~ Epilogue ~
Cinco años después.
Aleksandre
¿En qué momento hoy se volvió ayer y mañana se convirtió en hoy...?
Alguien que me diga como es que mis bebés crecieron tanto como para estar a punto de recibir su primer entrenamiento cuerpo a cuerpo; yo aún no lo asimilo.
—¿Esto es real? —Ella se detiene justo a mi lado con los brazos cruzados y la mirada fija en las tres matas de cabello negro que nos dicen adiós.
Creo que somos dos sin asimilar el paso del tiempo.
Aparto la mirada del camino cubierto por las hojas del otoño, a través del cual mis padres se llevan a los trillizos alegando que Alexa y yo necesitamos tiempo a solas y ellos empezar a entrenar.
Tiempo a solas, eso que solo tenemos cuando nuestros hijos están jugando o se duermen encima de nosotros y tenemos que dejar a cada uno en sus respectivas camas. Tienen hora de dormir y ahora que han iniciado sus entrenamientos no solo les toca estudiar, por lo que inician el día demasiado temprano para mi gusto, porque prácticamente deciden dormir en la madrugada. Su madre y yo no solemos cumplir sus caprichos, pero en eso somos un poco flexibles.
No hemos descuidado su crianza pues, aunque cada uno es distinto, hay cosas que nosotros tenemos que enseñarles como la lealtad y el respeto. Uno de los tres se convertirá en Líder de Wachsend, y a medida que han ido pasando los años desde que mi esposa es la cabeza de la Asamblea de Líderes, ese título ha ido adquiriendo un peso que Laurence, Lorenzo y León tendrán que ganarse. Más que competir es una manera justa de elegir a mi futura sucesora o a mi futuro sucesor.
Salgo de mis pensamientos al escuchar un carraspeo cerca de mi oído.
Enfoco aquellos ojos grises que justo ahora reflejan el clima nublado que nos advierte de la lluvia. Se ven más oscuros, brillan con anhelo, con satisfacción y la felicidad que me acostumbré a ver reflejada está plasmada en ellos.
—Otra vez pensando en eso —a veces se me olvida que, así como yo soy suyo, mis pensamientos también lo son—. Laurence no tendrá que luchar por el puesto, lo sabes muy bien.
La sola idea del significado de aquellas palabras me atormenta día a día, porque detesto el pensamiento de que en un futuro no muy lejano nuestra hija pueda llegar a odiarnos.
—Cariño —acuna mi rostro entre sus manos—. Ya olvídalo, ellos crecerán y tendrán que afrontar la realidad.
—No puedo olvidarlo cuando se me cuadriplica el instinto protector y mucho menos cuando ella podría pensar cosas horribles de sus padres si llegara a enterarse.
—No lo hará si cuando tenga la edad suficiente le decimos cómo pasó todo.
—No hacemos nada manteniéndolos alejados, Alexa. Laurie es una Dunkelense y su tío gobierna el reino de los Clear... —tomo aire, pendiente a cada facción de su rostro—. Crecen sin dejarnos asimilarlo, puede que mañana él la arrebate de nuestro lado, porque, aunque le contemos cómo pasó todo, no dejará de amarlo.
—No queremos que deje de hacerlo. Él es suyo. Nuestra pequeña no merece sufrir —acaricia mi piel con sus dedos suaves—, sé que pensar en su futuro es difícil, sabemos que la madre de Arnau se encargará de que el reino quede en manos de su hijo a penas él crezca, y, nos guste o no, nuestra hija es su Reina.
—¿Y si la rechaza cuando sepa que los padres de su compañera mataron al suyo?
Niega.
—Por más que su madre intente influenciarlo no lo hará, le tengo fe a ese niño.
—Debiste dejar que la matara a ella también.
—¿Te estás escuchando? —Me suelta—. ¿Qué justificación tendrías si hubieses matado a su madre? Aleksandre no sigas así de ciego con esto. No vamos a manipular la vida de nuestra hija y mucho menos a base de mentiras. Nos encargaremos de criarla como una Wolf Schwarz, pero una vez crezca solo nos encargaremos de seguir amándola y de estar ahí para ella, su vida, incluyendo el sentido amoroso, es solo suya. ¿Me entendiste?
