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❆ III: Más de un error ❆


~ MÁS DE UN ERROR ~

     —Sientes temor —dice, al ver que permanezco en silencio.

     —Claro, pero hay un pequeño detalle —levanto mi mano, mostrando mi dedo índice y pulgar con un pequeño espacio entre ambos—, no temo a la nada, es más, quizás el temor que siento no es solo por lo que puede pasarme en cuanto al Consejo se refiere. Quizás mi mayor miedo es vivir más tiempo así: oculta, como si hubiese cometido un crimen al nacer —suspiro—. Además, ¿serías capaz de vivir sobreviviendo, sin hacer lo que anhelas y encima, con dolor...?

     —Tal vez yo ya hubiera pedido el deseo —admite con sinceridad.

     —Ya veo. —Se me escapa una risa irónica—. Arian, he sido obligada a desconfiar, ni siquiera deberíamos estar teniendo esta conversación.

     Mi lado sensible ya le hubiera dicho que sí, pero la verdad estoy muy a la defensiva. Sé que no dejaré que pase más tiempo sola por este bosque, no la conozco, no es nada mío. Pero tampoco me perdonaría si me entero de que le pasó algo a la hija del Beta de Wachsend, cuando, claramente, puedo evitarlo.

     Arian ya ganó.

     —Estoy sola en este bosque —carraspea—, ¿crees que voy a encontrar alguien más con tu sensibilidad que me ayude a volver a salvo?

     —Sensibilidad...

     —Lo gritas por todas partes.

     No intento contradecirla. La verdad no tiene sentido que niegue ninguna de sus afirmaciones.

     Este bosque es solitario, pero también puede llegar a ser muy peligroso. Algunas criaturas se pasean en él buscando esconderse de algo, ya que lo más probable es que nadie importante les descubra. En resumen, en estos alrededores puede pasar de todo.

     —Lo suponía. Entiendo todo lo que implica ser tú —hace una pausa—, pero ocultas tu olor y solo me guiarás, luego te irás y yo callaré lo que he visto. No voy a decir nada de lo que he descubierto de ti.

     —Me va a generar desconfianza y preocupación todo los días de mi vida—le digo.

     Me detengo y la observo con los ojos entrecerrados mientras pienso en una medida extrema, pero es mi única opción una vez anulada la posibilidad de acabar con la vida de una persona inocente.

     —Aunque... podríamos hacer un juramento eterno.

     —No hay problema. —Mi sugerencia la toma desprevenida, pero el miedo no vuelve a ella una vez ha desaparecido.

     —¿Segura?

     Asiente levemente.

     —De acuerdo, no te alejes.

     «Juramento eterno, la dejo cerca de los límites de su frontera, me largo y listo».

     He cometido demasiados errores en solo horas, pero debo admitir que pudo haber sido mucho más grave toda esta situación. Pude haberme topado con un ser más fuerte que Arian, en mejor estado, de corazón negro y por consiguiente, intenciones dañinas. Con una banda de lobos solitarios o cazadores... no hubiera sido muy agradable tener que asesinar, la verdad. Necesito acción, pero necesito más alguien que esté a mi nivel que pueda darme una pelea digna, no asesinar por mero placer.

     —Gracias.

     No le respondo, solo asiento y cambio de dirección, guiándome por lo que sé de su manada y también por la brújula tatuada en mi muñeca izquierda.

     Unas horas de camino más tarde, sin que ninguna haga otro sonido más que el que producimos al pisar el suelo lleno de hojas y ramas, libero un suspiro y me permito hablar.

     —¿Por qué escapaste? —Pregunto sin mirarla, y aclarando mi garganta.

     Suspira antes de empezar a hablar:

     —Lo encontré —dice en un susurro, midiendo sus palabras—, después de mi transformación. Me propuso irme con él y yo acepté.

     —Error —digo, mientras lanzo los recuerdos más lejos para no sentir de nuevo el dolor.

     —Lo sé.

     —Además, déjame ver si acierto —coloco un dedo en mi barbilla—, fueron uno.

     Vuelvo mi vista hacia ella y la veo asentir.

     —No debiste.

     —Ahora lo sé... en el momento me cegué y bastó un beso para el desequilibrio.

     «Como te entiendo».

     Desgraciadamente, yo también cometí el error de dejarme llevar por el deseo. Aquel día en el bosque ni siquiera conseguí llegar al punto máximo de placer.

