando hace solo unos minutos que se durmieron luego de un día casi completo en el que sus ojitos estuvieron contemplandome.

Ni Aleksandre ni yo estuvimos de acuerdo cuando mis suegros dijeron que ellos en la habitación contigua estarían bien; ambos necesitamos tenerlos cerca, ellos necesitan tenernos cerca y así será hasta que el caos por desatarse termine.

En las últimas semanas solo hemos sido atacados dos veces por los nombrados experimentos. Es por eso que con cada día que pasa aumenta la incertidumbre de la cuál en incontables ocasiones hemos huido, es por eso que una idea está incrustada en mi mente desde hace días la cuál no he querido materializar porque es demasiado arriesgada, tanto como dolorosa y necesaria.

—En demasiadas cosas —susurro.

—Ven.

Esta vez si hago caso a su llamado y al darle una última mirada a mis bebés voy hacia nuestra cama. Me quito el albornoz, solo quedando con el camisón negro de dormir, y me tumbo a su lado con la mirada clavada en el techo.

Siento una de sus manos tomando mi rostro para que lo mire, pero en lugar de eso cierro los ojos cuando gira mi rostro en su dirección.

Él suelta mi cabello ondulado antes recogido en un moño y empieza a masajear mi cuero cabelludo.

—Tengo que acabar con todo esto antes de que nos estalle en la cara. —Murmuro más para mí que para él—. Debemos ser nosotros quienes pongamos a arder el Mundo oculto y no lo contrario.

—Lo sé. —Suelta un suspiro al dejar un beso cálido en mi frente—. No logré encontrar respuestas acerca de los experimentos. No hay indicio de nada, solo sé que son humanos que han sido infectados con algún virus o hay algo a lo que nosotros somos inmunes lo cuál se está convirtiendo en una epidemia, que les deja moribundos y sin la posibilidad de ser curados.

Me quedo en silencio durante unos segundos.

—¿Estás seguro de que no podría existir una cura?

—No hay nada, fiera. Cualquiera que sea esa cosa que los deja en ese estado es para que su próximo paso en la vida sea la muerte, es algo que destruye sus organismos, va matando lentamente su humanidad.

—Es una epidemia —susurro tomando mi labio inferior entre mis dientes—, creada por una causa y claramente Wachsend forma parte del objetivo. Lo que los deja en ese estado es algo provocado, tal vez los obligan, los engañan o, no sé, pero todo indica que quieren ocasionar algo en nosotros con ellos, o en ellos con nosotros.

Él se queda en silencio causando que abra mis ojos y conecte con los suyos al hacerlo.

—El objetivo somos nosotros, Aleksandre.

—Lo sé, ninguna manada, además de la nuestra, ha sido invadida por los experimentos.

Sus ojos verdes desbordan cada pensamiento que pasa por su mente.

—Debemos resolver esto —sentencia lo que ambos sabemos—, cada vez son más fuertes. El primero que capturé tardó varias semanas en morir por sí mismo, pero los que he capturado desde entonces presentan diferencias.

—Mejoras —concluyo—. Con cada ataque se vuelven más fuertes, cada grupo que nos ataca es como una jodida actualización; eso quiere decir que lo que les afecta está evolucionando.

No responde. Solo me mira como si buscara una respuesta en mí.

—¿Estás seguro de que no has descubierto nada? —Inquiero.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque de ser así la única manera de que encontremos algo es probando su sangre.

—De ninguna manera voy a permitir que tú…

—No dije que fuera yo.

—¿Entonces quién?

—Aiker, o Anker podrían intentarlo.

—Ya que mencionas al griego, necesitamos información de Italia.

—Lo sé. ¿Crees que no tengo ganas de ir a ver qué ha sucedido con Archibald? Ha pasado mucho tiempo, ya debería estar aquí con respuestas sobre Sicilia.

—¿Y si lo descubrieron?

—No lo creo, tampoco que nos haya traicionado, su esposa y su hijo están en nuestro territorio, sería muy tonto de su parte hacer eso y creo que de tonto no tiene nada. Así que, solo nos queda esperar.

«Más.»

—¿Qué crees que encuentre si yo mismo pruebo la sangre de un experimento?

—Podrías descubrir qué tienen en el organismo.

—Lo sé, además de contaminar mi paladar con su asqueroso líquido vital.

Suelto una risa leve pero mi rostro vuelve a tornarse serio en cuestión de segundos.