Tomo sus manos y las llevo a mi rostro, haciendo que vuelva a acunarlo entre ellas.
—Joder, sí . Lo sé —mi mirada se desvía hacia el techo durante unos segundos para luego volver a clavarse en la suya—. Pero entiéndeme, no resisto la sola idea de pensar en Laurie odiándonos.
—Te entiendo. Me siento exactamente igual con los tres, y aunque con ella es más complicado, confío en nuestra pequeña, en que Arnau White será bueno con nuestra hija. Si no es así, estaremos aquí para ella, pase lo que pase —expresa, llena de confianza—. Ya no te atormentes más, deja de querer matar a la desgraciada de su madre, no vale nuestra paz. Tampoco intentes hacer lo que mis padres hicieron conmigo.
Pienso en Acel y Julian privándola de crecer junto a su hermano, diciéndole que uno de sus dones estaba limitado y guardándole otros secretos de su vida y del Mundo oculto; recuerdo cómo se sintió al ir descubriendo cada cosa, me hace sentir menos tenso. Me quita gran parte del equipaje que llevo encima al saber que no puedo permitir que a ninguna de mis dos rosas vuelvan a hacerle daño.
—¿Entendido?
Asiento.
—Entendido, mi Reina.
Acerca su rostro al mío y me besa lentamente, dándome a beber de esa medicina exquisita que calma el río cada vez que sube la marea en mi interior, al igual que sus acertadas palabras.
Alexa sigue siendo la mujer jóven y hermosa que me cautivó con solo mirarme, con el paso del tiempo solo se vuelve más letal y hermosa. Su manera de tocarme, de besarme, de contemplarme y de hacerme cada vez más suyo me hace saber que no me equivoqué ninguna de las veces que dije lo privilegiado que soy al tenerla como mía.
Se adentra en la casa un poco alejada de nuestra mansión en la Ciudad de Wachsend, esa que solemos ocupar al querer tiempo a solas para nosotros y nuestros hijos, tras darme un último beso.
La sigo con mi mirada, mientras sube las escaleras hasta que desaparece en el piso de arriba.
El sutil contoneo de sus caderas en serio me pone mal.
Me adentro en la cocina para hacerle algo de comer, porque se ha vuelto jodidamente floja con el tema de su alimentación. O tal vez lo que le encanta es ponerme a cocinar solo para ella, cada vez que lo hago me observa con suma atención como si estuviera haciéndole un poema.
Sabe que me enoja si no se alimenta bien.
Es terca.
Le encanta ser mi Reina castigada a punta de orgasmos cuando me hace enojar.
Y ahora estoy enojado porque no come nada desde ayer en el desayuno.
—¡Fiera, ven aquí! —Coloco su plato encima de la isla de la cocina.
—¡Estoy ocupada!
—¡Ven o subiré a buscarte!
—Te estoy esperando.
Doy un paso para salir de la cocina pero el enojo me hace retroceder.
—No caeré en tu juego, ahora no estoy de humor, ven a comer.
—Eres un exagerado —suelta, seguido de una risa al tiempo que desciende por las escaleras.
Al verla siento como algo más que el tamaño de mi pupilas crece.
—Cielos, Alexandra.
No reconozco mi voz, pero no me preocupa, ya estoy acostumbrado a perder el aliento en este tipo de situaciones, porque nunca me acostumbro a la belleza majestuosa de mi mujer.
—¿Te gusta? —Pregunta, modelando para mí.
—Me encantas —apoyo los codos sobre la encimera.
—Hablo del conjunto de lencería.
—Sí, sí. Te queda de infarto, fiera. —La recibo entre mis brazos cuando viene hacia mí—. Pero no sé para qué los compras si sabes que me dan ganas de romperlos.
—Los compro porque me gusta verme en ellos, esa mirada que tienes justo ahora y porque me encanta provocarte ganas de romperlos para llegar a mi piel, Liebe —posa sus labios sobre los míos en un beso apenas perceptible, luego toma mis manos y las quita de su trasero—. Ve a darte otra ducha y ponte de ese delicioso perfume para mí.