     Cuando los compañeros se unen en una sola carne, el vínculo entre ambos se consolida y se vuelve aún más fuerte. Y el rechazo, de llegar a ser, se vuelve más doloroso y desgarrador. 

     —¿Por qué no está contigo?

     —Desapareció.

     —No lo busques —le digo, sintiéndome más irritada—. En algún momento volverá a ti.

     «Al menos eso quiero creer».

     —Si me rechaza... —empieza a decir, luego de unos segundos en silencio.

     —No pienses en eso —la interrumpo—. Es tan simple y temible como saber que no lo soportarías. 

     —Sí, lo sé. También sé que no debí caer de esa forma ante mis deseos, debí esperar. Al menos no estaría con esta incertidumbre.

     Asiento, sin decir nada más al respecto. Solo espero que no tenga que morir por lo que yo vivo en desgracia.

      El sol empieza a caer, mostrándome el precioso ocaso, que me hace pensar una vez más en que hay luz antes y después de la oscuridad.

     —Pasaremos la noche aquí —me detengo al lado de un árbol—. Mañana a las 17 hrs estarás cerca de casa.

     —Gracias. —Se limita a decir y se sienta al margen de las anchas raíces.

     Suspiro con pesadez.

     «Ahora entiendo a mi nana».

      —Ahí no.

     Me mira, interrogante.

      —Arriba. Yo dormiría donde sea, pero supongo que tengo que cuidarte, y tampoco es que me guste mucho asesinar.

     —Bien.

     Subimos al árbol y nos acomodamos en la misma rama, ya que son lo suficientemente resistentes como para no quebrarse por nuestro peso, además, Arian es delgada y yo también.

     Minutos más tarde, la oscuridad nos rodea. Ella no ha dormido y yo menos, justo ahora debo velar por las dos. Puede aparecer una criatura nocturna, alguna arpía, o cazadores.

     La observo con detenimiento.

     —¿Eres alemana? —Pregunto, sabiendo que las probabilidades de que así sea son bastante altas.

     Ella hace un sonido afirmativo.

     —Leí que tu manada está en este territorio pero que en realidad sus primeros miembros y fundadores eran americanos.

     —Sí. Por eso hablamos inglés. —Se acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja.

     —Y por otras razones.

     —Asi es.

     —No estés así —digo, intentando ayudar al comprender la causa de su estado de ánimo.

     —No puedo evitarlo —me observa.

     «No sé cómo hacer esto».

     Nunca he ayudado a nadie, siempre me ayudan a mí.

     —A ver, ¿hablamos para que te distraigas?

     —¿Y si intento llamarle otra vez?

     Me encojo de hombros.

     Ella busca en sus bolsillos y saca un teléfono. Lo enciende, teclea y luego se lo pega al oído, este emite unos sonidos raros un par de veces haciendo que ella suspire con molestia.

     Estoy segura de que ya lo ha intentado otras veces.

     —No contesta.

     —Solo por irse de tu lado, después de un paso tan significativo para ambos, ya me cae mal. No sé sus razones, pero al menos te hubiese dejado una carta, un mensaje... o algún tipo de aviso ¿no?

     —Le pudo haber pasado algo, o... no sé.

     —Tal vez. Pero tampoco lo excuses, ni siquiera debió irse sin avisarte.

     Noto el brillo cristalino en sus ojos después de escucharme.

     —No todos son iguales a ti —susurro—. Tenlo presente.

     Se queda en silencio y yo dejo de mirarla, procurando darle un poco de espacio. Aunque imaginario.

     Con mi oído y olfato reviso que no haya nada ni nadie cerca de nosotras, cuando confirmo que aún seguimos solas, recuesto mi cabeza del árbol y miro el cielo despejado a pesar de que hace poco estuvo lloviendo.

     —¿Odias a todos porque te rechazaron...?

     Vuelvo a mirarla fijamente, su silencio me confirma lo que ve a través de mis ojos. Un leve atisbo de rabia me recorre, pero un suspiro profundo es suficiente para contenerme y no hacer algo de lo qué arrepentirme, como dejarla sola y largarme, por ejemplo.

     —No tengo tiempo para odiar a nadie, pero, ¿al menos sabes lo que se siente?

     —Yo...

     —No —la interrumpo—. Y por eso no sabes cómo duele. No sabes todo lo que he tenido que pasar para estar con vida y no morir por ese maldito dolor a pesar de que soy inmortal. No has sentido lo mismo que yo durante tres años. Diario, cada vez más intenso y desgarrador.

