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❆ II: Solo un error ❆

~ SOLO UN ERROR ~

 ~ Dos días después ~

     Las sensaciones que me provoca la naturaleza me enamoran cada vez más de mi existir. Ella enamora esa parte de mí que ama vivir con cada una de las maravillas que la componen. 

     Continúo caminando y en el proceso causo que mis botas hagan sonar las hojas y ramas secas que se encuentran en el suelo. A lo lejos, veo un árbol hermoso repleto de círculos rojos que identifico como manzano. Luego de asegurarme de que las frutas están sanas con mi olfato, me detengo, tomo una flecha sin ninguna sustancia, apunto y lanzo para después correr antes de que mi alimento caiga al suelo. Esto último por nada especial, supongo que por ganarle a la gravedad. Llego a tiempo y las manzanas descansan en mis palmas. Camino un poco más, hacia el lago que hay a poca distancia, para bañarme al aire libre.

     Mientras avanzo me llegan diversas ideas, como la de relacionarme con otras personas que no sean mi familia. Porque, a pesar de que no necesito a nadie más, me causa mucha curiosidad poder conocer otras cosas que no sean las que ya conozco. No estudio fuera de casa porque es correr demasiado riesgo y para mí no es estrictamente necesario cuando tengo todos los libros de Adalia a mi disposición.

     En el Mundo oculto saber varios idiomas es una ventaja. Eso lo aprendí de mis padres. Ambos se comunican en español e inglés, además del alemán y otros idiomas que aún no me he dispuesto a aprender.

     Adalia tiene muchos libros, y aunque no son de estudio han sido mis materiales para aprender a usar mis alas, incluso. Los que más he leído son de historia. Por ellos tengo conocimiento sobre lo que soy, y porque mis padres estuvieron un tiempo a mi lado de manera constante enseñándome cosas que hoy agradezco saber. También solían contarme historias de pequeña, al igual que mi nana. Recuerdo una que me contó mi madre cuando tenía ocho años.

     En aquella época aún formaba parte de su clan y allí se creía que las arpías se alimentaban de sangre, porque sus víctimas quedaban con la carne expuesta. Mi madre era una espía y junto a una compañera investigaba si en realidad ese era su alimento. (Esas criaturas no son cambiaformas y su manera de comunicarse ni siquiera es un idioma, pero ella se dispuso aprenderla y lo logró) Una vez estaban dentro del territorio de las arpías, descubrieron reservas con órganos que eran recolectados por el invierno, ya que en esa época del año para un ave de esa categoría es casi imposible volar. 

     Esas cosas no se callan y atacan sin que les importe nada, creyendo que el poder volar es su grandísima ventaja. Y lo es, pero no ante todos y su vulnerabilidad en invierno les pasa factura. Los dragones podemos hacerlo todo el tiempo. Somos esa especie que las arpías ni siquiera atacan porque, también volamos, poseemos más agilidad, velocidad y les superamos en tamaño y fuerza.

     Mi madre me contó esa historia con la intención de que yo quisiera aprender otros idiomas, y lo logró. En esos años aprendí inglés, español y también a identificar lo que dicen las arpías entre ellas. Me alegro de eso. Porque debo cuidar de mi familia y en las guerras, los bandos suelen ser de distintas regiones y en casos muy extremos: de distintos países. Los mismos se suelen comunicar en su lengua natal o en una especializada para ese tipo de situaciones, elegida por el líder del clan, o cualquier otra autoridad del mismo. Esto, principalmente, para confundir al contrario o para llevar planes a cabo sin que el susodicho se entere de ello.

     Debo estar preparada para cualquier cosa. Soy amenazada por el rechazo a mi especie, en algún momento alguien va a descubrirme y ya no seré prácticamente inexistente, también, tarde o temprano, alguien intentará terminar con toda esa mierda que condena a los híbridos y yo quiero estar ahí para luchar porque así sea.

     Ya llevo unas tres horas recorriendo el bosque después del amanecer, con las ruinas como destino. Lugar donde muchos años atrás estuvo el clan de vampiros más jóven y a la vez poderoso, si no me equivoco. Estuvo. Porque fue destruido por algunos líderes del consejo y sus aliados, supuestamente, porque en el lugar se llevaban a cabo actos de hechicería muy oscuros y peligrosos para la humanidad. 