Mi frente se arruga pero no puedo hacer más que reír cuando se sienta en un taburete y toma el cubierto.
—Voy a desayunar mi pasta —toma un bocado.
Salgo de la cocina, sin embargo, no consigo evitar soltar la carcajada que intento retener al subir hasta nuestra habitación.
Como me encanta esta mujer.
❆ ~•❆•~ ❆
La nieve cae sobre aquellas partes de nuestros cuerpos que se encuentran a su merced. El frío no es suficiente para aplacar la ira que invade a todos los que en medio del campo de batalla están dispuestos a aniquilar cualquier cosa que respire con la palabra «Enemigo» incrustada en la frente.
Las puertas de Clearings están cerradas tras nosotros, nuestra hija se encuentra escoltada por varios de nuestros hombres y su tío ahí dentro, y mientras ellos están allí, ninguno de los que estamos aquí afuera pretendemos dejar que alguien no autorizado llegue a ella.
Al frente de nuestro ejército, se encuentra la mujer que hace unos minutos encontré con una imagen que me dolerá toda la vida, pero esta que tengo a mi lado es una renovación de toda ella. Luce hermosa, fuerte y decidida a terminar con el mayor de nuestros problemas: los Jerarcas.
Los dos que quedan nos observan con burla, pues para ellos hemos sido tomados por sorpresa. Cuando en realidad el consejo de mi padre me hizo tomar todas las precauciones existentes para no perder el control de esta situación. Esa carta en la que Benedetto me informó de todo fue demasiado evidente. Querían hacerme perder el control y que fuera a buscarlas sin pensar en nada más que en ellas para luego emboscarnos.
Hubiese sido un plan increíble si yo no hubiera tomado precauciones al respecto.
—Alexandra, Alexandra, Alexandra... Creíamos que para estas alturas de juego ya estarías en peores condiciones que Adara Soiledis, pero debemos reconocer que has sido muy resiliente.
Observo a Anker a poca distancia de nosotros mirando a Edilius con rostro impasible.
—¿Te enorgullece ser un maldito violador, Edilius Vasileiou? —Las palabras del griego destilan odio, pero me sorprende el que no le salte encima, a pesar de que le conté todo lo que le han hecho a su madre horas atrás—. Porque los Líderes que hay aquí apoyándote para luchar en contra de la Reina que está destinada a gobernar el Mundo oculto, deberían saber que todas las leyes y tratados en contra de los híbridos solo eran pantallas para atraparnos y utilizar nuestra sangre en contra de los humanos.
Silencio.
Él camina lentamente hasta quedar justo enfrente de él.
Alexa me dedica una mirada.
—Si se lo preguntan, soy Anker Sierich Soiledis. —Habla de manera que todos lo escuchamos. Le satisfacen los rostros incrédulos que lo escanean de arriba abajo—. No saben todo lo que me encantaría hacer con ustedes, malnacidos. Pero luego de esta guerra tendré suficiente con pisar sus cadáveres.
Se escuchan risas del bando opuesto.
—Pero si ustedes ni siquiera se acercan a nuestro número con su ejército de sufridos —canturrea Benedetto que al ver a Bianca colocarse al lado de Anker no puede contener la rabia e intenta tomarla del cabello, cosa que el griego no permite cuando se acerca más a ella.
—Es un placer volver a verte, prometido querido.
—Zorra traidora.
Una cachetada de Bianca lo silencia.
—Agnes, querida —Edilius le habla a la mujer que se encuentra a su lado—, esta es la mujer que se hizo pasar por ti.
—Lo sé —dice la vampiresa dando pasos decididos hasta colocarse justo al lado de Bianca, su pariente.
—Ustedes son tan predecibles —suelta la rubia mirando a la mujer que se encuentra a su lado.
—Bianca —murmura Alexa acercándose a ella—. Me debes una explicación.
Tras eso, se coloca justo enfrente de Edilius y Benedetto.
—¡Escúchenme todos! ¡Todo el daño que han causado Edilius Vasileiou, Antarktis White, Benedetto Bertuzzi y sus antepasados hoy será enterrado al igual que sus cabezas y su linaje!