     »Sé que lo amas, pero a la vez debes ser consciente de que existen muchas razones y posibilidades. Puede que lo haya hecho por mal o por bien, pero estoy segura de que tú no lo dejarías a la intemperie en un bosque como este y después de su primera vez juntos, como él lo hizo contigo.

      Aparta su mirada de mí ocultando su rostro sonrosado.

     —No quise... perdón, lo siento.

     —No te rechazó y roguemos para que no lo haga —contesto, restando importancia a sus disculpas—, porque no lo soportarías.

     —Tienes razón —concuerda, limpiando sus lágrimas—. Perdón por decir eso.

     —No importa.

     Asiente, sabiendo que miento.

     —No volveré a hablarle.

La escucho decir en un susurro, mientras pongo una pajilla entre mis labios.

     —Buena chica.

     Los minutos siguientes permanecemos en silencio, hasta que ella hace la siguiente pregunta:

     —¿Te puedo abrazar?

     Me tenso. Las demostraciones de cariño a personas que no son mi familia me las tengo prohibidas, pues soy consciente de lo frágil que soy (tampoco he tenido a otras personas que demostrarle afecto) pero hay algo en ella que me hace darle una respuesta afirmativa.

     Separo mis brazos al aire, aceptando su invitación. Ella se acerca a mí con cuidado y me envuelve en sus brazos, cubriéndome con su natural calidez.

     —Quiero que seas mi reina —susurra causando que un escalofrío inusual erice mi piel.

     Me separo con cierta brusquedad, por instinto se sujeta de la rama con fuerza. El sentimiento de culpa me invade cuando noto que casi cae y estamos bastante lejos del suelo.

     —Perdón. Eso no es posible, ni siquiera deberías mencionarlo.

     Ella se aleja y yo agarro mi cabello empezando a hacer una trenza.

     —Claro que es posible.

     —No.

     —El hecho de que seas una híbrida no quiere decir que seas mala o que no merezcas otra oportunidad. Y mucho menos es cierto que debes descender solo por ser superior.

     —No todos piensan lo mismo, Arian. Sé que lo merezco todo, pero una segunda oportunidad para mí es como una delgada línea entre lo correcto y lo incorrecto que nadie intentaría cruzar.

     —Nunca pierdas la esperanza. —Por alguna razón sus labios forman una pequeña sonrisa.

     Niego.

     —Quizás me estoy permitiendo aceptar mi destino. ¿Por qué crees que todos andamos ocultos? Esos seres del Consejo son capaces de todo con tal de borrarnos del jodido mapa. Son capaces de crear otro híbrido solo para atraparnos y hacernos daño hasta tenernos a sus pies; hasta que añoremos volvernos polvo.

     »Ahora imagínate que llegue a tener otro vínculo con alguien y que al descubrir quien soy me entregue en bandeja de plata. Me niego.

     Ella me mira con atención, permaneciendo en silencio.

     —Arian, tu Líder tiene a su Reina. Y no soy yo, intenta no volver a decirme esas estupideces.

     —No son estupideces.

     —¿Qué son?

     —Deseos.

     —No me importa lo que deseas, solo me importa cuidar de los míos y estar a salvo.

     —Descuida —su sonrisa se ensancha—, no me ofendes. Pero eres muy negativa.

     «¿Por qué sonríe así?»

     —No debí transformarme, y lo hice. Ahora te haré jurar por tu vida que no dirás nada, y sellarás ese juramento con tu sangre. Por suerte, no fue peor todo esto.

     —Puedes confiar en mí. Y recuerda que sé cosas que tú no. ¿A dónde ibas antes de que te viera?

     —¿A dónde quieres llegar tú con esta ridícula conversación?

     —Quizás, solo quizás, desde que saliste con dirección a las ruinas tenías trazado un destino muy diferente.

     ¿Qué?

     —No me jodas.

     —No te dejes vencer por el miedo —se ríe de mi cara cuando, en pocas palabras, me hace saber que sabía hacia dónde iba.

     —El miedo es mi peor enemigo —susurro, visualizando un posible futuro—. Mis miedos... Prefiero sacrificarme por ella; cada vez que pienso en mi madre siendo torturada, maltratada, desfigurada y...

     —¿Tu madre? —Me interrumpe.

     Me congelo.

     —¿Torturada? ¿Desfigurada? —Pregunta incrédula—. ¿Tu madre también es una híbrida?