     Al estar a una distancia prudente del lago, me detengo para observar la obra de arte que se extiende ante mis ojos. Gracias al otoño, el agua cristalina tiene en algunas zonas de su extensión hojas con distintos tonos de verde, amarillo, naranja, rojo y marrón. Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios y mi rostro se ilumina al observar mi alrededor.

     Una maravilla se queda corta ante esto.

     Una idea se me ocurre, y me dejo llevar sin tener reflexiones previas. 

     Me descuelgo la mochila y la aljaba, las dejo reposar al margen de un tronco, tomo impulso y comienzo a correr hacia el lago. Cuando estoy a solo pasos de caer al agua me permito dar el salto de liberación para mis alas, ese salto de liberación para mi dragón.

     «Desde arriba se ve aún más hermoso».

     Me permito sentir esa libertad que hace una eternidad no sentía. Siento el corazón latir acelerado por la adrenalina y el aire acariciarme cada vez más frío, según me elevo.

     Ver el lago desde las alturas con esas hojas de colores encima, ver árboles con esos matices reflejarse en él, escuchar la melodía que produce el viento junto a las aves... todo esto me hace sentir saciada, completa y satisfecha. Como quisiera vivir todos los días de mi vida en un lugar igual. Sin miedos, sin dolor, sin preocupaciones, sin restricciones, con la oportunidad de amar y ser amada. Sería más que feliz, sin duda.

     Un suspiro se me escapa y me permito dar algunas vueltas, elevarme y dejarme caer sin mover mis alas para luego extenderlas y volver a ascender.

     Por mi mezcla, el color de mi piel me hace parecer más humana, en cambio, las escamas de mi dragón son similares a mi pelo: oscuras y relucientes. Esto, porque pertenezco a Dunkel, al igual que mi padre. 

      Llevamos seres aparentemente inexistentes en nosotros que se reflejan de una u otra forma, y que nos diferencian de la verdadera humanidad. Esa humanidad que en su ignorancia prefiere hacer caso omiso a las señales y sucesos que afirman la existencia de otros seres. Aunque, eso es conveniente para nosotros. En mi mundo hay muchas reglas y una de ellas es que debe seguir siendo inexistente ante ellos, a menos que su deseo de conocernos sea casi una necesidad. Mientras menos sepan de nosotros, mejor.

     Ellos son parte de la hermosa creación, unas de las primeras criaturas existentes. Los seres sobrenaturales somos una especie de actualización, distintos modelos, con diferentes características y habilidades. Pero carecemos de muchos privilegios que tienen los humanos, a pesar de que poseemos habilidades extraordinarias.  

     No tengo muchos genes de lobo, pero tengo la agilidad y la visión. Por genes vampíricos cuento con la velocidad, oído, sed de sangre y fuerza. Los genes de dragón abundan en mi organismo, además tengo el don de leer y borrar la memoria... pero eso no quiere decir que esos poderes opaquen otras características que poseo, ya que las mismas pueden reflejarse de distintas formas, y una de ellas es por medio de emociones como rabia y dolor. 

     Elevaciones después, salgo de mi ensueño placentero, cuando detecto un olor, un olor a lobo que al parecer estuve ignorando. Miro hacia abajo y no veo a nadie, pero sea quien sea, no puede estar lejos. Está cerca. 

     Mi instinto me hace caer de picada al lago, volver a mi forma humana y nadar para salir del agua.

     Tomo mis cosas y me visto a la velocidad de un rayo, para volver a correr, pero esta vez lejos del lugar. No por miedo, ni por debilidad, sino porque existe la posibilidad de que aquel lobo me haya visto y este territorio no pertenece a mi linaje. Me detengo cuando creo estar lo suficientemente alejada de la criatura.

     —Scheissesusurro en alemán, intentando descargar un poco de la frustración que siento. 

     Envuelvo mi cabello lo más que puedo y luego empiezo a comer una manzana con todos los sentidos alerta, sintiendo mi corazón latir demasiado rápido y de forma anormal.

     Mi nana me lo advirtió, y no fui capaz de obedecer. Ella al igual que mis padres siempre me lo advierte. 

     Suspiro, meditando la situación.

     Pronto vendrá el invierno, no sé a dónde iré, pero no regresaré a casa. La estaría poniendo en peligro si ese lobo me notó. 

     No hay que ser muy intelectual para darse cuenta de la velocidad a la que corrí, porque aquí la estúpida soy yo.

     —Sí que lo soy —murmuro.