Ellos la observan con temor, buscando alguna alternativa para escapar.
—Todo aquel que luche en contra de lo establecido por Lo divino, conoce su fin y ese será hoy —Se gira hasta quedar enfrente de nuestro ejército—. No tengan piedad.
—¿Con este ejército vas a vencernos, híbrida?
Silencio.
Uno tenso y expectante se extiende durante algunos minutos en los que todos esperan a que ella hable.
Primero Aiker se abre paso entre la multitud hasta colocarse a su lado, con la corona de Clearings sobre su cabeza, luego en medio de los nuestros aparece un gran número de aparentes humanos con vestiduras blancas: Los Sierich, que con gesto concentrado empiezan a formar un escudo alrededor nuestro; después Acel Pierce se coloca al lado de los nuestros con un ejército de vampiros detrás de ella, dispuestos a demostrar su lealtad hacia la Reina de Dunkelheit.
—Gracias por preguntar.
Me deleito con sus caras y como hacen señales para que los experimentos, aquellos humanos que en un principio no eran una preocupación, se lancen hacia nosotros chocando con una pared invisible que termina incendiandolos con fuego.
Cuando la batalla empieza y nuestro ejército se dispersa, la protección de los Sierich sigue con nosotros.
Alexa le arranca la cabeza a Benedetto sin mucho esfuerzo, y la pone cabeza justo en las manos de Bianca.
Cuando es el turno de Edilius se toma su tiempo, quemando a todo aquel que intenta impedirlo y a la vez haciéndole saber porqué es la elegida.
Cuando le arranca la cabeza con sus propias manos, aunque me encuentro luchando con tres vampiros al mismo tiempo, disfruto verla sin un jodido rasguño, no por la protección, sino porque ninguno de esos dos malditos logró tocarla. Ella lo incendia con su aliento, y luego busca otro rival, deshaciéndose de los peones que se entrometen en su camino, con su espada.
La lucha se extiende, unos se rinden, otros como los dragones de Clearings deciden luchar de nuestro lado al aceptar el liderazgo de su nuevo Rey.
La pureza de la nieve es manchada con sangre, y es decorada con los cuerpos sin vida. Alexa, junto a Aiker y los demás Dunkel se concentran hasta crear un lago de fuego al que son lanzados todos los cadáveres, excepto el de una persona a la que pretendía hacer sufrir con mis propias manos.
Antarktis White.
Me encargo de romper cada uno de sus miembros y de clavarle mi espada en la garganta vivo, sin embargo, no espero a que muera para lanzarlo al lago de fuego; lo lanzo aún estando vivo. Cumpliendo así su sentencia y la de sus dos antiguos compañeros, quienes lo siguen en su camino al infierno cuando Alexa arroja sus cuerpos.
Salgo de entre mis recuerdos y no puedo evitar sonreír.
Esa fiera a la que todos le temen y respetan es la misma que justo ahora descansa entre mis brazos.
Esa que decidió ser mía y de nadie más.
Me tomo mi tiempo trazando figuras invisibles en la piel de sus brazos, recojo su cabello y con paciencia le hago una trenza francesa más concentrado en sus pestañas negras acariciando sus pómulos que en hacer bien mi tarea, aunque, a pesar de la poca concentración, logro un tejido casi perfecto. Cuando termino acaricio su cuello, despacio, hasta llegar a las marcas cicatrizadas y luego trazar la L en su nuca.
—Nunca he preguntado por qué me haces trenzas, ni cómo aprendiste a hacerlas —susurra, acomodando su cabeza, la cual descansa sobre la sábana en mi regazo—. ¿Liebe?
—¿Mmm?
—Cuéntame —toma mi mano y la guía hacia su espalda para que la acaricie.
—Aprendí a hacerlas porque mi madre de pequeño me decía que si llegaba a tener una hermana tendría que ayudarla a cuidar de ella —niego ante el recuerdo.
—No la tuviste.