—¿Qué sucede?

Suelto un suspiro y me alejo de él para luego dejarlo solo en la cama y dirigirme al cuarto de baño, sé que él me sigue y es lo que espero. Por eso cierro la puerta a penas siento sus manos en mi cuerpo para luego volver a darle la espalda.

—¿Y si te hace algún daño?

Se carcajea.

—Somos seres mixtos a los cuales les encanta vivir la vida humana con instintos superdotados. No creo que probar un poco me mate, fiera.

—Yo no estaría tan segura.

Observo a través del espejo como juega con mi melena oscura.

—Lo haré yo.

Niega.

—Cuando nos ataquen muerdo a uno y ya está —sugiero—, soy inmortal, no voy a morir por eso.

—Tienes razón, pero tú alimentas a nuestros bebés —lleva sus manos a mis pechos y los exprime causando que la tela del camión se humedezca, que mi cabeza termine contra su hombro y mi mirada más ansiosa a través de un espejo que podría romperse por tanta intensidad—. Lo haré en mi forma lobuna, si con el olor asqueroso de su sangre no es suficiente para darnos respuestas probarla es la solución.

—No te besaré en años.

—¿Segura?

Asiento.

Veo un reflejo de su lengua cuando se acerca a mi cuello libre para sus labios enloquecedores.

—Yo no lo afirmaría con tanta seguridad.

Sus ojos fijos en los míos mientras con sus labios desciende lentamente, con un plan que deshace justo cuando mis ojos le dicen todo lo que necesita para alejarse de mis senos.

—Es desesperante.

Suelto una risa leve y poso mis manos sobre las suyas.

Nos quedamos en silencio, un silencio cómodo en el que basta el sonido de nuestras respiraciones, los latidos y miradas que hablan en silencio.

—¿Cuándo dejarás de bloquearme el paso a tu mente? —Inquiero, causando que él aparte la mirada.

—Hay algo que tal vez no deberías saber —susurra segundos después.

—Detesto que haya secretos entre nosotros. Poco a poco se ha ido carcomiendo nuestra confianza y lo sabes, dos meses sin leer tu memoria cuando incluso nuestros pensamientos son compartidos desde que adquiriste el don me hace dudar de…

—Espero que no hayas pensado nada incorrecto.

—He pensado muchas cosas, Aleksandre. Pero no sabes cuáles porque se siente bien darte un poco de la misma medicina ¿sabes? —dejo de mirarlo a través del espejo y lo encaro quedando a escasos centímetros de su rostro—. ¿Qué me estás ocultando?

—Prométeme que no dejarás que nadie lo sepa si te lo cuento, y que no te vas a enojar conmigo.

—No sé si deba hacer esa promesa.

—Confía en mí.

—Confío en tí como no tienes idea, a pesar de esto —nos señalo—. Pero no sé si deba…

Me silencia al besarme, al sentir sus labios acariciando los míos pierdo las ganas de hablar. Simplemente deseo que me bese el alma, cada parte de mí como sucede cada noche.

Se aleja de mis labios minutos después, dejándome jadeante y con cada uno de mis sentidos centrados en él.

Toma mis manos y las envuelve alrededor de su cuello para luego tomar mi cintura y dejarme sobre el lavamanos.

—Hazlo.

—¿Podrías especificar?, quiero hacerte demasiadas cosas.

Sonríe y deja un casto beso en mis labios.

—Lee mi mente.

No replico, simplemente lo hago, tardando solo un segundo en entender por qué tanto misterio con relación al tema.

—No mataste a Amalia.

—No pude, fue una orden directa de Lo divino y yo no soy quien para desobedecer.

Contengo la respiración, me quedo en silencio durante unos segundos que se sienten eternos porque su mirada impaciente me lo confirma.

—Alexa, dime algo.

—No sé… —admito—, no tengo nada qué decir al respecto, simplemente espero que no sea un problema para nosotros más adelante.

—No dejaré que lo sea, el destierro es su límite. Es como si los tres hubiéramos hecho un juramento eterno en el que solo ella y yo podríamos fallar, yo no lo haré, si ella lo hace tengo el permiso de acabar con su existencia, pero mientras no suceda lo contrario…

Asiento.

—Yo entiendo. No había necesidad de esto, ¿sabes la cantidad de porquerías que llegaron a pasar por mi mente?

—Lo siento.