     No debo seguir desafiando al destino, no sabiendo cómo puedo terminar y lo que eso puede causar. Ya fue suficiente. Tengo que resignarme.

     Termino la manzana y comienzo a comer otra sintiendo ansiedad y nervios. Minutos después, siento su olor otra vez, pero me mantengo quieta. Se vuelve más y más fuerte según se acerca. Hasta que me inunda por completo, cuando se detiene a mi lado.

     —Tú... tu-ú...

     Sigo masticando con lentitud.

     —Corres como vampiro —dice en inglés, después de varios segundos en silencio, con un marcado acento alemán—, y-y volaste. Volaste y...

     Es certero, vió lo que no quería que viera. 

     Levanto la mirada, y más que un posible atacante, me encuentro a una chica castaña que parece ser un cachorro perseguido en vez de haber realizado una persecución.

     —¿Vienes sola? —Me levanto y sacudo la parte trasera de mi pantalón, respondiendo en mi lengua materna.

     Ella retrocede, mientras que en su mirada abunda el temor.

     —No me hagas daño, yo solo te vi, no fue mi intención, lo siento, yo... —Apenas logro entender lo que dice por el manojo de nervios que está hecha, ni siquiera termina la oración y empieza a alejarse con pasos apresurados.

     Ruedo los ojos y suelto un bufido, al percatarme de que no hay nadie más por los alrededores.

     —Oye, espera.

     —Olvídalo, te juro que no se lo diré a nadie. —Me mira de soslayo, por encima del hombro, y continúa caminando—. Esto fue un error y, un error. Eso

     —Creo que sabes que no puedo dejarte ir, de todos modos, tampoco te haré daño.

     Se detiene, se gira y me mira con la sorpresa mal disimulada en sus ojos.

     Tienen el Mundo oculto tan infestado de difamación a los híbridos, que a mí, el hecho de que mi afirmación le sorprenda, no me sorprende. 

     —¿No vas a asesinarme por verte? 

     Niego, mientras ella me mira directo a los ojos. Mi breve intento de introducirme en su mente y borrarle la memoria se queda siendo eso: un intento.

     —¿Estás perdida? —Procuro distraerla, mientras pienso qué hacer, con un pequeño martilleo en la cabeza. ¿Qué hago si no puedo borrar su memoria? ¿Asesinarla? 

     Asiente, desconfiada.

     —Sí.

     «¿Acaba de decir que sí a que la mate?»

     —¿Cómo te llamas?

     —Arian... —susurra—, Arianna Volk.

     Analizo su rostro mientras caigo en cuenta.

     —Eres la hija de Sebastian —afirmo.

     Ella asiente, mirándome por el rabillo de ojo.

     —¿Qué haces por aquí, Arian? Tan lejos de casa. 

     Diría que la respuesta no me importa ni un poco, pero no es así. ¿Y si sospechan de algo que se encuentra en este bosque? 

     —¿En serio no me harás daño?

     Niego, cansada de la situación, y frustrada por no saber qué hacer. En realidad no quiero tener que asesinarla. 

     —No —carraspeo—. Andas por este bosque en ese estado, tan débil.

         No fue una pregunta.

     —Hace poco fue mi transformación —dice, acercándose con cautela.

     —Entiendo, eso explica todo —La observo con detenimiento.

         Yo no podría hacerle daño, sería incapaz... «a menos que ella me obligue a volverme capaz».

     —Para haber llegado hasta aquí
—señalo a nuestro alrededor—, llevas varios días en el bosque. Algo muy peligroso en tu estado. Has tenido suerte. 

     —Lo sé —mira detrás de ella, pasándose una mano por el cabello—. Salí de mi territorio por el río. Me alejé demasiado y perdí el rastro que debía seguir para volver. 

     —Ah. Querías que no te encontraran, y terminaste perdida —observo, reflejando un pequeño atisbo de gracia.

     Ella niega en respuesta, a la vez que suspira.

     —En realidad no. Hace casi dos días fue mi transformación, encontré a mi compañero y... 

     La palabra en la oración me lleva al lugar en el que entendí su significado. Las imágenes en mi cabeza me hacen dejar de escuchar y, sin avisar, la punzada en mi pecho hace que me retuerza hasta caer de rodillas al suelo. Recordarlo de repente. Es como si una flecha arremetiera contra mi corazón. 

     «Sus manos acariciando mi piel, sus labios recorriendo mi cuerpo, mi calor haciéndole arder, su olor exquisito deleitándome. Ese aroma que se introdujo en lo más profundo de mi ser... hasta en mis pensamientos».