—Murió antes de nacer, fiera. —Su respiración se detiene unos segundo tras escucharme—. Pero no te preocupes, eso hace demasiado tiempo, ni siquiera es algo que tenga permiso de mencionar. El punto es que aprendí a tejer el cabello y nunca se me ha olvidado. El tuyo es muy suave y hermoso, no me gusta que se maltrate.
—Pero bien que tiras de él cuando te pones muy calie…
—Es la primera vez que te escucho quejándote.
Suelta una risa leve.
Su mirada me traspasa cuando levanta el rostro. Sus manos se cuelan entre las sábanas hasta tenerme en sus manos, masajeandome. Se me escapa un gruñido de satisfacción y mis caderas se elevan instintivamente. Segundos después deja de mirarme como si estuviera frente a una obra de arte y se sube a horcajadas sobre mí luego de apartar las sábanas de nuestros cuerpos. Mueve sus caderas sobre mi miembro demostrándome con hechos su excitación, pues además de sus acciones, su intimidad cada vez se frota con más facilidad contra mí gracias a los fluidos que emanan de ella.
Aparto mi mirada de su rostro y la deslizo hacia en medio de nuestros cuerpos justo cuando ella nos une. Mis labios buscan los de ella mientras me hace suyo de manera enloquecedora, mis manos acarician toda su piel, mis oídos se deleitan con los gemidos que suelta cuando abandono sus labios y llego hasta la cicatriz de su pecho. No solo la beso mientras ella me hace el amor de aquella manera tan necesitada y ansiosa, sino que también le demuestro una vez más como la admiro.
Admiro a mi mujer, a la reina del Mundo oculto que me ha hecho su hombre y su rey.
—Liebe…
Detengo el movimiento tan acertado de sus caderas que nos lleva a los dos al borde del abismo de placer al que ambos queremos llegar. Pero los dos sabemos que no solo se trata de llegar a nuestro destino, también se trata de disfrutar el camino. Aunque, justo en este momento, ella me fulmina con su mirada cargada de deseo, sacándome una sonrisa que ni mordiéndome los labios consigue borrar.
—Deja que me mueva o lo paga… —su propio gemido la interrumpe cuando después de salir de su interior vuelvo a clavarme en su piel, enterrando mis dedos en sus caderas cuando gimo igual de fuerte que ella.
—¿Qué decías? —Vuelvo a repetir el movimiento.
Lo hago varias veces más, intensificando nuestro placer, hasta que ella pierde la paciencia, toma mis manos y las retiene alrededor de su cintura para usarme a su antojo. Tal vez el peor de todos mis problemas mentales es ese, que me encanta que me use para su propio placer porque al hacerlo me arrastra con ella y me satisface hasta que no hay punto de separación alguno entre nuestras almas.
Su respiración agitada golpea mis labios, provocándome hasta que los devoro al igual que sus senos cuando me los sirve como la receta más exquisita en bandeja de plata para su rey.
Aunque hayamos llegado uno detrás del otro no para de moverse. Me exprime en su interior hasta escucharme gemir contra su oído, hasta que el fuego de la hoguera que fue aplacado por un instante vuelve a aumentar.
Muerdo el camino entre sus senos hasta llegar a su cuello, luego tomo su cuerpo y la pongo contra el espaldar.
—Es mi turno, fiera.
—Los niños —murmura.
Suelto un gruñido de frustración.
—Oh, cielos. Otra vez no, por favor.
—Necesito que…
—Ambos lo necesitamos.
—Utilice alguna de esas estrategias que siempre tiene bajo la manga, líder de Wachsend.
—¿Cuál se supone que utilice ahora, meine Dame? ¿Debo hacerle una emboscada? ¿O ponerle una bomba?
—Ambas.
—Entonces separa bien las piernas —murmuro contra su oído al tiempo que mis manos descienden desde su cuello, pasando por sus senos y recorriendo toda su piel hasta llegar a su abdomen—. ¿Qué tan cerca están?
—Mil quinientos metros —jadea.
—Eso es más que suficiente.
❆ ~•❆•~ ❆
~ Alexa ~
—¡Mami! ¡Papi!