     Permanezco en silencio, asimilando lo que he hecho. Es muy obvio lo que acabo de decir. ¿Cuántos errores más voy a cometer? Haré que nos descubra todo el Mundo oculto a este maldito paso.

     —No hace falta que respondas —la escucho gruñir.

      Levanto el rostro y observo el espacio a larga distancia, pero termino cubriendo mi rostro con mis manos. Me restrego los ojos y trago saliva sintiendo enojo conmigo misma.

         Me frustra ver cómo nos expongo. Solo fallé en una cosa, pero una se ha convertido en dos... en tres, en cuatro, en más de un error.

     —No sé lo que sientes, pero me hago una idea. Y, puedes confiar en mí —afirma una vez más—. Creo en eso que tienes y no ves. Creo en ti y no tengo corazón para delatarte ni la maldad suficiente como para elegir destruirte, aún cuando me has dado todos los medios para hacerlo.

     Me quedo en silencio, intentando perdonarme, como otras veces lo he hecho, pero esto, esto es demasiado.

     —¿Cómo te llamas?

     Inhalo y exhalo pausadamente.

     A veces odio ser tan transparente, me irrita, me incomoda. El deseo de completa libertad y mi honestidad me están pasando factura.

     —Alexa —respondo—, Alexandra Schwarz Pierce.

     La miro y puedo notar cómo traga saliva con lentitud, también la sorpresa que desprende.

     —Yo, Arianna Volk, juro guardar el secreto de Alexandra Schwarz Pierce, y llevarlo conmigo por el resto de mis días. De no cumplir, mi castigo será la muerte.

     —¿Estás segura de esto? —La miro a los ojos—. Sabes que los deseos de un híbrido se cumplen, si llegas a traicionarme morirás.

     —Da igual lo que pueda pasarme, porque no voy a romper mi promesa. Jurarlo eternamente es solo para que lo tengas garantizado. —Sonrie, cómplice—. No voy a contar esto que me has confiado por accidente: lo que eres y quienes son tus padres.

      El silencio prevalece durante unos segundos, hasta que, tras un pequeño suspiro le digo:

     —Voy a intentarlo, Arian. Yo, Alexandra Schwarz Pierce, acepto el juramento de Arianna Volk, de la misma faltar a nuestro juramento eterno... debe morir.

    ❆  •~❆~•  ❆

     Tomo mi arco, la aljaba y tiendo ambos objetos en su dirección. Esta última, está repleta de flechas con químicos para hacer daño a otras criaturas, fueron creados por mi guardiana.

     —A las media noche tendrás que cuidar de ambas.

     —De acuerdo.

     —¿Sabes usar el arco?

     —Sí, híbrida más poderosa.

     Ruedo los ojos.

     —Por favor, evita esos tipos de comentarios.

     —Ich werde es versuchen (lo intentaré) —responde en alemán, riendo.

     El sonido de su risa causa que mis labios formen una sonrisa suave, me contagia.

     —Has entendido, entonces sabes alemán —afirma.

     —Estoy en Alemania. Eso creo.

     —das ist gut zu wissen (es bueno saberlo)

     Minutos después, noto el cambio en el ambiente y reviso que no haya nadie cerca buscando olores extraños, sonidos y movimientos. Al confirmar que seguimos solas, la observo, encontrándome con sus ojos brillantes en medio de la oscuridad.

     —¿Puedes decirme qué hora es?

     Enciende su móvil y mira la pantalla.

     —23:56

     —Gracias —murmuro, mientras bajo del árbol.

     —Alexa —llama mi atención, sosteniendo el arco en sus manos—, algún día dejará de doler.

     Como me gustaría creerle. Aún cuando llevo tanto tiempo así: muriendo a la media noche.

     Me permito pensar con claridad lo que ha pasado en las últimas horas: Arianna Volk, hija del Beta de la manada que está por encima de todas las demás, Sebastian Volk; sabe quien soy, quienes son mis padres, las tres especies que llevo en mi sangre, que soy la híbrida más poderosa y que soy rechazada.

     Ojalá no haya un ser en ese lugar capaz de leerle la mente, ojalá nunca lo hagan. Porque a pesar de que los dragones no pueden leer la mente de miembros de legados, existen los vampiros y otras criaturas con dones que sí pueden hacerlo.

En este mundo nada es suficiente, ni siquiera un juramento eterno.

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