Le resto importancia con un siseo y luego pego mi frente a la suya sin perderme un segundo de poder admirar sus irises.

—Hay algo que tú también deberías saber.

—¿Qué cosa?

Suelto una risa leve al pensar en eso.

—Uno de nuestros hijos ya ha encontrado su dolor de cabeza.

Frunce el ceño.

—¿Qué dolor de cabeza?

—Uno de cabello rojizo que apenas lo vió salió corriendo de él.

Mantengo mis ojos atentos a la contracción de sus fracciones, sin borrar mi sonrisa hasta que algo en su cabeza hace click.

—No me jodas.

—No te estoy jodiendo, Liebe.

—¿Naimara?

Asiento.

—Pero si solo tiene dos años y nuestro hijo dos meses —murmura, indignado.

Me carcajeo.

—Yo tardé treinta y tres jodidos años en encontrarte y uno de esos chiquillos ya… ¡no es justo!

Me carcajeo aún más fuerte.

—Alexandra, no es gracioso.

—No será gracioso lo que yo te haré si vuelves a llamarme así.

—Es tu nombre.

—Suena como si fuéramos parientes cercanos ¿sabes? Para mí tú eres Aleksandre y yo para ti soy…

—Mi amor.

—Eso, todo lo que quieras, menos Alexandra.

—Lo que tú ordenes. Pero no olvidaré jamás que me hayas ocultado esto durante dos meses.

—Estamos a mano —murmuro antes de besarlo.

—Con mi pequeña leona que ninguno intente porque no dudaré en castrar a cualquiera con mis propias manos.

Me carcajeo contra sus labios.

—No podrás evitarlo, Wolf.

—Tal vez no podré evitar que tenga un compañero pero sí que lo encuentre ¿no crees?

—Si le haces eso a nuestra hija me divorcio.

—No creo que seas capaz.

—No intentes averiguarlo.

Ignora mi advertencia y solo se concentra en dejarme desnuda para él. A ninguno de los dos se nos dificulta la tarea, puesto que ambos solo llevamos una prenda encima.

Toma mis labios entre sus suyos y causa que me estremezca con el recorrido de sus manos.

—¿Sabes qué es lo mejor de tener una parte humana? —me pregunta, pero no espera a que responda—, tenerte así, tocar tu piel, besar tus exquisitos labios. Estos —rompe nuestro beso para tocar mi boca—, y estos —su mano se cuela entre nuestros cuerpos hasta acariciar entre mis piernas—. Darte placer, escucharte gemir sin pena y hacerte el amor hasta el cansancio es el más grande de los privilegios. Mucho más si tu delicioso cuerpo me responde y corresponde cada una de mis caricias.

La nebulosa que nos envuelve a partir del momento en que sus labios vuelven a besarme es indescriptible, o tal vez no lo sea, pero yo no tengo la manera de describirla, o tal vez sí tenga la manera… pero no las ganas de otra cosa que no sea él.

❆ •° . ❆ . °• ❆

Sé que él no estaría de acuerdo con mi presencia en este lugar, es por eso que durante varios días esperé a que llegara el momento en el que ya no pudiera posponer más la supervisión de la Ciudad de Wachsend, y todo para poder venir aquí y hacer lo que durante meses he querido hacer sin que él pudiera impedirmelo.

—Señora, no quiero meterme en problemas.

Hang, el jefe de nuestra seguridad, es quien custodia personalmente la celda en la Zona de exilio, pero incluso su presencia en el lugar está casi demás, porque Aleksandre tiene a cierto prisionero apenas con una ventanita para el oxígeno en la caja de plata en la que lo tiene encerrado.

—No te preocupes, Hang, de mi esposo me encargo yo. ¿Sabes cómo abre esto?

Él me mira fijamente a los ojos buscando en su cabeza algo con lo que convencerme de no entrar, pero no encuentra nada, para su desgracia. Estoy más que decidida a hacer esto aunque parezca un suicidio.

«Por la completa tranquilidad.»

No quiero más sorpresas.

—Solo con la huella del Líder.

Ruedo los ojos y me impaciento aún cuando apenas tengo unos pocos minutos en el lugar.

Debo hacerlo cuanto antes, sin Aleksandre cerca porque sé que lo impediría, y lo más rápido posible para que no aparezca en mí ningún jodido atisbo de arrepentimiento.