Alek se carcajea cuando tomo las sábanas sucias y las pateo hasta que están debajo de la cama. Nos dió tiempo a aplacar el fuego, a ducharnos y a cambiar las sábanas de nuestra cama. Por más que intentemos prohibirles el paso a nuestra habitación a esa edad no logran comprender por qué deben respetar nuestro espacio. Me aterroriza la idea de que nos vean haciendo algo para mayores. Quiero que los tres disfruten cada etapa de sus vidas, sin prisas. Y sin duda ésta, de inocencia, deben conservarla hasta que deba cambiar, que, espero, no sea pronto
—¡Papá!
—¿Qué pasa, mi pequeña leona? —Toma a Laurie cuando ella le abre los brazos para que la suba a nuestra cama. León y Enzo lo hacen por su propia cuenta, este último más serio de lo normal que no me llena de besos como su hermano.
—Enzo está triste.
La mirada de Alek evalúa a nuestro pequeño, que se mantiene alejado de nosotros, a diferencia de sus mellizos.
—Cariño, ven con mamá —le tiendo mi mano, mientras que con mi otro brazo sostengo a León, parado en la cama deshaciendo la trenza que minutos atrás me hizo su padre.
Enzo acude a mi llamado mientras Laurence le cuenta a su padre lo que le sucedió susurrándole al oído.
—¿Estás bien, guapo? —Le pregunto al tenerlo como a su hermano. Beso las mejillas de ambos sonoramente repetidas veces—. Dime o te haré cosquillas hasta que llores de la risa.
—¡No, mamá, por favor!
—¡Hazme a mí, mami! —Mi pequeña salta a mis brazos.
—No sé por qué le gustan las cosquillas —murmura León concentrado en su tarea.
—A ti no te gustan porque eres un amargado.
—¡Laurence! —Le reprende su padre.
—Perdón —lo mira con ojos de cachorrito mojado y cuando nota la seriedad en el rostro de su padre me mira a mí, enredando sus brazos en mi cuello, encontrando la misma expresión.
—¿Qué hemos dicho de los sobrenombres, princesa?
—Lo siento, es que lo olvido. —Su sonrisa nos deja saber que no lo siente en lo absoluto.
Alek toma a Enzo y lo sienta en la cama justo a su lado, provocando que Laurie y León también se sienten, este último aún estando sentado lucha para deshacer el trabajo de su padre.
—Enzo, si quieres puedes contarnos lo que ha sucedido. Estamos aquí para escucharte.
Los cuatro nos mantenemos en silencio durante unos segundos, intentando no presionarlo, hasta que suelta un pequeño suspiro y jugando con sus dedos, cabizbajo, se decide a hablar.
—Mara se enojó conmigo otra vez.
—¿Sabes por qué? —Pregunto, atenta a su pequeño rostro.
—Le toqué el cabello.
León suelta una risita, llamando mi atención.
—León.
—Es que está enamorado de ella, mamá.
—Es cierto —Laurence apoya a su hermano aplaudiendo entusiasmada—. ¿Se casarán?
Aleksandre entrecierra los ojos en dirección a nuestra hija, que al notarlo le sonríe ampliamente.
—Yo también quiero casarme, papi —Se acerca a él y lo abraza, luego besa su mejilla. Esa niña es una listilla—. ¿Puedo?
—No, nunca.
—¡Aleksandre!
Él suelta un gruñido.
—No hasta que tengas treinta, princesa.
—¡Pero papá! —La genuina tristeza en su rostro me encoge el corazón—. Para eso faltan muchos años.
—Cariño, estás muy pequeña para casarte al igual que tus hermanos. Todo tiene su tiempo.
—No es justo que Enzo tenga novia y nosotros no —suelta León, acariciando mi cabello.
Suelto un suspiro.
«Cuando no es Laurie y León contra Enzo, son Laurie y Enzo contra León».
—Escuchen bien, los tres. Principalmente la señorita Laurence que ha estado hablando de casamientos. —Los miro a los tres, o tal vez debería ser a los cuatro, porque si mi esposo cree que Laurence no volverá a ver a Arnau hasta los treinta está muy equivocado—. Cada ser del Mundo oculto tiene un compañero o una compañera. Siempre habrán dos que estarán destinados a encontrarse algún día. Normalmente sucede el día de la transformación o después por la agudización de nuestros sentidos y otras razones que luego ustedes entenderán.
