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❆ IV: Wachsend ❆


~ WACHSEND ~

    El Líder

     —Tienes que tranquilizarte —le digo una vez más.

     La verdad ya he perdido la cuenta de la cantidad de veces que le he dicho lo mismo.

     Es preocupante, pero yo no cargo con preocupación, a pesar de que me inquieta la desaparición de Arian. Ésta es una situación contradictoria, ya que puede que esté bien o, en las peores circunstancias.

     —¡¿Cómo voy a tranquilizarme?! —Mi Beta está tan fuera de sí—. ¡Mi hija ha desaparecido! Tú conoces bien el riesgo que corremos, ¿cómo puedo estar tranquilo?

     Mis padres estuvieran aquí y me preguntarían por qué dejo que me hablen así durante varias semanas.

     —La vamos a encontrar. No pudo haber ido muy lejos, los rastreadores siguen buscándola —respondo con calma.

     —Están buscando mal y son de los mejores, supuestamente —gruñe, exponiendo aún más toda su molestia.

     La cólera habla por él, pero tiene razón. Los deltas estaban débiles. Me encargaré de entrenar otros miembros de la manada para que desarrollen su olfato lo suficiente como para asumir ese trabajo.

     Veo sus ojos oscuros gracias a la mezcla de rabia y angustia.

     Los entiendo, Arian es un motor para los dos. Si yo estuviera en su lugar todo fuera peor, ni siquiera sé por qué les pido mantener la calma que en una situación similar yo sería incapaz de tener.

     —Han pasado casi dos días... —empieza a decir Bastian.

     —Por favor —me pide con tono suplicante.

     Miro hacia la morena, otra vez.

     —Déjame ir a buscarla.

     —Ya sabes mi respuesta, Amalia.

     Escucho su respiración entrecortada, su voz se oye afectada y así cómo actúa está: a punto de explotar.

     —Amalia, ni lo pienses.

     —Tú lo has dicho, Sebastian. Nuestra hija lleva casi dos días desaparecida, puede que esté en manos de cazadores o quien sabe que otra maldición peor. Solo estoy pidiendo que me dejen ir a buscarla.

     —No.

     Bastian y yo respondemos al unísono.

     —Sabes perfectamente  —la señalo con mi pluma mientras hablo—, que primero te amarramos antes de que salgas de este territorio.

     —¡Es mi hija, maldita sea!

     —Ya he dicho que no —respondo firme. Dejarla cometer ese error no es algo que me plantee, siquiera.

     Continúo firmando los papeles que ya leí, esos que suponen la ampliación de nuestro territorio. Levanto la mirada y noto el caos que hay en su interior a través de sus ojos.

     No nos gusta hacerla enojar, pero no debe salir de la manada en estos momentos por más independiente que sea. Es lo mejor para ella, también para todos nosotros.

     —Debes quedarte aquí.

     —No saben cuánto desearía...

     —Sí, lo sabemos —él la interrumpe—, pero también sabemos que en esta época no es recomendable que salgas, y lo que puede pasar ante el mínimo desequilibrio.

     —De acuerdo —dejo todo sobre el escritorio y arreglo las mangas de mi camisa—. Bastian, te quedas a cargo. Yo iré a buscarla.

     La morena, hace el intento de replicar, pero yo soy más rápido y hablo antes de que ella lo haga.

     —No, Amalia.

     No podíamos salir de la manada e ir buscar a Arian porque ayudábamos a la gran cantidad de recién transformados, por el dolor, más fuerte en algunos casos, y menos doloroso en otros; también a controlar un poco sus impulsos.

     Ahora ya puedo salir y encontrarla de una vez por todas antes de que sus padres se mueran de un infarto.

     «Todo esto no es para menos».

     Creíamos que solo andaba por ahí, dentro del territorio, pero ayer confirmamos que no.

     Me causa malestar saber que el intento de equilibrar la ayuda a los recién transformados y conocer su paradero al mismo tiempo fue fallido.

     —Yo voy contigo.

     Suspiro con exasperación al escucharlo.

     «Este par».