Estrello una de mis rodillas contra la caja hecha de plata causando que esta se hunda solo un poco. Hago lo mismo unas cuatro veces, hasta que con el último golpe logro causar un agujero de tamaño medio y terminar con una pequeña molestia en la rodilla que no me importa en lo absoluto en estos momentos. Al menos no hasta que intento enderezar la pierna completamente y el dolor me hace contener la respiración.

Suelto un quejido cuando enderezo la desviación, pero poco después la herida empieza a sanar.

Termino de romper la caja de plata con mis garras y luego me adentro en ella, quedando paralizada con la imagen ante mí. Mentiría si dijese que mis ojos no se empañan, no de dolor, sino de lástima en cuanto el único ojo que le queda me enfoca con duda.

—Te prometió que nunca más volverías a verme. Pero él entenderá cuando le diga que mi cara fue lo último que viste porque yo te arranqué la vida.

Me acerco a él sin romper el contacto visual.

—Doliste mucho, demasiado. Y no sabes con las ganas que volvería a sufrir tres años por ti si eso significa que volveré a entregarle a él la llave de mi corazón.

La lágrima en su ojo descubierto desciende al mismo tiempo que las mías.

Sé que quiere decirme algo, el temblor en su mandíbula lo confirma junto a todo lo que me grita en silencio. Pero no intento averiguarlo, porque no me importa en lo absoluto.

La calma de Aleksandre con relación a sus enemigos es una señal de peligro, ya que si no estalla es porque disfruta planear las maneras en las que te hará pagar por lo que sea que hayas hecho. No lo imagino aquí destrozando su lengua con sus propias manos y obligándolo a comerse cada pedacito. No lo imagino enterrando sus garras en su ojo, no lo imagino arrancando sus colmillos y dientes uno a uno por atreverse a clavarlos en mi piel, por aprovecharse de mi necesidad de saber que todo estaría bien con relación a mis bebés.

No lo imagino, pero sé que cada una de esas cosas las ha hecho.

Porque puede ser un pan suave y dulce cuando de sus seres queridos se trata, pero cuando lo traicionan, cuando violan su confianza es como si le dijeran "Haz conmigo todo lo que quieras" porque es justo lo que hace:

Lo que quiere y principalmente si te hace sufrir.

—Quisiste aprovecharte tanto y al final terminas así, sin poder hablarme. Y créeme, no leeré tu mente, no me interesa.

Su rostro se contrae con ira y enojo.

—Fabián, de mi parte esto no es venganza. No lo vales.

Suelto un suspiro al tiempo que cierro y abro mis manos constantemente durante varios segundos.

—Pero lo que le hiciste a Arian... caíste demasiado bajo.

Se remueve causando que resuenen las cadenas que atan sus manos y pies contra el piso, un sonido similar a lo que fue su voz llega a mis oídos como algo inteligible.

—Por suerte no te entiendo.

Me acerco a él y tomo su cuello con fuerza pegándolo contra la pared de plata a pesar de que él intenta apartarse. Su refugio ha sido el piso de la caja metálica, eso es lo único en el lugar que no le hace daño pero por lo demás… sus tobillos y muñecas están en carne viva. Solo lleva puesto un pantalón oscuro del cual seguramente correría un río de sangre si llegara a mojarse. Su torso desnudo está lleno de cicatrices causadas por unas garras que conozco bastante bien.

No me sorprendería si Aleksandre tomara la decisión de arrancarle el miembro tal y como hizo con Lukas.

No me sorprendería.

Y no acabaré con su vida porque me importe impedirlo, sino porque ya no vale la pena que mi esposo siga destilando odio por alguien que ni siquiera eso merece.

De lo único que la criatura enfrente de mí se arrepiente es de rechazarme, por lo demás sé que volvería a trazar un plan mejor de lo que logró hacerlo, uno en el que yo verdaderamente no pudiese recordar nada. Lo veo en sus ojos al igual que todo el dolor que sufre en silencio.

—Debería dejarte vivo, para que él te haga pagar por el daño que causaste y por el que intentaste causar también.

Mis uñas se convierten en garras, y sin despegar mis ojos del único ojo que a él le queda, las entierro en su cuello para seguidamente arrancarlo. Es justo en ese momento en el que me percato de la presencia a mis espaldas.

—Si me lo hubieras pedido te lo hubiera concedido, aunque antes le hubiera arrancado el otro ojo.