—Lorenzo ya encontró a su compañera, aquí, a los días de nacido porque su destinada vive entre nosotros a pesar de ser humana. Esa es Naimara, pero aún no es tiempo de que se casen. Deben conocerse y cuando llegue el día de la transformación de Enzo, ambos deben decidir amarse uno al otro. —Agrega Alek.
Los tres nos escuchan con atención, como si le estuviéramos contando un cuento para dormir.
—Por esas y otras razones, Enzo debe respetar a Naimara. A ella no le gusta que le toquen el cabello.
—¿Ni siquiera yo? A mí me gusta mucho —replica Enzo, con los dedos entrelazados.
Suelto una risa leve.
—Debes hablar con ella al respecto, hijo.
—¿Y si no quiere escucharme?
—Intentalo, luego veremos —respondo.
Un carraspeo de mi esposo llama mi atención. Sus ojos se posan en los míos, observándome con picardía.
—Si no quiere escucharte, has que te escuche. Puedes regalarle flores del jardín, darle esas frutas que tanto le gustan, regalarle un lobo, un caballo o invitarla a la biblioteca… ella es tu destinada, Enzo, pero aún así debes correr riesgos para conquistarla de tal manera que solo tú puedas tener acceso a través de sus fortalezas.
—¿Así fue con mamá?
—Sí, pequeño. Tuve que ganarme su corazón.
—No es cierto —los cuatro me observan—. Se lo robó, con una mirada.
Un brillo se enciende en los ojos de mi pequeño Enzo, y luego una media sonrisa se estira en su labios.
—A Mara le gustan mis ojos.
Alek suelta una risa leve.
—Entonces mírala fijamente cada vez que estén cerca, verá a través de ellos todo lo que hay en tu corazón; incluso tu amor por su cabello, tu amor por ella... y en algún momento dejará de huir de ti.
No existen palabras para lo que siento cada vez que estamos así, los cinco, reunidos, hablando, Alek y yo contándole cosas acerca de nosotros mientras ellos nos escuchan atentamente con ese brillo de anhelo grabado en sus ojitos. Sin duda ellos son mi lugar feliz.
❆ ~•❆•~ ❆
Sentada en mi despacho, de vuelta a la mansión, observando la daga que reposa encima del escritorio no puedo evitar recapitular todo lo que ha pasado con el transcurso del tiempo. No solo han sido eliminados los tratados y leyes en contra de los híbridos, sino que también, cada uno de nosotros ha sido asignado para una tarea en específico. La mía era detonar todo para que lográramos obtener nuestra anhelada libertad y proteger a los humanos de la extensión que iba a provocar el virus creado con la sangre de Adara Soiledis; el mismo que aún a esas alturas de juego sigue afectando, aunque no demasiado. Sin embargo, fueron miles los contagiados y a día de hoy aún se puede hallar algún experimento vagando por el Mundo oculto o por el Mundo no oculto.
Goldie Agnes, conocida de Bianca, sigue perfeccionando y aumentando las dosis de la cura; la misma que es hecha con mi sangre.
Luego de aquella batalla decisiva en la cual acabamos con los tres Jerarcas y todos sus aliados, fuimos al rescate de Adara. Al estar frente a ella entendí por qué yo debía liberarla, entendí una vez más que todo sucede por una razón. Ella no recibió varias balas mortales que destrozaran su corazón, pero fue violada cientos de veces a lo largo de los años, su corazón fue acribillado, su poder fue reducido a nada, el anhelo de libertad terminó siendo un sueño prácticamente imposible; su piel fue marcada, los cimientos de su alma fueron echados abajo hasta que no quedaron en ella ganas de luchar.
Cuando mis ojos se posaron en los suyos de cerca comprendí que, así como yo necesité resurgir de las cenizas, ella también lo necesitaba. La diferencia, es que ella no solo necesitaba donantes de sangre, necesitaba un ejemplo viviente que la inspirara a levantarse de las cenizas en las que se encontraba para volver a encenderse.