     —Arian está bien, la encontraré rápido. Y Bastian, he dicho que te quedas a cargo. De paso para vigilar a Amalia de cerca.

     «Espero que lo que digo sea verdad».

     —Esta vez te desobedezco.

     Lo miro a los ojos.

     Me lleva unos años, porque como beta fue procreado antes que su líder: yo. Más que el segundo al mando en nuestra manada es como un hermano para mí.

      —Porque yo te lo permitiré —le aclaro con un guiño.

     Él rueda los ojos en respuesta.

     —Eso lo sé perfectamente.

     Me levanto, rodeo el escritorio y los tres salimos del despacho. Ellos dos detrás de mí, luego de succionarse el alma.

     Tomo mi teléfono y llamo a mi jefe de seguridad.

     —Dígame.

     —Hang, Bastian y yo saldremos a buscar a Arian, procura que Amalia no haga una tontería y esté atento a las informaciones de seguridad. Asegúrate de que todos estén en sus puestos y de que no entre ni una pluma sin que yo esté en Wachsend.

     —Entendido, Líder.

     —Intentaré no tardar, que todo siga en orden.

     —Sí, mi señor.

     —Deben dejar de tratarme como a una adolescente —bufa, viéndome guardar el aparato con los brazos cruzados.

     —Pero si eres como mi hermanita, morena —respondo. Sabiendo que es mayor que yo.

     Es pelirroja, pero naturalmente morena. Somos tan iguales y diferentes a la vez, tengo que obligarme a contener las ganas de hacer que pierda los estribos.

     Pero no siempre lo logro.

     —Es en serio, no siempre puedo tolerar tus órdenes y buen humor.

     —Es una pena. Pero la verdad solo cumplo mi promesa, querida Amalia. No dejaré que cometas ningún error y que todo Wachsend termine sufriendo las consecuencias.

   ❆ •~❆~• ❆

     Llevamos algunos minutos recorriendo el bosque, y no hemos encontrado señales de Arian.

     —¿Crees que le pasó algo grave? Está débil —me pregunta Bastian.

     —No, Arian es muy inteligente —le recuerdo—. Solo debemos procurar encontrarla pronto y rogar para que no haya sido secuestrada o algo por el estilo.

»Todo va bien con nuestra seguridad, pero llevamos mucho tiempo sin ser atacados, es sospechoso y esto puede que tenga algo que ver.

     —Efectivamente. Solo espero que no.

     Que nuestra manada sea la más fuerte no significa que sea intocable, al contrario; somos ese punto rojo en el mapa que la mayoría tiene marcado con la destrucción como el propósito más deseado. Saben que somos los más capacitados, pero, al mismo tiempo, muchos quisiera tener nuestra ubicación.

     En nuestra zona hay cuevas subterráneas que he habilitado como lugares que guardan equipos de armamento, el refugio y un pasadizo que guía a otra parte del bosque, lugar que también es territorio de Wachsend.

     Somos lo que la mayoría quiere ser y estamos donde muchos quieren estar.

     Es bastante trabajo el que tenemos cada día. Protegemos cada entrada y salida, en la parte subterránea, incluso. Los entrenamientos no se detienen y el trabajo tampoco.

     No estamos tan lejos de la frontera, por lo que me sorprendo cuando detecto su olor. Bastian no lo hace, porque aún está a una distancia algo considerada y el alcance de su olfato no es igual al mío.

     —La encontré —les hago saber. Aunque probablemente ella me haya encontrado a mí.

     Si vemos el hecho de que lleva casi dos días fuera de nuestro territorio, eso fue demasiado rápido.

     —¿Está bien?

     —Sí.

     —Gracias al cielo —dice Ian, el hijo de Hang, ganándose una mirada de Sebastian.

     Comenzamos a correr a una velocidad más rápida para llegar a ella cuanto antes.

     Yo freno en seco cuando de repente siento una extraña inquietud, más desconocida de lo que me gustaría. Algunos segundos después vuelvo a avanzar, comprendiendo el origen de la sensación cuando la siento.

     «Reconocería esa presencia tan imponente donde fuera».

     —Y no viene sola.

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