     Un quejido agudo brota de mi garganta.

     De esto hablaba.

     Los humanos pueden elegir, y siempre lo hacen mal. Nosotros no, y solo el uno porciento de las veces sale mal. Yo soy parte de esos seres a los cuales, afortunadamente, les ha tocado vivir el uno porciento.

     —Ay, no —Siento sus manos envolver mis brazos e intento apartarme. Lo hago con dificultad, agarrándome de la corteza resbalosa de un pino al perder un poco el equilibrio y ella, sorprendentemente, también me ayuda—. Perdóname.

     —No es tu culpa. —Mi voz suena ronca, y lo que digo es apenas audible.

     «Como odio sentirme así por ti». Es como si todavía fuese el equívoco centro de mi vida.

     —Yo ya me acostumbré a todo esto. —Acaricio mi pecho y me alejo de ella. Miento. Claro que miento, porque no soy tan masoquista como para acostumbrarme al dolor. Porque no quiero vivir así siempre y nunca voy a acostumbrarme a algo que detesto.  

     Otra pregunta se agrega a mi interrogatorio, segundos después:

     —¿Por qué no escapas? —Pego mi frente a la madera viva y trago con dificultad, tomando aire hasta que logro estabilizarme.

     —Eres una híbrida —dice, obteniendo toda mi atención—. No soy tan estúpida como para escapar sabiendo de lo que eres capaz, y, además, yo hice que te doliera.

     No digo nada y empiezo a caminar, alejándome. Ella me sigue.

     —¿Me guías...?

     «Esto es cada vez más agotador».

     —Si no recuerdo mal, te ibas.

     Escucho una pequeña risa proveniente de ella.

     —Tengo una inclinación por que me demuestren lo que ya sé. 

     —Interesante —respondo, lo más cortante que me sale. 

     —¿Me ayudarás? —Pregunta unos segundos después.

     —No soy una niñera. Y agradece que no te asesine por lo que has visto. 

     —No tengo que agradecer eso, cometiste un error transformándote. Tú deberías agradecer que fui yo quien te vió.

     Justo en tu cara. 

     Carraspeo y continúo caminando a la vez que esquivo algunas ramas.

     —Tienes razón —acepto—, pero no puedo ayudarte.

     —Puedes hacerlo. No le contaré a nadie lo que vi, lo prometo.

     Promesas.

     Me detengo. Ella choca contra mi espalda, por un momento me invaden las ganas de disculparme, pero no lo hago. Me doy la vuelta para verla a los ojos, inclinando un poco el rostro por su estatura.

     «Ni siquiera sé cómo pretendo dejarla ir así por así».

     —¿Por qué no me temes? —Inquiero.

     —Creí que ya lo sabías. Intimidas, pero desde el primer momento lo que emanas me dice todo eso que guardas. No soy como tú, pero sé lo que se siente serlo. Tu mirada es muy expresiva. —Me sonríe, como suelo sonreírle a mi nana.

     Me cruzo de brazos, a la defensiva, y aún sintiendo la molestia en mi pecho. Estoy inquieta, con innumerables preguntas.

     «Y lo peor es que cada vez se agregan más a la lista».

     —Está bien. Entonces, ¿eres una mujer loba con un don?

     —Sí. Puedo descubrir y percibir muchas cosas en forma de sensaciones.

     Suspiro, resignada.

     Si es así, es posible que ya conozca hasta mis apellidos.

     —No puedo guiarte. —Le doy la espalda, empiezo a caminar y, de nuevo, tal y como esperaba, ella me sigue.
 
     —Sé cómo son los demás híbridos, cuáles son sus mezclas. Y la tuya es dragón y supongo que también eres algo vampiresa. Eso me confirma que no estás registrada, probablemente nadie sabe que existes.

     Permanezco en silencio, observando los árboles que se alzan a nuestro alrededor, mientras reduzco la velocidad de mis pasos y saboreo sus palabras.

     «Una vez más Adalia tenía razón».

     No debí transformarme.

     He cometido la estupidez de dejarme llevar, como consecuencia, ahora estoy expuesta ante una loba. Y no cualquier loba. Tiene un don, y además es la hija del Beta de la manada de hombres lobo más fuerte en la actualidad.

     Todo ha sido un error, solo uno, pero, desgraciadamente, uno gigante. 

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