Yo debía ser su ejemplo.
Por alguna razón cada suceso nos llevó a entendernos solo con mirarnos.
Afortunadamente su bebé recién nacido está sano y salvo, su otro pequeño está lleno de vida al igual que su madre, la mujer que justo ahora se encuentra mirándome fijamente con sus ojos conocedores y cargados de un brillo nuevo.
—Aurora quería venir a verte —dice con una sonrisa cómplice—. Está a punto de terminar tu historia, Alexandra.
—No sabes cuanto me alegra, aunque a veces sigo preguntándome en qué momento me convertí en la mujer dueña de una historia digna de permanecer entre los libros del Mundo oculto.
—Desde que naciste.
Niego.
—No somos muy diferentes, Adara. Eres la mujer más fuerte que conoceré en toda mi vida. Durante años, décadas, soportaste todo aquello y jamás te rendiste… pero yo quise rendirme con muy poco.
—Tú eres jóven, Alexa, y aún queriendo rendirte superaste cada obstáculo. Cuando anhelas algo no importa cuanto tiempo tenga que pasar si mantienes la certeza de que tarde o temprano llegarás a obtenerlo. —Su cabello blanco recogido en un moño, haciendo contraste con su piel reluciente, ese porte digno de una reina y todas las vivencias e historias que hay más allá de sus ojos me hacen sentir afortunada de tenerla sentada justo enfrente de mí.
—¿Por qué yo? ¿Por qué esperar a que yo naciera y abandonara toda mi inmadurez para rescatarte?
—Lo sabes. Eres la número siete, y si para ti esa no es razón suficiente, a través de tus ojos vi cada una de tus heridas cicatrizadas, y también vi todas tus ganas de vivir, toda tu fuerza; y me apoderé de ellas.
Extiende su mano por encima del escritorio hasta tomar la mía.
—Cuando le rogué a Lo divino para que me libertara, sabía que tardaría, y a pesar de todo lo que viví, nunca dudé.
Sonríe. Su mirada se aparta de mí solo por un segundo, para viajar al retrato del lobo blanco que decora la pared junto a otros retratos familiares.
—Todos —vuelve a posar su mirada en la mía—, en algún momento, por alguna razón, somos un libro abierto que ministra a otros. Tú eres el que se titula Insumisión, tú, cada una de las personas que te rodean, todos tus miedos, tus temores y tus fortalezas son la fuente de todo el poder que hoy posees. Haces que los demás quieran resurgir para luchar, Alexandra.
Da dos leves palmaditas a mi mano y se levanta, para luego irse de mi despacho, de la mansión y de Wachsend; dejándome una vez más como me deja cada vez que viene de Grecia para hacerme una de sus visitas.
Insumisión…
Con ella empezó todo, y está lejos de terminar.
Nota final:
Creo que es más que evidente lo mucho que me estaba costando despedirme de estos dos. Alek y Alexa me han enseñado muchísimas cosas en estos tres años que estuve trabajando en su historia, la cual ellos mismos trajeron hasta este punto.
Cuando inicié en 2020 no tenía idea de hacia dónde iba, soy escritora brújula, pero si algo tenía presente es que quería la historia de un lobo y una híbrida contada de manera muy diferente a lo que los amantes de este género solemos leer. Creo que lo logré.
Amo a los personajes.
Amo como todo se conecta.
Amo como ellos me han hecho contar su historia.
Amo Insumisión y todos los libros de la saga Wachsend que están rondando por mi cabeza. Estoy ansiosa por escribirlos y por mostrarlo a cada unx de ustedes.
Muchas de las personas que iniciaron conmigo ya no están, unas se detuvieron en el camino, unos me abandonaron, sin embrago, otros se sumaron. Los amo a todos, sin excepciones. Agradezco la oportunidad que le dieron a Insumisión y de corazón espero que la historia haya sido tan intensa como para que nunca olviden a Aleksandre y a Alexandra.
Os amo.
Nos leemos por ahí en los extras, y con otros personajes que también quieren contarte su historia.
Mer V.
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