Me sacudo las manos, me levanto y salgo del lugar como si hubiera cometido el peor de los crímenes, o al menos intento irme porque basta con sentir sus dedos enredándose en mi muñeca para que frene en seco.

No soy una persona insensible.

Por más que quiera hacerme fuerte no puedo simplemente obviar que acabo de arrancarle la cabeza a alguien que una vez amé. Yo lo perdoné, él hubiera podido vincularse con alguien más si así lo hubiera querido, pero su ego herido lo llevó a engañarme, a utilizarme e incluso le entregó a Arian a un cerdo de mierda.

Él hubiera podido salvarse.

Acuna mi rostro entre sus manos y pega mi frente a la suya justo cuando yo cierro los ojos para no verle.

—No te merezco.

—No digas estupideces, fiera.

Yo lo quería.

No lo amaba tanto como al ser que me estrecha entre sus brazos pero él tenía un espacio en mi corazón, y esa es otra de las razones por las cuáles decidí acabar yo con su vida, para arrancar de raíz cualquier residuo de lo que una vez llegó a ser amor.

—Te amo, te amo con mi vida, pero él…

—Lo sé. Sabía que pasaría, volvió a marcarte. Y para ser honesto no creí que fueras capaz de hacer esto.

Me aleja un poco de su rostro para escudriñar mis ojos y le permito ver más allá, suelta una risa leve que me hace arrugar la frente; y justo cuando pretendo decir algo me silencia con sus labios.

—Si antes eras mía, ahora que soy tu único vínculo eres…

Entrecierro mis ojos en su dirección pero vuelvo a ser silenciada por sus labios cuando intento replicar.

—Solo mía, Alexandra Schwarz Pierce, como yo soy únicamente tuyo.

—¿Marcando territorio, Wolf?

—Las ganas de proteger Wachsend se quedan cortas ante mis ganas de proteger lo nuestro.

—Yo...

—No eres una cosa que quiera poseer para demostrar mi superioridad ante otros.

—Lo sé, no fue eso lo que quise decir.

—Yo también lo sé, simplemente necesito recordarle, justo ahora, señora de Wachsend: que ya no hay ningún otro vínculo que pueda causarle desconcentración. Ahora solo somos nosotros dos.

—No sabes lo mucho que me alegra.

—Despues del susto que pasé con lo de tus recuerdos creo que me alegra más a mí.

—Perdón por sentirlo en silencio.

—¿Lo de Fabián?

Asiento.

—Fiera —acaricia mis mejillas con sus pulgares—, no era algo desconocido para mí. Seguía siendo un pequeño miedo, pero me elegiste a mí. Aunque ese pequeño vínculo seguía medio vivo me elegiste a mí y eso era y es más que suficiente, especialmente porque acabo de ver a mi esposa arrancarle la cabeza al ingenuo que intentó quitármela.

«Un ingenuo que llegó a pensar que dejaría de amarte.»

«Un ingenuo que me ayudó a conocerte y que no pudo hacer que mi corazón te olvidara aún cuando mi mente no recordaba nada de ti.»

Miro mis manos manchadas de sangre y sin importarme nada tomo su cuello y lo beso. Él me corresponde al instante.

Con la danza de sus labios sobre los míos recuerdo la abstinencia, recuerdo el deseo contenido, las ganas de ver más allá de él que surgieron en mí cuando lo ví por primera vez, las noches de dolor que pasé aferrada a su cuerpo, las heridas que le causé buscando aminorar mi dolor.

—Un ingenuo destinado a encontrarse conmigo para enseñarme lo que es el sufrimiento —murmuro contra sus labios—, para enseñarme a valorar los momentos de felicidad, y para conducirme a quien verdaderamente era y es el ser destinado para mí.

Toma mi cintura con firmeza, sin apartar sus ojos de los míos y me hace caminar con él hasta que su espalda choca contra la pared de plata.

—Vas a quemarte.

Él suelta una risa leve.

—Déjame arder contigo, fiera.

—No aquí, Liebe.

Tomo su mano y tiro de él para sacarlo de la Zona de exilio, no sin antes dedicarle la última mirada al cuerpo inerte del ser que una vez amé, pero no tanto como al hombre lobo que me lleva de su mano hacia un futuro caótico.

Pero en el que solo somos nosotros dos para hacer arder a cualquiera que necesite el fuego del infierno.

A cualquier otro ingenuo o ingenua que intente separar lo que el Creador unió para toda la vida.

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